sábado, 3 de febrero de 2018

PAPA FRANCISCO ADVIERTE QUE LA USURA ES UN PECADO GRAVE QUE MATA Y PISOTEA A LAS PERSONAS


El Papa advierte: La usura es un pecado grave que mata y pisotea personas
Redacción ACI Prensa
 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa



El Papa Francisco advirtió a los que ostentan el poder económico y financiero que “la usura es un pecado grave” porque “mata la vida, pisotea la dignidad de las personas, es vehículo de corrupción e impide el bien común”.

Por ello, invitó a las autoridades de los países a que tomen las medidas pertinentes para evitar estos comportamientos que, al igual que otras actitudes corruptas e inmorales en el ámbito de la economía, se encuentran detrás de las graves crisis económicas y financieras que atenazan el mundo.

“En la base de la crisis económica y financiera hay siempre una concepción de vida que pone en primer lugar el beneficio y no la persona. La dignidad humana, la ética, la solidaridad y el bien común deberían situarse siempre en el centro de las políticas económicas emprendidas por las instituciones públicas”.

El Santo Padre hizo esta valoración en la audiencia que concedió este sábado 3 de febrero en el Palacio Apostólico del Vaticano a los miembros del Consejo Nacional Anti-usura, institución dedicada a luchar contra las prácticas usureras y sus nocivos efectos sobre las familias, sobre todo aquellas que se encuentran en situación de vulnerabilidad.

La usura, explicó el Pontífice, “debilita también los fundamentos sociales y económicos de un país. De hecho, con tantos pobres, tantas familias endeudadas, tantas víctimas de graves delitos y tantas personas corruptas, ningún país puede programar una seria recuperación económica, ni tampoco proporcionar seguridad”.

El Papa alabó la actividad del Consejo Nacional Anti-usura y destacó que “en los primeros veintiséis años de vuestro servicio habéis salvado de las garras de las deudas usureras y del riesgo de la usura a 25 mil familias; habéis salvado sus casas y sus pequeñas empresas, les habéis ayudado a recuperar la dignidad de la cual habían sido desposeídos. Esto merece un gran reconocimiento”.

“La usura humilla y mata –insistió–. La usura es un mal antiguo que, lamentablemente, todavía actúa, como una serpiente, estrangulando a sus víctimas. Es necesario prevenirla, sustrayendo a las personas de la patología de la deuda adquirida para la subsistencia o para salvar una empresa”.

En este sentido, sugirió reforzar la educación como un método para prevenir comportamientos usureros, o para evitar caer en las redes de la usura.

La usura, dijo, “se puede prevenir educando en un estilo de vida sobrio, que sepa distinguir entre aquello que es superfluo y lo que es necesario, y que permite evitar contraer deudas para adquirir cosas a las cuales se podría renunciar. Es importante recuperar la virtud de la pobreza y del sacrificio: de la pobreza, para no volverse esclavos de las cosas, y del sacrificio, porque de la vida no se puede recibir todo”.

“Es necesario formar una mentalidad basada en la legalidad y en la honestidad, en las personas y en las instituciones; incrementar la presencia de un voluntariado motivado y disponible hacia los necesitados, para que estos se sientan escuchados, aconsejados, guiados, para recuperarse de sus condiciones humillantes”.

El Papa Francisco finalizó su discurso invitando a “dialogar con todos los que tienen responsabilidad en el campo de la economía y de las finanzas, para que promuevan iniciativas que permitan prevenir la usura”.

PAPA FRANCISCO: CONSAGRADOS SOIS EL AMANECER DE LA IGLESIA


El Papa Francisco a los consagrados: Sois el amanecer de la Iglesia
Redacción ACI Prensa
 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa




El Papa Francisco recordó la importancia que tienen para la Iglesia los consagrados y consagradas, que viven a contracorriente en un mundo que “rechaza fácilmente la pobreza, la castidad y la obediencia”. “Sois el amanecer de la Iglesia”, aseguró.

El Santo Padre ofreció esta enseñanza en la homilía de la Misa que presidió este viernes 2 de febrero en la Basílica de San Pedro del Vaticano, con motivo de la Fiesta de la Presentación del Señor y de la XXII Jornada Mundial de la Vida Consagrada.

