El Papa clausura Sínodo y pide defender a la Iglesia de ataques del diablo
Redacción ACI Prensa
Foto: Bohumil Petrik (ACI Prensa)
El Papa Francisco clausuró este sábado el Sínodo de los Obispos con un llamado a los fieles a defender a la Iglesia con la oración y la penitencia, de los ataques que el Gran Acusador realiza a causa de los pecados de sus hijos.
“Nuestra madre (la Iglesia) es santa, pero los hijos somos pecadores. Somos todos pecadores, no lo olvidemos”, señaló el Papa ante los padres sinodales reunidos en el Vaticano.
Sin embargo, advirtió que “el Gran Acusador” aprovecha los pecados de los hijos para atacar a la Iglesia. “Dice en el primer capítulo de Job que gira y gira por la tierra buscando a quien acusar” y “en este momento nos está acusando fuerte” y “esta acusación se convierte en persecución”.
El Pontífice añadió que las acusaciones del diablo también “se convierten en otro tipo de persecución, acusaciones continuas para ensuciar la Iglesia. Y la Iglesia no se ensucia: los hijos ‘estamos todos sucios’, pero la Madre, no”.
Por ello, dijo, “es el momento de defender a la Madre: y a la Madre se defiende del Gran Acusador con la oración y la penitencia. Por esto he pedido, en este mes que culmina en pocos días, de rezar el Rosario, rezar a San Miguel Arcángel, rezar a la Virgen para que cubra siempre a la Madre Iglesia”.
“Sigamos haciéndolo. Es un momento difícil, porque el Acusador a través nuestro ataca a la Madre, y a la Madre no se toca. Esto quiero decirlo de corazón al final del Sínodo”, expresó.
El documento del Sínodo
Previamente, en su discurso el Santo Padre habló sobre el documento final aprobado por los padres sinodales.
“Primero quiero reafirmar una vez más que el Sínodo no es un parlamento, es un espacio protegido para que el Espíritu Santo pueda actuar. Por esto las informaciones que se dan son generales, y no las cosas más particulares”. “Este ha sido un lugar protegido, no lo olvidemos, fue el Espíritu el que ha trabajado aquí”, reiteró.
Asimismo, señaló que “el resultado del Sínodo no es un documento. Lo he dicho al inicio, estamos llenos de documentos, no sé si este documento afuera hará algo, no lo sé, pero sí sé que debe hacer en nosotros, debe trabajar en nosotros”.
“Nosotros hemos hecho el documento, la comisión, nosotros lo hemos estudiado y lo hemos aprobado el documento. Ahora el Espíritu nos da el documento para que trabaje en nuestro corazón. Somos nosotros los destinatarios del documento”, indicó.
Francisco invitó a los padres sinodales y demás personas que participaron en este evento a “hacer oración con el documento, estudiarlo” para que este trabaje.
El Papa señaló que si bien el texto aprobado “es para más gente”, los primeros destinatarios “somos nosotros. Es el Espíritu el que ha hecho todo esto y retorna a nosotros. No olvidarlo por favor”.
El Sínodo de los Obispos comenzó el 3 de octubre y los trabajos culminaron este sábado 27. El documento aprobado contiene 167 puntos divididos en doce capítulos.
Mañana el Papa celebrará la Misa de clausura en la Basílica de San Pedro a las 10:00 a.m. hora local.
Homilía del Papa Francisco en la Misa de clausura del Sínodo de los Obispos
Redacción ACI Prensa
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
Escuchar, acompañae y testimoniar han sido los tres pasos del recorrido de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que se ha celebrado en Roma del 3 al 27 de octubre, y sobre esos tres ejes reflexionó el Papa Francisco en su homilía de la Misa de clausura celebrada en la Basílica de San Pedro del Vaticano este domingo 28 de octubre.
A continuación, el texto completo de la homilía pronunciada por el Papa Francisco:
El episodio que hemos escuchado es el último que narra el evangelista Marcos sobre el ministerio itinerante de Jesús, quien poco después entrará en Jerusalén para morir y resucitar. Bartimeo es, por lo tanto, el último que sigue a Jesús en el camino: de ser un mendigo al borde de la vía en Jericó, se convierte en un discípulo que va con los demás a Jerusalén.
Nosotros también hemos caminado juntos, hemos “hecho sínodo” y ahora este evangelio sella tres pasos fundamentales para el camino de la fe.
En primer lugar, nos fijamos en Bartimeo: su nombre significa “hijo de Timeo”. Y el texto lo especifica: «El hijo de Timeo, Bartimeo» (Mc 10,46). Pero, mientras el Evangelio lo reafirma, surge una paradoja: el padre está ausente. Bartimeo yace solo junto al camino, lejos de casa y sin un padre: no es alguien amado sino abandonado. Es ciego y no tiene quien lo escuche. Jesús escucha su grito.
