lunes, 9 de septiembre de 2019

INTENCIONES DE ORACIÓN DEL MES DE SEPTIEMBRE - PAPA FRANCISCO


VIDEO#09 intenciones de oración 2019: El Papa Francisco pide rezar por mares y océanos
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa




El Vaticano publicó el noveno video con las intenciones de oración del Papa Francisco para el 2019, en el que pide rezar durante el mes de septiembre por “la protección de los mares y de los océanos”.

“La Creación es un proyecto del amor de Dios hacia toda la humanidad”, recuerda el Santo Padre en su tradicional video mensual en el que, en esta ocasión, exhorta a rezar “para que los políticos, los científicos, los economistas trabajen juntos por la protección de los mares y de los océanos”.

En esta línea, el Pontífice destaca la importancia del cuidado del medio ambiente, una responsabilidad de todos, porque “nuestra solidaridad con la ‘casa común’ nace de nuestra fe”, explica.


“Los océanos contienen la mayor parte del agua del planeta y también la mayor variedad de seres vivientes, muchos de ellos amenazados por diversas causas”, advierte Francisco en el video del Papa promovido por el ex Apostolado de la Oración, ahora Red Mundial de Oración del Papa.

Además, la cuenta oficial de Twitter @Pontifex compartió este sábado 31 de agosto la nueva edición del video del Papa.

Por su parte, la Red Mundial de Oración del Papa explicó que el Santo Padre “hace un llamado de atención sobre los espacios que ‘contienen la mayor parte del agua del planeta y también la mayor variedad de seres vivientes’ como son los mares y océanos”.

En este sentido, el Papa Francisco “preocupado por el estado actual de muchos de ellos”, pide oraciones a todos los fieles católicos para que “los políticos, los científicos y los economistas trabajen juntos en medidas de protección” ya que los océanos son “los pulmones del mundo”.

“Para afrontar la gestión injusta de los mares, hace falta un ‘enfoque interdisciplinario’ que no puede dejar de lado a la persona humana”, alertó la Red Mundial de Oración del Papa quien informó también que “actualmente, 13 millones de toneladas de plástico se filtran en el océano cada año, lo que provoca, entre otros daños, la muerte de 100 mil especies marinas”.

Asimismo, cabe destacar que esta edición del video del Papa contó con la colaboración del periodista y fotógrafo francés Yann Arthus-Bertrand quien cuenta con una trayectoria cinematográfica y fotográfica “orientada al cuidado del planeta y de los océanos”.

Por último, el nuevo video del Papa se presentó antes de la celebración de la Jornada Mundial de Oración por el cuidado de la creación que cada año se celebra el 1 de septiembre y que coincide con el inicio del “Tiempo de la Creación”, una celebración anual de oración y de acción para la protección del medio ambiente a la que se suman los cristianos de todas las confesiones y numerosos líderes religiosos. El “Tiempo de la Creación” se celebrará a partir del 1 de septiembre y concluirá el 4 de octubre de 2019, memoria litúrgica de San Francisco de Asís.

VISITA DEL PAPA FRANCISCO A ÁFRICA - MEDITACIONES



El Papa pide en Mauricio no caer en la tentación de un modelo económico idólatra
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media


El Papa Francisco ofreció un discurso a las autoridades de Mauricio, a los representantes de la sociedad civil y al cuerpo diplomático destacado en el país insular antes de regresar a Roma y finalizar el viaje apostólico que, desde el 4 de septiembre, le ha llevado también por Mozambique y Madagascar.

En su discurso, pronunciado en el Palacio Presidencial, donde también se reunió con el Presidente del país y el Primer Ministro, el Pontífice habló sobre migración, democracia, desarrollo económico y diálogo interreligioso.

En concreto, el Papa pidió a las personas con responsabilidad política, económica y social en el país que no sucumban “a la tentación de un modelo económico idólatra que siente la necesidad de sacrificar vidas humanas en el altar de la especulación y la mera rentabilidad”.

Migrantes

El Santo Padre recordó que uno de los pilares fundacionales de Mauricio es la migración. “Toda la historia de vuestro pueblo nació con la llegada de migrantes de diferentes horizontes y continentes, portadores de sus tradiciones, su cultura y su religión, y que aprendieron, poco a poco, a enriquecerse con la diferencia de los demás y a encontrar los medios para vivir juntos, buscando construir una hermandad preocupada por el bien común”.

Por lo tanto, “el ADN de vuestro pueblo guarda la memoria de estos movimientos migratorios que condujeron a vuestros antepasados a esta isla y que también los llevaron a abrirse a las diferencias para integrarlas y promoverlas por el bien de todos”.


“Es por eso que os aliento, en fidelidad a vuestras raíces, a asumir el desafío de dar la bienvenida y proteger a los migrantes que vienen hoy para encontrar un trabajo y, para muchos de ellos, mejores condiciones de vida para sus familias”.

Democracia

El Papa quiso concretar más y se centró en la historia reciente del país: “Quisiera recordar la tradición democrática instaurada después de la independencia y que contribuye a hacer de la isla Mauricio un oasis de paz”.

En su discurso, el Pontífice mostró su deseo de que “este estilo de vida democrático pueda ser cultivado y desarrollado, especialmente luchando contra todas las formas de discriminación”.

“Que vosotros, que estáis comprometidos en la vida política de la República de Mauricio, podáis ser un ejemplo para quienes confían en vosotros, especialmente para los jóvenes. Por vuestra actitud y disposición para luchar contra todas las formas de corrupción, que podáis manifestar la grandeza de vuestro compromiso al servicio del bien común y ser siempre dignos de la confianza que os dan vuestros conciudadanos”.

Desarrollo económico

El desarrollo económico fue otro de los temas tratados por Francisco. Recordó que “desde su independencia, vuestro país experimentó un fuerte desarrollo económico del cual, sin duda, debemos alegrarnos, a la vez que estar atentos”.

“En el contexto actual, a menudo parece que el crecimiento económico no siempre beneficia a todos y que incluso deja a un costado –por ciertas estrategias de su dinámica– a un cierto número de personas, especialmente a los jóvenes”.

Por esa razón, “me gustaría animaros a promover una política económica orientada hacia las personas y que sepa privilegiar una mejor distribución de los ingresos, la creación de oportunidades de empleo y una promoción integral de los más pobres”.

El Papa invitó “a no sucumbir a la tentación de un modelo económico idólatra que siente la necesidad de sacrificar vidas humanas en el altar de la especulación y la mera rentabilidad, que sólo toma en cuenta el beneficio inmediato en detrimento de la protección de los más pobres, de nuestro medio ambiente y sus recursos”.

Dicha conversión no sólo trata de “evitar terribles fenómenos climáticos o grandes desastres naturales, sino que también busca promover un cambio en los estilos de vida para que el crecimiento económico realmente pueda beneficiar a todos, sin correr el riesgo de causar catástrofes ecológicas ni graves crisis sociales”.

Diálogo interreligioso

Por último, el Papa Francisco habló del diálogo interreligioso que se da en Mauricio, un país en el que conviven las diferentes confesiones cristianas con otras religiones, como el hinduismo y el islam.

El Santo Padre alabó el modo en que “las diferentes religiones, con sus respectivas identidades, trabajan mancomunadamente para contribuir a la paz social y recordar el valor trascendente de la vida contra todo tipo de reduccionismo”.

En ese contexto, reiteró “la disposición de los católicos en Mauricio de continuar participando en este diálogo fecundo que ha marcado con tanta fuerza la historia de vuestro pueblo. Gracias por vuestro testimonio”.



Discurso del Papa ante las autoridades y sociedad civil de Mauricio
Redacción ACI Prensa
 Foto: Captura Youtube


Antes de finalizar su viaje a Mauricio y emprender el regreso a Roma después de un viaje por África que también le ha llevado a Mozambique y Madagascar desde el pasado 4 de septiembre, el Papa Francisco realizó una visita de cortesía al Presidente ad interim de la República de Mauricio, Barlen Vyapoory.

El encuentro tuvo lugar en el Salón Azul del Palacio Presidencial. Posteriormente, el Presidente presentó al Papa al Primer Ministro, Pravind Kumar Jugnauth antes del tradicional intercambio de regalos.

Finalizados estos encuentros de cortesía, el Pontífice se dirigió al Gran Salón del Palacio donde ofreció un discurso a las autoridades, representantes de la sociedad civil y el cuerpo diplomático.

En su discurso, el Santo Padre trató diversos temas: acogida a los migrantes, lucha contra la discriminación, un desarrollo económico que no excluya a los desfavorecidos, defensa del medio ambiente y diálogo interreligioso.

A continuación, el discurso completo del Papa Francisco:

Señor Presidente,

Señor Primer Ministro,

Distinguidos miembros del Gobierno,


Distinguidos miembros del Cuerpo Diplomático,

Señoras y señores, representantes de la sociedad civil,

Representantes de las diversas confesiones religiosas,

Señoras y señores:

Saludo cordialmente a las Autoridades del Estado de Mauricio y les agradezco la invitación a visitar vuestra República. Agradezco al Primer Ministro las amables palabras que me acaba de dirigir, así como su bienvenida y la del señor Presidente. Saludo a los miembros del Gobierno, de la sociedad civil y del Cuerpo Diplomático.

Quiero también saludar y agradecer fraternalmente la presencia hoy aquí de los representantes de otras denominaciones cristianas y de las diferentes religiones presentes en la isla Mauricio.

Estoy contento, gracias a esta breve visita, de poder conocer vuestro pueblo, caracterizado por poseer, no sólo un rostro multicultural, étnico y religioso sino, sobre todo, la belleza que proviene de vuestra capacidad de reconocer, respetar y armonizar las diferencias existentes en función de un proyecto común.

Así es toda la historia de vuestro pueblo que nació con la llegada de migrantes de diferentes horizontes y continentes, portadores de sus tradiciones, su cultura y su religión, y que aprendieron, poco a poco, a enriquecerse con la diferencia de los demás y a encontrar los medios para vivir juntos, buscando construir una hermandad preocupada por el bien común.

En este sentido, vosotros poseéis una voz autorizada —porque se hizo vida— capaz de recordar que es posible alcanzar una paz estable desde la convicción de que «la diversidad es bella cuando acepta entrar constantemente en un proceso de reconciliación, hasta sellar una especie de pacto cultural que haga emerger una “diversidad reconciliada”» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 230).

Esta es base y oportunidad para la construcción de una real comunión dentro de la gran familia humana, sin necesidad de marginar, excluir o rechazar.

El ADN de vuestro pueblo guarda la memoria de estos movimientos migratorios que condujeron a vuestros antepasados a esta isla y que también los llevaron a abrirse a las diferencias para integrarlas y promoverlas por el bien de todos.

Es por eso que os aliento, en fidelidad a vuestras raíces, a asumir el desafío de dar la bienvenida y proteger a los migrantes que vienen hoy para encontrar un trabajo y, para muchos de ellos, mejores condiciones de vida para sus familias.

Preocuparos de darles la bienvenida como vuestros antepasados supieron acogerse recíprocamente; como protagonistas y defensores de una verdadera cultura del encuentro que permita a los migrantes —y a todos— ser reconocidos en su dignidad y derechos.


En la historia reciente de vuestro pueblo, quisiera recordar la tradición democrática instaurada después de la independencia y que contribuye a hacer de la isla Mauricio un oasis de paz.

Espero que este estilo de vida democrático pueda ser cultivado y desarrollado, especialmente luchando contra todas las formas de discriminación. Porque «la auténtica vida política, fundada en el derecho y en un diálogo leal entre los protagonistas, se renueva con la convicción de que cada mujer, cada hombre y cada generación encierran en sí mismos una promesa que puede liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales» (Mensaje para la 52 Jornada Mundial de la Paz, 1 enero 2019).

Que vosotros, que estáis comprometidos en la vida política de la República de Mauricio, podáis ser un ejemplo para quienes confían en vosotros, especialmente para los jóvenes. Por vuestra actitud y disposición para luchar contra todas las formas de corrupción, que podáis manifestar la grandeza de vuestro compromiso al servicio del bien común y ser siempre dignos de la confianza que os dan vuestros conciudadanos.

Desde su independencia, vuestro país experimentó un fuerte desarrollo económico del cual, sin duda, debemos alegrarnos, a la vez que estar atentos. En el contexto actual, a menudo parece que el crecimiento económico no siempre beneficia a todos y que incluso deja a un costado —por ciertas estrategias de su dinámica— a un cierto número de personas, especialmente a los jóvenes.

Por eso me gustaría animaros a promover una política económica orientada hacia las personas y que sepa privilegiar una mejor distribución de los ingresos, la creación de oportunidades de empleo y una promoción integral de los más pobres (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 204).

Animaos a no sucumbir a la tentación de un modelo económico idólatra que siente la necesidad de sacrificar vidas humanas en el altar de la especulación y la mera rentabilidad, que sólo toma en cuenta el beneficio inmediato en detrimento de la protección de los más pobres, de nuestro medio ambiente y sus recursos. Se trata de avanzar con esa actitud constructiva que, como escribió el cardenal Piat con ocasión del 50 aniversario de la independencia de Mauricio, impulsa a implementar una conversión ecológica integral.

Dicha conversión mira no sólo a evitar terribles fenómenos climáticos o grandes desastres naturales, sino que también busca promover un cambio en los estilos de vida para que el crecimiento económico realmente pueda beneficiar a todos, sin correr el riesgo de causar catástrofes ecológicas ni graves crisis sociales.

Señoras y señores: Deseo expresar mi agradecimiento por cómo en Mauricio las diferentes religiones, con sus respectivas identidades, trabajan mancomunadamente para contribuir a la paz social y recordar el valor trascendente de la vida contra todo tipo de reduccionismo.

Y reitero la disposición de los católicos en Mauricio de continuar participando en este diálogo fecundo que ha marcado con tanta fuerza la historia de vuestro pueblo. Gracias por vuestro testimonio.

Nuevamente gracias por vuestra cálida bienvenida. Es mi deseo que Dios bendiga a vuestro pueblo y todos los esfuerzos que realizan para fomentar el encuentro entre diferentes culturas, civilizaciones y tradiciones religiosas en la promoción de una sociedad justa, que no se olvida de sus hijos, especialmente de aquellos más necesitados. ¡Que su amor y misericordia continúen acompañándoos y protegiéndoos!


El Papa Francisco reza en la tumba del Beato Père Laval, “el apóstol de los negros”
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media

El Papa Francisco rezó ante la tumba del beato Père Jacques-Désiré Laval, conocido como “el apóstol de los negros”, durante su viaje apostólico en Mauricio de este 9 de septiembre.

Tras haber celebrado la Santa Misa en el Monumento de María Reina de la Paz y haber almorzado con los obispos de la Conferencia Episcopal del Océano Índico (CEDOI), el Santo Padre realizó una visita privada al Santuario del beato Padre Jacques Laval, conocido como “el apóstol de los negros” porque se dedicó a la evangelización de los indígenas de Mauricio.

En su visita, el Santo Padre dejó un ramo de flores delante a la tumba y realizó una oración en silencio por varios minutos. 

Jacques-Désiré Laval fue un misionero francés que llegó en 1841 a la isla de Mauricio y evangelizó a los esclavos liberados. Fundó numerosos hospitales para hacer frente a las epidemias de cólera de 1854, 1857 y 1862.

También fundó escuelas, construyó capillas para promover la formación espiritual y la integración social de la población. Falleció el 9 de septiembre de 1864 y fue beatificado por San Juan Pablo II el 29 de abril de 1979.

Legado del beato Laval
El Papa Francisco destacó este 9 de septiembre la importancia que tiene para Mauricio la herencia del beato Jacques-Désiré Laval durante la Misa que presidió ante miles de fieles procedentes no solo de Mauricio, sino de las regiones cercanas también.

“Sabía que evangelizar suponía hacerse todo para todos. Aprendió el idioma de los esclavos recientemente liberados y les anunció de manera simple la Buena Nueva de la salvación”, explicó el Papa durante la homilía.

En esta línea, el beato Laval “supo convocar a los fieles y los formó para emprender la misión y crear pequeñas comunidades cristianas en barrios, ciudades y aldeas vecinas, muchas de estas pequeñas comunidades han sido el inicio de las actuales parroquias”.

Además, Francisco señaló que el P. Laval diría a los jóvenes y a “cuantos como ellos sienten que no tienen voz porque están sumergidos en la precariedad” el anuncio del profeta Isaías: Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, porque el Señor consuela a su Pueblo, él redime a Jerusalén”.

Por último, el Pontífice relató que el beato Laval “vivió también momentos de decepción y dificultad con la comunidad cristiana, pero finalmente el Señor venció en su corazón”.

“Tuvo confianza en la fuerza del Señor. Dejemos que toque el corazón de muchos hombres y mujeres de esta tierra, dejemos que toque también nuestro corazón para que su novedad renueve nuestra vida y la de nuestra comunidad. Y no nos olvidemos que quien convoca con fuerza, quien construye la Iglesia, es el Espíritu Santo”, concluyó el Papa.

Después de rezar por varios minutos con profunda devoción y silencio, el Santo Padre saludó a 12 enfermos y a 20 familiares de personas tóxico dependientes, quienes viven en la “Casa A” gestionada por un diácono permanente con su esposa.

Al finalizar la visita, el Papa Francisco fue en auto al Palacio Presidencial para realizar la visita de cortesía al Presidente de la República, encontrarse con privado con el Primer Ministro y después pronunciar un discurso ante las autoridades civiles y el cuerpo diplomático.


Las bienaventuranzas son el carnet de identidad del cristiano, afirma el Papa
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media


“Las bienaventuranzas son el carnet de identidad del cristiano”, afirmó el Papa Francisco durante la Misa que celebró este lunes 9 de octubre en el Monumento de María Reina de la Paz en Mauricio.

El Santo Padre explicó que “si alguno de nosotros se plantea la pregunta: ‘¿Cómo se hace para ser un buen cristiano?’, la respuesta es sencilla: es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que pide Jesús en las bienaventuranzas”.

Ante una multitud de fieles, y representantes de otras religiones presentes en el país, el Pontífice presidió la celebración eucarística en este Monumento construido a las afueras de Port Louis, capital de Mauricio, en 1940 para conmemorar la protección del país por parte de la Virgen durante la Primera Guerra Mundial.

Francisco destacó en su homilía la importancia que tiene para Mauricio la herencia de la evangelización del beato Jacques-Désiré Laval.

Jacques-Désiré Laval, misionero francés, llegó en 1841 a la isla de Mauricio y evangelizó con entusiasmo a los esclavos liberados. Fundó numerosos hospitales para hacer frente a las epidemias de cólera de 1854, 1857 y 1862. También fundó escuelas, construyó capillas para promover la formación espiritual y la integración social de la población. Falleció el 9 de septiembre de 1864 y fue beatificado por San Juan Pablo II el 29 de abril de 1979.

El Papa Francisco subrayó que el beato Jacques-Désiré Laval “sabía que evangelizar suponía hacerse todo para todos. Aprendió el idioma de los esclavos recientemente liberados y les anunció de manera simple la Buena Nueva de la salvación”.

“Supo convocar a los fieles y los formó para emprender la misión y crear pequeñas comunidades cristianas en barrios, ciudades y aldeas vecinas, muchas de estas pequeñas comunidades han sido el inicio de las actuales parroquias”.

“Fue solícito en brindar confianza a los más pobres y descartados para que fuesen ellos los primeros en organizarse y encontrar respuestas a sus sufrimientos”.

El Papa invitó a cuidar ese impulso misionero “porque puede darse que, como Iglesia de Cristo, caigamos en la tentación de perder el entusiasmo evangelizador refugiándonos en seguridades mundanas que, poco a poco, no sólo condicionan la misión, sino que la vuelven pesada e incapaz de convocar”.

Por otro lado, en su homilía, el Santo Padre también lamentó que, a pesar del crecimiento económico experimentado en las últimas décadas por Mauricio, los jóvenes se encuentran muchas veces en situación de exclusión.

“Ellos son quienes más padecen la desocupación que provoca no sólo un futuro incierto, sino que además les quita la posibilidad de sentirse actores privilegiados de la propia historia común”.

“Un futuro incierto que los empuja fuera del camino y los obliga a escribir su vida al margen, dejándolos vulnerables y casi sin puntos de referencia ante las nuevas formas de esclavitud de este siglo XXI. ¡Ellos, nuestros jóvenes, son nuestra primera misión!”, exclamó.

El Papa continuó: “A ellos debemos invitar a encontrar su felicidad en Jesús; pero no de forma aséptica o lejana, sino aprendiendo a darles un lugar, conociendo ‘su lenguaje’, escuchando sus historias, viviendo a su lado, haciéndoles sentir que son bienaventurados de Dios. ¡No nos dejemos robar el rostro joven de la Iglesia y de la sociedad; no dejemos que sean los mercaderes de la muerte quienes roben las primicias de esta tierra!”.

Por último, invitó a los responsables de la Iglesia en Mauricio a no esperar un contexto favorable para llegar a los jóvenes, porque “para vivir el Evangelio, no se puede esperar que todo a nuestro alrededor sea favorable, porque muchas veces las ambiciones del poder y los intereses mundanos juegan en contra nuestra”.

“Cuando un joven ve un proyecto de vida cristiana realizado con alegría, eso lo entusiasma y alienta”, resaltó.




Homilía del Papa Francisco en el Monumento de María Reina de la Paz en Mauricio
Redacción ACI Prensa



El Papa Francisco celebró la Santa Misa en el Monumento de María Reina de la Paz, a las afueras de Port Louis, capital de Mauricio, donde el Pontífice llegó este lunes 9 de septiembre procedente de Madagascar, en su viaje por África que le ha llevado también a Mozambique.

En su homilía, el Papa se refirió a la herencia evangelizadora del beato Jacques-Désiré Laval, misionero francés que llegó a Mauricio en 1841 y cuya labor pastoral marcó a la sociedad y a la Iglesia mauriciana hasta la actualidad.

El Santo Padre recordó que “a través de su impulso misionero y su amor, el padre Laval dio a la Iglesia mauriciana una nueva juventud, un nuevo aliento, que hoy estamos invitados a continuar en el contexto actual”.

A continuación, la homilía completa del Papa Francisco:

Aquí, ante este altar dedicado a María, Reina de la Paz; en este monte desde el que se ve la ciudad y más allá el mar, nos encontramos para participar de esa multitud de rostros que han venido de Mauricio y de las demás islas de esta región del Océano Índico para escuchar a Jesús que anuncia las bienaventuranzas.

La misma Palabra de Vida que, como hace dos mil años, tiene la misma fuerza, el mismo fuego que enciende hasta los corazones más fríos. Juntos podemos decir al Señor: creemos en ti y, con la luz de la fe y el palpitar del corazón, sabemos que es verdad la profecía de Isaías: anuncias la paz y la salvación, traes buenas noticias, reina nuestro Dios.

Las bienaventuranzas «son el carnet de identidad del cristiano. Si alguno de nosotros se plantea la pregunta: “¿Cómo se hace para ser un buen cristiano?”, la respuesta es sencilla: es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que pide Jesús en las bienaventuranzas.

En ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 63), tal como hizo el llamado “apóstol de la unidad mauriciana”, el beato Jacques-Désiré Laval, tan venerado en estas tierras. El amor a Cristo y a los pobres marcó su vida de tal manera que lo protegió de la ilusión de realizar una evangelización “lejana y aséptica”.

Sabía que evangelizar suponía hacerse todo para todos (cf. 1 Co 9, 19-22): aprendió el idioma de los esclavos recientemente liberados y les anunció de manera simple la Buena Nueva de la salvación. Supo convocar a los fieles y los formó para emprender la misión y crear pequeñas comunidades cristianas en barrios, ciudades y aldeas vecinas, muchas de estas pequeñas comunidades han sido el inicio de las actuales parroquias. Fue solícito en brindar confianza a los más pobres y descartados para que fuesen ellos los primeros en organizarse y encontrar respuestas a sus sufrimientos.

A través de su impulso misionero y su amor, el padre Laval dio a la Iglesia mauriciana una nueva juventud, un nuevo aliento, que hoy estamos invitados a continuar en el contexto actual.

Y este impulso misionero hay que cuidarlo porque puede darse que, como Iglesia de Cristo, caigamos en la tentación de perder el entusiasmo evangelizador refugiándonos en seguridades mundanas que, poco a poco, no sólo condicionan la misión, sino que la vuelven pesada e incapaz de convocar (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 26). El impulso misionero tiene rostro joven y rejuvenecedor. Son precisamente los jóvenes quienes, con su vitalidad y entrega, pueden aportarle la belleza y frescura propia de la juventud cuando desafían a la comunidad cristiana a renovarnos y nos invitan a partir hacia nuevos horizontes (cf. Exhort. ap. Christus vivit, 37).

Pero esto no siempre es fácil, porque exige que aprendamos a reconocerles y otorgarles un lugar en el seno de nuestra comunidad y de nuestra sociedad.

Pero qué duro es constatar que, a pesar del crecimiento económico que tuvo vuestro país en las últimas décadas, son los jóvenes los que más sufren, ellos son quienes más padecen la desocupación que provoca no sólo un futuro incierto, sino que además les quita la posibilidad de sentirse actores privilegiados de la propia historia común.

Un futuro incierto que los empuja fuera del camino y los obliga a escribir su vida al margen, dejándolos vulnerables y casi sin puntos de referencia ante las nuevas formas de esclavitud de este siglo XXI. ¡Ellos, nuestros jóvenes, son nuestra primera misión! A ellos debemos invitar a encontrar su felicidad en Jesús; pero no de forma aséptica o lejana, sino aprendiendo a darles un lugar, conociendo “su lenguaje”, escuchando sus historias, viviendo a su lado, haciéndoles sentir que son bienaventurados de Dios. ¡No nos dejemos robar el rostro joven de la Iglesia y de la sociedad; no dejemos que sean los mercaderes de la muerte quienes roben las primicias de esta tierra!

A nuestros jóvenes y a cuantos como ellos sienten que no tienen voz porque están sumergidos en la precariedad, el padre Laval los invitaría a dejar resonar el anuncio de Isaías: «¡Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, porque el Señor consuela a su Pueblo, él redime a Jerusalén!» (52,9).

Aun cuando lo que nos rodee pueda parecer que no tiene solución, la esperanza en Jesús nos pide recuperar la certeza del triunfo de Dios no sólo más allá de la historia, sino también en la trama oculta de las pequeñas historias que se van entrelazando y que nos tienen como protagonistas de la victoria de Aquel que nos ha regalado el Reino.

Para vivir el Evangelio, no se puede esperar que todo a nuestro alrededor sea favorable, porque muchas veces las ambiciones del poder y los intereses mundanos juegan en contra nuestra. San Juan Pablo II decía que «está alienada una sociedad que, en sus formas de organización social, de producción y consumo, hace más difícil la realización de esta donación [de sí] y la formación de esa solidaridad interhumana» (Enc. Centesimus annus, 41c). En una sociedad así, se vuelve difícil vivir las bienaventuranzas; puede llegar incluso a ser algo mal visto, sospechado, ridiculizado (cf. Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 91).

Es cierto, pero no podemos dejar que nos gane el desaliento. Al pie de este monte, que hoy quisiera que fuera el monte de las Bienaventuranzas, también nosotros tenemos que recuperar esta invitación a ser felices. Sólo los cristianos alegres despiertan el deseo de seguir ese camino; «la palabra “feliz” o “bienaventurado” pasa a ser sinónimo de “santo”, porque expresa que la persona que es fiel a Dios y vive su Palabra alcanza, en la entrega de sí, la verdadera dicha» (ibíd., 64).

Cuando escuchamos el amenazante pronóstico “cada vez somos menos”, en primer lugar, deberíamos preocuparnos no por la disminución de tal o cual modo de consagración en la Iglesia, sino por las carencias de hombres y mujeres que quieren vivir la felicidad haciendo caminos de santidad, hombres y mujeres que dejen arder su corazón con el anuncio más hermoso y liberador.

«Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 49).

Cuando un joven ve un proyecto de vida cristiana realizado con alegría, eso lo entusiasma y alienta, y siente ese deseo que puede expresar así: “Yo quiero subir a ese monte de las bienaventuranzas, yo quiero encontrarme con la mirada de Jesús y que Él me diga cuál es mi camino de felicidad”.

Pidamos, queridos hermanos y hermanas, por nuestras comunidades, para que, dando testimonio de la alegría de la vida cristiana, vean florecer la vocación a la santidad en las múltiples formas de vida que el Espíritu nos propone. Implorémoslo para esta diócesis, como también para aquellas otras que hoy han hecho el esfuerzo de venir hasta aquí. El padre Laval, el beato cuyas reliquias veneramos, vivió también momentos de decepción y dificultad con la comunidad cristiana, pero finalmente el Señor venció en su corazón.

Tuvo confianza en la fuerza del Señor. Dejemos que toque el corazón de muchos hombres y mujeres de esta tierra, dejemos que toque también nuestro corazón para que su novedad renueve nuestra vida y la de nuestra comunidad (cf. ibíd., 11). Y no nos olvidemos que quien convoca con fuerza, quien construye la Iglesia, es el Espíritu Santo.

La imagen de María, la Madre que nos protege y acompaña, nos recuerda que fue llamada la “bienaventurada”. A ella que vivió el dolor como una espada que le atraviesa el corazón, a ella que cruzó el peor umbral del dolor que es ver morir a su hijo, pidámosle el don de la apertura al Espíritu Santo, de la alegría perseverante, esa que no se amilana, ni se repliega, la que siempre vuelve a experimentar y afirmar que “el Todopoderoso hace grandes obras, su nombre es santo”.





El Papa Francisco llega a Mauricio, última etapa de su viaje en África
Redacción ACI Prensa


El Papa Francisco ya está en Mauricio, último país que visita con ocasión de su viaje apostólico en África, tras haber estado en Mozambique y Madagascar.

