viernes, 22 de junio de 2018

DISCURSO DEL PAPA FRANCISCO EN EL ENCUENTRO ECUMÉNICO EN GINEBRA


Discurso del Papa Francisco en el Encuentro Ecuménico en Ginebra
Redacción ACI Prensa
 Foto: Captura Youtube





El Papa Francisco ha participado del Ecuentro Ecuménico que ha tenido lugar en el Visser‘t Hooft Hall del Consejo Mundial de las Iglesias en Ginebra (Suiza).

Participaron numerosos representantes de este organismo, así como autoridades civiles, eclesiásticas y el séquito papal.

Este fue el discurso que dirigió el Papa Francisco:

Queridos hermanos y hermanas:

Me es grato encontrarme con vosotros y os agradezco vuestra amable acogida. En particular, doy las gracias al Secretario General, Reverendo Dr. Olav Fykse Tveit, y a la Moderadora, Dra. Agnes Abuom, por sus palabras y por haberme invitado con ocasión del 70º aniversario de la institución del Consejo Ecuménico de las Iglesias.


En la Biblia, setenta años evocan un período de tiempo cumplido, signo de la bendición de Dios. Pero setenta es también un número que hace aflorar en la mente dos célebres pasajes evangélicos. En el primero, el Señor nos ha mandado perdonarnos no siete, sino «hasta setenta veces siete» (Mt 18,22). El número no se refiere desde luego a un concepto cuantitativo, sino que abre un horizonte cualitativo: no mide la justicia, sino que inaugura el criterio de una caridad sin medida, capaz de perdonar sin límites. Esta caridad que, después de siglos de controversias, nos permite estar juntos, como hermanos y hermanas reconciliados y agradecidos con Dios nuestro Padre.

Si estamos aquí es gracias también a cuantos nos han precedido en el camino, eligiendo la senda del perdón y gastándose por responder a la voluntad del Señor: «que todos sean uno» (Jn 17,21). Impulsados por el deseo apremiante de Jesús, no se han dejado enredar en los nudos intrincados de las controversias, sino que han encontrado la audacia para mirar más allá y creer en la unidad, superando el muro de las sospechas y el miedo. Tenía razón un antiguo padre en la fe cuando afirmaba: «Si el amor logra expulsar completamente al temor y este, transformado, se convierte en amor, entonces veremos que la unidad es una consecuencia de la salvación» (S. Gregorio de Nisa, Homilía 15, Comentario sobre el libro del Cantar de los Cantares).

Somos los depositarios de la fe, de la caridad, de la esperanza de tantos que, con la fuerza inerme del Evangelio, han tenido la valentía de cambiar la dirección de la historia, esa historia que nos había llevado a desconfiar los unos de los otros y a distanciarnos recíprocamente, cediendo a la diabólica espiral de continuas fragmentaciones. Gracias al Espíritu Santo, inspirador y guía del ecumenismo, la dirección ha cambiado y se ha trazado de manera indeleble un camino nuevo y antiguo a la vez: el camino de la comunión reconciliada, hacia la manifestación visible de esa fraternidad que ya une a los creyentes.

El número setenta ofrece en el Evangelio un segundo punto de reflexión. Se refiere a los discípulos que Jesús envió a la misión durante su ministerio público (Lc 10,1) y cuya memoria se celebra en el Oriente cristiano. El número de estos discípulos remite a las naciones conocidas, enumeradas al comienzo de la Escritura (cf. Gn 10). ¿Qué nos sugiere esto? Que la misión está dirigida a todos los pueblos y que cada discípulo, por ser tal, debe convertirse en apóstol, en misionero. El Consejo Ecuménico de las Iglesias ha nacido como un instrumento de aquel movimiento ecuménico suscitado por una fuerte llamada a la misión: ¿cómo pueden los cristianos evangelizar si están divididos entre ellos? Esta apremiante pregunta es la que dirige también hoy nuestro caminar y traduce la oración del Señor a estar unidos «para que el mundo crea» (Jn 17,21).

Permitidme, queridos hermanos y hermanas, manifestaros también, además del vivo agradecimiento por el esfuerzo que realizáis en favor de la unidad, una preocupación. Esta nace de la impresión de que el ecumenismo y la misión no están tan estrechamente unidos como al principio. Y, sin embargo, el mandato misionero, que es más que la diakonia y que la promoción del desarrollo humano, no puede ser olvidado ni vaciado. Se trata de nuestra identidad. El anuncio del Evangelio hasta el último confín es connatural a nuestro ser cristianos. Ciertamente, el modo como se realiza la misión cambia según los tiempos y los lugares y, frente a la tentación ―lamentablemente frecuente―, de imponerse siguiendo lógicas mundanas, conviene recordar que la Iglesia de Cristo crece por atracción.

¿En qué consiste esta fuerza de atracción? Evidentemente, no en nuestras ideas, estrategias o programas. No se cree en Jesucristo mediante un acuerdo de voluntades y el Pueblo de Dios no es reductible al rango de una organización no gubernamental. No, la fuerza de atracción radica en aquel don sublime que conquistó al apóstol Pablo: «conocerlo a él [Cristo], y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos» (Flp 3,10). Solo de esto podemos presumir: del «conocimiento de la gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo» (2 Co 4,6), que nos da el Espíritu vivificador. Este es el tesoro que nosotros, frágiles vasijas de barro (cf. v. 7), debemos ofrecer a nuestro amado y atormentado mundo. No seríamos fieles a la misión que se nos ha confiado si redujéramos este tesoro al valor de un humanismo puramente inmanente, adaptable a las modas del momento. Y seríamos malos custodios si quisiéramos solo preservarlo, enterrándolo por miedo a los desafíos del mundo (cf. Mt 25,25).

