domingo, 5 de diciembre de 2021

NOTICIAS, VIDEOS Y IMÁGENES DEL PAPA FRANCISCO EN SU VIAJE A CHIPRE 2021

 





 Papa Francisco comienza su viaje a Chipre y Grecia tras encontrarse con refugiados en Italia

POR BLANCA RUIZ | ACI Prensa

 Credito: Daniel Ibáñez / ACI Prensa.




El Papa Francisco emprendió ya su viaje internacional número 35 que tiene como destino Chipre y Grecia, hasta el próximo lunes 6 de diciembre. 

El avión del Papa Francisco despegó del aeropuerto de Fiumicino, Roma a las 11:00 a.m (hora de Roma) con destino hacia Lárnaca (Chipre), a donde se prevé que llegue a las 03:00 p.m hora del país, (04:00 p.m hora de Roma). 

Además, esta mañana, antes de dejar Casa Santa Marta, rumbo al aeropuerto, el Papa Francisco se encontró con 12 refugiados acompañados del Limosnero de Su Santidad, el Cardenal Konrad Krajewski. Los refugiados ahora viven en Italia, pero provienen de Siria, Congo, Somalia y Afganistán. 

Todos ellos estuvieron en el campo de refugiados de Lesbos en los últimos años y fueron acogidos a su llegada por la Comunidad de Sant'Egidio. Entre ellos, se encontraban algunos de los que fueron traídos en el avión papal en su viaje a Grecia en 2016. 

En el camino hacia el aeropuerto, el Papa hizo una parada en la parroquia de Santa María de los Ángeles, situada cerca del aeropuerto de Fiumicino. Allí rezó ante la imagen de la Virgen de Loreto y se reunió con 15 refugiados más que están acogidos en esta parroquia romana. 

Ayer 1 de diciembre, el Papa también acudió a la Basílica de Santa María la Mayor para orar, como tiene costumbre antes de emprender un viaje internacional, ante el icono de la Virgen María "Protectora del Pueblo Romano". 

Antes de despegar, el Papa envió un telegrama al Presidente de la República de Italia, Sergio Mattarella, en el que destacó que viaja a Chipre y Grecia “como un peregrino que anhela fuentes antiguas, con el vivo deseo de encontrarme con los hermanos en la fe y la población local”. 


A continuación el programa del viaje: 


Jueves 2 de diciembre

A las 11:00 a.m. el avión que trasladará al Papa despegará desde el aeropuerto internacional de Roma Fiumicino con destino a Larnaca (Chipre).

A las 3:00 p.m. (hora local) el avión llegará al aeropuerto internacional de Larnaca en donde se llevará a cabo el recibimiento oficial.

Después el Santo Padre se trasladará a la catedral maronita de Nuestra Señora de las Gracias en Nicosia en donde a las 4:00 p.m. tendrá un encuentro con los sacerdotes, religiosos, religiosas, diáconos, catequistas y asociaciones y movimientos eclesiales de Chipre, en donde pronunciará su primer discurso.

Luego, el Papa irá al Palacio Presidencial en Nicosia en donde se llevará a cabo la ceremonia oficial de bienvenida a las 5:15 p.m. Allí mismo, el Santo Padre realizará a las 5:30 p.m. la tradicional visita de cortesía privada al presidente de la República de Chipre.

Al finalizar, el Papa participará a las 6:00 p.m. en el encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático que se realizará en un salón de ceremonias y pronunciará otro discurso.


Viernes 3 de diciembre

A las 8:30 a.m. el Santo Padre realizará una visita de cortesía al Arzobispo Ortodoxo de Chipre, Su Beatitud Chrysostomos II, en el arzobispado ortodoxo de Chipre en Nicosia.

Después, el Papa irá a la catedral ortodoxa en Nicosia en donde se reunirá a las 9:00 a.m. con el Santo Sínodo y pronunciará un discurso.

A las 10:00 a.m. el Santo Padre presidirá la Misa en el “GSP Stadium” de Nicosia y pronunciará su homilía.

Por la tarde, el Pontífice participará a las 4:00 p.m. en una oración ecuménica por los migrantes en la Iglesia parroquial de Santa Cruz en Nicosia.


Sábado 4 de diciembre

Por la mañana, el Papa participará a las 9:10 a.m. en la ceremonia de despedida en el aeropuerto internacional de Larnaca y partirá a las 9:30 a.m. en avión hacia el aeropuerto internacional de Atenas.

A las 11:10 a.m. (hora de Grecia) el avión llegará al aeropuerto internacional de Atenas en donde se llevará a cabo el recibimiento oficial.

Luego, se trasladarán al Palacio Presidencial de Atenas en donde se llevará a cabo la ceremonia oficial de bienvenida al mediodía.

Allí mismo, el Santo Padre realizará a las 12:15 p.m. la tradicional visita de cortesía privada al presidente de la República y a las 12:30 se reunirá en privado con el primer ministro de Grecia.

Al finalizar, el Papa participará a las 12:45 p.m. en el encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático y pronunciará su primer discurso en Grecia.

A las 4:00 p.m. el Santo Padre realizará una visita de cortesía privada al Arzobispo de Atenas y de todo Grecia, Su Beatitud Ieronymos II, en el arzobispado ortodoxo de Grecia en Atenas.

Después, el Papa pronunciará un discurso durante un encuentro con Su Beatitud Ieronymos II a las 4:30 p.m en la “sala del trono” del arzobispado ortodoxo de Grecia en Atenas.





Discurso del Papa Francisco a los obispos, sacerdotes, religiosos y catequistas de Chipre

Redacción ACI Prensa


En su primer día de visita en Chipre, el Papa Francisco tuvo encuentro con los religiosos, sacerdotes, catequistas y movimientos eclesiales, en la Catedral maronita de Nuestra Señora de las Gracias, en la capital Nicosia.


A continuación el texto completo pronunciado por el Papa Francisco:

Me siento contento de estar entre ustedes. Deseo expresar mi gratitud al Cardenal Béchara Boutros Raï por las palabras que me ha dirigido y saludar con afecto al Patriarca Pierbattista Pizzaballa.

Gracias a todos ustedes por su ministerio y su servicio; en particular a ustedes, hermanas, por la obra educativa que llevan adelante en la escuela, a la que asisten tantos jóvenes de la isla, lugar de encuentro, diálogo y aprendizaje del arte de construir puentes. Gracias a todos por su cercanía a las personas, especialmente en los contextos sociales y laborales donde es más difícil.