A la celebración, que comenzó con la bendición de las velas y la procesión solemne, asistieron miembros de los Institutos de Vida Consagrada y de las Sociedades de Vida Apostólica.

En su homilía, el Papa explicó que la Fiesta de la Presentación del Señor, que conmemora la presentación de Jesús en el Templo de Jerusalén, se celebra 40 días después de la Navidad, cuando, “entrando en el Templo, va al encuentro de su pueblo”.

Francisco señaló que “en el Oriente cristiano, a esta fiesta se la llama precisamente la ‘Fiesta del encuentro’: es el encuentro entre el Niño Dios, que trae novedad, y la humanidad que espera, representada por los ancianos en el templo”.

Así, centró su reflexión en la importancia del encuentro y de mantener la memoria.

En concreto, reflexionó sobre el encuentro que se produce en el Templo entre María y José, y Simeón y Ana. Una pareja joven y una anciana.

“Los ancianos reciben de los jóvenes, y los jóvenes de los ancianos. María y José encuentran en el Templo las raíces del pueblo y esto es importante, porque la promesa de Dios no se realiza individualmente y de una sola vez, sino juntos y a lo largo de la historia”, señaló.

Además, en el Templo, María y José encontraron también “las raíces de la fe, porque la fe no es una noción que se aprende en un libro, sino el arte de vivir con Dios, que se consigue por la experiencia de quien nos ha precedido en el camino”.

De esa manera, “los dos jóvenes, encontrándose con los ancianos, se encuentran a sí mismos. Y los dos ancianos, hacia el final de sus días, reciben a Jesús, que es el sentido a sus vidas”. “En ese encuentro los jóvenes descubren su misión y los ancianos realizan sus sueños. Y todo esto porque en el centro del encuentro está Jesús”.

Francisco se dirigió a los consagrados y consagradas y les recordó que su vocación “comenzó gracias al encuentro con el Señor. De un encuentro y de una llamada nació el camino de la consagración”.

“Es necesario hacer memoria de ello. Y si recordamos bien veremos que en ese encuentro no estábamos solos con Jesús: estaba también el pueblo de Dios, la Iglesia, jóvenes y ancianos, como en el Evangelio”, afirmó.

El Papa dijo que “cuando uno se encuentra en el Señor no tardan en llegar las sorpresas de Dios. Para dejar que sucedan en la vida consagrada es bueno recordar que no se puede renovar el encuentro con el Señor sin el otro: nunca dejar atrás, nunca hacer descartes generacionales, sino acompañarse cada día, con el Señor en el centro”.

Ese encuentro entre jóvenes y ancianos también debe darse en el interior de los Institutos de Vida Consagrada, porque “la juventud de un instituto está en ir a las raíces, escuchando a los ancianos. No hay futuro sin este encuentro”.

“Si los jóvenes están llamados a abrir nuevas puertas, los ancianos tienen las llaves”, insistió.

Francisco lamentó que “la vida frenética de hoy lleva a cerrar muchas puertas al encuentro, a menudo por el miedo al otro. Que no sea así en la vida consagrada: el hermano y la hermana que Dios me da son parte de mi historia, son dones que hay que custodiar. No vaya a suceder que miremos más la pantalla del teléfono que los ojos del hermano, o que nos fijemos más en nuestros programas que en el Señor”.

Señaló que “la vida consagrada nace y renace del encuentro con Jesús tal como es: pobre, casto y obediente” y se mueve por una doble vía, que es por un lado la iniciativa amorosa de Dios, y por otro lado la respuesta de la persona, “que es de amor verdadero cuando se da sin peros ni excusas”.

“Mientras la vida del mundo trata de acumular, la vida consagrada deja las riquezas que son pasajeras para abrazar a Aquel que permanece”, afirmó.

Además dijo que “mientras la vida del mundo deja pronto con las manos y el corazón vacíos, la vida según Jesús colma de paz hasta el final”.

El Papa también aseguró a los consagrados y consagradas que “tener al Señor en las manos es el antídoto contra el misticismo aislado y el activismo desenfrenado, porque el encuentro real con Jesús endereza tanto al devoto sentimental como al frenético factótum”.