Tenemos necesidad de un nuevo impulso evangelizador. Estamos llamados a ser un pueblo que vive y comparte la alegría del Evangelio, que alaba al Señor y sirve a los hermanos, con un espíritu que arde por el deseo de abrir horizontes de bondad y de belleza insospechados para quien no ha tenido aún la gracia de conocer verdaderamente a Jesús. Estoy convencido de que, si aumenta la fuerza misionera, crecerá también la unidad entre nosotros. Así como en los orígenes el anuncio marcó la primavera de la Iglesia, la evangelización marcará el florecimiento de una nueva primavera ecuménica. Como en los orígenes, estrechémonos en comunión en torno al Maestro, no sin antes arrepentirnos de nuestras continuas vacilaciones y digámosle, con Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68).

Queridos hermanos y hermanas: He deseado estar presente en las celebraciones de este aniversario del Consejo también para reafirmar el compromiso de la Iglesia Católica en la causa ecuménica y para animar la cooperación con las Iglesias miembros y con los interlocutores ecuménicos. En este contexto, también quisiera detenerme un poco en el lema elegido para esta jornada: Caminar – Rezar– Trabajar juntos.


Caminar: sí, pero ¿hacia dónde? En base a cuanto se ha dicho, propongo un doble movimiento: de entrada y de salida. De entrada, para dirigirnos constantemente hacia el centro, para reconocernos sarmientos injertados en la única vid que es Jesús (cf. Jn 15,1-8). No daremos fruto si no nos ayudamos mutuamente a permanecer unidos a él. De salida, hacia las múltiples periferias existenciales de hoy, para llevar juntos la gracia sanadora del Evangelio a la humanidad que sufre. Preguntémonos si estamos caminando de verdad o solo con palabras, si los hermanos nos importan de verdad y los encomendamos al Señor o están lejos de nuestros intereses reales. También preguntémonos si nuestro camino es un volver sobre nuestros propios pasos o si es un ir al mundo con convicción para llevar allí al Señor.

Rezar: También en la oración, como en el camino, no podemos avanzar solos, porque la gracia de Dios, más que hacerse a medida individual, se difunde armoniosamente entre los creyentes que se aman. Cuando decimos «Padre nuestro» resuena dentro de nosotros nuestra filiación, pero también nuestro ser hermanos. La oración es el oxígeno del ecumenismo. Sin oración la comunión se queda sin oxígeno y no avanza, porque impedimos al viento del Espíritu empujarla hacia adelante. Preguntémonos: ¿Cuánto rezamos los unos por los otros? El Señor ha rezado para que fuésemos una sola cosa, ¿lo imitamos en esto?

Trabajar juntos: En este sentido quisiera subrayar que la Iglesia Católica reconoce la especial importancia del trabajo que desempeña la Comisión Fe y Constitución, y desea seguir contribuyendo a través de la participación de teólogos altamente cualificados. El estudio de Fe y Constitución, para una visión común de la Iglesia y su trabajo en el discernimiento de las cuestiones morales y éticas tocan puntos neurálgicos del desafío ecuménico. Del mismo modo, la presencia activa en la Comisión para la Misión y la Evangelización; la colaboración con la Oficina para el Diálogo Interreligioso y la Cooperación, últimamente sobre el importante tema de la educación y la paz; la preparación conjunta de los textos para la Semana de oración por la unidad de los cristianos y otras formas de sinergia son elementos constitutivos de una sólida y auténtica colaboración. Asimismo, agradezco la importante labor del Instituto Ecuménico de Bossey en la formación ecuménica de las jóvenes generaciones de responsables pastorales y académicos de tantas Iglesias y Confesiones cristianas de todo el mundo. Desde hace muchos años, la Iglesia Católica colabora en esta obra educativa con la presencia de un profesor católico en la Facultad; y cada año tengo la alegría de saludar al grupo de estudiantes que realiza el viaje de estudios a Roma. Quisiera mencionar también, como signo positivo de “armonía ecuménica”, la creciente adhesión a la Jornada de oración por el cuidado de la creación.

Por otra parte, el trabajo típicamente eclesial tiene un sinónimo bien definido: diakonia. Es el camino por el que seguimos al Maestro, que «no ha venido a ser servido, sino a servir» (Mc 10,45). El servicio variado e intenso de las Iglesias miembros del Consejo encuentra una expresión emblemática en la Peregrinación de justicia y paz. La credibilidad del Evangelio se ve afectada por el modo cómo los cristianos responden al clamor de todos aquellos que, en cualquier rincón de la tierra, son injustamente víctimas del trágico aumento de una exclusión que, generando pobreza, fomenta los conflictos. Mientras los débiles son cada vez más marginados, sin pan, trabajo ni futuro, los ricos son cada vez menos y más ricos. Dejémonos interpelar por el llanto de los que sufren, y sintamos compasión, porque «el programa del cristiano es un corazón que ve» (Benedicto XVI, Carta enc. Deus caritas est, 31). Veamos qué podemos hacer concretamente, antes de desanimarnos por lo que no podemos. Miremos también a tantos hermanos y hermanas nuestros que en diversas partes del mundo, especialmente en Oriente Medio, sufren porque son cristianos. Estemos cerca de ellos. Y recordemos que nuestro camino ecuménico está precedido y acompañado por un ecumenismo ya realizado, el ecumenismo de la sangre, que nos exhorta a seguir adelante.