Y cuando lo encuentra le deja hablar. No era difícil adivinar lo que Bartimeo le habría pedido: es evidente que un ciego lo que quiere es tener o recuperar su vista. Pero Jesús no es expeditivo, da tiempo a la escucha. Este es el primer paso para facilitar el camino de la fe: escuchar. Es el apostolado del oído: escuchar, antes de hablar.
Por el contrario, muchos de los que estaban con Jesús imprecaban a Bartimeo para que se callara (cf. v. 48). Para estos discípulos, el necesitado era una molestia en el camino, un imprevisto en el programa. Preferían sus tiempos a los del Maestro, sus palabras en lugar de escuchar a los demás: seguían a Jesús, pero lo que tenían en mente eran sus propios planes.
Es un peligro del que tenemos que prevenirnos siempre. Para Jesús, en cambio, el grito del que pide ayuda no es algo molesto que dificulta el camino, sino una pregunta vital. ¡Qué importante es para nosotros escuchar la vida! Los hijos del Padre celestial escuchan a sus hermanos: no las murmuraciones inútiles, sino las necesidades del prójimo.
Escuchar con amor, con paciencia, como hace Dios con nosotros, con nuestras oraciones a menudo repetitivas. Dios nunca se cansa, siempre se alegra cuando lo buscamos. Pidamos también nosotros la gracia de un corazón dócil para escuchar. Me gustaría decirles a los jóvenes, en nombre de todos nosotros, adultos: disculpadnos si a menudo no os hemos escuchado; si, en lugar de abrir vuestro corazón, os hemos llenado los oídos.
Como Iglesia de Jesús deseamos escucharos con amor, seguros de dos cosas: que vuestra vida es preciosa ante Dios, porque Dios es joven y ama a los jóvenes; y que vuestra vida también es preciosa para nosotros, más aún, es necesaria para seguir adelante.
Después de la escucha, un segundo paso para acompañar el camino de fe: hacerse prójimos. Miramos a Jesús, que no delega en alguien de la «multitud» que lo seguía, sino que se encuentra con Bartimeo en persona. Le dice: «¿Qué quieres que haga por ti?» (v. 51).
Qué quieres: Jesús se identifica con Bartimeo, no prescinde de sus expectativas; que yo haga: hacer, no solo hablar; por ti: no de acuerdo con ideas preestablecidas para cualquiera, sino para ti, en tu situación. Así lo hace Dios, implicándose en primera persona con un amor de predilección por cada uno. Ya en su modo de actuar transmite su mensaje: así la fe brota en la vida.
La fe pasa por la vida. Cuando la fe se concentra exclusivamente en las formulaciones doctrinales, se corre el riesgo de hablar solo a la cabeza, sin tocar el corazón. Y cuando se concentra solo en el hacer, corre el riesgo de convertirse en moralismo y de reducirse a lo social.
La fe, en cambio, es vida: es vivir el amor de Dios que ha cambiado nuestra existencia. No podemos ser doctrinalistas o activistas; estamos llamados a realizar la obra de Dios al modo de Dios, en la proximidad: unidos a él, en comunión entre nosotros, cercanos a nuestros hermanos. Proximidad: aquí está el secreto para transmitir el corazón de la fe, no un aspecto secundario.
Hacerse prójimos es llevar la novedad de Dios a la vida del hermano, es el antídoto contra la tentación de las recetas preparadas. Preguntémonos si somos cristianos capaces de ser prójimos, de salir de nuestros círculos para abrazar a los que “no son de los nuestros” y que Dios busca ardientemente.
Siempre existe esa tentación que se repite tantas veces en las Escrituras: lavarse las manos. Es lo que hace la multitud en el Evangelio de hoy, es lo que hizo Caín con Abel, es lo que hará Pilato con Jesús: lavarse las manos. Nosotros, en cambio, queremos imitar a Jesús, e igual que él ensuciarnos las manos.
Él, el camino (cf. Jn 14,6), por Bartimeo se ha detenido en el camino. Él, la luz del mundo (cf. Jn 9,5), se ha inclinado sobre un ciego. Reconozcamos que el Señor se ha ensuciado las manos por cada uno de nosotros, y miremos la cruz y recomencemos desde allí, del recordarnos que Dios se hizo mi prójimo en el pecado y la muerte. Se hizo mi prójimo: todo viene de allí.
Y cuando por amor a él también nosotros nos hacemos prójimos, nos convertimos en portadores de nueva vida: no en maestros de todos, no en expertos de lo sagrado, sino en testigos del amor que salva.
Testimoniar es el tercer paso. Fijémonos en los discípulos que llaman a Bartimeo: no van a él, que mendigaba, con una moneda tranquilizadora o a dispensar consejos; van en el nombre de Jesús. De hecho, le dirigen solo tres palabras, todas de Jesús: «Ánimo, levántate, que te llama» (v. 49). En el resto del Evangelio, solo Jesús dice ánimo, porque solo él resucita el corazón. Solo Jesús dice en el Evangelio levántate, para sanar el espíritu y el cuerpo.
