jueves, 16 de junio de 2016

PAPA FRANCISCO INVITA A REZAR EL PADRE NUESTRO Y PERDONAR DE CORAZÓN


El Papa invita a rezar el Padre Nuestro y perdonar de corazón a los que hacen daño

VATICANO, 16 Jun. 16 / (ACI).- El Papa Francisco habló esta mañana en la Casa Santa Marta del Vaticano de la importancia de rezar el Padre Nuestro teniendo siempre presente que somos hijos de Dios y perdonando a aquellos que nos han ofendido.

En la homilía que realizó en la Misa, comentó el Evangelio del día en el que Jesús enseña la oración del Padre Nuestro a sus discípulos. “Jesús se dirige siempre al Padre en los momentos fuertes de su vida” porque conoce que es un Padre que “sabe qué necesitamos antes de que nosotros se lo pidamos”. Se trata de uno que “nos escucha en lo escondido, en lo secreto, como Él, Jesús, aconseja orar: en lo secreto”, dijo el Papa.

Francisco fue más allá y explicó que “este Padre nos da la identidad de hijos. Y cuando digo ‘Padre’ llego a las raíces de mi identidad: mi identidad cristiana es ser hijo y esta es una gracia del Espíritu”.

“Ninguno puede decir ‘Padre’ sin la gracia del Espíritu. ‘Padre’ que es la palabra que Jesús usaba en los momentos más fuertes: cuando estaba lleno de alegría, de emoción: ‘Padre, te doy gracias porque me has escuchado’; o después al final, en los momentos finales de su vida, al final”.


Por tanto, “Jesús habla con el Padre. Es el camino de la oración y por esto me permito decir que es el espacio de oración”. “Sin sentir que somos hijos, sin sentirnos hijo, sin decir Padre, nuestra oración es pagana, es una oración de solo palabras”.

El Papa también dijo que se puede rezar a la Virgen, a los ángeles y a los santos, pero “la piedra angular de la oración es Padre”.

“Es sentir la mirada del Padre en mí, sentir que esa palabra ‘Padre’ no está vacía como las palabras de la oración de los paganos: es una llamada a Aquél que me ha dado la identidad de hijo”.

“Y después –prosiguió- a todos los santos, a los ángeles, hacemos las procesiones, las peregrinaciones… todo hermoso, pero siempre comenzando con ‘Padre’ y con la conciencia de que somos hijos y de que tenemos un Padre que nos ama y conoce nuestras necesidades”.

Pero en esta oración también se encuentra la palabra “nuestro” porque “somos hermanos, somos familia”. Es importante “la capacidad de perdón, de olvidar, olvidar las ofensas, ese sano hábito de ‘dejémoslo, que el Señor lo haga Él’ y no ir al rencor, al resentimiento, querer venganza”.

Así pues el Pontífice invitó a “orar al Padre perdonando a todos, olvidando las ofensas” porque “es la mejor oración que se puede hacer”.

“Es bueno que a veces hagamos un examen de conciencia sobre esto. ¿Para mi Dios es Padre, lo siento como Padre? Y si no lo siento así, le pido al Espíritu Santo que me enseñe a sentirlo así. ¿Soy capaz de olvidar las ofensas, de perdonar, de dejarlo pasar y si no, pedir al Padre que nos ayude a perdonar?. Hagamos este examen de conciencia sobre nosotros y nos hará bien, bien, bien. ‘Padre’ y ‘nuestro’: nos da la identidad de hijos y nos da una familia para ir juntos en la vida”.

PAPA FRANCISCO: ALLÍ DONDE ESTÁ JESÚS SIEMPRE HAY LIBERACIÓN Y SALVACIÓN


Papa Francisco: Allí donde está Jesús siempre hay liberación y salvación
Por Alvaro de Juana



VATICANO, 15 Jun. 16  (ACI).- Este miércoles en la Plaza de San Pedro tuvo lugar una nueva Audiencia General con el Papa Francisco, quien dedicó su catequesis a la parábola del ciego de Jericó y explicó que cuando pasa Jesús “siempre hay liberación, siempre hay salvación”.