Animémonos a superar la tentación de absolutizar determinados paradigmas culturales y dejarnos absorber por intereses personales. Ayudemos a los hombres de buena voluntad a dar mayor relieve a situaciones y acontecimientos que afectan a una parte importante de la humanidad, pero que ocupan un lugar muy marginal en el ámbito de la información a gran escala. No podemos desinteresarnos, y es preocupante cuando algunos cristianos se muestran indiferentes frente al necesitado. Más triste aún es la convicción de quienes consideran los propios bienes como signo de predilección divina, en vez de una llamada a servir con responsabilidad a la familia humana y a custodiar la creación. El Señor, Buen Samaritano de la humanidad (cf. Lc 10,29-37), nos interpelará sobre el amor al prójimo, cualquiera que sea (cf. Mt 25,31-46). Preguntémonos entonces: ¿Qué podemos hacer juntos? Si es posible hacer un servicio, ¿por qué no proyectarlo y realizarlo juntos, comenzando por experimentar una fraternidad más intensa en el ejercicio de la caridad concreta?

Queridos hermanos y hermanas: Os renuevo mi cordial agradecimiento. Ayudémonos a caminar, a rezar y a trabajar juntos para que, con la ayuda de Dios, la unidad avance y el mundo crea. Gracias.

jueves, 21 de junio de 2018

PAPA FRANCISCO: LA DIVISIÓN ENTRE CRISTIANOS CONTRADICE LA VOLUNTAD DEL SEÑOR


Papa Francisco: La división entre cristianos contradice la voluntad del Señor
Redacción ACI Prensa







El Papa Francisco llamó a la unidad entre los cristianos, pues su división “contradice la voluntad de Cristo”.

El Santo Padre hizo esta afirmación durante la oración ecuménica que realizó en el Centro Ecuménico del Consejo Ecuménico de las Iglesias (WCC) de Ginebra, Suiza, donde se encuentra de visita este jueves 21 de junio con motivo del 70º de su fundación.

En su discurso, ante representantes de las diferentes Iglesias que conforman el WWC, el Papa recordó las palabras del Apóstol Pablo a los Gálatas, en las que invita a la comunidad cristiana a ponerse en camino, y explica que el cristiano se encuentra ante dos posibles recorridos en la vida: el del Espíritu Santo, es decir, “el itinerario inaugurado por el Bautismo”, y el de la mundanidad, que supone “intentar realizarse buscando la vía de la posesión, la lógica del egoísmo”.

En este sentido, el Santo Padre indicó que “a lo largo de la historia, las divisiones entre cristianos se han producido con frecuencia porque fundamentalmente se introducía una mentalidad mundana en la vida de las comunidades: primero se buscaban los propios intereses, solo después los de Jesucristo”.


En estas situaciones, continuó el Pontífice, “el enemigo de Dios y del hombre lo tuvo fácil para separarnos, porque la dirección que perseguíamos era la de la carne, no la del Espíritu. Incluso algunos intentos del pasado para poner fin a estas divisiones han fracasado estrepitosamente, porque estaban inspirados principalmente en una lógica mundana”.

“Pero el movimiento ecuménico, al que tanto ha contribuido el Consejo Ecuménico de las Iglesias, surgió por la gracia del Espíritu Santo. El ecumenismo nos ha puesto en camino siguiendo la voluntad de Jesús, y progresará si, caminando bajo la guía del Espíritu, rechaza cualquier repliegue autorreferencial”.

Por ello, destacó la importancia del 70º aniversario del Consejo Ecuménico de las Iglesias para fortalecer ese impulso ecuménico: Pedimos al Espíritu que fortalezca nuestro caminar”.

Lamentó que con demasiada frecuencia el camino ecuménico “se detiene ante las diferencias que persisten; con frecuencia se bloquea al empezar, desgastado por el pesimismo. Las distancias no son excusas; se puede desde ahora caminar según el Espíritu: rezar, evangelizar, servir juntos, esto es posible y agradable a Dios. Caminar juntos, orar juntos, trabajar juntos: he aquí nuestro camino fundamental”.

“Este camino tiene una meta precisa: la unidad. La vía contraria, la de la división, conduce a guerras y destrucciones. El Señor nos pide que invoquemos continuamente la vía de la comunión, que conduce a la paz. La división, en efecto, contradice clara y abiertamente la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y perjudica a la causa santísima de predicar el Evangelio a toda criatura. El Señor nos pide unidad; el mundo, desgarrado por tantas divisiones que afectan principalmente a los más débiles, invoca unidad”.

Francisco insistió: “Caminar juntos para nosotros cristianos no es una estrategia para hacer valer más nuestro peso, sino que es un acto de obediencia al Señor y de amor al mundo”.


