miércoles, 21 de septiembre de 2016

DOLOR DEL PAPA FRANCISCO POR ASESINATO DE SACERDOTES EN MÉXICO, UNA VIOLENCIA INEXCUSABLE


Dolor del Papa por asesinato de sacerdotes en México: Una violencia inexcusable
Imagen referencial. Foto: Petrick Bohumil / ACI Prensa



VATICANO, 21 Sep. 16 / (ACI).- El Papa Francisco envió sus condolencias por el asesinato de dos sacerdotes que fueron secuestrados en México el lunes 19 de septiembre.

A través de un telegrama enviado por el Secretario de Estado del Vaticano, el Cardenal Pietro Parolin, el Pontífice ofrece “sufragios por el eterno descanso de estos sacerdotes de Cristo, víctimas de una inexcusable violencia”.

En el texto, Francisco expresa al obispo de Papantla (diócesis a la pertenecían ambos), monseñor Trinidad Zapata, su tristeza y dolor. Los cuerpos sin vida de Alejo Nabor Jiménez y Juárez y José Alfredo Suárez de la Cruz, párroco y vicario de la Parroquia de Nuestra Señora de Fátima en la localidad de Poza Rica, Veracruz, fueron encontrados sin vida el mismo día del secuestro.

“El Santo Padre expresa su más sentido pésame a Su Excelencia, así como al clero, comunidades religiosas y fieles de esa querida diócesis, a la vez que ofrece sufragios por el eterno descanso de estos sacerdotes de Cristo, víctimas de una inexcusable violencia”.

Además, afirma que se trata de un atentado contra la vida y dignidad de las personas, e invitó “al clero y a los agentes pastorales de la diócesis a continuar con energía su misión eclesial, a pesar de los obstáculos, siguiendo el ejemplo de Jesús el Buen Pastor”.

También expresó su cercanía a los familiares de las víctimas “en esta tan dolorosa prueba” e indicó que imparte «a dicha comunidad eclesial la confortadora bendición apostólica como signo de esperanza cristiana del Señor resucitado”.

PAPA FRANCISCO: QUIERES TENER UN CORAZÓN DE PIEDRA O PODER AMAR SIN LÍMITES?


Papa Francisco: ¿Quieres tener un corazón de piedra o poder amar sin límites?
Por Alvaro de Juana
 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa





VATICANO, 21 Sep. 16 / (ACI).- En una nueva catequesis de los miércoles, el Papa Francisco puso el acento en la importancia de perdonar y donarse a los otros, porque “Si Dios nos ha perdonado, ¿cómo no vamos a hacerlo nosotros?”.

"El amor misericordioso es el único camino a recorrer” por lo que “no debemos olvidar de la misericordia y el don, el perdón y el don, y así el corazón se hace grande en el amor, sin embargo el egoísmo y la rabia crea un corazón pequeño y duro como una piedra, ¿qué preferís vosotros?, ¿un corazón de piedra?”.

“El perdón es el pilar que sostiene la vida de la comunidad cristiana porque muestra la gratuidad del amor con el que Dios nos ha amado primero”. Así, “el cristiano debe perdonar, porque ha sido perdonado. Todos los que estamos aquí en la plaza hemos sido perdonados, ninguno de nosotros en su vida no ha tenido necesidad del perdón de Dios y porque hemos sido perdonados debemos perdonar, y lo recitamos todos los días en el Padre Nuestro”

El Pontífice dedicó la catequesis al lema del Jubileo de la Misericordia “Misericordiosos como el Padre”, que es un “compromiso de vida”.


Recordó el Sermón de la Montaña y manifestó que “el Señor nos enseña con ellas que la perfección consiste en el amor, en el que se cumplen todos los preceptos de la ley”. Por tanto, “ser misericordiosos significa ser perfectos”.

“¿Una persona que no es misericordiosa no es perfecta?”, preguntó. “¡No!, ¿una persona que no es misericordiosa es buena? ¡No! La bondad y la perfección tienen su raíz en la misericordia”.

“Dios es perfecto pero tenerlo delante de nuestros ojos como misericordioso nos permite comprender mejor en qué consiste su perfección y nos invita a ser como Él, llenos de amor, de compasión y de misericordia!, dijo.

“Si vemos la historia de la salvación veremos que toda la revelación de Dios es un incesante e incansable amor por los hombres: Dios es como un padre y como una madre que ama de insondable amor y lo derrama con abundancia sobre toda criatura”.

