sábado, 31 de diciembre de 2022

BENEDICTO XVI, 1927 - 2022, SU VIDA Y LEGADO

 









Benedicto XVI muere a los 95 años, informa el Vaticano
Redacción ACI Prensa




El Papa Emérito Benedicto XVI murió este 31 de diciembre a los 95 años, poniendo fin a la transcendental vida de un hombre de Iglesia que se llamó a sí mismo un humilde trabajador en la viña del Señor.

Su muerte fue anunciada en un comunicado oficial por Matteo Bruni, director de la Oficina de Prensa del Vaticano, quien señaló que "con tristeza les informo que el Papa Emérito, Benedicto XVI, falleció hoy a las 9:34, en el Monasterio Mater Ecclesiae en el Vaticano".

"Más información seguirá tan pronto como sea posible", expresó.

Joseph Aloisius Ratzinger fue elegido Papa en abril de 2005. Tomó el nombre de Benedicto XVI tras décadas de servicio a la Iglesia Católica como teólogo, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Cardenal y uno de los más cercanos colaboradores de San Juan Pablo II, a quien sucedió en el papado.

El 11 de febrero de 2013, Benedicto, de 85 años entonces, sorprendió al mundo con el anuncio, en latín, de su renuncia, convirtiéndose en el primer Papa en renunciar en 600 años.

Dijo que daba ese paso porque su edad avanzada y su falta de fuerzas lo hacían inadecuado para el servicio petrino.


Ampliamente reconocido como un destacado teólogo del siglo XX, el pontificado de Benedicto estuvo marcado por un profundo entendimiento de los desafíos de la Iglesia, ante la creciente agresión ideológica y la perspectiva cada vez más secular de Occidente, dentro y fuera de la Iglesia.

Como se recuerda, advirtió de la “dictadura del relativismo” en una homilía previa al cónclave de 2005, en el que fue elegido Papa.

Nacido en el pequeño pueblo de Baviera llamado Marktl am Inn el 16 de abril de 1927, el futuro Papa creció en una región de Alemania conocida por su piedad y su gran devoción mariana.

Fue el tercero de los hijos de Joseph y María Ratzinger.

Su juventud en el pueblo cercano, también bávaro, de Traunstein, se vio ensombrecida por el partido nazi, un régimen al que consideró “siniestro” y que “desterró a Dios y así se hizo impermeable a todo lo bueno y verdadero”.

Luego de un periodo forzado de dos meses en el ejército alemán al final de la Segunda Guerra Mundial, Ratzinger y su hermano mayor, Georg, retomaron sus estudios para el sacerdocio, primero en Freising y luego en Munich.

Ordenado sacerdote con su hermano el 29 de junio de 1951, Ratzinger concluyó su doctorado en teología y se convirtió en profesor universitario y vicepresidente de la prestigiosa Universidad de Ratisbona en Baviera.

Su reputación como intelectual hizo que el Cardenal Joseph Frings, Arzobispo de Colonia, lo invitara a servir como experto o perito en el Concilio Vaticano II.


Rápidamente se distinguió como un eminente teólogo.

En 1977 el Papa San Pablo VI lo nombró Arzobispo de Múnich y Freising. Más tarde, ese mismo año, lo designó Cardenal.

Solo cuatro años después, en 1981, el Papa Juan Pablo II lo nombró prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el dicasterio del Vaticano dedicado a promover y defender las enseñanzas de la fe católica. Estuvo en el cargo hasta la muerte de San Juan Pablo II en 2005.

Luego de su renuncia en 2013, estableció su residencia en el monasterio Mater Ecclesiae, un pequeño convento construido en 1994 dentro del Vaticano, donde se dedicó a una vida de oración y estudio.

En conferencia de prensa este 31 de diciembre de 2022, Matteo Bruni anunció que el funeral del Papa Emérito Benedicto XVI se realizará el jueves 5 de enero de 2023 a las 9:30 a.m. (hora de Roma) en la Plaza de San Pedro, y lo presidirá el Papa Francisco.

Además, desde la mañana del lunes 2 de diciembre, el cuerpo de Benedicto XVI estará en la Basílica de San Pedro para que los fieles católicos puedan tener "un último encuentro con el Papa Emérito, para saludarlo y para decirle adiós".




El Vaticano anuncia detalles del funeral de Benedicto XVI

POR DAVID RAMOS | ACI Prensa


Benedicto XVI. Crédito: Vatican Media.

El funeral del Papa Emérito Benedicto XVI se realizará el jueves 5 de enero de 2023 en la Plaza de San Pedro a las 9:30 a.m. (hora de Roma), y lo presidirá el Papa Francisco.

Así lo informó Matteo Bruni, director de la Oficina de Prensa del Vaticano, en una breve conferencia de prensa este 31 de diciembre.

