domingo, 12 de septiembre de 2021

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA MISA DE CLAUSURA DEL CONGRESO EUCARÍSTICO INTERNACIONAL EN BUDAPEST - HUNGRÍA

 



Homilía del Papa Francisco en la Misa de clausura del Congreso Eucarístico Internacional

Redacción ACI Prensa


El Papa Francisco celebró este domingo 12 de septiembre la Santa Misa de clausura del 52 Congreso Eucarístico Internacional, que se realizó en Budapest (Hungría) desde el 5 de septiembre.

Durante su homilía, el Papa Francisco destacó los “tres pasos, que realizaron los discípulos y que podemos realizar también nosotros” para de esa manera renovar nuestro discipulado.

A continuación, el texto completo de la Homilía del Papa Francisco:

Jesús preguntó a sus discípulos en Cesarea de Filipo: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» (Mc 8,29). Esta pregunta pone en dificultad a los discípulos y marca un cambio de rumbo en su camino en pos del Maestro. Ellos conocían bien a Jesús, ya no eran principiantes. Tenían familiaridad con Él, habían sido testigos de muchos de sus milagros, se maravillaban de su enseñanza, lo seguían adonde quiera que fuese. Y, sin embargo, aún no pensaban como Él. Faltaba el paso decisivo, ese que va de la admiración por Jesús a la imitación de Jesús. También hoy el Señor, fijando su mirada sobre cada uno de nosotros, nos interpela personalmente: “Pero yo, ¿quién soy de verdad para ti?”. ¿Quién soy para ti? Es una pregunta que, dirigida a cada uno de nosotros, no pide sólo una respuesta correcta, de catecismo, sino una respuesta personal, de vida.

De esta respuesta nace la renovación del discipulado. Es algo que tuvo lugar a través de tres pasos, que realizaron los discípulos y que podemos realizar también nosotros: el anuncio de Jesús lo primero, el discernimiento con Jesús lo segundo y, por último, el camino en pos de Jesús.

1. El anuncio de Jesús. A la pregunta: “Pero ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”, respondió Pedro como representante de todo el grupo: «¡Tú eres el Mesías!». Pedro dice todo en pocas palabras, la respuesta es exacta pero, sorprendentemente, después de este reconocimiento Jesús ordena «que no dijeran nada a nadie de Él» (v. 30). ¿Por qué una prohibición tan categórica? Por una razón precisa, decir que Jesús es el Cristo, el Mesías, es exacto pero incompleto. Existe siempre el riesgo de anunciar un falso mesianismo, un mesianismo según los hombres y no según Dios. Por eso, a partir de aquel momento, Jesús comienza a revelar su identidad, su identidad pascual, la que encontramos en la Eucaristía. Explica que su misión se culminaría, ciertamente, en la gloria de la resurrección, pero pasando a través de la humillación de la cruz. Es decir, se realizaría según la sabiduría de Dios, «que —dice san Pablo— no es la de este mundo ni la de los dirigentes de este mundo» (1 Co 2,6). Jesús impone el silencio sobre su identidad mesiánica, pero no sobre la cruz que lo espera. Es más —anota el evangelista— Jesús comienza a enseñar «con absoluta claridad» (Mc 8,32) que «el Hijo del hombre debía padecer mucho, que sería rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los maestros de la Ley, que lo matarían, pero que resucitaría a los tres días» (v. 31).

Ante este anuncio de Jesús, anuncio desconcertante, también nosotros podemos quedar asombrados. También a nosotros nos gustaría un mesías potente en vez de un siervo crucificado. La Eucaristía está ante nosotros para recordarnos quién es Dios. No lo hace con palabras, sino de forma concreta, mostrándonos a Dios como Pan partido, como Amor crucificado y entregado. Podemos añadir mucha ceremonia, pero el Señor permanece allí, en la sencillez de un Pan que se deja partir, distribuir y comer. Para salvarnos, se hace siervo; para darnos vida, muere. Nos hace bien dejarnos desconcertar por el anuncio de Jesús. Y aquí se abre el segundo paso.