Francisco explicó que la misión de la Iglesia también es “ser sacramento de la misericordia de Dios en el mundo” y por tanto todo cristiano está llamado a ello.

“Y así es fácil perdonar. Si Dios me ha perdonado a mí, ¿por qué no puedo perdonar a los otros?, prosiguió el Papa. “¿Somos acaso más que Dios? ¡Perdonemos! Juzgar y condenar al hermano que peca es un error. No porque no quiere reconocer el pecado, sino porque condenar al pecado rompe el vínculo de fraternidad con él y desprecia la misericordia de Dios, que en lugar de eso no quiere renunciar a ninguno de sus hijos”.


El Santo Padre señaló que “no tenemos el poder de condenar a nuestro hermano que se equivoca, no estamos por encima de ellos: tenemos más que nada el deber de recuperarlo para la dignidad de hijo del Padre y de acompañarlo en su camino de conversión”.

Pero, existe otro pilar fundamental: “donar”. “Dios dona bien más allá de nuestros méritos, pero será todavía más generoso con cuantos aquí en la tierra hayan sido generosos”.

“Jesús– continuó Francisco– no dice que les sucederá a aquellos que no donan, pero la imagen de la ‘medida’ constituye una advertencia: con la medida del amor que demos decidiremos nosotros mismos como seremos juzgados”.

UN DÍA COMO HOY, FIESTA DE SAN MATEO, EL PAPA FRANCISCO DESCUBRIÓ SU LLAMADO SACERDOTAL


Un día como hoy, fiesta de San Mateo, el Papa Francisco descubrió su llamado sacerdotal




REDACCIÓN CENTRAL, 21 Sep. 16 /  (ACI).- Hace 63 años, un día como hoy, fiesta de San Mateo Apóstol, el Papa Francisco descubrió su llamado a la vida sacerdotal, los detalles de este hecho los contó él mismo en la Vigilia de Pentecostés del 2013.

En aquella Vigilia participaron representantes de diversos movimientos y asociaciones eclesiales, quienes establecieron un diálogo directo con el Papa. Entre ellos, una joven le preguntó "¿Cómo alcanzó en su vida la certidumbre de la fe?"

Francisco explicó que un día "muy importante" en su vida fue el 21 de septiembre de 1953, era el día del estudiante en Argentina, que coincide con el día de la primavera, que se celebra con una gran fiesta.

"Antes de ir a la fiesta pasé por la parroquia a la que asistía, y encontré a un sacerdote al que no conocía y sentí la necesidad de confesarme, y esta fue para mí una experiencia de encuentro, he encontrado alguien que me esperaba".

"No sé qué pasó, no me acuerdo, no sé por qué ese sacerdote estaba allí o porque he sentido esta necesidad de confesarme, pero la verdad es que alguien me esperaba, me estaba esperando desde hacía tiempo y después de la confesión sentí que algo había cambiado”.


“Yo no era él mismo, había sentido una voz, una llamada. Me convencí que debía convertirme en sacerdote, y esta experiencia en la fe es importante", contó el Santo Padre.

Más adelante, en recuerdo a este acontecimiento, el sacerdote Bergoglio al ser elegido Obispo, escogió como lema una expresión de San Beda que hace referencia a la llamada de San Mateo, cuya fiesta es justamente el 21 de septiembre: “miserando atque eligendo”. Que algunos traducen como “Lo miró con misericordia y lo eligió”.

En la actualidad, el Papa Francisco conserva esta frase en su escudo pontificio. Asimismo, siempre recomienda a los fieles leer el Evangelio de Mateo y de manera especial el capítulo 25 de las obras de la misericordia.

Hace un año, en la Misa celebrada en Holguín (Cuba) en la fiesta de San Mateo, el Papa Francisco destacó que cuando el Señor pasó junto al evangelista “se detuvo, no pasó de largo precipitadamente, lo miró sin prisa, lo miró con paz. Lo miró con ojos de misericordia; lo miró como nadie lo había mirado antes. Y esa mirada abrió su corazón, lo hizo libre, lo sanó, le dio una esperanza, una nueva vida”.

“Aunque no nos atrevemos a levantar los ojos al Señor, Él siempre nos mira primero. Es nuestra historia personal; al igual que muchos otros, cada uno de nosotros puede decir: yo también soy un pecador en el que Jesús puso su mirada”.