Comparto mi alegría de visitar esta tierra, caminando como peregrino tras las huellas del gran apóstol Bernabé, hijo de este pueblo, discípulo enamorado de Jesús, intrépido anunciador del Evangelio que, pasando por las nacientes comunidades cristianas, veía cómo actuaba la gracia de Dios y se alegraba de ello, exhortando «a todos para que permanecieran unidos al Señor con firmeza de corazón» (Hch 11,23). Vengo con el mismo deseo: ver la gracia de Dios obrando en su Iglesia y en su tierra, alegrándome con ustedes por las maravillas que el Señor obra y exhortándolos a perseverar siempre, sin cansarse, sin desanimarse nunca.

Los miro y veo la riqueza de su diversidad. Saludo a la Iglesia maronita, que en el curso de los siglos ha llegado en varias ocasiones a la isla y que, a menudo atravesando muchas pruebas, ha perseverado en la fe. Cuando pienso en el Líbano siento mucha preocupación por la crisis en la que se encuentra y noto el sufrimiento de un pueblo cansado y probado por la violencia y el dolor. Llevo a mi oración el deseo de paz que sube desde el corazón de ese país. Les agradezco lo que hacen aquí en Chipre. Los cedros del Líbano se citan numerosas veces en la Escritura como modelos de belleza y grandeza. Pero incluso un gran cedro surge desde las raíces y crece lentamente. Ustedes son estas raíces, trasplantadas en Chipre para difundir la fragancia y la belleza del Evangelio. ¡Gracias! 

Saludo también a la Iglesia latina, presente aquí por milenios, que ha visto crecer en el tiempo, junto  a sus hijos, el entusiasmo de la fe y que hoy, gracias a la presencia de tantos hermanos y hermanas migrantes, se presenta como un pueblo “multicolor”, un auténtico lugar de encuentro entre etnias y culturas diferentes. Este rostro de la Iglesia refleja el rol de Chipre en el continente europeo: una tierra de campos dorados, una isla acariciada por las olas del mar, pero sobre todo una historia que es cruce de pueblos y mosaico de encuentros. Ninguno de nosotros está llamado a hacer proselitismo. Todos estamos llamados a la misericordia de Dios, que no se cansa de llamarnos, no se cansa de estar cercano, no se cansa de perdonarnos. Las raíces de nuestra vida cristiana están en la misericordia de Dios. El Señor no defrauda, su misericordia no defrauda. Así es también la Iglesia: católica, es decir, universal, espacio abierto en el que todos son acogidos y alcanzados por la misericordia de Dios y su invitación a amar. No hay ni debe haber muros en la Iglesia católica, es una casa común, es el lugar de las relaciones, es la convivencia de la diversidad.

¿Quién hace la unidad? El Espíritu Santo. El que pueda entender, que entienda. El Espíritu Santo es el autor de la armonía. La diversidad de los dones es la unidad armónica de la Iglesia.

Queridos amigos, ahora quisiera compartir algo con ustedes a propósito de San Bernabé, su hermano y patrono, inspirándome en dos palabras de su vida y de su misión.

La primera palabra es paciencia. Se habla de Bernabé como de un gran hombre de fe y de equilibrio, que fue elegido por la Iglesia de Jerusalén —se puede decir la Iglesia madre— como la persona más idónea para visitar una nueva comunidad, la de Antioquía, que estaba compuesta por diversas personas que se habían convertido recientemente del paganismo. Fue enviado para ir y ver qué estaba sucediendo, casi como un explorador. Allí encontró personas que provenían de otro mundo, de otra cultura y sensibilidad religiosa; personas que acababan de cambiar de vida y por eso tenían una fe llena de entusiasmo, pero todavía frágil. En toda esta situación, la actitud de Bernabé fue de gran paciencia.

La paciencia de estar dispuesto a salir constantemente de viaje, la paciencia de entrar en la vida de personas hasta ese momento desconocidas, la paciencia de acoger la novedad sin juzgarla apresuradamente, la paciencia del discernimiento, que sabe captar los signos de la obra de Dios en todas partes, la paciencia de “estudiar” otras culturas y tradiciones.

Bernabé tuvo sobre todo la paciencia del acompañamiento. No sofocó la fe frágil de los recién llegados con actitudes estrictas, inflexibles, o con requerimientos demasiado exigentes en cuanto a la observancia de los preceptos. Los acompañaba, los tomaba de la mano, dialogaba con ellos. Como un padre o una madre no se escandalizan por sus hijos, les acompañan. Dejar crecer y acompaña. El hombre de la paciencia.

Queridos hermanos y hermanas, necesitamos una Iglesia paciente. Una Iglesia que no se deja turbar y desconcertar por los cambios, sino que acoge serenamente la novedad y discierne las situaciones a la luz del Evangelio.

En esta isla es precioso el trabajo que llevan adelante en la acogida de nuevos hermanos y hermanas que llegan desde otros lugares del mundo. Como Bernabé, también ustedes están llamados a cultivar una mirada paciente y atenta, a ser signos visibles y creíbles de la paciencia de Dios que nunca deja a nadie fuera de casa, privado de su tierno abrazo.

La Iglesia en Chipre tiene estos brazos abiertos: acoge, integra y acompaña. Es un mensaje importante también para la Iglesia en toda Europa, marcada por la crisis de fe. No sirve ser impulsivos y agresivos, nostálgicos o quejumbrosos, es mejor seguir adelante leyendo los signos de los tiempos y también los signos de la crisis. Es necesario volver a comenzar y anunciar el Evangelio con paciencia, sobre todo a las nuevas generaciones.

A ustedes, hermanos obispos, quisiera decirles: sean pastores pacientes en la cercanía, no se cansen nunca de buscar a Dios en la oración; a los sacerdotes, en el encuentro; a los hermanos de otras confesiones cristianas, con respeto y solicitud; y a los fieles, allí donde viven. Y a ustedes, queridos sacerdotes, quisiera decirles: sean pacientes con los fieles, siempre dispuestos a animarlos, ministros incansables del perdón y de la misericordia de Dios. Nunca jueces severos, siempre padres amorosos. Cuando yo leo la parábola del hijo pródigo, el hermano mayor era un juez riguroso, el papá era misericordioso, imagen del Padre, siempre perdonando. De hecho, siempre te está esperando para perdonarte.

