domingo, 23 de mayo de 2021

EL PAPA FRANCISCO EN PENTECOSTÉS 2021 DICE NO A LAS IDEOLOGÍAS EN LA IGLESIA: PROVIENEN DEL ENEMIGO



 El Papa en Pentecostés dice “no” a las ideologías en la Iglesia: provienen del enemigo

POR MIGUEL PÉREZ PICHEL | ACI Prensa

 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa



El Papa Francisco rechazó la introducción de ideologías dentro de la Iglesia, ideologías que dividen, que convierten en oposición la diversidad y que provienen del diablo, el enemigo.

Así lo aseguró este domingo 23 de mayo durante la Misa por la Solemnidad de Pentecostés que celebró en la Basílica de San Pedro del Vaticano.

El Santo Padre enseñó que “si escuchamos al Espíritu, no nos centraremos en conservadores y progresistas, tradicionalistas e innovadores, derecha e izquierda”.

Advirtió que si la Iglesia se mueve en esos criterios “quiere decir que en la Iglesia se olvida el Espíritu. El Paráclito impulsa a la unidad, a la concordia, a la armonía en la diversidad. Nos hace ver como partes del mismo cuerpo, hermanos y hermanas entre nosotros. ¡Busquemos el todo!”.

“El enemigo quiere que la diversidad se transforme en oposiciones, y por eso les hace dirigirse hacia las ideologías. Decid no a las ideologías, sí al juntos”, subrayó.

El Pontífice recordó que “los ‘ismo’ son ideologías que dividen, que separan. La Iglesia no es una organización humana. Es humana, pero no es solo una organización humana. La Iglesia es el templo del Espíritu Santo”.


El consuelo del Espíritu Santo

En su homilía, el Papa Francisco invitó a acudir al Espíritu Santo para obtener consuelo y pidió rechazar los consuelos que ofrece el mundo.

“Todos nosotros, especialmente en los momentos difíciles como el que estamos atravesando, por la pandemia, buscamos consolaciones. Pero frecuentemente recurrimos sólo a las consolaciones terrenas, que desaparecen pronto. Son consolaciones del momento”, afirmó.

En contraposición a esos consuelos del mundo, “Jesús nos ofrece hoy la consolación del cielo, el Espíritu, el consolador perfecto. ¿Cuál es la diferencia? Las consolaciones del mundo son como los analgésicos, que dan un alivio momentáneo, pero no curan el mal profundo que llevamos dentro. Evaden, distraen, pero no curan las raíces. Calman superficialmente, en el ámbito de los sentidos y difícilmente del corazón”.

Señaló que “sólo quien nos hace sentir amados tal y como somos da paz al corazón. El Espíritu Santo, el amor de Dios”. “Es la ternura misma de Dios, que no nos deja solos; porque estar con quien está solo es ya consolar”.

En cambio, advirtió contra el engaño del diablo que “primero nos halaga y nos hace sentir invencibles, así actúa así el diablo: nos hace crecer la vanidad. Después nos echa por tierra y nos hace sentir inadecuados. Juega con nosotros. Hace todo lo posible para que caigamos, mientras que el Espíritu del Resucitado quiere realzarnos”.

Así se sentían los Apóstoles antes de la venida del Espíritu Santo: “estaban solos y perdidos, tenían las puertas cerradas, vivían en el temor y ante sus ojos estaban todas sus debilidades y sus fracasos. Sus pecados. Habían renegado de Jesucristo, todos. Los años pasados con Jesús no los habían cambiado. Continuaban siendo los mismos”.

“Después recibieron el Espíritu y todo cambió, los problemas y los defectos siguieron siendo los mismos, pero, sin embargo, ya no los temían y tampoco temían a quienes les querían hacer daño. Se sentían consolados interiormente y querían difundir la consolación de Dios”.

En ese sentido el Papa Francisco invitó a dar “un paso adelante. También nosotros estamos llamados a dar testimonio en el Espíritu Santo, a ser paráclitos, consoladores”.

Porque “el Espíritu nos pide que demos forma a su consolación”, “no con grandes discursos, sino haciéndonos próximos; no con palabras de circunstancia, sino con la oración y la cercanía”.

El Pontífice definió al Paráclito como “el Abogado” porque “no nos remplaza, sino que nos defiende de las falsedades del mal inspirándonos pensamientos y sentimientos. Lo hace con delicadeza, sin forzarnos. Se propone, pero no se impone”.

