domingo, 3 de abril de 2016
sábado, 2 de abril de 2016
HOMILIA PAPA FRANCISCO EN LA VIGILIA DE ORACIÓN POR LA DIVINA MISERICORDIA
Homilía Papa Francisco en la Vigilia de oración por la Divina Misericordia
(ACI).- El Papa Francisco presidió esta tarde en la Plaza de San Pedro la Vigilia de oración con motivo de la fiesta de la Divina Misericordia que se celebra este domingo y como uno de los eventos del Jubileo de la Misericordia.
El Santo Padre pronunció la homilía al término de la misma. En ella explicó que “Dios no se cansa nunca de manifestar la misericordia y nosotros no deberíamos acostumbrarnos nunca a recibirla, buscarla y desearla”. “
“Siempre es algo nuevo que provoca estupor y maravilla al ver la gran fantasía creadora de Dios, cuando sale a nuestro encuentro con su amor”, aseguró.
A continuación, el texto completo de la homilía:
Queridos hermanos y hermanas, buenas tardes.
Compartimos con alegría y agradecimiento este momento de oración que nos introduce en el Domingo de la Misericordia, muy deseado por san Juan Pablo II para hacer realidad una petición de santa Faustina. Los testimonios que han sido presentados —por los que damos gracias— y las lecturas que hemos escuchado abren espacios de luz y de esperanza para entrar en el gran océano de la misericordia de Dios. ¿Cuántos son los rostros de la misericordia, con los que él viene a nuestro encuentro? Son verdaderamente muchos; es imposible describirlos todos, porque la misericordia de Dios es un crescendo continuo. Dios no se cansa nunca de manifestarla y nosotros no deberíamos acostumbrarnos nunca a recibirla, buscarla y desearla. Siempre es algo nuevo que provoca estupor y maravilla al ver la gran fantasía creadora de Dios, cuando sale a nuestro encuentro con su amor.
Dios se ha revelado, manifestando muchas veces su nombre, y este nombre es “misericordioso” (cf. Ez 34,6). Así como la naturaleza de Dios es grande e infinita, del mismo modo es grande e infinita su misericordia, hasta el punto que parece una tarea difícil poder describirla en todos sus aspectos. Recorriendo las páginas de la Sagrada Escritura, encontramos que la misericordia es sobre todo cercanía de Dios a su pueblo. Una cercanía que se manifiesta principalmente como ayuda y protección. Es la cercanía de un padre y de una madre que se refleja en una bella imagen del profeta Oseas: «Con lazos humanos los atraje, con vínculos de amor. Fui para ellos como quien alza un niño hasta sus mejillas. Me incliné hacia él para darle de comer» (11,4). Es muy expresiva esta imagen: Dios toma a cada uno de nosotros y nos alza hasta sus mejillas. Cuánta ternura contiene y cuánto amor manifiesta. He pensado en esta palabra del Profeta cuando he visto el logo del Jubileo. Jesús no sólo lleva sobre sus espaldas a la humanidad, sino que además pega su mejilla a la de Adán, hasta el punto que los dos rostros parecen fundirse en uno.
No tenemos un Dios que no sepa comprender y compadecerse de nuestras debilidades (cf. Hb 4, 15). Al contrario, precisamente en virtud de su misericordia, Dios se ha hecho uno de nosotros: «El Hijo de Dios con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, con cada hombre.
No tenemos un Dios que no sepa comprender y compadecerse de nuestras debilidades (cf. Hb 4, 15). Al contrario, precisamente en virtud de su misericordia, Dios se ha hecho uno de nosotros: «El Hijo de Dios con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, con cada hombre.
Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejantes a nosotros, excepto en el pecado» (Gaudium et spes, 22). Por lo tanto, en Jesús no sólo podemos tocar la misericordia del Padre, sino que somos impulsados a convertirnos nosotros mismos en instrumentos de su misericordia. Puede ser fácil hablar de misericordia, mientras que es más difícil llegar a ser testigos de esa misericordia en lo concreto. Este es un camino que dura toda la vida y no debe detenerse. Jesús nos dijo que debemos ser “misericordiosos como el Padre” (cf. Lc 6,36).