El Santo Padre aterrizó en el aeropuerto de Port Luis (capital de Mauricio) después de haber viajado en un avión de la compañía Air Madagascar durante 2 horas y haber recorrido 1.055 km.

La visita del Papa a Mauricio será de casi 9 horas ya que por la noche volverá a dormir en la Nunciatura Apostólica de Madagascar, y al día siguiente por la mañana viajará de regreso a Roma.


A pesar de la brevedad de la visita, la agenda papal estará muy llena de actividades.

La ceremonia de bienvenida se llevó a cabo en el mismo aeropuerto de Mauricio en donde fue recibido con una lluvia ligera, y la delegación fue encabezada por el Primer Ministro acompañado por su esposa y por el Obispo de Port Louis, el Cardenal Maurice Piat.

Después, el Papa Francisco se trasladará por 43 km en coche cerrado, la primera parte y en papamóvil la última, hacia el Monumento de María Reina de la Paz, en donde será recibido por una familia y allí mismo presidirá la Santa Misa en francés.

Al terminar, el Pontífice se trasladará al episcopio para almorzar con los obispos de la Conferencia Episcopal del Océano Índico (CEDOI).

Por la tarde, Francisco realizará una visita privada al Santuario del Beato Padre Jacques Laval, conocido como “el apóstol de los negros” porque se dedicó a la evangelización de los indígenas de Mauricio.


Posteriormente, el Santo Padre realizará la visita de cortesía al Presidente en el Palacio Presidencial, y después, se reunirá allí mismo con el Primer Ministro. Al finalizar los dos encuentros privados, el Papa se reunirá con las autoridades, la sociedad civil y el Cuerpo Diplomático en el Palacio Presidencial.

Por último, el Papa se trasladará al aeropuerto de Port Louis para la ceremonia despedida. Está previsto que el avión despegue a las 7:00 p.m. hacia Antananarivo, y que la cena sea durante el vuelo de dos horas, para ir después a descansar a la Nunciatura Apostólica.

El martes 10 de septiembre, el Santo Padre tendrá la ceremonia de despedida de su viaje a África en el aeropuerto de Antananarivo (Madagascar) a las 9:20 a.m. y está previsto que el vuelo aterrice en Roma Ciampino alrededor de las 7:00 p.m. (hora local).




El Papa pide a sacerdotes y religiosas vencer a Satanás para no perder “alegría misionera”
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa
 Foto: Vatican Media



El Papa Francisco pidió derrotar el mal espíritu de Satanás a los sacerdotes, religiosas, religiosos y seminaristas para que no les robe “la alegría misionera”.

Esas fueron sus palabras este 8 de septiembre durante el encuentro con sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas de Madagascar, realizado en el campo deportivo del Colegio Saint Michel de Antananaribo.

A los presentes les pidió no dejarse robar “la alegría misionera” y que sean “hombres y mujeres de alabanza”, mas no “profesionales de lo sagrado”.

“Derrotemos al mal espíritu en su propio terreno; allí donde nos invite a aferrarnos a seguridades económicas, espacios de poder y de gloria humana, respondamos con la disponibilidad y la pobreza evangélica que nos lleva a dar la vida por la misión. ¡No nos dejemos robar la alegría misionera!”, exhortó el Papa.

Previamente, el Santo Padre visitó “la ciudad de la amistad”, Akamasoa, en donde se reunió con 8.000 niños en el auditorio de Manantenasoa. Entre las diferentes muestras de cariño, los jóvenes bailaron y entonaron en español la canción “Dios está aquí”.

Akamasoa, que significa “buenos amigos” en español, es una iniciativa fundada en 1989 por el misionero argentino Pedro Opeka, en donde viven 25 mil personas. Muchas de éstas trabajan allí mismo.

Tras el encuentro con los niños, el Papa se trasladó a la Cantera de Mahatazana, gestionada por “la ciudad de la amistad”, en donde trabajan alrededor de 700 personas, y donde también se alza un monumento al Sagrado Corazón de Jesús.

Memoria agradecida
En su discurso a los sacerdotes, religiosas y seminaristas el Papa los invitó a tener una “memoria agradecida” por “todos aquellos que no tuvieron miedo y supieron apostar por Jesucristo y su Reino”. 

“Ustedes hoy son parte de su heredad. Antes de ustedes, están las raíces, las raíces de la Evangelización aquí. Ustedes son la herencia, luego dejarán la herencia a los que vengan después”, sostuvo.

Por ello, Francisco recordó en particular a “los lazaristas, los jesuitas, las hermanas de San José de Cluny, los hermanos de las escuelas cristianas, los misioneros de La Salette y todos los demás pioneros, obispos, sacerdotes y consagrados”.

“Pero también de tantos laicos que, en los momentos difíciles de persecusión, cuando muchos misioneros y consagrados tuvieron que partir, fueron quienes mantuvieron viva la llama de la fe en estas tierras”, dijo el Pontífice.

Asimismo, el Papa les agradeció el haber elegido “permanecer y estar al lado de su pueblo, con su pueblo. Gracias por esto. Muchas gracias por su testimonio y por querer quedarse ahí y no hacer de la vocación un ‘pasaje a una mejor vida’. Gracias por esto”.

Luego, el Santo Padre advirtió que “muchas veces podemos caer en la tentación de pasar horas hablando de los “éxitos” o “fracasos”, de la “utilidad” de nuestras acciones, o la “influencia” que podamos tener en la sociedad. 

“Discusiones que terminan ocupando el primer lugar y el centro de toda nuestra atención. Esto que nos conduce —no pocas veces— a soñar con planes apostólicos más grandes, meticulosos y bien dibujados, pero propios de generales derrotados que terminan por negar nuestra historia —al igual que la de su pueblo— que es gloriosa por ser historia de sacrificios, de esperanza, de lucha cotidiana, de vida deshilachada en el servicio y la constancia en el trabajo que cansa”, señaló.

En este sentido, Francisco resaltó que “la alegría de los discípulos nacía de la certeza de hacer las cosas en nombre del Señor, de vivir su proyecto, de compartir su vida; y esta les había enamorado tanto que les llevó también a compartirla con los demás”.

Poder de Satanás
 “Y resulta interesante constatar que Jesús resume la actuación de sus discípulos hablando de la victoria sobre el poder de Satanás, un poder que desde nosotros solos jamás podremos vencer, pero sí podremos en el nombre de Jesús. Cada uno de nosotros puede dar testimonio de esas batallas, y también de algunas derrotas”, explicó.

De este modo, el Santo Padre aseguró que en el nombre de Jesús se vence el mal: “En su nombre, ustedes vencen el mal, cuando enseñan a alabar al Padre de los cielos y cuando enseñan con sencillez el Evangelio y el catecismo. Cuando visitan y asistan a un enfermo o brindan el consuelo de la reconciliación. En su nombre, ustedes vencen al dar de comer a un niño, al salvar una madre de la desesperación de estar sola para todo, al procurarle un trabajo a un padre de familia”.

“Es un combate, un combate ganador el que se lucha contra la ignorancia brindando educación; también es llevar la presencia de Dios cuando alguien ayuda a que se respete, en su orden y perfección propios, todas las criaturas evitando su uso o explotación; y también los signos de su victoria cuando plantan un árbol, o hacen llegar el agua potable a una familia”, afirmó el Papa.

Finalmente, el Santo Padre animó a los religiosos a continuar “dando estas batallas, pero siempre en la oración y en la alabanza, en la alabanza de Dios”. 

“Dichosa Iglesia de los pobres y para los pobres, porque vive impregnada del perfume de su Señor, vive alegre anunciando la Buena Noticia a los descartados de la tierra, a aquellos que son los favoritos de Dios”, añadió.

Tras haber concluido el último discurso de su viaje en Madagascar, el Papa Francisco quiso agradecer al P. Marcel, quien fue su traductor durante esta visita, “agradecer por el modo preciso y la libertad de darle sentido a las palabras”.

Al término de este encuentro, el Papa se dirigió a la capilla del Colegio Saint Michel para reunirse en forma privada con los jesuitas que viven en Madagascar.



Papa Francisco en Madagascar: Discurso a los sacerdotes, religiosas y seminaristas
Redacción ACI Prensa
Foto: Captura YouTube


El Papa Francisco se reunió este domingo con los sacerdotes, religiosas, religiosos y seminaristas de Madagascar en el campo deportivo del Colegio Saint Michel de Antananaribo a quienes les pidió no dejarse robar “la alegría misionera” y ser “hombres y mujeres de alabanza” y no “profesionales de lo sagrado”.

“Así, más que hombres y mujeres de alabanza, podemos transformarnos en “profesionales de los sagrado”. Derrotemos al mal espíritu en su propio terreno; allí donde nos invite a aferrarnos a seguridades económicas, espacios de poder y de gloria humana, respondamos con la disponibilidad y la pobreza evangélica que nos lleva a dar la vida por la misión. ¡No nos dejemos robar la alegría misionera!”, afirmó el Papa.

En esta línea, el Santo Padre indicó a los religiosos: “dichosa Iglesia de los pobres y para los pobres, porque vive impregnada del perfume de su Señor, vive alegre anunciando la Buena Noticia a los descartados de la tierra, a aquellos que son los favoritos de Dios”.

A continuación, el discurso que pronunció el Papa Francisco:

Pensé que cuando me traían esta mesa, era para comer, pero no, era para hablar.

Queridos hermanos y hermanas:
Agradezco su cálida bienvenida. Quiero que mis primeras palabras estén dirigidas especialmente a todos los sacerdotes, consagradas y consagrados que no pudieron viajar por un problema de salud, el peso de los años o alguna complicación. Una oración por ellos todos juntos en silencio.

Al terminar mi visita a Madagascar aquí con ustedes, al ver su alegría, pero también recordando todo lo que he vivido en este tan poco tiempo en su isla, me brotan del corazón aquellas palabras de Jesús en el Evangelio de Lucas cuando, estremecido de gozo, dijo: ‘Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños’ (10,21).

Y este gozo es confirmado por sus testimonios porque, aun aquello que ustedes expresan como problemáticas, son signos de una Iglesia viva, comprometida, en búsqueda de ser cada día presencia del Señor. Una Iglesia, como ha dicho Sor Suzanne, que busca ser cercana al pueblo, no separarse del pueblo, siempre caminando con el pueblo de Dios.


Esta realidad es una invitación a la memoria agradecida de todos aquellos que no tuvieron miedo y supieron apostar por Jesucristo y su Reino; y ustedes hoy son parte de su heredad.

Antes de ustedes, están las raíces, las raíces de la Evangelización aquí. Ustedes son la herencia, luego dejarán la herencia a los que vengan después. Pienso en los lazaristas, los jesuitas, las hermanas de San José de Cluny, los hermanos de las escuelas cristianas, los misioneros de La Salette y todos los demás pioneros, obispos, sacerdotes y consagrados. Pero también de tantos laicos que, en los momentos difíciles de persecusión, cuando muchos misioneros y consagrados tuvieron que partir, fueron quienes mantuvieron viva la llama de la fe en estas tierras.

Esto nos invita a recordar nuestro bautismo, como el primer y gran sacramento por el que fuimos sellados como hijos de Dios. Todo el resto es expresión y manifestación de ese amor inicial que siempre estamos invitados a renovar.

La frase del Evangelio a la que me referí es parte de la alabanza del Señor al recibir a los setenta y dos discípulos cuando volvían de la misión. Ellos, como ustedes, aceptaron el desafío de ser una Iglesia “en salida”, y traen las alforjas llenas para compartir todo lo que han visto y oído. Ustedes se han atrevido a salir, y aceptaron el desafío de llevar la luz del Evangelio a los distintos rincones de esta isla.

Sé que muchos de ustedes viven situaciones difíciles, donde faltan los servicios esenciales —agua, electricidad, carreteras, medios de comunicación— o la falta de recursos económicos para llevar adelante la vida y la actividad pastoral. Muchos de ustedes sienten sobre sus hombros, por no decir sobre su salud, el peso del trabajo apóstolico.

Pero ustedes han elegido permanecer y estar al lado de su pueblo, con su pueblo. Gracias por esto. Muchas gracias por su testimonio y por querer quedaros ahí y no hacer de la vocación un “pasaje a una mejor vida”. Gracias por esto.

Y quedarse ahí con esa conciencia, como decía Sor Suzanne: “a pesar de nuestras miserias y debilidades, nos comprometemos con todo nuestro ser a la gran misión de la evangelización”. La persona consagrada —en el amplio sentido de la palabra— es la mujer, el hombre que aprendieron y quieren quedarse, en el corazón de su Señor y en el corazón de su pueblo. Esta es la clave, permanecer en el corazón del Señor, en el corazón del pueblo.

Al recibir y escuchar a sus discípulos que vuelven llenos de gozo, lo primero que Jesús hace es alabar y bendecir a su Padre; y esto nos muestra una parte fundamental de nuestra vocación. Somos hombres y mujeres de alabanza. La persona consagrada es capaz de reconocer y señalar la presencia de Dios allí donde se encuentre. Es más, quiere vivir en su presencia, que aprendió a saborear, gustar y compartir.

En la alabanza encontramos nuestra pertenencia e identidad más hermosa porque libra al discípulo del ansia del “se debería hacer”. Esa ansia que arruina y le devuelve el gusto por la misión y por estar con su pueblo; le ayuda a ajustar los “criterios” con los que se mide a sí mismo, mide a los otros y a toda la actividad misionera, para que no tengan algunas veces poco sabor a Evangelio.

Muchas veces podemos caer en la tentación de pasar horas hablando de los “éxitos” o “fracasos”, de la “utilidad” de nuestras acciones, o la “influencia” que podamos tener en la sociedad. Discusiones que terminan ocupando el primer puesto y el centro de toda nuestra atención. Esto que nos conduce —no pocas veces— a soñar con planes apostólicos más grandes, meticulosos y bien dibujados, pero propios de generales derrotados que terminan por negar nuestra historia —al igual que la de su pueblo— que es gloriosa por ser historia de sacrificios, de esperanza, de lucha cotidiana, de vida deshilachada en el servicio y la constancia en el trabajo que cansa (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 96).

Al alabar aprendemos la sensibilidad para no “desorientarnos” y hacer de los medios nuestros fines, de lo superfluo lo importante; en la alabanza aprendemos la libertad para poner en marcha procesos más que querer ocupar espacios (cf. ibíd., 223); aprendemos la gratuidad de fomentar todo lo que haga crecer, madurar y fructificar al pueblo de Dios antes que orgullecernos por cierto éxito fácil, rápido pero efímero “rédito” pastoral. En cierta medida, gran parte de nuestra vida, de nuestra alegría y fecundidad misionera se juega en esta invitación de Jesús a la alabanza.

Como bien le gustaba señalar a ese hombre sabio y santo, como ha sido Romano Guardini: ‘El que adora a Dios en sus sentimientos más hondos y también, cuando tiene tiempo, realmente, con actos vivos, se encuentra cobijado en la verdad. Puede equivocarse en muchas cosas; puede quedar abrumado y desconcertado por el peso de sus acciones; pero, en último término, las direcciones y los órdenes de su existencia están seguros’ (Pequeña Suma Teológica, Madrid 1963, 29). En la alabanza, en la adoración.

Los setenta y dos eran conscientes de que el éxito de la misión dependió de hacerla “en nombre del Señor Jesús”. Eso los maravillaba. No fue por sus virtudes, nombres o títulos, no llevaban boletas de propaganda con sus rostros; no era su fama o proyecto lo que cautivaba y salvaba a la gente. La alegría de los discípulos nacía de la certeza de hacer las cosas en nombre del Señor, de vivir su proyecto, de compartir su vida; y esta les había enamorado tanto que les llevó también a compartirla con los demás.

Y resulta interesante constatar que Jesús resume la actuación de sus discípulos hablando de la victoria sobre el poder de Satanás, un poder que desde nosotros solos jamás podremos vencer, pero sí podremos en el nombre de Jesús. Cada uno de nosotros puede dar testimonio de esas batallas, y también de algunas derrotas.

Cuando ustedes mencionan la infinidad de campos donde realizan su acción evangelizadora, están librando esa lucha en nombre de Jesús. En su nombre, ustedes vencen el mal, cuando enseñan a alabar al Padre de los cielos y cuando enseñan con sencillez el Evangelio y el catecismo. Cuando visitan y asistan a un enfermo o brindan el consuelo de la reconciliación. En su nombre, ustedes vencen al dar de comer a un niño, al salvar una madre de la desesperación de estar sola para todo, al procurarle un trabajo a un padre de familia.

Es un combate, un combate ganador el que se lucha contra la ignorancia brindando educación; también es llevar la presencia de Dios cuando alguien ayuda a que se respete, en su orden y perfección propios, todas las criaturas evitando su uso o explotación; y también los signos de su victoria cuando plantan un árbol, o hacen llegar el agua potable a una familia. ¡Qué signo del mal derrotado es cuando ustedes se dedican a que miles de personas recuperen la salud! ¡Continúen dando estas batallas, pero siempre en la oración y en la alabanza, en la alabanza de Dios!

La lucha también la vivimos en nosotros mismos. Dios desbarata la influencia del mal espíritu, ese que tantas veces nos transmite ‘una preocupación exacerbada por los espacios personales de autonomía y de distensión y que puede llevarnos a vivir las tareas como un mero apéndice de la vida. A veces sucede que la vida espiritual se confunde con algunos momentos religiosos que brindan cierto alivio pero que no alimentan el encuentro con los demás, el compromiso en el mundo, la pasión por la Evangelización’ (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 78).

Así, más que hombres y mujeres de alabanza, podemos transformarnos en “profesionales de los sagrado”. Derrotemos al mal espíritu en su propio terreno; allí donde nos invite a aferrarnos a seguridades económicas, espacios de poder y de gloria humana, respondamos con la disponibilidad y la pobreza evangélica que nos lleva a dar la vida por la misión (cf. ibíd., 76). ¡No nos dejemos robar la alegría misionera!

Queridos hermanos y hermanas: Jesús alaba al Padre porque ha revelado estas cosas a los “pequeños”. Somos pequeños porque nuestra alegría, nuestra dicha, es precisamente esta revelación que Él nos ha dicho; el sencillo “ve y escucha” lo que ni sabios, ni profetas, ni reyes pueden ver y escuchar: la presencia de Dios en en los pacientes y afligidos, en los que tienen hambre y sed de justicia, en los misericordiosos (cf. Mt 5,3-12; Lc 6,20-23).

Dichosos ustedes, dichosa Iglesia de los pobres y para los pobres, porque vive impregnada del perfume de su Señor, vive alegre anunciando la Buena Noticia a los descartados de la tierra, a aquellos que son los favoritos de Dios.

Transmitidles a sus comunidades mi cariño y cercanía, mi oración y bendición. En esta bendición que les daré en nombre del Señor los invito a que piensen en sus comunidades, en sus lugares de misión, para que el Señor siga diciendo bien a todas esas personas, allí donde se encuentren. Que ustedes puedan seguir siendo signo de su presencia viva en medio nuestro.

Y por favor, no se olviden de rezar y hacer rezar por mí. Gracias.




Esta es la oración por lo trabajadores que el Papa Francisco rezó en Madagascar
Redacción ACI Prensa
 Foto: Captura de Youtube


Después de visitar la Ciudad de la Amistad en Akamasoa, el Papa Francisco continuó su visita apostólica en Madagascar este domingo 8 de septiembre con el rezo de una oración por los trabajadores en la Cantera de Mahatazana, anexa a la Ciudad.

En esta cantera trabajan unas 700 personas y, en lo alto de ella, se alza un monumento al Sagrado Corazón de Jesús, inaugurado en mayo de 2008. Además, en sus instalaciones, gestionadas por la Ciudad de la Amistad, se imparte formación profesional para jóvenes.

La oración tuvo lugar junto al monumento al Sagrado Corazón de Jesús ante una multitud. A su llegada, dos trabajadores recibieron al Pontífice, acompañado por el misionero argentino Pedro Pablo Opeka, fundador de la Ciudad de la Amistad. Tras los saludos, una trabajadora pronunció su testimonio ante el Santo Padre y, después, el Pontífice rezó la oración.

A continuación, la oración por los trabajadores rezada por el Papa Francisco:

Dios, Padre Nuestro, creador del cielo y de la tierra,

te damos gracias por habernos reunido como hermanos en este lugar,

ante esta roca rota por el trabajo del hombre,

te pedimos por todos los trabajadores.

Por aquellos que trabajan con sus manos,

y con un enorme esfuerzo físico.

Cuida sus cuerpos del desgaste excesivo,

que no les falte la ternura y la capacidad para acariciar

a sus hijos y jugar con ellos.

Concédeles constantemente la fortaleza del alma y la salud del cuerpo


para que no sean esclavos del peso de su oficio.

Haz que el fruto del trabajo les permita

asegurar dignamente la subsistencia de sus familias.

Que encuentren en ellas, cada noche, calor, descanso y aliento,

y que juntos, reunidos bajo tu mirada,

conozcan la auténtica alegría.

Que nuestras familias sepan que la alegría de ganarse el pan

es plena cuando ese pan se comparte;

que nuestros niños no sean forzados a trabajar,

puedan ir a la escuela y perseverar en sus estudios,

y sus maestros ofrezcan tiempo a esta tarea,

sin necesitar de otras actividades para el sustento cotidiano.

Dios de justicia, toca el corazón de los empresarios y los dirigentes:

Que hagan todo lo posible

por asegurar a los trabajadores un salario digno,

y unas condiciones que respeten la dignidad de la persona humana.

Hazte cargo con tu paternal misericordia

de los que no tienen trabajo,

y haz que el desempleo —causa de tantas miserias—

desaparezca de nuestra sociedad.

Que cada uno conozca la alegría y la dignidad de ganarse el propio pan

para llevarlo a su casa y mantener a su familia.

Crea entre los trabajadores un espíritu de auténtica solidaridad.


Que sepan estar atentos unos a otros,

que se animen mutuamente, que apoyen a los que están agobiados,

levanten a los que han caído.

Que, ante la injusticia, sus corazones no cedan a la ira, al rencor, a la amargura,

sino que mantengan viva la esperanza

de ver un mundo mejor y trabajar para alcanzarlo.

Que sepan, juntos, de manera constructiva,

hacer valer sus derechos,

y que sus voces sean escuchadas.

Dios, Padre Nuestro, tú has dado como protector de

los trabajadores del mundo entero a san José,

padre adoptivo de Jesús, esposo valiente de la Virgen María.

A El le confío a todos los que trabajan aquí, en Akamasoa,

así como a todos los trabajadores de Madagascar,

especialmente los que tienen una vida precaria y difícil.

Que el los guarden en el amor de su Hijo

y los sostengan en sus vidas y en sus esperanzas.

Amén.



El Papa Francisco fue recibido con entusiasmo por 8 mil niños cantando “Dios está aquí”
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa



El Papa Francisco fue recibido este domingo con gran entusiasmo por 8.000 niños de Madagascar quienes entonaban y bailaban la canción en español: “Dios está aquí”. Se trató de la visita del Santo Padre a la “ciudad de la amistad” de Akamasoa, localizada en la periferia de Antananaribo, en el marco de su visita apostólica en África. 

La “ciudad de la amistad” de Akamasoa (que en español significa “buenos amigos”) fue fundada en 1989 por el sacerdote argentino Pedro Opeka, misionero de la Congregación de la Misión, quien llegó a Madagascar en 1970.

El proyecto comenzó en esta zona periférica de Antananarivo, en donde P. Opeka comenzó a ser misión y un proyecto social proponiendo trabajo y dando un pequeño salario, para darles “la posibilidad de vivir una vida más digna”.

El Pontífice llegó en papamóvil a la “ciudad de la amistad” y fue recibido por el sacerdote Opeka, a quien el Santo Padre dio un fuerte abrazo, mientras que la gente al exterior del auditorio los saludaba con ovaciones.

Después, el Papa entró al auditorio de Manantenasoa, junto al P. Pedro Opeka, y pudo saludar a los niños que encontraba en su camino.


En su saludo inicial, el misionero argentino dijo que Akamasoa “era un lugar de exclusión, de sufrimiento, de violencia y de muerte” y añadió que después de 30 años, “la Divina Providencia creó ‘un oasis’ de esperanza en el cual los niños han recuperado su dignidad, los jóvenes volvieron a la escuela, los padres comenzaron a trabajar para preparar un futuro a sus hijos”.

“La pobreza extrema en este lugar, la hemos radicado gracias a la fe, el trabajo, a la escuela, al respeto recíproco y a la disciplina. Aquí, todos trabajan”, explicó Opeka.

Por su parte, el Papa Francisco confió antes de su saludo que le daba mucha alegría volver a ver al P. Opeka a quien conoció en la Universidad durante sus estudios de teología y a quien “no le gustaba tanto estudiar, pero sí el trabajo”, dijo Francisco con sentido del humor.

El Papa con alegría afirmó que “Akamasoa es la expresión de la presencia de Dios en medio de su pueblo pobre; no una presencia esporádica, circunstancial, es la presencia de un Dios que decidió vivir y permanecer siempre en medio de su pueblo”.

“Al ver sus rostros radiantes, doy gracias al Señor que ha escuchado el clamor de los pobres y que ha manifestado su amor con signos concretos como la creación de este pueblo”, señaló el Papa quien reconoció que estas personas viven en la impotencia “de vivir sin techo, de ver crecer a sus niños en la desnutrición, de no tener trabajo, por la mirada indiferente —por no decir despreciativa— de tantos, se han transformado en cantos de esperanza para ustedes y para todos los que los miran”.

Sin embargo, el Pontífice dijo que cada rincón de la “ciudad de la amistad” “son un canto de esperanza que desmiente y silencia toda fatalidad. Digámoslo con fuerza: ¡la pobreza no es una fatalidad!”, exclamó.

En esta línea, Francisco destacó que se trataba de una “historia de valentía y ayuda mutua” porque es el resultado de muchos años de arduo trabajo. “En los cimientos encontramos una fe viva que se tradujo en actos concretos, capaz de ‘trasladar montañas’. Una fe que permitió ver posibilidad donde sólo se veía precariedad, ver esperanza donde sólo se veía fatalidad, ver vida donde tantos anunciaban muerte y destrucción”.

“Recuerden lo que escribió el apóstol Santiago: ‘La fe si no tiene obras está muerta por dentro’ (St 2,17). Los cimientos del trabajo mancomunado, el sentido de familia y de comunidad posibilitaron que se restaure artesanal y pacientemente la confianza no sólo en ustedes, sino entre ustedes, lo que les permitió ser los primeros protagonistas y artesanos de esta historia”, dijo el Papa.

Por ello, el Santo Padre alabó la  “educación en valores gracias a la cual aquellas primeras familias que iniciaron la aventura con el padre Opeka pudieron transmitir el tesoro enorme del esfuerzo, la disciplina, la honestidad, el respeto a sí mismo y a los demás”.

“Ustedes han podido comprender que el sueño de Dios no es sólo el progreso personal sino principalmente el comunitario, que no hay peor esclavitud, como nos lo recordaba el padre Pedro, que la de vivir cada uno sólo para sí”.

Al finalizar, el Papa Francisco dirigió un mensaje a los jóvenes presentes: “no bajen nunca los brazos ante los efectos nefastos de la pobreza, ni jamás sucumban a las tentaciones del camino fácil o del encerrarse en ustedes mismos”.

“Queridos jóvenes: El trabajo realizado por sus mayores, a ustedes les toca continuarlo. La fuerza para realizarlo la encontrarán en su fe y en el testimonio vivo que sus mayores han plasmado en sus vidas. Dejen que florezcan en ustedes los dones que el Señor les ha dado. Pídanle que les ayude a ponerse al servicio de sus hermanos y hermanas con generosidad”, afirmó.

De este modo, el Santo Padre invitó a la oración para que “en todo Madagascar y en otras partes del mundo se prolongue el brillo de esta luz, y podamos lograr modelos de desarrollo que privilegien la lucha contra la pobreza y la exclusión social desde la confianza, la educación, el trabajo y el esfuerzo, que siempre son indispensables para la dignidad de la persona humana”.

“Gracias una vez más por su testimonio profético y su testimonio generador de esperanza. Que Dios les siga bendiciendo”, concluyó.




Discurso del Papa Francisco en la visita a la ciudad de la amistad de Akamasoa
Redacción ACI Prensa
 Foto: VAMP Pool



El Papa Francisco visitó a la “Ciudad de la Amistad” de Akamasoa en donde se reunió con más de 8.000 niños y fue acompañado por el misionero argentino Pedro Pablo Opeka a quien le agradeció la labor que realizan a favor de alrededor 25.000 personas.

Akamasoa, significa “buenos amigos” en español, y se trata de una obra humanitaria fundada por el misionero argentino Pedro Pablo Opeka, quien vive en Madagascar desde 1970.  El Santo Padre llegó en papamóvil hasta el auditorio Manantenasoa de Akamasoa y fue recibido por el sacerdote de la Congregación de la Misión a quien conoció durante la universidad de teología.

“Queridos jóvenes de Akamasoa, a ustedes quisiera dirigirles un mensaje especial: no bajen nunca los brazos ante los efectos nefastos de la pobreza, ni jamás sucumban a las tentaciones del camino fácil o del encerrarse en ustedes mismo”, animó el Papa.

A continuación, el saludo que el Papa Francisco pronunció durante esta visita:

Buenas tardes a todos, buenas tardes.

Es para mí una alegría, una gran alegría reencontrar a mi viejo alumno. Padre Pedro fue mi alumno en la Facultad de teología en los años 1967-68. Después él no ha seguido estudiando, ha encontrado el amor por el trabajo, por trabajar. Muchas gracias, padre.

Es una gran alegría para mí encontrarme con ustedes en esta gran obra. Akamasoa es la expresión de la presencia de Dios en medio de su pueblo pobre; no una presencia esporádica, circunstancial, es la presencia de un Dios que decidió vivir y permanecer siempre en medio de su pueblo.