Bruni indicó que Benedicto XVI recibió la Unción de los enfermos el miércoles 28 de diciembre en el monasterio Mater Ecclesiae, donde residía, al final de la Santa Misa.

"Desde la mañana del lunes, el cuerpo del Papa Emérito estará en la Basílica de San Pedro, donde los fieles pueden ir con las oraciones para un último encuentro con el Papa Emérito, para saludarlo y para decirle adiós", señaló Bruni.

Bruni dijo a los periodistas, además, que "siguiendo el deseo del Papa Emérito, el funeral se celebrará bajo el signo de la sencillez", y subrayó que será un "funeral solemne pero sobrio".

 



Cardenal Müller: Benedicto XVI será recordado como un “verdadero Doctor de la Iglesia”

POR EDWARD PENTIN | ACI Prensa

Benedicto XVI. Crédito: Vatican Media.


El Cardenal Gerhard Müller rindió homenaje al fallecido Papa Emérito Benedicto XVI, y lo describió como un “gran pensador” y un “verdadero Doctor de la Iglesia para hoy”.

El Cardenal Müller, Prefecto Emérito del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, también describió al fallecido Joseph Ratzinger, que murió este 31 de diciembre a las 9:34 a.m. (hora de Roma), como un hombre de gran sensibilidad, humor y humildad, que tenía una “profunda sabiduría como partícipe del amor de Dios”.

Entrevistado por el National Catholic Register, el Purpurado alemán, que fundó el Instituto Benedicto XVI para difundir los trabajos de Joseph Ratzinger, habló sobre el legado de Benedicto XVI para la Iglesia, respondió a algunos de sus críticos y reflexionó sobre cómo su muerte podría afectar al muy criticado Camino Sinodal Alemán.

Consultado por las más relevantes obras de Benedicto XVI sobre teología y doctrina, el Cardenal señaló que “los mejores libros son su Introducción al cristianismo y Escatología: La muerte y la vida eterna, y su trilogía de Jesús para un público en general bien educado”.

“Los libros sobre Agustín y Buenaventura requieren una educación teológica académica para una mejor comprensión”, señaló.

El Cardenal Müller recomendó además leer “sus numerosas homilías edificantes y fortalecedoras de la fe, que también son fácilmente accesibles en los Escritos Completos (16 volúmenes)”.

Respecto a quienes critican a Joseph Ratzinger por una supuesta teología incoherente que trata de reconciliar posiciones contradictorias, como la modernidad y la tradición, y quienes lo señalaban como rígido y conservador, el Purpurado señaló que “solo los ignorantes ideológicamente de mente estrecha pueden decir eso”.

“San Ireneo de Lyon, a quien el Papa Francisco ha declarado ‘Doctor Unitatis’ (Doctor de la Unidad), habla en contra de los gnósticos de todos los tiempos que quieren aprisionar el misterio de Dios en sus mentes limitadas, y que con y en Cristo toda la novedad y la inigualable modernidad de Dios ha venido al mundo”.

“La modernidad no es idéntica al inmanentismo anti metafísico de la Ilustración y las ideologías antihumanas de los ateísmos filosóficos y políticos de los últimos tres siglos”, precisó.

“Solo la fe cristiana es moderna, es decir, hasta el nivel de las cuestiones fundamentales reales sobre el sentido de la vida y los principios morales de su formación”.

“Porque ninguna teoría ni ningún ser humano puede redimirnos y ofrecernos apoyo en la vida y en la muerte sino la Palabra de Dios, que en su Hijo asumió nuestra humanidad y por su cruz y resurrección nos redimió del pecado y de la muerte y nos dio la esperanza de vida eterna (Gaudium et Spes 10; 22)”, señaló.

Sobre cómo será recordado Benedicto XVI, aseguró que “fue un gran pensador y personalmente un cristiano creyente. Es un verdadero Doctor de la Iglesia para hoy”.

Para el Purpurado, la encíclica más profunda de Benedicto XVI es Deus Caritas est (Dios es amor), “porque aquí la suma y culminación de la auto-revelación del Dios Uno y Trino en su esencia, y la relación de las tres personas divinas, se presenta al hombre contemporáneo al más alto nivel magisterial”.

El Cardenal Müller resaltó además que Benedicto XVI “era una persona muy fina, muy sensible, jocosa, humilde y, sobre todo, un hombre de profunda sabiduría como partícipe del amor de Dios”.

Sobre el efecto de la muerte de Benedicto XVI en el controversial Camino Sinodal Alemán, que ha causado acusaciones de herejía y temores de un posible cisma, el Purpurado señaló que “me temo que a estos protagonistas de una antropología alejada de Cristo no les impresionará uno de los más grandes eruditos cristianos de nuestro tiempo”.

“Con ellos, si el Espíritu Santo no provoca directamente una profunda conversión de los corazones, una ideología atea sofoca toda semilla de fe sobrenatural, revelada”, lamentó.