¡Cuántos rostros, entonces, tiene la misericordia de Dios! Ésta se nos muestra como cercanía y ternura, pero en virtud de ello también como compasión y comunicación, como consolación y perdón. Quién más la recibe, más está llamado a ofrecerla, a comunicarla; no se puede tener escondida ni retenida sólo para sí mismo. Es algo que quema el corazón y lo estimula a amar, porque reconoce el rostro de Jesucristo sobre todo en quien está más lejos, débil, solo, confundido y marginado. La misericordia sale a buscar la oveja perdida, y cuando la encuentra manifiesta una alegría contagiosa. La misericordia sabe mirar a los ojos de cada persona; cada una es preciosa para ella, porque cada una es única.
Queridos hermanos y hermanas, la misericordia nunca puede dejarnos tranquilos. Es el amor de Cristo que nos “inquieta” hasta que no hayamos alcanzado el objetivo; que nos empuja a abrazar y estrechar a nosotros, a involucrar, a quienes tienen necesidad de misericordia para permitir que todos sean reconciliados con el Padre (cf. 2 Co 5,14-20). No debemos tener miedo, es un amor que nos alcanza y envuelve hasta el punto de ir más allá de nosotros mismos, para darnos la posibilidad de reconocer su rostro en los hermanos. Dejémonos guiar dócilmente por este amor y llegaremos a ser misericordiosos como el Padre.
Que sea, pues, el Espíritu Santo quien guíe nuestros pasos: Él es el amor, él es la misericordia que se comunica a nuestros corazones. No pongamos obstáculos a su acción vivificante, sino sigámoslo dócilmente por los caminos que nos indica. Permanezcamos con el corazón abierto, para que el Espíritu pueda transformarlo; y así, perdonados y reconciliados, seamos testigos de la alegría que brota del encuentro con el Señor Resucitado, vivo entre nosotros.
MENSAJE DEL VATICANO EN EL DÍA MUNDIAL DEL AUTISMO, ACOJAMOS Y DEMOS ESPERANZA
Mensaje del Vaticano en el Día Mundial del Autismo: Acojamos y demos esperanza
(ACI).- Con ocasión de la Jornada Mundial del Autismo que se celebra este 2 de abril, el Presidente del Pontificio Consejo para los Operadores Sanitarios, Mons. Zygmunt Zimowski, ha hecho público un mensaje en el que pide que sean acogidos y acompañados para ayudarlos también en el crecimiento espiritual y se les de esperanza.
“Muchas veces el cansancio diario, la desilusión, la pérdida, la soledad, el ansia por el futuro pueden tener ventaja sobre la esperanza, que siempre debería animar a las familias, los operadores sanitarios y las asociaciones científicas y de búsqueda, las instituciones escolares, los voluntarios y todos aquellos que, a título diverso están junto a las personas con problemas de autismo”.
El prelado recuerda la importancia de “estimular el compromiso en este sector para mejorar los servicios” y “estar junto a las personas autistas y sus familiares”.
El mensaje señala que existe esperanza, que para un cristiano es “espera ferviente, apasionada del cumplimiento del último y definitivo misterio, el misterio del amor de Dios”. Por ello, “estamos llamados a guardar nuestra fidelidad a Dios”.
“Dios es, en efecto, bondad y benevolencia sin límites que toma cuidado de sus hijos y no abandonará jamás a aquellos que ha llamado a entrar en su comunión, cualesquiera que sean las dificultades”.
“La sensibilidad ante este problema neurológico y de comportamiento, que hasta hace poco tiempo era considerado un estigma social, afortunadamente cada vez tiene más consideración en el campo del diagnóstico y de la búsqueda, como en la asistencia, de la inserción en la escuela y en el trabajo, así como en el crecimiento espiritual”.
El Presidente explica que “esto constituye un signo de esperanza” y se debe animar el compromiso “de favorecer la acogida, el encuentro, la solidaridad, en una obra concreta de ayuda y de renovada promoción de la esperanza, teniendo en cuenta sobre todo que el que es autista lo es por toda la vida”.
Para esto es importante el compromiso de los trabajadores de la educación, la sanidad y el ámbito social, que ayudarán a “promover políticas eficaces y eficientes”.