“El Evangelista Lucas cuenta que el ciego estaba sentado en el borde del camino mientras mendigaba. Un ciego en aquel tiempo –pero también hasta hace poco– sólo podía vivir gracias a las limosnas”, explicó.

Francisco dijo que “la figura de este ciego representa a muchas personas que, también hoy, se encuentran marginadas a causa de una desventaja física o de otro tipo”.

El ciego del Evangelio “está separado de la gente, está allí sentado mientras la gente pasa metida en sus pensamientos… y en tantas otras cosas; y la calle, que puede ser un lugar de encuentro, para él sin embargo es lugar de soledad”.


“Es triste imaginar a un marginado, sobre todo en el contexto de la ciudad de Jericó, la espléndida y exuberante como un oasis en el desierto”, manifestó el Papa.


“Esa ciudad representa la puerta de entrada en la tierra prometida” porque "es donde el pueblo de Israel terminó el éxodo", aclaró después.

Volviendo al ciego, el Santo Padre recordó que “grita llamando a Jesús” pero “la gente lo regañaba para que estuviera en silencio”. “No tienen compasión por él, es más, les parece molesto sus gritos. La indiferencia y la hostilidad hace ciegos y sordos, impiden ver a los hermanos y no permiten reconocer en ellos al Señor”.

El Pontífice comentó cómo alguien de la muchedumbre –según el relato– le dice al ciego que está “pasando Jesús”. Sobre esto, el Papa señaló que “el paso de Jesús es indicado con el mismo verbo que en el Libro del Éxodo donde se habla del paso del ángel exterminador que salva a los Israelitas en Egipto”.

Para el ciego cuando pasa Jesús “es como si viniese anunciada su pascua. Sin dejarse intimidar, el ciego grita más veces hacia Jesús reconociéndolo como el Hijo de David, el Mesías esperado que, según el profeta Isaías, abriría los ojos a los cielos”.

“A diferencia de la gente, este ciego ve con los ojos de la fe” y “gracias a ella su súplica tiene una potente eficacia”, añadió.

Jesús al oírlo se para y hace que el centro de atención sea el ciego. “Se realiza aquí un doble paso: por un lado, la gente había anunciado una buena noticia al ciego, pero no quería tener nada que ver con él; ahora Jesús obliga a todos a tomar conciencia de que el buen anuncio implica poner en el centro de la propia calle a aquel que estaba excluido”.

Por otro lado, “el ciego no veía, pero su fe le abre la vía de la salvación y él se encuentra en medio de cuantos han bajado a la calle a ver a Jesús”.

Por tanto, “el paso del Señor es un encuentro de misericordia que une a todos en torno a Él para permitir reconocer quien tiene necesidad de ayuda y de consuelo”.

El Papa comentó que las palabras que Jesús dirige al ciego “¿qué puedo hacer por ti?” son “impresionantes”: “El Hijo de Dios ahora está frente al ciego como un humilde siervo”. “Dios se hace siervo del hombre pecador. Y el ciego responde a Jesús no llamándolo más ‘Hijo de David’ sino ‘Señor’, el título  que la Iglesia desde los inicios aplica a Jesús Resucitado”.

Entonces, “el ciego pide poder ver de nuevo y su deseo viene cumplido: ‘¡Que puedas ver de nuevo!, tú fe te ha salvado’”.

“Gracias a la fe ahora puede ver y, sobre todo, se siente amado por Jesús”, afirmó el Papa. “Por eso el relato termina diciendo que el ciego comenzó a seguirlo glorificando a Dios: se hace discípulo, de mendigo a discípulo”.

Pero “se da otro milagro: lo que le ocurre al ciego hace que la gente también vea. La misma luz ilumina a todos aunándolos en la oración de alabanza. Así Jesús infunde su misericordia a todos aquellos con los que se encuentra: los llama, los atrae hacia sí, los reúne, los sana y los ilumina, creando un nuevo pueblo que celebra las maravillas de su amor misericordioso”. 

CATEQUESIS DE PAPA FRANCISCO SOBRE LA PARÁBOLA DEL CIEGO DE JERICÓ

TEXTO COMPLETO Catequesis Papa Francisco sobre la parábola del ciego de Jericó
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VATICANO, 15 Jun. 16 / 
 (ACI).- El Papa Francisco dedicó la catequesis de la Audiencia General de esta semana a la parábola del ciego de Jericó que grita para pedir ayuda a Jesús.