Traducido y adaptado por David Ramos. Publicado originalmente en el National Catholic Register.









 Benedicto XVI, 1927-2022: Su vida y legado

Redacción ACI Prensa




El Papa Emérito Benedicto XVI murió el 31 de diciembre de 2022, a la edad de 95 años, poniendo fin a la vida trascendental de un hombre de Iglesia que proclamó la “eterna alegría" de Jesucristo y se llamó a sí mismo un “humilde obrero” en la viña del Señor.

Su muerte ocurrió a las 9:34 a.m. (hora de Roma).


Datos biográficos

El Cardenal Joseph Aloisius Ratzinger fue elegido Papa el 19 de abril de 2005, y tomó el nombre de Benedicto XVI. Ocho años después, el 11 de febrero de 2013, con entonces 85 años sorprendió, al mundo con el anuncio, pronunciado en latín, de que estaba renunciando al papado.


Fue la primera renuncia de un Papa en cerca de 600 años. Benedicto XVI indicó que su avanzada edad y falta de fuerza eran inadecuados para el ejercicio de su cargo.


Sin embargo, el enorme legado de sus profundas contribuciones teológicas a la Iglesia y al mundo continuarán siendo una fuente de reflexión y estudio.


Incluso antes de su elección como Papa, Ratzinger ejerció una duradera influencia en la Iglesia moderna, primero como un joven teólogo durante el Concilio Vaticano II (1962-1965), y luego como prefecto de la Congregación del Vaticano (hoy Dicasterio) para la Doctrina de la Fe.


Un defensor elocuente de la enseñanza católica, acuñó el término “dictadura del relativismo” para describir la creciente intolerancia secularista contra la fe religiosa en el siglo XXI.


El pontificado de Benedicto XVI fue moldeado por su profunda comprensión de este desafío para la Iglesia y el catolicismo frente a la creciente agresión ideológica, sobre todo de una mentalidad occidental cada vez más secular, tanto dentro como fuera de la Iglesia.


Benedicto fue también un arquitecto clave de la lucha contra los abusos sexuales en la Iglesia a inicios de la década del 2000. Supervisó importantes cambios al derecho canónico y expulsó del estado clerical a cientos de abusadores.


Millones han leído los libros de Benedicto, incluyendo el innovador “Introducción al cristianismo”, de 1968, y los tres volúmenes de “Jesús de Nazaret”, publicados entre 2007 y 2012, durante sus años como Pontífice.


Benedicto XVI fue el primer Papa en renunciar al cargo en casi 600 años. Viajó en helicóptero desde la Ciudad del Vaticano a Castel Gandolfo el 28 de febrero de 2013, y desde mayo de ese año comenzó una vida de retiro en el monasterio Mater Ecclesiae en los jardines del Vaticano.


Un helicóptero transporta al Papa Emérito Benedicto XVI al retirarse oficialmente en la Ciudad del Vaticano, el 28 de febrero de 2013. Crédito: Getty Images News/Getty Images.


“Soy simplemente un peregrino que inicia la última etapa de su peregrinaje en esta tierra”, dijo en sus palabras finales como Pontífice.


“Caminemos junto al Señor por el bien de la Iglesia y del mundo”, añadió.


Benedicto era conocido por su amor por la música -tocaba piezas de Mozart y de Beethoven en el piano- y por su afición por los gatos, las galletas de Navidad y ocasionalmente algo de cerveza alemana.


El fallecido Papa era también conocido por su amabilidad, cortesía y por ser un verdadero hijo de Baviera.


Una llamada superior en tiempos de guerra

Joseph Ratzinger nació el 16 de abril de 1927, Sábado Santo, en el pueblo bávaro de Marktl am Inn. Sus padres, Joseph y María, lo criaron en la fe católica.



Su padre, miembro de una tradicional familia bávara de granjeros, sirvió como oficial de policía, pero era tan fiero oponente de los nazis que la familia tuvo que reubicarse en Traunstein, un pequeño pueblo en la frontera austriaca.


Joseph y sus hermanos mayores, Georg y María, crecieron durante el auge en Alemania del nazismo, al que luego calificaría de “régimen siniestro” que “desterró a Dios y así se volvió impermeable a todo lo verdadero y bueno”.


Fue reclutado en el servicio antiaéreo auxiliar del ejército en los últimos meses de la II Guerra Mundial. Desertó y pasó un breve tiempo en un campo de prisioneros de guerra estadounidense.


Después de la guerra, retomó sus estudios para el sacerdocio y fue ordenado el 29 de junio de 1951, junto con su hermano, Mons. Georg Ratzinger.


Los dos permanecieron cercanos a lo largo de sus vidas. Benedicto viajó a Baviera en junio de 2020, poco antes de la muerte de su hermano, ocurrida el 1 de julio de ese año.



De izquierda a derecha: Joseph Ratzinger (hijo); María y Joseph Ratzinger (padres); María (hermana de Benedicto XVI); y Georg Ratzinger. Crédito: Vatican Media.