2. El discernimiento con Jesús. Frente al anuncio del Señor, la reacción de Pedro es típicamente humana. Cuando se perfila la cruz, la perspectiva del dolor, el hombre se rebela. Y Pedro, después de haber confesado el mesianismo de Jesús, se escandaliza de las palabras del Maestro e intenta disuadirlo de que continúe por su camino. La cruz no está nunca de moda, ni hoy ni en el pasado. Pero sana por dentro. Es delante del Crucificado que experimentamos una benéfica lucha interior, un áspero conflicto entre el “pensar como piensa Dios” y el “pensar como piensan los hombres”. Por un lado, está la lógica de Dios, que es la del amor humilde. El camino de Dios rehúye cualquier imposición, ostentación y triunfalismo, está siempre dirigido al bien del otro, hasta el sacrificio de sí mismo. Por otro lado, está el “pensar como piensan los hombres”, que es la lógica del mundo, apegada al honor y a los privilegios, encaminada al prestigio y al éxito. Aquí lo que cuenta es la consideración y la fuerza, lo que atrae la atención de la mayoría y sabe hacerse valer ante los demás.

Deslumbrado por esta perspectiva, Pedro llevó aparte a Jesús y comenzó a reprenderlo (cf. v. 32). Nos puede pasar también a nosotros que llevemos “aparte” al Señor, que lo pongamos en un rincón del corazón, que continuemos sintiéndonos religiosos y buenos y sigamos adelante por nuestro camino sin dejarnos conquistar por la lógica de Jesús. Él, sin embargo, nos acompaña en esta lucha interior, porque desea que, como los Apóstoles, elijamos estar de su parte. Está la parte de Dios y está la parte del mundo. La diferencia no está entre el que es religioso y el que no lo es.

La diferencia crucial es entre el verdadero Dios y el dios de nuestro yo. ¡Qué lejos está Aquel que reina en silencio sobre la cruz, del falso dios que quisiéramos que reinase con la fuerza y redujese al silencio a nuestros enemigos! ¡Qué distinto es Cristo, que se propone sólo con amor, de los mesías potentes y triunfadores, adulados por el mundo! Jesús nos sacude, no se conforma con las declaraciones de fe, nos pide purificar nuestra religiosidad ante su cruz, ante la Eucaristía. Nos hace bien estar en adoración ante la Eucaristía para contemplar la fragilidad de Dios. Dediquémosle tiempo a la adoración. Un modo de rezar que se olvida mucho. Dejemos que Jesús, Pan vivo, sane nuestras cerrazones y nos abra al compartir, nos cure de las rigideces y del encerrarnos en nosotros mismos, nos libere de las esclavitudes paralizantes de defender nuestra imagen, nos inspire a seguirlo adonde Él quiera conducirnos. De este modo llegamos al tercer paso.

3. El camino en pos de Jesús. «¡Ponte detrás de mí, Satanás!» (v. 33). De ese modo Jesús atrae de nuevo a Pedro hacia Él, con una orden dolorosa, dura. Pero el Señor, cuando manda algo, en realidad está ahí, preparado para concederlo. Y Pedro acoge la gracia de dar “un paso atrás”. El camino cristiano no es una búsqueda del éxito, sino que comienza con un paso hacia atrás, con un descentramiento liberador, con el quitarse uno del centro de la vida. Es entonces cuando Pedro reconoce que el centro no es su Jesús, sino el verdadero Jesús. Caerá de nuevo, pero de perdón en perdón reconocerá cada vez mejor el rostro de Jesús. Y pasará de la admiración estéril por Cristo a la imitación concreta de Cristo.