Solo Jesús llama, cambiando la vida del que lo sigue, levantando al que está por el suelo, llevando la luz de Dios en la oscuridad de la vida. Muchos hijos, muchos jóvenes, como Bartimeo, buscan una luz en la vida. Buscan un amor verdadero. Y al igual que Bartimeo que, a pesar de la multitud, invoca solo a Jesús, también ellos invocan la vida, pero a menudo solo encuentran promesas falsas y unos pocos que se interesan de verdad por ellos.
No es cristiano esperar que los hermanos que están en busca llamen a nuestras puertas; tendremos que ir donde están ellos, no llevándonos a nosotros mismos, sino a Jesús. Él nos envía, como a aquellos discípulos, para animar y levantar en su nombre. Él nos envía a decirles a todos: “Dios te pide que te dejes amar por él”. Cuántas veces, en lugar de este mensaje liberador de salvación, nos hemos llevado a nosotros mismos, nuestras “recetas”, nuestras “etiquetas” en la Iglesia.
Cuántas veces, en vez de hacer nuestras las palabras del Señor, hemos hecho pasar nuestras ideas por palabra suya. Cuántas veces la gente siente más el peso de nuestras instituciones que la presencia amiga de Jesús. Entonces pasamos por una ONG, por una organización paraestatal, no por la comunidad de los salvados que viven la alegría del Señor.
Escuchar, hacerse prójimos, testimoniar. El camino de fe termina en el Evangelio de una manera hermosa y sorprendente, con Jesús que dice: «Anda, tu fe te ha salvado» (v. 52). Y, sin embargo, Bartimeo no hizo profesiones de fe, no hizo ninguna obra; solo pidió compasión.
Sentirse necesitados de salvación es el comienzo de la fe. Es el camino más directo para encontrar a Jesús. La fe que salvó a Bartimeo no estaba en la claridad de sus ideas sobre Dios, sino en buscarlo, en querer encontrarlo. La fe es una cuestión de encuentro, no de teoría. En el encuentro Jesús pasa, en el encuentro palpita el corazón de la Iglesia. Entonces, lo que será eficaz es nuestro testimonio de vida, no nuestros sermones.
Y a todos vosotros que habéis participado en este “caminar juntos”, os agradezco vuestro testimonio. Hemos trabajado en comunión y con franqueza, con el deseo de servir a Dios y a su pueblo. Que el Señor bendiga nuestros pasos, para que podamos escuchar a los jóvenes, hacernos prójimos suyos y testimoniarles la alegría de nuestra vida: Jesús.
Carta de los padres sinodales a los jóvenes con motivo del final del Sínodo
Redacción ACI Prensa
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
Los padres sinodales han dirigido una carta a los jóvenes tras el final del Sínodo de los Obispos en la que les pide que no pierdan la confianza en la Iglesia.
En la carta, leída por el Secretario General del Sínodo, Cardenal Lorenzo Baldisseri, al finalizar la Misa de clausura presidida por el Papa Francisco en la Basílica de San Pedro del Vaticano este domingo 28 de diciembre, los padres sinodales expresan su voluntad de ayudar a los jóvenes “en vuestras alegrías para que vuestras esperanzas se transformen en ideales”.
“Que nuestras debilidades no os desanimen, que la fragilidad y los pecados no sean la causa de perder vuestra confianza. La Iglesia es vuestra madre, no os abandona”.
A continuación, la carta completa de los padres sinodales:
Nos dirigimos a vosotros, jóvenes del mundo, nosotros como padres sinodales, con una palabra de esperanza, de confianza, de consuelo. En estos días hemos estado reunidos para escuchar la voz de Jesús, “el Cristo eternamente joven” y reconocer en Él vuestras muchas voces, vuestros gritos de alegría, los lamentos, los silencios.
Conocemos vuestras búsquedas interiores, vuestras alegrías y esperanzas, los dolores y las angustias que os inquietan. Deseamos que ahora podáis escuchar una palabra nuestra: queremos ayudaros en vuestras alegrías para que vuestras esperanzas se transformen en ideales. Estamos seguro que estáis dispuestos a entregaros con vuestras ganas de vivir para que vuestros sueños se hagan realidad en vuestra existencia y en la historia humana.
Que nuestras debilidades no os desanimen, que la fragilidad y los pecados no sean la causa de perder vuestra confianza. La Iglesia es vuestra madre, no os abandona y está dispuesta a acompañaros por caminos nuevos, por las alturas donde el viento del Espíritu sopla con más fuerza, haciendo desaparecer las nieblas de la indiferencia, de la superficialidad, del desánimo.
Cuando el mundo, que Dios ha amado tanto hasta darle a su Hijo Jesús, se fija en las cosas, en el éxito inmediato, en el placer y aplasta a los más débiles, vosotros debéis ayudarle a levantar la mirada hacia el amor, la belleza, la verdad, la justicia.
