jueves, 30 de noviembre de 2017

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA MISA CON LOS JÓVENES EN MYANMAR


TEXTO COMPLETO: Homilía del Papa en la Misa con los jóvenes en Myanmar
Foto: L'Osservatore Romano






RANGÚN, 29 Nov. 17 / 11:41 pm (ACI).- El Papa Francisco preside una Misa en la Catedral de Rangún con jóvenes católicos de Myanmar a quienes alentó a ser testimonio de Cristo para los demás con valentía, generosidad y alegría.

A continuación, el texto completo de su homilía:

A punto de concluir mi visita a vuestro hermoso país, me uno a vuestra acción de gracias a Dios por tantos dones que nos ha concedido en estos días. Mirándolos a vosotros, jóvenes de Myanmar, y a todos los que desde otros lugares se unen a nosotros, quisiera compartir con vosotros una frase de la primera lectura de hoy que resuena en mi interior.

Está tomada del profeta Isaías, y San Pablo la repitió en su carta a la joven comunidad cristiana de Roma. Escuchemos una vez más esas palabras: «¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Noticia del bien!» (Rm 10,15; cf. Is 52,7).

Queridos jóvenes de Myanmar, después de haber escuchado vuestras voces y haberlos oído cantar hoy, aplico a vosotros esas palabras. Sí, son hermosos vuestros pasos; vuestra presencia es hermosa y alentadora, porque nos traen «buenas noticias», la buena nueva de vuestra juventud, de vuestra fe y de vuestro entusiasmo.

Así es, ustedes son una buena noticia, porque son signos concretos de la fe de la Iglesia en Jesucristo, que nos hace experimentar un gozo y una esperanza que nunca morirán. Algunos se preguntan cómo es posible hablar de buenas noticias cuando tantas personas a nuestro alrededor están sufriendo. ¿Dónde están las buenas noticias cuando hay tanta injusticia, pobreza y miseria que proyectan su sombra sobre nosotros y nuestro mundo?

Quiero que de aquí salga un mensaje muy claro. Quiero que la gente sepa que ustedes, muchachos y muchachas de Myanmar, no tienen miedo a creer en la buena noticia de la misericordia de Dios, porque esta tiene un nombre y un rostro: Jesucristo.


Como mensajeros de esta buena nueva, están listos para llevar una palabra de esperanza a la Iglesia, a vuestro país y al mundo en general. Están dispuestos a llevar la Buena Noticia a vuestros hermanos y hermanas que sufren y que necesitan vuestras oraciones y vuestra solidaridad, pero también vuestra pasión por los derechos humanos, por la justicia y porque crezcan el amor y la paz que Jesús nos da.

Quiero también plantearles un desafío. ¿Escucharon con atención la primera lectura? Allí, San Pablo repite tres veces la palabra «sin». Es una palabra sencilla, pero que nos hace pensar sobre nuestro papel en el proyecto de Dios. En efecto, Pablo propone tres preguntas que yo quiero dirigir a cada uno de vosotros personalmente.

La primera, ¿cómo puede alguien creer en el Señor sin haber oído hablar de él? La segunda, ¿cómo puede alguien oír hablar del Señor sin un mensajero que lo anuncie? Y la tercera, ¿cómo puede haber un mensajero sin ser enviado? (cf. Rm 10,14-15). Me gustaría que todos ustedes pensaran profundamente en estas preguntas. ¡Pero no tengan miedo! Como buen «padre» (¡aunque mejor sería decir «abuelo»!), no quiero dejarlos solos ante estas preguntas.

Permítanme que les ofrezca algunas ideas que puedan guiarlos en el camino de fe y ayudarlos a discernir qué es lo que el Señor les está pidiendo. La primera pregunta de San Pablo es: «¿Cómo puede alguien creer en el Señor sin haber oído hablar de él?». Nuestro mundo está lleno de ruidos y distracciones, que pueden apagar la voz de Dios.

Para que otros se sientan llamados a escucharlo y a creer en él, necesitan descubrirlo en personas que sean auténticas. Personas que sepan escuchar. Seguro que ustedes quieren ser genuinos. Pero solo el Señor los puede ayudar a serlo.

Por eso hablen con él en la oración. Aprendan a escuchar su voz, hablándole con calma desde lo más profundo de vuestro corazón. Pero hablen también con los santos, nuestros amigos del cielo que nos sirven de ejemplo. Como San Andrés, cuya fiesta celebramos hoy.