“Cuantas veces nosotros, cuando vemos tanta gente en la calle –gente necesitada, enferma, que no tiene que comer– sentimos fastidio. Cuantas veces nosotros, cuando nos encontramos ante tantos prófugos y refugiados, sentimos fastidio. Es una tentación: todos nosotros tenemos esto, ¿eh? Todos, también yo, todos”, dijo Francisco.

A continuación, el texto completo de la catequesis del Papa:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Un día Jesús, acercándose a la ciudad de Jericó, realizó el milagro de restituir la vista a un ciego que mendigaba a lo largo del camino (Cfr. Lc 18,35-43). Hoy queremos aferrar el significado de este signo porque también nos toca directamente.

El evangelista Lucas dice que aquel ciego estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna (Cfr. v. 35). Un ciego en aquellos tiempos – incluso hasta hace poco tiempo atrás – podía vivir solo de la limosna. La figura de este ciego representa a tantas personas que, también hoy, se encuentran marginadas a causa de una discapacidad física o de otro tipo.

Está separado de la gente, está ahí sentado mientras la gente pasa ocupada, en sus pensamientos y tantas cosas… Y el camino, que puede ser un lugar de encuentro, para él en cambio es el lugar de la soledad. Tanta gente que pasa. Y él está solo.


Es triste la imagen de un marginado, sobre todo en el escenario de la ciudad de Jericó, la espléndida y prospera oasis en el desierto. Sabemos que justamente a Jericó llegó el pueblo de Israel al final del largo éxodo de Egipto: aquella ciudad representa la puerta de ingreso en la tierra prometida.

Recordemos las palabras que Moisés pronunció en aquella circunstancia; decía así: «Si hay algún pobre entre tus hermanos, en alguna de las ciudades del país que el Señor, tu Dios, te da, no endurezcas tu corazón ni le cierres tu mano. Es verdad que nunca faltarán pobres en tu país. Por eso yo te ordeno: abre generosamente tu mano el pobre, al hermano indigente que vive en tu tierra» (Deut. 15,7.11).

Es agudo el contraste entre esta recomendación de la Ley de Dios y la situación descrita en el Evangelio: mientras el ciego grita – tenia buena voz, ¿eh? – mientras el ciego grita invocando a Jesús, la gente le reprocha para hacerlo callar, como si no tuviese derecho a hablar. No tienen compasión de él, es más, sienten fastidio por sus gritos. Eh… Cuantas veces nosotros, cuando vemos tanta gente en la calle – gente necesitada, enferma, que no tiene que comer – sentimos fastidio.

Cuantas veces nosotros, cuando nos encontramos ante tantos prófugos y refugiados, sentimos fastidio. Es una tentación: todos nosotros tenemos esto, ¿eh? Todos, también yo, todos. Es por esto que la Palabra de Dios nos enseña. La indiferencia y la hostilidad los hacen ciegos y sordos, impiden ver a los hermanos y no permiten reconocer en ellos al Señor. Indiferencia y hostilidad.

Y cuando esta indiferencia y hostilidad se hacen agresión y también insulto – “pero échenlos fuera a todos estos”, “llévenlos a otra parte” – esta agresión; es aquello que hacia la gente cuando el ciego gritaba: “pero tu vete, no hables, no grites”.

Notamos una característica interesante. El Evangelista dice que alguien de la multitud explicó al ciego el motivo de toda aquella gente diciendo: «Que pasaba Jesús de Nazaret» (v. 37). El paso de Jesús es indicado con el mismo verbo con el cual en el libro del Éxodo se habla del paso del ángel exterminador que salva a los Israelitas en las tierras de Egipto (Cfr. Ex 12,23).

Es el “paso” de la pascua, el inicio de la liberación: cuando pasa Jesús, siempre hay liberación, siempre hay salvación. Al ciego, pues, es como si fuera anunciada su pascua. Sin dejarse atemorizar, el ciego grita varias veces dirigiéndose a Jesús reconociéndolo como Hijo de David, el Mesías esperado que, según el profeta Isaías, habría abierto los ojos a los ciegos (Cfr. Is 35,5). A diferencia de la multitud, este ciego ve con los ojos de la fe. Gracias a ella su suplica tiene una potente eficacia.

