Anécdotas del Papa Francisco
La abuela Rosa
El libro “I fioretti di papa Francesco” (Las florecillas del papa Francisco, un título que evoca al Santo de Asís del cual el Papa tomó el nombre), del vaticanista Andrea Tornielli, periodista del diario italiano La Stampa, reproduce una parte de ese testamento de la abuela Rosa:
"Que mis nietos, a quienes he dado lo mejor de mí misma, tengan una vida larga y feliz. Pero si un día el dolor, la enfermedad o la pérdida de una persona querida debieran llenarlos de aflicción, que no olviden nunca que un suspiro hacia el Tabernáculo, donde está guardado el más grande y más venerable de los mártires, y una mirada hacia María al pie de la cruz pueden hacer caer una gota de bálsamo sobre las heridas más profundas y más dolorosas".
La abuela Rosa es también la que le decía a su nieto y futuro Papa una frase que éste hizo famosa en el mundo: "La mortaja no tiene bolsillo".
Desde que fue electo, el Papa no se cansa de reivindicar el lugar de los viejos en la sociedad y en la familia, haciendo referencia en especial, a partir de su propia experiencia, al papel de las abuelas en la transmisión de la fe. "Sí, los abuelos son un tesoro. Cuando papá y mamá no estaban en casa, e incluso tenían ideas extrañas, que la política de aquel tiempo enseñaba, fueron las abuelas las que transmitían la fe", dijo en una homilía el 19 de noviembre pasado.
Y en un encuentro en el cual varios jóvenes le hicieron preguntas, el Papa ya había evocado a su abuela: "He tenido la gracia de crecer en una familia en la cual la fe se vivía en un modo simple y concreto, contó el Papa. Fue sobre todo mi abuela quien me marcó el camino de la fe. El Viernes Santo nos llevaba a la procesión de las velas y frente al Cristo yacente la 'Nona' nos hacía arrodillar y nos decía: 'Ojo, ha muerto, pero mañana resucita'. ¡He recibido el primer anuncio de esta gran noticia en casa, con mi familia! Esto me hace pensar en el trabajo de tantas madres y abuelas en la transmisión de la fe. La fe no se encuentra en lo abstracto, es una persona que te lo dice, una persona la que te anuncia la fe".
"Estoy vivo gracias a una monja que me curó en el hospital"
A los 21 años Jorge Bergoglio padeció una grave enfermedad y ese recuerdo le sirve hoy para explicar a qué se refiere cuando pide salir hacia las fronteras: "Cuando tuve el problema en el pulmón en el hospital, el médico me dio penicilina y estreptomicina en cierta dosis. La hermana que estaba en la sala la triplicó porque tenía instinto, sabía qué hacer, porque estaba con los enfermos todo el día. El médico, que era realmente bueno, vivía en su laboratorio, la hermana vivía en la frontera y dialogaba con la frontera todos los días".
"Me gusta sentarme a la mesa de los pobres"
Otra anécdota que puede leerse en el libro de Tornielli es la de un padre de familia que vive en una villa miseria de Buenos Aires y que recibió al cardenal Bergoglio en su casa. "Se quedó a comer con nosotros. No habíamos preparado nada elaborado, solo un poco de sopa de fideos, nada más, Nunca olvidaré sus palabras. De pronto me miró a los ojos y me dijo: 'Me gusta sentarme a la mesa de los pobres, porque sirven la comida y comparten el corazón. A veces en cambio el que más tiene sólo comparte a comida..."
"Nos vemos en el Purgatorio"
En la tarde del sábado 7 de septiembre, el padre Renzo Zocca llegó al Vaticano para entregarle a Francisco un regalo especial: el sencillo Renault 4 blanco con el cual había recorrido las "periferias" sociales de Verona, donde había sido párroco durante 25 años. Pero no fue solo sino acompañado de 50 fieles de su parroquia que debieron esperarlo en los jardines del Vaticano. Cuando Bergoglio supo que estaban allí quiso saludarlos. "Se ve que no tienen los pasaportes en regla", dijo, bromeando sobre el hecho de que los habían dejado afuera. Después de darles la bendición, agregó: "hasta pronto, y no nos veremos más aquí, nos encontraremos todos en el Purgatorio".
El mensaje en una servilleta
La llamada se produjo gracias a algunas palabras escritas en una servilleta. Una empleada del servicio de limpieza del aeropuerto de Buenos Aires supo por casualidad que el hombre que tenía enfrente iba a entrevistarse con el papa Francisco. Entonces tuvo la idea de escribirle un breve mensaje para contarle sobre su hijo, adicto a las drogas y desocupado, por el cual trabaja todo el día. Ese peculiar mensaje sobre una servilleta cruzó el océano y llegó a manos de Bergoglio que la llamó e incluso habló con el hijo. Les dijo que estaba cerca y que rezaba por ellos. Y, más tarde, contando esto a los sacerdotes de Roma, dijo, en referencia al ejemplo de la mujer: "¿Acaso esto no es santidad?"
La Virgen Desatanudos
Entre las devociones del Papa hay una poco conocida, que él mismo se encargó de difundir en la Argentina. Durante un viaje a Alemania, Jorge Bergoglio descubrió esta imagen originaria de Bavaria y del 1700, la "Virgen que desata los nudos", una obra del pintor alemán Schmidtner, conservada en una capilla de Augsburg. Es un cuadro en el cual María intenta desatar los nudos de una cinta que le alcanzan dos ángeles, los pequeños y grandes nudos de la vida de quien le pide ayuda. De regreso a la Argentina, el futuro Papa empezó a difundir esta devoción, que encontró un rápido e impresionante consenso entre los fieles. En sus cartas, el cardenal Bergoglio incluía siempre una estampita de esta Virgen.
"Que me maten a mí"
Cuando el padre Pepe, José María di Paoli, cura villero de Buenos Aires, fue seriamente amenazado por su trabajo para alejar de las drogas a los chicos del barrio, el cardenal Bergoglio denunció públicamente el hecho y dijo que había sido él quien había hablado contra el narcotráfico. Y al padre Pepe le dijo: "Prefiero que me maten a mí antes que a uno de ustedes".
La chica del tren
"Esta mañana iba en tren entre Roma y Ancona. Enfrente de mí se sienta una jovencita más o menos de la edad de mi hijo. Piercing en la nariz y cabello violeta punk. Durante el trayecto voy leyendo un libro sobre Bergoglio “I fioretti di papa Francesco”, de Andrea Tornielli. La chica señala la tapa donde se ve una foto del Pontífice. Hasta ese momento ni me había dirigido la palabra. Pero a una hora y media de iniciado el viaje se vuelve hacia mí de modo inesperado y me dice: 'Me gusta este Papa porque se ve que cree en lo que dice'. Eso: me parece difícil encontrar una definición más apropiada y eficaz de este extraordinario pontificado. Y tanto más revelador me resulta el brillo que irradia su mirada mientras habla de Bergoglio".