Esta tarde son numerosos en el corazón de esta “Ciudad de la amistad”, que han construido con sus manos y que —no lo dudo— seguirán construyendo para que muchas familias puedan vivir con dignidad. Al ver sus rostros radiantes, doy gracias al Señor que ha escuchado el clamor de los pobres y que ha manifestado su amor con signos concretos como la creación de este pueblo.

Sus gritos que surgen de la impotencia de vivir sin techo, de ver crecer a sus niños en la desnutrición, de no tener trabajo, por la mirada indiferente —por no decir despreciativa— de tantos, se han transformado en cantos de esperanza para ustedes y para todos los que los miran. Cada rincón de estos barrios, cada escuela o dispensario son un canto de esperanza que desmiente y silencia toda fatalidad. Digámoslo con fuerza, la pobreza no es una fatalidad.

En efecto, este pueblo posee una larga historia de valentía y ayuda mutua. Este pueblo es el resultado de muchos años de arduo trabajo. En los cimientos encontramos una fe viva que se tradujo en actos concretos, capaz de “trasladar montañas”. Una fe que permitió ver posibilidad donde sólo se veía precariedad, ver esperanza donde sólo se veía fatalidad, ver vida donde tantos anunciaban muerte y destrucción.

Recuerden lo que escribió el apóstol Santiago: ‘La fe si no tiene obras está muerta por dentro’ (St 2,17). Los cimientos del trabajo mancomunado, el sentido de familia y de comunidad posibilitaron que se restaure artesanal y pacientemente la confianza no sólo en ustedes, sino entre ustedes, lo que les permitió ser los primeros protagonistas y artesanos de esta historia.

Una educación en valores gracias a la cual aquellas primeras familias que iniciaron la aventura con el padre Opeka pudieron transmitir el tesoro enorme del esfuerzo, la disciplina, la honestidad, el respeto a sí mismo y a los demás. Y ustedes han podido comprender que el sueño de Dios no es sólo el progreso personal sino principalmente el comunitario, que no hay peor esclavitud, como nos lo recordaba el padre Pedro, que la de vivir cada uno sólo para sí.

Queridos jóvenes de Akamasoa, a ustedes quisiera dirigirles un mensaje especial: no bajen nunca los brazos ante los efectos nefastos de la pobreza, ni jamás sucumban a las tentaciones del camino fácil o del encerrarse en ustedes mismos. Gracias, Fanny, por ese hermoso testimonio que nos diste en nombre de los jóvenes del pueblo.

Queridos jóvenes: El trabajo realizado por sus mayores, a ustedes les toca continuarlo. La fuerza para realizarlo la encontrarán en su fe y en el testimonio vivo que sus mayores han plasmado en sus vidas. Dejen que florezcan en ustedes los dones que el Señor les ha dado. Pídanle que les ayude a ponerse al servicio de sus hermanos y hermanas con generosidad.

Así, Akamasoa no será sólo un ejemplo para las generaciones futuras, sino mucho más, el punto de partida de una obra inspirada en Dios que alcanzará su pleno desarrollo en la medida que siga testimoniando su amor a las generaciones presentes y futuras.

Recemos para que en todo Madagascar y en otras partes del mundo se prolongue el brillo de esta luz, y podamos lograr modelos de desarrollo que privilegien la lucha contra la pobreza y la exclusión social desde la confianza, la educación, el trabajo y el esfuerzo, que siempre son indispensables para la dignidad de la persona humana.

Queridos amigos de Akamasoa, querido padre Pedro y sus colaboradores: Gracias una vez más por su testimonio profético y su testimonio generador de esperanza. Que Dios les siga bendiciendo.

Les pido que, por favor, no se olviden de rezar por mí.





Estas son las 3 exigencias de la vida cristiana, según el Papa Francisco
Redacción ACI Prensa
Foto: Captura Youtube



El Papa Francisco recordó que “seguir a Jesús no es fácil” y subrayó que es un compromiso con “exigencias”.

Así lo afirmó en la homilía de la Misa que presidió ante 1 millón de fieles este domingo 8 de septiembre en el Campo Diocesano de Soamandrakizay, en Madagascar.

El Santo Padre animó a mirar a “nuestro entorno, ¡cuántos hombres y mujeres, jóvenes, niños sufren y están totalmente privados de todo! Esto no pertenece al plan de Dios”.

El plan de Dios, señaló exige a los cristianos apertura de corazón, entrega y renuncia al individualismo. “Toda renuncia cristiana tiene sentido a la luz del gozo y la fiesta del encuentro con Jesucristo”, aseguró.


Primera exigencia: Ver al otro como hermano

La primera exigencia de la vida cristiana explicada por el Papa Francisco “nos invita a mirar nuestros vínculos familiares”.

“La vida nueva que el Señor nos propone resulta incómoda y se transforma en sinrazón escandalosa para aquellos que creen que el acceso al Reino de los Cielos sólo puede limitarse o reducirse a los vínculos de sangre, a la pertenencia a determinado grupo, clan o cultura particular”.

Por el contrario, “la exigencia del Maestro nos lleva a levantar la mirada y nos dice: cualquiera que no sea capaz de ver al otro como hermano, de conmoverse con su vida y con su situación, más allá de su proveniencia familiar, cultural, social ‘no puede ser mi discípulo’”.

Segunda exigencia: Desechar reduccionismos

La segunda exigencia nos muestra “lo difícil que resulta el seguimiento del Señor cuando se quiere identificar el Reino de los Cielos con los propios intereses personales o con la fascinación por alguna ideología que termina por instrumentalizar el nombre de Dios o la religión para justificar actos de violencia, segregación e incluso homicidio, exilio, terrorismo y marginación”.

“La exigencia del Maestro nos anima a no manipular el Evangelio con tristes reduccionismos sino a construir la historia en fraternidad y solidaridad, en el respeto gratuito de la tierra y de sus dones sobre cualquier forma de explotación; animándonos a vivir el ‘diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento recíproco como método y criterio’; no cediendo a la tentación de ciertas doctrinas incapaces de ver crecer juntos el trigo y la cizaña en la espera del dueño de la mies”.

Tercera exigencia: Renunciar al individualismo

El Santo Padre hizo hincapié en lo difícil que resulta ser cristiano e imitar la vida de Cristo “cuando continuamente somos impulsados a justificarnos a nosotros mismos, creyendo que todo proviene exclusivamente de nuestras fuerzas y de aquello que poseemos, cuando la carrera por la acumulación se vuelve agobiante y abrumadora exacerbando el egoísmo y el uso de medios inmorales”.

En este caso, “la exigencia del Maestro es una invitación a recuperar la memoria agradecida y reconocer que, más bien que una victoria personal, nuestra vida y nuestras capacidades son fruto de un regalo tejido entre Dios y tantas manos silenciosas de personas de las cuales sólo llegaremos a conocer sus nombres en la manifestación del Reino de los Cielos”.






Homilía del Papa Francisco en la Misa celebrada ante un millón de fieles en Madagascar
Redacción ACI Prensa



El Papa Francisco presidió este domingo 8 de septiembre la celebración de la Misa en el Campo Diocesano de Soamandrakizay, en Madagascar, donde se encuentra de viaje apostólico, ante 1 millón de fieles, según estimaciones de los organizadores.

En su homilía, el Pontífice habló de las exigencias de Jesús para aquellos que deciden seguirle, y que implican una renuncia a la vida cerrada y al individualismo.

“Cuán urgente es esta invitación de Jesús a morir a nuestros encierros, a nuestros individualismos orgullosos para dejar que el espíritu de hermandad –que surge del costado abierto de Jesucristo, de donde nacemos como familia de Dios– triunfe, y donde cada uno pueda sentirse amado, porque es comprendido, aceptado y valorado en su dignidad”.

A continuación, la homilía completa del Papa Francisco:

El Evangelio nos dice que «mucha gente acompañaba a Jesús» (Lc 14,25). Como esas multitudes que se agrupaban a lo largo del camino de Jesús, muchos de vosotros habéis venido para acoger su mensaje y para seguirlo. Pero bien sabéis que el seguimiento de Jesús no es fácil. No es relajante. Vosotros no habéis reposado y muchos de vosotros habéis pasado la noche aquí. El evangelio de Lucas nos recuerda, en efecto, las exigencias de este compromiso.

Es importante evidenciar cómo estas exigencias se dan en el marco de la subida de Jesús a Jerusalén, entre la parábola del banquete donde la invitación está abierta a todos —especialmente para aquellos rechazados que viven en las calles y plazas, en el cruce de caminos—; y las tres parábolas llamadas de la misericordia, donde también se organiza fiesta cuando lo perdido es hallado, cuando quien parecía muerto es acogido, celebrado y devuelto a la vida en la posibilidad de un nuevo comenzar. Toda renuncia cristiana tiene sentido a la luz del gozo y la fiesta del encuentro con Jesucristo.


La primera exigencia nos invita a mirar nuestros vínculos familiares. La vida nueva que el Señor nos propone resulta incómoda y se transforma en sinrazón escandalosa para aquellos que creen que el acceso al Reino de los Cielos sólo puede limitarse o reducirse a los vínculos de sangre, a la pertenencia a determinado grupo, clan o cultura particular.

Cuando el “parentesco” se vuelve la clave decisiva y determinante de todo lo que es justo y bueno se termina por justificar y hasta “consagrar” ciertas prácticas que desembocan en la cultura de los privilegios y la exclusión — favoritismos, amiguismos y, por tanto, corrupción—. La exigencia del Maestro nos lleva a levantar la mirada y nos dice: cualquiera que no sea capaz de ver al otro como hermano, de conmoverse con su vida y con su situación, más allá de su proveniencia familiar, cultural, social «no puede ser mi discípulo» (Lc 14,26). Su amor y entrega es una oferta gratuita por todos y para todos.

La segunda exigencia nos muestra lo difícil que resulta el seguimiento del Señor cuando se quiere identificar el Reino de los Cielos con los propios intereses personales o con la fascinación por alguna ideología que termina por instrumentalizar el nombre de Dios o la religión para justificar actos de violencia, segregación e incluso homicidio, exilio, terrorismo y marginación.

La exigencia del Maestro nos anima a no manipular el Evangelio con tristes reduccionismos sino a construir la historia en fraternidad y solidaridad, en el respeto gratuito de la tierra y de sus dones sobre cualquier forma de explotación; animándonos a vivir el «diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento recíproco como método y criterio» (Documento sobre la fraternidad humana, Abu Dhabi, 4 febrero 2019); no cediendo a la tentación de ciertas doctrinas incapaces de ver crecer juntos el trigo y la cizaña en la espera del dueño de la mies (cf. Mt 13,24-30).

Y, por último, ¡qué difícil puede resultar compartir la vida nueva que el Señor nos regala cuando continuamente somos impulsados a justificarnos a nosotros mismos, creyendo que todo proviene exclusivamente de nuestras fuerzas y de aquello que poseemos, cuando la carrera por la acumulación se vuelve agobiante y abrumadora —como escuchamos en la primera lectura— exacerbando el egoísmo y el uso de medios inmorales!

La exigencia del Maestro es una invitación a recuperar la memoria agradecida y reconocer que, más bien que una victoria personal, nuestra vida y nuestras capacidades son fruto de un regalo (cf. Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 55) tejido entre Dios y tantas manos silenciosas de personas de las cuales sólo llegaremos a conocer sus nombres en la manifestación del Reino de los Cielos.

Con estas exigencias, el Señor quiere preparar a sus discípulos a la fiesta de la irrupción del Reino de Dios liberándolos de ese obstáculo dañino, en definitiva, una de las peores esclavitudes: el vivir para sí. Es la tentación de encerrarse en pequeños mundos que termina dejando poco espacio para los demás: ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien.

Muchos, al encerrarse, pueden sentirse “aparentemente” seguros, pero terminan por convertirse en personas resentidas, quejosas, sin vida. Esa no es la opción de una vida digna y plena, ese no es el deseo de Dios para nosotros, esa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 2).


En el camino hacia Jerusalén, el Señor, con estas exigencias, nos invita a levantar la mirada, a ajustar las prioridades y sobre todo a crear espacios para que Dios sea el centro y eje de nuestra vida.

Miremos nuestro entorno, ¡cuántos hombres y mujeres, jóvenes, niños sufren y están totalmente privados de todo! Esto no pertenece al plan de Dios. Cuán urgente es esta invitación de Jesús a morir a nuestros encierros, a nuestros individualismos orgullosos para dejar que el espíritu de hermandad —que surge del costado abierto de Jesucristo, de donde nacemos como familia de Dios— triunfe, y donde cada uno pueda sentirse amado, porque es comprendido, aceptado y valorado en su dignidad.

«Ante la dignidad humana pisoteada, a menudo permanecemos con los brazos cruzados o con los brazos caídos, impotentes ante la fuerza oscura del mal. Pero el cristiano no puede estar con los brazos cruzados, indiferente, ni con los brazos caídos, fatalista: ¡no! El creyente extiende su mano, como lo hace Jesús con él» (Homilía con motivo de la Jornada Mundial de los Pobres, 18 noviembre 2018).

La Palabra de Dios que hemos escuchado nos invita a reanudar el camino y a atrevernos a dar ese salto cualitativo y adoptar esta sabiduría del desprendimiento personal como la base para la justicia y para la vida de cada uno de nosotros: porque juntos podemos darle batalla a todas esas idolatrías que llevan a poner el centro de nuestra atención en las seguridades engañosas del poder, de la carrera y del dinero y en la búsqueda patológica de glorias humanas.

Las exigencias que indica Jesús dejan de ser pesantes cuando comenzamos a gustar la alegría de la vida nueva que él mismo nos propone: la alegría que nace de saber que Él es el primero en salir a buscarnos al cruce de caminos, también cuando estábamos perdidos como aquella oveja o ese hijo pródigo. Que este humilde realismo nos impulse a asumir grandes desafíos, y os dé las ganas de hacer de vuestro bello país un lugar donde el Evangelio se haga vida, y la vida sea para mayor gloria de Dios.

Decidámonos y hagamos nuestros los proyectos del Señor.


Discurso del Papa Francisco en la Vigilia con los jóvenes de Madagascar
Redacción ACI Prensa
Crédito: Edward Pentin - EWTN



Este sábado el Papa Francisco se dirigió a cerca de 100 mil jóvenes reunidos en Madagascar, en África, para darles un mensaje de esperanza y anunciar que el Señor los llama a cada uno por su nombre, y les pide que lo sigan para ser esperanza en su nación y en la vida de la Iglesia.

A continuación el texto completo del discurso:

Agradezco a Monseñor por sus palabras de bienvenida. Gracias, queridos jóvenes que Habéis venido de todos los rincones de esta hermosa isla, a pesar de los esfuerzos y dificultades que esto representa para un gran número de vosotros. Sin embargo ¡estáis aquí! Me da mucha alegría poder vivir con vosotros esta vigilia a la que el Señor Jesús nos invita. Gracias por las canciones y bailes tradicionales que habéis realizado con tanto entusiasmo — no se equivocaron quienes me dijeron que vosotros tenéis una alegría y entusiasmo extraordinario.

Gracias, Rova Sitraka y Vavy Elyssa, por compartir con cada uno de nosotros vuestro camino de búsqueda entre aspiraciones y desafíos. ¡Qué bueno encontrar dos jóvenes con fe viva, en movimiento! Jesús nos deja el corazón siempre inquieto, nos pone en camino y en movimiento. El discípulo de Jesús, si quiere crecer en su amistad, no puede quedar quieto, quejándose o mirándose a sí mismo. Debe moverse, debe actuar, comprometerse, seguro de que el Señor lo apoya y lo acompaña.

Por eso, me gusta ver a cada joven como uno que busca. ¿Os acordáis de la primera pregunta que Jesús le hace a los discípulos a la orilla del Jordán?: «¿Qué buscáis?» (Jn 1,38). El Señor sabe que somos buscadores de esa «felicidad para la cual fuimos creados» y que «el mundo no nos podrá quitar» (Exhort. ap. Gaudete et exultate, 1; 177). Cada uno lo manifiesta de diversas maneras pero, en el fondo vosotros siempre estáis buscando esa felicidad que nadie nos podrá quitar.


Como nos lo compartiste tú, Rova. En tu corazón tenías una vieja inquietud de visitar a las personas encarceladas. Comenzaste a ayudar a un sacerdote en su misión y, poco a poco, te fuiste comprometiendo cada vez más hasta que se convirtió en tu misión personal. Descubriste que tu vida era una misión. Esta búsqueda de fe ayuda a hacer que el mundo en el que vivimos sea mejor, más evangélico. Y lo que hiciste por los demás, te transformó, cambió tu forma de ver y de juzgar a las personas. Te hizo más justa y más humana. Te comprometiste y descubriste cómo el Señor se comprometió contigo dándote una felicidad que el mundo no te podrá quitar (cf. ibíd., 177).

En tu misión aprendiste a dejar los adjetivos y a llamar a las personas por su nombre, como el Señor lo hace con nosotros. No nos llama por nuestro pecado, por nuestros errores, equivocaciones, limitaciones, sino que lo hace por nuestro nombre; cada uno es precioso a sus ojos. El demonio, sin embargo, sabiendo también nuestros nombres prefiere llamarnos y recordarnos continuamente nuestros pecados y errores; y de esta forma nos hace sentir que hagamos lo que hagamos nada puede cambiar, que todo seguirá igual. El Señor no actúa así. El Señor siempre nos recuerda lo valiosos que somos ante sus ojos y nos confía una misión.

Aprendiste a conocer no sólo las cualidades, sino las historias que se esconden detrás de cada rostro. Dejaste de lado la crítica fácil y rápida, que siempre paraliza, para aprender algo que a muchas personas nos puede llevar años descubrir. Te diste cuenta que, en muchas de las personas que estaban en prisión, no había maldad sino malas elecciones. Erraron el camino y lo sabían, pero ahora tenían ganas de recomenzar.

Esto nos recuerda uno de los regalos más hermosos que la amistad con Jesús nos puede ofrecer. «Él está en ti, Él está contigo y nunca se va. Por más que te alejes, allí está el Resucitado, llamándote y esperándote para volver a empezar» (Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 2) y confiarte una misión. Este es el regalo que nos invita a descubrir y a celebrar hoy a todos nosotros.

Todos sabemos, incluso por experiencia personal, que se puede errar el camino y correr detrás de espejismos que nos prometen y encantan con una felicidad aparente, rápida, fácil e inmediata, pero que al final dejan el corazón, la mirada y el alma a mitad de camino. Esas ilusiones que, cuando somos jóvenes, nos seducen con promesas que nos adormecen, nos quitan vitalidad, alegría, nos vuelven dependientes y encerrados en un aparente círculo sin salida y lleno de amargura.

Una amargura que, yo no sé si es verdad, pero os puede hacer caer en el peligro de pensar: “Es así ... nada puede cambiar y nadie puede cambiarlo”. Especialmente cuando no se cuenta con lo mínimo necesario para pelear el día a día; cuando las oportunidades efectivas para estudiar no son suficientes; o para aquellos que experimentan que su futuro está atascado debido a la falta de trabajo, la precariedad, las injusticias sociales, y entonces tienen la tentación de rendirse.

El Señor es el primero en decir: no, este no es el camino. Él está vivo y te quiere vivo a ti también compartiendo todos tus dones y carismas, tus búsquedas y competencias (cf. ibíd., 1). El Señor nos llama por nuestros nombres y nos dice: ¡Sígueme! No para hacernos correr detrás de espejismos, sino para transformarnos a cada uno en discípulos-misioneros aquí y ahora. Él es el primero en desmentir todas las voces que buscan adormeceros, domesticaros, anestesiaros o silenciaros para que no busquéis nuevos horizontes. Con Jesús siempre hay   horizontes. Él nos quiere transformar a todos y hacer de nuestra vida una misión. Pero nos pide que no tengamos miedo a ensuciarnos las manos.

A través de vosotros entra el futuro en Madagascar y en la Iglesia. El Señor es el primero en confiar en vosotros y os invita a que también confiéis en vosotros mismos, en vuestras habilidades y capacidades, que son muchas. Os invita a animaros, unidos a Él para escribir la página más hermosa de vuestras vidas, a superar la apatía y a ofrecer, como Rova, una respuesta cristiana a los múltiples problemas que tenéis que enfrentar. Es el Señor quien nos invita a ser constructores del futuro (cf. ibíd., 174). Contribuyendo a ello como sólo vosotros podéis hacerlo con la alegría y la frescura de vuestra fe. Te pregunto y te pido que tú mismo te preguntes:

¿Puede Él contar contigo? Pero el Señor no quiere aventureros solitarios. El nos regala una misión, sí, pero no nos manda solos al frente de batalla.

Como bien ha dicho Vavy Elyssa, es imposible ser discípulo misionero solos; necesitamos de los demás para poder vivir y compartir el amor y la confianza que el Señor nos tiene. El encuentro personal con Jesús es irremplazable, pero no en solitario sino en comunidad.

A ella quiero confiar la vida de todos y cada uno de vosotros, de vuestras familias y amigos para que nunca os falte la luz de la esperanza y Madagascar pueda ser cada vez más la tierra que el Señor soñó. Que ella os acompañe y os proteja siempre.

Es cierto que solos podemos hacer cosas grandes, sí; pero juntos podemos soñar y comprometernos con cosas inimaginables. Vavy lo ha expresado con claridad. Estamos invitados a descubrir el rostro de Jesús en el rostro de los demás: celebrando la fe en familia, creando lazos de fraternidad, participando en la vida de un grupo o movimiento y animándonos a trazar un camino común vivido en solidaridad. Así podremos aprender a descubrir y discernir los caminos que el Señor nos invita a recorrer, los horizontes que tiene para vosotros: Pero ¡nunca aislarse o “querer estar solos”! Esa es una de las peores tentaciones que podemos tener.

En comunidad podemos aprender a presenciar los pequeños milagros cotidianos, así como los testimonios de lo hermoso que es seguir y amar a Jesús. Y esto, muchas veces de forma indirecta, como en el caso de tus padres Vavy que, a pesar de pertenecer a dos tribus diversas, cada una con sus usos y costumbres, gracias al amor recíproco que se tienen, pudieron superar todas las pruebas y diferencias, y mostrarte un hermoso camino por el que transitar. Camino que se sella cada vez que os dan los frutos de la tierra para ofrecerlos en el altar. ¡Cuánta falta hacen estos testimonios! O como tu tía o las catequistas y los sacerdotes que las han acompañado y sostenido en el proceso de fe. Todo ayudó a engendrar y animar vuestro “sí”. Todos somos importantes y necesarios y nadie puede decir: “no te necesito” o “no formas parte de este proyecto de amor que el Padre soñó al crearnos”.

Somos una gran familia, y podemos descubrir, queridos jóvenes, que tenemos una Madre: la protectora de Madagascar, la Virgen María. Siempre me impactó la fuerza del “sí” de María joven. La fuerza de ese “hágase según tu palabra” que le dijo al ángel. Fue algo distinto a un “sí” como diciendo: “bueno, vamos a probar a ver qué pasa”. María no conocía la expresión: “Vamos a ver qué pasa”. Dijo “sí”, sin vueltas. Fue el “sí” de quien quiere comprometerse y arriesgar, de quien quiere apostarlo todo, sin más seguridad que la certeza de saberse portador de una promesa. Aquella muchacha hoy es la Madre que vela por sus hijos que caminamos por la vida muchas veces cansados, necesitados, pero queriendo que la luz de la esperanza no se apague. Eso es lo que queremos para Madagascar, para cada uno de vosotros y de vuestros amigos: que la luz de la esperanza no se apague. Nuestra Madre mira a este pueblo de jóvenes que ella ama, que también la busca haciendo silencio en el corazón, aunque en el camino haya mucho ruido, conversaciones y distracciones; y le implora para que no se apague la esperanza (cf. ibíd., 44-48).





El Papa ante 100 mil jóvenes: El Señor los llama por sus nombres y les dice ¡Sígueme!
Redacción ACI Prensa
 Crédito: Edward Pentin


Este sábado el Papa Francisco se dirigió a cerca de 100 mil jóvenes reunidos en Madagascar, en África, para darles un mensaje de esperanza y anunciar que el Señor los llama a cada uno por su nombre, y les pide que lo sigan para ser esperanza en su nación y en la vida de la Iglesia.

“El Señor es el primero en decir: no, este no es el camino. Él está vivo y te quiere vivo a ti también compartiendo todos tus dones y carismas, tus búsquedas y competencias. El Señor nos llama por nuestros nombres y nos dice: ¡Sígueme! No para hacernos correr detrás de espejismos, sino para transformarnos a cada uno en discípulos-misioneros aquí y ahora”, dijo el Santo Padre este 7 de septiembre durante la Vigilia realizada en el campo diocesano de Soamandrakizay, en el marco de su viaje apostólico a tres países africanos.

Antes de dar inicio a su extenso mensaje, el Papa Francisco arribó al campo en el papamóvil en horas de la noche, donde fue recibido en medio de cantos y vítores alegres por los miles de jóvenes. Una vez se posicionó en el escenario principal, Mons. Fulgence Razakarivony, Obispo de Ihosy y Presidente de la Comisión Episcopal para la Juventud de Madagascar, ofreció el discurso de bienvenida.

El Prelado expresó que él y su pueblo sienten una “alegría inmensa, particular y única” de ver al Papa en vivo en directo, y ya no a “través de mensajes escritos o mensajes de video”.

Además, presentó a los jóvenes de Madagascar como personas “llenas de entusiasmo y vitalidad, en busca de un futuro mejor”, pero “que enfrentan múltiples dificultades a nivel social, cultural, intelectual y religioso”. No obstante, acotó que ellos “no se desaniman porque Su Magisterio los consuela y los invita a mantener la antorcha de la esperanza siempre encendida”.

“Una esperanza que no decepciona porque está arraigada en la fe en Aquel que ha conquistado la muerte y las fuerzas del mal”, añadió.


Tras las palabras del Obispo de Ihosy, decenas de niños malgaches danzaron bailes típicos frente al Papa, que permaneció sentado deleitándose con el espectáculo. Luego, dos jóvenes se acercaron al estrado para presentar sus testimonios de vida y conversión ante la comunidad y el Papa Francisco, previo al inicio de su discurso.

El primer testimonio fue de Rova Sitraka Ranarison, un joven de 27 años de la Diócesis de Antananarivo, quien, durante varios años de su vida, ha puesto en práctica las obras de misericordia visitando a los presos en las cárceles. Mientras que el segundo testimonio lo dio Vavy Elyssa Nekendraza, una joven de 21 años de la Diócesis de Maintirano, quien retrató el amor recíproco que se tienen sus padres, que a pesar de ser de dos tribus diferentes, lograron superar todas las pruebas y diferencias, y hoy eso le refleja el amor de Dios.

Tras escuchar ambos testimonios, el Santo Padre dio inicio a su discurso agradeciendo a Mons. Razakarivony y a todos los jóvenes que llegaron de “todos los rincones” de la isla, a pesar “de los esfuerzos y dificultades que esto representa para un gran número” de ellos.

También agradeció el testimonio de Rova Sitraka y Vavy Elyssa, por compartir su “camino de búsqueda entre aspiraciones y desafíos”, y por mostrar una fe viva movida por Jesús y el deseo de “crecer en su amistad” con la seguridad de que Él siempre los apoya y acompaña.

El Papa Francisco aseguró que el Señor llama a cada uno por su nombre: “No nos llama por nuestro pecado, por nuestros errores, equivocaciones, limitaciones, sino que lo hace por nuestro nombre; cada uno es precioso a sus ojos”.

No obstante, recordó que el demonio, por el contrario, “sabiendo también nuestros nombres prefiere llamarnos y recordarnos continuamente nuestros pecados y errores; y de esta forma nos hace sentir que hagamos lo que hagamos nada puede cambiar, que todo seguirá igual. El Señor no actúa así. El Señor siempre nos recuerda lo valiosos que somos ante sus ojos y nos confía una misión”.

En ese sentido, el Papa Francisco resaltó uno “de los regalos más hermosos” que proviene de la amistad con Jesús, citando la Exhortación Apostólica Christus vivit: “Él está en ti, Él está contigo y nunca se va. Por más que te alejes, allí está el Resucitado, llamándote y esperándote para volver a empezar”.

“Todos sabemos, incluso por experiencia personal, que se puede errar el camino y correr detrás de espejismos que nos prometen y encantan con una felicidad aparente, rápida, fácil e inmediata, pero que al final dejan el corazón, la mirada y el alma a mitad de camino”, reconoció Francisco.

En otro momento, también reconoció que las personas pueden llegar a llenarse de “amargura” y tener la “tentación de rendirse” por la falta de oportunidades, “la precariedad, las injusticias sociales”.

Sin embago, dijo que Jesús “es el primero en desmentir todas las voces que buscan adormeceros, domesticaros, anestesiaros o silenciaros para que no busquéis nuevos horizontes. Con Jesús siempre hay horizontes”.

“A través de vosotros entra el futuro en Madagascar y en la Iglesia. El Señor es el primero en confiar en vosotros y os invita a que también confiéis en vosotros mismos, en vuestras habilidades y capacidades, que son muchas. Os invita a animaros, unidos a Él para escribir la página más hermosa de vuestras vidas (…) Es el Señor quien nos invita a ser constructores del futuro”, resaltó.

En ese contexto, el Papa Francisco recordó que Dios “no nos manda solos al frente de batalla”, sino que a través de los demás se “comparte el amor y la confianza que el Señor nos tiene”. “El encuentro personal con Jesús es irremplazable, pero no en solitario sino en comunidad”, acotó.

Cerca al final de su reflexión, el Pontífice dijo a los jóvenes que nunca olviden que tienen una Madre, quien es además protectora de Madagascar, la Virgen María.

“A ella quiero confiar la vida de todos y cada uno de vosotros, de vuestras familias y amigos para que nunca os falte la luz de la esperanza y Madagascar pueda ser cada vez más la tierra que el Señor soñó. Que ella os acompañe y os proteja siempre. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí”, concluyó el Papa.