El año pasado, un grupo de jóvenes, que hacen espectáculo de la música pop, han querido interpretar la parábola del hijo pródigo, cantada con música pop. Los diálogos muy bonitos. La cosa más bella fue la discusión del hijo pródigo que quiere volver a casa: “Tengo miedo de que mi padre me cierre la puerta en la cara. No sé cómo hacer”. Pero tu padre es bueno, “pero sabes que mi hermano está allí”. El amigo le dice “haz una cosa: escribe a tu papá, dile que quieres volver a casa, que tienes miedo que no te reciba bien, que si quiere recibirte bien, que ponga un pañuelo sobre la ventana más alta de la casa, y así tu papá te dirá si te recibirá bien o no te recibe”. En el siguiente acto, el hijo va en camino, y cuando gira la senda, se ve la casa del padre, que estaba llena de signos de bienvenida. Este es Dios para nosotros, no se cansa de perdonarnos. Cuando nosotros comenzamos a decir “si, padre…”, Él nos tapa la boca. No sean rigoristas en la confesión. Cuando vean a las personas en esa dificultad (digan) “he entendido, he entendido”. Corazón de padre, como el corazón de Dios.

La obra que el Señor realiza en la vida de cada persona es una historia sagrada, dejémonos apasionar por ella. En la multiforme variedad de su pueblo, paciencia significa también tener oídos y corazón para acoger sensibilidades espirituales diferentes, modos de expresar la fe distintos, y culturas diversas. La Iglesia no quiere uniformar, sino integrar con paciencia. La Iglesia es madre. Es lo que deseamos hacer con la gracia de Dios en el itinerario sinodal: la oración paciente, la escucha paciente de una Iglesia dócil a Dios y abierta al hombre. 

En la historia de Bernabé hay un segundo aspecto importante que quisiera subrayar: su encuentro con Pablo de Tarso y la amistad fraterna entre ellos, que los conducirá a vivir juntos la misión. Después de la conversión de Pablo —que antes había sido un encarnizado perseguidor de los cristianos— «todos le temían, porque no creían que él también fuera discípulo» (Hch 9,26). Aquí el libro de los Hechos dice algo muy hermoso: Bernabé lo tomó consigo, lo presentó a la comunidad, contó lo que le había sucedido y respondió por él (cf. v. 27). Escuchemos este “lo tomó consigo”. La expresión hace referencia a la misma misión de Jesús, que tomó consigo a los discípulos por los caminos de Galilea, que tomó sobre sí nuestra humanidad herida por el pecado. Es una actitud de amistad y de compartir la vida. “Tomar consigo”, “tomar sobre sí” significa hacerse cargo de la historia del otro, darse tiempo para conocerlo sin etiquetarlo, cargarlo sobre los hombros cuando está cansado o herido, como hace el buen samaritano (cf. Lc 10,25-37). Esto se llama fraternidad, y es la segunda palabra.

Bernabé y Pablo, como hermanos, viajaron juntos para anunciar el Evangelio, aun en medio de persecuciones. En la Iglesia de Antioquía «estuvieron juntos todo un año e instruyeron a mucha gente» (Hch 11,26). Luego ambos tenían reservada una misión más grande y, enviados por el Espíritu Santo, «se embarcaron para Chipre» (Hch 13,4). Y la Palabra de Dios corría y crecía no sólo por sus cualidades humanas, sino sobre todo porque eran hermanos en el nombre de Dios y esta fraternidad entre ellos hacía resplandecer el mandamiento del amor. Después, como sucede en la vida, pasó algo inesperado. Los Hechos cuentan que los dos tuvieron un fuerte desacuerdo y sus caminos se separaron (cf. Hch 15,39). También entre los hermanos se discute, a veces hay disputas. Pero Pablo y Bernabé no se separaron por motivos personales, sino que estaban discutiendo acerca de su ministerio, sobre cómo llevar adelante la misión, y tenían visiones diferentes. Bernabé también quería llevar a la misión al joven Marcos, y Pablo no quería. Discutieron, pero por algunas cartas sucesivas se intuye que no quedó rencor entre ellos. Incluso a Timoteo, que tenía que alcanzarlo más adelante, Pablo le escribió: «Ven a verme cuanto antes […] Recoge a Marcos [¡justamente a él!] y tráelo contigo, pues será de gran ayuda en mi ministerio» (2 Tm 4,9.11).

Queridos hermanos y hermanas, necesitamos una Iglesia fraterna que sea instrumento de fraternidad para el mundo. Porque es feo no discutir nunca. Cuando hay “esta paz”, muy rigorista, no es de Dios. En una familia, los hermanos y hermanas discuten. Yo sospecho de aquellos que no discuten nunca. Algo esconden, siempre.

Esta es la fraternidad en la Iglesia, se puede discutir sobre visiones, sensibilidades e ideas diferentes. Y decirse las cosas en la cara con sinceridad en ciertos casos ayuda, es ocasión de crecimiento y de cambio. Pero recordemos siempre que no se discute para hacerse la guerra, para imponerse, sino para expresar y vivir la vitalidad del Espíritu, que es amor y comunión. Se discute, pero seguimos siendo hermanos.

Aquí en Chipre existen muchas sensibilidades espirituales y eclesiales, varias historias de procedencia, ritos y tradiciones diferentes; pero no debemos sentir la diversidad como una amenaza contra la identidad, ni debemos recelar y preocuparnos de los respectivos espacios. Si caemos en esta tentación crece el miedo, el miedo genera desconfianza, la desconfianza conduce a la sospecha y, antes o después, lleva a la guerra.

Somos hermanos amados por un único Padre. Ustedes están inmersos en el Mediterráneo, un mar con diferentes historias, un mar que ha mecido numerosas civilizaciones, un mar del que todavía hoy desembarcan personas, pueblos y culturas de todas partes del mundo.

Con su fraternidad pueden recordar a todos, a toda Europa, que para construir un futuro digno del hombre es necesario trabajar juntos, superar las divisiones, derribar los muros y cultivar el sueño de la unidad. Necesitamos acogernos e integrarnos, caminar juntos, ser todos hermanos y hermanas.

Les agradezco lo que son y lo que hacen, la alegría con la que anuncian el Evangelio, las fatigas y renuncias con las que lo sostienen y lo hacen avanzar. Este es el camino trazado por los santos apóstoles Pablo y Bernabé. Les deseo que sean siempre una Iglesia paciente, que discierne, acompaña e integra; y una Iglesia fraterna, que hace espacio al otro, que discute, pero permanece unida. Los bendigo y, por favor, sigan rezando por mí. Efcharistó! [¡Gracias!]