Durante un mes hemos caminado juntamente con algunos de vosotros y con muchos otros unidos por la oración y el afecto. Deseamos continuar ahora el camino en cada lugar de la tierra donde el Señor Jesús nos envía como discípulos misioneros.
La Iglesia y el mundo tienen necesidad urgente de vuestro entusiasmo. Haceos compañeros de camino de los más débiles, de los pobres, de los heridos por la vida. Sois el presente, sed el futuro más luminoso.
Sínodo de los Obispos: Aprueban documento final presentado al Papa Francisco
POR MIGUEL PÉREZ PICHEL | ACI Prensa
Foto: Daniel Ibáñez (ACI Prensa)
Este miércoles 27 de octubre fue presentado el Documento Final de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos que, desde el 3 de octubre, se celebró en Roma sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional.
En un inicio el Vaticano había anunciado la conferencia de prensa para presentar el documento a las 7:15 p.m.; sin embargo, fue postergada hasta las 8:30 p.m. hora local.
El documento (publicado en italiano) tiene 167 puntos. Cada uno fue votado de forma individual y aprobado con la mayoría requerida de dos tercios de los 268 padres sinodales.
Entre los puntos abordados está la sinodalidad de la Iglesia, así como la escucha y el discernimiento.
Desde esa óptica se tratan temas tan variados como la centralidad de la liturgia, la pastoral juvenil, el papel de la mujer en la Iglesia, la sexualidad, el escándalo de los abusos, las persecuciones, la espiritualidad, la vocación, las relaciones entre generaciones, la colonización cultural, el mundo del trabajo o la importancia de la formación, en especial la formación de los seminaristas.
Aunque todos los puntos han superado la barrera de los dos tercios de los votos (166 votos), algunos han contado con mayor oposición.
Es el caso del punto 150, que habla de los caminos de acompañamiento en la fe de las personas homosexuales, y que obtuvo 65 votos en contra y 178 a favor.
Otros puntos que han tenido un número importante de votos en contra han sido el 148 sobre “la mujer en la Iglesia sinodal” (38 votos en contra), el 121 sobre “la forma sinodal de la iglesia” (51 votos en contra), el 39 sobre “las preguntas de los jóvenes” (43 votos en contra) o el punto 3 sobre “el documento final de la asamblea sinodal” (43 votos en contra).
Vocación
La escucha como condición esencial para recibir la vocación recorre todo el Documento Final. El punto 77 dice que la vocación “comporta un largo viaje”. “La palabra del Señor exige tiempo para ser comprendida e interpretada; la misión a la que se ha sido llamado se desvela gradualmente”.
“Para acoger en profundidad el misterio de la vocación que encuentra en Dios su origen último, estamos llamados a purificar nuestro imaginario y nuestro lenguaje religioso, reencontrando la riqueza y el equilibrio de nuestra narración bíblica”, se dice en el punto 78.
El Documento también llama a desarrollar una cultura vocacional, creando “las condiciones para que en todas las comunidades cristianas, a partir de la conciencia bautismal de sus miembros, se desarrolle una verdadera y específica cultura vocacional y un constante compromiso de oración por las vocaciones”.
El Sínodo recuerda que la vocación bautismal es para todos, sin excluir a nadie a la “llamada a la santidad”. “Tal llamado implica necesariamente la invitación a participar en la misión de la Iglesia, que tiene como finalidad fundamental la comunión entre Dios y todas las personas”, afirma.
De hecho, “las vocaciones eclesiales son expresiones múltiples y articuladas por medio de las cuales la Iglesia realiza su llamada a ser signo real del Evangelio acogido en una comunidad fraterna”.
El punto 88 habla de la vida consagrada y afirma que “la misión de muchos consagrados y consagradas que se entregan a los últimos en las periferias del mundo manifiesta concretamente la dedicación de una Iglesia en salida”.
“Si en algunas regiones se experimenta la reducción numérica y la fatiga del envejecimiento, la vida consagrada continúa siendo fecunda y creativa también por medio de la corresponsabilidad con tantos laicos que comparten el espíritu y la misión de los diferentes carismas”.
En el punto 89 se destaca que “la Iglesia siempre ha tenido un particular cuidado por las vocaciones al ministerio del orden sacerdotal, en la conciencia de que este último es un elemento constitutivo de su identidad y necesario para la vida cristiana”.
Por tal razón, “siempre ha cultivado una atención específica por la formación y el acompañamiento de los candidatos al presbiterato. La preocupación de muchas Iglesias por su descenso numérico hace necesaria una renovada reflexión sobre la fascinación sobre la persona de Jesús y de su llamada a hacerse pastores de su rebaño”.