De hecho, al oírlo, «Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran» (v. 40). Haciendo así Jesús quita al ciego del margen del camino y lo pone al centro de la atención de sus discípulos y de la gente. Pensemos también nosotros, cuando hemos estado en situaciones difíciles, también en situaciones de pecado, como ha estado ahí Jesús a tomarnos de la mano y a sacarnos del margen del camino a la salvación.

Se realiza así un doble pasaje. Primero: la gente había anunciado la buena noticia al ciego, pero no quería tener nada que ver con él; ahora Jesús obliga a todos a tomar conciencia que el buen anuncio implica poner al centro del propio camino a aquel que estaba excluido.

Segundo: a su vez, el ciego no veía, pero su fe le abre el camino a la salvación, y él se encuentra en medio de cuantos habían bajado al camino para ver a Jesús. Hermanos y hermanas, el paso del Señor es un encuentro de misericordia que une a todos alrededor de Él para permitir reconocer quien tiene necesidad de ayuda y de consolación. También en nuestra vida Jesús pasa; y cuando pasa Jesús, y yo me doy cuenta, es una invitación a acercarme a Él, a ser más bueno, a ser mejor cristiano, a seguir a Jesús.

Jesús se dirige al ciego y le pregunta: «¿Qué quieres que haga por ti?» (v. 41). Estas palabras de Jesús son impresionantes: el Hijo de Dios ahora está frente al ciego como un humilde siervo. Él, Jesús, Dios dice: “Pero, ¿Qué cosa quieres que haga por ti? ¿Cómo quieres que yo te sirva?” Dios se hace siervo del hombre pecador. Y el ciego responde a Jesús no más llamándolo “Hijo de David”, sino “Señor”, el título que la Iglesia desde los inicios aplica a Jesús Resucitado.

El ciego pide poder ver de nuevo y su deseo es escuchado: «¡Señor, que yo vea otra vez! Y Jesús le dijo: Recupera la vista, tu fe te ha salvado» (v. 42). Él ha mostrado su fe invocando a Jesús y queriendo absolutamente encontrarlo, y esto le ha traído el don de la salvación. Gracias a la fe ahora puede ver y, sobre todo, se siente amado por Jesús.

Por esto la narración termina refiriendo que el ciego «recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios» (v. 43): se hace discípulo. De mendigo a discípulo, también este es nuestro camino: todos nosotros somos mendigos, todos.

Tenemos necesidad siempre de salvación. Y todos nosotros, todos los días, debemos hacer este paso: de mendigos a discípulos. Y así, el ciego se encamina detrás del Señor y entrando a formar parte de su comunidad. Aquel que querían hacer callar, ahora testimonia a alta voz su encuentro con Jesús de Nazaret, y  «todo el pueblo alababa a Dios» (v. 43).

Sucede un segundo milagro: lo que había sucedido al ciego hace que también la gente finalmente vea. La misma luz ilumina a todos uniéndolos en la oración de alabanza. Así Jesús infunde su misericordia sobre todos aquellos que encuentra: los llama, los hace venir a Él, los reúne, los sana y los ilumina, creando un nuevo pueblo que celebra las maravillas de su amor misericordioso.

Pero dejémonos también nosotros llamar por Jesús, y dejémonos curar por Jesús, perdonar por Jesús, y vayamos detrás de Jesús alabando a Dios. ¡Así sea!

BENEDICTO XVI CELEBRARÁ 65 AÑOS DE SACERDOCIO JUNTO AL PAPA FRANCISCO


Benedicto XVI celebrará 65 años de sacerdocio junto al Papa Francisco



VATICANO, 14 Jun. 16 /
 (ACI).- El 28 de junio, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, tendrá lugar una ceremonia para celebrar el 65° aniversario de ordenación sacerdotal de Benedicto XVI, realizada el 29 de junio de 1951, y a la que asistirá el Papa Francisco.

El anuncio fue hecho por la Fundación Ratzinger, la cual indicó en su sitio web que con motivo de este aniversario será presentado también un volumen sobre el sacerdocio.