Etiquetas: Papa Francisco, encuentro con sacerdotes y religiosos, Chipre, Viaje del Papa Francisco a Chipre y Grecia 2021



Discurso del Papa Francisco a las autoridades, sociedad civil y cuerpo diplomático de Chipre

Redacción ACI Prensa


Este 2 de diciembre, en el primer día de su viaje apostólico a Chipre, el Papa Francisco se reunió con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático en el Ceremonial Hall del Palacio Presidencial, donde resaltó la importancia de lograr la paz y la reconciliación en el país.


A continuación, el discurso completo del Papa Francisco:

Señor Presidente de la República, miembros del gobierno y del Cuerpo diplomático, distinguidas Autoridades religiosas y civiles, insignes Representantes de la sociedad y del mundo de la cultura, señoras y señores:

Los saludo cordialmente, manifestándoles mi alegría por estar aquí. Le agradezco, señor presidente, el recibimiento que me ha dado en nombre de toda la población. He venido como peregrino a un país pequeño por su geografía, pero grande por su historia; a una isla que a lo largo de los siglos no ha aislado a la gente, sino que la ha unido; a una tierra cuyo límite es el mar; a un lugar que representa la puerta oriental de Europa y la puerta occidental de Oriente Medio. Son una puerta abierta, un puerto que reúne. Chipre, encrucijada de civilizaciones, lleva en sí la vocación innata al encuentro, favorecida por el carácter acogedor de los chipriotas.

Acabamos de homenajear al primer presidente de esta República, el Arzobispo Makarios, y al realizar este gesto he deseado homenajear a todos los ciudadanos. Su nombre, Makarios, evoca las palabras iniciales del primer discurso de Jesús: las Bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12). ¿Quién es ese makarios, quién es realmente ese bienaventurado según la fe cristiana, a quien esta tierra está ligada indisolublemente? Bienaventurados pueden ser todos, y son ante todo los pobres de espíritu, los que han sido heridos por la vida, aquellos que viven con mansedumbre y misericordia, cuantos practican la justicia y construyen la paz sin hacerse notar. Las Bienaventuranzas, queridos amigos, son la constitución perenne del cristianismo. Vivirlas permite que el Evangelio sea siempre joven y fecunde la sociedad de esperanza. Las Bienaventuranzas son la brújula que orienta, en todas las latitudes, las rutas que los cristianos abordan en el viaje de la vida.

Justamente desde aquí, donde Europa y Oriente se encuentran, comenzó la primera gran inculturación del Evangelio en el continente y para mí es emocionante recorrer los pasos de los grandes misioneros de los orígenes, en particular de los santos Pablo, Bernabé y Marcos. Heme aquí, pues, peregrino entre ustedes para caminar con ustedes, queridos chipriotas; con todos ustedes, con el deseo de que la buena noticia del Evangelio lleve desde aquí a Europa un alegre mensaje en el signo de las Bienaventuranzas.

Aquello que los primeros cristianos dieron al mundo con la fuerza humilde del Espíritu fue en efecto un inaudito mensaje de belleza. Fue la novedad sorprendente de la bienaventuranza al alcance de todos para conquistar los corazones y la libertad de muchos. Este país tiene una herencia particular en ese sentido, como mensajero de belleza entre los continentes. Chipre trasluce belleza en su territorio, que debe conservarse y protegerse con políticas ambientales oportunas y concertadas con los vecinos. La belleza se refleja también en la arquitectura, en el arte —particularmente en el arte sacro—, en el artesanado religioso y en los numerosos tesoros arqueológicos. Trayendo una imagen del mar que nos rodea, quisiera decir que esta isla representa una perla de gran valor en el corazón del Mediterráneo.

Una perla, en efecto, se convierte en lo que es porque se forma con el paso del tiempo, requiere años para que las diversas estratificaciones la hagan compacta y reluciente. De este modo, la belleza de esta tierra deriva de las culturas que a lo largo de los siglos se encontraron y mezclaron.

También hoy la luz de Chipre tiene muchos matices, varios son los pueblos y las personas que, con tonalidades diversas, componen la gama cromática de esta población. Pienso también en la presencia de muchos inmigrantes, que porcentualmente es la más relevante entre los países de la Unión Europea. Salvaguardar la belleza multicolor y poliédrica del conjunto no es fácil. Se necesita tiempo y paciencia, como para la formación de la perla. Se requiere una mirada amplia que abrace la variedad de las culturas y tienda hacia el futuro con amplitud de miras. En este sentido, es importante tutelar y promover a cada componente de la sociedad, de modo especial a los que estadísticamente son minoritarios. Pienso además en varias entidades católicas que se beneficiarían de un oportuno reconocimiento institucional, para que la contribución que aportan a la sociedad por medio de sus actividades, en particular educativas y caritativas, sea definido adecuadamente desde el punto de vista legal.

Una perla pone de manifiesto su belleza en circunstancias difíciles. Nace de la oscuridad, cuando la ostra “sufre” después de haber recibido una visita inesperada que amenaza su incolumidad, como, por ejemplo, un grano de arena que la irrita. Para protegerse, reacciona asimilando aquello que la ha herido, envuelve aquello que para ella es peligroso y extraño y lo transforma en belleza, en una perla.

La perla de Chipre fue eclipsada por la pandemia, que impidió a muchos visitantes que accedan a ver su belleza, agravando, como en otros lugares, las consecuencias de la crisis económica y financiera. Lo que garantizará un desarrollo sólido y duradero en este período de reactivación no será el entusiasmo por recobrar cuanto se ha perdido, sino el compromiso por promover la recuperación de la sociedad, particularmente por medio de una decidida lucha contra la corrupción y las plagas que atentan contra la dignidad de la persona; me refiero, por ejemplo, al tráfico de seres humanos.

Pero la herida que más hace sufrir a esta tierra es la provocada por la terrible laceración que ha padecido en los últimos decenios. Me refiero al sufrimiento interior de cuantos no pueden regresar a sus casas y lugares de culto. Ruego por la paz de ustedes, por la paz de toda la isla, y la deseo con todas las fuerzas.

El camino de la paz, que sana los conflictos y regenera la belleza de la fraternidad, está marcado por una palabra: diálogo. Usted, Señor presidente, lo ha repetido varias veces. Tenemos que ayudarnos a creer en la fuerza paciente y humilde del diálogo, con la fuerza de la paciencia llevada sobre la espalda, paciencia que podemos extraer de las Bienaventuranzas. Sabemos que no es un camino fácil; es largo y tortuoso, pero no hay alternativas para llegar a la reconciliación. Alimentemos la esperanza con el poder de los gestos en lugar de poner la esperanza en los gestos de poder. Porque hay un poder de los gestos que prepara la paz, no se trata de los gestos de poder, de las amenazas de venganza y de las demostraciones de fuerza, sino de los gestos de distensión, de los pasos concretos de diálogo.