El Papa reza en silencio en Madagascar ante la tumba de la beata Rasoamanarivo
POR MIGUEL PÉREZ PICHEL | ACI Prensa
 Foto: Captura YouTube



Al finalizar el encuentro con los Obispos de Madagascar en la Catedral de Andohalo, este sábado 7 de septiembre, cuarto día de su viaje apostólico por África, el Papa Francisco rezó brevemente ante la tumba de la beata Victoire Rasoamanarivo, en una capilla anexa a la catedral.

La beata Victoire Rasoamanarivo, beatificada por San Juan Pablo II el 29 de abril de 1989, nació en Antananarivo en 1848. Educada en una religión tradicional de la isla se bautizó después de asistir a la escuela de una misión de jesuitas francesas.


Se casó con el hijo de un oficial del ejército y defendió su matrimonio, convencida de la indisolubilidad y santidad del matrimonio, a pesar de la violencia de su marido.

Durante la persecución desatada en Madagascar contra los cristianos a partir de 1883, que supuso la expulsión de todos los misioneros y la acusación de traición contra todos los fieles cristianos, Victoria Rasoamanarivo decidió seguir viviendo su cristianismo de forma abierta, sin miedo a las posibles consecuencias.

A partir de 1886, los misioneros pudieron regresar a Madagascar y continuar su obra evangelizadora. Se caracterizó por una profunda vida de oración y por sus numerosas obras de caridad. Falleció el 21 de agosto de 1894, cuando tenía 46 años.

Ante la tumba, en la capilla, el Papa estuvo unos minutos en silenciosa oración. Antes, al finalizar el discurso a los Obispos de Madagascar, dijo de la beata Victoria Rasoamanarivo, “que supo hacer el bien, custodiar y extender la fe en tiempos difíciles”. 



El Papa Francisco explica a Obispos: “El verdadero pastor no exige más de la cuenta”
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa
 Foto: Vatican Media



El Papa Francisco dijo a los obispos de la Conferencia Episcopal de Madagascar que “el verdadero pastor no exige más de la cuenta, no menosprecia resultados aparentemente más pobres”.

En su discurso de este 7 de septiembre en la Catedral de Andohalo, el Pontífice recordó a los obispos la importancia de ser pastores que siembren esperanza, les pidió no caer en la mundanidad, ni el control, y también les pidió discernir bien sobre los candidatos al sacerdocio.

Además, el Papa recordó el lema elegido para esta visita apostólica “Sembrador de paz y de esperanza” y dijo que “puede ser un eco de la misión que se nos ha encomendado. Porque somos sembradores, y el que siembra lo hace con esperanza; lo hace asentado en su esfuerzo y entrega personal, pero sabiendo que hay infinidad de factores que deben concurrir para que lo sembrado germine, crezca, se convierta en espiga y finalmente en trigo abundante”.

“El sembrador cansado y preocupado no baja los brazos, no abandona y menos aún quema su campo cuando algo se malogra. Sabe esperar, confía, asume las contrariedades de su siembra, pero jamás deja de amar aquel campo encomendado a su cuidado; incluso si viene la tentación, tampoco escapa encomendándoselo a otro”, afirmó el Papa.

Por ello, Francisco alentó a “dar lo mejor de sí” y a los obispos ser “imagen del Sembrador” para “esparcir las semillas de la fe y la esperanza en esta tierra”.


“Sé que tienen muchas razones para preocuparse y que, entre otras cosas, llevan en el corazón la responsabilidad de velar por la dignidad de todos sus hermanos que reclama construir una nación cada vez más solidaria y próspera, dotada de instituciones sólidas y estables”, reconoció el Papa.

En esta línea, el Santo Padre instó a “la colaboración madura e independiente entre la Iglesia y el Estado es un desafío permanente” y remarcó “este es el desafío: que sea madura e independiente”.

También, el Papa Francisco señaló la importancia de la espera “con paciencia cristiana a la semilla esparcida, sabiendo por otra parte que no estamos a cargo ni somos responsables de todo el proceso. No se puede. El sembrador no va cada día a excavar la tierra a ver cómo crece la semilla”.

“Un pastor, que siembra, evita controlarlo todo. Los pastores controladores no dejan crecer. El pastor que siembra da espacio para las iniciativas, deja crecer en distintos tiempos, no todos tienen el mismo tiempo de crecimiento, y no estandariza. La uniformidad no es vida. La vida es variada. Cada uno tiene su propio modo de ser, de crecer, de ser persona. La uniformidad no está concebida de ese modo un camino cristiano”, explicó.

De este modo, el Papa advirtió el peligro de los pastores controladores y afirmó que “el verdadero pastor; no exige más de la cuenta, no menosprecia resultados aparentemente más pobres”

El pastor es como el portero de fútbol
Y realizó esta comparación: “el pastor es como el portero del equipo de fútbol: toma el balón de donde se lo echan. Sabe moverse, sabe tomar la libertad de donde viene. Y luego corrige. Pero en el momento toma la vida como viene. Eso es amor de pastor”. También, el Pontífice solicitó tener “fidelidad al Evangelio” para ser “pastores cercanos al pueblo de Dios, comenzando por nuestros hermanos sacerdotes —que son nuestro prójimo más prójimo— que deben recibir un cuidado especial de nuestra parte”.

Y nuevamente improvisando, el Papa afirmó: “Aquí me permito salir del texto para hablar de la cercanía del pastor. El pastor debe ser cercano a Dios, cercano a sus sacerdotes y cercano al pueblo. Las tres cercanías del pastor. El pastor que se aleja del pueblo, que pierde el olor del pueblo… Es como un funcionario de corte, de corte Pontificia, eso es importante, pero de corte, al final. Y eso no sirve”, expresó.

Discernir bien las vocaciones
En este sentido, Francisco remarcó “el deber urgente” de los pastores ante la calidad de los trabajadores, es decir, la importancia de acompañar y discernir “especialmente con respecto a las vocaciones a la vida consagrada y al sacerdocio… En esto les recomiendo estar atentos”.


“¡No se dejen engañar por la necesidad de los números! Como tenemos necesidad de sacerdotes, tomo sin necesidad de discernimiento… Creo que por su parte no es muy común porque tienen vocaciones y esa libertad de acudir al discernimiento. Pero en algunos países de Europa es lamentable. La falta de vocaciones empuja al Obispo a tomar de allí, de allí, de allí…, sin ver la vida cómo era, y toman descartados de otros seminarios, descartados de la vida religiosa, que han sido descartados por inmorales, o por otras deficiencias. Por favor, estén atentos. ¡No hagan entrar el lobo en el rebaño!”, exclamó el Papa.

En este sentido, el Santo Padre recomendó: “por favor, no clericalicen a los laicos. Los laicos son laicos. Yo escuché en la anterior diócesis propuestas como esta: ‘Señor Obispo, yo tengo en la parroquia un laico maravilloso. Trabaja, organiza, todo… ¡Lo hacemos diácono!’ ¡No! ¡Déjalo ahí! ¡No le arruines la vida! ¡Déjalo de laico!”, afirmó.

Asimismo, el Papa envió un saludo especial “a los sacerdotes, religiosos y religiosos que están enfermos o muy afectados por la vejez” y los animó a ir a visitarlos para asegurarlos en sus oraciones y cuidarlos “con ternura, sosteniéndolos en esa hermosa misión de la intercesión”.

Finalmente, el Papa recordó a las dos mujeres que custodian esta Catedral a quienes se encomendó especialmente: “en la capilla de al lado descansan los restos de la beata Victoria Rasoamanarivo, que supo hacer el bien, custodiar y extender la fe en tiempos difíciles; y la imagen de la Virgen María que con sus brazos abiertos hacia el valle y las colinas, parece abrazarlo todo”.

“A ellas le pedimos que ensanchen siempre nuestro corazón, que nos enseñen la compasión de las entrañas maternas que la mujer y Dios sienten ante los olvidados de la tierra y nos ayuden a sembrar paz y esperanza”, concluyó.


Discurso del Papa Francisco a los Obispos de Madagascar
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media


El Papa Francisco se reunió este sábado 7 de septiembre con la Conferencia Episcopal de Madagascar en la Catedral de Andohalo.

En su discurso, en el cual improvisó en varias ocasiones, el Santo Padre recordó a los obispos la importancia de ser pastores que siembren esperanza, que no caigan en la mundanidad, ni el la rigidez ni el control, y también les pidió discernir bien sobre los candidatos al sacerdocio.

Además, el Pontífice exhortó a que “el pastor debe ser cercano a Dios, cercano a sus sacerdotes y cercano al pueblo” y alertó sobre los pastores controladores: “el verdadero pastor no exige más de la cuenta, no menosprecia resultados aparentemente más pobres”.

“No se dejen engañar por la necesidad de los números. Como tenemos necesidad de sacerdotes, tomo sin necesidad de discernimiento”, advirtió el Papa.

A continuación, el discurso del Papa Francisco a la Conferencia Episcopal de Madagascar:

Queridos hermanos en el episcopado:

Gracias, señor Cardenal, por sus palabras de bienvenida en nombre de todos sus hermanos. Agradezco, a su vez, que las mismas hayan querido mostrar cómo la misión que nos proponemos vivir se da en medio de contradicciones: una tierra rica y mucha pobreza; una cultura y una sabiduría heredada de los antepasados que nos hacen valorar la vida y la dignidad de la persona humana, pero también la constatación de la desigualdad y la corrupción. Es difícil la tarea del pastor en estas circunstancias.

“Sembrador de paz y de esperanza” es el lema elegido para esta visita, y que bien puede ser un eco de la misión que se nos ha encomendado. Porque somos sembradores, y el que siembra lo hace con esperanza; lo hace asentado en su esfuerzo y entrega personal, pero sabiendo que hay infinidad de factores que deben concurrir para que lo sembrado germine, crezca, se convierta en espiga y finalmente en trigo abundante.

El sembrador cansado y preocupado no baja los brazos, no abandona y menos aún quema su campo cuando algo se malogra. Sabe esperar, confía, asume las contrariedades de su siembra, pero jamás deja de amar aquel campo encomendado a su cuidado; incluso si viene la tentación, tampoco escapa encomendándoselo a otro. El sembrador conoce su tierra, la “toca”, la “huele” y la prepara para que pueda dar lo mejor de sí. Nosotros, obispos, a imagen del Sembrador, estamos llamados a esparcir las semillas de la fe y la esperanza en esta tierra. Para eso es necesario que desarrollemos ese “olfato” que nos permita conocerla mejor y descubrir también lo que dificulta, obstruya o dañe lo sembrado.


Por eso, «los Pastores, acogiendo los aportes de las distintas ciencias, tienen derecho a emitir opiniones sobre todo aquello que afecte a la vida de las personas, ya que la tarea evangelizadora implica y exige una promoción integral de cada ser humano. Ya no se puede decir que la religión debe recluirse en el ámbito privado y que está sólo para preparar las almas para el cielo. Sabemos que Dios quiere la felicidad de sus hijos también en esta tierra, aunque estén llamados a la plenitud eterna, porque Él creó todas las cosas “para que las disfrutemos” (1 Tm 6,17), para que todos puedan disfrutarlas. De ahí que la conversión cristiana exija revisar “especialmente todo lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien común”. Por consiguiente, nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 182-183).

Sé que tienen muchas razones para preocuparse y que, entre otras cosas, llevan en el corazón la responsabilidad de velar por la dignidad de todos sus hermanos que reclama construir una nación cada vez más solidaria y próspera, dotada de instituciones sólidas y estables. ¿Puede un pastor digno de ese nombre permanecer indiferente ante los desafíos que enfrentan sus conciudadanos de todas las categorías sociales, independientemente de sus denominaciones religiosas? ¿Puede un pastor al estilo de Jesucristo ser indiferente a las vidas que le fueron confiadas?

La dimensión profética relacionada con la misión de la Iglesia requiere, en todas partes y siempre, un discernimiento que no suele ser fácil. En este sentido, la colaboración madura e independiente entre la Iglesia y el Estado es un desafío permanente, he dicho colaboración madura e independiente entre la Iglesia y el Estado. Ese es el desafío: que sea madura e independiente. Porque el peligro de una connivencia nunca está muy lejos, especialmente si nos lleva a perder la “mordedura evangélica”. Escuchando siempre lo que el Espíritu dice constantemente a las iglesias (cf. Ap 2,7) podremos escapar de las insidias y liberar el fermento del Evangelio para una fructífera colaboración con la sociedad civil en la búsqueda del bien común.

El signo distintivo de ese discernimiento será que el anuncio del evangelio incluye de suyo la preocupación por toda forma de pobreza: no sólo «asegurar a todos un “decoroso sustento”, sino también para que tengan “prosperidad sin exceptuar bien alguno”. Esto implica educación, acceso al cuidado de la salud y especialmente trabajo, porque en el trabajo libre, creativo, participativo y solidario, el ser humano expresa y acrecienta la dignidad de su vida. El salario justo permite el acceso adecuado a los demás bienes que están destinados al uso común» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 192).

La defensa de la persona humana es otra dimensión de nuestro compromiso pastoral. Para ser pastores según el corazón de Dios, debemos ser nosotros los primeros en la opción por proclamar el Evangelio a los pobres. Los primeros en la opción por proclamar el Evangelio a los pobres: «No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, “los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio”, y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos» (ibíd., 48).

En otras palabras, tenemos un deber especial de cercanía y protección hacia los pobres, los marginados y los pequeños, hacia los niños y las personas más vulnerables, víctimas de explotación y de abuso. Víctimas hoy de esta cultura del descarte. Hoy la mundanidad nos ha llevado a introducir en los programas sociales, en los programas de desarrollo, el descarte como posibilidad. El descarte del que está por nacer y el descarte del que está por morir para acelerar la partida.

Ese inmenso campo no sólo es limpiado y roturado por el espíritu profético, sino que también se espera con paciencia cristiana a la semilla esparcida, sabiendo por otra parte que no estamos a cargo ni somos responsables de todo el proceso. No se puede. El sembrador no va cada día a excavar la tierra a ver cómo crece la semilla.

Un pastor, que siembra, evita controlarlo todo. Los pastores controladores no dejan crecer. El pastor que siembra da espacio para las iniciativas, deja crecer en distintos tiempos, no todos tienen el mismo tiempo de crecimiento, y no estandariza. La uniformidad no es vida. La vida es variada. Cada uno tiene su propio modo de ser, de crecer, de ser persona. La uniformidad no está concebida de ese modo un camino cristiano.

El verdadero pastor; no exige más de la cuenta, no menosprecia resultados aparentemente más pobres. “En esta ocasión ha ido así…, adelante, tranquilo. La próxima vez irá mejor”. Pero siempre sabe vender los resultados como vienen. Permitanme que les diga cómo concibo en algunas ocasiones, qué imagen me viene a la mente cuando pienso en la vida del pastor. El pastor debe tomar la vida de donde viene, con los resultados que vengan.

El pastor es como el portero del equipo de fútbol: toma el balón de donde se lo echan. Sabe moverse, sabe tomar la libertad de donde viene. Y luego corrige. Pero en el momento toma la vida como viene. Eso es amor de pastor. También esta fidelidad al Evangelio nos hace pastores cercanos al pueblo de Dios, comenzando por nuestros hermanos sacerdotes —que son nuestro prójimo más prójimo— que deben recibir un cuidado especial de nuestra parte.

Aquí me permito salir del texto para hablar de la cercanía del pastor. El pastor debe ser cercano a Dios, cercano a sus sacerdotes y cercano al pueblo. Las tres cercanías del pastor. El pastor que se aleja del pueblo, que pierde el olor del pueblo… Es como un funcionario de corte, de corte Pontificia, eso es importante, pero de corte, al final. Y eso no sirve.

Hace un tiempo manifestaba a los obispos italianos la atención que nuestros sacerdotes puedan encontrar en sus obispos la figura del hermano mayor y padre que los aliente y sostenga en el camino (cf. Discurso a la Conferencia Episcopal Italiana, 20 mayo 2019). Es la paternidad espiritual que impulsa al obispo a no dejar huérfanos a sus presbíteros, y que se puede “palpar” no sólo en la capacidad que tengamos de abrir las puertas a todos los sacerdotes, sino también en nuestra capacidad de ir a buscarlos para acompañarlos cuando estén pasando por un momento de dificultad.

En las alegrías y las dificultades inherentes al ministerio, los sacerdotes deben encontrar en ustedes padres siempre disponibles que saben cómo alentar y apoyar, que saben apreciar los esfuerzos y acompañar los pasos posibles. El Concilio Vaticano II hizo una observación especial sobre este punto: «[Los obispos] han de acoger siempre con amor especial a sus sacerdotes. Estos, en efecto, participan de sus funciones y tareas y las realizan con afán en el trabajo de cada día. Por tanto, los obispos, considerándolos sus hijos y sus amigos, dispuestos a escucharlos y a tratarlos con confianza, han de dedicarse a impulsar la pastoral conjunta de toda la diócesis» (Decr. Christus Dominus, 16).

El cuidado de la tierra implica también la paciente espera de los procesos. El pastor sabe esperar los procesos; y a la hora de la cosecha el agricultor también sopesa la calidad de los trabajadores. Esto les impone como pastores un deber urgente, estoy hablando de la calidad de los trabajadores, de acompañamiento y discernimiento, especialmente con respecto a las vocaciones a la vida consagrada y al sacerdocio, y que es fundamental para asegurar la autenticidad de estas vocaciones. En esto les recomiendo estar atentos.

No se dejen engañar por la necesidad de los números. Como tenemos necesidad de sacerdotes, tomo sin necesidad de discernimiento. Cero que por su parte no es muy común porque tienen vocaciones y esa libertad de acudir al discernimiento. Pero en algunos países de Europa es lamentable. La falta de vocaciones empuja al Obispo a tomar de allí, de allí, de allí…, sin ver la vida cómo era, y toman descartados de otros seminarios, descartados de la vida religiosa, que han sido descartados por inmorales, o por otras deficiencias. Por favor, estén atentos. No hagan entrar el lobo en el rebaño.

La mies es abundante, y el Señor —que no quiere más que auténticos obreros— no se deja encasillar en los modos de llamar, de incitar a la respuesta generosa de la propia vida.  La formación de candidatos para el sacerdocio y la vida consagrada está precisamente destinada a asegurar una maduración y purificación de las intenciones. Sobre esta cuestión, y en el espíritu de la Exhortación apostólica Gaudete et exsultate, me gustaría enfatizar que la llamada fundamental sin la cual las otras no tienen razón de ser, es la llamada a la santidad y que esta «santidad es la cara más bella de la Iglesia» (n. 9). Aprecio vuestros esfuerzos para asegurar la formación de auténticos y santos obreros en la abundante mies en el campo del Señor.

Querría subrayar una actitud que a mí no me gusta porque no viene de Dios: la rigidez. Hoy está de moda, no sólo aquí, sino también en otras partes, encontrar rígidos. Sacerdotes jóvenes rígidos, que quieren salvar con rigidez, quizás, no sólo…, pero que adoptan una actitud de rigidez y, en ocasiones, de museo. Estén atentos. Y sepan que bajo toda rigidez hay graves problemas.

Ese esfuerzo también tiene que abarcar el amplio mundo laical; también los laicos son enviados a la mies, son convocados a tomar parte en la pesca, a arriesgar sus redes y su tiempo en «su múltiple apostolado tanto en la Iglesia como en el mundo» (Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Apostolicam actuositatem, 9). Con toda su extensión, problemática y transformación, el mundo constituye el ámbito específico de apostolado donde están llamados a comprometerse con generosidad y responsabilidad, llevando el fermento del Evangelio. Por eso deseo dar la bienvenida a todas las iniciativas que en cuanto pastores tomen para la formación de los laicos y no dejarlos solos en la misión de ser sal de la tierra y luz del mundo, para contribuir a una transformación de la sociedad y la Iglesia en Madagascar.

Les recomiendo, por favor, no clericalicen a los laicos. Los laicos son laicos. Yo escuché en la anterior diócesis propuestas como esta: “Señor Obispo, yo tengo en la parroquia un laico maravilloso. Trabaja, organiza, todo… ¡Lo hacemos diácono!”. No. Déjalo ahí. No le arruines la vida. Déjalo de laico. Hablando de diáconos. Los diáconos muchas veces sufren la tentación del clericalismo. De volverse presbíteros u Obispos ausentes. Y no. El diácono es el custodio del servicio en la Iglesia. Por favor, alejad a los laicos del altar. Que hagan el trabajo fuera, en el servicio. Si deben ir en misión a bautizar, que bauticen, está bien. Pero en el servicio, que no hagan de sacerdotes ausentes.

Queridos hermanos: Toda esta responsabilidad en el campo de Dios nos debe desafiar a tener el corazón y la mente abierta, a evitar el miedo que encierra y a vencer la tendencia a aislarnos: el diálogo fraterno entre vosotros es importante, así como el compartir los dones y la colaboración entre las Iglesias particulares del Océano Índico, sea un camino esperanzador. Diálogo, colaboración… La similitud de desafíos pastorales, como la protección del medio ambiente en un espíritu cristiano o el problema de la inmigración, exigen reflexiones comunes y una sinergia de acciones a gran escala para un planteamiento eficaz.

Finalmente, a través de vosotros me gustaría saludar de modo especial a los sacerdotes, religiosos y religiosos que están enfermos o muy afectados por la vejez, les dejo una pregunta a cada uno de ustedes: “¿Voy a visitarlos?” Les ruego que les muestren no sólo mi afecto y la seguridad de mis oraciones, sino también que los cuiden con ternura, sosteniéndolos en esa hermosa misión de la intercesión.

Dos mujeres custodian esta Catedral: en la capilla de al lado descansan los restos de la beata Victoria Rasoamanarivo, que supo hacer el bien, custodiar y extender la fe en tiempos difíciles; y la imagen de la Virgen María que con sus brazos abiertos hacia el valle y las colinas, parece abrazarlo todo.

A ellas le pedimos que ensanchen siempre nuestro corazón, que nos enseñen la compasión de las entrañas maternas que la mujer y Dios sienten ante los olvidados de la tierra y nos ayuden a sembrar paz y esperanza. Y a ustedes, como signo de mi cordial y fiel apoyo, les doy la bendición, que extiendo a sus diócesis. Por favor, no se olviden de rezar y hacer rezar por mí. Gracias.


Homilía del Papa Francisco en el Monasterio Carmelita de Madagascar
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media



El Papa Francisco advirtió sobre el peligro de la mundanidad a las casi 100 monjas de clausura que encontró este 7 de septiembre en el Monasterio Carmelita de Antananaribo, capital de Madagascar, durante su viaje apostólico a África.

Durante su homilía improvisada por más de 30 minutos tras haber rezado la hora media, el Papa Francisco reveló su devoción a Santa Teresita del Niño Jesús (Santa Teresita de Lisieux) quien aseguró lo acompaña y lo ha acompañado en cada paso de su vida.

“Esta Teresa, ahora, acompaña a un anciano. Y quiero dar testimonio de esto, quiero dar testimonio porque ella me ha acompañado, en cada paso me acompaña. Me ha enseñado a dar los pasos”, confió el Santo Padre a las religiosas contemplativas procedentes de los diferentes monasterios de todo el país quienes, por excepción, salieron de sus claustros para encontrar al Pontífice.

En esta línea, el Papa animó a las religiosas a seguir adelante con su vocación con espíritu de servicio, de caridad, de oración y sin caer en la mundanidad.

A continuación, la traducción al español de la homilía completa improvisada del Papa Francisco:

Les darán por escrito aquello que preparé así pueden leerlo, meditarlo tranquilas. Ahora yo quisiera decirles algo del corazón.

La lectura del primer libro de los Reyes, dirigida a Josué, comenzaba con un llamado a la valentía: “Ten valentía, muéstrate un hombre”. Ánimo. Y para seguir al Señor se requiere valentía, siempre, un poco de valentía. Es verdad que el trabajo más pesado lo hace Él, pero se requiere valentía para dejarlo actuar.

Y me viene a la cabeza una imagen, que me ha ayudado mucho en mi vida de sacerdote. Una tarde, dos monjas, una jovencísima y una anciana, caminaban desde el coro, donde habían rezado las Vísperas, al comedor. La anciana tenía dificultad para caminar, era casi paralítica, y la joven buscaba de ayudarla, pero la anciana se ponía nerviosa, decía: ‘¡No me toques! ¡No hagas esto que caigo!’. Y Dios, sabe, pero parece que la enfermedad había hecho a la anciana un poco neurótica. Pero la joven siempre la acompañaba con la sonrisa.

Al final llegaban al comedor, la joven buscaba ayudarla a sentarse, y la anciana: ‘No, no, me hace mal, me hace mal aquí’, pero al final se sentaba. Una joven, delante a esto, seguramente habría tenido ganas de mandarla a pasear. Pero esta joven sonreía, tomaba el pan, lo preparaba y lo daba.


Esta no es una fábula, es una historia verdadera: la anciana se llamaba Sor San Pietro, y la joven Sor Teresa del Niño Jesús. Esta es una historia verdadera, que hacer ver el espíritu con el cual se puede vivir una vida comunitaria.

La caridad en las pequeñas y en las grandes cosas. Aquella joven habría podido pensar: Si, pero mañana iré con la priora y le diré que mande una más fuerte a ayudar esta vieja porque no puedo. No pensó así. Crean en la obediencia: La obediencia me ha dado esta tarea y lo haré.

Con la fuerza de la obediencia hacía con caridad exquisita este trabajo. Sé que todas ustedes, monjas de clausura, vinieron para ser cercanas al Señor, para buscar el camino de la perfección; pero el camino de la perfección se encuentra en estos pequeños pasos en el camino de la obediencia. Pequeños pasos de caridad y de amor. Pequeños pasos que parecen nada, pero que son pequeños pasos que atraen, que ‘hacen esclavo’ a Dios.

Esto pensaba la joven: a los hilos con los cuales esclavizaba a Dios, a las cuerdas, cuerdas de amor, que son los pequeños actos de caridad, pequeños, pequeñísimos, porque nuestra pequeña alma no puede hacer grandes cosas. ¡Sean valientes!

La valentía de hacer los pequeños pasos, la valentía de creer que, a través de mi pequeñez, Dios es feliz y cumple la salvación el mundo.

No, pero yo pienso que debe cambiar la vida religiosa, debe ser más perfecta, más cercana a Dios, y por esto yo quiero ser priora, capitular, para cambiar las cosas. No digo que alguna de ustedes piense esto… Pero el diablo se insinúa en estos pensamientos.

Si tú quieres cambiar no sólo el monasterio, no sólo la vida religiosa, cambiar y salvar con Jesús, salvar el mundo, comienza con estos pequeños actos de amor, de renuncia a ti mismo, que encarcelan a Dios y lo traen entre nosotros.

Volvemos a la historia de la joven y de la anciana. Una de aquellas tardes, antes de la cena, mientras iban del coro al comedor -salían diez minutos antes del coro para ir al comedor, paso a paso- Teresa escuchó una música, afuera… había una música de fiesta, de baile… Y pensó a una fiesta donde los jóvenes y las jóvenes bailaban, honestamente, una linda fiesta de familia… quizá una boda, un cumpleaños… Pensó a la música, a todo aquello… Y sintió algo dentro; quizá sintió: ‘Sería lindo estar allí’, no lo sé… E inmediatamente, decidida, dice al Señor, que nunca, nunca habría cambiado por aquella fiesta mundana uno solo de sus gestos con la monja anciana. Esto la hacía más feliz de todos los bailes del mundo.

Seguramente, a ustedes, la mundanidad llegará en tantas formas escondidas. Sepan discernir, con la priora, con la comunidad en capítulo, discernir las voces de la mundanidad, para que no entren en clausura.

La mundanidad no es una monja de clausura, más bien, es una cabra que va por sus caminos, que lleva afuera de la clausura.

Cuando te lleguen pensamientos de mundanidad, cierra la puerta y piensa en los pequeños actos de amor: estos salvan el mundo. Teresa prefirió cuidar a la anciana e ir hacia adelante. Esto que les diré ahora, lo diré no para asustarlas, pero es una realidad, lo ha dicho Jesús, y me permito decirlo también yo. Cada una de ustedes, para entrar en el convento, ha tenido que luchar, ha hecho tantas cosas buenas y ha vencido, ha vencido: ha vencido el espíritu mundano, ha vencido el pecado, ha vencido el diablo. Quizá, el día en que tú entraste en el convento, el diablo se quedó en la puerta, triste: ‘Perdí un alma’, y se fue. Pero después, fue a pedirle consejo a otro diablo más astuto, un diablo anciano, que seguramente le ha dicho: ‘Ten paciencia, espera…’.

Es un modo habitual de proceder del demonio. Jesús lo dice. Cuando el demonio libera un alma, se va; luego, después de un poco de tiempo, quiere volver, y ve aquella alma, así bella, así tan bien arreglada, tanto bella, y quiere entrar. Y Jesús ¿qué nos dice? Aquel diablo va, y busca otros siete peores que él y vuelve con aquellos siete, y quieren entrar en esa casa arreglada. Pero no puedo entrar haciendo ruido, como si fueran ladrones, deben entrar educadamente. Y así, los diablos ‘educados’ suenan la campana: ‘Quisiera entrar…, busco esta ayuda, busco esta otro, esto otro…’ Y lo hacen entrar. Son diablos educados, entran en casa, te reordenan y después, dice Jesús, el final de aquel hombre o de aquella mujer es peor del inicio. ¿Pero no te diste cuenta que era un mal espíritu? ‘No, era muy educado, ¡era bueno! Y ahora, no, yol me voy a casa porque no puedo tolerar esto…’ Es demasiado tarde, tú lo dejaste entrar demasiado dentro al corazón. ¿No te diste cuenta, no hablaste con la priora, no has hablado con el capítulo, con alguna hermana de la comunidad?