Tomando de ejemplo el Jubileo de la Misericordia, el mensaje pide estimular a creyentes y no creyentes a “redescubrir la actitud de acogida y de fraterna solidaridad”.
miércoles, 30 de marzo de 2016
CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE LA CONFIANZA EN EL PERDÓN DE DIOS
[TEXTO COMPLETO] Catequesis del Papa Francisco sobre la confianza en el perdón de Dios
(ACI).- El Papa Francisco habló en la catequesis de este miércoles de la misericordia de Dios y su perdón frente al pecado, para lo que reflexionó sobre el salmo 51 “Miserere”.
“Todos nosotros somos pecadores, pero con el perdón nos convertimos en criaturas nuevas, llenas del Espíritu y llenas de alegría”, explicó
“Ahora, una nueva realidad comienza para nosotros: un nuevo corazón, un nuevo espíritu, una nueva vida. Nosotros, pecadores, perdonados, que hemos acogido la gracia divina, podemos enseñar a los demás a no pecar más”.
A continuación, el texto completo de la catequesis gracias a Radio Vaticano:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Terminamos hoy las catequesis sobre la misericordia en el Antiguo Testamento, y lo hacemos meditando el Salmo 51, llamado Miserere. Se trata de una oración penitencial en la cual la súplica de perdón es precedida por la confesión de la culpa y en la cual el orante, dejándose purificar por el amor del Señor, se convierte en una nueva creatura, capaz de obediencia, de firmeza de espíritu, y de alabanza sincera.
El “título” que la antigua tradición hebrea ha puesto a este Salmo hace referencia al rey David y a su pecado con Betsabé, la mujer de Urías el Hitita. Conocemos bien los hechos. El rey David, llamado por Dios a pastorear el pueblo y a guiarlo por caminos de obediencia a la Ley divina, traiciona su propia misión y, después de haber cometido adulterio con Betsabé, hace asesinar al marido. ¡Un horrible pecado! El profeta Natán le revela su culpa y lo ayuda a reconocerlo. Es el momento de la reconciliación con Dios, en la confesión del propio pecado. ¡Y en esto David ha sido humilde, ha sido grande!
Quien ora con este Salmo está invitado a tener los mismos sentimientos de arrepentimiento y de confianza en Dios que tuvo David cuando se había arrepentido y, a pesar de ser rey, se ha humillado si tener temor de confesar su culpa y mostrar su propia miseria al Señor, pero convencido de la certeza de su misericordia. ¡Y no era un pecado, una pequeña mentira, aquello que había hecho; había cometido adulterio y un asesinato!
El Salmo inicia con estas palabras de súplica: «¡Ten piedad de mí, oh Dios, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! – se siente pecador – ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado!» (vv. 3-4).
La invocación está dirigida al Dios de misericordia porque, movido por un amor grande como aquel de un padre o de una madre, tenga piedad, es decir, haga gracia, muestre su favor con benevolencia y comprensión. Es un llamado a Dios, el único que puede liberar del pecado. Son usadas imágenes muy plásticas: borra, lávame, purifícame. Se manifiesta, en esta oración, la verdadera necesidad del hombre: la única cosa de la cual tenemos verdaderamente necesidad en nuestra vida es aquella de ser perdonados, liberados del mal y de sus consecuencias de muerte. Lamentablemente, la vida nos hace experimentar muchas veces estas situaciones; y sobre todo en ellas debemos confiar en la misericordia. Dios es más grande de nuestro pecado. No olvidemos esto: Dios es más grande de nuestro pecado. “Padre yo no lo sé decir, he cometido tantos graves, tantos” Dios es más grande de todos los pecados que nosotros podamos cometer. Dios es más grande de nuestro pecado. ¿Lo decimos juntos? Todos. “¡Dios – todos juntos – es más grande de nuestro pecado! Una vez más: “Dios es más grande nuestro pecado”. Una vez más: “Dios es más grande nuestro pecado”. Y su amor es un océano en el cual podemos sumergirnos sin miedo de ser superados: perdonar para Dios significa darnos la certeza que Él no nos abandona jamás. Cualquier cosa podamos reclamarnos, Él es todavía y siempre más grande de todo (Cfr. 1 Jn 3,20) porque Dios es más grande de nuestro pecado..