Me refiero, por ejemplo, al compromiso por entablar un debate sincero que ponga las exigencias de la población en primer lugar, a una implicación cada vez más activa de la Comunidad internacional, a la salvaguardia del patrimonio religioso y cultural, a la restitución de cuanto en este sentido es más querido por la gente, como los lugares o al menos los objetos sagrados. A este respecto, quisiera expresar mi aprecio y animarlos en relación con el Religious Track of the Cyprus Peace Project, promovido por la Embajada de Suecia, para cultivar el diálogo entre los líderes religiosos.

Los tiempos que no parecen favorables y en los que el diálogo decae son precisamente aquellos que pueden preparar la paz. Nos lo recuerda una vez más la perla, que se vuelve tal cuando, con paciencia y en la oscuridad, teje sustancias nuevas junto al agente que la ha herido. En esta coyuntura, no dejemos prevalecer el odio, no renunciemos a curar las heridas, no olvidemos los casos de las personas desaparecidas. Y cuando venga la tentación del desánimo, pensemos en las generaciones futuras, que desean heredar un mundo pacificado, colaborador, unido, no habitado por rivalidades perennes y contaminadas por conflictos no resueltos. Para esto es necesario el diálogo, sin el cual la sospecha y el resentimiento crecen.

Que nuestra referencia sea el Mediterráneo, que ahora lamentablemente es lugar de conflictos y de tragedias humanitarias; en su belleza profunda es el mare nostrum, el mar de todos los pueblos que se asoman a él para estar conectados, no divididos. Chipre, encrucijada geográfica, histórica, cultural y religiosa, tiene esta posición para poner en marcha una acción de paz. Que sea una obra abierta en la que se construye la paz en medio del Mediterráneo.

Con frecuencia, la paz no nace de los grandes personajes, sino de la determinación cotidiana de los más pequeños. El continente europeo necesita reconciliación y unidad, necesita valentía e impulso para caminar hacia adelante. Porque no serán los muros del miedo ni los vetos dictados por intereses nacionalistas los que contribuirán al progreso, ni tampoco la recuperación económica por sí sola podrá garantizar la seguridad y la estabilidad. Miremos la historia de Chipre y veamos cómo el encuentro y la acogida han dado frutos beneficiosos a largo plazo; no sólo en lo que se refiere a la historia del cristianismo, para la que Chipre fue “el trampolín de lanzamiento” en el continente, sino también por la construcción de una sociedad que ha encontrado su propia riqueza en la integración. Este espíritu amplio, esta capacidad de mirar más allá de las propias fronteras rejuvenece, permite volver a encontrar el brillo perdido.

Refiriéndose a Chipre, los Hechos de los Apóstoles narran que Pablo y Bernabé “atravesaron toda la isla hasta llegar a Pafos” (Hch 13,6). Para mí es un motivo de alegría atravesar durante estos días la historia y el alma de esta tierra, con el deseo de que su anhelo de unidad y su mensaje de belleza sigan guiando su camino. O Theós na evloghí tin Kípro! (¡Que Dios bendiga a Chipre!).



Religiosa relata al Papa la expulsión que sufrieron cuando Turquía invadió Chipre

POR BLANCA RUIZ | ACI Prensa


Dos religiosas ofrecieron su testimonio al Papa Francisco durante el encuentro de este jueves 2 de diciembre con sacerdotes, religiosos, catequistas y movimientos eclesiales en la Catedral maronita Nuestra Señora de las Gracias, en el que se relató la expulsión que sufrieron cuando Turquía invadió la isla en 1974. 

Sor Antonia Piripitsi, franciscana misionera del Sagrado Corazón, dio la bienvenida al Papa Francisco a la isla “de San Bernabé y San Pablo y de tantos otros santos que contribuyeron a la evangelización del pueblo de Chipre”. 

Sor Antonia Piripitsi aseguró que uno de los puntos principales de acción de la Iglesia católica en Chipre es la educación de niños en necesidad, que se lleva a cabo todavía hoy a través de las tres escuelas católicas “que son un medio eficaz para testimoniar el amor de Dios e inculcar los valores humanos, cristianos y religiosos”.

La religiosa explicó que las escuelas católicas de la isla de Chipre actualmente activas son el Terra Santa College, en Nicosia, que fue fundado en 1646, y que pertenece a los frailes franciscanos menores; la Escuela Santa María en Limassol, que en el año 2023 celebrará su centenario, y que pertenece a las Franciscanas misioneras del Sagrado Corazón; además de la Escuela elementaria de San Marone en Anthoupoli, a la que acuden principalmente alumnos cristianos maronitas. 

“Tanto el Terra Santa College como la Escuela Santa María están abiertas a jóvenes de todas las etnias, mentalidad, cultura y religión”, aseguró la religiosa. 

Por eso destacó que las escuelas católicas son “lugares de encuentro verdaderamente ecuménicos, sin ninguna discriminación, donde se construyen puentes, los alumnos aprenden a respetar a los otros en su diversidad, a amar, a ayudarse a dialogar, a colaborar juntos para construir un futuro mejor, un futuro donde todos pueden vivir como hermanos y hermanas, sin distinción de raza, cultura, religión o lengua”. 

Además recordó que hasta 1974 había otras tres escuelas católicas más en la isla “que lamentablemente nos vimos obligadas a abandonar después de la invasión de las fuerzas turcas [que tuvo lugar en 1974]”. 

“Algunas de las hermanas más ancianas cuentan con dolor cómo tuvieron que huir sin demora para salvar la piel. Pensaban que estarían fuera sólo una noche y volverían al día siguiente, pero esa noche dura desde hace 47 años”, destacó. 

Por eso subrayó que “el año 1974 es una página dramática en la plurisecular convivencia pacífica entre la población greco-chipriota cristiana y la turco-chipriota musulmana. La división de Chipre ha cambiado radicalmente no solo en el aspecto político y social de la isla, sino también en nuestra misión en la zona ocupada del norte”. 

Y destacó que a pesar de “las distintas dificultades y peligros, las hermanas ayudadas por sacerdotes maronitas, no han dejado de estar presentes, pobres entre los pobres, para sostener espiritual y moralmente, y hacer que las campanas de algunas iglesia sigan sonando”. 

Sor Antonia también explicó que comienza a notarse el envejecimiento de las religiosas presentes en la isla, así como la falta de familias católicas que después de la división de la isla se dispersaron. 

