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jueves, 24 de enero de 2019

NOTICIAS Y MENSAJES DEL PRIMER DÍA DEL PAPA FRANCISCO EN PANAMÁ JMJ 2019






El Papa Francisco ya está en Panamá para la JMJ 2019 [VIDEO]
Redacción ACI Prensa



El Papa Francisco ya está en Panamá para participar de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que se realizará hasta el domingo 27 de enero.

El avión de Alitalia que llevó al Santo Padre, su séquito y los periodistas que lo acompañan en cada viaje internacional que realiza, aterrizó en el aeropuerto de Tocumen a las 4:15 p.m, hora local.

Al bajar del avión, el Pontífice fue recibido por el presidente de Panamá, Juan Carlos Varela; acompañado de su esposa; el Nuncio Apostólico en Panamá, Mons. Mirosław Adamczyk; entre otras autoridades civiles y eclesiales.


En medio de un gran ambiente de fiesta y con el himno de la JMJ Panamá 2019 de fondo, Francisco recibió un ramo de flores entregado por tres niños vestidos con trajes típicos panameños.

Luego del recibimiento en el aeropuerto, el Santo Padre se dirigirá a la Nunciatura Apostólica donde descansará para iniciar mañana jueves 24 una serie de actividades, como el encuentro con el presidente panameño y el cuerpo diplomático.

Ese mismo día por la tarde el Papa se encontrará con los obispos centroamericanos y estará en la ceremonia de acogida a los peregrinos de la JMJ.

El viernes 25 visitará el Centro de Cumplimiento Las Garzas donde confesará a algunos menores recluidos allí y presidirá el Vía Crucis con los jóvenes por la tarde.

El sábado 26 el Santo Padre presidirá una Misa con los sacerdotes, religiosos y consagrados en la Catedral Basílica de Santa María La Antigua, almorzará con un grupo de jóvenes y presidirá la Vigilia de Oración de la JMJ.

El domingo 27, el último de su visita a Panamá, presidirá la Misa final de la JMJ y visitará el hogar Buen Samaritano.




¿Qué lleva el Papa Francisco en su maletín negro y por qué no deja a otro cargarlo?
Redacción ACI Prensa/EWTN Noticias
 Foto: Vatican Media / ACI Prensa



Este miércoles 23 el Papa Francisco ha iniciado un nuevo viaje apostólico, esta vez con destino a Panamá para participar en la Jornada Mundial de la Juventud y, como en otras ocasiones ha subido al avión llevando consigo un maletín negro que no deja que otra persona lo cargue y cuyo contenido reveló años atrás.

La primera vez que la imagen del Papa llevando el maletín llamó la atención fue durante la Jornada Mundial de la Juventud Río 2013, el primer viaje de su pontificado.

Esto motivó a que en el vuelo de retorno a Roma un periodista le comentara que esta imagen había dado la vuelta al mundo.

“No había dentro la llave de la bomba atómica”, respondió Francisco con la naturalidad y sentido del humor que lo caracteriza.

Acto seguido, el Santo Padre señaló a los periodistas que siempre ha sido de llevar su propio maletín. “Cuando viajo la llevo. Dentro llevo la cuchilla de afeitar, el breviario, la agenda, un libro para leer. Llevo uno sobre Santa Teresita, de la que soy devoto”.

“Siempre llevo el maletín cuando viajo, es normal. Debemos ser normales. Es un poco extraño lo que me dices que ha dado la vuelta al mundo esa foto. Debemos habituarnos a ser normales. La normalidad de la vida”, expresó el Santo Padre.

Etiquetas: Papa Francisco, Anécdotas del Papa Francisco, Jornada Mundial de la Juventud Panamá 2019, JMJ Panamá 2019, El Papa Francisco en Panamá





¿Por qué los obispos que recibieron al Papa Francisco estaban vestidos de blanco?
Foto: Mercedes de la Torre / ACI Prensa



Los obispos de Panamá recibieron al Papa Francisco en el Aeropuerto Internacional de Tocumen vestidos de blanco, un color que se reserva usualmente al Pontífice y por ello ha causado curiosidad entre los fieles.

En la bienvenida que ofrecieron al Santo Padre, todos los obispos presentes, entre los que estaban el Arzobispo de Panamá, Mons. José Domingo Ulloa; y el Nuncio Apostólico, Mons. Mirosław Adamczyk, estaban vestidos de blanco.

Los miembros del clero generalmente visten una sotana negra, mientras que los botones, el fajín y el solideo –el pequeño gorro que usan sobre la cabeza– son del color asignado a su rango eclesiástico: los cardenales en color púrpura, los obispos en morado y los sacerdotes en negro.

Las vestiduras blancas en su totalidad se reservan para el Pontífice.

Sin embargo, los clérigos pueden hacer una excepción si se encuentran en “Tierra de Misión” o en zonas tropicales muy cálidas, donde el color blanco ayuda a soportar las altas temperaturas.

Se considera Tierra de Misión a los lugares donde se necesitan misioneros y misioneras en acción y cuya evangelización precisa de un cuidado especial por parte de la Pontificia Congregación para la Evangelización de los Pueblos.

En Ciudad de Panamá la temperatura puede superar los 30° centígrados y tener un alto nivel de humedad, que en estos días se estima en un 60%. 



El Papa advierte que internet se está convirtiendo en un escaparate del narcisismo
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media



El Papa Francisco advierte que internet, y las redes sociales, en vez de convertirse en “una ventana abierta al mundo” se está convirtiendo “en un escaparate en el que exhibir el propio narcisismo”.

En contraposición a ese narcisismo, Francisco destacó que la Iglesia “es una red tejida por la comunión eucarística, en la que la unión no se funda sobre los ‘like’ sino sobre la verdad, sobre el ‘amén’ con el que cada uno se adhiere al Cuerpo de Cristo acogiendo a los demás”.

El Pontífice realiza esta aseveración en su Mensaje con motivo de la 53 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que se celebrará el domingo 2 de junio, difundido este jueves 24 de enero.

En el Mensaje, que lleva por título “‘Somos miembros unos de otros’. De las comunidades en las redes sociales a la comunidad humana”, el Santo Padre explica que “Internet representa una posibilidad extraordinaria de acceso al saber; pero también es cierto que se ha manifestado como uno de los lugares más expuestos a la desinformación y a la distorsión consciente y planificada de los hechos y de las relaciones interpersonales, que a menudo asumen la forma del descrédito”.


“Hay que reconocer que, por un lado, las redes sociales sirven para que estemos más en contacto, nos encontremos y ayudemos los unos a los otros; pero por otro, se prestan también a un uso manipulador de los datos personales con la finalidad de obtener ventajas políticas y económicas, sin el respeto debido a la persona y a sus derechos”, señala.

En este sentido, lamenta que “entre los más jóvenes, las estadísticas revelan que uno de cada cuatro chicos se ha visto envuelto en episodios de acoso cibernético”.

Así, “ante la complejidad de este escenario, puede ser útil volver a reflexionar sobre la metáfora de la red”.

“La metáfora de la red –subraya–, trasladada a la dimensión antropológica, nos recuerda otra figura llena de significados: la comunidad. Cuanto más cohesionada y solidaria es una comunidad, cuanto más está animada por sentimientos de confianza y persigue objetivos compartidos, mayor es su fuerza. La comunidad como red solidaria precisa de la escucha recíproca y del diálogo basado en el uso responsable del lenguaje”.

Advierte que “la identidad en las redes sociales se basa demasiadas veces en la contraposición frente al otro, frente al que no pertenece al grupo: este se define a partir de lo que divide en lugar de lo que une, dejando espacio a la sospecha y a la explosión de todo tipo de prejuicios (étnicos, sexuales, religiosos y otros)”.

“Esta tendencia alimenta grupos que excluyen la heterogeneidad, que favorecen, también en el ambiente digital, un individualismo desenfrenado, terminando a veces por fomentar espirales de odio”.


De esta manera, “la red constituye una ocasión para favorecer el encuentro con los demás, pero puede también potenciar nuestro autoaislamiento, como una telaraña que atrapa”.

Precisamente son los jóvenes “los más expuestos a la ilusión de pensar que las redes sociales satisfacen completamente en el plano relacional; se llega así al peligroso fenómeno de los jóvenes que se convierten en “ermitaños sociales”, con el consiguiente riesgo de apartarse completamente de la sociedad”.

Frente a esos peligros, el Papa Francisco finaliza su Mensaje explicando que “si se usa la red como prolongación o como espera de ese encuentro, entonces no se traiciona a sí misma y sigue siendo un recurso para la comunión”.