Andrés fue un sencillo pescador que acabó siendo un gran mártir, un testigo del amor de Jesús. Pero antes de llegar a ser mártir, cometió sus errores, tuvo que ser paciente y aprender gradualmente a ser un verdadero discípulo de Cristo. Así que no tengan miedo de aprender de vuestros propios errores. Dejen que los santos los guíen hacia Jesús y les enseñen a poner vuestras vidas en sus manos.

Sepan que Jesús está lleno de misericordia. Por lo tanto, compartan con él todo lo que llevan en vuestros corazones: vuestros miedos y preocupaciones, así como vuestros sueños y esperanzas. Cultiven la vida interior, como cuidarían un jardín o un campo.

Esto lleva tiempo; requiere paciencia. Pero al igual que un agricultor sabe esperar que lo cultivado crezca, así también a vosotros, si saben esperar, el Señor los hará dar mucho fruto, un fruto que luego podrán compartir con los demás.

La segunda pregunta de Pablo es: «¿Cómo van a oír hablar de Jesús sin un mensajero que lo anuncie?». Esta es una gran tarea encomendada de manera especial a los jóvenes: ser «discípulos misioneros», mensajeros de la buena noticia de Jesús, sobre todo para vuestros compañeros y amigos.

No tengan miedo de hacer lío, de plantear preguntas que hagan pensar a la gente. Y no se preocupen si a veces sienten que son pocos y dispersos. El Evangelio siempre crece a partir de pequeñas raíces. Por eso háganse oír. Les pido que griten, pero no con vuestras voces, no, quiero que griten, para ser con su vida, con sus corazones, signos de esperanza para los que están desanimados, una mano tendida para el enfermo, una sonrisa acogedora para el extranjero, un apoyo solícito para el que está solo.


La última pregunta de Pablo es: «¿Cómo puede haber un mensajero sin que sea enviado?». Al final de esta Misa, todos seremos enviados, para llevar con nosotros los dones que hemos recibido y compartirlos con los demás. Esto puede provocar un poco de desánimo, ya que no siempre sabemos a dónde nos puede enviar Jesús. Pero él nunca nos manda sin caminar al mismo tiempo a nuestro lado, y siempre un poquito por delante de nosotros, para llevarnos a nuevas y maravillosas partes de su reino.

¿Cómo envía nuestro Señor a San Andrés y a su hermano Simón Pedro en el Evangelio de hoy? «¡Seguidme!», les dice (Mt 4,19). Eso es lo que significa ser enviado: seguir a Cristo, y no lanzarnos por delante con nuestras propias fuerzas.

El Señor invitará a algunos de vosotros a seguirlo como sacerdotes, y de esta forma convertirse en «pescadores de hombres». A otros los llamará a la vida religiosa, a otros a la vida matrimonial, a ser padres y madres amorosos. Cualquiera que sea vuestra vocación, los exhorto: ¡sean valientes, sean generosos y, sobre todo, sean alegres!

Aquí, en esta hermosa Catedral dedicada a la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora, los animo a que miren a María. Cuando ella respondió «sí» al mensaje del ángel, era joven, como vosotros.

Sin embargo, tuvo el valor de confiar en la «buena noticia» que había escuchado, y de traducirla en una vida de consagración fiel a su vocación, de entrega total de sí y completa confianza en los cuidados amorosos de Dios.

Que siguiendo el ejemplo de María, lleven a Jesús y su amor a los demás con sencillez y valentía. Queridos jóvenes, con gran afecto os encomiendo a vosotros y a vuestras familias a su maternal intercesión. Y les pido, por favor, que se acuerden de rezar por mí. Dios bendiga a Myanmar [Myanmar pyi ko Payarthakin Kaung gi pei pa sei].

miércoles, 29 de noviembre de 2017

ESTOS SON LOS TRES PILARES QUE SEGÚN EL PAPA FRANCISCO DEBEN SOSTENERSE LA IGLESIA EN MYANMAR


Estos son los tres pilares que según el Papa deben sostenerse la Iglesia en Myanmar
Por Miguel Pérez Pichel
 Foto: L'Osservatore Romano
VATICANO, 29 Nov. 17 / 07:10 am (ACI).- Sanación, acompañamiento y profecía son las tres palabras que, según señaló el Papa Francisco, debe articular la acción de la Iglesia en Myanmar.

En un discurso pronunciado durante el encuentro que el Santo Padre mantuvo con los Obispos de Myanmar, país cuyo nombre reconocido oficialmente por la comunidad internacional es Birmania, el Pontífice reconoció las fatigas del ministerio episcopal y sacerdotal en este país asiático, y definió como “ardua” la actividad pastoral que desarrollan obispos y presbíteros.