Mientras que Georg se convirtió en un destacado director de coro, Joseph realizó estudios de doctorado en teología y finalmente llrgó a ser profesor universitario y decano y vicerrector de la prestigiosa Universidad de Ratisbona en Baviera.


Joseph sirvió como experto (peritus) en el Concilio Vaticano II junto al Cardenal Joseph Frings, entonces Arzobispo de Colonia. En 1972, se unió a prominentes teólogos como Hans Urs von Balthasar y Henri De Lubac para fundar la publicación teológica Communio, para reflexionar fielmente sobre teología en el tumultuoso periodo posterior al Concilio, y para refutar las varias falsas interpretaciones de los documentos conciliares que se estaban difundiendo.


El Papa San Pablo VI lo nombró Arzobispo de Munich y Freising a inicios de 1977, y lo creó Cardenal en junio de ese año.


En 1981, Juan Pablo II nombró al Cardenal Ratzinger prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidente de la Pontificia Comisión Bíblica y presidente de la Comisión Teológica Internacional.


Tuvo un papel decisivo en la preparación del Catecismo de la Iglesia Católica (publicado en 1992), y en aclarar y defender la doctrina católica. 


Fue vilipendiado por su labor por los medios de comunicación seculares y grupos católicos progresistas, especialmente cuando cumplió con la tarea de investigar obras de algunos teólogos que proponían enseñanzas erróneas y hasta heréticas. En 1997, a la edad de 70 años, el entonces Cardenal pidió a Juan Pablo II que le permitiera renunciar a su cargo en la Curia para poder trabajar en la Biblioteca del Vaticano. Juan Pablo II le solicitó que se quedara y siguió siendo una de las figuras clave del pontificado hasta la muerte del Pontífice en abril de 2005.


Después de la muerte de Juan Pablo II, Ratzinger fue elegido para el papado en uno de los cónclaves más cortos de la historia moderna.


Un llamado a la renovación

El Cardenal Ratzinger eligió el nombre de Benedicto XVI porque, como explicó en una Audiencia general apenas pocos días después de su elección, Benedicto XV (Papa entre 1914 y 1922) también había dirigido a la Iglesia a través de un periodo de confusión en la I Guerra Mundial (1914-1918).


“Como él, deseo poner mi ministerio al servicio de la reconciliación y la armonía entre los hombres y los pueblos, profundamente convencido de que el gran bien de la paz es ante todo don de Dios”, señaló el 27 de abril de 2025.


“El nombre Benedicto evoca, además, la extraordinaria figura del gran ‘patriarca del monacato occidental’”, añadió refiriéndose a San Benito. Este co-patrono de Europa fue “un punto de referencia fundamental para la unidad de Europa y un fuerte recuerdo de las irrenunciables raíces cristianas de su cultura y de su civilización”.


Benedicto XVI en la logia de bendición de la Basílica de San Pedro después del anuncio de su elección como Papa, el 19 de abril de 2005. Crédito: Vatican Media.


El pontificado de Benedicto XVI estuvo marcado por los esfuerzos de renovación eclesiástica, intelectual y espiritual, incluida la confrontación del relativismo y el secularismo, la lucha contra el flagelo del abuso sexual del clero, el impulso de la reforma litúrgica y la promoción de una interpretación auténtica del Concilio Vaticano II.


En su homilía previa al cónclave de 2005 que lo eligió Papa, el todavía Cardenal Ratzinger advirtió de una “una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida solo el propio yo y sus antojos”.


Subrayó entonces que Jesucristo “es la medida del verdadero humanismo”, y que una fe madura y una amistad con Dios nos dan los criterios para distinguir “entre lo verdadero y lo falso, entre el engaño y la verdad”.


En su discurso en el salón de Westminster a los líderes de la sociedad británica durante su visita al Reino Unido en 2010, Benedicto XVI habló sobre los inmensos peligros para la sociedad contemporánea, cuando la religión es separada de la vida pública.


“Hay algunos que desean que la voz de la religión se silencie”, apuntó, “o al menos que se relegue a la esfera meramente privada. Hay quienes esgrimen que la celebración pública de fiestas como la Navidad deberían suprimirse según la discutible convicción de que ésta ofende a los miembros de otras religiones o de ninguna. Y hay otros que sostienen —paradójicamente con la intención de suprimir la discriminación— que a los cristianos que desempeñan un papel público se les debería pedir a veces que actuaran contra su conciencia. Éstos son signos preocupantes de un fracaso en el aprecio no solo de los derechos de los creyentes a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa, sino también del legítimo papel de la religión en la vida pública”.