El tentador no quiere ser descubierto, por eso viene disfrazado de persona noble, educada, a veces de padre espiritual, a veces… Por favor, hermana, cuando tú sientas algo extraño, ¡habla inmediatamente!, ¡habla inmediatamente! Dilo.

Si Eva hubiera hablado a tiempo, si hubiera ido al Señor a decirle: ‘Esta serpiente me dice estas cosas ¿tú qué piensas? ¡Si hubiera hablado a tiempo! Pero Eva no habló, y viene el desastre.

Este consejo les doy: hablen inmediatamente, hablen a tiempo, cuando hay algo que les quita la tranquilidad, no digo la paz, sino todavía antes, la tranquilidad, después la paz.


Esta es la ayuda, esta es la defensa que ustedes tienen en comunidad: una ayuda la otra para hacer un frente unido, para defender la santidad, para defender la gloria de Dios, para defender el amor, para defender el monasterio. ‘Pero nosotros nos defendemos bien de la mundanidad espiritual, nos defendemos bien del diablo, porque tenemos una doble reja, y en medio también una tienda’. La doble reja y la tienda no son suficientes. ¡Podrían tener cien tiendas!

Se requiere caridad, la oración. La caridad de pedir consejo a tiempo, de escuchar a las hermanas, de escuchar a la priora. Y la oración con el Señor, la oración: ‘¿Señor es verdad esto que estoy sintiendo, esto que me dice la serpiente, es verdad?’

Esta joven Teresa, apenas sentía algo adentro hablaba con la priora…, Pero cómo hago para ir delante a la priora si ella, cada vez que me ve, me hace ver los dientes’. Sí, pero la priora es Jesús. ‘Pero, padre, la priora no es buena, es mala’. Deja que lo diga el Señor, para ti es Jesús la priora. ‘Pero la priora es un poco anciana, no le funcionan bien las cosas…’ Deja que decida el capítulo; tú, si quieres decir esto, lo dices en capítulo, pero tú vas a la priora, porque es Jesús.

¡Siempre la transparencia del corazón! Hablando siempre se vence. Y esta Teresa, que sabía que le era antipática a la priora, iba hacia ella. Es verdad, se necesita reconocer que ¡o todas las prioras son el premio Nobel de la simpatía! Pero son Jesús. El camino de la obediencia es el que te somete al amor, nos hace sujetos al amor.

Después, esta Teresa se enfermó. Se enfermó y, poco a poco, le parecía que había perdido la fe. Esta pobre, que en su vida había sabido apartar a los diablos ‘educados’, a la hora de la muerte no sabía cómo hacer con el demonio que la rodeaba. Decía: ‘Lo veo: ronda, ronda…’ Es la obscuridad de los últimos días, de los últimos meses de vida.

Para la tentación, para la lucha espiritual, el ejercicio de la caridad no va en jubilación: hasta el final deberás luchar. Hasta el final. También en la obscuridad…

¡Ella pensaba de haber perdido la fe! Y llamaba a las religiosas para que arrojaran agua bendita en su cama, para que trajeran las velas benditas… La lucha en el monasterio es hasta el final. Pero es bella, porque en esta lucha -cruel pero bella- cuando es verdadera, no se pierde la paz.

Este Papa -ustedes dirán- es un poco ‘folklórico’, porque en lugar de hablarnos de cosas teológicas, nos ha hablado como a niñas. ¡Ojalá todas fueran niñas en el espíritu, ojalá! Con aquella dimensión de infancia el Señor ama tanto”.

Quisiera concluir la historia de Teresa con la anciana. Esta Teresa, ahora, acompaña a un anciano. Y quiero dar testimonio de esto, quiero dar testimonio porque ella me ha acompañado, en cada paso me acompaña. Me ha enseñado a dar los pasos. Y a veces, son un poco neurótico y la aparto, como la Madre San Pietro. A veces la escucho; y a veces los dolores no me permiten escuchar bien… Pero es una amiga fiel. Por eso, no he querido hablarles de teorías, he querido hablarles de mi experiencia con una Santa, y decirles qué es capaz de hacer una santa y cuál es el camino para ser santas.

¡Adelante! ¡Y valientes!




Papa Francisco en Madagascar planta un baobab y bendice sobrevivientes de epidemia
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa
 Foto: Vatican Media



El Papa Francisco plantó un pequeño árbol baobab afuera del Palacio Presidencial de Madagascar, junto al joven Presidente de la República, Andry Rajoelina, y también bendijo a una familia sobreviviente de la reciente epidemia de sarampión que golpeó fuertemente la población del país.

El Pontífice realizó estos dos gestos simbólicos, en el marco de su actual viaje apostólico en África, en el cual está visitando el país de Madagascar este fin de semana, tras su viaje a Mozambique, y el lunes viajará hacia Mauricio, que será la última etapa antes de volver el martes hacia el Vaticano.

Previamente, el Papa Francisco escribió en el libro de honor que visita Madagascar como “sembrador de paz y de esperanza”, bendijo a todo el pueblo de Madagascar y les pidió plegarias por él.

“He venido como sembrador de paz y esperanza: que las semillas arrojadas en esta tierra traigan abundantes frutos para el pueblo malgache. Que el Señor los bendiga. Por favor, recen por mí”, escribió en francés el Pontífice tras el encuentro privado con el Presidente de la República de Madagascar, Andry Rajoelina.

Además, el Papa dirigió su primer discurso en Madagascar durante el encuentro con las autoridades políticas, a la sociedad civil y al cuerpo diplomático en donde destacó los esfuerzos por instaurar la democracia en el país.

Después, el Santo Padre se dirigió al Monasterio Carmelita de clausura en donde rezó la hora media con casi 100 monjas de clausura de todo Madagascar y predicó por más de media hora con un discurso improvisado en italiano, que fue traducido al malgache, idioma local, por un sacerdote de la diócesis.

Antes de marcharse del Monasterio, el Pontífice se reunió en privado y bendijo a una familia de sobrevivientes de la reciente epidemia de sarampión que golpeó este año fuertemente a la población de Madagascar y que causó la muerte de más de mil personas.


Posteriormente, el Papa Francisco almorzará en privado en la Nunciatura Apostólica de Antananaribo y después de un breve momento de descanso, el Papa encontrará a la Conferencia Episcopal de Madagascar en la Catedral de Andohalo.

Por último, el Santo Padre participará a una vigilia de oración con los jóvenes reunidos en el Campo diocesano de Soamandrakizay, lugar en el que se llevará a cabo también al día siguiente por la mañana, la Misa dominical.




El Papa Francisco visita un Monasterio de clausura Carmelita en Madagascar
Redacción ACI Prensa
 Foto: VAMP Pool



El Papa Francisco visitó un Monasterio de clausura de monjas carmelitas descalzas en Madagascar este sábado 7 de septiembre en el marco de su viaje apostólico que está realizando en África.

Tras su visita de cortesía al Presidente de la República, su encuentro con las autoridades civiles y el cuerpo diplomático de Madagascar, el Santo Padre se dirigió en coche al monasterio de las carmelitas descalzas de Antananarivo en donde lo recibieron casi 100 religiosas contemplativas procedentes de diferentes monasterios del país y, en el exterior de la capilla, alrededor de 70 novicias.

A su llegada, el Pontífice fue recibido por la priora del monasterio, sor María Magdalena de la Anunciación quien dijo en francés unas palabras de bienvenida.

Después, el Papa Francisco rezó la hora media con ellas y predicó una breve homilía espontánea en italiano, que era traducido por un sacerdote de Madagascar, mientras que entregó el discurso preparado a las presentes para que lo pudieran reflexionar.

A continuación, la homilía del Papa Francisco que había sido preparado para la visita de este Monasterio de Carmelitas descalzas y que entregó a las religiosas:

Querida Madre Magdalena de la Anunciación, queridas hermanas:


Agradezco la cálida bienvenida, así como sus palabras, querida Madre, que son como el eco de todas las monjas contemplativas de varios monasterios de este país. Les agradezco, queridas hermanas, por dejar por un momento la clausura, para manifestar su comunión conmigo y con la vida y misión de toda la iglesia, especialmente la de Madagascar.

Doy gracias por su presencia, por su fidelidad, por el testimonio luminoso de Jesucristo que ofrecen a la comunidad. En este país hay pobreza, es verdad, ¡pero también hay mucha riqueza! Rico en bellezas naturales, humanas y espirituales. Hermanas, ustedes también participan de esta belleza de Madagascar, de su gente y de la Iglesia, porque es la belleza de Cristo la que brilla en sus rostros y en sus vidas. Sí, gracias a ustedes, la Iglesia en Madagascar es aún más hermosa a los ojos del Señor y también a los ojos de todo el mundo.

Los tres salmos de la liturgia de hoy expresan la angustia del salmista en un momento de prueba y peligro. Permitanme detenerme en el primero, es decir sobre la parte del Salmo 119, el más largo del salterio, compuesto de ocho versos por cada letra del alfabeto hebreo. Sin duda su autor es un hombre de contemplación, alguien que sabe dedicarle tiempos largos y bellos a la oración. En el pasaje de hoy, la palabra que aparece varias veces y le da tonalidad a todo es “consumir”, usada sobre todo en dos sentidos.

El orante se consume por el deseo del encuentro con Dios. Ustedes son testimonio vivo de ese deseo inextinguible en el corazón de todos los hombres. En medio de las múltiples ofertas que pretenden —pero no pueden— saciar el corazón, la vida contemplativa es la antorcha que lleva al único fuego perenne, «la llama de amor viva que tiernamente hiere» (san Juan de la Cruz). Ustedes representan «visiblemente la meta hacia la cual camina toda la comunidad eclesial que «se encamina por las sendas del tiempo con la mirada fija en la futura recapitulación de todo en Cristo, preanunciando de este modo la gloria celestial» (Const. ap. Vultum dei quaerere, 2).

Siempre estamos tentados de saciar el deseo de lo eterno con cosas efímeras. Nos vemos expuestos a mares embravecidos que sólo terminan ahogando la vida y el espíritu: «Como el marinero en alta mar necesita el faro que indique la ruta para llegar al puerto, así el mundo les necesita a ustedes. Sean faros, para los cercanos y sobre todo para los lejanos. Sean antorchas que acompañan el camino de los hombres y de las mujeres en la noche oscura del tiempo. Sean centinelas de la aurora (cf. Is 21,11-12) que anuncian la salida del sol (cf. Lc 1,78). Con su vida transfigurada y con palabras sencillas, rumiadas en el silencio, indiquen a Aquel que es camino, verdad y vida (cf. Jn 14,6), al único Señor que ofrece plenitud a nuestra existencia y da vida en abundancia (cf. Jn 10,10). Como Andrés a Simón, griten: “Hemos encontrado al Señor” (cf. Jn 1,40); como María de Magdala la mañana de la Resurrección, anuncien: “He visto al Señor” (Jn 20,18)» (ibíd., 6).

Pero también el salmo habla de otro consumir: el que se refiere a la intención de los malvados, de quienes quieren acabar con el justo; ellos lo persiguen, le ponen trampas y lo quieren hacer caer. Un monasterio siempre es un espacio donde llegan los dolores del mundo, los de su pueblo. Que sus monasterios, respetando su carisma contemplativo y sus constituciones, sean lugares de acogida y escucha, especialmente de las personas más infelices.

Hoy nos acompañan dos madres que han perdido a sus hijos y representan todos los dolores de sus hermanos isleños. Estén atentas a los gritos y las miserias de los hombres y mujeres que están a su alrededor y que acuden a ustedes consumidos por el sufrimiento, la explotación y el desánimo. No sean de aquellas que escuchan sólo para aligerar su aburrimiento, saciar su curiosidad o recoger temas para conversaciones futuras.

En este sentido tienen una misión fundamental que llevar a cabo. La clausura les sitúa en el corazón de Dios y, por tanto, allí donde Él tiene su corazón. Escuchen el corazón del Señor para escucharlo también en sus hermanos y hermanas. La gente que les rodea es a menudo muy pobre, débil, agredida y herida de mil maneras; pero está llena de fe, y reconoce instintivamente en ustedes a testigos de la presencia de Dios, preciosas referencias para encontrarse con Él y obtener su ayuda.

Ante tanto dolor que los va consumiendo por dentro, que les roba la alegría y esperanza, y los hace sentir extranjeros, ustedes pueden ser un camino hacia esa roca que evocamos en otro de los salmos: «Escucha, oh Dios, mi clamor, atiende a mi súplica. Te invoco desde el confín de la tierra con el corazón abatido: llévame a una roca inaccesible» (Sal 60, 2,3).

¡La fe es el mayor bien de los pobres! Es de suma importancia que esta fe sea anunciada, fortalecida en ellos, que realmente los ayude a vivir y esperar. Y que la contemplación de los misterios de Dios expresada en su liturgia y en sus tiempos de oración, les permita descubrir mejor su presencia activa en cada realidad humana, incluso la más dolorosa, y dar gracias porque en la contemplación Dios os regala el don de la intercesión.

Con su oración, ustedes como esas madres cargan a sus hijos en sus hombros y los llevan hacia la tierra prometida. «La oración será más agradable a Dios y más santificadora si en ella, por la intercesión, intentamos vivir el doble mandamiento que nos dejó Jesús. La intercesión expresa el compromiso fraterno con los otros cuando en ella somos capaces de incorporar la vida de los demás, sus angustias más perturbadoras y sus mejores sueños. De quien se entrega generosamente a interceder puede decirse con las palabras bíblicas: “Este es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por el pueblo” (2 M 15,14)» (Exhort. ap. Gaudete et exultate, 154).

Queridas hermanas contemplativas: Sin ustedes, ¿qué sería la Iglesia y los que viven en las periferias humanas de Madagascar? ¿Qué pasaría con todos aquellos que trabajan en la vanguardia de la evangelización, y aquí en particular en las condiciones más precarias, las más difíciles y, a veces, las más peligrosas? Todos ellos se apoyan en vuestra oración y en la ofrenda siempre renovada de vuestras vidas, una ofrenda muy preciosa a los ojos de Dios y que os hace partícipes del misterio de la redención de esta tierra y de las personas queridas que viven en ella.

«Estoy como un odre puesto al humo», dice el salmo (119,83), haciendo alusión al largo tiempo transcurrido viviendo este doble modo de ser consumido: por Dios y por las dificultades del mundo. A veces, casi sin querer nos vamos alejando, y caemos en «la apatía, en la rutina, en la desmotivación, en la desidia paralizadora» (Const. ap. Vultum Dei quaerere, 11).

No importan, no importan los años que tienen o la dificultad para caminar o llegar a tiempo para los oficios. No somos odres puestos al lado del humo sino troncos que arden hasta consumirse en el fuego que es Jesús; quien nunca nos defrauda y toda deuda paga.

Gracias por este momento compartido. Me confío a sus oraciones. Les confío todas las intenciones que llevo conmigo en este viaje a Madagascar; recemos juntos para que el Espíritu del Evangelio germine en los corazones de todo nuestro pueblo.


El Papa destaca los esfuerzos de Madagascar por implementar la democracia
POR MIGUEL PÉREZ PICHEL | ACI Prensa
Foto: Vatican Media


Democracia, lucha contra la corrupción, defensa del medioambiente y desarrollo económico. Esos fueron los cuatro principales temas que el Papa Francisco expuso ante las autoridades, representantes de la sociedad civil y cuerpo diplomático en Madagascar.

En su discurso, pronunciado en el Palacio Iavoloha, sede de la Presidencia de Madagascar en la capital, Antananarivo, después de visitar al Presidente de la República, Andry Rajoelina, el Santo Padre hizo una firme defensa de la democracia y destacó los esfuerzos del país por implementarla.

Madagascar es uno de los países más pobres del mundo. Casi 3 de cada 4 habitantes vive bajo el umbral de la pobreza.

Se trata de un país que, desde su independencia en 1960, padece una inestabilidad política crónica con sucesivos golpes militares y distintos tipos de violencia. La alta pobreza, la corrupción y el desinterés político, cuando no la complicidad de las autoridades, ha provocado también un grave deterioro ecológico. Una de las principales consecuencias de ese deterioro, o al menos la más visible, es la rápida deforestación del país.

La situación política actual de Madagascar deriva de la crisis del año 2009, cuando se produjeron protestas multitudinarias en el país contra la corrupción y la falta de libertad. La represión de las protestas ocasionó numerosos muertos.

Para tratar de hacer frente a la situación, se estableció un gobierno de transición presidido por Andry Rajoelina, que fue rechazado por la comunidad internacional.

En 2010, un acuerdo entre el gobierno de transición u los partidos políticos permitió convocar elecciones legislativas en 2013 y comunales en 2015.

A pesar de los intentos por democratizar el país, la violencia continúa. El 21 de abril se repitieron los enfrentamientos políticos entre partidarios de la oposición y fuerzas de seguridad, con un nuevo saldo de muertos y heridos.

Por ello, el Papa puso de relieve cómo “desde la recuperación de la independencia, vuestra nación aspira a la estabilidad y a la paz, implementando una positiva alternancia democrática”.

Recordó que “la función y la responsabilidad política son un desafío continuo para quienes tienen la misión de servir y proteger a sus conciudadanos, especialmente a los más vulnerables, y fomentar las condiciones para un desarrollo digno y justo involucrando a todos los actores de la sociedad civil”.

Por ello, hizo un llamado a los responsables políticos “a luchar con fuerza y determinación contra todas las formas endémicas de corrupción y especulación que aumentan la disparidad social, y a enfrentar las situaciones de gran precariedad y exclusión que producen siempre condiciones de pobreza inhumana”.

“De ahí la necesidad de establecer todas las mediaciones estructurales que garanticen una mejor distribución de los ingresos y una promoción integral de todos los habitantes especialmente de los más pobres”.

La protección del medio ambiente y de la riqueza ecológica de Madagascar también debe ser una prioridad de las autoridades de la isla, en opinión del Pontífice: “Hemos aprendido que no se puede hablar de desarrollo integral sin prestarle atención y cuidado a nuestra casa común”.


“Vuestra hermosa isla de Madagascar es rica en biodiversidad vegetal y animal, y semejante riqueza se encuentra particularmente en peligro por la deforestación excesiva en beneficio de unos pocos; su degradación compromete el futuro del país y el de nuestra casa común”.

Recordó que “las últimas selvas están amenazadas por los incendios forestales, la caza furtiva, la tala desenfrenada de árboles de maderas preciosas”.

“La biodiversidad vegetal y animal, está en peligro por el contrabando y las exportaciones ilegales. Es cierto también que, para las poblaciones afectadas, muchas de estas actividades que dañan el medioambiente son las que provisoriamente aseguran su supervivencia”.

Para poner remedio a esa excesiva dependencia económica de la explotación de recursos naturales, destacó la importancia de “crear empleos y actividades generadoras de ingresos, que preserven el medio ambiente y ayuden a las personas a salir de la pobreza”.

Por último, invitó a buscar formas para que la economía del país deje de tener tanta dependencia de las ayudas internacionales y comience a ser autosuficiente.

Pidió que “la comunidad internacional no sea la única garantía del desarrollo del país”, y subrayó la necesidad de que sea el propio pueblo el que gradualmente “se haga cargo de sí mismo, convirtiéndose en artesano de su destino”. “Por eso”, concluyó, “debemos prestar especial atención y respeto a la sociedad civil local”.




Discurso del Papa Francisco ante las autoridades de Madagascar
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media


El Papa Francisco habló ante las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático de Madagascar en el primer acto de su agenda oficial en la isla situada frente a las costas africanas, donde se encuentra de viaje apostólico desde ayer, viernes 6 de septiembre, después de dejar Mozambique.

En su discurso, pronunciado en el Palacio Presidencial de Iavoloha, en la capital Antananarivo, el Santo Padre puso en valor los esfuerzos democratizadores de Madagascar, pero pidió también un mayor esfuerzo en la lucha contra la corrupción y la degradación medioambiental, que arrastran a la población a una espiral de pobreza de la que resulta difícil salir.

“Es importante entonces crear empleos y actividades generadoras de ingresos, que preserven el medio ambiente y ayuden a las personas a salir de la pobreza. En otras palabras, no puede haber un planteamiento ecológico real y un trabajo concreto de salvaguardar el medio ambiente sin la integración de una justicia social que otorgue el derecho al destino común de los bienes de la tierra para las generaciones actuales, así como las futuras”.

A continuación, el texto completo del discurso del Papa Francisco:

Señor Presidente,

Señor Primer Ministro,

Miembros del Gobierno y del Cuerpo Diplomático,

Distinguidas Autoridades,

Representantes de diversas confesiones religiosas y de la sociedad civil,

Señoras y señores:

Saludo cordialmente al Presidente de la República de Madagascar y le agradezco su amable invitación a visitar este hermoso país, así como las palabras de bienvenida que me ha dirigido. También saludo al Primer Ministro, a los miembros del Gobierno, del Cuerpo Diplomático y de la sociedad civil.

Extiendo un saludo fraternal a los obispos, a los miembros de la Iglesia Católica, a los representantes de otras confesiones cristianas y diferentes religiones. Doy las gracias a todas las personas e instituciones que han hecho posible este viaje, especialmente al Pueblo malgache que nos recibe con gran hospitalidad.

En el preámbulo de la Constitución de la República, ustedes han querido sellar uno de los valores fundamentales de la cultura malgache: el fihavanana, que evoca el espíritu de compartir, de ayuda mutua y de solidaridad. En él está incluida también la importancia del parentesco, la amistad, y la buena voluntad entre los hombres y con la naturaleza.

De este modo se pone de manifiesto el “alma” de vuestro pueblo y esas notas particulares que lo distinguen, lo constituyen y le permiten resistir con valentía y abnegación las múltiples contrariedades y dificultades a las que se ha de enfrentar a diario.

Si tenemos que reconocer, valorar y agradecer esta tierra bendecida por su belleza e incontable riqueza natural, no es cosa menor hacerlo también por esa “alma” que les brinda la fuerza para permanecer comprometidos con la aina (es decir con la vida) como bien lo recordó el Rev. Padre Antonio de Padua Rahajarizafy, S.J.

Desde la recuperación de la independencia, vuestra nación aspira a la estabilidad y a la paz, implementando una positiva alternancia democrática que demuestra el respeto por la complementariedad de estilos y proyectos. Lo cual deja de manifiesto que «la política es un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y la actividad del hombre» (Mensaje para la 52 Jornada Mundial de la Paz, 1 enero 2019), cuando la viven como servicio a la comunidad humana.

Es claro, por tanto, que la función y la responsabilidad política son un desafío continuo para quienes tienen la misión de servir y proteger a sus conciudadanos, especialmente a los más vulnerables, y fomentar las condiciones para un desarrollo digno y justo involucrando a todos los actores de la sociedad civil.

Puesto que, como bien recordaba san Pablo VI, el desarrollo de una nación «no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre» (Carta enc. Populorum Progressio, 14).

A este respecto, los aliento a luchar con fuerza y determinación contra todas las formas endémicas de corrupción y especulación que aumentan la disparidad social, y a enfrentar las situaciones de gran precariedad y exclusión que producen siempre condiciones de pobreza inhumana.

De ahí la necesidad de establecer todas las mediaciones estructurales que garanticen una mejor distribución de los ingresos y una promoción integral de todos los habitantes especialmente de los más pobres. Esa promoción no se puede limitar solo a la ayuda asistencial sino al reconocimiento en cuanto sujetos de derecho llamados a la plena participación en la construcción de su futuro (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 204-205).

Además, hemos aprendido que no se puede hablar de desarrollo integral sin prestarle atención y cuidado a nuestra casa común. No se trata solamente de encontrar los medios para preservar los recursos naturales sino de «buscar soluciones integrales que consideren las interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los sistemas sociales, porque no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental» (Carta enc. Laudato si’, 139).

Vuestra hermosa isla de Madagascar es rica en biodiversidad vegetal y animal, y semejante riqueza se encuentra particularmente en peligro por la deforestación excesiva en beneficio de unos pocos; su degradación compromete el futuro del país y el de nuestra casa común. Como ustedes saben, las últimas selvas están amenazadas por los incendios forestales, la caza furtiva, la tala desenfrenada de árboles de maderas preciosas.

La biodiversidad vegetal y animal, está en peligro por el contrabando y las exportaciones ilegales. Es cierto también que, para las poblaciones afectadas, muchas de estas actividades que dañan el medioambiente son las que provisoriamente aseguran su supervivencia.

Es importante entonces crear empleos y actividades generadoras de ingresos, que preserven el medio ambiente y ayuden a las personas a salir de la pobreza. En otras palabras, no puede haber un planteamiento ecológico real y un trabajo concreto de salvaguardar el medio ambiente sin la integración de una justicia social que otorgue el derecho al destino común de los bienes de la tierra para las generaciones actuales, así como las futuras.

En este camino todos debemos comprometernos, también la comunidad internacional. Muchos de sus miembros están presentes hoy aquí. Hay que reconocer la ayuda que estas organizaciones internacionales han brindado para el desarrollo del país y que hace visible la apertura de Madagascar al mundo.

El riesgo será que esa apertura se transforme en una supuesta “cultura universal” que menosprecie, menoscabe y suprima el patrimonio cultural de cada pueblo. La globalización económica, cuyos límites son cada vez más obvios, no debería generar una homogeneización cultural.

Si tomamos parte de un proceso donde respetemos las prioridades y formas de vida autóctonas y donde se cumplan las expectativas de los ciudadanos, lograremos que la ayuda proporcionada por la comunidad internacional no sea la única garantía del desarrollo del país; será el propio pueblo quién se hará cargo gradualmente de sí mismo, convirtiéndose en artesano de su destino.

Por eso debemos prestar especial atención y respeto a la sociedad civil local. Al apoyar sus iniciativas y sus acciones, se escuchará más la voz de los que no tienen voz así como las diversas armonías, incluso contradictorias, de una comunidad nacional que siempre busca su unidad. Los invito a soñar en este camino donde nadie quede al margen, o vaya solo o se pierda.

Como Iglesia queremos imitar la actitud de diálogo de vuestra conciudadana, la beata Victoria Rasoamanarivo, que Juan Pablo II beatificó durante su visita, treinta años atrás. Su testimonio de amor a su tierra y tradiciones, el servicio a los más pobres como signo de su fe en Jesucristo, nos muestra el camino que también estamos llamados a recorrer.

Señor Presidente, señoras y señores: Deseo reiterar la voluntad y disponibilidad de la Iglesia católica en Madagascar para contribuir, en un diálogo permanente con los cristianos de otras confesiones, con los miembros de las diferentes religiones y con todos los protagonistas de la sociedad civil, al advenimiento de una verdadera fraternidad que siempre valore el fihavanana, promoviendo el pleno desarrollo humano para que nadie quede excluido.

Con esta esperanza, le pido a Dios que bendiga a Madagascar y a los que aquí viven, que mantenga vuestra hermosa isla en paz y acogedora, y que la haga próspera y feliz.


La historia detrás de la vestimenta que el Papa usó en Mozambique
Redacción ACI Prensa
 Crédito: Vatican Media



Este viernes 6 de septiembre el Papa Francisco presidió la Misa en el Estadio de Zimpeto, en su último día de visita a Mozambique, en la cual usó vestimentas litúrgicas confeccionadas por un grupo de religiosas y laicos.

Las religiosas encargadas de confeccionar las vestimentas litúrgicas para el Papa Francisco en Mozambique compartieron la experiencia que han vivido en esta labor y expresan su deseo de que el Santo Padre lleve las vestiduras al Vaticano y las use allá como recuerdo de su visita.


“Esperamos que el Santo Padre se alegre al usar estas vestimentas que representan nuestra cultura y nuestra alegría por recibirlo”, dijo a ACI África -agencia del Grupo ACI-, la hermana Alzira Macuacua, coordinadora de un equipo de 15 personas, de las cuales seis son religiosas y los otros nueve laicos.

“Queremos que se las lleve y las use (en el Vaticano) en recuerdo de su visita a Mozambique”, agregó la religiosa que sirve en Sudáfrica y pertenece a las Franciscanas Misioneras de María.


Las vestimentas son de color blanco con una decoración en color marrón con el mapa de Mozambique: “Nos alegra haberlas hecho para el Papa con nuestros colores tradicionales que nos hablan a los mozambiqueños, es decir el marrón, que significa fuerza y autoridad”, dijo la hermana Macuacua.

“La llegada del Santo Padre, que representa la autoridad de Dios, es una celebración de la fuerza y la resiliencia de los habitantes de África en general y Mozambique en particular”, añadió.


En total se ha confeccionado 30 casullas y 50 albas para los obispos; y 400 estolas para los sacerdotes que estarán en la Misa del viernes 6 de septiembre en el estadio Zimpeto en Maputo.

La tarea que comenzó en junio, refiere la religiosa de 67 años a ACI África, no fue sencilla “porque al principio fue un desafío porque no había dinero”, pero finalmente se pudo recaudar lo necesario gracias a la colaboración de Mons. Antonio Juliasse, Obispo Auxiliar de Maputo, que coordinó la recaudación de fondos.


“El Santo Padre viene a Mozambique para alentarnos a trabajar por la paz. Hemos tratado de ser instrumentos de esa paz en el país y la venida del Papa nos motiva más a vivir la reconciliación y a lidiar con los conflictos”, aseguró.

Por su parte, la hermana Rosa Xavier, provincial de las Franciscanas Misioneras de María en Mozambique dijo a ACI África que están “felices y nos sentimos privilegiadas de que nos hayan elegido para preparar las vestimentas. Mis hermanas están igual de felices, como he podido ver”.





El Papa Francisco llega a Madagascar, segunda etapa de su visita en África
Redacción ACI Prensa



El Papa Francisco ya está en Antananarivo (capital de Madagascar), segunda etapa de su viaje apostólico en África, tras haber estado en Mozambique desde el 4 de septiembre.

El Santo Padre viajó en avión de la compañía LAM (Aerolíneas de Mozambique) desde Maputo hacia la capital de Madagascar por casi 3 horas y recorrió 1.725 kilómetros.