Siguiendo la carta del Apóstol Pablo a los Gálatas, el Papa reflexionó sobre las características de ese camino: “caminar es una disciplina, un esfuerzo, se necesita cada día paciencia y un entrenamiento constante. Es preciso renunciar a muchos caminos para elegir el que conduce a la meta y reavivar la memoria para no perderla”.

“Caminar –continuó– requiere la humildad de volver sobre los propios pasos y la preocupación por los compañeros de viaje, porque únicamente juntos se camina bien. Caminar, en definitiva, exige una continua conversión de uno mismo”.

Finalizada la oración ecuménica y el discurso, el Santo Padre mantendrá un almuerzo con los representantes de la WCC y posteriormente presidirá el Encuentro Ecuménico.

El Consejo Mundial de Iglesias o Consejo Ecuménico de las Iglesias (World Council of Churches, WCC) fue fundado por 147 iglesias el 23 de agosto de 1948 y tiene su sede en Ginebra. A ella pertenecen unas 348 iglesias que engloban a 600 millones de cristianos en más de 120 países.

DISCURSO DEL PAPA FRANCISCO DURANTE LA ORACIÓN ECUMÉNICA EN SU VISITA A GINEBRA


Discurso del Papa Francisco durante la oración ecuménica en su visita a Ginebra
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media




El Papa Francisco presidió durante su visita a Ginebra, Suiza, este jueves 21 de junio, la oración ecuménica junto con representantes de las Iglesias que constituyen el Consejo Ecuménico de las Iglesias.

Ante ellos pronunció un discurso en el que animó a seguir avanzando en el diálogo ecuménico, pues “la división contradice la voluntad de Cristo”.

“El movimiento ecuménico, al que tanto ha contribuido el Consejo Ecuménico de las Iglesias, surgió por la gracia del Espíritu Santo. El ecumenismo nos ha puesto en camino siguiendo la voluntad de Jesús, y progresará si, caminando bajo la guía del Espíritu, rechaza cualquier repliegue autorreferencial”.

A continuación, el texto completo del discurso del Papa Francisco:

Queridos hermanos y hermanas:

Hemos escuchado las palabras del Apóstol Pablo a los Gálatas, quienes estaban pasando por tribulaciones y luchas internas. De hecho, había grupos que se enfrentaban y se acusaban mutuamente. En este contexto y hasta dos veces en pocos versículos, el Apóstol invita a «caminar según el Espíritu» (Ga 5,16.25).

Caminar. El hombre es un ser en camino. Está llamado a ponerse en camino durante toda la vida, a salir continuamente del lugar donde se encuentra: desde que sale del seno de la madre hasta que pasa de una a otra etapa de la vida; desde que sale de la casa de los padres hasta el momento en que deja esta existencia terrena. El camino es una metáfora que revela el sentido de la vida humana, de una vida que no es suficiente en sí misma, sino que anhela algo más.

El corazón nos invita a marchar, a alcanzar una meta. Pero caminar es una disciplina, un esfuerzo, se necesita cada día paciencia y un entrenamiento constante. Es preciso renunciar a muchos caminos para elegir el que conduce a la meta y reavivar la memoria para no perderla. Caminar requiere la humildad de volver sobre los propios pasos y la preocupación por los compañeros de viaje, porque únicamente juntos se camina bien.


Caminar, en definitiva, exige una continua conversión de uno mismo. Por este motivo, son muchos los que renuncian, prefiriendo la tranquilidad doméstica, en la que atienden cómodamente sus propios asuntos sin exponerse a los riesgos del viaje. Pero así se aferran a seguridades efímeras, que no dan la paz y la alegría que el corazón aspira, y que solo se consiguen saliendo de uno mismo.

Dios nos llama a esto ya desde el principio. A Abraham le pidió que dejara su tierra y que se pusiera en camino, con el único equipaje de la confianza en Dios (cf. Gn 12,1). Moisés, Pedro y Pablo, y todos los amigos del Señor vivieron en camino. Pero es sobre todo Jesús quien nos ha dado ejemplo. Salió de su condición divina por nosotros (cf. Flp 2,6-7) y vino entre nosotros para caminar, él que es el Camino (cf. Jn 14,6).

Él, el Señor y Maestro, se hizo peregrino y huésped entre nosotros. Cuando regresó al Padre, nos dio el don de su mismo Espíritu, para que también nosotros tuviéramos la fuerza para caminar hacia él y hacer lo que Pablo pide: caminar según el Espíritu.

Según el Espíritu: si cada hombre es un ser en camino, y encerrándose en sí mismo reniega de su vocación, mucho más el cristiano. Porque —indica Pablo— la vida cristiana lleva consigo una alternativa irreconciliable: por una parte, caminar según el Espíritu, siguiendo el itinerario inaugurado por el Bautismo; por otra, «realizar los deseos de la carne» (Ga 5,16).

¿Qué quiere decir esta expresión? Significa intentar realizarse buscando la vía de la posesión, la lógica del egoísmo, con la que el hombre intenta acaparar aquí y ahora todo lo que le apetece. No se deja acompañar con docilidad por donde Dios le indica, sino que persigue su propia ruta. Las consecuencias de esta trágica trayectoria saltan a la vista: el hombre, insaciable de cosas materiales, pierde de vista a los compañeros de viaje.