“Si una familia usa la red para estar más conectada y luego se encuentra en la mesa y se mira a los ojos, entonces es un recurso. Si una comunidad eclesial coordina sus actividades a través de la red, para luego celebrar la Eucaristía juntos, entonces es un recurso. Si la red me proporciona la ocasión para acercarme a historias y experiencias de belleza o de sufrimiento físicamente lejanas de mí, para rezar juntos y buscar juntos el bien en el redescubrimiento de lo que nos une, entonces es un recurso”, concluye.



Mensaje del Papa Francisco con motivo de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales
Redacción ACI Prensa
Foto: Andrea Gagliarducci / ACI Stampa


Con motivo de la 53 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que se celebrará el domingo 2 de junio, el Vaticano hizo público este jueves 24 de enero un Mensaje del Papa Francisco en el que advierte del riesgo de que internet y las redes sociales, en vez de ser “ser una ventana abierta al mundo”, se conviertan “en un escaparate en el que exhibir el propio narcisismo”.

“La red constituye una ocasión para favorecer el encuentro con los demás, pero puede también potenciar nuestro autoaislamiento, como una telaraña que atrapa. Los jóvenes son los más expuestos a la ilusión de pensar que las redes sociales satisfacen completamente en el plano relacional; se llega así al peligroso fenómeno de los jóvenes que se convierten en ‘ermitaños sociales’, con el consiguiente riesgo de apartarse completamente de la sociedad”.

A continuación, el texto completo del Mensaje del Papa Francisco:

Queridos hermanos y hermanas:

Desde que internet ha estado disponible, la Iglesia siempre ha intentado promover su uso al servicio del encuentro entre las personas y de la solidaridad entre todos. Con este Mensaje, quisiera invitarles una vez más a reflexionar sobre el fundamento y la importancia de nuestro estar-enrelación; y a redescubrir, en la vastedad de los desafíos del contexto comunicativo actual, el deseo del hombre que no quiere permanecer en su propia soledad.

Las metáforas de la “red” y de la “comunidad”

El ambiente mediático es hoy tan omnipresente que resulta muy difícil distinguirlo de la esfera de la vida cotidiana. La red es un recurso de nuestro tiempo. Constituye una fuente de conocimientos y de relaciones hasta hace poco inimaginable.

Sin embargo, a causa de las profundas transformaciones que la tecnología ha impreso en las lógicas de producción, circulación y disfrute de los contenidos, numerosos expertos han subrayado los riesgos que amenazan la búsqueda y la posibilidad de compartir una información auténtica a escala global.

Internet representa una posibilidad extraordinaria de acceso al saber; pero también es cierto que se ha manifestado como uno de los lugares más expuestos a la desinformación y a la distorsión consciente y planificada de los hechos y de las relaciones interpersonales, que a menudo asumen la forma del descrédito.

Hay que reconocer que, por un lado, las redes sociales sirven para que estemos más en contacto, nos encontremos y ayudemos los unos a los otros; pero por otro, se prestan también a un uso manipulador de los datos personales con la finalidad de obtener ventajas políticas y económicas, sin el respeto debido a la persona y a sus derechos. Entre los más jóvenes, las estadísticas revelan que uno de cada cuatro chicos se ha visto envuelto en episodios de acoso cibernético.

Ante la complejidad de este escenario, puede ser útil volver a reflexionar sobre la metáfora de la red que fue propuesta al principio como fundamento de internet, para redescubrir sus potencialidades positivas. La figura de la red nos invita a reflexionar sobre la multiplicidad de recorridos y nudos que aseguran su resistencia sin que haya un centro, una estructura de tipo jerárquico, una organización de tipo vertical. La red funciona gracias a la coparticipación de todos los elementos.

La metáfora de la red, trasladada a la dimensión antropológica, nos recuerda otra figura llena de significados: la comunidad. Cuanto más cohesionada y solidaria es una comunidad, cuanto más está animada por sentimientos de confianza y persigue objetivos compartidos, mayor es su fuerza. La comunidad como red solidaria precisa de la escucha recíproca y del diálogo basado en el uso responsable del lenguaje.

Es evidente que, en el escenario actual, la social network community no es automáticamente sinónimo de comunidad. En el mejor de los casos, las comunidades de las redes sociales consiguen dar prueba de cohesión y solidaridad; pero a menudo se quedan solamente en agregaciones de individuos que se agrupan en torno a intereses o temas caracterizados por vínculos débiles.

Además, la identidad en las redes sociales se basa demasiadas veces en la contraposición frente al otro, frente al que no pertenece al grupo: este se define a partir de lo que divide en lugar de lo que une, dejando espacio a la sospecha y a la explosión de todo tipo de prejuicios (étnicos, sexuales, religiosos y otros).

Esta tendencia alimenta grupos que excluyen la heterogeneidad, que favorecen, también en el ambiente digital, un individualismo desenfrenado, terminando a veces por fomentar espirales de odio. Lo que debería ser una ventana abierta al mundo se convierte así en un escaparate en el que exhibir el propio narcisismo.

La red constituye una ocasión para favorecer el encuentro con los demás, pero puede también potenciar nuestro autoaislamiento, como una telaraña que atrapa. Los jóvenes son los más expuestos a la ilusión de pensar que las redes sociales satisfacen completamente en el plano relacional; se llega así al peligroso fenómeno de los jóvenes que se convierten en “ermitaños sociales”, con el consiguiente riesgo de apartarse completamente de la sociedad.

Esta dramática dinámica pone de manifiesto un grave desgarro en el tejido relacional de la sociedad, una laceración que no podemos ignorar.

Esta realidad multiforme e insidiosa plantea diversas cuestiones de carácter ético, social, jurídico, político y económico; e interpela también a la Iglesia. Mientras los gobiernos buscan vías de reglamentación legal para salvar la visión original de una red libre, abierta y segura, todos tenemos la posibilidad y la responsabilidad de favorecer su uso positivo.

Está claro que no basta con multiplicar las conexiones para que aumente la comprensión recíproca. ¿Cómo reencontrar la verdadera identidad comunitaria siendo conscientes de la responsabilidad que tenemos unos con otros también en la red?

“Somos miembros unos de otros”

Se puede esbozar una posible respuesta a partir de una tercera metáfora, la del cuerpo y los miembros, que san Pablo usa para hablar de la relación de reciprocidad entre las personas, fundada en un organismo que las une. «Por lo tanto, dejaos de mentiras, y hable cada uno con verdad a su prójimo, que somos miembros unos de otros» (Ef 4,25).

El ser miembros unos de otros es la motivación profunda con la que el Apóstol exhorta a abandonar la mentira y a decir la verdad: la obligación de custodiar la verdad nace de la exigencia de no desmentir la recíproca relación de comunión. De hecho, la verdad se revela en la comunión. En cambio, la mentira es el rechazo egoísta del reconocimiento de la propia pertenencia al cuerpo; es el no querer donarse a los demás, perdiendo así la única vía para encontrarse a uno mismo.


La metáfora del cuerpo y los miembros nos lleva a reflexionar sobre nuestra identidad, que está fundada en la comunión y la alteridad. Como cristianos, todos nos reconocemos miembros del único cuerpo del que Cristo es la cabeza.

Esto nos ayuda a ver a las personas no como competidores potenciales, sino a considerar incluso a los enemigos como personas. Ya no hay necesidad del adversario para autodefinirse, porque la mirada de inclusión que aprendemos de Cristo nos hace descubrir la alteridad de un modo nuevo, como parte integrante y condición de la relación y de la proximidad.

Esta capacidad de comprensión y de comunicación entre las personas humanas tiene su fundamento en la comunión de amor entre las Personas divinas. Dios no es soledad, sino comunión; es amor, y, por ello, comunicación, porque el amor siempre comunica, es más, se comunica a sí mismo para encontrar al otro. Para comunicar con nosotros y para comunicarse a nosotros, Dios se adapta a nuestro lenguaje, estableciendo en la historia un verdadero diálogo con la humanidad (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, 2).

En virtud de nuestro ser creados a imagen y semejanza de Dios, que es comunión y comunicación-de-sí, llevamos siempre en el corazón la nostalgia de vivir en comunión, de pertenecer a una comunidad. «Nada es tan específico de nuestra naturaleza –afirma san Basilio– como el entrar en relación unos con otros, el tener necesidad unos de otros».

El contexto actual nos llama a todos a invertir en las relaciones, a afirmar también en la red y mediante la red el carácter interpersonal de nuestra humanidad. Los cristianos estamos llamados con mayor razón, a manifestar esa comunión que define nuestra identidad de creyentes. Efectivamente, la fe misma es una relación, un encuentro; y mediante el impulso del amor de Dios podemos comunicar, acoger, comprender y corresponder al don del otro.