Sanación

El Santo Padre comenzó recordando que “el Evangelio que predicamos es sobre todo un mensaje de sanación, reconciliación y paz”.

“Aquí en Myanmar, este mensaje tiene un eco particular –explicó–, puesto que el País está trabajando para superar divisiones profundamente enraizadas y para construir la unidad nacional”.

Debido a que “vuestras comunidades llevan las marcas de este conflicto y han dado testigos valientes de la fe y de las antiguas tradiciones; para vosotros, la predicación del Evangelio no debe ser sólo una fuente de consolación y de fortaleza, sino también una llamada a favorecer la unidad, la caridad y la sanación en la vida del pueblo”.


“La unidad que compartimos y celebramos nace de la diversidad”, insistió.

Además, tuvo palabras de elogio para la comunidad católica de Myanmar, la cual, aseguró, “puede estar orgullosa de su testimonio profético de amor a Dios y al prójimo, que se expresa en el compromiso con los pobres, con los que están privados de derechos y sobre todo, en este tiempo, con tantos desplazados que, por así decirlo, yacen heridos a los bordes del camino”.

Otro aspecto importante de este ministerio de sanación es “el compromiso con el diálogo ecuménico y la colaboración interreligiosa. Pido para que vuestros esfuerzos continuos en la construcción de puentes de diálogo y en la unión con los seguidores de otras religiones, a fin de tejer una red de relaciones pacíficas, produzcan frutos abundantes para la reconciliación de la vida del País”.

Acompañamiento

El Papa Francisco insistió en que una de las principales funciones del Obispo es acompañar a su pueblo: “Un buen pastor está constantemente presente ante su grey, conduciéndola mientras camina junto a ella. Como me gusta decir, el pastor debería oler a oveja”.

“En cuanto Obispos –continuó–, vuestras vidas y vuestro ministerio están llamados a conformarse a este espíritu de compromiso misionero, sobre todo a través de visitas pastorales regulares a las parroquias y las comunidades que forman vuestras Iglesias locales”.

También recordó la herencia de la labor de los primeros misioneros que llevaron el Evangelio a tierras birmanas: “Gracia de Dios, la Iglesia en Myanmar ha heredado de quienes trajeron el Evangelio a esta tierra una fe sólida y un ferviente afán misionero. Sobre estos firmes fundamentos, y en comunión con los presbíteros y los religiosos, seguid inculcando al laicado el espíritu de un auténtico discipulado misionero, buscando una sabia inculturación del mensaje evangélico en la vida cotidiana y en las tradiciones de vuestras comunidades locales”.

Asimismo, destacó la importancia de los jóvenes para el futuro de la Iglesia y la sociedad, por eso pidió a los Obispos “un esfuerzo especial para acompañar a los jóvenes”. “Una de las grandes bendiciones de la Iglesia de Myanmar es su juventud y, en particular, el número de seminaristas y de jóvenes religiosos”, razonó.

Profecía


Finalmente, hizo hincapié en que “la Iglesia en Myanmar testimonia cotidianamente el Evangelio gracias a sus obras educativas y caritativas, su defensa de los derechos humanos, su respaldo a los principios democráticos”.

“Poned a la comunidad católica en condiciones de seguir teniendo un papel constructivo en la vida de la sociedad, haciendo escuchar vuestra voz en cuestiones de interés nacional, insistiendo particularmente en el respeto de la dignidad y los derechos de todos, especialmente de los más pobres y vulnerables”, pidió a los Obispos.

Antes de finalizar el discurso, Francisco recordó que el mismo San Pedro “recordó cuál era el primer deber del Obispo: rezar y anunciar la Palabra de Dios. Rezar es la primera obligación de los Obispos. Cada uno de nosotros debe preguntarse, durante el examen de conciencia de la noche: ¿Cuántas horas dedico a rezar cada día?”.

En este sentido, resaltó que “el Obispo no sólo debe oler a oveja, sino que también debe oler a Dios”.

PAPA FRANCISCO PIDE A LOS BUDISTAS DE MYANMAR SUPERAR LOS PREJUICIOS, EL ODIO Y SANAR LAS HERIDAS


El Papa pide a los budistas de Myanmar superar los prejuicios, el odio y sanar las heridas
 Foto: L'Osservatore Romano




VATICANO, 29 Nov. 17 / 05:57 am (ACI).- El Papa Francisco pidió a los budistas de Myanmar (la antigua Birmania) superar el “prejuicio” y el “odio” y sanar las heridas para llevar a las personas esperanza.