Entonces, por los caminos del mundo, reina una profunda indiferencia. Empujado por sus propios instintos, se convierte en esclavo de un consumismo frenético y, en ese instante, la voz de Dios se silencia; los demás, sobre todo si son incapaces de caminar por sí mismos, como los niños y los ancianos, se convierten en desechos molestos; la creación no tiene otro sentido, sino el de producir en función de las necesidades.

Queridos hermanos y hermanas:

Las palabras del Apóstol Pablo nos interpelan hoy más que nunca. Caminar según el Espíritu es rechazar la mundanidad. Es elegir la lógica del servicio y avanzar en el perdón. Es sumergirse en la historia con el paso de Dios; no con el paso rimbombante de la prevaricación, sino con la cadencia de «una sola frase: amarás a tu prójimo como a ti mismo» (v. 14) La vía del Espíritu está marcada por las piedras miliares que Pablo enumera: «Amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí» (v. 22.23).

Todos juntos estamos llamados a caminar de ese modo: el camino pasa por una continua conversión y la renovación de nuestra mentalidad para que se haga semejante a la del Espíritu Santo. A lo largo de la historia, las divisiones entre cristianos se han producido con frecuencia porque fundamentalmente se introducía una mentalidad mundana en la vida de las comunidades: primero se buscaban los propios intereses, solo después los de Jesucristo. En estas situaciones, el enemigo de Dios y del hombre lo tuvo fácil para separarnos, porque la dirección que perseguíamos era la de la carne, no la del Espíritu. Incluso algunos intentos del pasado para poner fin a estas divisiones han fracasado estrepitosamente, porque estaban inspirados principalmente en una lógica mundana. Pero el movimiento ecuménico —al que tanto ha contribuido el Consejo Ecuménico de las Iglesias— surgió por la gracia del Espíritu Santo (cf. CONC. ECUM. VAT. II, Unitatis redintegratio, 1). El ecumenismo nos ha puesto en camino siguiendo la voluntad de Jesús, y progresará si, caminando bajo la guía del Espíritu, rechaza cualquier repliegue autorreferencial.

Alguno podría objetar que caminar de este modo es trabajar sin provecho, porque no se protegen como es debido los intereses de las propias comunidades, a menudo firmemente ligados a orígenes étnicos o a orientaciones consolidadas, ya sean mayoritariamente “conservadoras” o “progresistas”. Sí, elegir ser de Jesús antes que de Apolo o Cefas (cf. 1 Co 1,12), de Cristo antes que «judíos o griegos» (cf. Ga 3,28), del Señor antes que de derecha o de izquierda, elegir en nombre del Evangelio al hermano en lugar de a sí mismos significa con frecuencia, a los ojos del mundo, trabajar sin provecho.

El ecumenismo es “una gran empresa con pérdidas”. Pero se trata de pérdida evangélica, según el camino trazado por Jesús: «El que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará» (Lc 9,24). Salvar lo que es propio es caminar según la carne; perderse siguiendo a Jesús es caminar según el Espíritu. Solo así se da fruto en la viña del Señor.

Como Jesús mismo enseña, no son los que acaparan los que dan fruto en la viña del Señor, sino los que, sirviendo, siguen la lógica de Dios, que continúa dando y entregándose (cf. Mt 21,33-42). Es la lógica de la Pascua, la única que da fruto.


Mirando nuestro camino, podemos vernos reflejados en ciertas situaciones de las comunidades de la Galacia de entonces: qué difícil es calmar la animadversión y cultivar la comunión; qué complicado es escapar de las discrepancias y los rechazos mutuos que han sido alimentados durante siglos. Más difícil aún es resistir a la astuta tentación: estar junto a otros, caminar juntos, pero con la intención de satisfacer algún interés personal.

Esta no es la lógica del Apóstol, es la de Judas, que caminaba junto a Jesús, pero para su propio beneficio. La respuesta a nuestros pasos vacilantes es siempre la misma: caminar según el Espíritu, purificando el corazón del mal, eligiendo con santa obstinación la vía del Evangelio y rechazando los atajos del mundo.

Después de tantos años de compromiso ecuménico, en este setenta aniversario del Consejo, pedimos al Espíritu que fortalezca nuestro caminar. Con demasiada facilidad este se detiene ante las diferencias que persisten; con frecuencia se bloquea al empezar, desgastado por el pesimismo.

Las distancias no son excusas; se puede desde ahora caminar según el Espíritu: rezar, evangelizar, servir juntos, esto es posible y agradable a Dios. Caminar juntos, orar juntos, trabajar juntos: he aquí nuestro camino fundamental.

Este camino tiene una meta precisa: la unidad. La vía contraria, la de la división, conduce a guerras y destrucciones. El Señor nos pide que invoquemos continuamente la vía de la comunión, que conduce a la paz.

La división, en efecto, «contradice clara y abiertamente la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y perjudica a la causa santísima de predicar el Evangelio a toda criatura» (Unitatis redintegratio, 1). El Señor nos pide unidad; el mundo, desgarrado por tantas divisiones que afectan principalmente a los más débiles, invoca unidad.

Queridos hermanos y hermanas:

He querido venir aquí, peregrino en busca de unidad y paz. Doy las gracias a Dios porque aquí os he encontrado, hermanos y hermanas ya en camino. Caminar juntos para nosotros cristianos no es una estrategia para hacer valer más nuestro peso, sino que es un acto de obediencia al Señor y de amor al mundo.