“Vivir el encuentro con Jesús es también el remedio para la parálisis de la normalidad, es abrirse a la cotidiana agitación de la gracia. Dejarse encontrar por Jesús, ayudar a encontrar a Jesús: este es el secreto para mantener viva la llama de la vida espiritual. Es la manera de escapar a una vida asfixiada, dominada por los lamentos, la amargura y las inevitables decepciones”.

Por último, el Santo Padre les animó a ir contracorriente, como las mujeres que encontraron vacío el sepulcro de Jesús: “También vosotros vais por el mundo a contracorriente: la vida del mundo rechaza fácilmente la pobreza, la castidad y la obediencia. Pero, al igual que aquellas mujeres, vais adelante, a pesar de la preocupación por las piedras pesadas que hay que remover”.

“Y al igual que aquellas mujeres, las primeras que encontraron al Señor resucitado y vivo, os abrazáis a Él y lo anunciáis inmediatamente a los hermanos, con los ojos que brillan de alegría. Sois por tanto el amanecer perenne de la Iglesia”, concluyó.

TEXTO DE HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA MISA DE LA FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR


TEXTO: Homilía del Papa en la Misa de la Fiesta de la Presentación del Señor
Redacción ACI Prensa
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa



El Papa Francisco presidió en la Basílica de San Pedro del Vaticano la Misa con motivo de la Fiesta de la Presentación del Señor y de la XXII Jornada Mundial de la Vida Consagrada y recordó la importancia que tienen para la Iglesia los consagrados y consagradas, que viven a contracorriente en un mundo que “rechaza fácilmente la pobreza, la castidad y la obediencia”. “Sois el amanecer de la Iglesia”, aseguró.

“Cuando uno se encuentra en el Señor no tardan en llegar las sorpresas de Dios. Para dejar que sucedan en la vida consagrada es bueno recordar que no se puede renovar el encuentro con el Señor sin el otro: nunca dejar atrás, nunca hacer descartes generacionales, sino acompañarse cada día, con el Señor en el centro”, afirmó el Santo Padre.

A continuación, el texto completo de la homilía del Papa Francisco:

Cuarenta días después de Navidad celebramos al Señor que, entrando en el templo, va al encuentro de su pueblo. En el Oriente cristiano, a esta fiesta se la llama precisamente la «Fiesta del encuentro»: es el encuentro entre el Niño Dios, que trae novedad, y la humanidad que espera, representada por los ancianos en el templo.

En el templo sucede también otro encuentro, el de dos parejas: por una parte, los jóvenes María y José, por otra, los ancianos Simeón y Ana. Los ancianos reciben de los jóvenes, y los jóvenes de los ancianos. María y José encuentran en el templo las raíces del pueblo, y esto es importante, porque la promesa de Dios no se realiza individualmente y de una sola vez, sino juntos y a lo largo de la historia.

Y encuentran también las raíces de la fe, porque la fe no es una noción que se aprende en un libro, sino el arte de vivir con Dios, que se consigue por la experiencia de quien nos ha precedido en el camino. Así los dos jóvenes, encontrándose con los ancianos, se encuentran a sí mismos. Y los dos ancianos, hacia el final de sus días, reciben a Jesús, que es el sentido a sus vidas.

En este episodio se cumple así la profecía de Joel: «Vuestros hijos e hijas profetizarán, vuestros ancianos tendrán sueños y visiones» (3,1). En ese encuentro los jóvenes descubren su misión y los ancianos realizan sus sueños. Y todo esto porque en el centro del encuentro está Jesús.

Mirémonos a nosotros, queridos hermanos y hermanas consagrados. Todo comenzó gracias al encuentro con el Señor. De un encuentro y de una llamada nació el camino de la consagración. Es necesario hacer memoria de ello.

Y si recordamos bien veremos que en ese encuentro no estábamos solos con Jesús: estaba también el pueblo de Dios —la Iglesia—, jóvenes y ancianos, como en el Evangelio. Allí hay un detalle interesante: mientras los jóvenes María y José observan fielmente las prescripciones de la Ley —el Evangelio lo dice cuatro veces—, y no hablan nunca, los ancianos Simeón y Ana acuden y profetizan. Parece que debería ser al contrario: en general, los jóvenes son quienes hablan con ímpetu del futuro, mientras los ancianos custodian el pasado.