La presencia pública de Benedicto XVI a fin de mes había sido adelantada por su secretario personal y Prefecto de la Casa Pontificia, Mons. Georg Ganswein. “Benedicto XVI celebrará el 65 aniversario de su sacerdocio el 29 de junio y veremos qué hacer. Esto podría dar la oportunidad de mostrar que Benedicto XVI está bien”, afirmó el Prelado el pasado 20 de mayo.

Joseph Ratzinger fue ordenado sacerdote por el Arzobispo de Munich (Alemania), Cardenal Michael von Faulhaber; junto a su hermano Georg Ratzinger y otros 40 seminaristas.


Así lo recordó el entonces Cardenal Ratzinger en su autobiografía. “Éramos más de 40 candidatos; cuando fuimos llamados respondimos Adsum, ‘estoy aquí’. Era un espléndido día de verano, que permanece inolvidable, como el momento más importante de mi vida”, expresó.

“No se debe ser supersticioso, pero en el momento en el cual el anciano arzobispo impuso las manos sobre mí, un pajarillo –tal vez una alondra-, se elevó sobre el altar mayor de la catedral y entonó un pequeño canto alegre; para mí fue como si una voz de lo alto me dijese: está bien así, estás en el camino correcto”, recordó.

En el texto, citado por la Fundación Ratzinger, el futuro Papa también recordó su primera Misa “en nuestra iglesia parroquial de San Osvaldo”. “Estaba iluminada en todo su esplendor, y la alegría que la llenaba casi palpablemente implica a todos en la acción sagrada, en la forma viva de una “participación activa’, que no necesitaba de un particular trabajo exterior”.

“Estábamos invitados a llevar a todas las casas la bendición de la primera Misa y fuimos acogidos en todas partes, también por personas completamente desconocidas, con una cordialidad que hasta aquel momento no me había imaginado”.

“Experimenté así –recordó Benedicto XVI-, muy directamente cuáles eran las grandes expectativas que los hombres tienen de su encuentro con el sacerdote, cuánto esperan su bendición, que deriva de la fuerza del sacramento. No se trataba de mi persona o de mi hermano”.

“¿Qué cosa habría podido significar para tanta gente encontrar dos jóvenes como nosotros? Ellos veían en nosotros a las personas a las cuales Cristo les había confiado un deber, para llevar su presencia entre los hombres”, expresó.

Asimismo, el 11 de junio de 2010, durante la Misa de clausura del Año Sacerdotal, Benedicto XVI señaló que el sacerdocio no es “simplemente ‘oficio’, sino sacramento: Dios se sirve de un pobre hombre para estar, a través de él, presente para los hombres y actuar en su favor”.

En ese sentido, indicó la Fundación, al tema del sacerdocio se dedica el tomo XII de la Opera Omnia de Joseph Ratzinger, titulada "Proclamadores de la Palabra y Servidores de su alegría", que incluye más de 80 textos centrados en su ministerio eclesiástico.

El libro, cuyo subtítulo es "Teología y Espiritualidad del Sacramento del Orden", contiene estudios teológicos y científicos estudios, meditaciones sobre la espiritualidad sacerdotal y homilías sobre el ministerio episcopal, presbiteral y diaconal, fruto de la actividad del teólogo y Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Cardenal Joseph Ratzinger, durante casi medio siglo, entre 1954 y 2002.

ORACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


martes, 14 de junio de 2016

PAPA FRANCISCO: TODO CRISTIANO DEBE AMAR A SU ENEMIGO Y REZAR POR ÉL


Papa Francisco: Todo cristiano debe amar a su enemigo y rezar por él

VATICANO, 14 Jun. 16 /  (ACI).- Uno de los mensajes centrales de Jesús y de la Iglesia es “amar al enemigo”, y el Papa Francisco explicó que también es esencial rezar por ellos.

Al comentar el Evangelio de la liturgia del día en la Misa matutina de la capilla en la Casa Santa Marta, el Pontífice habló sobre los Mandamientos y pidió: “Que el Señor nos de la gracia, solo esta: oren por los enemigos, por aquellos que nos desean mal, que no quieren el bien para nosotros. Orar por aquellos que nos hacen mal, que nos persiguen. Y cada uno de nosotros sabe el nombre y el apellido: oro por esto, por esto, por esto… Les aseguro que esta oración hará dos cosas: a él lo hará mejorar porque la oración es potente, y a nosotros nos hará más hijos del Padre”. 