En el Kaba Aye Center de la ciudad de Yangón, el Santo Padre pronunció su discurso después de que los monjes budistas realizasen algunas oraciones, y a continuación destacó que el encuentro “es también una oportunidad para reafirmar nuestro compromiso por la paz, el respeto de la dignidad humana y la justicia para todos los hombres y mujeres”. 

En su opinión, “el gran desafío de nuestros días es el de ayudar a las personas a que se abran a la trascendencia” y a “que sean capaces de mirar en su interior y de conocerse a sí mismas de manera que puedan reconocer la interconexión recíproca con los demás”.

“Si debemos estar unidos, como es nuestro propósito, es necesario superar todas las formas de incomprensión, de intolerancia, de prejuicio y de odio”, expresó.


Francisco afirmó que las personas necesitan que los líderes religiosos den este testimonio común” y den palabras “de esperanza”.

A su vez les exhortó a cerrar las heridas “causadas por los conflictos, la pobreza y la opresión persisten” ya que “crean nuevas divisiones”. “Sabemos que existe un camino que nos permite avanzar, que lleva a la curación, a la mutua comprensión y al respeto. Un camino basado en la compasión y en el amor”, añadió.

El Santo Padre también reconoció que los birmanos han sido formados “en los valores de la paciencia, de la tolerancia y del respeto por la vida, así como en una espiritualidad atenta y profundamente respetuosa de nuestro medio ambiente”.

“Estos valores son esenciales para un desarrollo integral de la sociedad, a partir de la familia, que es la unidad más pequeña pero más esencial, para luego extenderse a la red de relaciones que nos ponen en estrecha conexión”.

En una auténtica cultura del encuentro, estos valores fortalecen a nuestras comunidades y las ayudan para que puedan iluminar al conjunto de la sociedad con esa luz tan necesaria.

Por tanto, abogó por “curar las heridas de los conflictos que a lo largo de los años han dividido a personas de distintas culturas, etnias y convicciones religiosas”.

“Ciertamente, para que estos esfuerzos produzcan frutos duraderos, se necesitará una mayor cooperación entre los líderes religiosos. A este respecto, deseo que sepáis que la Iglesia Católica es un interlocutor disponible”, manifestó.

PAPA FRANCISCO: EL AMOR DE CRISTO REVELADO EN LA CRUZ ES COMO UN GPS ESPIRITUAL


Papa Francisco: El amor de Cristo revelado en la cruz es como un GPS espiritual
 Foto: L'Osservatore Romano






RANGÚN, 28 Nov. 17 / 10:56 pm (ACI).- En la Misa que presidió en el Kyaikkasan Ground en la ciudad de Rangún en Myanmar, el Papa Francisco afirmó que el amor de Cristo revelado en la cruz “es como un GPS espiritual”.

Ante unos 150 mil fieles presentes en la Misa que presidió el 29 de noviembre desde las 8:30 a.m. (hora local), el Santo Padre reflexionó sobre la sabiduría del Señor, y cómo ante el odio y la violencia, siempre respondió con misericordia y amor.

Al concluir la Misa y en sus palabras de agradecimiento por la presencia del Papa en Myanmar, el Arzobispo de Rangún (Yangon), Cardenal Charles Maung Bo, dijo que “esto es como la experiencia del Monte Tabor. Los católicos sencillos tienen una experiencia impresionante” y “la vida nunca será la misa para los católicos en Myanmar”.

“Hace solo un año, el pensamiento de este pequeño rebaño de partir el pan con el Santo Padre Francisco era solo un sueño. Somos un pequeño rebaño, somos como Zaqueo. Entre las naciones, no podemos ver a nuestro pastor. Como Zaqueo, si somos llamados, bajamos porque queremos ir a tu casa”.

“Santo Padre Francisco: Un buen pastor va por los pequeños y por los que son marginados. Usted ha dicho la palabra y ha partido el pan”, dijo el Cardenal.


El Purpurado dijo además que “este día quedará en cada corazón humano que está aquí. Nuestro queridísimo Santo Padre, todos los católicos te saludan aquí con corazón generoso”.

“Un milagro se ha obrado hoy. Todos volvemos como un milagro de Dios. Gracias y este pequeño rebaño reza por usted”.

“Muchas gracias, gracias por todo”, finalizó el Cardenal con esta frase en español.

La homilía

El “mensaje de perdón y misericordia” de Cristo, dijo el Pontífice en la homilía pronunciada en italiano y traducida a la lengua local para los asistentes, “se sirve de una lógica que no todos querrán comprender y que encontrará obstáculos”.