“Al igual que en muchos países de Europa, también en Chipre, la crisis demográfica y la laicización de la vida cotidiana hace a nuestros jóvenes poco disponibles al servicio de la Iglesia”. 

La religiosa aseguró que se trata de “un reto importante” que afrontan “desde la oración y el testimonio” y con el deseo de transmitir “la belleza de seguir al Señor Jesús de cerca”. 

La hermana Perpetua Nyein Nyein Loo, de la congregación de San José de la Aparición ofreció el segundo testimonio durante el encuentro con el Papa, en el que destacó el trabajo que las cuatro congregaciones religiosas femeninas realizan en la isla especialmente en la defensa de los derechos humanos básicos de los inmigrantes. 

“Con demasiada frecuencia, tales injusticias dan lugar a una salud mental o física deficiente, que obstaculiza la capacidad de las personas para lograr sus sueños de un futuro mejor y más próspero para sí mismas y sus niños”, afirmó la religiosa.

Por eso aseguró que su trabajo se centra en “restaurar la dignidad humana proporcionando refugio y comida, legalizando situaciones de los trabajadores y ayudándoles a encontrar empleo potencial y ayuda financiera”.




Discurso del Papa Francisco en el encuentro con el Santo Sínodo en Chipre

Redacción ACI Prensa


El Papa Francisco tuvo, durante su segundo día de visita apostólica a Chipre, un encuentro con el Santo Sínodo, integrado por los líderes de la Iglesia Ortodoxa en la isla mediterránea.

En sus palabras, el Pontífice alentó a seguir trabajando por la unidad de los cristianos, destacando para ello aspectos de la vida de San Bernabé, santo nacido en Chipre y que contribuyó con su evangelización.


A continuación el texto completo del discurso del Papa Francisco:

Beatitud, queridos obispos del Santo Sínodo:

Estoy contento de encontrarme entre ustedes y les agradezco la cordial acogida. Gracias, querido hermano, por sus palabras, por la apertura del corazón y por el compromiso de promover el diálogo entre nosotros. Deseo extender mi saludo a los sacerdotes, a los diáconos y a todos los fieles de la Iglesia ortodoxa de Chipre, recordando particularmente a los monjes y las monjas, que con su oración purifican y elevan la fe de todos.

La gracia de estar aquí me lleva a pensar que tenemos un origen apostólico común: Pablo atravesó Chipre y posteriormente llegó a Roma. Por tanto, descendemos del mismo ardor apostólico y nos une un único camino: el del Evangelio. Me agrada ver que seguimos caminando en la misma dirección, en busca de una fraternidad cada vez mayor y de la unidad plena. En este retazo de la Tierra Santa que difunde la gracia de los Santos Lugares en el Mediterráneo, viene con naturalidad el recuerdo de tantas páginas y figuras bíblicas. Entre todas, quisiera referirme de nuevo a san Bernabé, destacando algunos aspectos que pueden orientarnos en el camino.

«José, a quien los apóstoles llamaban “Bernabé”» (Hch 4,36): así es presentado en los Hechos de los Apóstoles. Lo conocemos y veneramos por su sobrenombre, debido a lo mucho que este definía su persona. Ahora bien, la palabra Bernabé significa al mismo tiempo “hijo del consuelo” e “hijo de la exhortación”. Es hermoso que en su figura se fundan ambas características, indispensables para el anuncio del Evangelio. En efecto, todo consuelo verdadero no puede ser intimista, sino que debe traducirse en exhortación, orientar la libertad hacia el bien. Al mismo tiempo, cada exhortación en la fe no puede más que fundarse en la presencia consoladora de Dios y estar acompañada por la caridad fraterna.

De este modo Bernabé, hijo del consuelo, nos exhorta a nosotros sus hermanos a emprender la misma misión de proclamar el Evangelio a los hombres, invitándonos a comprender que el anuncio no puede basarse en exhortaciones generales, en la repetición de preceptos y normas que observar, como se ha hecho con frecuencia. Hay que seguir el camino del encuentro personal, prestar atención a las preguntas de la gente, a sus necesidades existenciales. Para ser hijos del consuelo, antes de decir cualquier cosa, es necesario escuchar, dejarse interrogar, descubrir al otro, compartir: porque el Evangelio se transmite por la comunión. Esto es lo que, como católicos, deseamos vivir en los próximos años, redescubriendo la dimensión sinodal, constitutiva del ser de la Iglesia. Y en esto sentimos la necesidad de caminar más intensamente con ustedes, queridos hermanos, que por medio de la experiencia de su sinodalidad pueden sernos verdaderamente de gran ayuda. Gracias por su colaboración fraterna, que también se manifiesta en la participación activa en la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa.

Deseo de corazón que aumenten las posibilidades de encontrarnos, de conocernos mejor, de derribar muchos preconceptos y de disponernos para una escucha serena de las respectivas experiencias de fe. Será una exhortación estimulante para que cada uno ofrezca lo mejor y esto dará un fruto espiritual de consolación a todos. El apóstol Pablo, de quien descendemos, habla a menudo de consolación y es hermoso imaginar que Bernabé, hijo del consuelo, haya sido el inspirador de algunas palabras suyas, como aquellas del comienzo de la segunda Carta a los corintios, con las que recomienda que nos consolemos mutuamente con el mismo consuelo que recibimos de Dios (cf. 2 Co 1,3-5). En este sentido, queridos hermanos, deseo asegurarles mi oración y cercanía, así como la de la Iglesia católica, tanto en los problemas más dolorosos que los angustian como en las esperanzas más hermosas y audaces que los animan. Las tristezas y las alegrías de ustedes nos pertenecen, las sentimos nuestras; y también sentimos que necesitamos mucho de sus oraciones.

A continuación —segundo aspecto—, san Bernabé es presentado en los Hechos de los Apóstoles como «un levita nacido en Chipre» (Hch 4,36). El texto no agrega otros detalles, ni en cuanto a su aspecto ni en cuanto a su persona, pero inmediatamente después revela a Bernabé por medio de una acción emblemática: «vendió un campo de su propiedad, llevó el importe y lo puso a disposición de los apóstoles» (v. 37). Este magnífico gesto sugiere que para revitalizarnos en la comunión y en la misión también nosotros hemos de tener la valentía de despojarnos de aquello que, aun siendo valioso, es terreno, para favorecer la plenitud de la unidad. No me refiero ciertamente a lo que es sagrado y nos ayuda a encontrar al Señor, sino al riesgo de absolutizar ciertos usos y costumbres que no son esenciales para vivir la fe. No nos dejemos paralizar por el temor de abrirnos y de realizar gestos audaces, no secundemos el “carácter irreconciliable de las diferencias” que no encuentra correspondencia en el Evangelio. No permitamos que las tradiciones —en plural y con la “t” minúscula— tiendan a prevalecer sobre la Tradición —en singular y con la “t” mayúscula—. Esta nos exhorta a imitar a Bernabé, a dejar cuanto, aun siendo bueno, puede comprometer la plenitud de la comunión, el primado de la caridad y la necesidad de la unidad.