¿Qué quiere decir caminar en pos de Jesús? Es ir adelante por la vida con su misma confianza, la de ser hijos amados de Dios. Es recorrer el mismo camino del Maestro, que vino a servir y no a ser servido (cf. Mc 10,45). Es dirigir cada día nuestros pasos al encuentro del hermano. Hacia allí nos lleva la Eucaristía, a sentirnos un solo Cuerpo, a partirnos por los demás. Queridos hermanos y hermanas, dejemos que el encuentro con Jesús en la Eucaristía nos transforme, como transformó a los grandes y valientes santos que ustedes veneran, pienso en san Esteban y santa Isabel. Como ellos, no nos contentemos con poco, no nos resignemos a una fe que vive de ritos y de repeticiones, abrámonos a la novedad escandalosa de Dios crucificado y resucitado, Pan partido para dar vida al mundo. Entonces viviremos la alegría; y llevaremos alegría.

Este Congreso Eucarístico Internacional es un punto de llegada de un camino, pero hagamos que sea sobre todo un punto de partida. Porque el camino en pos de Jesús invita a mirar hacia adelante, a acoger la novedad de la gracia, a hacer revivir cada día dentro de nosotros ese interrogante que, como en Cesarea de Filipo, el Señor dirige a sus discípulos: Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?

DISCURSO DEL PAPA FRANCISCO EN EL ENCUENTRO CON EL CONSEJO ECUMÉNICO EN BUDAPEST



Discurso del Papa Francisco en el encuentro con el Consejo Ecuménico en Budapest

Redacción ACI Prensa

Noticias por email


El Papa Francisco tuvo este domingo 12 de septiembre un encuentro con el Consejo Ecuménico de las Iglesias y algunas comunidades judías de Hungría, en el marco de su visita a Budapest, a donde llegó para clausurar el 52 Congreso Eucarístico Internacional que se realiza desde el domingo 5.

En el encuentro ecuménico, el Papa Francisco invitó a los líderes judíos y de otras confesiones cristianas a retomar “la evocadora imagen del Puente de las Cadenas, que une las dos partes de esta ciudad. No las funde en una, pero las mantiene unidas. Así deben ser los vínculos entre nosotros.”.


A continuación el texto completo del discurso:


Queridos hermanos:

Me siento contento de encontrarme con ustedes. Sus palabras, que agradezco, y su presencia, uno junto al otro, expresan un gran deseo de unidad. Dan cuenta de un camino, a veces cuesta arriba, y difícil en el pasado, pero que ustedes afrontan con valor y buena voluntad, sosteniéndose recíprocamente bajo la mirada del Altísimo, que bendice a los hermanos que viven unidos (cf. Sal 133,1).

Los veo a ustedes, hermanos en la fe en Cristo, y bendigo el camino de comunión que llevan adelante.

Me ha afectado bastante las palabras, las palabras del hermano que ha dirigido hace un momento.

Con la mente me dirijo a la abadía de Pannonhalma, corazón espiritual palpitante de este país, donde hace tres meses se han encontrado para reflexionar y rezar juntos, para rezar juntos. Rezar juntos, unos por otros, y ponernos a trabajar juntos en la caridad, unos con otros, por este mundo que Dios ama tanto (cf. Jn 3,16), este es el camino más concreto hacia la plena unidad.

Los veo a ustedes, hermanos en la fe de Abrahán nuestro padre. Y le agradezco a usted por esas palabras tan profundas que también me han tocado el corazón. Aprecio mucho el compromiso que han mostrado para derribar los muros de separación del pasado. Ustedes, judíos y cristianos, desean ver en el otro ya no un extraño, sino un amigo; ya no un adversario, sino un hermano. Este es el cambio de mirada bendecido por Dios, la conversión que hace posibles nuevos comienzos, la purificación que renueva la vida. Las fiestas solemnes de Rosh Hashanah y del Yom Kippur, que caen en estas fechas y para las que les formulo mis mejores deseos, son ocasiones de gracia para renovar la adhesión a estos llamados espirituales. El Dios de los padres abre siempre caminos nuevos. Así como transformó el desierto en un camino hacia la Tierra Prometida, también quiere llevarnos desde los desiertos áridos del hastío y de la indiferencia a la ansiada patria de la comunión.