Además, el Sínodo también reconoce que la condición de soltero, situación que “puede depender de muchas razones, voluntarias o involuntarias, y de factores culturales, religiosos y sociales”, “asumida en una lógica de fe y de entrega, puede derivar en muchos caminos por medio de los cuales actúa la gracia del bautismo y dirige hacia esa santidad hacia la que todos estamos llamados”.
Sexualidad
La sexualidad ha sido uno de los puntos más debatidos en los trabajos del Sínodo, aunque los padres sinodales recordaron en todo momento que no se trata de un Sínodo sobre sexualidad, sino sobre los jóvenes.
En el punto 149 indica que la Iglesia trabaja “para transmitir la belleza de la visión cristiana de la corporeidad y de la sexualidad”, tal y como emerge de las Sagradas Escrituras y de la Tradición y del Magisterio de los últimos Papas.
No obstante, se llama la atención también sobre la necesidad urgente de buscar modalidades más adecuadas para transmitirla. “Se necesita proponer a los jóvenes una antropología de la afectividad y de la sexualidad capaz también de dar el valor justo a la castidad”.
Para ello, “es necesario cuidar la formación de los trabajadores pastorales para que sean creíbles, a partir de la maduración de su propia dimensión afectiva y sexual”.
El acompañamiento pastoral a las personas homosexuales es abordado en el punto 150. Este recuerda que “Dios ama a cada persona, y así lo hace la Iglesia, renovando su compromiso contra toda discriminación y violencia por motivos sexuales”.
“Igualmente, reafirma la determinante relevancia antropológica de la diferencia y de la reciprocidad entre el hombre y la mujer, y considera reductivo definir la identidad de las personas a partir, únicamente, de su orientación sexual”.
En este sentido, pone el acento en que “ya existen en muchas comunidades cristianas caminos de acompañamiento en la fe de personas homosexuales: el Sínodo recomienda favorecer tales recorridos”.
La mujer en la Iglesia
El punto 13 indica que la diferencia entre hombres y mujeres “puede ser un ámbito en el cual nacen formas de dominio, exclusión y discriminación, de los cuales la sociedad y la Iglesia misma necesitan liberarse”.
Hace hincapié en que entre los jóvenes existe la voluntad de “que haya un mayor reconocimiento y valoración de la mujer en la sociedad y en la Iglesia”.
“Muchas mujeres desempeñan un papel insustituible en la comunidad cristiana, pero en muchos lugares hay una resistencia a otorgarles su espacio en los procesos de toma de decisiones, incluso cuando no se exige de forma específica una responsabilidad ministerial”.
Se lamenta, además, que “la ausencia de la voz y de la mirada femenina empobrece el debate y el camino de la Iglesia, sustrayendo al discernimiento una contribución preciosa”. Por ello, “el Sínodo recomienda que todos sean más conscientes de la urgencia de un cambio ineludible, también a partir de una reflexión antropológica y teológica sobre la reciprocidad entre hombres y mujeres”.
Asimismo, en el punto 148 se subraya que “la presencia femenina en los órganos eclesiales a todos los niveles, también en funciones de responsabilidad, y la participación femenina en los procesos de toma de decisiones eclesiásticas, con respeto al papel del ministerio del orden sacerdotal”, “se trata de un deber de justicia”.
Abusos
El tema de los abusos de poder, económicos, de conciencia y sexuales en el seno de la Iglesia también tiene una importante presencia en el Documento Final.
En el punto 29 se reconoce que “los diversos tipos de abusos cometidos por algunos obispos, sacerdotes, religiosos y laicos provocan en aquellos que son víctimas, entre los que hay muchos jóvenes, sufrimientos que pueden durar toda la vida”.
Se recuerda que ese fenómeno “está extendido en la sociedad, afecta también a la Iglesia y representa un serio obstáculo para su misión. El Sínodo reitera su firme compromiso para la adopción de medidas rigurosas de prevención que impidan el que se repita a partir de la selección y de la formación de aquellos a los que se confiarán responsabilidades educativas”.
El Sínodo pide actuar en la raíz del problema (punto 30): “el deseo de dominio, la falta de diálogo y de transparencia, las formas de doble vida, el vacío espiritual, así como la fragilidad psicológica”.
También agradece a quienes “tienen la valentía de denunciar este mal rápidamente: ayudan a la Iglesia a tomar conciencia de lo que ha sucedido y de la necesidad de actuar con decisión”.
“Aprecia y anima, también, el esfuerzo sincero de innumerables laicos y laicas, sacerdotes, consagrados, consagradas y obispos que cada día se entregan con honestidad y dedicación al servicio de los jóvenes. Su trabajo es un bosque que crece sin hacer ruido”.
Formación al sacerdocio, pastoral juvenil y matrimonio
El Documento Final también aborda la formación de los candidatos al sacerdocio y la vida consagrada, la importancia de los centros católicos y la preparación de los jóvenes como agentes pastorales y al matrimonio.