En cambio, “el espíritu de la falsedad, el maligno, trata de obligarnos, quiere hacernos creer que siempre estamos obligados a ceder a las sugestiones malignas y a las pulsiones de los vicios”.


Tres sugerencias del Paráclito

Por otro lado, el Papa Francisco describió, e invitó a acoger, “tres sugerencias típicas del Paráclito”, “tres antídotos básicos contra sendas tentaciones, hoy difusas”.

En primer lugar, el Espíritu Santo sugiere “vive el presente”. “El presente, no el pasado o el futuro. El Espíritu nos recuerda la gracia del presente. No hay otro tiempo mejor para nosotros. Ahora, justo donde nos encontramos, es el momento único e irrepetible para hacer el bien, para hacer de la vida un don. ¡Vivamos el presente!”.

A continuación “el Paráclito aconseja busca el todo. El todo, no la parte. El Espíritu no plasma individuos cerrados, sino que nos constituye como Iglesia en la multiforme variedad de carismas, en una unidad que no es nunca uniformidad. El Paráclito afirma la primacía del conjunto. Es en el conjunto, en la comunidad, donde el Espíritu prefiere actuar y llevar la novedad”.

Finalmente, el tercer gran consejo del Espíritu es poner a Dios “antes que tu yo”. “Es el paso decisivo de la vida espiritual, que no es una serie de méritos y de obras nuestras, sino humilde acogida de Dios. El Paráclito afirma el primado de la gracia. Sólo si nos vaciamos de nosotros mismos dejamos espacio al Señor; sólo si nos abandonamos en Él nos encontramos a nosotros mismos; sólo como pobres en el espíritu seremos ricos de Espíritu Santo”, concluyó su homilía el Papa Francisco.

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA MISA POR LA SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS 2021



 Homilía del Papa Francisco en la Misa por la Solemnidad de Pentecostés

Redacción ACI Prensa

 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa



El Papa Francisco presidió este domingo 23 de mayo la Misa del Solemnidad de Pentecostés desde la Basílica de San Pedro del Vaticano. El Santo Padre señaló en su homilía que el Espíritu Santo dará consuelo y el impulso necesario al pueblo de Dios en un mundo afectado por la pandemia, del mismo modo que en Pentecostés dio la fuerza a los discípulos para disipar sus miedos y salir a llevar al mundo la Palabra de Dios.


A continuación, el texto completo de la homilía del Papa:

«Cuando venga el Paráclito, a quien yo les enviaré desde mi Padre» (Jn 15,26). Con estas palabras Jesús promete a los discípulos el Espíritu Santo, el don definitivo, el don de los dones. Acojamos hoy esta palabra, que no es fácil de traducir porque encierra varios significados. Paráclito quiere decir esencialmente dos cosas: Consolador y Abogado.


1. El Paráclito es el Consolador. Todos nosotros, especialmente en los momentos difíciles como el que estamos atravesando, por la pandemia, buscamos consolaciones. Pero frecuentemente recurrimos sólo a las consolaciones terrenas, que desaparecen pronto. Son consolaciones del momento.

Jesús nos ofrece hoy la consolación del cielo, el Espíritu, el consolador perfecto. ¿Cuál es la diferencia? Las consolaciones del mundo son como los analgésicos, que dan un alivio momentáneo, pero no curan el mal profundo que llevamos dentro. Evaden, distraen, pero no curan las raíces. Calman superficialmente, en el ámbito de los sentidos y difícilmente del corazón.

Porque sólo quien nos hace sentir amados tal y como somos da paz al corazón. El Espíritu Santo, el amor de Dios, actúa así: «entra hasta el fondo del alma», pues como Espíritu obra en nuestro espíritu. Visita lo más íntimo del corazón como «dulce huésped del alma» (ibíd.). Es la ternura misma de Dios, que no nos deja solos; porque estar con quien está solo es ya consolar.

Hermana, hermano, si adviertes la oscuridad de la soledad, si llevas dentro un peso que sofoca la esperanza, si tienes en el corazón una herida que quema, si no encuentras una salida, ábrete al Espíritu Santo. Él, escribía san Buenaventura, «lleva mayor consolación donde hay mayor tribulación, no como hace el mundo que en la prosperidad consuela y adula, y en la adversidad se burla y condena» (Sermón en la octava de la Ascensión).