“Sin embargo, su amor revelado en la cruz, en definitiva, nadie lo puede detener. Es como un GPS espiritual que nos guía de manera inexorable hacia la vida íntima de Dios y el corazón de nuestro prójimo”, resaltó durante la Misa que fue celebrada en inglés, latín y algunas lenguas locales.

El Papa dijo además que “el intérprete definitivo de los misterios de Dios es Jesús. Él es la sabiduría de Dios en persona. Jesús no nos enseñó su sabiduría con largos discursos o grandes demostraciones de poder político o terreno, sino entregando su vida en la cruz”. “A veces podemos caer en la trampa de confiar en nuestra propia sabiduría, pero la verdad es que podemos fácilmente desorientarnos. En esos momentos, debemos recordar que tenemos ante nosotros una brújula segura: el Señor crucificado”.

En la cruz, continuó el Santo Padre, “encontramos la sabiduría que puede guiar nuestras vidas con la luz que proviene de Dios. Desde la cruz también nos llega la curación. Allí, Jesús ofreció sus heridas al Padre por nosotros, las heridas que nos han curado. Que siempre tengamos la sabiduría de encontrar en las heridas de Cristo la fuente de toda curación”.


El Papa dijo luego que la curación ante las heridas de la violencia no puede venir de la ira ni la venganza, ya que “el camino de Jesús es radicalmente diferente”.

“Cuando el odio y el rechazo lo condujeron a la pasión y a la muerte, él respondió con perdón y compasión. En el Evangelio de hoy, el Señor nos dice que, al igual que él, también nosotros podemos encontrar rechazo y obstáculos, sin embargo él nos dará una sabiduría a la que nadie puede resistir”.

“Con el don de su Espíritu, Jesús nos hace capaces de ser signos de su sabiduría, que vence a la sabiduría de este mundo, y de su misericordia, que alivia incluso las heridas más dolorosas”, prosiguió.

Francisco también animó a confiar en la Virgen María, para que “ella nos obtenga la gracia de ser mensajeros de la verdadera sabiduría, profundamente misericordiosos con los necesitados, con la alegría que proviene de encontrar descanso en las heridas de Jesús, que nos amó hasta el final”.

DISCURSO DEL PAPA FRANCISCO EN EL ENCUENTRO CON EL CONSEJO SUPREMO BUDISTA EN MYANMAR


TEXTO: Discurso del Papa en el Encuentro con el Consejo Supremo budista en Myanmar






VATICANO, 29 Nov. 17 / 05:34 am (ACI).- El Papa Francisco celebró un encuentro con el Consejo Supremo Sangha budista de Myanmar en el templo más venerado de Asia sur-oriental en la Ciudad birmana de Yangón.

En el Kaba Aye Center, fue recibido por  el ministro para los Asuntos Religiosos y e Cultura, así como el Presidente del Comité Sangha.

El Pontífice subrayó que “las heridas causadas por los conflictos, la pobreza y la opresión persisten, y crean nuevas divisiones, aunque la sociedad haya alcanzado un gran progreso tecnológico y las personas en el mundo sean cada vez más conscientes de que comparten la misma naturaleza humana y el mismo destino”.

A continuación, el texto completo del discurso:


Es una gran alegría para mí estar hoy con vosotros. Agradezco al Ven. Bhaddanta Kumarabhivamsa, Presidente del Comité de Estado Sangha Maha Nayaka, por sus palabras de bienvenida y por el esfuerzo realizado para organizar mi visita hoy aquí. Los saludo a todos, y agradezco de modo particular la presencia de Su Excelencia Thura Aung Ko, Ministro para los Asuntos Religiosos y la Cultura.

Nuestro encuentro es una ocasión importante para renovar y reforzar los lazos de amistad y de respeto que unen a los budistas y a los católicos. Es también una oportunidad para reafirmar nuestro compromiso por la paz, el respeto de la dignidad humana y la justicia para todos los hombres y mujeres. No sólo en Myanmar, sino también en todo el mundo, las personas necesitan que los líderes religiosos den este testimonio común. Porque, cuando nosotros hablamos con una sola voz, afirmando el valor perenne de la justicia, de la paz y de la dignidad fundamental de todo ser humano, ofrecemos una palabra de esperanza. Ayudamos a los budistas, a los católicos y a todos a luchar por alcanzar una mayor armonía en sus comunidades.