En este sentido animó a dejarnos mirar por Jesús. “Dejémonos mirar por el Señor en la oración, en la Eucaristía, en la Confesión, en nuestros hermanos, especialmente en aquellos que se sienten dejados, más solos. Y aprendamos a mirar como Él nos mira”.


Lo que el Papa dijo hoy

En la audiencia general de este miércoles 21 de septiembre y en su saludo a los jóvenes, los enfermos y los recién casados, el Papa recordó que “hoy se celebra la Fiesta de San Mateo, Apóstol y Evangelista”.

“Que su conversión sea un ejemplo para ustedes, queridos jóvenes, para vivir la vida con los criterios de la fe; que su mansedumbre los sostenga a ustedes, queridos enfermos; cuando el sufrimiento parezca insoportable”, dijo el Papa.

A los recién casados, Francisco exhortó que “el seguimiento de Cristo” de San Mateo, les recuerde “la importancia de la oración en la historia matrimonial que han emprendido”.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE LA IMPORTANCIA DEL PERDÓN Y EL DAR


TEXTO Catequesis del Papa Francisco sobre la importancia del perdón y el dar
El Papa en la Audiencia General. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa





VATICANO, 21 Sep. 16 /  (ACI).- El Papa Francisco dedicó la catequesis de la Audiencia General de este miércoles a hablar del perdón y la donación, es decir, de dar al que lo necesita.

“Si Dios me ha perdonado, ¿por qué no debo perdonar a los demás? ¿Soy más grande de Dios? ¿Entienden esto? Este pilar del perdón nos muestra la gratuidad del amor de Dios, que nos ha amado primero. Juzgar y condenar al hermano que peca es equivocado”, dijo Francisco.

A continuación, el texto completo de la catequesis:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


Hemos escuchado el pasaje del Evangelio de Lucas (6,36-38) del cual es tomado el lema de este Año Santo Extraordinario: Misericordiosos como el Padre. La expresión completa es: «Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso» (v. 36). No se trata de un slogan, sino de un compromiso de vida. Para comprender bien esta expresión, podemos confrontarla con aquella paralela del Evangelio de Mateo, donde Jesús dice: «Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo» (5,48). En el llamado discurso de la montaña, que inicia con las Bienaventuranzas, el Señor enseña que la perfección consiste en el amor, cumplimiento de todos los preceptos de la Ley. En esta misma perspectiva, San Lucas precisa que la perfección es el amor misericordioso: ser perfectos significa ser misericordiosos. ¿Una persona que no es misericordiosa es perfecta? ¡No! ¿Una persona que no es misericordiosa es buena? ¡No! La bondad y la perfección radican en la misericordia. Cierto, Dios es perfecto. Todavía, si lo consideramos así, se hace imposible para los hombres alcanzar esta absoluta perfección. En cambio, tenerlo ante los ojos como misericordioso, nos permite comprender mejor en que consiste su perfección y nos impulsa a ser como Él llenos de amor, de compasión y misericordia.

Pero me pregunto: ¿Las palabras de Jesús son reales? ¿Es de verdad posible amar como ama Dios y ser misericordiosos como Él?

Si miramos la historia de la salvación, vemos que toda la revelación de Dios es un incesante e inagotable amor por los hombres: Dios es como un padre o como una madre que ama con un amor infinito y lo derrama con abundancia sobre toda creatura. La muerte de Jesús en la cruz es el culmen de la historia de amor de Dios con el hombre. Un amor talmente grande que solo Dios lo puede realizar. Es evidente que, relacionado con este amor que no tiene medidas, nuestro amor siempre será en defecto. Pero, ¡cuando Jesús nos pide ser misericordiosos como el Padre, no piensa en la cantidad! Él pide a sus discípulos convertirse en signo, canales, testigos de su misericordia.

Y la Iglesia no puede dejar de ser sacramento de la misericordia de Dios en el mundo, en todo tiempo y hacia toda la humanidad. Todo cristiano, por lo tanto, es llamado a ser testigo de la misericordia, y esto sucede en el camino a la santidad. ¡Pensemos en tantos santos que se han hecho misericordiosos porque se han dejado llenar el corazón con la divina misericordia! Han dado cuerpo al amor del Señor derramándolo en las múltiples necesidades de la humanidad sufriente. En este florecer de tantas formas de caridad es posible reconocer los reflejos del rostro misericordioso de Cristo.