Eso hace el mundo, eso hace sobre todo el espíritu enemigo, el diablo. Primero nos halaga y nos hace sentir invencibles, así actúa así el diablo: nos hace crecer la vanidad. Después nos echa por tierra y nos hace sentir inadecuados. Juega con nosotros. Hace todo lo posible para que caigamos, mientras que el Espíritu del Resucitado quiere realzarnos.

Miremos a los Apóstoles: estaban solos y perdidos, tenían las puertas cerradas, vivían en el temor y ante sus ojos estaban todas sus debilidades y sus fracasos. Sus pecados. Habían renegado de Jesucristo, todos. Los años pasados con Jesús no los habían cambiado. Continuaban siendo los mismos.

Después recibieron el Espíritu y todo cambió, los problemas y los defectos siguieron siendo los mismos, pero, sin embargo, ya no los temían y tampoco temían a quienes les querían hacer daño. Se sentían consolados interiormente y querían difundir la consolación de Dios. Los que antes estaban atemorizados, ahora sólo temen no dar testimonio del amor recibido. Jesús les había profetizado: «el Espíritu […] dará testimonio de mí. Y también ustedes darán testimonio» (Jn 15,26-27).

Demos un paso adelante. También nosotros estamos llamados a dar testimonio en el Espíritu Santo, a ser paráclitos, consoladores. Sí, el Espíritu nos pide que demos forma a su consolación. ¿Cómo? No con grandes discursos, sino haciéndonos próximos; no con palabras de circunstancia, sino con la oración y la cercanía. Recordamos que la cercanía, la compasión y la ternura es el estilo de Dios. Siempre.

El Paráclito dice a la Iglesia que hoy es el tiempo de la consolación. Es el tiempo del gozoso anuncio del Evangelio más que de la lucha contra el paganismo. Es el tiempo de llevar la alegría del Resucitado, no de lamentarnos por el drama de la secularización. Es el tiempo para derramar amor sobre el mundo, sin amoldarse a la mundanidad.

Es el tiempo de testimoniar la misericordia más que de inculcar reglas y normas. ¡Es el tiempo del Paráclito! Tiempo de la libertad del corazón en el Paráclito.


2. El Paráclito, además, es el Abogado. En el contexto histórico de Jesús, el abogado no desarrollaba sus funciones como hoy, más que hablar en lugar del imputado, normalmente estaba junto a él y le sugería al oído los argumentos para defenderse. Así hace el Paráclito, «el Espíritu de la Verdad» (v. 26), que no nos remplaza, sino que nos defiende de las falsedades del mal inspirándonos pensamientos y sentimientos.

Lo hace con delicadeza, sin forzarnos. Se propone, pero no se impone. El espíritu de la falsedad, el maligno, por el contrario, trata de obligarnos, quiere hacernos creer que siempre estamos obligados a ceder a las sugestiones malignas y a las pulsiones de los vicios. Intentemos ahora acoger tres sugerencias típicas del Paráclito, de nuestro Abogado. Son tres antídotos básicos contra sendas tentaciones, hoy difusas.

El primer consejo del Espíritu Santo es “vive el presente”. El presente, no el pasado o el futuro. El Paráclito afirma la primacía del hoy contra la tentación de paralizarnos por las amarguras y las nostalgias del pasado, como también de concentrarnos en las incertidumbres del mañana y dejarnos obsesionar por los temores del porvenir. El Espíritu nos recuerda la gracia del presente. No hay otro tiempo mejor para nosotros. Ahora, justo donde nos encontramos, es el momento único e irrepetible para hacer el bien, para hacer de la vida un don. ¡Vivamos el presente!

Asimismo, el Paráclito aconseja: “busca el todo”. El todo, no la parte. El Espíritu no plasma individuos cerrados, sino que nos constituye como Iglesia en la multiforme variedad de carismas, en una unidad que no es nunca uniformidad. El Paráclito afirma la primacía del conjunto. Es en el conjunto, en la comunidad, donde el Espíritu prefiere actuar y llevar la novedad.

Miremos a los Apóstoles. Eran muy distintos. Entre ellos, por ejemplo, estaba Mateo, publicano que había colaborado con los romanos, y Simón, llamado el Zelota, que se oponía a ellos. Había ideas políticas opuestas, visiones del mundo muy diferentes. Pero cuando recibieron el Espíritu aprendieron a no dar la primacía a sus puntos de vista humanos, sino al todo de Dios.