Involucrar al Islam, alentar la evangelización

Mucho más controversial fue su discurso de 2006 en la Universidad de Ratisbona, en su encuentro con el mundo de la cultura. Benedicto XVI criticó las formas de pensamiento secular que promueven “una razón que sea sorda a lo divino y relegue la religión al ámbito de las subculturas”, considerando esta actitud “incapaz de entrar en el diálogo de las culturas”. También reprochó a las escuelas de pensamiento cristianas y musulmanas que equivocadamente exaltan la “trascendencia y la diversidad” de Dios, de tal forma que la razón humana y el entendimiento del bien “dejan de ser un auténtico espejo de Dios”.


Algunos medios y varios políticos alemanes tomaron ese discurso fuera de contexto a propósito, centrándose en una sola cita antigua de un emperador bizantino. Tal tergiversación estuvo acompañada por un estallido de violencia anticristiana en regiones del mundo musulmán. A pesar de tales reacciones, la contribución real de Benedicto XVI condujo a esfuerzos más significativos en un diálogo cristiano-musulmán sincero, uno que no disimula las diferencias y que llama a la reciprocidad mutua en el respeto de los derechos.


El Papa Benedicto XVI intercambia regalos con el rey Abdullah de Arabia Saudita (izquierda) en el Vaticano, el 6 de noviembre de 2007. Crédito: POOL/AFP vía Getty Images.


Habiendo reconocido la profunda crisis existencial y espiritual que enfrenta el mundo, Occidente en particular, Benedicto XVI recordó a los católicos de todo el orbe el llamado a evangelizar. Fue un gran partidario de la nueva evangelización, especialmente en la predicación y la vivencia del Evangelio en lo que describió como el "continente digital", el mundo de las comunicaciones en línea y las redes sociales.


“No hay prioridad más grande que esta: abrir de nuevo al hombre de hoy el acceso a Dios, al Dios que habla y nos comunica su amor para que tengamos vida abundante”, escribió en su exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini de 2010, sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia.


Puntos de vista opuestos del Vaticano II

Benedicto también vio la necesidad de que la Iglesia adopte una comprensión auténtica del Vaticano II, señalando en un discurso pronunciado en 2005 dos modelos interpretativos en competencia (hermenéutica) que habían surgido después del Concilio.



El primero, una hermenéutica de la discontinuidad y la ruptura, propone que hay una escisión fundamental entre el Concilio y el pasado, y que no son los textos sino un vago “espíritu del Concilio” los que deben guiar su interpretación e implementación. Así pues, lamentó, “en una palabra sería preciso seguir no los textos del Concilio, sino su espíritu. De ese modo, como es obvio, queda un amplio margen para la pregunta sobre cómo se define entonces ese espíritu y, en consecuencia, se deja espacio a cualquier arbitrariedad”.


Contra esta hermenéutica de la ruptura, Benedicto propuso una hermenéutica de la reforma y continuidad, a la que llamó “renovación dentro de la continuidad del único sujeto-Iglesia, que el Señor nos ha dado; es un sujeto que crece en el tiempo y se desarrolla, pero permaneciendo siempre el mismo, único sujeto del pueblo de Dios en camino”.


Sus esfuerzos por establecer una interpretación correcta del Concilio Vaticano II se extendieron hasta el final de su pontificado. El 14 de febrero de 2013, apenas dos semanas antes de que tuviera efecto su renuncia, comentó que el Concilio fue inicialmente interpretado “a través de los medios”, que lo presentaron como una “lucha política” entre diferentes corrientes dentro de la Iglesia.


Este “Concilio de los medios de comunicación” creó “tantas calamidades”, teniendo como resultado que seminarios y conventos cerraran, y la liturgia fuera “banalizada”. Benedicto XVI afirmó que la verdadera interpretación del Vaticano II está emergiendo “con toda su fuerza espiritual”.


El Papa Benedicto XVI asiste al Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana en la sala del Sínodo, el 19 de octubre de 2012. El Sínodo de los Obispos fue establecido por el Papa Pablo Vl en 1965, después del Concilio Vaticano II. Crédito: Franco Origlia/Getty Images.


El llamado a la continuidad y reforma encontró una expresión rica en la atención del Papa a la liturgia, en particular a través de su gran libro “El espíritu de la liturgia” (2000), y sus esfuerzos por alentar el retorno a la reverencia y belleza litúrgicas. “Sí, la liturgia se vuelve personal, verdadera y nueva”, propuso, “no a través de tonterías y experimentos banales con las palabras, sino a través de una entrada valiente en la gran realidad que a través del rito siempre está delante de nosotros y nunca puede ser superada del todo” (p. 169). Sobre todo, su visión de la liturgia colocaba a Dios una vez más al centro: “La verdadera ‘acción’ en la liturgia en la que se supone que todos debemos participar es la acción de Dios mismo. Esto es lo nuevo y distintivo de la liturgia cristiana: Dios mismo actúa y hace lo que es esencial” (p. 173).