En el Evangelio sucede lo contrario, porque cuando uno se encuentra en el Señor no tardan en llegar las sorpresas de Dios. Para dejar que sucedan en la vida consagrada es bueno recordar que no se puede renovar el encuentro con el Señor sin el otro: nunca dejar atrás, nunca hacer descartes generacionales, sino acompañarse cada día, con el Señor en el centro. Porque si los jóvenes están llamados a abrir nuevas puertas, los ancianos tienen las llaves.

Y la juventud de un instituto está en ir a las raíces, escuchando a los ancianos. No hay futuro sin este encuentro entre ancianos y jóvenes; no hay crecimiento sin raíces y no hay florecimiento sin brotes nuevos. Nunca profecía sin memoria, nunca memoria sin profecía; y, siempre encontrarse.

La vida frenética de hoy lleva a cerrar muchas puertas al encuentro, a menudo por el miedo al otro —las puertas de los centros comerciales y las conexiones de red permanecen siempre abiertas—. Que no sea así en la vida consagrada: el hermano y la hermana que Dios me da son parte de mi historia, son dones que hay que custodiar.

No vaya a suceder que miremos más la pantalla del teléfono que los ojos del hermano, o que nos fijemos más en nuestros programas que en el Señor. Porque cuando se ponen en el centro los proyectos, las técnicas y las estructuras, la vida consagrada deja de atraer y ya no comunica; no florece porque olvida «lo que tiene sepultado», es decir, las raíces.

La vida consagrada nace y renace del encuentro con Jesús tal como es: pobre, casto y obediente. Se mueve por una doble vía: por un lado, la iniciativa amorosa de Dios, de la que todo comienza y a la que siempre debemos regresar; por otro lado, nuestra respuesta, que es de amor verdadero cuando se da sin peros ni excusas, y cuando imita a Jesús pobre, casto y obediente.

Así, mientras la vida del mundo trata de acumular, la vida consagrada deja las riquezas que son pasajeras para abrazar a Aquel que permanece. La vida del mundo persigue los placeres y los deseos del yo, la vida consagrada libera el afecto de toda posesión para amar completamente a Dios y a los demás. La vida del mundo se empecina en hacer lo que quiere, la vida consagrada elige la obediencia humilde como la libertad más grande.

Y mientras la vida del mundo deja pronto con las manos y el corazón vacíos, la vida según Jesús colma de paz hasta el final, como en el Evangelio, en el que los ancianos llegan felices al ocaso de la vida, con el Señor en sus manos y la alegría en el corazón.

Cuánto bien nos hace, como Simeón, tener al Señor «en brazos» (Lc 2,28). No sólo en la cabeza y en el corazón, sino en las manos, en todo lo que hacemos: en la oración, en el trabajo, en la comida, al teléfono, en la escuela, con los pobres, en todas partes.

Tener al Señor en las manos es el antídoto contra el misticismo aislado y el activismo desenfrenado, porque el encuentro real con Jesús endereza tanto al devoto sentimental como al frenético factótum. Vivir el encuentro con Jesús es también el remedio para la parálisis de la normalidad, es abrirse a la cotidiana agitación de la gracia. Dejarse encontrar por Jesús, ayudar a encontrar a Jesús: este es el secreto para mantener viva la llama de la vida espiritual.

Es la manera de escapar a una vida asfixiada, dominada por los lamentos, la amargura y las inevitables decepciones. Encontrarse en Jesús como hermanos y hermanas, jóvenes y ancianos, para superar la retórica estéril de los «viejos tiempos pasados», para acabar con el «aquí no hay nada bueno». Si Jesús y los hermanos se encuentran todos los días, el corazón no se polariza en el pasado o el futuro, sino que vive el hoy de Dios en paz con todos.