Hoy, si escuchamos al Espíritu, no nos centraremos en conservadores y progresistas, tradicionalistas e innovadores, derecha e izquierda. No. Si estos son los criterios, quiere decir que en la Iglesia se olvida el Espíritu. El Paráclito impulsa a la unidad, a la concordia, a la armonía en la diversidad. Nos hace ver como partes del mismo cuerpo, hermanos y hermanas entre nosotros. ¡Busquemos el todo! El enemigo quiere que la diversidad se transforme en oposiciones, y por eso les hace dirigirse hacia las ideologías. Decid no a las ideologías, sí al juntos.

Y finalmente, el tercer gran consejo: “Pon a Dios antes que tu yo”. Es el paso decisivo de la vida espiritual, que no es una serie de méritos y de obras nuestras, sino humilde acogida de Dios. El Paráclito afirma el primado de la gracia. Sólo si nos vaciamos de nosotros mismos dejamos espacio al Señor; sólo si nos abandonamos en Él nos encontramos a nosotros mismos; sólo como pobres en el espíritu seremos ricos de Espíritu Santo.

Esto vale también para la Iglesia. No salvamos a nadie, ni siquiera a nosotros mismos con nuestras propias fuerzas. Si ponemos en primer lugar nuestros proyectos, nuestras estructuras y nuestros planes de reforma caeremos en el pragmatismo, en el eficientismo, en el horizontalismo, y no daremos fruto.

Los “ismo” son ideologías que dividen, que separan. La Iglesia no es una organización humana. Es humana, pero no es solo una organización humana. La Iglesia es el templo del Espíritu Santo. Jesús ha traído el fuego del Espíritu a la tierra y la Iglesia se reforma con la unción de la gracia, con la fuerza de la oración, con la alegría de la misión, con la belleza desarmante de la pobreza. ¡Pongamos a Dios en el primer lugar!

Espíritu Santo, Espíritu Paráclito, consuela nuestros corazones. Haznos misioneros de tu consolación, paráclitos de misericordia para el mundo. Abogado nuestro, dulce consejero del alma, haznos testigos del hoy de Dios, profetas de unidad para la Iglesia y la humanidad, apóstoles fundados sobre tu gracia, que todo lo crea y todo lo renueva.

sábado, 1 de mayo de 2021

CONOCE LA INTENCIÓN DE ORACIÓN DEL PAPA FRANCISCO PARA MAYO DE 2021

 


Conoce la intención de oración del Papa Francisco para mayo de 2021

POR DIEGO LÓPEZ MARINA | ACI Prensa

 Crédito: Daniel Ibañez - ACI Prensa



Para este mes de mayo, dedicado a María, el Papa Francisco dirigirá su intención de oración para pedir por el “mundo de las finanzas”.

El Santo Padre pide a todos los fieles que recen “para que los responsables del mundo financiero colaboren con los gobiernos, a fin de regular los mercados financieros para proteger a los ciudadanos de su peligro”.

A inicio de abril del 2021, el Papa Francisco pidió a los responsables del mercado financiero que fijen sus objetivos de acuerdo con la búsqueda del bien común, y en especial en el mundo posterior a la pandemia de coronavirus, para que no queden excluidos “aquellos que están en los márgenes de la sociedad”.

El Obispo de Roma afirmó que confía que las discusiones entre el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional “contribuyan a un modelo de recuperación capaz de generar soluciones nuevas, más inclusivas y sostenibles para apoyar la economía real, ayudando a los individuos y a las comunidades a alcanzar sus aspiraciones más profundas y el bien común universal”.

En ese contexto, el Papa Francisco propuso un plan global que implicaría “dar a las naciones más pobres y menos desarrolladas una participación efectiva en la toma de decisiones y facilitar el acceso al mercado internacional”.


Sobre las intenciones de oración

En una entrevista al diario del Vaticano, L’Osservatore Romano (LOR), de febrero de 2019, el director de la Red del Apostolado de la Oración del Papa, P. Frédéric Fornos, explicó que en las intenciones de oración del Pontífice “encontramos un eco en los desafíos para el mundo”.

El P. Fornos indicó que el Papa Francisco exhorta a rezar por quienes “se dejan llevar por caminos de muerte, a causa de diversas dependencias: abuso de drogas o de alcohol, uso nocivo de las nuevas tecnologías o pornografía online, con todas sus consecuencias”.