Al llevar su preocupación a la práctica, publicó la carta apostólica Summorum Pontificum en 2007, con la que amplió significativamente el permiso para que los sacerdotes celebren la Eucaristía de acuerdo al Misal previo a las reformas de 1970. En la carta con la que acompañó Summorum Pontificum, escribió: “En la historia de la Liturgia hay crecimiento y progreso, pero ninguna ruptura. Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser improvisamente totalmente prohibido o incluso perjudicial. Nos hace bien a todos conservar las riquezas que han crecido en la fe y en la oración de la Iglesia y de darles el justo puesto”.


Y en respuesta a la pregunta de si esta reautorización de la Misa Tridentina era poco más que una concesión a la Fraternidad cismática de San Pío X, Benedicto le dijo a Peter Seewald en sus “Últimas conversaciones” (2016), “¡Esto es absolutamente falso! Para mí era importante que la Iglesia estuviera en armonía consigo misma, con su propio pasado. Que lo que antes era sagrado para ella no se considerara ahora algo erróneo”.


Sus esfuerzos por reformar la Curia romana quedaron incompletos en el momento de su dimisión. La atención de los medios se centró especialmente en el llamado escándalo Vatileaks, relacionado con la filtración de documentos papales privados y el arresto y juicio de un mayordomo del Santo Padre. Sin embargo, dio pasos importantes hacia una genuina transparencia financiera que también llevó a cabo el Papa Francisco.


De manera similar, en sus años como prefecto y luego como Pontífice, sentó una base vital para la respuesta de la Iglesia a la crisis y ayudó a allanar el camino para reformas más amplias bajo el pontificado de Francisco.


Una posición firme en los casos de abuso

Mucho antes de su elección como Papa, el entonces Cardenal Ratzinger había impulsado esfuerzos serios para enfrentar el flagelo del abuso sexual del clero. En 2001, tuvo un papel decisivo en la asignación de los casos de abuso bajo la jurisdicción de la Congregación para la Doctrina de la Fe y ayudó a los obispos de Estados Unidos a recibir la aprobación del Vaticano para la Carta de Dallas y las Normas esenciales que luego formaron la base para el inmenso progreso en el tratamiento del abuso del clero en los Estados Unidos.


En los días previos al fallecimiento de Juan Pablo II en marzo de 2005, Ratzinger escribió las meditaciones del Vía Crucis del Viernes Santo en Roma. 


En su reflexión en la novena estación, hizo una condena lacerante: “¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él!”.


Sus palabras pronosticaban su compromiso con la lucha contra los abusos desde el momento de su elección.


El Cardenal Joseph Ratzinger en la Vigilia Pascual en la Basílica de San Pedro, el 26 de marzo de 2005. Crédito: Franco Origlia/Getty Images.


A los dos meses de asumir el papado, Benedicto disciplinó al padre Marcel Maciel, el carismático e influyente fundador de los Legionarios de Cristo que durante mucho tiempo había sido acusado de abusar sexualmente de los seminaristas y luego se reveló que había llevado una doble vida profundamente escandalosa.


Cientos de sacerdotes que habían cometido abusos sexuales fueron expulsados del estado clerical bajo Benedicto. Esta fue una continuación de su trabajo en la Congregación para la Doctrina de la Fe, pero ahora las sanciones llegaron acompañadas de pedidos formales de disculpas a las víctimas, incluidas las de Estados Unidos, Australia, Canadá e Irlanda. En 2008, durante su visita a los Estados Unidos, se encontró personalmente con víctimas, y en 2010 escribió una carta pastoral a los católicos de Irlanda, pidiendo su perdón por el enorme sufrimiento causado por los abusos.


“Habéis sufrido inmensamente”, escribió, “y eso me apesadumbra en verdad. Sé que nada puede borrar el mal que habéis soportado. Vuestra confianza ha sido traicionada y vuestra dignidad ha sido violada. Muchos habéis experimentado que cuando teníais el valor suficiente para hablar de lo que os había pasado, nadie quería escucharos”.


Un distinguido profesor y teólogo

A pesar de su avanzada edad en el momento de su elección, Benedicto continuó la costumbre de Juan Pablo II de viajar por el mundo. Sus 24 visitas apostólicas fuera de Italia incluyeron tres viajes a su Alemania natal y tres Jornadas Mundiales de la Juventud.


Su visita a Turquía en 2006 se centró en las relaciones con el islam y el cristianismo ortodoxo, destacando su asistencia a una Divina Liturgia celebrada por el patriarca ortodoxo de Constantinopla. Durante su viaje a los Estados Unidos en 2008, visitó el sitio de las torres destruidas del World Trade Center, una sinagoga de Nueva York y la Universidad Católica de América.


“Cristo es el camino que conduce al Padre, la verdad que da sentido a la existencia humana, y la fuente de esa vida que es alegría eterna con todos los Santos en el Reino de los cielos”, le dijo a las 60 mil personas reunidas para la Misa en el Estadio de los Yankees en Nueva York, en abril de 2008.