Sobre lo primero, los padres sinodales señalaron que la formación de los futuros sacerdotes y consagrados es “un desafío importante para la Iglesia”. No solo basta elegir formadores “culturalmente preparados”, sino capaces de “relaciones fraternas, de una escucha empática y de profunda libertad interior”.
Además, pidieron que la formación tenga presente la experiencia previa de los candidatos al sacerdocio o vida consagrada. Indicaron que ignorarla afecta el crecimiento de la persona y el desarrollo de los dones de Dios y la conversión del corazón.
Asimismo, indicaron que el camino sinodal ha insistido en el deseo de dar espacio al protagonismo juvenil en la labor misionera. Es evidente que este apostolado “no puede ser improvisado, sino que debe ser fruto de un camino formativo serio y adecuado”, señalaron.
El documento afirma que muchos jóvenes han expresado el deseo de “conocer mejor su fe” a través “del descubrimiento de las raíces bíblicas, comprender el desarrollo histórico de la doctrina, el sentido de los dogmas, la riqueza de la liturgia”.
Además, el Sínodo alienta a las Iglesias particulares, a las congregaciones religiosas, movimientos y otras realidades eclesiales, a “ofrecer a los jóvenes una experiencia de acompañamiento en vista al discernimiento”. Tal experiencia “se puede calificar como un tiempo destinado a la maduración de la vida cristiana adulta”, afirmó.
Igualmente se alienta a acompañar a los novios en el “camino de preparación al matrimonio”, para que cuenten con “los elementos necesarios para recibir (el sacramento) con las mejores disposiciones” e iniciar con solidez la vida familiar. El acompañamiento, indicaron los padres sinodales, debe seguir sobre todo en los primeros años del matrimonio, ayudándolos a formar “parte activa de la comunidad cristiana”.
Migraciones
A lo largo del Sínodo se ha puesto el acento de que el fenómeno de las migraciones afecta sobre todo a los jóvenes de los países más pobres.
El Documento Final señala que los migrantes son un “paradigma de nuestro tiempo” y que “los fenómenos migratorios representan a nivel mundial un fenómeno estructural y no una emergencia transitoria”.
“La preocupación de la Iglesia se dirige, sobre todo, hacia aquellos que escapan de la guerra, de la violencia, de las persecuciones políticas y religiosas, de los desastres naturales producidos por los cambios climáticos y de la pobreza extrema”.
En general, los migrantes dejan sus países para buscar “oportunidades para ellos y para sus familias”. Sin embargo, en el camino quedan expuestos a la violencia y la vulnerabilidad. Muchos parten de una visión idealizada de la cultura occidental, “nutriéndola a veces de expectativas irreales que los exponen a duras decepciones”.
En especial, los padres sinodales llamaron la atención sobre “la particular vulnerabilidad de los migrantes menores no acompañados”.
También lamentan en el Documento Final que, en algunos países de destino, “los fenómenos migratorios suscitan alarmas y miedos, con frecuencia fomentados y explotados con fines políticos. Se difunde así una mentalidad xenófoba, de cierre, de repliegue sobre uno mismo, que es necesario rechazar con decisión”.
Liturgia
“La celebración eucarística –dice el punto 134– es generadora de la vida de la comunidad y de la sinodalidad de la Iglesia. Es lugar de transmisión de la fe y de formación a la misión”.
Se reafirma con claridad “que el compromiso a celebrar con noble sencillez y con la implicación de los diferentes ministerios laicales, constituye un momento esencial de la conversión misionera de la Iglesia”.
“Los jóvenes han mostrado que saben apreciar y vivir con intensidad celebraciones auténticas en las que la belleza de los signos, el cuidado de la predicación y la implicación comunitaria hablan realmente de Dios”.
Por lo tanto, “es necesario favorecer su participación activa”. En el Documento se invita a los Ministros de la Iglesia a mostrar a los jóvenes que la liturgia es expresión “de la acción de Cristo y de la Iglesia”, y a hacerles descubrir “el valor de la adoración eucarística como una prolongación de la celebración, en la cual vivir la contemplación y la oración silenciosa”.
Sinodalidad
En el Documento se subraya, en el punto 119, que la Iglesia ha decidido ocuparse de los jóvenes y “considera esta misión una prioridad pastoral epocal sobre la cual invertir tiempo, energías y recursos”.
Como muestra de esa elección, el Sínodo ha optado desde el comienzo por involucrar a los jóvenes para “que se sientan coprotagonistas de la vida de la misión de la Iglesia”.
Los padres sinodales reconocen en esa experiencia “un fruto del Espíritu que renueva continuamente la Iglesia y la llama a practicar la sinodalidad como un modo de ser y de actuar, promoviendo la participación de todos los bautizados”.
Sobre esa sinodalidad, el Documento señala que “la experiencia vivida ha hecho a los participantes en el Sínodo conscientes de la importancia de una forma sinodal de la Iglesia para el anuncio y la transmisión de la fe”.