Al final de los Evangelios hay otro encuentro con Jesús que puede ayudar a la vida consagrada: el de las mujeres en el sepulcro. Fueron a encontrar a un muerto, su viaje parecía inútil. También vosotros vais por el mundo a contracorriente: la vida del mundo rechaza fácilmente la pobreza, la castidad y la obediencia.

Pero, al igual que aquellas mujeres, vais adelante, a pesar de la preocupación por las piedras pesadas que hay que remover (cf. Mc 16,3). Y al igual que aquellas mujeres, las primeras que encontraron al Señor resucitado y vivo, os abrazáis a Él (cf. Mt 28,9) y lo anunciáis inmediatamente a los hermanos, con los ojos que brillan de alegría (cf. v. 8). Sois por tanto el amanecer perenne de la Iglesia. Os deseo que reavivéis hoy mismo el encuentro con Jesús, caminando juntos hacia Él: así se iluminarán vuestros ojos y se fortalecerán vuestros pasos.

PAPA FRANCISCO REALIZARÁ DOS NUEVAS VISITAS DENTRO DE ITALIA


El Papa Francisco realizará dos nuevas visitas dentro de Italia
Redacción ACI Prensa
El Papa Francisco / Foto: Daniel Ibáñez (ACI Prensa)




La Santa Sede anunció por medio de una declaración del Director de la Sala de Prensa del Vaticano, Greg Burke, dos nuevos viajes apostólicos del Papa Francisco en el interior de Italia, el 20 de abril y el 10 de mayo, que le llevarán a las localidades italianas de Alessano, Molfetta, Nomaldelfia y Loppiano.

Viaje a Alessano y Molfetta

En su primer viaje, el viernes 20 de abril, acudirá a la localidad de Alessano, en la Diócesis de Ugento-Santa Maria de Luca, y a Molfetta, en la Diócesis de Molfetta-Ruvo-Giovinazzo-Terlizzi.

Se trata de un viaje con motivo del 25 aniversario de la muerte de Mons. Tonino Bello, Obispo de Molfetta en proceso de beatificación.

El Santo Padre llegará a Alessano, localidad natal de Mons. Bello, a las 8:30 a.m. (hora de Roma), donde le recibirán Mons. Vito Angiuli, Obispo de Ugento, y el alcalde de la localidad.


A continuación visitará en privado la tumba de Mons. Tonino Bello y saludará a sus familiares. Después mantendrá un encuentro con los fieles y pronunciará un discurso.

A las 9:30 a.m. abandonará Alessano y se trasladará a Molfetta.

Allí también será recibido por el actual Obispo de Molfetta, Mons. Domenico Cornacchia, y por el alcalde. A las 10:30 a.m. el Papa celebrará la Misa y, tras la celebración eucarística, regresará al Vaticano.

Viaje a Nomaldelfia y Loppiano

El jueves 10 de mayo visitará la localidad de Nomaldelfia, en la Diócesis de Grosseto; y de Loppiano, en la Diócesis de Fiesole, donde visitará la Ciudadela Internacional del Movimiento de los Focolares.

Ese día el Pontífice abandonará el Vaticano en helicóptero a las 7:30 a.m. (hora de Roma) y aterrizará 35 minutos más tarde en Nomadelfia.

En esta localidad visitará la Comunidad de Nomadelfia, fundada durante la Segunda Guerra Mundial por el sacerdote Zeno Saltini y la laica Irene Bertoni para ofrecer un hogar a los niños abandonados.


El Papa será recibido por el Obispo de Grosseto, Mons. Rodolfo Cetolni; y el Presidente de la Comunidad, Francesco Matterazzo, con quienes rezará ante la tumba del P. Zeno Saltini. Luego visitará a un grupo de familias de la Comunidad, a quienes ofrecerá un discurso.

Después de este encuentro, el Obispo de Roma se trasladará a Loppiano, donde aterrizará a las 10:00 a.m.

A su llegada saludará a Mons. Mario Meini, Obispo de Fiesole, y a Maria Voce, Presidente del Movimiento de los Focolares.

Con ellos rezará en el Santuario de María Theotokos, donde recibirá a miembros de los Focolares y pronunciará un discurso.

A las 11:45 a.m. Francisco finalizará su visita apostólica y aterrizará en el Vaticano a las 12:35 del día.