De izquierda a derecha: Joseph Ratzinger (hijo); María y Joseph Ratzinger (padres); María (hermana de Benedicto XVI); y Georg Ratzinger. Crédito: Vatican Media.


Benedicto XVI en la logia de bendición de la Basílica de San Pedro después del anuncio de su elección como Papa, el 19 de abril de 2005. Crédito: Vatican Media.


El Papa Benedicto XVI intercambia regalos con el rey Abdullah de Arabia Saudita (izquierda) en el Vaticano, el 6 de noviembre de 2007. Crédito: POOL/AFP vía Getty Images.


El Papa Benedicto XVI asiste al Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana en la sala del Sínodo, el 19 de octubre de 2012. El Sínodo de los Obispos fue establecido por el Papa Pablo Vl en 1965, después del Concilio Vaticano II. Crédito: Franco Origlia/Getty Images.


El Cardenal Joseph Ratzinger en la Vigilia Pascual en la Basílica de San Pedro, el 26 de marzo de 2005. Crédito: Franco Origlia/Getty Images.


domingo, 25 de diciembre de 2022

MENSAJE DE NAVIDAD 2022 Y BENDICIÓN URBI ET ORBI DEL PAPA FRANCISCO



 Mensaje de Navidad 2022 y bendición Urbi et Orbi del Papa Francisco

POR ALMUDENA MARTÍNEZ-BORDIÚ | ACI Prensa

 Crédito: Almudena Martínez-Bordiú



Con motivo de la celebración de Navidad este 25 de diciembre, el Papa Francisco impartió la tradicional Bendición “Urbi et Orbi” (a la ciudad e Roma y al mundo).

Además, pronunció su mensaje de Navidad desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, donde pidió por el cese de las guerras en todo el mundo ante la llegada “del Príncipe de la paz”.


A continuación, el mensaje del Papa Francisco:

Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero, ¡feliz Navidad!  Que el Señor Jesús, nacido de la Virgen María, traiga a todos ustedes el amor de Dios, fuente  de fe y de esperanza; junto con el don de la paz, que los ángeles anunciaron a los pastores de Belén:  «¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!» (Lc 2,14).  

En este día de fiesta volvamos la mirada a Belén. El Señor vino al mundo en una gruta y fue  recostado en un pesebre para los animales, porque sus padres no pudieron encontrar un albergue, a  pesar de que a María le había llegado ya la hora del parto. Vino a estar entre nosotros en el silencio y  en la oscuridad de la noche, porque el Verbo de Dios no necesita reflectores ni el clamor de voces  humanas. Él mismo es la Palabra que da sentido a la existencia, la luz que alumbra el camino. «La  luz verdadera, al venir a este mundo —dice el Evangelio—, ilumina a todo hombre» (Jn 1,9).  Jesús nace entre nosotros, es Dios-con-nosotros. Viene para acompañar nuestra vida  cotidiana, para compartir todo con nosotros, alegrías y dolores, esperanzas e inquietudes. Viene como  un niño indefenso. Nace en el frío, pobre entre los pobres. Necesitado de todo, llama a la puerta de  nuestro corazón para encontrar calor y amparo. 

Como los pastores de Belén, dejemos que nos envuelva la luz y vayamos a ver el signo que  Dios nos ha dado. Venzamos el letargo del sueño espiritual y las falsas imágenes de la fiesta que  hacen olvidar quién es el homenajeado. Salgamos del bullicio que anestesia el corazón y nos conduce  a preparar adornos y regalos más que a contemplar el Acontecimiento: el Hijo de Dios que nació por  nosotros.  

Hermanos, hermanas, volvamos a Belén, donde resuena el primer vagido del Príncipe de la  paz. Sí, porque Él mismo, Jesús, es nuestra paz; esa paz que el mundo no puede dar y que Dios Padre  dio a la humanidad enviando a su Hijo. San León Magno tiene una expresión que, en la concisión de  la lengua latina, resume el mensaje de este día: «Natalis Domini, Natalis est pacis», «el Nacimiento  del Señor es el Nacimiento de la paz» (Sermón 6,5).  

Jesucristo es también el camino de la paz. Él, con su encarnación, pasión, muerte y  resurrección, abrió el paso de un mundo cerrado, oprimido por las tinieblas de la enemistad y de la  guerra, a un mundo abierto, libre para vivir en la fraternidad y en la paz. ¡Sigamos esta senda!

 Pero para poder hacerlo, para ser capaces de caminar en pos de Jesús, debemos despojarnos de las cargas  que nos lo impiden y que nos mantienen bloqueados.  