Bernabé, dejando todo lo que poseía a los pies de los apóstoles, entró en sus corazones. También nosotros estamos invitados por el Señor a redescubrirnos como parte del mismo Cuerpo, a abajarnos hasta los pies de los hermanos. Es cierto que la historia, en el campo de nuestras relaciones, ha abierto amplios surcos entre nosotros, pero el Espíritu Santo desea que volvamos a acercarnos con humildad y respeto. Él nos invita a no resignarnos frente a las divisiones del pasado y a cultivar juntos el campo del Reino, con paciencia, asiduidad y de modo concreto. Porque si dejamos de lado teorías abstractas y trabajamos juntos codo a codo —por ejemplo, en la caridad, en la educación y en la promoción de la dignidad humana—, redescubriremos al hermano y la comunión madurará por sí misma, para gloria de Dios. Cada uno mantendrá las propias maneras y el propio estilo pero, con el tiempo, el trabajo conjunto acrecentará la concordia y se mostrará fecundo. Así como estas tierras mediterráneas fueron embellecidas por el trabajo respetuoso y paciente del hombre, también nosotros cultivemos, con la ayuda de Dios y con humilde perseverancia, nuestra comunión apostólica.

Por ejemplo, es un buen fruto lo que sucede aquí en Chipre en la iglesia de “Nuestra Señora de la Ciudad de oro”. El templo, dedicado a la Panaghia Chrysopolitissa, es actualmente lugar de culto para varias confesiones cristianas, amado por la población y elegido con frecuencia para las celebraciones de los matrimonios. Es por tanto un signo de comunión de fe y de vida, bajo la mirada de la Madre de Dios, que reúne a sus hijos. Además, dentro del complejo se conserva una columna donde, según la tradición, san Pablo sufrió treinta y nueve azotes por haber anunciado la fe en Pafos. La misión, así como la comunión, pasa siempre a través de sacrificios y pruebas.

El tercer aspecto que destaco de la figura de Bernabé es precisamente una prueba, la cual marcó su historia y los orígenes de la difusión del Evangelio en estas tierras. Al regresar a Chipre con Pablo y Marcos, Bernabé encontró a Elimas, “mago y falso profeta”, que se les opuso con malicia, tratando de torcer los caminos derechos del Señor (cf. Hch 13,6.8.10). Tampoco hoy faltan falsedades y engaños que el pasado nos pone delante y que obstaculizan el camino. Siglos de división y distancias que han llevado a asimilar, aun involuntariamente, no pocos prejuicios hostiles respecto a los demás, preconceptos basados a menudo en informaciones deficientes y distorsionadas, divulgadas por una lectura agresiva y polémica. Pero todo esto tuerce el camino de Dios, que se orienta hacia la concordia y la unidad. Queridos hermanos, la santidad de Bernabé es elocuente también para nosotros. Cuántas veces en la historia, entre los mismos cristianos nos hemos preocupado por oponernos a los demás, en lugar de acoger dócilmente el camino de Dios, que tiende a recomponer las divisiones en la caridad. Cuántas veces hemos agrandado y difundido prejuicios sobre los demás, en vez de cumplir la exhortación que el Señor repite especialmente en el Evangelio escrito por Marcos, quien fuera con Bernabé a esta isla: hacerse pequeños y servir a los demás (cf. Mc 9,35; 10,43- 44).

Supliquemos al Señor sabiduría y valentía para seguir sus caminos y no los nuestros. Pidámoslo por intercesión de los santos. Leontios Machairas, cronista del siglo XV, definió a Chipre como la “Isla santa” por la cantidad de mártires y beatos que esta tierra ha conocido a lo largo de los siglos. Además de los más célebres y venerados, como Bernabé, Pablo y Marcos, Epifanio, Bárbara, Espiridón, hay muchos otros, multitudes innumerables de santos que, unidos en la única Iglesia celestial, nos impulsan a navegar juntos hacia el puerto por el que todos suspiramos. Desde el más allá invitan a que hagamos de Chipre —que ya es un puente entre Oriente y Occidente— un puente entre el cielo y la tierra. Que así sea, para gloria de la Santísima Trinidad, para nuestro bien y el de todos.




El Papa hizo un nuevo llamado a la unidad de católicos y ortodoxos: “Nos une el Evangelio"

POR BLANCA RUIZ | ACI Prensa

 Crédito: Vatican Media.


Tras el encuentro con Su Beatitud Crisóstomo II, el Papa Francisco se reunió con el Santo Sínodo, la máxima autoridad de la Iglesia Ortodoxa de Chipre, en el que hizo un llamado a seguir trabajando por la unidad de los cristianos, pues "nos une el Evangelio". 

El Santo Sínodo está presidido por Crisóstomo II, Arzobispo de Nueva Justiniana y de toda Chipre. Asimismo, está organizado en 12 comisiones para preservar la doctrina, el orden canónico y litúrtigo de la Iglesia Ortodoxa de Chipre y de mantener la comunión con el Patriarcado ecuménico y otras iglesias ortodoxas y de gestionar las relaciones ecuménicas e interreligiosas. 

En su discurso, el Papa Francisco recordó el origen común de ortodoxos y católicos está en San Pablo que “atravesó Chipre y posteriormente llegó a Roma. Por tanto, descendemos del mismo ardor apostólico y nos une un único camino: el del Evangelio”.“Me agrada ver que seguimos caminando en la misma dirección, en busca de una fraternidad cada vez mayor y de la unidad plena. En este retazo de la Tierra Santa que difunde la gracia de los Santos Lugares en el Mediterráneo, viene con naturalidad el recuerdo de tantas páginas y figuras bíblicas. Entre todas, quisiera referirme de nuevo a san Bernabé, destacando algunos aspectos que pueden orientarnos en el camino”, afirmó el Papa Francisco.