No es casualidad que todos los que en la Escritura están llamados a seguir de un modo especial al Señor siempre tengan que salir, caminar, llegar a tierras inexploradas y a espacios desconocidos.

Pensemos en Abrahán, que dejó casa, parientes y patria. Quien sigue a Dios está llamado a dejar. A nosotros se nos pide que dejemos atrás las incomprensiones del pasado, las pretensiones de tener razón y de culpar a los demás, para ponernos en camino hacia una promesa de paz, porque Dios tiene siempre planes de paz, nunca de aflicción (cf. Jr 29,11).

Quiero retomar con ustedes la evocadora imagen del Puente de las Cadenas, que une las dos partes de esta ciudad. No las funde en una, pero las mantiene unidas. Así deben ser los vínculos entre nosotros. Cada vez que se ha tenido la tentación de absorber al otro no se ha construido, sino que se ha destruido; lo mismo cuando se ha querido marginarlo en un gueto, en vez de integrarlo. ¡Cuántas veces ha ocurrido esto en la historia! Debemos estar atentos y rezar para que no se repita. Y comprometernos a promover juntos una educación para la fraternidad, para que los brotes de odio que quieren destruirla no prevalezcan. Pienso en la amenaza del antisemitismo, que todavía serpentea en Europa y en otros lugares.

Es una mecha que hay que apagar y la mejor forma de desactivarla es trabajar en positivo juntos, es promover la fraternidad. El Puente nos sigue sirviendo de ejemplo, está sostenido por grandes cadenas, formadas por muchos eslabones. Nosotros somos estos eslabones y cada eslabón es fundamental, por eso no podemos seguir viviendo en la sospecha y en la ignorancia, distantes y divididos.

Un puente une dos partes. En este sentido evoca el concepto, fundamental en la Escritura, de alianza. El Dios de la alianza nos pide que no cedamos a la lógica del aislamiento y de los intereses creados. No desea las alianzas con alguno en detrimento de otros, sino personas y comunidades que sean puentes de comunión con todos. En este país ustedes, que representan las religiones mayoritarias, tienen la tarea de favorecer las condiciones para que se respete y fomente la libertad religiosa de todos. Y tienen también la función de ser ejemplo para todos. Que nadie pueda decir que de los labios de los hombres de Dios salen palabras de división, sino sólo mensajes de apertura y de paz. En un mundo desgarrado por demasiados conflictos, este es el mejor testimonio que pueden ofrecer quienes han recibido la gracia de conocer al Dios de la alianza y de la paz.

El Puente de las Cadenas no sólo es el más conocido, sino también el más antiguo de esta ciudad. Muchas generaciones lo han atravesado. Esto también invita a recordar el pasado. Encontraremos sufrimientos y oscuridad, incomprensiones y persecuciones pero, yendo a las raíces, descubriremos un patrimonio espiritual común mucho más grande. Es este el tesoro que nos permite construir juntos un futuro distinto. Pienso con emoción en tantas figuras de amigos de Dios que han irradiado su luz en las noches del mundo. Menciono, entre muchos, a un gran poeta de este país, Miklós Radnóti, cuya brillante carrera fue truncada por el odio ciego de quienes, sólo porque era de origen judío, primero le impidieron ejercer la docencia y luego lo arrancaron de su familia.