La comunión a imagen de la Trinidad es lo que distingue precisamente la persona del individuo. De la fe en un Dios que es Trinidad se sigue que para ser yo mismo necesito al otro. Soy verdaderamente humano, verdaderamente personal, solamente si me relaciono con los demás. El término persona, de hecho, denota al ser humano como ‘rostro’ dirigido hacia el otro, que interactúa con los demás. Nuestra vida crece en humanidad al pasar del carácter individual al personal. El auténtico camino de humanización va desde el individuo que percibe al otro como rival, hasta la persona que lo reconoce como compañero de viaje.

Del “like” al “amén”

La imagen del cuerpo y de los miembros nos recuerda que el uso de las redes sociales es complementario al encuentro en carne y hueso, que se da a través del cuerpo, el corazón, los ojos, la mirada, la respiración del otro. Si se usa la red como prolongación o como espera de ese encuentro, entonces no se traiciona a sí misma y sigue siendo un recurso para la comunión. Si una familia usa la red para estar más conectada y luego se encuentra en la mesa y se mira a los ojos, entonces es un recurso.

Si una comunidad eclesial coordina sus actividades a través de la red, para luego celebrar la Eucaristía juntos, entonces es un recurso. Si la red me proporciona la ocasión para acercarme a historias y experiencias de belleza o de sufrimiento físicamente lejanas de mí, para rezar juntos y buscar juntos el bien en el redescubrimiento de lo que nos une, entonces es un recurso.

Podemos pasar así del diagnóstico al tratamiento: abriendo el camino al diálogo, al encuentro, a la sonrisa, a la caricia... Esta es la red que queremos. Una red hecha no para atrapar, sino para liberar, para custodiar una comunión de personas libres. La Iglesia misma es una red tejida por la comunión eucarística, en la que la unión no se funda sobre los “like” sino sobre la verdad, sobre el “amén” con el que cada uno se adhiere al Cuerpo de Cristo acogiendo a los demás.




Discurso del Papa Francisco a las autoridades y cuerpo diplomático de Panamá
Redacción ACI Prensa


Luego de sostener una reunión con el Presidente de Panamá, el Papa Francisco se encontró con las autoridades civiles, el cuerpo diplomático y diversos representantes de la sociedad del país, ante quienes pronunció su primer discurso en la visita que realiza a este país centroamericano.

A continuación, el discurso completo del Santo Padre:

Señor Presidente,

Distinguidas autoridades,

Señoras y señores:

Le agradezco señor Presidente sus palabras de bienvenida y su amable invitación a visitar esta nación. En su persona quiero saludar y agradecer a todo el pueblo panameño que, desde Darién hasta Chiriquí y Bocas del Toro, han realizado un esfuerzo invalorable para acoger a tantos jóvenes provenientes de todas partes del mundo. Gracias por abrirnos las puertas de la casa.


Comienzo mi peregrinación en este histórico recinto donde Simón Bolívar, como lo acaba de recordar el señor presidente, afirmó que «si el mundo hubiese de elegir su capital, el istmo de Panamá sería señalado para este augusto destino», convocó a los líderes de su tiempo para forjar el sueño de la unificación de la Patria Grande. Convocatoria que nos ayuda a comprender que nuestros pueblos son capaces de crear, forjar y, sobre todo, soñar una patria grande que sepa y pueda albergar, respetar y abrazar la riqueza multicultural de cada pueblo y cultura. Siguiendo esta inspiración podemos contemplar a Panamá como tierra de convocatoria y como tierra de sueños.

1. Panamá es tierra de convocatoria

Así lo transparentó el Congreso Anfictiónico, y así también lo transparenta hoy el desembarco de miles de jóvenes que traen consigo el deseo y las ganas de encontrarse y celebrar. Vuestro país, por su privilegiada ubicación, se vuelve un enclave estratégico no solo para la región sino para el mundo entero. Puente entre océanos y tierra natural de encuentros, Panamá, el país más angosto de todo el continente americano, es símbolo de la sustentabilidad que nace de la capacidad de crear vínculos y alianzas. Esta capacidad configura el corazón del pueblo panameño.

Cada uno de ustedes ocupa un lugar especial en la construcción de la nación y está llamado a velar para que esta tierra pueda cumplir su vocación de ser tierra de convocatorias y encuentros; esto implica la decisión, el compromiso y el trabajo cotidiano para que todos los habitantes de este suelo tengan la oportunidad de sentirse actores de su destino, del de sus familias y de la nación toda. Es imposible pensar el futuro de una sociedad sin la participación activa ―y no solo nominal― de cada uno de sus miembros, de tal modo que la dignidad se vea reconocida y garantizada en el acceso a la educación de calidad y en la promoción de trabajos dignos. Ambas realidades tienen la fuerza de ayudar a reconocer y valorar la genialidad y el dinamismo creador de este pueblo y a su vez, son el mejor antídoto ante cualquier tipo de tutelaje que pretenda recortar la libertad y someta o saltee la dignidad ciudadana, especialmente la de los más pobres.

La genialidad de estas tierras está marcada por la riqueza de sus pueblos originarios: bribri, buglé, emberá, kuna, nasoteribe, ngäbe y waunana, que tanto tienen que decir y recordar desde su cultura y visión del mundo: a ellos mi saludo y mi reconocimiento.

Y no deja de ser un signo esperanzador el hecho de que esta Jornada Mundial de la Juventud haya comenzado una semana atrás con la Jornada de los Jóvenes de los Pueblos Indígenas y la Jornada de los Jóvenes de descendencia africana. Los saludo desde aquí y les agradezco que hayan dado este primer paso de la Jornada Mundial de la Juventud.

Ser tierra de convocatorias supone celebrar, reconocer y escuchar lo específico de cada uno de estos pueblos y de todos los hombres y mujeres que conforman el rostro panameño y animarse a entretejer un futuro esperanzador, porque solo se es capaz de defender el bien común por encima de los intereses de unos pocos o para unos pocos cuando existe la firme decisión de compartir con justicia los propios bienes.

Las nuevas generaciones, desde su alegría y entusiasmo, desde su libertad, sensibilidad y capacidad crítica reclaman de los adultos, pero especialmente de todos aquellos que tienen una función de liderazgo en la vida pública, llevar una vida conforme a la dignidad y autoridad que revisten y que les ha sido confiada. Es una invitación a vivir con austeridad y transparencia, en la responsabilidad concreta por los demás y por el mundo; una invitación a llevar una vida que demuestre que el servicio público es sinónimo de honestidad y justicia, y antónimo de cualquier forma de corrupción. Ellos reclaman un compromiso, en el que todos ―comenzando por quienes nos llamamos cristianos― tengamos la osadía de construir «una política auténticamente humana» (Const. past. Gaudium et spes, 73) que ponga a la persona en el centro como corazón de todo; lo cual impulsa a crear una cultura de mayor transparencia entre los gobiernos, el sector privado y la población toda, como reza esa hermosa oración que tienen ustedes por la patria: «Danos el pan de cada día: que lo podamos comer en casa propia y en salud digna de seres humanos».


2. Además de tierra de convocatoria, Panamá es tierra de sueños

En estos días Panamá no solo será recordada como centro regional o punto estratégico para el comercio o el tránsito de personas; se convertirá en un “hub” de la esperanza. Punto de encuentro donde jóvenes provenientes de los cinco continentes, cargados de sueños y esperanzas, celebrarán, se encontrarán, rezarán y reavivarán el deseo y su compromiso por crear un mundo más humano. Así desafiarán las miopes miradas cortoplacistas que, seducidas por la resignación, por la avidez, o presas del paradigma tecnocrático, creen que el único camino posible se transita en el «juego de la competitividad, [de la especulación] y de la ley del más fuerte donde el poderoso se come al más débil» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 53), cerrando el mañana a una nueva imaginación de la humanidad. Al hospedar los sueños de estos jóvenes, hoy Panamá se vuelve tierra de sueños que desafía tantas certezas de nuestro tiempo y genera horizontes vitales que señalan una nueva espesura al caminar con una nueva mirada respetuosa y llena de compasión por los otros. Durante este tiempo seremos testigos de la apertura de nuevos canales de comunicación y de entendimiento, de solidaridad, de creatividad y ayuda mutua; canales de medida humana que impulsen el compromiso y rompan el anonimato y el aislamiento en vistas a una nueva manera de construir la historia.

Otro mundo es posible, lo sabemos y los jóvenes nos invitan a involucrarnos en su construcción para que los sueños no queden en algo efímero o etéreo, para que impulsen un pacto social en el que todos puedan tener la oportunidad de soñar un mañana: el derecho al futuro también es un derecho humano.