El Pontífice dijo que cuando Jesús inicia su predicación “la explicación de la Ley entonces estaba en crisis”. “Era una explicación demasiado teórica, casuística, digamos que era una ley en la que no existía el corazón propio de la Ley, que es el amor de Dios que nos ha dado a nosotros”, señaló.

“Por esto el Señor repite lo que ya estaba en el Antiguo Testamento: ‘¿el mandamiento más grande cual es?’. Amar a Dios con todo el corazón, con todas sus fuerzas, con todo el alma, y al prójimo como a ti mismo”.


El Papa señaló que “en la explicación de los doctores de la Ley esto no estaba tan en el centro. En el centro estaban los casos: ‘¿Pero se puede hacer esto?’, ‘¿Y si no se puede?’. La casuística característica de la Ley. Y Jesús toma esto y relanza el verdadero sentido de la Ley para llevarlo a su plenitud”.

Así, Jesús ofrece “muchos ejemplos” en los que muestra cómo los mandamientos son buenos: “No matarás”, que también se refiere a insultar a un hermano.

Francisco indicó que la explicación que hace Jesús de los mandamientos, y que se puede ver sobre todo en el Evangelio de San Mateo, es “un camino de sanación: un corazón herido por el pecado original -todos nosotros tenemos el corazón herido por el pecado, todos- debe ir por este camino de corazón y sanar para semejarnos al Padre, que es perfecto”.

Amar al enemigo “es el último escalón” de este camino, es el más difícil, manifestó el Papa Francisco.

Evangelio comentado por el Papa

Mateo 5:43-48

43 «Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.
44 Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan,
45 para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.
46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos?
47 Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles?
48 Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial.

VATICANO CONFIRMA QUE LOS CARISMAS SON ESENCIALES PARA LA IGLESIA


Vaticano confirma que los carismas son esenciales para la Iglesia
Por Alvaro de Juana




VATICANO, 14 Jun. 16  (ACI).- Los dones jerárquicos y los dones carismáticos son “co-esenciales” para la vida de la Iglesia. Esta es la conclusión de Iuvenescit Ecclesia (La Iglesia rejuvenece), una carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe dirigida a los obispos de todo el mundo.

La carta aborda la relación entre la jerarquía (sacramento del orden epicopal, presbiteral y diaconal) y los carismas (suscitados por el Espíritu Santo) en la Iglesia, es decir, las asociaciones, movimientos y comunidades animados y guiados la mayoría por laicos.

La publicación de la Carta lleva fecha del 15 de mayo de 2016, Solemnidad de Pentecostés y fue aprobada por el Papa Francisco el pasado 14 de marzo.

“La Iglesia rejuvenece por el poder del Evangelio y el Espíritu continuamente la renueva, edificándola y guiándola con diversos dones jerárquicos y carismáticos”, señala carta en su introducción.

El inicio del documento destaca la importancia del Concilio Vaticano II en el origen de estos carismas que tienen urgencia en “la tarea de comunicar con eficacia el Evangelio”. Por eso, “en esta tarea indispensable de la nueva evangelización es más necesario que nunca reconocer y apreciar los muchos carismas que pueden despertar y alimentar la vida de fe del pueblo de Dios”.

Atracción del encuentro con el Señor

El texto reconoce que “tanto antes como después del Concilio Vaticano II han surgido numerosos grupos eclesiales que constituyen un gran recurso de renovación para la Iglesia y para la urgente ‘conversión pastoral y misionera’ de toda la vida eclesial”.

“Los grupos de fieles, movimientos eclesiales y nuevas comunidades proponen formas renovadas de seguimiento de Cristo en los que profundizar la comunión con Dios y la comunión con los fieles, llevando a los nuevos contextos sociales la atracción del encuentro con el Señor Jesús y la belleza de la existencia cristiana vivida integralmente”.

Los siguientes capítulos del documento de Doctrina de la fe realizan un breve repaso sobre los carismas en el Nuevo Testamento y en el Magisterio reciente de la Iglesia.