En este sentido, quien ora con este Salmo busca el perdón, confiesa su propia culpa, pero reconociéndola celebra la justicia y la santidad de Dios. Y luego pide todavía gracia y misericordia. El salmista confía en la bondad de Dios, sabe que el perdón divino es sumamente eficaz, porque crea lo que dice. No esconde el pecado, sino lo destruye y lo borra; pero lo borra desde la raíz no como hacen en la tintorería cuando llevamos un vestido y borran la mancha. ¡No! Dios borra nuestro pecado desde la raíz, ¡todo! Por eso el penitente se hace puro, toda mancha es eliminada y él ahora es más blanco que la nieve incontaminada. Todos nosotros somos pecadores. ¿Y esto es verdad? Si alguno de ustedes no se siente pecador que alce la mano. Ninguno, ¡eh! Todos lo somos.
Nosotros pecadores, con el perdón, nos hacemos creaturas nuevas, rebosantes de espíritu y llenos de alegría. Ahora una nueva realidad comienza para nosotros: un nuevo corazón, un nuevo espíritu, una nueva vida. Nosotros, pecadores perdonados, que hemos recibido la gracia divina, podemos incluso enseñar a los demás a no pecar más. “Pero Padre, yo soy débil: yo caigo, caigo”, ¡pero si tú caes, levántate! Cuando un niño cae, ¿Qué hace? Levanta la mano a la mamá, al papá para que lo levanten. Hagamos lo mismo. Si tú caes por debilidad en el pecado, levanta la mano: el Señor la toma y te ayudará a levantarte. Esta es la dignidad del perdón de Dios. La dignidad que nos da el perdón de Dios es aquella de levantarnos, ponernos siempre de pie, porque Él ha creado al hombre y a la mujer para estar en pie.
Dice el Salmista: «Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. […] Yo enseñaré tu camino a los impíos y los pecadores volverán a ti» (vv. 12.15).
Queridos hermanos y hermanas, el perdón de Dios es aquello de lo cual todos tenemos necesidad, y es el signo más grande de su misericordia. Un don que todo pecador perdonado es llamado a compartir con cada hermano y hermana que encuentra. Todos aquellos que el Señor nos ha puesto a lado, los familiares, los amigos, los compañeros, los parroquianos… todos son, como nosotros, necesitados de la misericordia de Dios. Es bello ser perdonados, pero también tú, si quieres ser perdonado, perdona también tú. ¡Perdona! Nos conceda el Señor, por intercesión de María, Madre de misericordia, ser testigos de su perdón, que purifica el corazón y transforma la vida. Gracias.
PAPA FRANCISCO SOBRE MADRE ANGÉLICA, ESTÁ EN EL CIELO
Papa Francisco sobre Madre Angélica: Está “en el cielo”
(ACI).- Al final de la Audiencia General de los Miércoles, el Papa Francisco bendijo una imagen de la Madre Angélica, la fundadora del conglomerado de medios católico EWTN fallecida el Domingo de Resurrección, y expresó su confianza de que ya goza del cielo.
“En el cielo”, dijo el Papa mientras señalaba el firmamento dirigiéndose al equipo de EWTN en Roma que asistió a la Audiencia llevando una fotografía de la religiosa.
Los trabajadores de EWTN portaron una imagen de la Madre Angélica. El Papa logró identificar la fotografía en medio de la gran cantidad de gente que asistió a la Audiencia y la bendijo a pedido de la productora ejecutiva de EWTN en Roma, Martha Calderón.
La Madre María Angélica de la Anunciación fundó la Eternal Word Television Network (EWTN), en 1981 y hoy es la cadena de medios religiosos más grande del mundo.
Falleció el 27 de marzo tras 15 años de lucha contra las secuelas de un derrame cerebral. Tenía 92 años de edad.
Los funerales de la Madre Angélica se realizarán el próximo viernes 1 de abril en Hanceville, Alabama. Tras conocer la noticia de su muerte, Benedicto XVI afirmó que el hecho de que la recordada Madre Angélica haya fallecido en el Domingo de Pascua “es un don”.
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