En este horizonte parecieran tomar cuerpo las palabras de Ricardo Miró que, al cantarle al terruño de sus amores, decía: «Porque viéndote, Patria mía, se dijera /que te formó la voluntad divina/ para que bajo el sol que te ilumina /se uniera en ti la Humanidad entera» (Patria de mis amores).

Les renuevo mi agradecimiento por todo lo que han hecho, especialmente a usted señor presidente, para que este encuentro sea posible y expreso a usted, señor presidente, a todos los aquí presentes, y a quienes siguen por los medios de comunicación, mis mejores deseos de un renovada esperanza y alegría en el servicio al bien común.

Que Santa María la Antigua bendiga y proteja a Panamá.





Esta es la historia real de la foto que impacta a millones en la JMJ 2019
POR EDUARDO BERDEJO | ACI Prensa
Foto cortesía: Carlos Yap @yapcz


En el primer día de la visita del Papa Francisco a Panamá hay un instante que ha quedado inmortalizado en los corazones de millones de personas: el momento en que el Pontífice desde el papamóvil da su bendición a un joven que es alzado entre los fieles con su silla de ruedas.

El hecho ocurrió este miércoles 23 durante el recorrido del Pontífice desde el Aeropuerto Internacional de Tocumen a la Nunciatura Apostólica, luego de haber llegado a Panamá para participar en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).

La foto pertenece a Carlos Yap, que la compartió en su cuenta de Instagram. En esta se aprecia a Lucas, un joven de 17 años que participa en la parroquia Inmaculada Concepción de La Chorrera, Panamá, y que es alzado en su silla de ruedas por sus amigos para que pueda ver pasar al Santo Padre. Como se ve en la imagen, Francisco vio el gesto y dio su bendición al peregrino.

Captar el momento ha sido considerado por Carlos “una bendición”, sobre todo luego de conocer el impacto que la imagen tiene en las personas que la aprecia. “Todo ha sido como estar en el momento indicado”, expresó.

Carlos, que se dedica al video y a la fotografía de bodas, comercial y corporativa, relató a ACI Prensa que no se dedica necesariamente al fotoperiodismo, pero “unos amigos me invitaron justamente donde el Papa se iba a estar cambiando de carro, del automóvil en que venía del aeropuerto al papamóvil”.


Ya ubicado en uno de los pisos superiores de un hospital, el joven pensó que para sacar una mejor foto debía estar cerca de donde pasaría el Santo Padre. Por ello, salió a la calle y se subió a unos maceteros. “Se dio el momento que llegó súper rápido el Papa. Pensé que mi cámara me iba a fallar porque después de tres disparos como que se atasca un poco el disparador. Y justamente cuando fue el quinto, sexto disparo, pues esa fue la foto”.

El fotógrafo confesó que “cuando tomé la foto realmente no sabía que alguien había alzado a alguien que estaba al frente mío y que era la persona con discapacidad”. Carlos descendió de los maceteros y vio la alegría de los amigos de Lucas, quien estaba “muy feliz, contento”.

“De ahí la subí a las redes y todo ha sido historia: el primer día y la foto. No porque lo digo yo, sino por los muchos comentarios. Todo ha sido como estar en el momento indicado. Ha sido una bendición en ese sentido”, afirmó el fotógrafo, que se confesó católico.

Carlos explicó que decidió compartir la imagen en blanco y negro “porque se notan más las emociones”. Además debido a la intensidad de la luz del sol “había muchas sombras”.

“Cuando vi la foto, se notaba más el blanco del Papa y el blanco del muchacho. Entonces contrastaba con la gente que estaba toda abajo y que estaba como en sombra. Entonces dije esta foto va a blanco y negro. Aparte que habían muchas banderas” y con sus colores “se pierden mucho las emociones y se pierde mucho la esencia”, así como “el foco principal” que eran Francisco y Lucas. “Eso fue lo que pensé”, señaló.

¿Quién es Lucas?

ACI Prensa también contactó con la señora Milixa Olmedo, madre de Lucas, el joven con discapacidad que se convirtió en el protagonista de la foto junto con el Papa Francisco.

La madre, que es voluntaria en una capilla, explicó que el joven padece de una parálisis mixta que le impide caminar, hablar y mover una de sus manos. Sin embargo, “entiende todo y se comunica a través de teléfono inteligente”, pues escribe, y de un lector de voz.

A pesar de sus discapacidades, la señora Milixa afirmó que a Lucas “Dios le ha dado otras cosas”, como el don de la música, pues con una mano toca tanto el órgano como un instrumento conocido como cortina. Además “este año se debe graduar de sexto año”.


La mamá relató que Lucas se siente apegado a la parroquia Inmaculada Concepción desde hace dos años, pues fue en esta iglesia donde compartió la última Misa con su padre, que en febrero cumplirá dos años de fallecido.

“Hizo su Primera Comunión en otra parroquia, pero escogió hacer la Confirmación en esa iglesia a raíz de la muerte de su padre. Entonces hace dos años quedó ligado a esta iglesia y pertenece al grupo de acogida”, indicó.

La mamá agradeció la acogida que en la parroquia le han dado a su hijo, quien siempre sonríe y se comunica. “A Lucas le gusta mucho el chiste, la broma, la música. Entonces se identifica con ellos”, destacó.

La señora Milixa indicó que ella no estuvo presente en el momento en que la imagen fue captada, pues su hijo asistió a recibir al Papa acompañado de sus amigos.

Cuando “iba hacia (la ciudad de) Panamá a buscarlo, empiezan a mandar la foto y a hacer comentarios. No me lo podía creer, y cuando llegué a verlo, (Lucas estaba) muy emocionado también”. Dijo que Lucas pidió a sus amigos rezar juntos antes de salir de la ciudad hacia La Chorrera.

La experiencia vivida por Lucas es algo que “nunca lo hubiera pensado, ni él tampoco”, aseguró la madre.



Así fue la ceremonia de bienvenida del Papa Francisco en Panamá
Redacción ACI Prensa
. Foto: Captura de pantalla Vatican News.


El primer evento oficial del Papa Francisco en Panamá fue el encuentro con el presidente de la República, Juan Carlos Varela, a quien le regaló una imagen de la Virgen de Santa María La Antigua, Patrona del país anfitrión de la Jornada Mundial de la Juventud.

Tras pasar su primera noche en Panamá, el Papa Francisco celebró una Misa privada en la capilla de la Nunciatura a la que asistieron miembros del personal de trabajo y familiares.

Antes de tomar un coche para ir al primer encuentro oficial previsto, el Papa Francisco se detuvo ante los presentes que le esperaban a la salida de la Nunciatura para saludarles brevemente.

Posteriormente fue trasladado en un automóvil sencillo al Palacio de las Garzas, donde le esperaba el presidente Varela junto a la primera dama, Lorena Castillo.

Tras saludar desde el balcón principal del palacio presidencial de Las Garzas, el Papa y el presidente, así como sus familiares mantuvieron un encuentro privado en el que intercambiaron algunos regalos.


Intercambio de regalos entre el Papa y el Presidente Varela

El Papa Francisco obsequió al presidente Varela una medalla conmemorativa de la Jornada Mundial de la Juventud.

En ella se aprecia una imagen de la Virgen de Santa María La Antigua, Patrona de Panamá. Esta advocación de la Virgen tiene al Niño Jesús sobre el brazo izquierdo, y en la mano derecha una rosa. Sobre el manto de la Virgen se el logo de la Jornada Mundial de la Juventud. Además, detrás de la Virgen se aprecia la Basílica de la Catedral de Panamá.

El presidente Varela y su esposa regalaron al Papa un rosario de Panamá diseñado por la artesana Agnes Santomenno, usando detalles autóctonos del país. Está hecho en Plata de Ley con las esferas de jaspe, una piedra nativa de Panamá y simbólica de la sangre de Jesús.

En el centro tiene una medalla de Santa María La Antigua de Panamá rodeada con intrincados detalles de filigrana. El crucifijo también está trabajado en filigrana con el cuerpo de Jesús hecho en plata sólida. Adaptada en el diseño y en lo largo del rosario aparece la Flor del Espíritu Santo, nombrada Flor Nacional de Panamá por su simbolismo religioso. En el interior de la flor se aprecia una paloma con sus alas extendidas, que simboliza el deseo de la paz al mundo.

También obsequiaron al Papa con ocho monedas de los templos católicos representativos del casco antiguo de Panamá. Las monedas están hechas de plata de 99.99% de pureza y están bañadas en oro.