En el texto se insiste en la apuesta por la sinodalidad, al decir que esta “caracteriza tanto la vida como la misión de la Iglesia, que es el Pueblo de Dios formado por jóvenes y ancianos, hombres y mujeres de toda cultura y horizonte, y el Cuerpo de Cristo, del cual somos miembros”.
El Papa clausura el Sínodo de los Obispos con una solemne Misa en el Vaticano
Redacción ACI Prensa
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
El Papa Francisco presidió, este domingo 28 de octubre en la Basílica de San Pedro del Vaticano, la Misa de clausura de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos que, desde el 3 hasta el 27 de octubre, se ha desarrollado en Roma.
En su homilía, el Santo Padre reflexionó sobre los tres ejes en los que han girado los trabajos de los padres sinodales en estas tres semanas: escucha, acompañamiento y testimonio.
Escucha
Sobre la escucha, Francisco habló del “apostolado del oído: escuchar, antes de hablar”. “¡Qué importante es para nosotros escuchar la vida!”, exclamó. Escuchar “el grito del que pide ayuda”.
“Los hijos del Padre celestial escuchan a sus hermanos: no las murmuraciones inútiles, sino las necesidades del prójimo. Escuchar con amor, con paciencia, como hace Dios con nosotros, con nuestras oraciones a menudo repetitivas. Dios nunca se cansa, siempre se alegra cuando lo buscamos”, explicó.
Acompañamiento
En segundo lugar, el Pontífice habló sobre el acompañamiento en el camino de fe, es decir, “hacerse prójimos”.
El Papa explicó que el Señor se implica “en primera persona con un amor de predilección por cada uno. Ya en su modo de actuar transmite su mensaje: así la fe brota en la vida”.
Ese acompañamiento es esencial para el camino de fe, pues “la fe pasa por la vida. Cuando la fe se concentra exclusivamente en las formulaciones doctrinales, se corre el riesgo de hablar solo a la cabeza, sin tocar el corazón. Y cuando se concentra solo en el hacer, corre el riesgo de convertirse en moralismo y de reducirse a lo social”.
En opinión del Papa, la cercanía es esencial para la transmisión de la fe. “Proximidad: aquí está el secreto para transmitir el corazón de la fe, no un aspecto secundario”.
“Hacerse prójimos es llevar la novedad de Dios a la vida del hermano, es el antídoto contra la tentación de las recetas preparadas. Preguntémonos si somos cristianos capaces de ser prójimos, de salir de nuestros círculos para abrazar a los que ‘no son de los nuestros’ y que Dios busca ardientemente”.
Francisco advirtió también contra la tentación de “lavarse las manos” ante el sufrimiento del prójimo. “Nosotros, en cambio, queremos imitar a Jesús, e igual que él ensuciarnos las manos”.
“Reconozcamos que el Señor se ha ensuciado las manos por cada uno de nosotros, y miremos la cruz y recomencemos desde allí, del recordarnos que Dios se hizo mi prójimo en el pecado y la muerte. Se hizo mi prójimo: todo viene de allí”.
De esa manera, “cuando por amor a él también nosotros nos hacemos prójimos, nos convertimos en portadores de nueva vida: no en maestros de todos, no en expertos de lo sagrado, sino en testigos del amor que salva”.
Testimoniar
El tercer eje es testimoniar. “No es cristiano esperar que los hermanos que están en busca llamen a nuestras puertas; tendremos que ir donde están ellos, no llevándonos a nosotros mismos, sino a Jesús”.
“Él nos envía, como a aquellos discípulos, para animar y levantar en su nombre. Él nos envía a decirles a todos: ‘Dios te pide que te dejes amar por Él’”.
En vez de ello, “cuántas veces, en lugar de este mensaje liberador de salvación, nos hemos llevado a nosotros mismos, nuestras ‘recetas’, nuestras ‘etiquetas’ en la Iglesia. Cuántas veces, en vez de hacer nuestras las palabras del Señor, hemos hecho pasar nuestras ideas por palabra suya. Cuántas veces la gente siente más el peso de nuestras instituciones que la presencia amiga de Jesús”.
“Entonces pasamos por una ONG, por una organización paraestatal, no por la comunidad de los salvados que viven la alegría del Señor”.
El Papa finalizó su homilía afirmando que “la fe es una cuestión de encuentro, no de teoría. En el encuentro Jesús pasa, en el encuentro palpita el corazón de la Iglesia. Entonces, lo que será eficaz es nuestro testimonio de vida, no nuestros sermones”.
Los padres sinodales a los jóvenes: Que nuestras debilidades no os desanimen
Redacción ACI Prensa
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
Los padres sinodales han dirigido una carta a los jóvenes de todo el mundo en la que les piden una confianza renovada en la Iglesia: “Que nuestras debilidades no os desanimen, que la fragilidad y los pecados no sean la causa de perder vuestra confianza. La Iglesia es vuestra madre”.