Pidamos al Padre que caminemos juntos con más vigor por las vías del Espíritu. La cruz oriente el camino, porque allí, en Jesús, los muros de separación ya han sido derribados y toda enemistad ha sido derrotada (cf. Ef 2,14). Allí entendemos que, a pesar de todas nuestras debilidades, nada nos separará de su amor (cf. Rm 8,35-39).

PAPA FRANCISCO LLEGA A GINEBRA PARA HABLAR DE ECUMENISMO , PAZ Y UNIDAD


Papa Francisco llega a Ginebra para hablar de ecumenismo, paz y unidad
Redacción ACI Prensa
 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa




El Papa Francisco dio inicio a su viaje a Ginebra (Suiza) donde permanecerá tan solo 11 horas con motivo del 70° aniversario de la fundación del Consejo Ecuménico de las Iglesias (WCC).

El Santo Padre abandonó el Vaticano y se trasladó hasta el Aeropuerto Internacional de Roma-Fiumcino. Allí puso rumbo a Ginebra a las 8.35 a bordo de un A321 de la compañía Alitalia.

Se trata del 23 viaje internacional del Papa, que ya ha visitado 34 países y es el tercer Pontífice que visita Ginebra. El primero fue Pablo VI en 196 para visitar la Organización Mundial del Trabajo, por sus cincuenta años y el segundo Juan Pablo II, que viajó hasta allí en cuatro ocasiones (1982, 1984, 1985 y 2004).

En su tradicional saludo a la prensa, el Papa agradeció su labor y explicó que “este es un viaje hacia la unidad. Deseos de unidad”.


Durante el vuelo, envió un telegrama al Presidente de a República Italiana, Sergio Mattarella en el que expresó “fervientes deseos para el bien espiritual, civil y social del pueblo italiano”.

El avión llegó a su destino a las 10.10 y fue recibido por el Presidente de la Confederación Suiza, Alain Berset. Eran presentes dos ex Guardias Suizas Pontificias y dos niños ataviados con los vestidos tradicionales del país, que ofrecieron unas flores a Papa.

A continuación, tuvo lugar la presentación de las delegaciones y se interpretaron los himnos y se ejecutaron los honores militares.

El Papa saludó al Presidente de la Federación de las Iglesias Evangélicas en suiza, Gottfried Locher, y se trasladó a una zona reservada del aeropuerto, donde se reunió en privado con el Presidente de la Confederación Suiza.

Allí se intercambiaron algunos regalos. El Papa Francisco regaló al Presidente un dibujo en el que venía representado el primer Comandante de la Guardia suiza Pontificia.

A las 11:15 a.m. tendrá lugar la oración ecuménica en el Centro Ecuménico del Consejo Ecuménico de las Iglesias, donde el Santo Padre pronunciará su primera Homilía. Terminada la ceremonia, Francisco almorzará con los representantes de la WCC.

A las 3:45 p.m. se realizará el Encuentro Ecuménico donde el Pontífice dirigirá un discurso.

Acabado el encuentro, el Santo Padre celebrará la Misa en el Palexpo, un centro de convenciones cerca al aeropuerto.

A las 8:00 p.m. Francisco partirá de retorno a Roma, a donde arribará a las 9:40 p.m.

PAPA FRANCISCO ENCOMIENDA A LA VIRGEN MARÍA SU VIAJE A GINEBRA


Papa Francisco encomienda a la Virgen María su viaje a Ginebra
Redacción ACI Prensa






Siguiendo su costumbre antes de los viajes internacionales, el Papa Francisco fue hoy a la Basílica de Santa María la Mayor para rezar ante la imagen de la Salus Populi Romani y encomendar a la Virgen su visita apostólica a Ginebra (Suiza) que realizará este 21 de junio con motivo del 70° aniversario de la fundación del Consejo Ecuménico de las Iglesias (WCC).


“El Papa Francisco en Santa María la Mayor reza delante del antiguo ícono de la Salus Populi Romani para confiar a la Virgen su viaje a Ginebra”, informó este miércoles L’Osservatore Romano en su cuenta de Twitter.

El Santo Padre arribará mañana al Aeropuerto Internacional de Ginebra a las 10:10 a.m. (hora local), y media hora después se reunirá en privado con el presidente de la Confederación Suiza.

A las 11:15 a.m. participará en la Oración Ecuménica en el Centro Ecuménico y a las 12:45 almorzará con los representantes de esta institución.

Posteriormente, a las 3:45 p.m. tendrá lugar el Encuentro Ecuménico en el WCC. Luego a las 5:30 p.m. la Misa en el Palexpo. A las 7:15 p.m., el Santo Padre se despedirá de los obispos y de los colaboradores de la representación pontificia en Suiza.

A las 7:45 p.m. será la despedida oficial en el Aeropuerto Internacional de Ginebra. A las 8:00 p.m. Francisco partirá de retorno a Roma, donde aterrizará a las 9:40 p.m.

El Consejo Mundial de Iglesias o Consejo Ecuménico de las Iglesias (World Council of Churches, WCC) fue fundado por 147 iglesias el 23 de agosto de 1948 y tiene su sede en Ginebra. A ella pertenecen unas 348 iglesias que engloban a 600 millones de cristianos en más de 120 países.