Los diseños del anverso de seis de las monedas corresponden a los templos católicos representativos del Casco Antiguo,entre ellas la Catedral Basílica Santa María La Antigua; Iglesia San Francisco De Asís; Iglesia Nuestra Señora de La Merced, Iglesia Santa Ana, Oratorio San Felipe Neri e Iglesia San José.


Además contiene una moneda con el Logo Oficial de la JMJ Panamá 2019 y la octava moneda está dirigida a Su Santidad Papa Francisco en ocasión de su visita a nuestro país, algo que la convierte a este juego/estuche como único en el mundo,

A la salida del Palacio de las Garzas, el Papa Francisco se detuvo con un grupo de personas con discapacidad que le esperaban y a quienes entregó un pequeño obsequio.

Posteriormente, el Papa Francisco junto con el Presidente de la República de Panamá y la Primera Dama se dirigieron en automóvil al Palacio Bolívar para el encuentro con las autoridades.

Este es el primer evento oficial que el Papa Francisco realiza en Panamá, país al que llegó para participar en la Jornada Mundial de la Juventud.

Culminada la ceremonia de bienvenida, el Papa Francisco y el presidente Varela se dirigieron a la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores para el encuentro con 700 autoridades locales y embajadores residentes en el país.




Papa pide en Panamá mostrar a los jóvenes que una autoridad puede ser honesta
Redacción ACI Prensa
Foto: Captura de Video


En su segundo día de visita en Panamá, el Papa Francisco tuvo un encuentro con las autoridades, el cuerpo diplomático y representantes de la sociedad, a las que llamó a mostrar a la juventud que ser un servidor público es sinónimo de honestidad y no corrupción.

El encuentro se realizó en el Palacio Bolívar, sede del Ministerio de Relaciones Exteriores, luego de la ceremonia de bienvenida y reunión privada con el presidente panameño Juan Carlos Varela en el Palacio Las Garzas.

Al inicio de la ceremonia el mandatario destacó el papel de la Iglesia en la historia panameña, su testimonio de atención a los más necesitados y su contribución en la educación.

Asimismo, Varela compartió con los presentes que recibió formación con los jesuitas y resaltó la exhortación apostólica Evangelii Gaudium del Papa Francisco. En este documento usted, indicó el presidente, “manifestó su petición a Dios por más políticos capaces y honestos y además se refirió a la política como una altísima vocación, siendo una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común”. “Este mensaje trasciende los confines del catolicismo”, afirmó.

Ser ejemplo para los jóvenes


Francisco, que agradeció las palabras del presidente, señaló a las autoridades que “las nuevas generaciones, desde su alegría y entusiasmo, desde su libertad, sensibilidad y capacidad crítica reclaman de los adultos, pero especialmente de todos aquellos que tienen una función de liderazgo en la vida pública, llevar una vida conforme a la dignidad y autoridad que revisten y que les ha sido confiada”.

“Es una invitación a vivir con austeridad y transparencia, en la responsabilidad concreta por los demás y por el mundo; llevar una vida que demuestre que el servicio público es sinónimo de honestidad y justicia, y antónimo de cualquier forma de corrupción”, indicó.

El Papa señaló que los jóvenes reclaman de todos, “comenzando por quienes nos llamamos cristianos”, “la osadía de construir ‘una política auténticamente humana’ que ponga a la persona en el centro como corazón de todo”.

Esto implica “crear una cultura de mayor transparencia entre los gobiernos, el sector privado y la población toda”.

En su discurso, el Papa también indicó que Panamá por su ubicación privilegiada “se vuelve un enclave estratégico no solo para la región sino para el mundo entero”. “Cada uno de ustedes ocupa un lugar especial en la construcción de la nación y está llamado a velar para que esta tierra pueda cumplir su vocación a ser tierra de convocatorias y encuentros”, señaló.

Asimismo, dijo que “es imposible pensar el futuro de una sociedad sin la participación activa –y no solo nominal– de cada uno de sus miembros, de tal modo que la dignidad se vea reconocida y garantizada en el acceso a la educación de calidad y en la promoción de trabajos dignos”.

“Ambas realidades tienen la fuerza de ayudar a reconocer y valorar la genialidad y el dinamismo creador de este pueblo y a su vez, son el mejor antídoto ante cualquier tipo de tutelaje que pretenda recortar la libertad y someta o saltee la dignidad ciudadana, especialmente la de los más pobres”, afirmó.

JMJ Panamá 2019

El Papa destacó ante las autoridades que en estos días Panamá es la sede de la Jornada Mundial de la Juventud, a la que han peregrinado jóvenes “de los cinco continentes, cargados de sueños y esperanzas”, y que “rezarán y reavivarán el deseo y su compromiso por crear un mundo más humano”.

“Así desafiarán las miopes miradas cortoplacistas que, seducidas por la resignación, la avidez, o presas del paradigma tecnocrático, creen que el único camino posible se transita en el ‘juego de la competitividad, [de la especulación] y de la ley del más fuerte donde el poderoso se come al más débil’”, afirmó.

En ese sentido, dijo que hasta el 27 de enero en que culmina la JMJ, “seremos testigos de la apertura de nuevos canales de comunicación y entendimiento, solidaridad, de creatividad y ayuda mutua”.

“Otro mundo es posible, lo sabemos y los jóvenes nos invitan a involucrarnos en su construcción para que los sueños no queden en algo efímero o etéreo, para que impulsen un pacto social en el que todos puedan tener la oportunidad de soñar un mañana: el derecho al futuro es también un derecho humano”, expresó.

Finalmente, Francisco agradeció por hacer este encuentro posible y expresó su deseo “de una renovada esperanza y alegría en el servicio al bien común”. “Que Santa María la Antigua bendiga y proteja a Panamá”, concluyó.

Culminado el encuentro con las autoridades, el Santo Padre se dirige hacia la iglesia San Francisco de Asís para reunirse con los obispos centroamericanos. Posteriormente, en horas de la tarde participará en la Ceremonia de acogida y apertura de la JMJ en el Campo Santa María la Antigua.

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Discurso del Papa Francisco a los obispos centroamericanos reunidos en Panamá
Redacción ACI Prensa


Esta mañana el Papa Francisco se encontró con los obispos centroamericanos reunidos en Panamá en ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud que se celebra en este país hasta el 27 de enero.

A continuación, el discurso completo pronunciado por el Santo Padre en la Iglesia de San Francisco de Asís

Queridos hermanos:

Gracias Mons. José Luis Escobar Alas, Arzobispo de San Salvador, por las palabras de bienvenida que me dirigió en nombre de todos. De los cuales aquí presento encuentro amigos de travesuras juveniles. El buen ladrón se ríe. Me alegra poder encontrarlos y compartir de manera más familiar y directa sus anhelos, proyectos e ilusiones de pastores a quienes el Señor confió el cuidado de su pueblo santo. Gracias por la fraterna acogida.

Poder encontrarme con ustedes es también “regalarme” la oportunidad de poder abrazar y sentirme más cerca de vuestros pueblos, poder hacer míos sus anhelos, también sus desánimos y, sobre todo, esa fe “corajuda” que sabe alentar la esperanza y agilizar la caridad. Gracias por permitirme acercarme a esa fe probada pero sencilla del rostro pobre de vuestra gente que sabe que «Dios está presente, no duerme, está activo, observa y ayuda» (S. Óscar Romero, Homilía, 16 diciembre 1979).

Este encuentro nos recuerda un evento eclesial de gran relevancia. Los pastores de esta región fueron los primeros que crearon en América un organismo de comunión y participación que ha dado —y sigue dando todavía— abundantes frutos. Me refiero al Secretariado Episcopal de América Central (SEDAC). Un espacio de comunión, de discernimiento y de compromiso que nutre, revitaliza y enriquece vuestras Iglesias. Pastores que supieron adelantarse y dar un signo que, lejos de ser un elemento solamente programático, indicó cómo el futuro de América Central —y de cualquier región en el mundo— pasa necesariamente por la lucidez y capacidad que se tenga para ampliar la mirada, unir esfuerzos en un trabajo paciente y generoso de escucha, comprensión, dedicación y entrega, y poder así discernir los horizontes nuevos a los que el Espíritu nos está llevando [1] (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 235).

En estos 75 años desde su fundación, el SEDAC se ha esforzado por compartir las alegrías y tristezas, las luchas y las esperanzas de los pueblos de Centroamérica, cuya historia se entrelazó y forjó con la historia de vuestra gente. Muchos hombres y mujeres, sacerdotes, consagrados, consagradas y laicos, han ofrecido su vida hasta derramar su sangre por mantener viva la voz profética de la Iglesia frente a la injusticia, el empobrecimiento de tantas personas y el abuso de poder. Recuerdo que siendo cura joven, el apellido de algunos de ustedes era mala palabra. La constancia de ustedes mostró el camino, gracias.