En la carta, leída por el Cardenal Lorenzo Baldisseri, Secretario General del Sínodo de los Obispos, al finalizar la Misa de clausura del Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, presidida este domingo 28 de octubre por el Papa Francisco en la Basílica de San Pedro del Vaticano, los padres sinodales aseguran a los jóvenes que la Iglesia “no os abandona y está dispuesta a acompañaros por caminos nuevos, por las alturas donde el viento del Espíritu sopla con más fuerza, haciendo desaparecer las nieblas de la indiferencia, de la superficialidad, del desánimo”.
Los padres sinodales aseguran conocer “vuestras búsquedas interiores, vuestras alegrías y esperanzas, los dolores y las angustias que os inquietan”.
“Deseamos que ahora podáis escuchar una palabra nuestra: queremos ayudaros en vuestras alegrías para que vuestras esperanzas se transformen en ideales. Estamos seguros de que estáis dispuestos a entregaros con vuestras ganas de vivir para que vuestros sueños se hagan realidad en vuestra existencia y en la historia humana”.
Asimismo, detallaron de forma concreta la misión de los jóvenes en la Iglesia y en la sociedad: “Cuando el mundo, que Dios ha amado tanto hasta darle a su Hijo Jesús, se fija en las cosas, en el éxito inmediato, en el placer y aplasta a los más débiles, vosotros debéis ayudarle a levantar la mirada hacia el amor, la belleza, la verdad, la justicia”.
Por último, explica que el camino sinodal no finaliza tras el Sínodo, “deseamos continuar ahora el camino en cada lugar de la tierra donde el Señor Jesús nos envía como discípulos misioneros”.
“La Iglesia y el mundo tienen necesidad urgente de vuestro entusiasmo. Hacéos compañeros de camino de los más débiles, de los pobres, de los heridos por la vida. Sois el presente, sed el futuro más luminoso”, concluye la carta.
El Papa Francisco: El Sínodo de los jóvenes ha sido una buena vendimia
Redacción ACI Prensa
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
Al finalizar la Misa de clausura del Sínodo de los Obispos, este domingo 28 de octubre, el Papa Francisco presidió el rezo del Ángelus dominical en la Plaza de San Pedro del Vaticano.
Ante una multitud de fieles que, pese a la intensa lluvia que ha caído sobre Roma, esperaba las palabras del Pontífice, Francisco aseguró que los frutos del Sínodo “ya están fermentando, como hace el zumo de la uva en los barriles tras la vendimia. El Sínodo de los jóvenes ha sido una buena vendimia y promete buen vino”.
Recordó que “la esperanza de Dios no es un milagro, como ciertas publicidades donde todos aparecen sanos y bellos, sino una promesa para la gente real, con virtudes y defectos, potencialidad y fragilidad”.
En sus palabras, el Santo Padre explicó que las semanas del Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, celebrado desde el 3 hasta el 27 de octubre en Roma, “ha sido un tiempo de consolación y de esperanza por medio de un trabajo comprometido y duro”.
“Ha sido, sobre todo, un momento de escucha: escuchar, de hecho, exige tiempo, atención, apertura de la mente y del corazón. Pero este compromiso se transformaba cada día en consuelo, sobre todo para que tengamos en medio de nosotros la presencia vivaz y estimulante de los jóvenes, con sus historias y sus contribuciones”.
Señaló que “por medio del testimonio de los padres sinodales, la realidad multiforme de las nuevas generaciones ha accedido al Sínodo, por decirlo de determinado modo, por todas partes, de cada continente y de muchas situaciones humanas y sociales diferentes”.
“Con esta actitud fundamental de escucha, hemos tratado de leer la realidad, de acoger los signos de estos nuestros tiempos. Un discernimiento comunitario hecho a la luz de la Palabra de Dios y del Espíritu Santo”.
Afirmó que uno de los dones más bellos que el Señor hace a la Iglesia Católica, es “acoger voces y rostros de las realidades más variadas y así obtener una interpretación que tenga en cuenta la riqueza y la complejidad de fenómenos, siempre a la luz del Evangelio”.
Así, en estos días, “hemos confrontado sobre como caminar juntos por medio de muchos desafíos, como el mundo digital, el fenómeno de las migraciones, el sentido del cuerpo y de la sexualidad, el drama de las guerras y de la violencia”.
Regresando a la idea de los frutos del Sínodo, el Papa afirmó que “el primer fruto de esta Asamblea sinodal debe estar en el mismo ejemplo del método”, es decir, “un estilo sinodal que no tiene como objetivo principal la elaboración de un documento, aunque sea precioso y útil”.
“Más importante que el documento es, sin embargo, que se difunda un modo de ser y de trabajar juntos jóvenes y ancianos, en la escucha y en el discernimiento para llegar a elecciones pastorales que respondan a la realidad”, finalizó.