Nos preguntamos: ¿Qué significa para los discípulos ser misericordiosos? Y esto es explicado por Jesús con dos verbos: «perdonar» (v. 37) y «donar» (v. 38).

La misericordia se expresa, sobre todo, en el perdón: «No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados» (v. 37). Jesús no pretende alterar el curso de la justicia humana, todavía recuerda a los discípulos que pera tener relaciones fraternas se necesita suspender los juicios y las condenas. De hecho, es el perdón el pilar que sostiene la vida de la comunidad cristiana, porque en ella se manifiesta la gratuidad del amor con el cual Dios nos ha amado primero. ¡El cristiano debe perdonar! Pero ¿Por qué? Porque ha sido perdonado.

Todos nosotros que estamos aquí, hoy, en la Plaza, todos nosotros, hemos sido perdonados. Ninguno de nosotros, en su vida, no ha tenido necesidad del perdón de Dios. Y porque nosotros hemos sido perdonados, debemos perdonar. Y lo recitamos todos los días en el Padre Nuestro: “Perdona nuestros pecados; perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Es decir, perdonar las ofensas, perdonar tantas cosas, porque nosotros hemos sido perdonados de tantas ofensas, de tantos pecados. Y así es fácil perdonar. Si Dios me ha perdonado, ¿por qué no debo perdonar a los demás? ¿Soy más grande de Dios? ¿Entienden esto? Este pilar del perdón nos muestra la gratuidad del amor de Dios, que nos ha amado primero. Juzgar y condenar al hermano que peca es equivocado. No porque no se quiera reconocer el pecado, sino porque condenar al pecador rompe la relación de fraternidad con él y desprecia la misericordia de Dios, que en cambio no quiere renunciar a ninguno de sus hijos. No tenemos el poder de condenar a nuestro hermano que se equivoca, no estamos por encima él: al contrario tenemos el deber de rescatarlo a la dignidad de hijo del Padre y de acompañarlo en su camino de conversión.

A su Iglesia, a nosotros, Jesús indica también un segundo pilar: “donar”. Perdonar es el primer pilar; donar es el segundo pilar. «Den, y se les dará […] Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes» (v. 38). Dios dona muy por encima de nuestros méritos, pero será todavía más generoso con cuantos aquí en la tierra serán generosos. Jesús no dice que cosa sucederá a quienes no donan, pero la imagen de la “medida” constituye una exhortación: con la medida  del amor que damos, seremos nosotros mismos a decidir cómo seremos juzgados, como seremos amados. Si observamos bien, existe una lógica coherente: ¡en la medida con la cual se recibe de Dios, se dona al hermano, y en la medida con la cual se dona al hermano, se recibe de Dios!

El amor misericordioso es por esto la única vía a seguir. Cuanta necesidad tenemos todos de ser un poco misericordiosos, de no hablar mal de los demás, de no juzgar, de no “desplumar” a los demás con las críticas, con las envidias, con los celos. ¡No! Perdonar, ser misericordiosos, vivir nuestra vida en el amor y donar. Esa – caridad y este amor – permite a los discípulos de Jesús no perder la identidad recibida de Él, y de reconocerse como hijos del mismo Padre. En el amor que ellos – es decir, nosotros – practicamos en la vida se refleja así aquella Misericordia que no tendrá jamás fin (Cfr. 1 Cor 13,1-12). Pero no se olviden de esto: misericordia y don; perdón y don. Así el corazón crece, crece en el amor. En cambio, el egoísmo, la rabia, hace el corazón pequeño, pequeño, pequeño, pequeño y se endurece como una piedra. ¿Qué cosa prefieren ustedes? ¿Un corazón de piedra? Les pregunto, respondan: “No”. No escucho bien… “No”. ¿Un corazón lleno de amor? “Si”. ¡Si prefieren un corazón lleno de amor, sean misericordiosos!

PAPA FRANCISCO RECUERDA A ENFERMOS DE ALZHEIMER Y PIDE MOSTRAR AMOR HACIA ELLOS


El Papa recuerda a enfermos de Alzheimer y pide mostrar amor hacia ellos
Por Alvaro de Juana
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa



VATICANO, 21 Sep. 16 /  (ACI).- Al término de la Audiencia General en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco recordó la Jornada Mundial del Alzheimer que se celebra hoy en todo el mundo con el lema “Acuérdate de mí”.