Encerrado en un campo de concentración, en el abismo más oscuro y depravado de la humanidad, siguió escribiendo poesías hasta su muerte. El Cuaderno de Bor es el único poemario que ha sobrevivido a la Shoah. En él da testimonio de la fuerza de creer en el calor del amor en medio del hielo del lager y de iluminar la oscuridad del odio con la luz de la fe. El autor, sofocado por las cadenas que le oprimían el alma, encontró el valor para escribir en una libertad superior: «Prisionero, he tomado la medida a toda esperanza» (El Cuaderno de Bor, Carta a mi esposa). Y puso una pregunta, que hoy todavía resuena para nosotros: «Y tú, ¿cómo vives? ¿Encuentra eco tu voz en este tiempo?» (El Cuaderno de Bor, Égloga Primera). Nuestras voces, queridos hermanos, tienen que hacerse eco de esa Palabra que el cielo nos ha dado, eco de esperanza y de paz. Y aunque no nos escuchen o no nos entiendan, no neguemos nunca con nuestras acciones la Revelación de la que somos testigos.

Al final, en la triste soledad del campo de concentración, mientras se daba cuenta de que la vida se estaba marchitando, Radnóti escribió: «Soy también yo una raíz ahora... Fui una flor, me he convertido en una raíz» (El Cuaderno de Bor, Raíz). También nosotros estamos llamados a convertirnos en raíces. A menudo buscamos frutos, resultados, afirmaciones. Pero Aquel que hace fructificar su Palabra en la tierra con la misma dulzura de la lluvia que hace germinar el campo (cf. Is 55,10), nos recuerda que nuestros caminos de fe son semillas, semillas que se transforman en raíces subterráneas, raíces que alimentan la memoria y hacen germinar el futuro. Esto es lo que nos pide el Dios de nuestros padres, porque —como escribía otro poeta— «Dios espera en otra parte, espera precisamente al final de todo. Abajo. Donde están las raíces» (R.M. RILKE, Vladimir, El pintor de nubes). Sólo si estamos profundamente arraigados podremos alcanzar la cima. Enraizados en la escucha del Altísimo y de los demás, ayudaremos a nuestros contemporáneos a acogerse y amarse. Solamente si somos raíces de paz y brotes de unidad seremos creíbles a los ojos del mundo, que nos mira con la nostalgia de que florezca la esperanza. Gracias, y buen camino juntos.





 

PAPA FRANCISCO LLEGA A BUDAPEST E INICIA EL VIAJE INTERNACIONAL NÚMERO 34 DE SU PONTIFICADO



 Papa Francisco llega a Budapest e inicia el viaje internacional número 34 de su pontificado

Redacción ACI Prensa



Siendo las 7:58 a.m. del domingo 12 de septiembre, el Papa Francisco aterrizó en Budapest (Hungría) donde clausurará el 52 Congreso Eucarístico Internacional.

El Santo Padre inicia este domingo el viaje internacional número 34 de su pontificado, que incluye también a Eslovaquia, a donde partirá en horas de la tarde y se quedará hasta el miércoles 15.

El programa en la capital húngara, Budapest, incluye también una reunión privada con el primer ministro Viktor Orbán y con el presidente János Áder; y encuentros con los obispos católicos, con líderes de otras denominaciones cristianas y con comunidades judías.

La Misa de clausura del Congreso Eucarístico Internacional, cuyo lema es “Todas mis fuentes están en ti”, será celebrada en la Plaza de los Héroes a las 11:30 am (hora local).

Aproximadamente a las 2:30 p.m. Francisco partirá hacia la vecina Eslovaquia, donde permanecerá hasta el miércoles 15 de septiembre. El lema de esta visita es “Con María y José en el camino hacia Jesús”.

En este país el Santo Padre se reunirá con autoridades locales, con los obispos católicos y clero, con la comunidad judía, con los gitanos y jóvenes. Además tendrá un encuentro ecuménico, presidirá una divina liturgia y celebrará una Misa.

Francisco será el segundo pontífice en realizar un viaje apostólico a estos países. San Juan Pablo II visitó Hungría en 1991 y 1996, y Eslovaquia en 1990, 1995 y 2003.