A su llegada este 6 de septiembre a las 3.30 p.m. (hora local), el Papa fue recibido en el aeropuerto de Antananarivo por el Presidente de la República y su esposa, dos niños vestidos con trajes típicos y por los Obispos de Madagascar.

La ceremonia de bienvenida se realizó en el mismo aeropuerto con la guardia de honor y un numeroso coro que entonaban cantos tradicionales de bienvenida.


Se trata de la cuarta visita que el Papa Francisco realiza a África, y tras Mozambique y Madagascar, realizará una breve visita también a Mauricio.

Estancia en Mozambique
Durante su estancia en Mozambique, el Santo Padre tuvo muchas actividades. Se reunió en Maputo con las autoridades civiles, con fieles de la Iglesia Católica en la Catedral, participó en un encuentro interreligioso con jóvenes del país y celebró una Misa multitudinaria en el estadio de Zimpeto.

También, el Pontífice se reunió en la Nunciatura Apostólica con fieles de la diócesis de Xai – Xai afectada por un fuerte ciclón en el año 2000, con jóvenes que participan en proyectos de Scholas en el país y con los religiosos jesuitas que viven en Mozambique.

Además, el Papa visitó el Centro Mateo 25 que acoge personas de la calle y este 6 de septiembre, antes de celebrar la Santa Misa en el estadio de Zimpeto, el Papa Francisco visitó el centro médico Dream de la Comunidad de San Egidio en donde bendijo a personas enfermas de SIDA.

Actividades en Madagascar
Tras la ceremonia de bienvenida en el aeropuerto  el sábado 7 de septiembre, el Santo Padre realizará la visita de cortesía al Presidente en el Palacio de Iavoloha y al finalizar tendrá el encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el Cuerpo Diplomático en el Palacio de ceremonias (“Ceremony Building”) en donde pronunciará un discurso.

Después, el Papa irá a un Monasterio de la Carmelitas Descalzas y rezará la hora media con ellas. Tras el almuerzo en la Nunciatura, el Santo Padre irá a la Catedral de Andohalo para reunirse con los obispos de Madagascar.


Al terminar, rezará en la tumba de la beata Victoire Rasoamanarivo y por la tarde tendrá una vigilia con jóvenes en el Campo diocesano de Soamandrakizay.

El domingo 8 de septiembre el Papa Francisco celebrará la Santa Misa en el Campo diocesano de Soamandrakizay, almorzará con el séquito papal en la Nunciatura y por la tarde visitará a la ciudad de la amistad de Akamasoa.

Más tarde, presidirá una oración con los trabajadores en Mahatzana y se reunirá con los sacerdotes, religiosos, religiosas, consagrados y seminaristas en el Collège Saint Michel.

Al día siguiente, lunes 9 de septiembre viajará durante el día a Mauricio y el martes 10 de septiembre volará desde Madagascar a Italia. El aterrizaje está previsto en el aeropuerto de Roma Ciampino a las 7:00 p.m. para volver después al Vaticano.



Papa Francisco: No se puede ser cristiano y promover el “ojo por ojo, diente por diente”
Redacción ACI Prensa



Ante los 60.000 fieles que llenaron el Estadio Zimpeto de Maputo para asistir a la Santa Misa presidida por el Papa Francisco, último evento en Mozambique antes de continuar su viaje apostólico por África, el Santo Padre hizo un llamado a la reconciliación de los mozambiqueños y a superar las heridas de la guerra civil que se desarrolló entre 1977 y 1992 y cuyas consecuencias aún se sienten en el país.

El Papa recordó el mensaje de Jesús en el Evangelio: “Amad a vuestros enemigos”. Se trata de “unas palabras también dirigidas a nosotros hoy, que lo escuchamos en este estadio”.

Las palabras de Francisco, pronunciadas bajo una fuerte lluvia que no parecía molestar a las decenas de fieles que escuchaban en silencio las palabras del Pontífice y que secundaban con entusiasmo los cánticos litúrgicos de fuerte identidad africana, sonaron proféticas para una población que sufrió una de las guerras civiles más largas de la África posterior a las independencias.

Francisco señaló que la reconciliación es más necesaria en cuanto que muchos mozambiqueños han sufrido en primera persona la violencia de la guerra.


“Muchos de vosotros todavía podéis contar en primera persona historias de violencia, odio y desencuentros; algunos en carne propia, otros de alguien conocido que ya no está, otros incluso por el miedo de que heridas del pasado se repitan e intenten borrar el camino recorrido de paz”.

Por ello, reconoció que “es difícil hablar de reconciliación cuando las heridas causadas en tantos años de desencuentro están todavía frescas o invitar a dar ese paso de perdón que no significa ignorar el dolor o pedir que se pierda la memoria o los ideales”.

Aun así, “Jesucristo invita a amar y a hacer el bien; que es mucho más que ignorar al que nos hizo daño o hacer el esfuerzo para que no se crucen nuestras vidas: es un mandato a una benevolencia activa, desinteresada y extraordinaria con respecto a quienes nos hirieron”.

Además, recordó que Jesús también pide bendecir y orar por los enemigos, “es decir, que nuestro decir sobre ellos sea un bien-decir, generador de vida y no de muerte, que pronunciemos sus nombres no para el insulto o la venganza sino para inaugurar un nuevo vínculo para la paz”.

“Con esta invitación, Jesús quiere clausurar para siempre la práctica tan corriente, de ayer y de hoy, de ser cristianos y vivir bajo la ley del talión. No se puede pensar el futuro, construir una nación, una sociedad sustentada en la ‘equidad’ de la violencia. No puedo seguir a Jesús si el orden que promuevo y vivo es el ‘ojo por ojo, diente por diente’”.

En su homilía, el Papa Francisco hizo hincapié en que “ninguna familia, ningún grupo de vecinos o una etnia, menos un país, tiene futuro si el motor que los une, convoca y tapa las diferencias es la venganza y el odio”.

“No podemos ponernos de acuerdo y unirnos para vengarnos, para hacerle al que fue violento lo mismo que él nos hizo, para planificar ocasiones de desquite bajo formatos aparentemente legales”.


“La ‘equidad’ de la violencia siempre es un espiral sin salida y su costo es muy alto”, insistió. “Otro camino es posible porque es crucial no olvidar que nuestros pueblos tienen derecho a la paz. Vosotros tenéis derecho a la paz”.

El Pontífice hizo un llamado a “superar los tiempos de división y violencia”, lo cual “supone no sólo un acto de reconciliación o la paz entendida como ausencia de conflicto, sino el compromiso cotidiano de cada uno de nosotros de tener una mirada atenta y activa que nos lleve a tratar a los demás con esa misericordia y bondad con la que queremos ser tratados; misericordia y bondad especialmente hacia aquellos que, por su condición, son rápidamente rechazados y excluidos”.

“Se trata de una actitud de fuertes y no de débiles, una actitud de hombres y mujeres que descubren que no es necesario maltratar, denigrar o aplastar para sentirse importantes, sino al contrario”.

El Papa Francisco finalizó su homilía con una crítica a la corrupción, y recordó que, mientras en Mozambique mucha gente vive bajo el umbral de la pobreza, “a veces pareciera que quienes se acercan bajo el supuesto deseo de ayudar, tienen otros intereses. Y es triste cuando esto se constata entre hermanos de la misma tierra que se dejan corromper; es muy peligroso aceptar que este sea el precio que tenemos que pagar ante la ayuda extranjera”.



Homilía del Papa Francisco en la Misa celebrada en Mozambique
Redacción ACI Prensa
 Foto: Edward Pentin / ACI Prensa


El Papa Francisco presidió este viernes 6 de septiembre la Santa Misa en el Estadio Zimpeto, en Maputo, ante 60.000 personas, último evento de su visita apostólica a Mozambique antes de continuar su viaje por África.

En su homilía, el Santo Padre habló de la reconciliación, la lucha contra la pobreza, el deterioro del medio ambiente y la explotación.

“Jesús quiere clausurar para siempre la práctica tan corriente –de ayer y de hoy– de ser cristianos y vivir bajo la ley del talión. No se puede pensar el futuro, construir una nación, una sociedad sustentada en la ‘equidad’ de la violencia. No puedo seguir a Jesús si el orden que promuevo y vivo es el ojo por ojo, diente por diente’”.

A continuación, la homilía completa del Papa Francisco:

Queridos hermanos y hermanas.

Hemos escuchado en el evangelio de Lucas un pasaje del sermón de la llanura. Después de elegir a sus discípulos y haber proclamado las bienaventuranzas, Jesús dice: «a vosotros los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos» (Lc 6,27). Una palabra dirigida también a nosotros hoy que lo escuchamos en este estadio.

Y lo dice con claridad, sencillez y firmeza señalando un sendero, un camino estrecho que necesita de algunas virtudes. Porque Jesús no es un idealista que desconoce la realidad, él está hablando del enemigo concreto, del enemigo real; el que ha descripto en la bienaventuranza anterior (6,22): de aquel que nos odia, excluye, insulta y proscribe como infame.

Muchos de vosotros todavía podéis contar en primera persona historias de violencia, odio y desencuentros; algunos en carne propia, otros de alguien conocido que ya no está, otros incluso por el miedo de que heridas del pasado se repitan e intenten borrar el camino recorrido de paz, como en Cabo Delgado.

Jesús no nos invita a un amor abstracto, etéreo o teórico, redactado en escritorios y para discursos. El camino que nos propone es el que Él recorrió primero, el que lo hizo amar a los que lo traicionaron y juzgaron injustamente, a los que lo mataron.

Es difícil hablar de reconciliación cuando las heridas causadas en tantos años de desencuentro están todavía frescas o invitar a dar ese paso de perdón que no significa ignorar el dolor o pedir que se pierda la memoria o los ideales (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 100).

Aun así, Jesucristo invita a amar y a hacer el bien; que es mucho más que ignorar al que nos hizo daño o hacer el esfuerzo para que no se crucen nuestras vidas: es un mandato a una benevolencia activa, desinteresada y extraordinaria con respecto a quienes nos hirieron.

Pero no se queda allí, también nos pide que los bendigamos y oremos por ellos; es decir, que nuestro decir sobre ellos sea un bien-decir, generador de vida y no de muerte, que pronunciemos sus nombres no para el insulto o la venganza sino para inaugurar un nuevo vínculo para la paz. La vara que el Maestro nos propone es alta.

Con esta invitación, Jesús quiere clausurar para siempre la práctica tan corriente —de ayer y de hoy— de ser cristianos y vivir bajo la ley del talión. No se puede pensar el futuro, construir una nación, una sociedad sustentada en la “equidad” de la violencia. No puedo seguir a Jesús si el orden que promuevo y vivo es el “ojo por ojo, diente por diente”.

Ninguna familia, ningún grupo de vecinos o una etnia, menos un país, tiene futuro si el motor que los une, convoca y tapa las diferencias es la venganza y el odio. No podemos ponernos de acuerdo y unirnos para vengarnos, para hacerle al que fue violento lo mismo que él nos hizo, para planificar ocasiones de desquite bajo formatos aparentemente legales. «Las armas y la represión violenta, más que aportar soluciones, crean nuevos y peores conflictos» (ibíd., 60).

La “equidad” de la violencia siempre es un espiral sin salida y su costo es muy alto. Otro camino es posible porque es crucial no olvidar que nuestros pueblos tienen derecho a la paz. Vosotros tenéis derecho a la paz.

Para hacer más concreta su invitación y aplicable al día a día, Jesús propone una primera regla de oro al alcance de todos —«como queráis que la gente se porte con vosotros, de igual manera portaos con ella» (Lc 6,31)— y nos ayuda a descubrir qué es lo más importante de ese trato mutuo: amarnos, ayudarnos y prestar sin esperar nada a cambio.

“Amarnos”, nos dice Jesús; y Pablo lo traduce como “revestirnos de compasión entrañable y de bondad” (cf. Col 3,12). El mundo desconocía —y sigue sin conocer— la virtud de la misericordia, de la compasión, al matar o abandonar a su suerte a discapacitados y ancianos, eliminar heridos y enfermos, o gozar con los sufrimientos de los animales. Tampoco practicaba la bondad, la amabilidad, que nos mueve a que el bien del prójimo sea tan querido como el propio.


Superar los tiempos de división y violencia supone no sólo un acto de reconciliación o la paz entendida como ausencia de conflicto, sino el compromiso cotidiano de cada uno de nosotros de tener una mirada atenta y activa que nos lleve a tratar a los demás con esa misericordia y bondad con la que queremos ser tratados; misericordia y bondad especialmente hacia aquellos que, por su condición, son rápidamente rechazados y excluidos.

Se trata de una actitud de fuertes y no de débiles, una actitud de hombres y mujeres que descubren que no es necesario maltratar, denigrar o aplastar para sentirse importantes, sino al contrario. Y esta actitud es la fuerza profética que Jesucristo mismo nos enseñó al querer identificarse con ellos (cf. Mt 25,35-45) y mostrarnos que el servicio es el camino.

Mozambique es un territorio lleno de riquezas naturales y culturales, pero paradójicamente con una enorme cantidad de su población bajo la línea de pobreza. Y a veces pareciera que quienes se acercan bajo el supuesto deseo de ayudar, tienen otros intereses. Y es triste cuando esto se constata entre hermanos de la misma tierra que se dejan corromper; es muy peligroso aceptar que este sea el precio que tenemos que pagar ante la ayuda extranjera.

«No será así entre vosotros» (Mt 20,26; cf. vv. 26-28). Con sus palabras, Jesús nos impulsa a ser protagonistas de otro trato: el de su Reino. Aquí y ahora, semillas de alegría y esperanza, paz y reconciliación. Lo que el Espíritu viene a impulsar no es un activismo desbordante, sino, ante todo, una atención puesta en el otro, a reconocerlo y valorarlo como hermano hasta sentir su vida y su dolor como nuestra vida y nuestro dolor. Este es el mejor termómetro para descubrir todas las ideologías de cualquier tipo que intentan manipular a los pobres y a las situaciones de injusticia para el servicio de intereses políticos o personales (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 199). Sólo así seremos, allí donde nos encontremos, semillas e instrumentos de paz y reconciliación.

Queremos que reine la paz en nuestros corazones y en el palpitar de nuestro pueblo. Queremos un futuro de paz. Queremos «que la paz de Cristo reine en vuestros corazones» (Col 3,15), como bien lo decía la carta de san Pablo. Él utiliza un verbo que viene del campo de los deportes; es la palabra que se refiere al árbitro que decide las cosas discutibles: “que la paz de Cristo sea el árbitro en vuestros corazones”.

Si la paz de Cristo es el árbitro en nuestros corazones, entonces, cuando los sentimientos estén en conflicto y nos sintamos impulsados ante dos sentidos opuestos, “juguémonos” por Cristo. La decisión de Cristo nos mantendrá en el camino del amor, en la senda de la misericordia, en la opción por los más pobres, en la preservación de la naturaleza.

En el camino de la paz. Si Jesús es el árbitro entre las emociones conflictivas de nuestro corazón, entre las decisiones complejas de nuestro país, entonces Mozambique tiene un futuro de esperanza garantizado; entonces nuestro país cantará a Dios, dando gracias de corazón, con salmos, himnos y cantos inspirados (cf. Col 3,16).



Papa Francisco recuerda la parábola del Buen Samaritano al visitar enfermos de SIDA
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa



El Papa Francisco recordó la parábola del Buen Samaritano al visitar el centro médico de Zimpeto en Mozambique que realiza una importante labor sanitaria en el territorio porque además de atender a personas infectadas del virus VIH / SIDA cuenta con un laboratorio de biología molecular para diagnosticar y prevenir diversas enfermedades.

Tras despedirse de la Nunciatura Apostólica de Maputo, el Santo Padre se trasladó muy temprano por la mañana a este hospital que también tiene el proyecto DREAM (Disease Relief through Excellent and Advanced Means) realizado por la Comunidad de San Egidio.

Por este motivo, el Pontífice fue recibido a su llegada por el fundador de San Egidio, Andrea Riccardi, la coordinadora nacional del proyecto DREAM y la directora local del centro de Maputo, mientras que los niños y voluntarios locales cantaban.

Según indicaron los organizadores, en esta breve visita estuvieron presentes casi 1.500 personas entre pacientes, familiares, voluntarios, benefactores, junto a líderes eclesiales y civiles.

Durante el cálido encuentro, el Papa Francisco develó también una placa conmemorativa de la visita y destacó “la luz de la esperanza de tantos que acogen” en este lugar, y añadió que esta luz recibida por tantos hombres y mujeres permite que ellos mismos se pongan también al servicio.

En esta línea, el Santo Padre los animó a seguir adelante con este trabajo que realizan en esta población de Mozambique desde el 7 de junio de 2018, fecha en la que fue inaugurado este centro médico, y en el resto de los países de África.


Luego, el Papa escuchó el saludo de una mujer enferma y después visitó en forma privada a algunos enfermos de este centro médico.

A continuación, publicamos el texto preparado por el Papa Francisco para esta visita privada.

Queridos hermanos y hermanas:
Muchas gracias por la calurosa y fraterna acogida; también por las palabras de Cacilda.

Gracias por tu vida y testimonio, expresión de que este Centro de salud polivalente “San Egidio” de Zimpeto es la manifestación del amor de Dios, siempre dispuesto a soplar vida y esperanza donde abunda la muerte y el dolor.

Saludo cordialmente a los responsables, a los operadores sanitarios, a los enfermos y a sus familiares, y a todos los presentes. Al ver cómo curan y acogen con competencia, profesionalismo y amor a tantas personas enfermas, en particular a enfermos de SIDA/HIV, especialmente mujeres y niños, recuerdo la parábola del Buen Samaritano.

Todos los que han pasado por aquí, todos los que vienen con desesperación y angustia, son como ese hombre tirado al borde del camino. Y, aquí, ustedes no han pasado de largo, no han seguido su camino como lo hicieron otros —el levita y el sacerdote—.

Este centro nos muestra que hubo quienes se detuvieron y sintieron compasión, que no cedieron a la tentación de decir “no hay nada por hacer”, “es imposible combatir esta plaga”, y se animaron a buscar soluciones. Ustedes, como lo ha expresado Cacilda, han escuchado ese grito silencioso, apenas audible, de infinidad de mujeres, de tantos que vivían con vergüenza, marginados, juzgados por todos. Por eso han sumado a esta casa, donde el Señor vive con los que están al costado del camino, a los que padecen cáncer, tuberculosis, y a centenares de desnutridos, especialmente niños y jóvenes.

Así todas las personas que de diversas maneras participan de esta comunidad sanitaria se vuelven expresión del Corazón de Jesús para que nadie piense «que su grito se ha perdido en el vacío [...], son un signo de cercanía para cuantos pasan necesidad, para que sientan la presencia activa de un hermano o una hermana. Lo que no necesitan los pobres es un acto de delegación, sino el compromiso personal de aquellos que escuchan su clamor. La solicitud de los creyentes no puede limitarse a una forma de asistencia —que es necesaria y providencial en un primer momento—, sino que exige esa “atención amante”, que honra al otro como persona y busca su bien» (Mensaje en la II Jornada Mundial de los pobres, 18 noviembre 2018, n. 3).

Escuchar este grito les ha hecho entender que no bastaba con un tratamiento médico, ciertamente necesario; por eso han mirado la integralidad de la problemática, para restituir la dignidad de mujeres y niños, ayudándolos a proyectar un futuro mejor.

En este amplio campo que se les ha ido abriendo por escuchar de manera constante, también han experimentado su limitación, la carencia de medios de toda índole. El programa, que han desarrollado y que los ha conectado con otros lugares del mundo, es un ejemplo de humildad por haber reconocido los propios límites, y de creatividad para trabajar en red.

«A menudo, la colaboración con otras iniciativas, que no están motivadas por la fe sino por la solidaridad humana, nos permite brindar una ayuda que solos no podríamos realizar. Reconocer que, en el inmenso mundo de la pobreza, nuestra intervención es también limitada, débil e insuficiente, nos lleva a tender la mano a los demás, de modo que la colaboración mutua pueda lograr su objetivo con más eficacia. Nos mueve la fe y el imperativo de la caridad, aunque sabemos reconocer otras formas de ayuda y de solidaridad que, en parte, se fijan los mismos objetivos [...]. Una respuesta adecuada y plenamente evangélica que podemos dar es el diálogo entre las diversas experiencias y la humildad en el prestar nuestra colaboración sin ningún tipo de protagonismo» (ibíd., n. 7).

El empeño gratuito y voluntario de tantas personas de diversas profesiones —dermatología, medicina interna, neurología y radiología, entre otras; más de cinco mil médicos, enfermeros, biólogos coordinadores y técnicos— que, durante años, a través de la telemedicina, han prestado su valiosa tarea para formar operadores locales, tiene en sí mismo un enorme valor humano y evangélico.

Al mismo tiempo, es asombroso constatar cómo esta escucha de los más frágiles, de los pobres, los enfermos, nos pone en contacto con otra parte del mundo frágil: pienso en «los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que “gime y sufre dolores de parto” (Rm 8,22)» (Carta enc. Laudato si’, 2). Como en esas esculturas del arte makonde —las llamadas ujamaa (“familia extendida”, en suahili, o “árbol de la vida”) con varias figuras enlazadas entre sí donde prevalece la unión y la solidaridad sobre el individuo—, tenemos que darnos cuenta que somos todos parte de un mismo tronco.

Ustedes han sabido percibirlo, y esa escucha los ha llevado a buscar modos sustentables en la procura de energía, también de acopio y reserva de agua; sus opciones de bajo impacto ambiental son un modelo virtuoso, un ejemplo a seguir ante la urgencia del deterioro del planeta.

El texto del Buen Samaritano concluye dejando al sufriente en la “posada”, entregándole algo de la paga y prometiéndole el resto a su vuelta. Mujeres como Cacilda, y como esos aproximadamente 100.000 niños que pueden escribir una nueva página de la historia libres de HIV/SIDA, así como de tantos otros anónimos que hoy sonríen porque fueron curados con dignidad en su dignidad, son parte de la paga que el Señor les ha dejado: regalos de presencias que, saliendo de la pesadilla de la enfermedad, sin ocultar su condición, transmiten la esperanza a muchas personas, contagian ese “yo sueño” a tantos que necesitan que los recojan del borde camino.

La otra parte la retribuirá el Señor “cuando Él vuelva”, y eso les tiene que llenar de alegría: cuando nosotros nos vayamos, cuando vuelvan a la tarea cotidiana, cuando nadie les aplauda ni los considere, sigan recibiendo a los que llegan, salgan a buscarlos heridos y derrotados en las periferias. No olvidemos que sus nombres, escritos en el cielo, tienen al lado una inscripción: estos son los benditos de mi Padre. Renueven los esfuerzos y permitan que aquí se siga “pariendo” la esperanza.

Dios los bendiga, queridos enfermos y familiares, y a cuantos los asisten con mucho cariño y los animan a continuar.



El Papa visita a indigentes y pobres atendidos en la Casa Mateo 25 en Mozambique
Redacción ACI Prensa
 Crédito: Vatican Media

El Papa Francisco visitó en privado la Casa Mateo 25, un lugar donde diversas congregaciones religiosas asisten a los más necesitados en Mozambique.

La visita se realizó luego del encuentro que sostuvo con los obispos, los sacerdotes, religiosos y seminaristas del país en la Catedral de la Inmaculada Concepción.

A su llegada, el Papa Francisco fue recibido por tres niños y el presidente de Mozambique, Filipe Jacinto Nyusi Luego, mientras un coro entonaba un canto para el Pontífice.

Ya en el interior de la casa y cerca de la capilla donde se colocó una placa conmemorativa, lo esperaban tres religiosas y un sacerdote que hacen parte de la coordinación de la obra. El Papa rezó brevemente allí y luego recibió como regalo una cruz y un cuadro de parte de quienes reciben ayuda en la casa.

A continuación el Santo Padre dejó obsequió a la casa una réplica de la Virgen de las Lágrimas, una advocación que surgió en Siracusa (Italia), donde una imagen del Corazón Inmaculado de María derramó lágrimas.

El hecho se produjo en 1953, en la casa del humilde matrimonio de Angelo Lannuso y Antonina Lucia Giusti, quienes tenían la imagen de yeso con relieve que colgaba encima del lecho matrimonial y que derramó lágrimas entre el 29 de agosto y el 1 de septiembre.

La imagen era un regalo de bodas y, cuando lloró, la primera en verla fue Antonina que estaba embarazada de su primer hijo. El 12 de diciembre de 1953, día en que la Iglesia celebra a la Virgen de Guadalupe, los obispos de la región de Sicilia unánimemente declararon que efectivamente la imagen de la Madre de Dios había llorado.

Después de saludar personalmente a quienes son atendidos en la Casa Mateo 25, el Papa Francisco se dirigió a la Nunciatura donde es acogido por los jesuitas de Mozambique.

La Casa Mateo 25

La Casa Mateo 25 se abrió el 19 de julio de 2018 y toma su nombre de la constante invitación que hace el Papa Francisco para vivir lo que dice el Evangelio de Mateo en el capítulo 25. Para el Santo Padre allí se encuentra “el protocolo según el cual seremos juzgados”.

A partir del versículo 31, el Evangelio dice que cuando “el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos los ángeles” juzgará a todos enviando al Reino de Dios a quienes obraron con misericordia y al “fuego eterno” a quienes no.

“Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme”, indican los versículos 35 y 36. 

Con esta consigna, quienes sirven en la Casa Mateo 25 se entregan generosamente a ayudar a un grupo de entre 70 y 120 personas a diario como niños de la calle, personas sin techo, drogadictos y enfermos.

Cuando sirven a los niños, los que se encargan de la ayuda también les ofrecen una breve catequesis sobre una parábola del Evangelio o la vida de un santo.

Algunas de las congregaciones que sirven en esta casa son las Hijas de la Caridad de San Vicente, los Salesianos, las Hijas de María Auxiliadora, las Hermanas Concepcionistas, la Congregación de la Misión, los Misioneros Franciscanos de María y la Comunidad de San Egidio.




Papa Francisco recibe a víctimas de ciclón en Mozambique
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa
 Foto: Vatican Media


El Papa Francisco recibió a un grupo de fieles de la Diócesis de Xai – Xai, afectada gravemente por un ciclón en el año 2000 y localizado al norte de Maputo (capital de Mozambique) país que el Santo Padre visita en su nuevo viaje apostólico a África y que incluye a Madagascar y Mauricio.

La Diócesis de Xai – Xai forma parte de un región que fue afectada gravemente por un ciclón que golpeó Mozambique en febrero del año 2000 y que provocó que el río Limpopo dejara sumergida a la ciudad por casi tres metros de agua y lodo.

El Papa Francisco, que entonces era Arzobispo de Buenos Aires, inició un ‘hermamiento’ entre ambas diócesis.


Por ello, este 5 de septiembre, el Santo Padre tuvo un encuentro privado en la Nunciatura Apostólica de Maputo después del almuerzo y antes de ir a la Catedral para reunirse con los obispos, sacerdotes, religiosos, consagrados, seminaristas, catequistas y animadores de Mozambique.

Según confirmó el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, el Papa recibió a la delegación de la Diócesis de Xai Xai junto a su obispo, Mons. Lucio Andrice Muandula, y el Obispo Emérito, Cardenal Julio Duarte Langa.

El encuentro en la Nunciatura Apostólica tuvo un clima cordial y familiar. Tras el breve saludo de Mons. Muandula, el Papa Francisco “recordó los orígenes de la relación entre las diócesis y como, el intercambio entre las dos, había reforzado a los sacerdotes, los religiosos, las religiosas, y los seminaristas en su misión, abriéndoles una perspectiva apostólica”, indicó Matteo Bruni.

Asimismo, el Santo Padre destacó la importancia de la oración de unos por otros y el valor de los niños, la riqueza de una nación, y de los ancianos. “Los niños y los ancianos son el tesoro de un pueblo y en el modo en el cual se cuida de ellos mide la grandeza de un pueblo”, dijo.

Encuentro con jóvenes en la Nunciatura
Este encuentro reservado no ha sido el primero en la Nunciatura Apostólica en Maputo, ya que esta mañana, el Papa Francisco se reunió con 20 jóvenes procedentes de distintas ciudades de Mozambique, como Mangunze, Muvamba, Tofo y Xai – Xai en representación de los más de 2.700 jóvenes estudiantes que participan en proyectos en este país organizados por la fundación pontificia Scholas.

Según indicaron los organizadores del encuentro, el Santo Padre conversó con los jóvenes sobre los problemas que más los afectan y al finalizar el encuentro le cantaron al Papa una canción con un mensaje de paz y armonía que ellos mismos compusieron para la ocasión.

Por último, el director de la Oficina de Prensa, Matteo Bruni, describió que durante este encuentro  el Santo Padre confió a los presentes “algunos episodios de su infancia en Buenos Aires, cuando se jugaba fútbol con balones hechos de pedazos de tela en un patio cercano a su casa” y el Papa destacó cómo el juego y el trabajo deben estar siempre unidos.


Esta es la propuesta del Papa para hacer frente a la crisis de identidad sacerdotal
Redacción ACI Prensa
 Foto: Edward Pentin / ACI Prensa


En un discurso sobre la crisis de la identidad sacerdotal y cómo afrontarla, que pronunció ante Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, consagrados, seminaristas, catequistas y animadores de pastoral de Mozambique este jueves 5 de septiembre, segundo día de su viaje pastoral a África, que también le llevará a Madagascar y Mauricio, en la Catedral de la Inmaculada Concepción, el Santo Padre subrayó que “la proximidad cansa”.

“La proximidad al santo pueblo de Dios siempre cansa” y, por ello, “es bello encontrar un sacerdote, una hermana, un catequista cansado por la proximidad”.

“Que en este sano cansancio encontremos la fuente de nuestra identidad y felicidad. La proximidad cansa. Este cansancio es la santidad”.