“Invito a todos los presentes a ‘acordarse’, con la solicitud de María y con la ternura de Jesús misericordioso, de cuantos están afectados por esta enfermedad, y por sus familiares para hacer sentir nuestra cercanía”.


“Oremos también por las personas que se encuentran junto a los enfermos, sabiendo captar sus necesidades, también aquellas más imperceptibles, porque son vistos con ojos llenos de amor”.

martes, 20 de septiembre de 2016

DISCURSO DEL PAPA FRANCISCO EN ASÍS POR LA JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LA PAZ


 Discurso del Papa en Asís por la Jornada Mundial de Oración por la paz



ASÍS, 20 Sep. 16 /  (ACI).- El Papa Francisco dirigió un especial discurso a los participantes en la ciudad italiana de Asís por la Jornada Mundial de Oración por la Paz titulada “Sed de paz, religiones y culturas en diálogo”.

En la plaza San Francisco de Asís el Santo Padre dirigió estas palabras:

Santidades, Ilustres Representantes de las Iglesias, de las Comunidades cristianas y de las Religiones, Queridos hermanos y hermanas:

Os saludo con gran respeto y afecto, y os agradezco vuestra presencia. Agradezco a la comunidad de Asís y a la Comunidad de San Egidio que han preparado esta jornada. Hemos venido a Asís como peregrinos en busca de paz. Llevamos dentro de nosotros y ponemos ante Dios las esperanzas y las angustias de muchos pueblos y personas. Tenemos sed de paz, queremos ser testigos de la paz, tenemos sobre todo necesidad de orar por la paz, porque la paz es un don de Dios y a nosotros nos corresponde invocarla, acogerla y construirla cada día con su ayuda.

«Bienaventurados los que trabajan por la paz» (Mt 5,9). Muchos de vosotros habéis recorrido un largo camino para llegar a este lugar bendito. Salir, ponerse en camino, encontrarse juntos, trabajar por la paz: no sólo son movimientos físicos, sino sobre todo del espíritu, son respuestas espirituales concretas para superar la cerrazón abriéndose a Dios y a los hermanos.

Dios nos lo pide, exhortándonos a afrontar la gran enfermedad de nuestro tiempo: la indiferencia. Es un virus que paraliza, que vuelve inertes e insensibles, una enfermedad que ataca el centro mismo de la religiosidad, provocando un nuevo y triste paganismo: el paganismo de la indiferencia.


No podemos permanecer indiferentes. Hoy el mundo tiene una ardiente sed de paz. En muchos países se sufre por las guerras, con frecuencia olvidadas, pero que son siempre causa de sufrimiento y de pobreza. En Lesbos, con el querido Hermano y Patriarca ecuménico Bartolomé, hemos visto en los ojos de los refugiados el dolor de la guerra, la angustia de pueblos sedientos de paz.

Pienso en las familias, cuyas vidas han sido alteradas; en los niños, que en su vida sólo han conocido la violencia; en los ancianos, obligados a abandonar sus tierras: todos ellos tienen una gran sed de paz. No queremos que estas tragedias caigan en el olvido. Juntos deseamos dar voz a los que sufren, a los que no tienen voz y no son escuchados. Ellos saben bien, a menudo mejor que los poderosos, que no hay futuro en la guerra y que la violencia de las armas destruye la alegría de la vida.

Nosotros no tenemos armas. Pero creemos en la fuerza mansa y humilde de la oración. En esta jornada, la sed de paz se ha transformado en una invocación a Dios, para que cesen las guerras, el terrorismo y la violencia. La paz que invocamos desde Asís no es una simple protesta contra la guerra, ni siquiera «el resultado de negociaciones, compromisos políticos o acuerdos económicos, sino resultado de la oración» (JUAN PABLO II, Discurso, Basílica de Santa María de los Ángeles, 27 octubre 1986: L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española [2 noviembre 1986, 1]).

Buscamos en Dios, fuente de la comunión, el agua clara de la paz, que anhela la humanidad: ella no puede brotar de los desiertos del orgullo y de los intereses particulares, de las tierras áridas del beneficio a cualquier precio y del comercio de las armas.