En todas las épocas, la humanidad ha experimentado injusticias, momentos de conflicto y desigualdades entre las personas. En nuestro tiempo, estas dificultades parecen ser particularmente graves. Las heridas causadas por los conflictos, la pobreza y la opresión persisten, y crean nuevas divisiones, aunque la sociedad haya alcanzado un gran progreso tecnológico y las personas en el mundo sean cada vez más conscientes de que comparten la misma naturaleza humana y el mismo destino. Frente a estos desafíos, jamás debemos resignarnos. Sobre las bases de nuestras respectivas tradiciones espirituales, sabemos que existe un camino que nos permite avanzar, que lleva a la curación, a la mutua comprensión y al respeto. Un camino basado en la compasión y en el amor.

Manifiesto mi estima a todos los que en Myanmar viven según las tradiciones religiosas del Budismo. A través de las enseñanzas de Buda, y el testimonio elocuente de muchos monjes y monjas, la gente de esta tierra ha sido formada en los valores de la paciencia, de la tolerancia y del respeto por la vida, así como en una espiritualidad atenta y profundamente respetuosa de nuestro medio ambiente. Como sabemos, estos valores son esenciales para un desarrollo integral de la sociedad, a partir de la familia, que es la unidad más pequeña pero más esencial, para luego extenderse a la red de relaciones que nos ponen en estrecha conexión —relaciones enraizadas en la cultura, en la pertenencia étnica y nacional, pero en definitiva enraizadas en la pertenencia a la misma naturaleza humana. En una auténtica cultura del encuentro, estos valores fortalecen a nuestras comunidades y las ayudan para que puedan iluminar al conjunto de la sociedad con esa luz tan necesaria.

El gran desafío de nuestros días es el de ayudar a las personas a que se abran a la trascendencia. A que sean capaces de mirar en su interior y de conocerse a sí mismas de manera que puedan reconocer la interconexión recíproca con los demás. Darse cuenta de que no podemos permanecer aislados los unos de los otros. Si debemos estar unidos, como es nuestro propósito, es necesario superar todas las formas de incomprensión, de intolerancia, de prejuicio y de odio. ¿Cómo podemos hacerlo? Las palabras de Buda nos ofrecen a todos una guía: «Conquista al hombre airado mediante el amor; conquista al hombre de mala voluntad mediante la bondad; conquista al avaro mediante la generosidad; conquista al mentiroso mediante la verdad» (Dhammapada, XVII, 223). Son sentimientos parecidos a los que se expresan en la oración atribuida a san Francisco de Asís: «Señor, hazme instrumento de tu paz. Que donde hay odio, yo ponga el amor. Que donde hay ofensa, yo ponga el perdón […]. Que donde hay tinieblas, yo ponga la luz. Que donde hay tristeza, yo ponga la alegría».

Que esta sabiduría siga animando todos los esfuerzos que se realizan para promover la paciencia y la comprensión, y para curar las heridas de los conflictos que a lo largo de los años han dividido a personas de distintas culturas, etnias y convicciones religiosas. Estos esfuerzos no son sólo prerrogativas de los líderes religiosos, ni competencia exclusiva del Estado. Al contrario, la sociedad en su conjunto, todos aquellos que viven en la comunidad, son los que deben compartir la tarea de superar el conflicto y la injusticia. Sin embargo, los líderes civiles y religiosos tienen la responsabilidad propia de garantizar que cada voz sea escuchada, de forma que se puedan comprender con claridad y confrontar en un espíritu de imparcialidad y de recíproca solidaridad los desafíos y las necesidades del momento presente. Felicito al Panglong Peace Conference por el trabajo que está desarrollando en este ámbito, y ruego para que los que guían este esfuerzo puedan seguir promoviendo una mayor participación de todos los que viven en Myanmar. Esto ayudará al compromiso de avanzar en la paz, la seguridad y una prosperidad que incluya a todos.


Ciertamente, para que estos esfuerzos produzcan frutos duraderos, se necesitará una mayor cooperación entre los líderes religiosos. A este respecto, deseo que sepáis que la Iglesia Católica es un interlocutor disponible. Los momentos de encuentro y de diálogo entre los líderes religiosos demuestran que son un factor importante en la promoción de la justicia y de la paz en Myanmar. Sé que el pasado mes de abril la Conferencia de los Obispos Católicos ha organizado un encuentro de dos días sobre la paz, en el que han participado los líderes de las diferentes comunidades religiosas, junto a embajadores y representantes de agencias no gubernamentales. Estos encuentros son esenciales para profundizar en el conocimiento recíproco y afirmar los lazos que nos unen y nuestro destino común. La justicia auténtica y la paz consolidada se alcanzan sólo cuando están garantizadas para todos.