Tras escuchar los testimonios de un sacerdote, una religiosa y un catequista, el Papa Francisco explicó que para hacer frente a la crisis de identidad sacerdotal “quizás tenemos que salir de los lugares importantes, solemnes; tenemos que volver a los lugares donde fuimos llamados, donde era evidente que la iniciativa y el poder eran de Dios”.

“A veces sin querer, sin culpa moral, nos habituamos a identificar nuestro quehacer cotidiano como sacerdotes con ciertos ritos, con reuniones y coloquios donde el lugar que ocupamos en la reunión, en la mesa o en el aula es de jerarquía”.

En ese sentido, pidió a los sacerdotes no lamentarse por los tiempos pasados, porque ese lamento “nos va petrificando. Nos va, momificando. No es buena cosa un Obispo, un sacerdote, incluso un catequista, momificado. No, no es bueno. En lugar de profesar una Buena Nueva, lo que anunciamos es algo gris que no atrae ni enciende el corazón de nadie”.

En su respuesta a los testimonios, el Papa repitió algunas de las frases de su homilía durante la Misa Crismal del 17 de abril de 2014 y señaló que “no exageramos si decimos que el sacerdote es una persona muy pequeña: la inconmensurable grandeza del don que nos es dado para el ministerio nos relega entre los más pequeños de los hombres”.

“El sacerdote es el más pobre de los hombres si Jesús no lo enriquece con su pobreza, el más inútil siervo si Jesús no lo llama amigo, el más necio de los hombres si Jesús no lo instruye pacientemente como a Pedro, el más indefenso de los cristianos si el Buen Pastor no lo fortalece en medio del rebaño”.

“Nadie más pequeño que un sacerdote dejado a sus propias fuerzas; por eso nuestra oración protectora contra toda insidia del Maligno es la oración de nuestra Madre: soy sacerdote porque Él miró con bondad mi pequeñez”.

Por ello, “volver a Nazaret puede ser el camino para afrontar la crisis de identidad, para renovarnos como pastores-discípulos-misioneros”.

“Renovar el llamado muchas veces pasa por revisar si nuestros cansancios y afanes tienen que ver con cierta “mundanidad espiritual”,

El Papa insistió: “renovar el llamado pasa por elegir, decir sí y cansarnos por aquello que es fecundo a los ojos de Dios, que hace presente, encarna, a su Hijo Jesús. Que en este sano cansancio encontremos la fuente de nuestra identidad y felicidad”.


Discurso del Papa a obispos, clero, religiosos, catequistas de Mozambique
Redacción ACI Prensa
 Foto: Edward Pentin / ACI Prensa



La Catedral de la Inmaculada Concepción fue el escenario del encuentro que mantuvo el Papa Francisco con los Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, consagrados, seminaristas, catequistas y animadores de pastoral de Mozambique este jueves 5 de septiembre, segundo día de su viaje pastoral a África, que también le llevará a Madagascar y Mauricio.

Tras escuchar los testimonios de un sacerdote, una religiosa y un catequista, el Pontífice reflexionó sobre la vocación al sacerdocio y a la vida consagrada. Una de sus reflexiones trató sobre la crisis de identidad sacerdotal.

“Frente a la crisis de identidad sacerdotal, quizás tenemos que salir de los lugares importantes, solemnes; tenemos que volver a los lugares donde fuimos llamados, donde era evidente que la iniciativa y el poder eran de Dios”.

A continuación, el texto completo del discurso del Papa Francisco:

Queridos hermanos obispos,

Queridos sacerdotes, religiosas, religiosos y seminaristas,

Queridos catequistas y animadores de comunidades cristianas,

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenas tardes!

Agradezco el saludo de bienvenida de Mons. Hilário en nombre de todos vosotros. Con afecto y gran reconocimiento, os saludo a todos. Sé que habéis hecho un gran esfuerzo para estar aquí. Juntos, queremos renovar la respuesta al llamado que una vez hizo arder nuestros corazones y que la Santa Madre Iglesia nos ayudó a discernir y confirmar con la misión.

Gracias por vuestros testimonios, que hablan de las horas difíciles y los desafíos serios que vivís, reconociendo límites y debilidades; pero también admirándoos de la misericordia de Dios. Me alegró escuchar de la boca de una catequista decir: “Somos una Iglesia insertada en un pueblo heroico”, que sabe de sufrimientos, pero mantiene viva la esperanza. Con ese sano orgullo por vuestro pueblo, que invita a renovar la fe y la esperanza, queremos renovar nuestro “sí”. ¡Qué feliz es la Santa Madre Iglesia al escucharos manifestar el amor del Señor y la misión que os ha dado! ¡Qué contenta está de ver vuestro deseo de volver siempre al «amor primero» (Ap 2,4)!

Pido al Espíritu Santo que os dé siempre la lucidez de llamar a la realidad con su nombre, la valentía de pedir perdón y la capacidad de aprender a escuchar lo que Él quiere decirnos.

Queridos hermanos y hermanas, nos guste o no, estamos llamados a enfrentar la realidad tal como es. Los tiempos cambian y debemos reconocer que a menudo no sabemos cómo insertarnos en los nuevos escenarios; podemos soñar con las “cebollas de Egipto” (cf. Nm 11,5), olvidando que la Tierra Prometida está adelante y no atrás, y en ese lamento por los tiempos pasados, nos vamos petrificando. Nos vamos, momificando. No es buena cosa un Obispo, un sacerdote, incluso un catequista, momificado. No, no es bueno. En lugar de profesar una Buena Nueva, lo que anunciamos es algo gris que no atrae ni enciende el corazón de nadie. Esa es la tentación.


Nos encontramos en esta catedral, dedicada a la Inmaculada Concepción de la Virgen María, para compartir como familia lo que nos pasa. Como familia que nació en ese “sí” que María le dijo al ángel. Ella, ni por un momento miró hacia atrás. Es el evangelista Lucas quien nos narra estos acontecimientos del inicio del misterio de la Encarnación. Quizás en su modo de hacerlo encontremos respuestas a las preguntas que hoy habéis hecho. Un Obispo, un sacerdote, la hermana catequista… ¡Los seminaristas no habéis hecho! Quizás podamos descubrir también el estímulo necesario para responder con la misma generosidad y premura de María.

San Lucas va presentando en paralelo los acontecimientos vinculados a san Juan Bautista y a Jesucristo; quiere que en el contraste descubramos aquello que se va apagando del modo de ser de Dios y de vincularse con Él en el Antiguo Testamento, y el nuevo modo que nos trae el Hijo de Dios hecho hombre. De un modo en el Antiguo Testamento, se va abajando, y de un nuevo modo que trae Jesús.

Es evidente que en ambas anunciaciones, en la de San Juan Bautista y en la de Jesús, hay un ángel. Pero, en una, la aparición se da en Judea, en la ciudad más importante: Jerusalén; y no en cualquier lugar, sino en el templo y, dentro de él, en el Santo de los Santos; el ángel se dirige a un varón, y sacerdote. Por el contrario, el anuncio de la Encarnación es en Galilea, la más alejada y conflictiva de las regiones, en una pequeña aldea, Nazaret, en una casa y no en una sinagoga o lugar religioso, y se hace a una laica, y mujer. ¿Qué ha cambiado? Todo. ¡Cambió todo! Y, en ese cambio, está nuestra identidad más profunda.

Vosotros preguntabais qué hacer con la crisis de identidad sacerdotal, cómo luchar contra ella. A propósito, lo que voy a decir relativo a los sacerdotes es algo que todos —obispos, catequistas, consagrados, seminaristas— estamos llamados a cultivar y desarrollar.

Frente a la crisis de identidad sacerdotal, quizás tenemos que salir de los lugares importantes, solemnes; tenemos que volver a los lugares donde fuimos llamados, donde era evidente que la iniciativa y el poder eran de Dios. Ninguno de nosotros fue llamado a un lugar importante. Ninguno.

A veces sin querer, sin culpa moral, nos habituamos a identificar nuestro quehacer cotidiano como sacerdotes con ciertos ritos, con reuniones y coloquios donde el lugar que ocupamos en la reunión, en la mesa o en el aula es de jerarquía; nos parecemos más a Zacarías que a María. «Creo que no exageramos si decimos que el sacerdote es una persona muy pequeña: la inconmensurable grandeza del don que nos es dado para el ministerio nos relega entre los más pequeños de los hombres.

El sacerdote es el más pobre de los hombres –sí, el sacerdote es el más pobre de los hombres– si Jesús no lo enriquece con su pobreza, el más inútil siervo si Jesús no lo llama amigo, el más necio de los hombres si Jesús no lo instruye pacientemente como a Pedro, el más indefenso de los cristianos si el Buen Pastor no lo fortalece en medio del rebaño.

Nadie más pequeño que un sacerdote dejado a sus propias fuerzas; por eso nuestra oración protectora contra toda insidia del Maligno es la oración de nuestra Madre: soy sacerdote porque Él miró con bondad mi pequeñez (cf. Lc 1,48)» (Homilía en la Misa Crismal, 17 de abril de 2014).

Volver a Nazaret puede ser el camino para afrontar la crisis de identidad. Jesús llama, después de la resurrección, a regresar a Galilea para encontrarlos. Volver a Nazareth, a la primera llamada. Volver a Galilea para resolver la crisis de identidad. Volver a Nazaret para renovarnos como pastores-discípulos-misioneros.

Vosotros mismos expresabais cierta exageración en la preocupación por generar recursos para el bienestar personal, por “caminos tortuosos” que muchas veces terminan privilegiando actividades con una retribución garantizada y generan resistencias a entregar la vida en el pastoreo cotidiano.

La imagen de esta sencilla doncella en su casa, en contraste con toda la estructura del templo y de Jerusalén, puede ser el espejo donde miremos nuestras complicaciones y afanes, que oscurecen y dilatan la generosidad de nuestro “sí”.

Las dudas y la necesidad de explicaciones de Zacarías desentonan con el “sí” de María que sólo requiere saber cómo se va a dar todo lo que le suceda. Zacarías no puede superar el afán de controlarlo todo, no puede salir de la lógica de ser y sentirse el responsable y autor de lo que suceda. María no duda, no se mira a sí misma: se entrega, confía. Es agotador vivir el vínculo con Dios como Zacarías, como un doctor de la ley: siempre cumpliendo, siempre creyendo que la paga es proporcional al esfuerzo que haga, que es mérito mío si Dios me bendice, que la Iglesia tiene el deber de reconocer mis virtudes y esfuerzos.

No podemos correr tras aquello que redunde en beneficios personales; nuestros cansancios deben estar más vinculados a «nuestra capacidad de compasión (¿tengo capacidad de compasión?), son tareas en las que nuestro corazón es “movido” y conmovido. Hermanos y hermanas: la Iglesia pide capacidad de compasión.

Nos alegramos con los novios que se casan, reímos con el bebé que traen a bautizar; acompañamos a los jóvenes que se preparan para el matrimonio y a las familias; nos apenamos con el que recibe la unción en la cama del hospital, lloramos con los que entierran a un ser querido» (Homilía Misa en la Misa Crismal, 2 abril 2015).

Entregamos minutos y días en pos de esa madre con SIDA, ese pequeño que quedó huérfano, esa abuela a cargo de tantos nietos o ese joven que ha venido a la ciudad y está desesperado porque no encuentra trabajo. «Tantas emociones... Si tenemos el corazón abierto, esta emoción y tanto afecto fatigan el corazón del Pastor.

Para nosotros, sacerdotes, las historias de nuestra gente no son un noticiero: nosotros conocemos a nuestro pueblo, podemos adivinar lo que les está pasando en su corazón; y el nuestro, al compadecernos (al padecer con ellos), se nos va deshilachando, se nos parte en mil pedacitos, se conmueve y hasta parece comido por la gente: “Tomad, comed”. Esa es la palabra que musita constantemente el sacerdote de Jesús cuando va atendiendo a su pueblo fiel: “Tomad y comed, tomad y bebed...”.

Y así nuestra vida sacerdotal se va entregando en el servicio, en la cercanía al pueblo fiel de Dios... que siempre, siempre cansa» (ibíd.). Hermanos y hermanas: la proximidad cansa. Siempre cansa. La proximidad al santo pueblo de Dios. La proximidad cansa. Es bello encontrar sacerdotes, una hermana, un catequista que se cansa con la proximidad.

Renovar el llamado muchas veces pasa por revisar si nuestros cansancios y afanes tienen que ver con cierta “mundanidad espiritual”, «por la fascinación de mil propuestas de consumo que no nos podemos quitar de encima para caminar, libres, por los senderos que nos llevan al amor de nuestros hermanos, a los rebaños del Señor, a las ovejitas que esperan la voz de sus pastores» (Homilía en la Misa Crismal, 24 marzo 2016); renovar el llamado pasa por elegir, decir sí y cansarnos por aquello que es fecundo a los ojos de Dios, que hace presente, encarna, a su Hijo Jesús. Que en este sano cansancio encontremos la fuente de nuestra identidad y felicidad. La proximidad cansa. Este cansancio es la santidad.

Que nuestros jóvenes descubran eso en nosotros, que nos dejamos “tomar y comer”, y que sea eso lo que los lleva a preguntarse por el seguimiento de Jesús, que deslumbrados por la alegría de una entrega cotidiana no impuesta sino madurada y elegida en el silencio y la oración, ellos quieran dar su “sí”.

Tú, que te lo preguntas o ya estás en camino de una consagración definitiva, has descubierto «que la ansiedad y la velocidad de tantos estímulos que nos bombardean hacen que no quede lugar para ese silencio interior donde se percibe la mirada de Jesús y se escucha su llamado. Mientras tanto, te llegarán muchas propuestas maquilladas, que parecen bellas e intensas, aunque con el tiempo solamente te dejarán vacío, cansado y solo.

No dejes que eso te ocurra, porque el torbellino de este mundo te lleva a una carrera sin sentido, sin orientación, sin objetivos claros, y así se malograrán muchos de tus esfuerzos. Más bien busca esos espacios de calma y de silencio que te permitan reflexionar, orar, mirar mejor el mundo que te rodea, y entonces sí, con Jesús, podrás reconocer cuál es tu vocación en esta tierra» (Exhort. ap. Christus vivit, 277).

Este juego de contrastes que plantea el evangelista Lucas, culmina en el encuentro de las dos mujeres: Isabel y María. La Virgen visita a su prima mayor y todo es fiesta, baile y alabanza. Hay una parte de Israel que ha entendido el cambio profundo, vertiginoso del proyecto de Dios: por eso acepta ser visitada, por eso el niño salta en el vientre. En una sociedad patriarcal, por un instante, el mundo de los hombres se retira, enmudece como Zacarías.

Hoy también nos ha hablado una catequista, una mujer mozambiqueña que nos ha recordado que nada les hará perder su entusiasmo por evangelizar, por cumplir con su compromiso bautismal. Vuestra vocación es evangelizar. La vocación de la Iglesia es evangelizar. La identidad de la Iglesia es evangelizar. No hacer proselitismo. El proselitismo no es evangelización. El proselitismo no es cristiano. Nuestra vocación es evangelizar. La identidad de la Iglesia es evangelizar.

En ella están todos los que salen al encuentro de sus hermanos: los que visitan como María, los que al dejarse visitar aceptan gustosos que el otro los transforme al regalarle su cultura, sus modos de vivir la fe y de expresarla.

La inquietud que expresas nos devela que la inculturación siempre será un desafío, como este “viaje” entre estas dos mujeres que quedarán mutuamente transformadas por el encuentro, el diálogo y el servicio. «Las Iglesias particulares deben fomentar activamente formas, al menos incipientes, de inculturación.

Lo que debe procurarse, en definitiva, es que la predicación del Evangelio, expresada con categorías propias de la cultura donde es anunciado, provoque una nueva síntesis con esa cultura. Aunque estos procesos son siempre lentos, a veces el miedo nos paraliza demasiado. Si dejamos que las dudas y temores sofoquen toda audacia, es posible que, en lugar de ser creativos, simplemente nos quedemos cómodos y no provoquemos avance alguno y, en ese caso, no seremos partícipes de procesos históricos con nuestra cooperación, sino simplemente espectadores de un estancamiento infecundo de la Iglesia» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 129).

La “distancia” entre Nazaret y Jerusalén se acorta, se hace inexistente por ese “sí” de María. Porque las distancias, los regionalismos y particularismos, el estar constantemente construyendo muros atentan contra la dinámica de la encarnación, que ha derribado el muro que nos separaba (cf. Ef 2,14). Vosotros que habéis sido testigos —al menos los mayores— de divisiones y rencores que terminaron en guerras, tenéis que estar siempre dispuestos a “visitaros”, a acortar las distancias. La Iglesia de Mozambique está invitada a ser la Iglesia de la Visitación.

No puede ser parte del problema de las competencias, menosprecios y divisiones de unos con otros, sino puerta de solución, espacio donde sea posible el respeto, el intercambio y el diálogo. La pregunta formulada sobre qué hacer ante un matrimonio interreligioso nos desafía en esta tendencia asentada que tenemos a la fragmentación, a separar en vez de unir. Como también lo es el vínculo entre nacionalidades, entre razas, entre los del norte y los del sur, entre comunidades, sacerdotes y obispos.

Es el desafío porque, hasta desarrollar «una cultura del encuentro en una pluriforme armonía», se requiere «un proceso constante en el cual cada nueva generación se ve involucrada. Es un trabajo lento y arduo que exige querer integrarse y aprender a hacerlo». Es el requisito necesario para la «construcción de un pueblo en paz, justicia y fraternidad», para «el desarrollo de la convivencia social y la construcción de un pueblo donde las diferencias se armonicen en un proyecto común» (ibíd., 220-221).

Así como María fue a la casa de Isabel, como Iglesia tenemos que aprender el camino frente a nuevas problemáticas, buscando no quedar paralizados por una lógica que enfrenta, divide, condena. Poneos en camino y buscad una respuesta a estos desafíos pidiendo la asistencia segura del Espíritu Santo. Él es el Maestro para mostrar los nuevos caminos a transitar.

Reavivemos entonces nuestro llamado vocacional, hagámoslo bajo este magnífico templo dedicado a María, y que nuestro “sí” comprometido proclame las grandezas del Señor, alegre el espíritu de nuestro pueblo en Dios, nuestro Salvador (cf. Lc 1,46-47). Y llene de esperanza, paz y reconciliación a vuestro país, a nuestro querido Mozambique.

Os pido que, por favor, recéis y hagáis rezar por mí.

Que el Señor os bendiga y la Virgen Santa os cuide.

Gracias.


Los 12 consejos que el Papa Francisco da hoy a los jóvenes
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa
 Foto: Vatican Media


El Papa Francisco abrió el corazón ante miles de jóvenes a quienes les dio 12 consejos para aplicarlos en su vida.

Así lo hizo el Santo Padre durante su cuarto viaje apostólico en África en el encuentro interreligioso con miles de jóvenes en Maputo, la capital de Mozambique, tras haber celebrado la Misa en privado en la Nunciatura Apostólica de Maputo y haberse reunido allí mismo con algunos jóvenes de Mozambique.

Después, el Papa realizó la tradicional visita de cortesía al Presidente de la República de Mozambique y luego dirigió su primer discurso a las autoridades y al cuerpo diplomático del país.

Posteriormente, el Pontífice llegó al Pavillon Maxaquen junto al Arzobispo de Maputo, un estadio con capacidad máxima de 15.000 personas, en donde fue recibido con entusiasmo por miles de jóvenes que cantaron y bailaron con alegría.

Allí, el Papa Francisco pronunció un discurso en portugués “con el corazón abierto” en el cual fue interrumpido en varias ocasiones con aplausos y ovaciones mientras que también él añadía frases en español.

Durante el encuentro, el Santo Padre ofreció estas enseñanzas a los jóvenes, que él mismo describió como: “pequeños elementos que pueden darles el apoyo necesario para no achicarse en los momentos de dificultad, sino para abrir una brecha de esperanza; brecha que les ayudará a poner en juego su creatividad y a encontrar nuevos caminos y espacios para responder a los problemas con el gusto de la solidaridad”.

¡Ustedes son importantes! Tienen que saberlo, tienen que creérselo. ¡Ustedes son importantes! Pero, ¡con humildad!
La alegría es el mejor antídoto que desmiente a todos aquellos que quieren dividir, fragmentar o enfrentar.
Si quieres llegar rápido camina solo, si quieres llegar lejos, ve acompañado.
Sueñen con otros, nunca contra otros; sueñen como han soñado y preparado este encuentro: todos unidos y sin barreras.
La resignación es enemiga de los sueños y del compromiso, también lo es la ansiedad.
No dejen que les roben la alegría. No dejen de cantar y expresarse de acuerdo a todo lo bueno que aprendieron de sus tradiciones.
¡No es bueno darse por vencido! No caigamos en el error de detenernos porque hay cosas que no nos salieron bien la primera vez.
Seamos capaces de crear la amistad social. No olviden que la enemistad social destruye: ¡El mundo se destruye por la enemistad! Y la enemistad más grande es la guerra.
Los sueños más bellos se conquistan con esperanza, paciencia y determinación, renunciando a las prisas.
La paz es un proceso que también ustedes están llamados a recorrer, tendiendo siempre sus manos especialmente a aquellos que están pasando en un momento de dificultad.
Busquen crecer en la amistad también con los que piensan distinto, para que la solidaridad crezca entre ustedes y se transforme en la mejor arma para transformar la historia.
Proteger nuestra casa común, una casa que es de todos y para todos. Este es un lindo sueño para cultivar juntos, como familia, una linda lucha que los puede ayudar a mantenerse unidos.
Por último, el Papa Francisco quiso realizar una última reflexión: “Dios los ama, y en esa afirmación estamos de acuerdo todas las tradiciones religiosas -y añadió- para Él realmente eres valioso, tú no eres insignificante, le importas, porque eres obra de sus manos. Porque te ama. Por eso te presta atención y te recuerda con cariño’. No quiere llevar la cuenta de tus errores y, en todo caso, te ayudará a aprender algo también de tus caídas. Porque te ama. Intenta quedarte un momento en silencio dejándote amar por Él. Intenta acallar todas las voces y gritos interiores y quédate un instante en sus brazos de amor”.

Por ello, el Santo Padre invitó a guardar unos minutos de silencio para reflexionar en el Amor de Dios que “es sencillo, casi silencioso, discreto: no avasalla, no se impone, no es un amor estridente u ostentoso; es un amor de libertad y para la libertad, amor que cura y que levanta”.



Viaje del Papa Francisco a África: Discurso a los jóvenes de Mozambique
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media



El Papa Francisco participó a un encuentro interreligioso con miles de jóvenes en la capital de Mozambique en donde dirigió un discurso de esperanza y destacó la alegría de vivir.

El Santo Padre llegó al Pavillon Maxaquen junto al Arzobispo de Maputo, un estadio con capacidad máxima de 15.000 personas, y pronunció un discurso en portugués improvisando y añadiendo frases en español e italiano.

“La alegría de vivir es una de sus principales características —y eso se puede sentir aquí—. Alegría compartida y celebrada que reconcilia y se transforma en el mejor antídoto que desmiente a todos aquellos que quieren dividir, fragmentar o enfrentar. ¡Cuánto les hace falta a algunas regiones del mundo su alegría de vivir!”, exclamó el Papa ante el entusiasmo de los cantos y danzas de los jóvenes presentes.

En esta línea, el Pontífice recordó el proverbio: “Si quieres llegar rápido camina solo, si quieres llegar lejos, ve acompañado” y animó a los jóvenes a repetir ¡Si quieres llegar rápido camina solo, si quieres llegar lejos, ve acompañado! Se trata siempre de soñar juntos, como lo están haciendo hoy. Sueñen con otros, nunca contra otros; sueñen como han soñado y preparado este encuentro: todos unidos y sin barreras. Eso es parte de la ‘nueva página de la historia’ de Mozambique”.

Por ello, el Papa advirtió que “jugar juntos nos enseña que no sólo la resignación es enemiga de los sueños y del compromiso, también lo es la ansiedad. Resignación y ansiedad”, dijo.

A continuación, el texto completo del Papa Francisco a los jóvenes:

Muchas gracias por tus palabras de bienvenida, muchas gracias también por todas y cada una de las representaciones artísticas que han realizado. Muchas gracias. Siéntense, pónganse cómodos.

Me agradecían porque he reservado tiempo para estar con ustedes. ¿Qué es más importante para un pastor que estar con los suyos? ¿Qué es más importante para un pastor que encontrarse con sus jóvenes? ¡Ustedes son importantes! Tienen que saberlo, tienen que creérselo. ¡Ustedes son importantes! Pero con humildad. Porque ustedes no son sólo el futuro de Mozambique, tampoco de la Iglesia y de la humanidad. Ustedes son el presente que, con todo lo que son y hacen, ya están aportando lo mejor que hoy pueden regalar. Sin su entusiasmo, sus cantos, su alegría de vivir, ¿qué sería de esta tierra? Verles cantar, sonreír, bailar, en medio de todas las dificultades que viven —como bien nos contabas tú— es el mejor signo de que ustedes, jóvenes, son la alegría de esta tierra, la alegría de hoy.

La alegría de vivir es una de sus principales características —y eso se puede sentir aquí—. Alegría compartida y celebrada que reconcilia y se transforma en el mejor antídoto que desmiente a todos aquellos que quieren dividir, fragmentar o enfrentar. ¡Cuánto les hace falta a algunas regiones del mundo su alegría de vivir!

Gracias por estar presentes las distintas confesiones religiosas. Gracias por animarse a vivir el desafío de la paz y a celebrarla hoy juntos como familia; también a aquellos que sin ser parte de alguna tradición religiosa están participando. Es hacer la experiencia de que todos somos necesarios, con nuestras diferencias, pero necesarios.


Ustedes juntos —así como se encuentran ahora—, son el palpitar de este pueblo, donde cada uno juega un papel fundamental en un único proyecto creador, para escribir una nueva página de la historia, una página llena de esperanza, paz y reconciliación. ¿Quieren escribir esta página?

Cuando entré, ustedes cantaban reconciliación. ¿Lo repiten? Reconciliación. Reconcialiación.

Me hiciste dos preguntas que creo van unidas. Por un lado, ¿cómo hacer para que los sueños de los jóvenes se hagan realidad? Y, ¿cómo hacer para que los jóvenes se involucren en los problemas que aquejan al país? Ustedes hoy nos marcan el camino y nos enseñan cómo responder a estas preguntas.

Han expresado con el arte, con la música, con esa riqueza cultural que mencionabas con tanto orgullo, una parte de sus sueños y realidades; en todas ellas muestran diferentes modos de asomarse al mundo y mirar el horizonte: siempre con ojos llenos de esperanza, llenos de futuro y también de ilusiones. Ustedes, jóvenes, caminan con dos pies como los adultos, pero a diferencia de los adultos, que los tienen paralelos, ustedes ponen uno delante del otro, dispuesto a irse, a partir. Ustedes tienen tanta fuerza, son capaces de mirar con tanta esperanza, son una promesa de vida que lleva incorporado un cierto grado de tenacidad (cf. Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 139), que no deben perder ni dejar que se las roben.

¿Cómo realizar los sueños, cómo contribuir a los problemas del país? Me gustaría decirte: no dejes que les roben la alegría. No dejen de cantar y expresarse de acuerdo a todo lo bueno que aprendieron de sus tradiciones. Que no les roben la alegría.

Como les decía, hay muchas formas de mirar el horizonte, el mundo, el presente y el futuro. Pero es necesario cuidarse de dos actitudes que matan los sueños y la esperanza: la resignación y la ansiedad. Son grandes enemigas de la vida, porque nos empujan normalmente por un camino fácil, pero de derrota, y el precio que piden para pasar es muy caro. Se paga con la propia felicidad e inclusive con la propia vida.

¡Cuántas promesas de felicidad vacías que terminan truncando vidas! Seguro conocen amigos, conocidos —o incluso les puede haber pasado a ustedes mismos—, el vivir momentos difíciles, dolorosos, donde parece que todo se viene encima y lleva a la resignación. Hay que estar muy atentos porque esa actitud «te hace tomar la senda equivocada. Cuando todo parece paralizado y estancado, cuando los problemas personales nos inquietan, los malestares sociales no encuentran las debidas respuestas, no es bueno darse por vencido» (ibíd., 141).

Repitan: ¡No es bueno darse por vencido!, ¡No es bueno darse por vencido! Sé que a la mayoría de ustedes les gusta mucho el fútbol. Recuerdo un gran jugador de estas tierras que aprendió a no resignarse: Eusebio da Silva, la “pantera negra”. Comenzó su vida deportiva en el club de esta ciudad. Las severas dificultades económicas de su familia y la muerte prematura de su padre, no pudieron impedir sus sueños; su pasión por el fútbol lo hizo perseverar, soñar y salir adelante, ¡y hasta llegó a hacer 77 goles para este club de Maxaquene! Tenía todo para resignarse.

Su sueño y ganas de jugar lo lanzaron hacia delante, pero tan importante como eso fue encontrar con quién jugar. Ustedes bien saben que en un equipo no son todos iguales, ni hacen las mismas cosas o piensan de la misma manera. Cada jugador tiene sus características, como lo podemos descubrir y disfrutar en este encuentro: venimos de tradiciones diferentes e inclusive podemos hablar lenguas diferentes, pero eso no impidió que nos encontremos.

Mucho se ha sufrido y se sufre porque algunos se creen con el derecho de determinar quién puede “jugar” y quién tiene que quedar “fuera de la cancha”, y van por la vida dividiendo y enfrentando. Ustedes, queridos amigos, hoy son un ejemplo y testimonio de cómo tenemos que actuar. Tú me preguntabas: ¿Cómo comprometerse con el país? Así como lo están haciendo, permaneciendo unidos más allá de lo que les puede diferenciar, buscando siempre la ocasión para realizar los sueños por un país mejor, pero juntos.