PAPA FRANCISCO CONDENA LA INMORAL POLÍTICA MIGRATORIA DE TRUMP


El Papa condena la “inmoral” política migratoria de Trump
POR ÁLVARO DE JUANA | ACI Prensa
 Foto: Vatican Media



El Papa Francisco ha criticado duramente la política migratoria de Donald Trump, Presidente de los Estados Unidos de América porque es “inmoral”, advierte de un invierno demográfico en Europa y vuelve a negar el sacerdocio femenino.

En una entrevista concedida a la agencia Reuters, el Pontífice ha respondido de esta manera a la polémica suscitada estos días por la decisión de separar a las familias de migrantes en la frontera con México, dejando a muchos niños encerrados en jaulas y separados de sus padres.

En concreto, asegura que la medida de Trump es “contraria a nuestros valores” y que es “inmoral”. “No es fácil, pero los populismos no son la solución”, remarcó.

Francisco asegura estar de acuerdo con los obispos de Estados Unidos, quienes han rechazado esta política migratoria, y añadió en la entrevista que los populismos “están creando una psicosis”. Además, alertó de “un invierno demográfico grande” sobre todo en Europa. Sin inmigración, “Europa se quedará vacía”, añadió.

Sin embargo, el Papa recuerda que el problema ya existía antes de que Trump llegara a la presidencia de los Estados Unidos: “en los tiempos de Obama he celebrado una Misa en Ciudad Juárez (México), en la frontera, y en la otra parte concelebraban 50 obispos, y en el estadio había muchísimas personas. Ahí existía ya el problema, no es solo de Trump, sino también de los gobiernos anteriores”.

Fenómeno migratorio en Europa

Sobre el caso de la embarcación “Aquarius”, que en Europa ha suscitado una enorme polémica, principalmente en Italia y España, y que transportaba a 629 inmigrantes, el Papa expresó que “creo que no hay que rechazar a la gente que llega, hay que recibirla, ayudarla y acomodarla, acompañarla, y luego se ve donde se pone, pero en toda Europa”.

Se refería así al rechazo del nuevo gobierno de Italia de acoger a los refugiados de la nave, que finalmente llegaron hasta Valencia (España) al serles negados el acceso a Italia.

“Europa ha sido hecha por la inmigración. Veamos la actualidad. (…) La historia actual es que hay gente que llega pidiendo ayuda. (…) Italia y Grecia han sido valientes y generosas al acoger a esta gente. En Oriente Medio Turquía ha sido también valiente, el Líbano, Jordania”.

“A un cierto momento, hagámoslo todos, ¿no? La gente escapa de la guerra o del hambre. Volvamos al hambre. En África, ¿por qué hay hambre? Porque en el inconsciente colectivo nuestro hay un lema que dice que África debe ser explotada. Muchas veces cuando se va a África es para explotarla. Yo he hablado de esto con Merkel y ella está de acuerdo en que debemos invertir en África, pero invertir ordenadamente y dar fuentes de trabajo, no ir para explotarla”, declara en la entrevista.

“Cuando un país –continúa– da la independencia a un país africano, pero del suelo para arriba –el subsuelo no es independiente– y después se lamenta porque los africanos hambrientos vienen aquí, ¡hay injusticia en eso!”.

“Europa debe hacer un trabajo de educación e invertir en África para evitar la inmigración de raíz. Algunos gobiernos lo están pensando bien, y después se necesita prepararlos como se pueda, pero crear la psicosis no es una medicina. Y también hay un problema. Nosotros enviamos de vuelta al remitente a la gente que viene. Esta gente termina en las cárceles de los traficantes”.

Por tanto, "el populismo no resuelve, lo que resuelve es la acogida, el estudio, la preparación, la prudencia, porque la prudencia es una virtud del gobierno y el gobierno debe ponerse de acuerdo. Yo puedo recibir a un cierto número y organizarlos. Hay un tráfico de esclavitud, los gobiernos lo deben entender, pero no es fácil la acogida, la educación, integrarles en la medida que se puede, y no se puede buscar una solución única. La solución primera es la de invertir en el lugar cuando no hay guerra”, dice el Papa. 

En la entrevista, realizada por el periodista Philip Pullella, Francisco también habla de su Pontificado. Preguntado sobre las críticas que recibe, aegura rezar por aquellos que hablan “cosas feas” de él.

Mujeres en la Iglesia

Explica que el futuro de la Iglesia está “en la calle” y revela que quiere nombrar a otras mujeres como encargadas de las oficinas de la Santa Sede, porque ellas son más capaces de resolver conflictos, aunque esto no debe llevar al “machismo en falda”. 

“Estoy de acuerdo en que deben ser más mujeres en la Curia. Para poner a una mujer Vice directora en la Oficina de Prensa tuve que luchar”, dice sobre en referencia a Paloma García Ovejero, nombrada por el Pontífice en julio de 2016.

“Entre los candidatos con los que estoy hablando para cubrir el puesto de Prefecto en la Secretaría de la Comunicación hay también una mujer, pero ella no está dispuesta porque tiene otros compromisos. Son pocas, hay que poner más”, afirma sobre el tema.

“Tengo la experiencia de Buenos Aires. Primero hacía un consejo con los consejeros sacerdotes sobre un tema que había que resolver, pero después discutía el mismo tema con un grupo mixto y el resultado era mucho mejor. Las mujeres tienen una capacidad de entender las cosas, una visión distinta. También la experiencia que he tenido aquí con las cárceles. He visitado muchas cárceles, las cárceles que están bajo la dirección de una mujer parece que van mejor”.


