Abogado responde a sacerdote que asegura habrá comunión para divorciados en nueva unión
Por Bárbara Bustamante
(ACI).- En una columna de opinión publicada en el diario digital El Mostrador, el abogado chileno y estudiante de maestría en la la Universidad de Georgetown (Estados Unidos), Tomás Henríquez, respondió al sacerdote jesuita Jorge Costadoat que en el mismo medio sostuvo que uno de los frutos del Sínodo de la Familia debe ser la comunión para los divorciados, una propuesta del Cardenal alemán Walter Kasper, que es contraria a la doctrina católica.
El jesuita, que en marzo de este año fue cesado en su ejercicio como profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile por desdibujar la enseñanza de la Iglesia, cuestionó: “¿podrán los divorciados vueltos a casar comulgar en la misa? El Sínodo no excluye la posibilidad, es decir, sí, podrán hacerlo. Cualquier lector atento concluirá que la posibilidad existe, si las cosas se hacen seriamente”.
El P. Costadoat dice además que “el documento final abre las puertas a que los católicos que fracasaron en su matrimonio puedan acercarse a comulgar. Debe decírselo con todas sus letras: sí, los divorciados vueltos a casar que hasta ahora han sido excluidos por la institución eclesiástica y mal mirados por los católicos hipócritas, deben alegrarse porque no se puede decir que todos ellos sean adúlteros”.
En respuesta a estas afirmaciones, Tomás Henríquez señala en columna que “para católicos como yo (tal vez uno de los hipócritas a los que el Padre Costadoat alude en su columna, lo que no tendría nada de malo si de verdad lo soy) que no nos criamos dentro de la Iglesia, sino que llegamos a ella en el curso de nuestras vidas, nos invade la tristeza cuando vemos que existen pastores de la Iglesia que empujan incesantemente por cambiar precisamente aquello que a nosotros nos trajo a ella, como es la belleza, verdad y razón de su magisterio y su testimonio contracultural que no se vende al mundo sino que busca cambiarlo”.
“Para mí en particular es especialmente triste porque mi propia vida es el resultado (imperfecto, pero siempre perseverante) de lo que tal vez usted padre –y entiendo también, lo que la prensa llama los Kasperitas del Sínodo– creen que no existe, o que es simplemente imposible en las condiciones actuales del mundo”, resaltó.
El abogado se refirió a su testimonio de conversión y aprecio de la enseñanza de la Iglesia Católica para su vida matrimonial, en su condición de hijo de un matrimonio “que es, siguiendo la nomenclatura del mismo Cristo en su evangelio (San Marcos 10,11), adúltero”.
“Mis papás tienen más de 30 años de matrimonio civil, luego de que terminara el matrimonio religioso de uno de ellos. Para mí significaba (y significa hasta hoy) aceptar que soy hijo de una relación adúltera, al menos hasta que no medie una nulidad canónica. ¿Me hacía eso menos católico? No ¿Significaba que mis papás no podían llegar a la Iglesia por ello? Tampoco. Y todo esto es ya parte de la enseñanza de la Iglesia que usted padre Costadoat quiere cambiar”, afirmó Henríquez.
“Mis papás comenzaron su proceso de conversión hace algunos años y hoy han vuelto a la Iglesia, con sus heridas y manchas incluidas. Nadie los echó. Nadie podría hacerlo. Su sensación de exclusión no era fruto de la enseñanza de la Iglesia, sino de su ignorancia o incomprensión sobre la misma”, continuó Henríquez.
“Pero mire usted que sin ser doctos en las leyes de la Iglesia fueron capaces de entender (luego de que yo se los explicara, con firmeza pero con amor de un hijo a sus padres) de que no estaban fuera de la Iglesia por no poder comulgar y que hacerlo en esas condiciones ponía en riesgo la salvación de sus almas”, observa el abogado.
“Lo que más me duele padre (Costadoat), es que cuando insisten en que el pueblo no es capaz de entender lo que enseña la Iglesia, finalmente lo que dicen es que el pueblo es tonto o bruto, y que le resulta imposible entender”, recalcó.
“Le devuelvo la pregunta a usted padre Costadoat y por extensión a todos los sacerdotes que tiraron la toalla –si es que alguna vez la recogieron– y dejaron de hacer el intento de explicar y enseñar la doctrina de la Iglesia porque salía más fácil intentar cambiarla para que siguiera el compás del mundo. ¿Por qué no enseñar esto sin miedos ni trancas? ¿Por qué rendirse en los esfuerzos?”.
“No soy cura, no tengo un grado de teología y no me han preparado para hacer clases de religión. Pero mi historia y la de mi familia es uno de los cientos de miles de testimonios en el mundo que dan fe de que la enseñanza de la Iglesia llama, enamora y salva, y no requiere de estudios de postgrado para estar al alcance de todos. Si los laicos podemos enseñarla y esforzarnos por vivirla, ¿Por qué ustedes ya no pueden o no quieren enseñarla?”, cuestionó.
“Usted habla en su última columna sobre el triste abandono de los católicos divorciados. Ese triste abandono es real, pero no es como usted cree. Es el fruto de que los mismos sacerdotes de la Iglesia (y sin duda, algunos laicos fariseos) han sido incapaces de ser verdaderos pastores, que teniendo la posibilidad de guiar al rebaño han guardado silencio, o peor, han puesto en juego la salvación del mismo”, dijo Henríquez.
“Espero que el testimonio de un insignificante hermano en Cristo, que encontró su razón de vivir en la enseñanza de Cristo conforme a su Iglesia, le sirva a usted en sus reflexiones y, espero, un cambio en su corazón”, concluyó.
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