¡Qué importante es no olvidar que la enemistad social destruye! «Y una familia se destruye por la enemistad. Un país se destruye por la enemistad. El mundo se destruye por la enemistad. Todos juntos: ¡El mundo se destruye por la enemistad! ¡El mundo se destruye por la enemistad!

Y la enemistad más grande es la guerra. Y hoy día vemos que el mundo se está destruyendo por la guerra. Porque somos incapaces de sentarnos y hablar [...].  Seamos capaces de crear la amistad social. No es fácil, siempre hay que renunciar a algo, hay que negociar, pero si lo hacemos pensando en el bien de todos podremos alcanzar la magnífica experiencia de dejar de lado las diferencias para luchar juntos por algo común. Si logramos buscar puntos de coincidencia en medio de muchas disidencias, en ese empeño artesanal y a veces costoso de tender puentes, de construir una paz que sea buena para todos, ese es el milagro de la cultura del encuentro» (ibíd., 169).

Recuerdo ese proverbio que dice: «Si quieres llegar rápido camina solo, si quieres llegar lejos, ve acompañado». Repito: ¡Si quieres llegar rápido camina solo, si quieres llegar lejos, ve acompañado! Se trata siempre de soñar juntos, como lo están haciendo hoy. Sueñen con otros, nunca contra otros; sueñen como han soñado y preparado este encuentro: todos unidos y sin barreras. Eso es parte de la “nueva página de la historia” de Mozambique.

Jugar juntos nos enseña que no sólo la resignación es enemiga de los sueños y del compromiso, también lo es la ansiedad. Resignación y ansiedad. La ansiedad «Puede ser una gran enemiga cuando nos lleva a bajar los brazos porque descubrimos que los resultados no son instantáneos. Los sueños más bellos se conquistan con esperanza, paciencia y determinación, -esperanza, paciencia y determinación- renunciando a las prisas. Al mismo tiempo, no hay que detenerse por inseguridad, no hay que tener miedo de apostar y de cometer errores» (ibíd., 142).

Las cosas más hermosas se gestan con el tiempo y, si algo no te salió la primera vez, no tengas miedo de volver a intentar, una y otra vez. No tengas miedo a equivocarte, podemos equivocarnos mil veces, pero no caigamos en el error de detenernos porque hay cosas que no nos salieron bien la primera vez. El peor error sería por causa de la ansiedad y abandonar los sueños y las ganas de un país mejor por la ansiedad.

Por ejemplo, tienen ese hermoso testimonio de María Mutola, que aprendió a perseverar, a seguir intentando a pesar de no cumplir su anhelo de la medalla de oro en los tres primeros juegos olímpicos que compitió; después, al cuarto intento, esta atleta de los 800 metros alcanzó su medalla de oro en las olimpiadas de Sidney. La ansiedad no la hizo ensimismarse; sus nueve títulos mundiales no le hicieron olvidar a su pueblo, sus raíces, y sigue cerca de los niños necesitados de Mozambique. ¡Cuánto nos enseña el deporte a perseverar en nuestros sueños!

Me gustaría. Un poco largo el discurso ¿no? Son educados.


Me gustaría sumar otro elemento importante: no dejen afuera a sus mayores. También sus mayores los pueden ayudar a que sus sueños y aspiraciones no se sequen, no los tire el primer viento de la dificultad o la impotencia; ellos son nuestras raíces.

«Piensen esto: si una persona les hace una propuesta y les dice que ignoren la historia, que no recojan la experiencia de los mayores, que desprecien todo lo pasado y que sólo miren el futuro que él les ofrece, ¿no es una forma fácil de atraparlos con su propuesta para que solamente hagan lo que él les dice? Esa persona los necesita vacíos, desarraigados, desconfiados de todo, para que sólo confíen en sus promesas y se sometan a sus planes. Así funcionan las ideologías de distintos colores, que destruyen (o de-construyen) todo lo que sea diferente y de ese modo pueden reinar sin oposiciones. Para esto necesitan jóvenes que desprecien la historia, que rechacen la riqueza espiritual y humana que se fue transmitiendo a lo largo de las generaciones, que ignoren todo lo que los ha precedido» (ibíd., 181).

Las generaciones anteriores tienen mucho para decirles, para proponerles. Es cierto que a veces nosotros, los mayores, lo hacemos de modo impositivo, como advertencia, metiendo miedo; o pretendemos que hagan, digan y vivan exactamente igual que nosotros. Ustedes tienen que hacer su propia síntesis, pero escuchando, valorando a los que los han precedido. Y esto, ¿no es lo que habéis hecho con vuestra música? Al ritmo tradicional de Mozambique, la “marrabenta”, le habéis incorporado otros modernos y nació el “pandza”. Lo que escuchaban, lo que veían cantar y bailar a sus padres y abuelos, lo han hecho suyo. Ese es el camino que les propongo, un camino «hecho de libertad, de entusiasmo, de creatividad, de horizontes nuevos, pero cultivando al mismo tiempo esas raíces que alimentan y sostienen» (ibíd., 184).  

Todos estos son pequeños elementos que pueden darles el apoyo necesario para no achicarse en los momentos de dificultad, sino para abrir una brecha de esperanza; brecha que les ayudará a poner en juego su creatividad y a encontrar nuevos caminos y espacios para responder a los problemas con el gusto de la solidaridad.

Estoy por terminar. Muchos de ustedes naciste bajo el signo de la paz, una paz trabajosa que pasó por momentos diversos, unos más luminosos y otros de prueba. La paz es un proceso que también ustedes están llamados a recorrer, tendiendo siempre vuestras manos especialmente a aquellos que están pasando en un momento de dificultad. ¡Grande es el poder de la mano tendida y de la amistad que se juega en lo concreto! Pienso en el sufrimiento de aquellos jóvenes que llegaron llenos de ilusiones en búsqueda de trabajo a la ciudad y hoy están sin techo, sin familia y que no encuentran una mano amiga. Este es el gesto de la mano tendida. Todos: gesto de la mano tendida.

Qué importante es que aprendamos a ser manos amigas y tendidas. Busquen crecer en la amistad también con los que piensan distinto, para que la solidaridad crezca entre ustedes y se transforme en la mejor arma para transformar la historia.

Mano tendida que también nos recuerda la necesidad de comprometernos por el cuidado de nuestra casa común. Ustedes, sin lugar a dudas, fueron bendecidos con una belleza natural estupenda: bosques y ríos, valles y montañas y esas lindas playas.

Pero tristemente, hace pocos meses han sufrido el embate de dos ciclones, han visto las consecuencias del descalabro ecológico en el que vivimos. Muchos ya han aceptado el desafío imperioso de proteger nuestra casa común, y entre estos hay muchos jóvenes. Tenemos un desafío: proteger nuestra casa común. Este es un lindo sueño para cultivar juntos, como familia mozambiqueña, una linda lucha que los puede ayudar a mantenerse unidos. Estoy convencido de que ustedes pueden ser los artesanos de ese cambio tan necesario. Proteger nuestra casa común, una casa que es de todos y para todos.

Y permítanme decirles una última reflexión: Dios los ama, y en esa afirmación estamos de acuerdo todas las tradiciones religiosas. «Para Él realmente eres valioso, tú no eres insignificante, le importas, porque eres obra de sus manos. Porque te ama. Por eso te presta atención y te recuerda con cariño. Tienes que confiar en el recuerdo de Dios [...], su memoria es un corazón tierno de compasión, que se regocija eliminando definitivamente cualquier vestigio del mal. No quiere llevar la cuenta de tus errores y, en todo caso, te ayudará a aprender algo también de tus caídas. Porque te ama. Intenta quedarte un momento en silencio dejándote amar por Él. Intenta acallar todas las voces y gritos interiores y quédate un instante en sus brazos de amor» (ibíd., 115).

Lo hacemos ahora juntos… -silencio-. Ese amor de Dios es sencillo, casi silencioso, discreto: no avasalla, no se impone, no es un amor estridente u ostentoso; es un «amor de libertad y para la libertad, amor que cura y que levanta. Es el amor del Señor que sabe más de levantadas que de caídas, de reconciliación que de prohibición, de dar nueva oportunidad que de condenar, de futuro que de pasado» (ibíd., 116).

Sé que ustedes creen en ese amor que hace posible la reconciliación; porque creen en ese amor estoy seguro que tienen esperanza, y que no dejarán de andar con alegría los caminos de la paz.

Muchas gracias y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Que Dios los bendiga.


El Papa se solidariza en Mozambique con las víctimas de los ciclones Idai y Kenneth
POR MIGUEL PÉREZ PICHEL | ACI Prensa
 Foto: Vatican Media



El Papa Francisco dirigió unas palabras en su discurso ante las autoridades de Mozambique a los afectados por los ciclones Idai y Kenneth que, en los meses de marzo y abril, devastaron amplias áreas del país y de otros países vecinos.

En sus palabras, pronunciadas este jueves 5 de septiembre en el Palacio Presidencial de Maputo tras la saludar al Presidente y a su familia, el Santo Padre quiso ofrecer “cercanía y solidaridad a todos los que padecieron recientemente los ciclones Idai y Kenneth, cuyas devastadoras consecuencias siguen golpeando a tantas familias, principalmente a aquellas donde la reconstrucción todavía no ha sido posible y que reclama una especial atención”.

Los ciclones Idai y Kenneth golpearon Mozambique los pasados meses de marzo y abril. El primero dejó un saldo de 600 fallecidos y un millón de afectados, mientras que el segundo ocasionó 38 fallecidos y decenas de miles de fallecidos.

Además, los ciclones ocasionaron el desarrollo de una epidemia de cólera en las regiones devastadas por estos desastres naturales

El Papa lamentó que en este viaje “no podré llegar personalmente hasta vosotros, pero quiero que sepáis que comparto vuestra angustia, vuestro dolor y también el compromiso de la comunidad católica para enfrentar una situación tan dura”.

“En medio de la catástrofe y la desolación pido a la Providencia que no falte la solicitud de todos los actores civiles y sociales que, poniendo la persona en el centro, sean capaces de promover la necesaria reconstrucción”, señaló.



El Papa pide una paz duradera en Mozambique que favorezca el desarrollo
POR MIGUEL PÉREZ PICHEL | ACI Prensa
 Foto: Vatican Media



La paz y la reconciliación como factor de desarrollo de los pueblos, en especial de Mozambique, fue el tema que centró el discurso del Papa Francisco ante las autoridades, representantes de la sociedad civil y el cuerpo diplomático, que pronunció en el Palacio Presidencial de Maputo este jueves 5 de septiembre.

El Santo Padre, que se encuentra en Mozambique desde ayer para su cuarto viaje a África, que también le llevará a Madagascar y Mauricio, hizo referencia al largo conflicto que desangró Mozambique desde el año 1977, poco después de su independencia, hasta el año 1992 y que enfrentó a la organización marxista Frelimo, que controlaba el nuevo Estado mozambiqueño, con la guerrilla anti marxista Renamo.

A pesar de la paz de 1992 firmada en Roma, el conflicto se vio periódicamente revivido a lo largo de las décadas posteriores. La desconfianza y hostilidad entre los grupos Frelimo y Renamo, reconvertidos en partidos políticos, se reprodujo en los debates parlamentarios, dando lugares a situaciones de gran inestabilidad.

La última crisis política se inició en el año 2014, después de que los responsables de Renamo se negaran a reconocer los resultados de las elecciones presidenciales que dio la victoria al candidato de Frelimo y actual presidente, Filipe Jacinto Nyusi.

Esa falta de reconocimiento de los resultados electorales abrió una nueva etapa de hostilidades y violencia política. Los enfrentamientos cesaron con la firma de una tregua en el año 2016 y el pasado martes 6 de agosto, impulsados precisamente por la visita del Pontífice, firmaron la paz definitiva.


En su discurso, el Papa Francisco animó a perseverar en ese proceso de paz, para hacerlo definitivo, porque “la paz, sabemos, no sólo es ausencia de guerra sino el compromiso incansable de reconocer, garantizar y reconstruir concretamente la dignidad tantas veces olvidada o ignorada de hermanos nuestros, para que puedan sentirse los principales protagonistas del destino de su nación”.

El Santo Padre, que quiso reconocer a los responsables políticos del país el “esfuerzo que desde hace décadas realizáis para que la paz se vuelva la norma, y la reconciliación el mejor camino para enfrentar las dificultades y desafíos que tenéis como Nación”, recordó que la paz es un motor del desarrollo para el país.

“La paz hizo posible el desarrollo de Mozambique en distintas áreas”, destacó. “Son prometedores los avances registrados en el ámbito de la educación y la salud. Os animo a seguir trabajando para consolidar las estructuras e instituciones necesarias que posibiliten que nadie se sienta rezagado, especialmente vuestros jóvenes, que conforman gran parte de la población”.

El Papa subrayó: “¡Que no cesen los esfuerzos hasta que deje de haber niños y adolescentes sin educación, familias sin techo, operarios sin trabajo, campesinos sin tierra; bases de un futuro de esperanza porque es futuro de dignidad! Estas son las armas de la paz”.

Saludo al Presidente

Este encuentro del Papa con las autoridades, representantes de la sociedad civil y el cuerpo diplomático se produjo después de la visita de cortesía del Pontífice al Presidente Filipe Jacinto Nyusi, en el Palacio da Ponta Vermelha, Palacio Presidencial de Mozambique.

El Santo Padre llegó al Palacio, un antiguo edificio construido en el año 1899 y residencia oficial del Presidente desde el año 1975, a las 09:30, hora local.

El Presidente y su mujer recibieron al Pontífice en la entrada principal del Palacio y, tras los honores militares, se dirigieron al interior del Palacio. Allí, el Papa firmó en el Libro de Honor. Tras saludar a la familia del Presidente, se produjo un intercambio de regalos antes de acceder al Salón Indias, donde tuvo lugar el encuentro con las autoridades.

Datos de la Iglesia

Mozambique cuenta con una población de alrededor de 27 millones de personas de las cuales más de 7 millones son católicos (el 28%). Existen 1.678 centros pastorales de los cuales 343 son parroquias. Hay 23 obispos, 659 sacerdotes y 1.207 religiosas con votos perpetuos. El número de catequistas es de 56.871, más 97 misioneros laicos y casi 1.200 seminaristas.

En cuanto a la labor social de la Iglesia, número de centros caritativos y sociales de la Iglesia o dirigidos por eclesiásticos o religiosos en Madagascar son 511, mientras que en Mozambique son 176 y en Mauricio 81.




Viaje del Papa a África: Discurso ante las autoridades de Mozambique
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media


Tras cumplir la visita de cortesía al Presidente de la República de Mozambique, Filipe Jacinto Nyusi, en el Palacio Presidencial, conocido como Palacio da Ponta Vermelha, el Papa Francisco mantuvo este jueves 5 de septiembre un encuentro en las mismas instalaciones de la sede presidencial con las autoridades, representantes de la sociedad civil y el cuerpo diplomático.

En su discurso, el Santo Padre reflexionó sobre la paz, y recordó que Mozambique es un país que sufrió una larga guerra civil.

“Y la paz, sabemos, no sólo es ausencia de guerra sino el compromiso incansable —especialmente de aquellos que ocupamos un cargo de más amplia responsabilidad— de reconocer, garantizar y reconstruir concretamente la dignidad tantas veces olvidada o ignorada de hermanos nuestros, para que puedan sentirse los principales protagonistas del destino de su nación”.

A continuación, el texto completo del discurso del Papa Francisco:

Señor Presidente,

Miembros del Gobierno, del Parlamento y del Cuerpo Diplomático,

Distinguidas Autoridades,

Representantes de la sociedad civil,


Señoras y señores:

Gracias, señor Presidente, por sus palabras de bienvenida, así como su amable invitación a visitar vuestra Nación. Me alegra estar nuevamente en África y comenzar este viaje apostólico por este País, tan bendecido por su belleza natural como por su gran riqueza cultural que le aporta, a la tan probada alegría de vivir de vuestro Pueblo, la esperanza en un mañana mejor.

Saludo cordialmente a los miembros del Gobierno y del Parlamento, del Cuerpo Diplomático y a los representantes de la sociedad civil aquí presentes. En vosotros, quiero acercarme y saludar afectuosamente a todo el pueblo mozambiqueño que, desde el Rovuma a Maputo, nos abre sus puertas para alimentar un renovado futuro de paz y reconciliación.

Quiero dirigir mis primeras palabras de cercanía y solidaridad a todos los que padecieron recientemente los ciclones Idai y Kenneth, cuyas devastadoras consecuencias siguen golpeando a tantas familias, principalmente a aquellas donde la reconstrucción todavía no ha sido posible y que reclama una especial atención.

Lamentablemente, no podré llegar personalmente hasta vosotros, pero quiero que sepáis que comparto vuestra angustia, vuestro dolor y también el compromiso de la comunidad católica para enfrentar una situación tan dura. En medio de la catástrofe y la desolación pido a la Providencia que no falte la solicitud de todos los actores civiles y sociales que, poniendo la persona en el centro, sean capaces de promover la necesaria reconstrucción.

También quiero expresar mi reconocimiento, mío y de gran parte de la comunidad internacional, por el esfuerzo que desde hace décadas realizáis para que la paz se vuelva la norma, y la reconciliación el mejor camino para enfrentar las dificultades y desafíos que tenéis como Nación.

En este espíritu y con este propósito, hace aproximadamente un mes, firmasteis en Sierra de la Gorongosa el acuerdo para el cese definitivo de las hostilidades militares entre los hermanos mozambiqueños. Un hito, que agradecemos y esperamos decisivo, realizado por personas valientes en el camino de la paz que inició con el Acuerdo General de 1992 en Roma.

¡Cuánto ha pasado desde la firma del tratado histórico que selló la paz y que ha dado sus primeros brotes! Esos brotes que sostienen la esperanza y brindan la confianza para no dejar que la lucha fratricida sea la manera de escribir la historia, sino la capacidad de reconocerse como hermanos, hijos de una misma tierra, gestores de un destino común. ¡La valentía de la paz! Una valentía de gran altura, no la de la fuerza bruta y la violencia, sino la que se gesta en la incansable búsqueda del bien común (cf. PABLO VI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 1973).

Vosotros conocéis el sufrimiento, el luto y el desconsuelo, pero no habéis dejado que el criterio regulador de las relaciones humanas fuera la venganza o la represión, ni que el odio y la violencia tuvieran la última palabra.

Como recordaba mi predecesor san Juan Pablo II en su visita a vuestro País en 1988, con la guerra «hombres, mujeres y niños sufren porque les falta hogar, alimentación suficiente, escuelas donde instruirse, hospitales para tratar su salud, iglesias donde reunirse para rezar y campos donde desarrollar su trabajo. Muchos millares de personas se ven obligados a desplazarse en busca de seguridad y medios para subsistir; otros se refugian en países vecinos. […] “¡No a la violencia y sí a la paz!”» (Discurso en la visita al Presidente de la República, 16 septiembre 1988, n. 3).

En el transcurso de todos estos años, habéis experimentado que la búsqueda de la paz duradera —una misión que compromete a todos— pide un trabajo arduo, constante y sin tregua, que «como una flor frágil, trata de florecer entre las piedras de la violencia» (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 2019) y, por tanto, reclama seguir diciendo con determinación, pero sin fanatismos; con valentía, pero sin exaltación; con tenacidad, pero inteligentemente: no a la violencia que destruye, sí a la paz y a la reconciliación.

Y la paz, sabemos, no sólo es ausencia de guerra sino el compromiso incansable — especialmente de aquellos que ocupamos un cargo de más amplia responsabilidad— de reconocer, garantizar y reconstruir concretamente la dignidad tantas veces olvidada o ignorada de hermanos nuestros, para que puedan sentirse los principales protagonistas del destino de su nación.

No podemos perder de vista que «sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión. Cuando la sociedad — local, nacional o mundial— abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 59).

La paz hizo posible el desarrollo de Mozambique en distintas áreas. Son prometedores los avances registrados en el ámbito de la educación y la salud. Os animo a seguir trabajando para consolidar las estructuras e instituciones necesarias que posibiliten que nadie se sienta rezagado, especialmente vuestros jóvenes, que conforman gran parte de la población. Ellos no son solamente la esperanza de esta tierra, son el presente que interpela, busca y necesita encontrar canales dignos que les permitan desarrollar todos sus talentos; ellos son potencial para sembrar y desarrollar la tan deseada amistad social.

Una cultura de paz «requiere un proceso constante en el cual cada nueva generación se ve involucrada» (ibíd., 220). Por eso el camino tiene que ser el que propicie la cultura del encuentro y pueda impregnarlo todo: reconocer al otro, estrechar lazos, tender puentes.

En este sentido, es imprescindible mantener viva la memoria como camino que abre futuro; como caminar que lleve a buscar metas comunes, valores compartidos, ideas que favorezcan levantar la mirada sobre intereses sectoriales, corporativos, o partidarios de manera tal que las riquezas de vuestra nación sean puestas al servicio de todos, especialmente de los más pobres.

Vosotros tenéis una valerosa e histórica misión que cumplir: ¡Que no cesen los esfuerzos hasta que deje de haber niños y adolescentes sin educación, familias sin techo, operarios sin trabajo, campesinos sin tierra; bases de un futuro de esperanza porque es futuro de dignidad! Estas son las armas de la paz.

La paz nos invita también a mirar nuestra casa común. En este sentido, Mozambique es una nación bendecida, que estáis invitados especialmente a cuidar. La defensa de la tierra, es también la defensa de la vida que reclama una especial atención cuando se constata una tendencia a la expoliación y al despojo guiados por un afán acumulativo que, en general, ni siquiera es de personas que habitan estas tierras, y no está motivado por el bien común de vuestro pueblo.

Una cultura de paz implica un desarrollo productivo, sustentable e inclusivo, donde cada mozambiqueño pueda sentir que este país es suyo y en el cual puede establecer relaciones de fraternidad y equidad con su prójimo y con todo lo que lo rodea. Señor Presidente, distinguidas Autoridades, todos vosotros sois los constructores de la obra más bella a ser realizada: un futuro de paz y reconciliación como garantías del derecho al futuro de vuestros hijos.

Pido a Dios para que este tiempo que estaré entre vosotros pueda, yo también, en comunión con mis hermanos obispos y la Iglesia católica que peregrina en esta tierra, aportar para que la paz, la reconciliación y la esperanza reinen definitivamente entre vosotros.




Papa Francisco recordó a víctimas en Bahamas durante viaje a África
Redacción ACI Prensa
 Foto: Edward Pentin / ACI


El Papa Francisco mostró su cercanía a las víctimas del huracán Dorian en Bahamas, país que golpeó el lunes 2 provocando hasta el momento siete muertos, número que podría aumentar con el paso de los días; y así como más de 60 mil damnificados.

El Papa expresó su cercanía durante el vuelo que lo lleva de Roma hacia Maputo (capital de Mozambique), primera etapa de su nuevo viaje apostólico en África.

“Quisiera recordar a las víctimas del huracán en Bahamas. Pobre gente, ¿no? De repente pierde la casa, pierde todo, también la vida ¿no?”, expresó el Santo Padre en el saludo inicial a los periodistas que lo acompañan en esta visita apostólica.

Por ello, el Pontífice hizo una petición a quienes volaban con él: “Cada uno en su corazón haga una oración por estos hermanos y hermanas que están sufriendo por este huracán en Bahamas”.

Telegrama al Presidente de Italia
Además, durante el vuelo con duración de diez horas y media, el Papa Francisco envió el tradicional telegrama al presidente de Italia, Sergio Mattarella, en el cual señaló que realiza este viaje a Mozambique, Madagascar y Mauricio “movido del deseo de encontrar los hermanos en la fe y los habitantes de aquellas queridas naciones”.

Luego, el Santo Padre envió sus saludos al político italiano y le aseguró “sus fervientes plegarias por el bien del pueblo italiano”.

Por último, cabe destacar que este es el primer viaje apostólico del nuevo director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, quien ya trabajaba en la Oficina de Prensa desde hace años y recientemente era encargado de la logística de los periodistas del vuelo papal.



Lo que debes saber del nuevo viaje apostólico del Papa Francisco
Redacción ACI Prensa
 Crédito: Daniel Ibañez/ACI


Este miércoles 4 de septiembre, el Papa Francisco inicia su gira por los países africanos de Mozambique, Madagascar y Mauricio; y por ello te presentamos algunos datos importantes que debes conocer sobre estos países.

1. Serán visitados por un Papa por segunda vez

El Papa Francisco es el segundo Pontífice que visitará Mozambique, Madagascar y Mauricio. Anteriormente, San Juan Pablo II visitó Mozambique en 1988, Madagascar en 1989 y cumplió una visita pastoral a Mauricio en el mismo año.

2. Cada uno tiene un lema particular

“Esperanza, paz y reconciliación” es el lema para el viaje a Mozambique; “Sembrador de paz y de esperanza” es el de Madagascar y “Papa Francisco peregrino de paz” para Mauricio.


3. Es la cuarta vez que el Papa Francisco visitará África

El Papa ha viajado a Kenia, Uganda y República Centroafricana en noviembre de 2015, Egipto en abril de 2017 y Marruecos en marzo de 2019.

4. Tienen una población católica en crecimiento

La población de Mozambique es de alrededor de 27 millones de personas, donde más de 6 millones son católicos (el 28%), mientras que en Madagascar la población consta de más 23 millones de personas, donde el 35% profesa la fe católica. Asimismo, Mauricio tiene 1 millón 300 mil habitantes, con una población católica del 28%.

5. En Mozambique hay una mayoría católica

La Iglesia en Mozambique se divide en tres arquidiócesis y nueve diócesis. Tiene más de seis millones de bautizados, lo que equivale al 28% de la población y que la convierte en la principal confesión cristiana en el país (53%).


6. Madagascar es un país con pobreza generalizada

Entre las principales causas se encuentra la desnutrición crónica que afecta a uno de cada dos niños y una mayor vulnerabilidad a enfermedades infecciosas. Según el Informe sobre el estado de la seguridad alimentaria y el hambre en el mundo de la FAO de 2017, Madagascar, Uganda y la República Centroafricana son las naciones que han experimentado el mayor empeoramiento de la desnutrición en la última década.

7. Santos y beatos

En 1989 San Juan Pablo II visitó por primera vez Madagascar con motivo de la beatificación de Vittoria Rasoamanarivo (1848-1894), la primera beata nativa. El 14 de abril de 2018, la Iglesia en Madagascar celebró a su segundo beato: Lucien Botovasoa, maestro terciario franciscano y elemental, asesinado durante las persecuciones.

En el caso de Mauricio, el Padre Laval, conocido como el “apóstol de los negros”, desembarcó en Port-Louis en 1841, y se dedicó a la construcción de escuelas y centros de oración. Asimismo, se mantenía cerca de los enfermos y los presos. 





El Papa Francisco partió rumbo a Mozambique, primera escala de su nuevo viaje a África
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa



El Papa Francisco comenzó su 31º viaje apostólico internacional que se llevará a cabo del 4 al 10 de septiembre en África, tiempo en el que visitará los países de Mozambique, Madagascar y Mauricio.

El avión que traslada al Santo Padre, junto al séquito papal y los periodistas que le acompañan, despegó este 4 de septiembre a las 8:06 a.m. (hora de Roma) desde el aeropuerto Fiumicino de la capital italiana.

La duración del vuelo será de diez horas y media y recorrerá 7.836 kilómetros. Como es tradición, la compañía aérea que lo traslada desde Roma es Alitalia y la hora prevista de aterrizaje es a las 6.30 p.m. (hora local).

La primera etapa del viaje será Maputo (capital de Mozambique) país que San Juan Pablo II visitó en 1988.


Esta mañana, el Papa Francisco pidió oraciones por esta nueva visita apostólica a África a través de su cuenta oficial de Twitter @Pontifex.

“Invito a todos a que se unan a mi oración para que Dios, Padre de todos, consolide en toda África la reconciliación fraterna, única esperanza para una paz sólida y duradera”, escribió el Papa.

Antes de marcharse al aeropuerto, el Papa Francisco saludó en la Casa Santa Marta a un grupo de 12 personas procedentes de Mozambique, Madagascar y Mauricio quienes fueron acompañados por el Limosnero Pontificio, Cardenal Konrad Krajewski.

Ceremonia de bienvenida
La actividad prevista del Papa en el primer día de su viaje será acudir a la ceremonia de bienvenida que se llevará a cabo en el mismo aeropuerto de Maputo tras su llegada, en donde será recibido por el Presidente de la República de Mozambique junto a su esposa y dos niños vestidos con trajes tradicionales le ofrecerán flores.

En esta ceremonia no están previstos discursos oficiales, pero se espera la asistencia de un pequeño grupo de fieles.

Tras escuchar los himnos y ver los honores militares, se llevará a cabo la breve presentación de las delegaciones y el Papa Francisco saludará a los obispos de Mozambique.

Posteriormente, el Francisco subirá al papa móvil y recorrerá 7 km para dirigirse a la Nunciatura Apostólica en donde será recibido por un grupo de jóvenes y por el personal religioso de la representación Pontificia para cenar en privado y dormir.


Primeras actividades en Mozambique
Al día siguiente, el Santo Padre celebrará la Misa en privado en la Nunciatura Apostólica y después realizará la visita de cortesía al Presidente en el Palacio de Ponta Vermelha.

Al finalizar, el Papa firmará el libro de honor y asistirá a un encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el Cuerpo Diplomático para pronunciar su primer discurso.

Luego, el Pontífice participará a un encuentro interreligioso con los jóvenes en el Pabellón de Deportes de Maxaquene, almorzará en la Nunciatura y por la tarde se reunirá con lo Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, consagrados, seminaristas, catequistas y animadores en la Catedral de la Inmaculada Concepción.

Por último, el Pontífice hará una visita privada a la Casa Mateo 25, un centro de acogida de jóvenes y niños de la calle en Maputo. Y con esa actividad concluirá la agenda del jueves 5 de septiembre.