Nuestras tradiciones religiosas son diversas. Pero la diferencia no es para nosotros motivo de conflicto, de polémica o de frío desapego. Hoy no hemos orado los unos contra los otros, como por desgracia ha sucedido algunas veces en la historia. Por el contrario, sin sincretismos y sin relativismos, hemos rezado los unos con los otros, los unos por los otros.

San Juan Pablo II dijo en este mismo lugar: «Acaso más que nunca en la historia ha sido puesto en evidencia ante todos el vínculo intrínseco que existe entre una actitud religiosa auténtica y el gran bien de la paz» (ID., Discurso, Plaza de la Basílica inferior de San Francisco, 27 octubre 1986: l.c., 11). Continuando el camino iniciado hace treinta años en Asís, donde está viva la memoria de aquel hombre de Dios y de paz que fue san Francisco, «reunidos aquí una vez más, afirmamos que quien utiliza la religión para fomentar la violencia contradice su inspiración más auténtica y profunda» (ID., Discurso a los representantes de las Religiones, Asís, 24 enero 2001), que ninguna forma de violencia representa «la verdadera naturaleza de la religión. Es más bien su deformación y contribuye a su destrucción» (BENEDICTO XVI, Intervención en la Jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo, Asís, 27 octubre 2011).

No nos cansamos de repetir que nunca se puede usar el nombre de Dios para justificar la violencia. Sólo la paz es santa y no la guerra. Hoy hemos implorado el don santo de la paz. Hemos orado para que las conciencias se movilicen y defiendan la sacralidad de la vida humana, promuevan la paz entre los pueblos y cuiden la creación, nuestra casa común.

La oración y la colaboración concreta nos ayudan a no quedar encerrados en la lógica del conflicto y a rechazar las actitudes rebeldes de los que sólo saben protestar y enfadarse. La oración y la voluntad de colaborar nos comprometen a buscar una paz verdadera, no ilusoria: no la tranquilidad de quien esquiva las dificultades y mira hacia otro lado, cuando no se tocan sus intereses; no el cinismo de quien se lava las manos cuando los problemas no son suyos; no el enfoque virtual de quien juzga todo y a todos desde el teclado de un ordenador, sin abrir los ojos a las necesidades de los hermanos ni ensuciarse las manos para ayudar a quien tiene necesidad.


Nuestro camino es el de sumergirnos en las situaciones y poner en el primer lugar a los que sufren; el de afrontar los conflictos y sanarlos desde dentro; el de recorrer con coherencia el camino del bien, rechazando los atajos del mal; el de poner en marcha pacientemente procesos de paz, con la ayuda de Dios y con la buena voluntad.

Paz, un hilo de esperanza, que une la tierra con el cielo, una palabra tan sencilla y difícil al mismo tiempo. Paz quiere decir Perdón que, fruto de la conversión y de la oración, nace de dentro y, en nombre de Dios, hace que se puedan sanar las heridas del pasado. Paz significa Acogida, disponibilidad para el diálogo, superación de la cerrazón, que no son estrategias de seguridad, sino puentes sobre el vacío. Paz quiere decir Colaboración, intercambio vivo y concreto con el otro, que es un don y no un problema, un hermano con quien tratar de construir un mundo mejor.

Paz significa Educación: una llamada a aprender cada día el difícil arte de la comunión, a adquirir la cultura del encuentro, purificando la conciencia de toda tentación de violencia y de rigidez, contrarias al nombre de Dios y a la dignidad del hombre.

Aquí, nosotros, unidos y en paz, creemos y esperamos en un mundo fraterno. Deseamos que los hombres y las mujeres de religiones diferentes, allá donde se encuentren, se reúnan y susciten concordia, especialmente donde hay conflictos. Nuestro futuro es el de vivir juntos. Por eso, estamos llamados a liberarnos de las pesadas cargas de la desconfianza, de los fundamentalismos y del odio. Que los creyentes sean artesanos de paz invocando a Dios y trabajando por los hombres.

Y nosotros, como Responsables religiosos, estamos llamados a ser sólidos puentes de diálogo, mediadores creativos de paz. Nos dirigimos también a quienes tienen la más alta responsabilidad al servicio de los pueblos, a los Líderes de las Naciones, para que no se cansen de buscar y promover caminos de paz, mirando más allá de los intereses particulares y del momento: que no quede sin respuesta la llamada de Dios a las conciencias, el grito de paz de los pobres y las buenas esperanzas de las jóvenes generaciones. Aquí, hace treinta años, San Juan Pablo II dijo: «La paz es una cantera abierta a todos y no solamente a los especialistas, sabios y estrategas. La paz es una responsabilidad universal» (Discurso, Plaza de la Basílica inferior de San Francisco, 27 octubre 1986: l.c., 11).