Ellos nos recuerdan que «quien de verdad quiera dar gloria a Dios con su vida, quien realmente anhele santificarse para que su existencia glorifique al Santo, está llamado a obsesionarse, desgastarse y cansarse intentando vivir las obras de misericordia» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 107). Y esto, no como limosna sino como vocación.

Entre esos frutos proféticos de la Iglesia en Centroamérica me alegra destacar la figura de san Óscar Romero, a quien tuve el privilegio de canonizar recientemente en el contexto del Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes. Su vida y enseñanza son fuente de inspiración para nuestras Iglesias y, de modo particular, para nosotros obispos. El también fue mala palabra. Sospechado, excomulgado en los cuchicheos privados de tantos obispos.

El lema que escogió para su escudo episcopal y que preside su lápida expresa de manera clara su principio inspirador y lo que fue su vida de pastor: “Sentir con la Iglesia”. Brújula que marcó su vida en fidelidad, incluso en los momentos más turbulentos.

Este es un legado que puede transformarse en testimonio activo y vivificante para nosotros, también llamados a la entrega martirial en el servicio cotidiano de nuestros pueblos, y en este legado me gustaría basarme para esta reflexión, sentir con la Iglesia, reflexión que quiero compartir con ustedes. Sé que entre nosotros hay personas que lo conocieron de primera mano —como el cardenal Rosa Chávez, a quien el Cardenal Quarracino me dijo que era candidato al premio Nóbel de fidelidad. Así que, Eminencia, si considera que me equivoco con alguna apreciación me puede corregir, no hay problema. Apelar a la figura de Romero es apelar a la santidad y al carácter profético que vive en el ADN de vuestras Iglesias particulares.

Sentir con la Iglesia

1. Reconocimiento y gratitud Cuando san Ignacio propone las reglas para sentir con la Iglesia, perdonen la publicidad, busca ayudar al ejercitante a superar cualquier tipo de falsas dicotomías o antagonismos que reduzcan la vida del Espíritu a la habitual tentación de acomodar la Palabra de Dios al propio interés. Y así posibilita al ejercitante la gracia de sentirse y saberse parte de un cuerpo apostólico más grande que él mismo y, a la vez, con la consciencia real de sus fuerzas y posibilidades: ni débil ni selectivo o temerario. Sentirse parte de un todo, que será siempre más que la suma de las partes (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 235) y que está hermanado por una Presencia que siempre lo va a superar (cf. Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 8).

De ahí que me gustaría centrar este primer Sentir con la Iglesia, de la mano de san Óscar, como acción de gracias, o sea gratitud por tanto bien recibido, no merecido. Romero pudo sintonizar y aprender a vivir la Iglesia porque amaba entrañablemente a quien lo había engendrado en la fe. Sin este amor de entrañas será muy difícil comprender su historia y su conversión, ya que fue este mismo amor el que lo guió hasta la entrega martirial; ese amor que nace de acoger un don totalmente gratuito, que no nos pertenece y que nos libera de toda pretensión y tentación de creernos sus propietarios o únicos intérpretes. No hemos inventado la Iglesia, ella no nace con nosotros y seguirá sin nosotros. Tal actitud, lejos de abandonarnos a la desidia, despierta una insondable e inimaginable gratitud que lo nutre todo. El martirio no es sinónimo de pusilanimidad o de la actitud de alguien que no ama la vida y no sabe reconocer el valor que tiene. Al contrario, el mártir es aquel que es capaz de darle carne y hacer vida esta acción de gracias.

Romero sintió con la Iglesia porque, en primer lugar, amó a la Iglesia como madre que lo engendró en la fe y se sintió miembro y parte de ella.


2. Un amor con sabor a pueblo

Este amor, adhesión y gratitud, lo llevó a abrazar con pasión, pero también con dedicación y estudio, todo el aporte y renovación magisterial que el Concilio Vaticano II proponía. Allí encontraba la mano segura en el seguimiento de Cristo. No fue un ideólogo ni ideológico; su actuar nació de una compenetración con los documentos conciliares. Iluminado desde este horizonte eclesial, sentir con la Iglesia es para Romero contemplarla como Pueblo de Dios. Porque el Señor no quiso salvarnos aisladamente sin conexión, sino que quiso constituir un pueblo que lo confesara en la verdad y lo sirviera santamente (cf. Const. dogm. Lumen gentium, 9). Todo un Pueblo que posee, custodia y celebra la «unción del Santo» (ibíd., 12) y ante el cual Romero se ponía a la escucha para no rechazar Su inspiración (cf. S. Óscar Romero, Homilía, 16 julio 1978). Así nos muestra que el pastor, para buscar y encontrarse con el Señor, debe aprender y escuchar los latidos de su pueblo, percibir “el olor” de los hombres y mujeres de hoy hasta quedar impregnado de sus alegrías y esperanzas, de sus tristezas y angustias (cf. Const. past. Gaudium et spes, 1) y así escudriñar la Palabra de Dios (cf. Const. dogm. Dei Verbum, 13). Escucha del pueblo que le fue confiado, hasta respirar y descubrir a través de él la voluntad de Dios que nos llama (cf. Discurso durante el encuentro para la familia, 4 octubre 2014). Sin dicotomías o falsos antagonismos, porque solo el amor de Dios es capaz de integrar todos nuestros amores en un mismo sentir y mirar.

Para él, en definitiva, sentir con la Iglesia es tomar parte en la gloria de la Iglesia, que es llevar en sus entrañas toda la kénosis de Cristo. En la Iglesia Cristo vive entre nosotros y por eso tiene que ser humilde y pobre, ya que una Iglesia altanera, una Iglesia llena de orgullo, una Iglesia autosuficiente, no es la Iglesia de la kénosis (cf. S. Óscar Romero, Homilía, 1 octubre 1978).

3. Llevar en las entrañas la kénosis de Cristo

Esta no es solo la gloria de la Iglesia, sino también una vocación, una invitación para que sea nuestra gloria personal y camino de santidad. La kénosis de Cristo no es cosa del pasado sino garantía presente para sentir y descubrir su presencia actuante en la historia. Presencia que no podemos ni queremos callar porque sabemos y hemos experimentado que solo Él es “Camino, Verdad y Vida”. La kénosis de Cristo nos recuerda que Dios salva en la historia, en la vida de cada hombre, que esta es también su propia historia y allí nos sale al encuentro (cf. S. Óscar Romero, Homilía, 7 diciembre 1978).

Es importante, hermanos, que no tengamos miedo de tocar y de acercarnos a las heridas de nuestra gente, que también son nuestras heridas, y esto hacerlo al estilo del Señor. El pastor no puede estar lejos del sufrimiento de su pueblo; es más, podríamos decir que el corazón del pastor se mide por su capacidad de dejarse conmover frente a tantas vidas dolidas y amenazadas. Hacerlo al estilo del Señor significa dejar que ese sufrimiento golpee y marque nuestras prioridades y nuestros gustos, golpee y marque el uso del tiempo y del dinero e incluso la forma de rezar, para poder ungirlo todo y a todos con el consuelo de la amistad de Jesucristo en una comunidad de fe que contenga y abra un horizonte siempre nuevo que dé sentido y esperanza a la vida (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 49). La kénosis de Cristo implica abandonar la virtualidad de la existencia y de los discursos para escuchar el ruido y la cantinela de gente real que nos desafía a crear lazos. Y permítanme decirlo: las redes sirven para crear vínculos pero no raíces, son incapaces de darnos pertenencia, de hacernos sentir parte de un mismo pueblo. Sin este sentir, todas nuestras palabras, reuniones, encuentros, escritos serán signo de una fe que no ha sabido acompañar la kénosis del Señor, una fe que se quedó a mitad de camino.

Recuerdo un pensador latinoamericano. Así se termina siendo un Dios sin Cristo, un Cristo sin iglesia y una iglesia sin pueblo.

La kénosis de Cristo es joven

Esta Jornada Mundial de la Juventud es una oportunidad única para salir al encuentro y acercarse aún más a la realidad de nuestros jóvenes, llena de esperanzas y deseos, pero también hondamente marcada por tantas heridas. Con ellos podremos leer de modo renovado nuestra época y reconocer los signos de los tiempos porque, como afirmaron los padres sinodales, los jóvenes son uno de los “lugares teológicos” en los que el Señor nos da a conocer algunas de sus expectativas y desafíos para construir el mañana (cf. Sínodo sobre los Jóvenes, Doc. final, 64). Con ellos podremos visualizar cómo hacer más visible y creíble el Evangelio en el mundo que nos toca vivir; ellos son como termómetro para saber dónde estamos como comunidad y sociedad.

