Desde Azerbaiyán el Papa Francisco explica la gran tarea de las religiones
Por Walter Sánchez Silva
BAKÚ, 02 Oct. 16 / (ACI).- En el encuentro interreligioso que sostuvo en Azerbaiyán, el Papa Francisco explicó que la gran tarea de las religiones en el mundo consiste en acompañar a los hombres en la búsqueda del sentido de la vida.
Antes de su intervención, el Papa se encontró en privado con el jeque de los musulmanes en el Cáucaso, con quien intercambió algunos dones y con quien conversó durante algunos minutos.
Luego el líder islámico dirigió unas palabras al Pontífice en las que resaltó su preocupación por los migrantes, su condena al terrorismo y sus causas, y su rechazo a la xenofobia. También destacó el importante papel en la comunidad internacional y los esfuerzos de la Iglesia por la resolución de conflictos y la promoción de la paz, también en el Cáucaso.
Tras las palabras del jeque musulmán en la mezquita Heydar Aliyev, el Santo Padre resaltó ante los líderes islámicos, ortodoxos y judíos presentes que “las religiones tienen precisamente una gran tarea: acompañar a los hombres en la búsqueda del sentido de la vida, ayudándoles a entender que las limitadas capacidades del ser humano y los bienes de este mundo nunca deben convertirse en un absoluto”.
“Las religiones –continuó– están llamadas a hacernos comprender que el centro del hombre está fuera de sí mismo, que tendemos hacia lo Alto infinito y hacia el otro que tenemos al lado. Hacia allí está llamada a encaminarse la vida, hacia el amor más elevado y más concreto: sólo este puede ser el culmen de toda aspiración auténticamente religiosa”.
“La religión –precisó el Papa– es una necesidad para el hombre, para realizar su fin, una brújula para orientarlo hacia el bien y alejarlo del mal, que está siempre al acecho en la puerta de su corazón. En este sentido, las religiones tienen una tarea educativa: ayudar al hombre a dar lo mejor de sí”.
En ese sentido, continuó, “nosotros, como guías, tenemos una gran responsabilidad para ofrecer respuestas auténticas a la búsqueda del hombre, a menudo perdido en las vertiginosas paradojas de nuestro tiempo”.
“En efecto, vemos cómo en nuestros días, arrecia por un lado el nihilismo de los que ya no creen en nada, excepto en sus propios intereses, ventajas y provechos, de los que tiran sus vidas adaptándose al dicho ‘si Dios no existe todo está permitido’; por otro lado, surgen cada vez más las reacciones duras y fundamentalistas de aquellos que, con la violencia de la palabra y de los gestos, quieren imponer actitudes extremas y radicalizadas, las más lejanas del Dios vivo”.
Las religiones, por el contrario, “ayudan a discernir el bien y ponerlo en práctica con las obras, con la oración y con el esfuerzo del trabajo interior, están llamadas a edificar la cultura del encuentro y de la paz, hecha de paciencia, comprensión, pasos humildes y concretos. Así se sirve a la sociedad humana. Esta, por su parte, debe vencer la tentación de instrumentalizar el factor religioso: las religiones nunca han de ser manipuladas y nunca pueden favorecer conflictos y enfrentamientos”.
Para explicar mejor lo que describió, el Papa se refirió a unos vitrales tradicionales del país que están hechos de madera y cristal, que no usan clavos ni pegamentos para unirse: “la madera sujeta el cristal y el cristal deja pasar la luz. Del mismo modo, toda sociedad civil tiene la tarea de apoyar la religión, que permite la entrada de una luz indispensable para vivir: para ello es necesario garantizar una efectiva y auténtica libertad. No se han de utilizar, pues, ‘pegamentos’ artificiales que obliguen al hombre a creer, imponiéndole un determinado credo y privándolo de la libertad de elección; tampoco han de entrar en las religiones los ‘clavos’ externos de los intereses mundanos, de la ambición de poder y de dinero”.
Porque Dios, dijo Francisco, “no puede ser invocado por intereses partidistas y fines egoístas, no puede justificar forma alguna de fundamentalismo, imperialismo o colonialismo. Una vez más, desde este lugar tan significativo, se eleva el grito afligido: ‘¡Nunca más violencia en nombre de Dios!’. Que su santo nombre sea adorado, no profanado y ni mercantilizado por los odios y los conflictos humanos”.
El Papa alentó luego la coexistencia pacífica de las religiones, que debe promover una cultura de paz con diálogo y oración, “una paz verdadera, fundada sobre el respeto mutuo, sobre el encuentro y el intercambio, sobre la voluntad de ir más allá de los prejuicios y los errores del pasado, sobre la renuncia a las falsedades y a los intereses partidistas; una paz duradera animada por el valor de superar las barreras, de erradicar la pobreza y la injusticia, de denunciar y detener la proliferación de armas y las ganancias inicuas obtenidas sobre la piel de los otros”.
Ante los conflictos actuales, dijo el Santo Padre, “las religiones son auroras de paz, semillas de renacimiento entre devastaciones de muerte, ecos de diálogo que resuenan sin descanso, caminos de encuentro y reconciliación para llegar allí donde los intentos de mediación oficiales parecen no surtir efecto”.
Tras alentar a la paz en la región del Cáucaso, el Papa hizo votos para que “las riquezas inestimables de estos países sean conocidas y valoradas: los tesoros antiguos y siempre nuevos de la sabiduría, la cultura y la religiosidad de las gentes del Cáucaso son un gran recurso para el futuro de la región y, en particular, para la cultura europea, bienes preciosos a lo que no podemos renunciar”.
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