Hermanos y hermanas, asumamos esta responsabilidad, reafirmemos hoy nuestro sí a ser, todos juntos, constructores de la paz que Dios quiere y de la que la humanidad está sedienta.

CEREMONIA FINAL EN ASÍS, NO HEMOS REZADO UNOS CONTRA LOS OTROS, PERO UNOS POR LOS OTROS




Ceremonia final en Asís: ‘No hemos rezado unos contra los otros, pero unos por los otros’
El Papa Francisco presidió la ceremonia. Encienden dos candelabros y firman un llamado de paz


Por: SERGIO MORA | Fuente: ZENIT – Roma 



(ZENIT – Roma).- El encuentro de tres días ‘Sed de Paz’ que se realizó en la ciudad italiana de Asís. concluyó este martes con visita del papa Francisco. Después de un día lleno de eventos, la ceremonia final fue en el claustro ubicado al lado de la basílica superior de San Francisco de Asís.
Allí se mantuvo un minuto de silencio por las víctimas de las guerras, del terrorismo y de la violencia; se entregó un mensaje de paz que fue llevado por los niños a los presentes. Se encendió también un candelabro de la paz: el Papa lo hizo con la primera vela, después fue el rabino Brodman, la tercera la encendió el patriarca ecuménico Bartolomé I, a continuación lo hizo el jeque Abbas Shuman de la Universidad Al-Azhar y así sucesivamente los diversos líderes, que después firmaron uno a uno, un llamado de la paz.
“No tenemos armas –dijo el papa Francisco con tono sereno– creemos en cambio en la fuerza suave y humilde de la oración”. Y precisó: “En esta jornada la sed de paz se volvió invocación a Dios, para que cesen las guerras, el terrorismo y las violencias”. Señaló que si bien “diversas son nuestras tradiciones religiosas, las diferencias no son para nosotros motivo de conflicto, de polémica o de fría separación”.
Y añadió que “hoy no hemos rezado unos contra los otros, como lamentablemente aveces sucedió en la historia. Sin sincretismos y sin relativismos hemos en cambio rezado unos al lado de los otros, unos por los otros”.
Allí las intervenciones fueron varias. El patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I señaló que “debemos ser capaces de interrogarnos dónde quizás nos hemos equivocado” porque “nacieron fundamentalismos que amenazan el diálogo con los otros, pero también el diálogo en el interior de cada uno de nosotros”. Y concluyó: “Tenemos que ser capaces de aislarlos, de purificarlos, a la luz de nuestras creencias, de transformarlos en riqueza para todos”.
El obispo de Asís, Domenico Sorrentino, consideró que este evento “de oración, de concordia y de paz” es “una respuesta a un mundo entristecido por tantas guerras que muchas veces de modo blasfemo y satánico, agitan estandartes religiosos”.
El custodio del Sacro Convento, el padre Mauro Gambetti, señaló que “el mundo solamente conocerá una fase de desarrollo si quien está aquí no se considera mejor que los otros y no considera la propia religión, el propio grupo de pertenencia o la propia cultura superior a la de los demás”.
El fundador de la Comunidad San Egidio, Andrea Riccardi, tras recordar las diversas jornadas de oración por la paz, aseguró que “el diálogo revela que la guerra y las incomprensiones no son invencibles. Nada se pierde con el diálogo, todo es posible con la paz”.
Una señora joven, Tamar Mikalli, cristiana de Alepo que llegó a Italia gracias a los corredores humanitarios, narró el drama de la guerra en Siria que parece infinita. “A los hombres de religión, a Su Santidad, en nombre del pueblo sirio pedimos una oración, para que la paz y el amor vuelvan rápidamente a Siria y a cada parte del mundo”.
Conmovedor también el testimonio de un rabino de Isral, David Brodman, preso en Auschwitz cuando tenía 7 años, así como la del líder musulmán Din, que explicó que su religión quiere ser de paz para el mundo, o la del líder budista japonés, Koei Morikawa.