Respecto a los dones jerárquicos, el texto afirma que “en sus diversos grados, se dan para que a la Iglesia, como comunión, no le falte nunca a ningún fiel la oferta objetiva de la gracia en los Sacramentos, el anuncio normativo de la Palabra de Dios y la cura pastoral”.

Sobre los dones carismáticos, explica que “se distribuyen libremente por el Espíritu Santo para que la gracia sacramental lleve sus frutos a la vida cristiana de diferentes maneras y en todos sus niveles”. Estos dones “mueven a los fieles a responder libremente y de manera adecuada al mismo tiempo, al don de la salvación, haciéndose a sí mismos un don de amor para otros y un auténtico testimonio del Evangelio para todos los hombres”.

Autenticidad del carisma

La carta califica a los movimientos y nuevas comunidades de “dones carismáticos compartidos” que “muestran cómo un carisma original en particular puede agregar a los fieles y ayudarles a vivir plenamente su vocación cristiana y el propio estado de vida al servicio de la misión de la Iglesia”.

Otro de los asuntos que aborda el documento es el reconocimiento por parte de la autoridad eclesiástica de estos carismas. Algunos “no requieren de regulaciones específicas” pero “cuando un don carismático se presenta como ‘carisma originario’ o ‘fundamental’ entonces necesita un reconocimiento específico para que esa riqueza se articule de manera adecuada en la comunión eclesial y se transmita fielmente a lo largo del tiempo”.

Así, “reconocer la autenticidad del carisma no es siempre una tarea fácil, pero es un servicio debido que los pastores tienen que efectuar”.

La Congregación para la Doctrina de la Fe subraya que “la autoridad debe ser consciente de la espontaneidad real de los carismas suscitados por el Espíritu Santo, valorándolos de acuerdo con la regla de la fe en vista de la edificación de la Iglesia”.

En otro de los capítulos se detallan los criterios para el discernimiento de los dones carismáticos: “el primado de la vocación de todo cristiano a la santidad; el compromiso con la difusión misionera del Evangelio; la confesión de la fe católica; el testimonio de una comunión activa con toda la Iglesia; el respeto y el reconocimiento de la complementariedad mutua de los otros componentes en la Iglesia carismática”.

También señala “la aceptación de los momentos de prueba en el discernimiento de los carismas” y “la presencia de frutos espirituales; la dimensión social de la evangelización”.

Pertenencia de sacerdotes, seminaristas y matrimonios

La última parte de “La Iglesia rejuvenece” hace referencia a la relación entre los carismas y la jerarquía: “la práctica de la buena relación entre los diferentes dones en la Iglesia requiere la inserción activa de la realidad carismática en la vida pastoral de las Iglesias particulares”, manifiesta el texto.

El documento también afirma que “se tendrá que tener en cuenta la relación esencial y constitutiva entre la Iglesia universal y las Iglesias particulares”.

Por otro lado, se reconoce que los dones “pueden estar relacionados con todo el orden de la comunión eclesial, tanto en referencia a los Sacramentos como a la Palabra de Dios”. “Ellos, de acuerdo con sus diferentes características, permiten dar mucho fruto en el desempeño que emanan del Bautismo, la Confirmación, el Matrimonio y el Orden, así como hacen posible una mayor comprensión espiritual de la divina Tradición”.

Sobre la pertenencia de los matrimonios a estos grupos eclesiales, se dice que “pueden instruir válidamente a los jóvenes y cónyuges mismos, principalmente a los recién casados, en la doctrina y en la acción y en formarlos para la vida familiar, social y apostólica”.

Los sacerdotes también pueden formar parte de ellos y encontrar así “fuerza y ayuda para vivir plenamente cuanto se requiere de su ministerio específico”, algo que también sucede con los seminaristas.

Por último, la carta nos invita a mirar a María, Madre de la Iglesia y modelo de “plena docilidad a la acción del Espíritu Santo” y de “límpida humildad”: por su intercesión, se espera que “los carismas distribuidos abundantemente por el Espíritu Santo entre los fieles sean mansamente acogidos por ellos y den frutos para la vida y misión de la Iglesia y para el bien del mundo”.