Ellos portan consigo una inquietud que debemos valorar, respetar, acompañar, y que tanto bien nos hace a todos porque desinstala y nos recuerda que el pastor nunca deja de ser discípulo y siempre está en camino. Esa sana inquietud nos pone en movimiento y nos primerea. Así lo recordaron los padres sinodales al decir: «los jóvenes, en ciertos aspectos, van por delante de los pastores» (ibíd., 66). Un pastor en relación a su rebaño no siempre va adelante, por momentos tiene que ir adelante para guiar, por momentos tienen que ir en el medio para olfatear lo que pasa, por momentos atrás, para custodiar a los últimos y no dejar que sea material descartable.

Nos tiene que llenar de alegría comprobar cómo la siembra no ha caído en saco roto. Muchas de esas inquietudes e intuiciones de los jóvenes han crecido en el seno familiar alimentadas por alguna abuela o catequista.

Hablando de las abuelas. Esta la segunda vez que la veo. La vi ayer y la vi hoy: una viejita así, flacucha. De mi edad o más todavía con una mitra. Se había puesto una mitra con cartón y un cartel que decía "Santidad, las abuelas también hacemos lío". Una maravilla de pueblo,

Y los jóvenes aprendieron en la parroquia, en la pastoral educativa o juvenil. Inquietudes que crecieron en una escucha del Evangelio y en comunidades con fe viva y ferviente que encuentra tierra donde germinar. ¡Cómo no agradecer tener jóvenes inquietos por el Evangelio! Por supuesto que cansa, por supuesto que a veces molesta. Se me viene el pensamiento y la frase que decía un filósofo griego de sí mismo, yo la digo de los jóvenes: "son como un tábano sobre el lomo de un noble caballo". Para que no se duerman, caballos somos nosotros.

Esta realidad nos estimula a un mayor compromiso para ayudarlos a crecer ofreciéndoles más y mejores espacios que los engendren al sueño de Dios. La Iglesia por naturaleza es Madre y como tal engendra e incuba vida protegiéndola de todo aquello que amenace su desarrollo. Gestación en libertad y para la libertad. Los exhorto pues, a promover programas y centros educativos que sepan acompañar, sostener y potenciar a sus jóvenes; por favor “róbenselos” a la calle antes de que sea la cultura de muerte la que, “vendiéndoles humo” y mágicas soluciones se apodere y aproveche de su inquietud y de su imaginación. Y háganlo no con paternalismo, que no lo toleran, no de arriba a abajo, porque eso no es lo que el Señor nos pide, sino como padres, como hermanos a hermanos. Ellos son rostro de Cristo para nosotros y a Cristo no podemos llegar de arriba a abajo, sino de abajo a arriba (cf. S. Óscar Romero, Homilía, 2 septiembre 1979).

Son muchos los jóvenes que dolorosamente han sido seducidos con respuestas inmediatas que hipotecan la vida. Hay tantos otros a quienes se les ha dado una ilusión cortoplacista en algunos movimientos, se hacen los pelagianos o suficiente de sí mismos y quedan abandonados a mitad de camino.

Nos decían los padres sinodales: por constricción o falta de alternativas se encuentran sumergidos en situaciones altamente conflictivas y de no rápida solución: violencia doméstica, feminicidios —qué plaga que vive nuestro continente en este sentido—, bandas armadas y criminales, tráfico de droga, explotación sexual de menores y de no tan menores, etc., y duele constatar que en la raíz de muchas de estas situaciones se encuentra una experiencia de orfandad fruto de una cultura y una sociedad que se fue “desmadrando”. Sin madre, los dejó huérfanos.

Hogares resquebrajados tantas veces por un sistema económico que no tiene como prioridad las personas y el bien común y que hizo de la especulación “su paraíso” desde donde seguir “engordando” sin importar a costa de quién. Así nuestros jóvenes sin hogar, sin familia, sin comunidad, sin pertenencia, quedan a la intemperie del primer estafador.

No nos olvidemos que «el verdadero dolor que sale del hombre, pertenece en primer lugar a Dios» (Georges Bernanos, Diario de un cura rural, 74). No separemos lo que Él ha querido unir en su Hijo. El mañana exige respetar el presente dignificando y empeñándose en valorar las culturas de vuestros pueblos. En esto también se juega la dignidad: en la autoestima cultural. Vuestros pueblos no son el “patio trasero” de la sociedad ni de nadie. Tienen una historia rica que ha de ser asumida, valorada y alentada. Las semillas del Reino fueron plantadas en estas tierras. Estamos obligados a reconocerlas, cuidarlas y custodiarlas para que nada de lo bueno que Dios plantó se seque por intereses espurios que por doquier siembran corrupción y crecen con la expoliación de lo más pobres. Cuidar las raíces es cuidar el rico patrimonio histórico, cultural y espiritual que esta tierra durante siglos ha sabido “mestizar”. Empéñense y levanten la voz contra la desertificación cultural y espiritual de vuestros pueblos, que provoca una indigencia radical ya que deja sin esa indispensable inmunidad vital que sostiene la dignidad en los momentos de mayor dificultad.

Los felicito por la iniciativa que esta Jornada Mundial de la Juventud haya comenzando con la jornada de la juventud indígena en David y con la jornada de la juventud de origen africano. Es un primer paso para hacer ver ese plurifacetismo de nuestros pueblos.

En la última carta pastoral, ustedes afirmaban: «Últimamente nuestra región ha sido impactada por la migración hecha de manera nueva, por ser masiva y organizada, y que ha puesto en evidencia los motivos que hacen una migración forzada y los peligros que conlleva para la dignidad de la persona humana» (SEDAC, Mensaje al Pueblo de Dios y a todas las personas de buena voluntad, 30 noviembre 2018).

Muchos de los migrantes tienen rostro joven, buscan un bien mayor para sus familias, no temen arriesgar y dejar todo con tal de ofrecer el mínimo de condiciones que garanticen un futuro mejor. En esto no basta solo la denuncia, sino que debemos también anunciar concretamente una “buena noticia”. La Iglesia, gracias a su universalidad, puede ofrecer esa hospitalidad fraterna y acogedora para que las comunidades de origen y las de destino dialoguen y contribuyan a superar miedos y recelos, y consoliden los lazos que las migraciones, en el imaginario colectivo, amenazan con romper. “Acoger, proteger, promover e integrar” a los pueblos pueden ser los cuatro verbos con los que la Iglesia, en esta situación migratoria, conjugue su maternidad en el hoy de la historia (cf. Sínodo sobre los Jóvenes, Doc. final, 147).

El Vicario General de París, Mons. Benoit, acaba de sacar un libro, que tiene como subtítulo acoger a los migrantes, un llamado al coraje. Una joya ese libro. Él está aquí en la jornada.

Todos los esfuerzos que puedan realizar tendiendo puentes entre comunidades eclesiales, parroquiales, diocesanas, así como por medio de las Conferencias Episcopales serán un gesto profético de la Iglesia que en Cristo es «signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano» (Const. dogm. Lumen gentium, 1). Así la tentación de quedarnos en la sola denuncia se disipa y se hace anuncio de la Vida nueva que el Señor nos regala.

Recordemos la exhortación de san Juan: «Si alguien vive en la abundancia, y viendo a su hermano en la necesidad, le cierra su corazón, ¿cómo permanecerá en él el amor de Dios? Hijitos míos, no amemos solamente con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad» (1 Jn 3,17-18).


Todas estas situaciones plantean preguntas, son situaciones que nos llaman a la conversión, a la solidaridad y a una acción educativa incisiva en nuestras comunidades. No podemos quedar indiferentes (cf. Sínodo sobre los Jóvenes, Doc. final, 41-44). El mundo descarta, el espíritu del mundo descarta, lo sabemos y padecemos; la kénosis de Cristo no, la hemos experimentado y la seguimos experimentando en propia carne por el perdón y la conversión. Esta tensión nos obliga a preguntarnos continuamente: ¿dónde queremos pararnos?