Primero destacó que Bernabé “significa al mismo tiempo “hijo del consuelo” e “hijo de la exhortación’”, características “indispensables para el anuncio del Evangelio”. En ese sentido, el Papa aseguró que el consuelo verdadero “no puede ser intimista, sino que debe traducirse en exhortación, orientar la libertad hacia el bien. Al mismo tiempo, cada exhortación en la fe no puede más que fundarse en la presencia consoladora de Dios y estar acompañada por la caridad fraterna”.

Y animó a seguir el ejemplo de Berbabé “hijo del consuelo”, para proclamar el Evangelio a los hombres, invitándonos a comprender que el anuncio no puede basarse en exhortaciones generales o la observación de preceptos y normas, sino que debe realizarse a través del encuentro personal “prestar atención a la preguntas de la gente, a sus necesidades existenciales”. 

“Para ser hijos del consuelo, antes de decir cualquier cosa, es necesario escuchar, dejarse interrogar, descubrir al otro, compartir: porque el Evangelio se transmite por la comunión”, afirmó y destacó que ésto es lo que desea vivir “redescubriendo la dimensión sinodal, constitutiva del ser de la Iglesia”.

El Papa también aseguró a Su Beatitud Chrysostomos II y con los Obispos ortodoxos que su “experiencia de su sinodalidad pueden sernos verdaderamente de gran ayuda” y agradeció la colaboración que mantienen “en la participación activa en la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa”.

Por eso manifestó su deseo de que “aumenten las posibilidades de encontrarnos, de conocernos mejor, de derribar muchos preconceptos y de disponernos para una escucha serena de las respectivas experiencias de fe. Será una exhortación estimulante para que cada uno ofrezca lo mejor y esto dará un fruto espiritual de consolación a todos”. 

En ese espíritu de colaboración y unión, el Papa Francisco aseguró a la iglesia ortodoxa de Chipre su oración y cercanía “tanto en los problemas más dolorosos que los angustian como en las esperanzas más hermosas y audaces que los animan”. 

Además el Papa animó a “revitalizarnos en la comunión y en la misión” despojándonos de aquello que, “aun siendo valioso, es terreno” con el fin de favorecer “la plenitud de la unidad. No me refiero ciertamente a lo que es sagrado y nos ayuda a encontrar al Señor, sino al riesgo de absolutizar ciertos usos y costumbres que no son esenciales para vivir la fe”. 

En ese sentido el Papa Francisco alertó de no dejarse paralizar “por el temor de abrirnos y de realizar gestos audaces, no secundemos el “carácter irreconciliable de las diferencias” que no encuentra correspondencia en el Evangelio”. 

“No permitamos que las tradiciones —en plural y con la “t” minúscula— tiendan a prevalecer sobre la Tradición —en singular y con la “t” mayúscula—”, afirmó. 

Además animó a “imitar a Bernabé, a dejar cuanto, aun siendo bueno, puede comprometer la plenitud de la comunión, el primado de la caridad y la necesidad de la unidad” y destacó a que “también nosotros estamos invitados por el Señor a redescubrirnos como parte del mismo Cuerpo, a abajarnos hasta los pies de los hermanos”.

Por eso, el Papa Francisco afirmó que a pesar de que históricamente se han abierto “amplios surcos” entre católicos y ortodoxos, “el Espíritu Santo desea que volvamos a acercarnos con humildad y respeto”. 

“Él nos invita a no resignarnos frente a las divisiones del pasado y a cultivar juntos el campo del Reino, con paciencia, asiduidad y de modo concreto. Porque si dejamos de lado teorías abstractas y trabajamos juntos codo a codo —por ejemplo, en la caridad, en la educación y en la promoción de la dignidad humana—, redescubriremos al hermano y la comunión madurará por sí misma, para gloria de Dios. Cada uno mantendrá las propias maneras y el propio estilo pero, con el tiempo, el trabajo conjunto acrecentará la concordia y se mostrará fecundo”, aseguró. 

Y animó a cultivar “con la ayuda de Dios y con humilde perseverancia, nuestra comunión apostólica”.

En ese sentido destacó el buen ejemplo de la iglesia de Nuestra Señora de la Ciudad de oro, que es un lugar de culto para diversas confesiones cristianas. 

“Es por tanto un signo de comunión de fe y de vida, bajo la mirada de la Madre de Dios, que reúne a sus hijos. Además, dentro del complejo se conserva una columna donde, según la tradición, san Pablo sufrió treinta y nueve azotes por haber anunciado la fe en Pafos”, aseguró . “La misión, así como la comunión, pasa siempre a través de sacrificios y pruebas”, aseguró y destacó el tercer aspecto de la figura de Bernabé que pasa “precisamente una prueba, que marcó su historia y los orígenes de la difusión del Evangelio en estas tierras”.

Y recordó que al regresar a Chipre con Pablo y Marcos, Bernabé encontró a Elimas, “mago y falso profeta”, que se les opuso con malicia, tratando de torcer los caminos derechos del Señor.  

“Tampoco hoy faltan falsedades y engaños que el pasado nos pone delante y que obstaculizan el camino. Siglos de división y distancias que han llevado a asimilar, aun involuntariamente, no pocos prejuicios hostiles respecto a los demás, preconceptos basados a menudo en informaciones deficientes y distorsionadas, divulgadas por unalectura agresiva y polémica”, afirmó el Papa. 

Por eso aseguró que “todo esto tuerce el camino de Dios, que se orienta hacia la concordia y la unidad” y animó a tomar como ejemplo la santidad de Bernabé. 

“Cuántas veces en la historia, entre los mismos cristianos nos hemos preocupado por oponernos a los demás, en lugar de acoger dócilmente el camino de Dios, que tiende a recomponer las divisiones en la caridad” y “cuántas veces hemos agrandado y difundido prejuicios sobre los demás, en vez de cumplir la exhortación que el Señor repite especialmente en el Evangelio escrito por Marcos, quien fuera con

Bernabé a esta isla: hacerse pequeños y servir a los demás”, afirmó el Papa.

Por eso pidió al Señor “sabiduría y valentía para seguir sus caminos y no los nuestros” y también la intercesión de los numerosos beatos y mártires de Chipre. 

También pidió a estos santos que Chipre sea un puente entre el cielo y la tierra, porque esta isla ya es un puente entre Oriente y Occidente. 







La mañana de este sábado 4 de diciembre, el Papa Francisco se despidió del pueblo chipriota y de las autoridades, en el aeropuerto de Lárnaca, Chipre, y tomó el avión rumbo a Atenas, Grecia, para continuar su viaje apostólico que se extenderá hasta el 6 de diciembre.