Asimismo, será la última vez que un Papa viaje en Alitalia, pues la compañía aérea italiana dejará de funcionar desde el 15 de octubre luego de 74 años.

lunes, 6 de septiembre de 2021

¿CÓMO SE REZA LA LECTIO DIVINA? EL PAPA FRANCISCO TE LO ENSEÑA, PASO POR PASO

 



¿Cómo se reza la Lectio Divina? El Papa Francisco te lo enseña, paso por paso

Escrito por: Silvana Ramos


«Lectio Divina» significa, lectura divina en Latín. Es una antigua práctica que nos enseña a leer, meditar y vivir la Palabra de Dios. La historia nos cuenta que fue el Beato Guijo, el Cartujo, quién escribió las “etapas más importantes” de esta forma de meditar la palabra. No es una oración que tenga unas reglas fijas, pero sí algunas etapas importantes que nos irán guiando hacia un encuentro con el mensaje personal de Dios hacia nosotros a través de la Sagrada Escritura.


Estas etapas son cuatro: La Lectio, o lectura, de la palabra de Dios; la meditación de aquello que hemos leído; la oración (que es ese momento en que entramos en diálogo con Dios), y finalmente, la contemplación, etapa en la que nos abandonamos a los pensamientos santos. Es la etapa en la que dejamos atrás nuestros propios pensamientos y nos disponemos a escuchar la voz de Dios que habla dentro de nosotros.

La Lectio Divina puede hacerse individualmente o en grupo. Es a causa de eso último que la estructura se hace necesaria. Aquí te dejamos una forma de llevar a cabo esta meditación. Ésta, seguro, te ayudará en el crecimiento de tu relación con Dios.

«La lectura busca la dulzura de la vida bienaventurada, la meditación la encuentra, la oración la pide, la contemplación la saborea. La lectura es como un manjar sólido que uno se lleva a la boca, la meditación lo mastica y tritura, la oración le coge gusto, la contemplación es la misma dulzura que alegra y restablece. La lectura toca la corteza, la meditación penetra en la médula, la oración consiste en la expresión del deseo, y la contemplación radica en la delectación de la dulzura obtenida» (Beato Guigo el cartujo – Fragmento Sobre la vida contemplativa).



1. Preparación previa. Búsqueda de la lectura

Antes de empezar la Lectio es importante hacer un pequeño trabajo previo. Se trata de buscar el Evangelio del día correspondiente o otro que quieras meditar ese día o varios días, así como también citas y comentarios que te ayuden a profundizar en su comprensión y a preparar algunas preguntas para la reflexión personal. Lee varios comentarios con atención y busca sacar los puntos más importantes que te llamaron la atención. Luego de esto puedes disponerte a la oración en sí.



2. Señal de la Cruz

Comenzamos buscando un lugar y una posición adecuados para la oración. Lo siguiente (que puede resultar obvio, pero que es importante recordar) es que un católico empieza siempre sus oraciones con la Señal de la Cruz.




3. Oración Inicial

Existen muchas oraciones con las que podemos dar apertura a la Lectio Divina. Una sugerencia es invocar al Espíritu Santo para que nos ilumine y permita escuchar el mensaje que Dios nos quiere dar a través de su Palabra. Aquí te dejamos un ejemplo, pero en realidad la oración inicial la puedes construir con tus propias palabras.

«Señor mío, puesto en tu presencia quiero disponer mi corazón para este momento de oración. Envía tu Espíritu Santo para me ilumine y abra mi mente y corazón a todo lo que Tú me quieras decir hoy. Gracias, Señor, por alimentarme con tu Palabra».




4. Lectura bíblica

Es en este punto que se lee la lectura bíblica del Evangelio que previamente seleccionaste. Puede ser el Evangelio del día o el que tú has elegido para meditar. Es bonito hacer la lectura directamente de la Biblia y hacerlo pausadamente para comprender lo que está escrito.