La kénosis de Cristo es sacerdotal

Es conocida la amistad y el impacto que generó el asesinato del P. Rutilio Grande en la vida de Mons. Romero. Fue un acontecimiento que marcó a fuego su corazón de hombre, sacerdote y pastor. Romero no era un administrador de recursos humanos, no gestionaba personas ni organizaciones, Romero sentía con amor de padre, amigo y hermano. Una vara un poco alta, pero vara al fin para evaluar nuestro corazón episcopal, una vara ante la cual podemos preguntarnos: ¿Cuánto me afecta la vida de mis curas? ¿Cuánto soy capaz de dejarme impactar por lo que viven, por llorar sus dolores, así como festejar y alegrarme con sus alegrías? El funcionalismo y clericalismo eclesial —tan tristemente extendido, que representa una caricatura y una perversión del ministerio— empieza a medirse por estas preguntas. No es cuestión de cambios de estilos, maneras o lenguajes —todo importante ciertamente— sino sobre todo es cuestión de impacto y capacidad de que nuestras agendas episcopales tengan espacio para recibir, acompañar y sostener a nuestros curas, tengan “espacio real” para ocuparnos de ellos. Eso hace de nosotros padres fecundos.

En ellos normalmente recae de modo especial la responsabilidad de que este pueblo sea el pueblo de Dios. Ellos están en la línea de fuego. Ellos llevan sobre sus espaldas el peso del día y del calor (cf. Mt 20,12), están expuestos a un sinfín de situaciones diarias que los pueden dejar más vulnerables y, por tanto, necesitan también de nuestra cercanía, de nuestra comprensión y aliento, ellos necesitan de nuestra paternidad. El resultado del trabajo pastoral, la evangelización en la Iglesia y la misión no se basa en la riqueza de los medios y recursos materiales, ni en la cantidad de eventos o actividades que realicemos sino en la centralidad de la compasión: uno de los grandes distintivos que como Iglesia podemos ofrecer a nuestros hermanos.

Me preocupa cómo la compasión ha perdido centralidad en la Iglesia o se está perdiendo para no ser tan pesimista, incluso en medios de comunicación católicos la compasión no está. Existe la condena, el enseñamiento, la valoración de sí mismo, la denuncia de la herejía, que no se pierda en nuestra iglesia la compasión y que no se pierda en el obispo la centralidad de la compasión.

La kénosis de Cristo es la expresión máxima de la compasión del Padre. La Iglesia de Cristo es la Iglesia de la compasión, y eso empieza por casa. Siempre es bueno preguntarnos como pastores: ¿Cuánto impacta en mí la vida de mis sacerdotes? ¿Soy capaz de ser padre o me consuelo con ser mero ejecutor? ¿Me dejo incomodar? Recuerdo las palabras de Benedicto XVI al inicio de su pontificado hablándole a sus compatriotas: «Cristo no nos ha prometido una vida cómoda. Quien busca la comodidad con Él se ha equivocado de camino. Él nos muestra la senda que lleva hacia las cosas grandes, hacia el bien, hacia una vida humana auténtica» (Benedicto XVI, Discurso a los peregrinos alemanes, 25 abril 2005).

El obispo tiene que crecer todos los días en la capacidad de dejarse incomodar, ser vulnerable a su pueblo. Estoy pensando en uno, de una diócesis grande, muy trabajador. Tenía audiencia en las mañanas. Era bastante frecuente que no veía la hora de ir a comer y había los curas que lo estaban allí esperando así que volvía atrás y los atendía. Dejarse incomodar y dejar que el fideo se pase y la chuleta se enfríe. Dejarse incomodar por los curas.

Sabemos que nuestra labor, en las visitas y encuentros que realizamos ―sobre todo en las parroquias― tiene una dimensión y componente administrativo que es necesario desarrollar. Asegurar que se haga sí, pero eso no es ni será sinónimo de que seamos nosotros quienes tengamos que utilizar el escaso tiempo en tareas administrativas. En las visitas, lo fundamental y lo que no podemos delegar es “el oído”. Hay muchas cosas que hacemos a diario que deberíamos confiarlas a otros. Lo que no podemos encomendar, en cambio, es la capacidad de escuchar, la capacidad de seguir la salud y vida de nuestros sacerdotes. No podemos delegar en otros la puerta abierta para ellos. Puerta abierta que cree condiciones que posibiliten la confianza más que el miedo, la sinceridad más que la hipocresía, el intercambio franco y respetuoso más que el monólogo disciplinador.

Recuerdo esas palabras del Beato Rosmini, acusado de hereje, hoy beato: «No hay duda de que solo los grandes hombres pueden formar a otros grandes hombres […]. En los primeros siglos, la casa del obispo era el seminario de los sacerdotes y diáconos. La presencia y la vida santa de su prelado, resultaba ser una lección candente, continua, sublime, en la que se aprendía conjuntamente la teoría en sus doctas palabras y la práctica en asiduas ocupaciones pastorales. Y así se veía crecer a los jóvenes Atanasios junto a los Alejandros» (Antonio Rosmini, Las cinco llagas de la santa Iglesia, 63).

Es importante que el cura encuentre al padre, al pastor en el que “mirarse” y no al administrador que quiere “pasar revista de las tropas”. Es fundamental que, con todas las cosas en las que discrepamos e inclusive los desacuerdos y discusiones que puedan existir (y es normal y esperable que existan), los curas perciban en el obispo a un hombre capaz de jugarse y dar la cara por ellos, de sacarlos adelante y ser mano tendida cuando están empantanados. Un hombre de discernimiento que sepa orientar y encontrar caminos concretos y transitables en las distintas encrucijadas de cada historia personal.

Cuando estaba en Argentina a veces escuchaba gente que decía. el cura no, y la secretaria del obispo tenía la agenda llena. Llame dentro de veinte días. Quiero ver al obispo, no se puede, no puede ver al obispo, Quería consultarle. Esto es no un consejo sino algo del corazón. Si tiene la agenda llena, bendito sea Dios, porque así van a comer el pan. Si ven un llamado de un cura, a más tardar llamenlo al dia siguiente. Lo llaman y le pregunta si puede esperar, desde ese momento el cura sabrá que el obispo es padre.

La palabra autoridad etimológicamente viene de la raíz latina augere que significa aumentar, promover, hacer progresar. La autoridad en el pastor radica especialmente en ayudar a crecer, en promover a sus presbíteros, más que en promoverse a sí mismo —eso lo hace un solterón no un padre—. La alegría del padre/pastor es ver que sus hijos crecieron y fueron fecundos. Hermanos, que esa sea nuestra autoridad y el signo de nuestra fecundidad.

La kénosis de Cristo es pobre

Sentir con la Iglesia es sentir con el pueblo fiel, el pueblo sufriente y esperanzador de Dios. Es saber que nuestra identidad ministerial nace y se entiende a la luz de esta pertenencia única y constituyente de nuestro ser. En este sentido quisiera recordar con ustedes lo que San Ignacio nos escribía a los jesuitas: «la pobreza es madre y muro», engendra y contiene. Madre porque nos invita a la fecundidad, a la generatividad, a la capacidad de donación que sería imposible en un corazón avaro o que busca acumular. Y muro porque nos protege de una de las tentaciones más sutiles que enfrentamos los consagrados, la mundanidad espiritual: ese revestir de valores religiosos y “piadosos” el afán de poder y protagonismo, la vanidad e incluso el orgullo y la soberbia. Muro y madre que nos ayuden a ser una Iglesia que sea cada vez más libre porque está centrada en la kénosis de su Señor. Una Iglesia que no quiere que su fuerza esté —como decía Mons. Romero— en el apoyo de los poderosos o de la política, sino que se desprende con nobleza para caminar únicamente tomada de los brazos del crucificado, que es su verdadera fortaleza. Y esto se traduce en signos concretos, en signos evidentes, esto nos cuestiona e impulsa a un examen de conciencia sobre nuestras opciones y prioridades en el uso de los recursos, influencias y posicionamientos. La pobreza es madre y muro porque custodia sobre todo nuestro corazón para que no se deslice en concesiones y compromisos que debilitan la libertad y la parresía a la que el Señor nos llama.

Hermanos, antes de terminar pongámonos bajo el manto de la Virgen y recemos juntos para que ella custodie nuestro corazón de pastores y nos ayude a servir mejor al Cuerpo de su Hijo, el santo Pueblo fiel de Dios que camina, vive y reza aquí en Centroamérica.

Recémosle a la Madre… Ave María

Que Jesús los bendiga y la Virgen María los cuide. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí para que cumpla todo lo que dije. Muchas gracias.  

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[1] Quiero hacer presente la memoria de pastores que, movidos por su celo pastoral y su amor a la Iglesia, dieron vida a este organismo eclesial, como Monseñor Luis Chávez y González, arzobispo de San Salvador, y Monseñor Víctor Sanabria, arzobispo de San José de Costa Rica, entre otros.




obsequió al Presidente de una imagen de Santa María La Antigua con el niño Jesús y una rosa en la mano. Detrás la fachada de la Catedral de Panamá y alrededor la inscripción XXXIV Jornada Mundial de la Juventud. Artista Daniela Longo 📸Vatican Media