Queridos amigos, que los budistas y los católicos caminemos juntos a lo largo de este sendero de curación, y trabajemos hombro con hombro por el bien de cada uno de los habitantes de esta tierra. En las Escrituras Cristianas, el apóstol Pablo anima a sus oyentes a alegrarse con los que están alegres, y a llorar con los que lloran (cf. Rm 12,15), llevando con humildad los unos las cargas de los otros (cf. Ga 6,2). En nombre de mis hermanos y hermanas católicos, expreso nuestra disponibilidad para seguir caminando con vosotros y sembrar semillas de paz y de curación, de compasión y de esperanza en esta tierra.

Os doy las gracias nuevamente por haberme invitado a estar hoy aquí con vosotros. Invoco sobre todos la bendición divina de la alegría y de la paz.

TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA MISA EN MYANMAR


TEXTO COMPLETO: Homilía del Papa Francisco en la Misa en Myanmar






RANGÚN, 28 Nov. 17 / 09:45 pm (ACI).- El Papa Francisco preside una Misa en el Kyaikkasan Ground en Rangún, Myanmar, ante miles de católicos con quienes meditó sobre la sabiduría de Dios, y la necesidad de curar las heridas con el amor y la misericordia de Dios.

A continuación, el texto completo de su homilía:

Queridos hermanos y hermanas: Desde antes de venir a este país, he estado esperando que llegara este momento. Muchos de vosotros habéis venido de lejanas y remotas tierras montañosas, algunos incluso a pie. Vengo como peregrino para escuchar y aprender de vosotros, y para ofreceros algunas palabras de esperanza y consuelo.

La primera lectura de hoy, tomada del libro de Daniel, nos ayuda a ver lo limitada que era la sabiduría del rey Baltasar y sus videntes. Ellos sabían cómo alabar «a sus dioses de oro y plata, de bronce y de hierro, de madera y de piedra» (Dn 5,4), pero no poseían la sabiduría para alabar a Dios, en cuyas manos está nuestra vida y nuestro aliento. Daniel, sin embargo, tenía la sabiduría del Señor y fue capaz de interpretar sus grandes misterios. El intérprete definitivo de los misterios de Dios es Jesús. Él es la sabiduría de Dios en persona (cf.1 Co 1,24).

Jesús no nos enseñó su sabiduría con largos discursos o grandes demostraciones de poder político o terreno, sino entregando su vida en la cruz. A veces podemos caer en la trampa de confiar en nuestra propia sabiduría, pero la verdad es que podemos fácilmente desorientarnos.

En esos momentos, debemos recordar que tenemos ante nosotros una brújula segura: el Señor crucificado. En la cruz, encontramos la sabiduría que puede guiar nuestras vidas con la luz que proviene de Dios. Desde la cruz también nos llega la curación. Allí, Jesús ofreció sus heridas al Padre por nosotros, las heridas que nos han curado (cf. 1 Pe 2,4). Que siempre tengamos la sabiduría de encontrar en las heridas de Cristo la fuente de toda curación. Sé que muchos en Myanmar llevan las heridas de la violencia, heridas visibles e invisibles. Existe la tentación de responder a estas heridas con una sabiduría mundana que, como la del rey en la primera lectura, está profundamente equivocada. Pensamos que la curación pueda venir de la ira y de la venganza. Sin embargo, el camino de la venganza no es el camino de Jesús.

El camino de Jesús es radicalmente diferente. Cuando el odio y el rechazo lo condujeron a la pasión y a la muerte, él respondió con perdón y compasión. En el Evangelio de hoy, el Señor nos dice que, al igual que él, también nosotros podemos encontrar rechazo y obstáculos, sin embargo él nos dará una sabiduría a la que nadie puede resistir (cf. Lc 21,15).

Está hablando del Espíritu Santo, gracias al cual el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones (Rm 5, 5). Con el don de su Espíritu, Jesús nos hace capaces de ser signos de su sabiduría, que vence a la sabiduría de este mundo, y de su misericordia, que alivia incluso las heridas más dolorosas.

En la víspera de su pasión, Jesús se entregó a sus apóstoles bajo los signos del pan y del vino. En el don de la Eucaristía, no sólo reconocemos, con los ojos de la fe, el don de su cuerpo y de su sangre, sino que también aprendemos cómo encontrar descanso en sus heridas, y a ser purificados allí de todos nuestros pecados y de nuestros caminos errados.