5. Lectura breve

Es en este punto en el que volvemos a dar lectura al comentario o reflexión sobre el Evangelio que hayamos encontrado y seleccionado en la preparación previa. Esta lectura breve tiene como objetivo ayudarte a profundizar su sentido y predisponerte a escuchar la voz de Dios.



6. Breve meditación personal

En este punto se hace silencio interior y propiamente empieza la meditación. La idea es que puedas profundizar en lo que este Evangelio tiene que ver con tu vida y acogerlo en el corazón. Aquí te dejamos algunas preguntas que pueden ayudarte en este paso:


1. ¿Qué me dice el Evangelio que he leído?

2. ¿Cómo ilumina mi vida?

3. ¿Qué rasgos de Jesús encuentro en él?

4. ¿Qué mensaje particular Dios me quiere hacer llegar?



7. Acción de gracias y peticiones personales

Para ir finalizando, y luego de haber meditado en la lectura bíblica, damos gracias a Dios por el momento vivido y le pedimos por nuestras intenciones. Es un momento libre, en el que elevas una oración a Dios desde la experiencia de encuentro que acabas de tener con Él, lo contemplas y permites que tu corazón entre en sintonía con su Palabra.



8. Oración final y consagración a María

Hemos llegado al final de nuestra Lectio. Como lo indicamos al principio del post, esta estructura no es rígida. Podemos terminar la Lectio con la oración de acción de gracias. Pero una forma muy linda de cerrarla, es consagrándonos a María y pidiendo su intercesión. Te sugerimos rezar un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria.



9. Señal de la Cruz

Habiendo terminado nuestra meditación, y luego de consagrarnos a María, terminamos de la misma manera en como empezamos, con la señal de la Cruz.

Para finalizar con este recurso te dejamos algunas páginas en las que puedes encontrar la lectura del Evangelio del día así como comentarios y recursos que te ayudarán en tu próxima Lectio Divina. ¡Esperamos te sean de mucha ayuda!: Mi vida en Cristo, Camino hacia Dios, Ciudad redonda, Deiverbum, Evangelio del día, Dominicos. 

IMÁGENES DEL PAPA FRANCISCO
















 

EL PAPA FRANCISCO SOLICITA ORACIONES POR SU PRÓXIMO VIAJE A BUDAPEST Y ESLOVAQUIA



 El Papa solicita oraciones por su próximo viaje a Budapest y Eslovaquia

POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa

 Foto: Colm Flynn / ACI Prensa



El Papa Francisco solicitó oraciones por su próximo viaje internacional que se llevará a cabo del 12 al 15 de septiembre para clausurar el Congreso Eucarístico Internacional en Budapest (Hungría) y para visitar durante tres días al país vecino Eslovaquia.

“El próximo domingo iré a Budapest para la conclusión del Congreso Eucarístico Internacional. Después de la Misa, mi peregrinación continuará durante unos días en Eslovaquia, y concluirá el miércoles siguiente con la gran fiesta popular de Nuestra Señora de los Dolores, Patrona de ese país”, dijo el Papa después del rezo del Ángelus este 5 de septiembre a numerosos fieles reunidos en la plaza de San Pedro.

Por ello, el Pontífice saludó con afecto a los que han preparado este viaje y les dio las gracias, así como también “a los que me esperan y a los que yo mismo deseo encontrar de todo corazón”.

“Serán días marcados por la Adoración y la oración en el corazón de Europa”, indicó el Papa.

En esta línea, el Santo Padre pidió a todos “que me acompañen en la oración, y confío mis visitas a la intercesión de tantos heroicos confesores de la fe, que en aquellos lugares dieron testimonio del Evangelio en medio de la hostilidad y la persecución”.

Finalmente, el Papa rezó para que los testigos de la fe en esta tierra “ayuden a Europa a dar testimonio también hoy, no tanto con palabras, sino sobre todo con hechos, con obras de misericordia y de hospitalidad, de la buena noticia del Señor que nos ama y nos salva”.