“Creo que sería también así en la Curia, si hubiese más mujeres, incluso aunque alguno ha dicho que habría más chismorreos, pero no lo creo, porque los hombres también somos muy chismosos”, dice en la entrevista.

Sacerdocio femenino

Sobre el sacerdocio femenino, dice lo mismo que ya ha explicado en otras ocasiones: "Juan Pablo II fue claro y cerró la puerta, y yo no vuelvo sobre esto. Era algo serio, no un capricho”.

“Existe la tentación de ‘funcionalizar’ la reflexión sobre las mujeres en la Iglesia, que deben hacer esto, que tienen que ser esto otro. No, la dimensión de la mujer va más allá de las funciones. Es algo más grande. Volvamos a Hans Urs Von Balthasar, que concibe la Iglesia con dos principios: el principio petrino que es masculino, y el principio mariano que es femenino, y no hay Iglesia sin mujeres”.

“Con el orden sagrado no se puede porque dogmáticamente no va”, agregó. “No debemos reducir la presencia de la mujer en la Iglesia a la funcionalidad. No, es una cosa que el hombre no puede hacer. El hombre no puede ser la esposa de Cristo. Es la mujer, la Iglesia, la esposa de Cristo”.

Sobre este tema, también explica que “en el Cenáculo parece ser más importante María que los Apóstoles. Sobre esto se debe trabajar y no caer, lo digo con respeto, en una actitud feminista”.

“En la Iglesia hay funciones diversas, también la mujer puede ser jefe de un Dicasterio. Esto tiene una función, pero debe tener más que la función. Es otra dimensión de unidad, de acogida, de esposa. La Iglesia es esposa”, revalida.

Asegura que físicamente se encuentra bien, aunque continúa con dolor en las piernas causado por problemas de espalda. Vuelve a decir que en un futuro podría renunciar por razones de salud, como hizo Benedicto XVI en 2013, aunque “en este momento, no se me pasa por la mente”. 

PAPA FRANCISCO: LA PUERTA ESTÁ CERRADA PARA EL SACERDOCIO DE MUJERES


Papa Francisco: La puerta está cerrada para el sacerdocio de mujeres
POR WALTER SÁNCHEZ SILVA | ACI Prensa
Foto Daniel Ibáñez / ACI Prensa




El Papa Francisco aseguró que la puerta está cerrada para el sacerdocio de mujeres en la Iglesia Católica porque “dogmáticamente no va”.

En una entrevista concedida a la agencia de noticias Reuters, el Santo Padre resaltó que si bien las mujeres deben tener más funciones en la Iglesia, es necesario tener en cuenta que “con el orden sagrado no se puede porque dogmáticamente no va y Juan Pablo II fue claro y cerró la puerta, y yo no vuelvo sobre esto. Era algo serio, no un capricho”.

Respondiendo a la pregunta de Reuters sobre lo que le diría a una mujer que “realmente siente el fuerte deseo de convertirse en sacerdote”, el Pontífice señaló que “existe la tentación de ‘funcionalizar’ la reflexión sobre las mujeres en la Iglesia, que deben hacer esto, que tienen que ser esto otro. No, la dimensión de la mujer va más allá de las funciones. Es algo más grande”.


Tras señalar que “no hay Iglesia sin mujeres”, Francisco destacó que “la Iglesia es mujer, esposa de Cristo, es mujer dogmáticamente y sobre esto se debe profundizar y trabajar y no estar tranquilos porque funcionalizamos a las mujeres. Sí, se debe dar funciones, pero esto es poco, se debe ir más allá”, aunque no con el sacerdocio que está reservado a los hombres.

En ese sentido dijo que “no debemos reducir la presencia de la mujer en la Iglesia a la funcionalidad. No. Es una cosa que el hombre no puede hacer. El hombre no puede ser la esposa de Cristo. Es la mujer, la Iglesia, la esposa de Cristo”.

“En el cenáculo parece ser más importante María que los apóstoles. Sobre esto se debe trabajar y no caer –lo digo con respeto– en una actitud feminista. Al fin sería un machismo con falda. No debemos caer en esto”.

El Obispo de Roma indicó asimismo que “en la Iglesia hay funciones diversas, también la mujer puede ser jefe de un Dicasterio. Esto tiene una función, pero debe tener más que la función. Es otra dimensión de unidad, de acogida, de esposa. La Iglesia es esposa”.


Poniendo como ejemplo el impulso que ha dado a las mujeres en el servicio a la Iglesia, el Papa explicó que “para poner a una mujer como subdirectora de la Oficina de Prensa (del Vaticano) he debido luchar”.

Además, continuó, “entre los candidatos con los que estoy hablando para cubrir el puesto de Prefecto en la Secretaría de Comunicación también había una mujer, pero no estaba dispuesta porque tenía otras tareas”.

“Ahora las dos subsecretarias que he nombrado en el Dicasterio de Laicos, Familia y Vida son mujeres. En este sentido es necesario avanzar según la calidad. No tengo ningún problema en nombrar como jefe de un dicasterio a una mujer, si es que el dicasterio no tiene jurisdicción” como “el de economía, que podría ser dirigido por una mujer competente”.