Queridos hermanos y hermanas, que encontrando refugio en las heridas de Cristo, puedan saborear el bálsamo saludable de la misericordia del Padre y encontrar la fuerza para llevarlo a los demás, para ungir cada herida y recuerdo doloroso.

De esta manera, serán testigos fieles de la reconciliación y la paz, que Dios quiere que reine en todos los corazones de los hombres y en todas las comunidades.

Sé que la Iglesia en Myanmar ya está haciendo mucho para llevar a otros el bálsamo saludable de la misericordia de Dios, especialmente a los más necesitados. Hay muestras claras de que, incluso con medios muy limitados, muchas comunidades anuncian el Evangelio a otras minorías tribales, sin forzar ni coaccionar, sino siempre invitando y acogiendo.

En medio de tanta pobreza y dificultades, muchos de vosotros ofrecen ayuda práctica y solidaridad a los pobres y a los que sufren.

Con el servicio diario de vuestros obispos, sacerdotes, religiosos y catequistas, y en particular a través de la encomiable labor de la Catholic Karuna Myanmar y de la generosa asistencia proporcionada por las Obras Misionales Pontificias, la Iglesia en este país está ayudando a un gran número de hombres, mujeres y niños, sin distinción de religión u origen étnico.

Soy testigo de que la Iglesia aquí está viva, que Cristo está vivo y está aquí con vosotros y con vuestros hermanos y hermanas de otras comunidades cristianas. Los animo a seguir compartiendo con los demás la valiosa sabiduría que han recibido, el amor de Dios que brota del corazón de Jesús.


Jesús quiere dar esta sabiduría en abundancia. Él recompensará ciertamente vuestra labor de sembrar semillas de curación y reconciliación en vuestras familias, comunidades y en toda la sociedad de esta nación.

¿No nos dijo él que nadie se puede resistir a su sabiduría (cf. Lc 21,15)? Su mensaje de perdón y misericordia se sirve de una lógica que no todos querrán comprender y que encontrará obstáculos.

Sin embargo, su amor revelado en la cruz, en definitiva, nadie lo puede detener. Es como un GPS espiritual que nos guía de manera inexorable hacia la vida íntima de Dios y el corazón de nuestro prójimo.

La Santísima Virgen María siguió a su Hijo hasta la oscura montaña del Calvario y nos acompaña en cada paso de nuestro viaje terrenal. Que ella nos obtenga la gracia de ser mensajeros de la verdadera sabiduría, profundamente misericordiosos con los necesitados, con la alegría que proviene de encontrar descanso en las heridas de Jesús, que nos amó hasta el final.

Que Dios los bendiga a todos. Que Dios bendiga a la Iglesia en Myanmar. Que él bendiga a esta tierra con su paz. Que Dios bendiga a Myanmar.

CATÓLICOS DURMIERON EN UN CEMENTERIO CON LA ESPERANZA DE VER AL PAPA FRANCISCO


Católicos durmieron en un cementerio con la esperanza de ver al Papa Francisco
 Foto: Edward Pentin (EWTN)






NAIPYIDO, 28 Nov. 17 / 07:02 pm (ACI).- Miles de fieles llegaron a la ciudad de Rangún (Myanmar) con la esperanza de ver al Papa Francisco, sin embargo, un grupo de ellos decidió pasar la noche en un lugar inusual: el cementerio de una iglesia local.

Según informó la agencia AFP, el cementerio de la iglesia San Francisco de Asís, en Rangún, es el único lugar que quedaba libre para acampar, mientras los católicos ingresan desde las fronteras de Myanmar para tener la oportunidad de ver al Santo Padre.

Así, delgadas mantas de mimbre se ven entre las tumbas de mármol de antiguos sacerdotes, formando un dormitorio improvisado al aire libre.


Uno de los fieles que decidió dormir en el cementerio es Zaw Ba, de 52 años, que hizo un viaje en tren de dos días para llegar a Rangún, capital de la ex Birmania hasta el año 2005, cuando fue reemplazada por Naipyido.

"Está bien para nosotros, estamos felices de tener un lugar para dormir", afirmó. "Y hay mucha gente aquí, así que no tenemos miedo", agregó Ba, que pernocta en el camposanto junto a otros mil fieles.

Myanmar tiene 51 millones de habitantes, de los cuales 700 mil son católicos.

El Papa Francisco permanecerá en este país asiático hasta el 30 de noviembre, cuando partirá para iniciar su visita apostólica a Bangladesh, donde estará hasta el sábado 2 de diciembre.