¿Y cuáles son estas cargas? ¿Cuál es este “lastre”? Son las mismas pasiones negativas que  impidieron que el rey Herodes y su corte reconocieran y acogieran el nacimiento de Jesús: el apego  al poder y al dinero, la soberbia, la hipocresía, la mentira. Estas cargas imposibilitan ir a Belén,  excluyen de la gracia de la Navidad y cierran el acceso al camino de la paz. Y, en efecto, debemos  constatar con dolor que, al mismo tiempo que se nos da el Príncipe de la paz, crudos vientos de guerra  continúan soplando sobre la humanidad.  

Si queremos que sea Navidad, la Navidad de Jesús y de la paz, contemplemos a Belén y  fijemos la mirada en el rostro del Niño que nos ha nacido. Y en ese pequeño semblante inocente  reconozcamos el de los niños que en cada rincón del mundo anhelan la paz. 

Que nuestra mirada se llene de los rostros de los hermanos y hermanas ucranianos, que viven  esta Navidad en la oscuridad, a la intemperie o lejos de sus hogares, a causa de la destrucción  ocasionada por diez meses de guerra. Que el Señor nos disponga a realizar gestos concretos de  solidaridad para ayudar a quienes están sufriendo, e ilumine las mentes de quienes tienen el poder de  acallar las armas y poner fin inmediatamente a esta guerra insensata. Lamentablemente, se prefiere  escuchar otras razones, dictadas por las lógicas del mundo. Pero la voz del Niño, ¿Quién la escucha? 

Nuestro tiempo está viviendo una grave carestía de paz también en otras regiones, en otros  escenarios de esta tercera guerra mundial. Pensemos en Siria, todavía martirizada por un conflicto  que pasó a segundo plano pero que no ha acabado; pensemos también en Tierra Santa, donde durante  los meses pasados aumentaron la violencia y los conflictos, con muertos y heridos. Imploremos al  Señor para que allí, en la tierra que lo vio nacer, se retome el diálogo y la búsqueda de confianza  recíproca entre israelíes y palestinos. Que el Niño Jesús sostenga a las comunidades cristianas que  viven en todo el Oriente Medio, para que en cada uno de esos países se pueda vivir la belleza de la  convivencia fraterna entre personas pertenecientes a diversos credos. 

Que ayude en particular al  Líbano, para que finalmente pueda recuperarse, con el apoyo de la comunidad internacional y con la  fuerza de la fraternidad y de la solidaridad. Que la luz de Cristo ilumine la región del Sahel, donde la  convivencia pacífica entre pueblos y tradiciones se ve perturbada por enfrentamientos y violencia.  

Que oriente hacia una tregua duradera en Yemen y hacia la reconciliación en Myanmar y en Irán,  para que cese todo derramamiento de sangre. Que inspire a las autoridades políticas y a todas las  personas de buena voluntad en el continente americano, a esforzarse por pacificar las tensiones  políticas y sociales que afectan a varios países; pienso particularmente en el pueblo haitiano, que está  sufriendo desde hace mucho tiempo.  

En este día, en que es hermoso volver areunirse alrededor de una mesa bien preparada, no  quitemos la mirada de Belén, que significa “casa del pan”, y pensemos en las personas que sufren  hambre, sobre todo los niños, mientras cada día se desperdician grandes cantidades de alimentos y se  derrochan bienes a cambio de armas. La guerra en Ucrania ha agravado aún más la situación, dejando  poblaciones enteras con riesgo de carestía, especialmente en Afganistán y en los países del Cuerno  de África.

Toda guerra —lo sabemos— provoca hambre y usa la comida misma como arma,  impidiendo su distribución a los pueblos que ya están sufriendo. En este día, aprendiendo del Príncipe  de la paz, comprometámonos todos —en primer lugar, los que tienen responsabilidades políticas—,  para que la comida no sea más que un instrumento de paz. Mientras disfrutamos la alegría de  encontrarnos con nuestros seres queridos, pensemos en las familias que están más heridas por la vida,  y en aquellas que, en este tiempo de crisis económica, tienen dificultades a causa de la falta de trabajo  y de lo necesario para vivir.  

Queridos hermanos y hermanas, hoy como en ese entonces, Jesús, la luz verdadera, viene a  un mundo enfermo de indiferencia, que no lo acoge (cf. Jn 1,11); es más, lo rechaza, como les pasa a  muchos extranjeros; o lo ignora, como muy a menudo hacemos nosotros con los pobres. No nos  olvidemos hoy de tantos migrantes y refugiados que llaman a nuestra puerta en busca de consuelo,  calor y alimento. No nos olvidemos de los marginados, de las personas solas, de los huérfanos y de los ancianos, sabiduría del pueblo, que corren el riesgo de ser descartados; de los presos que miramos sólo por sus errores  y no como seres humanos.  

Hermanos y hermanas, Belén nos muestra la sencillez de Dios, que no se revela a los sabios y a los doctos, sino a los pequeños, a quienes tienen el corazón puro y abierto (cf. Mt 11,25). Como los pastores, vayamos  también nosotros sin demora y dejémonos maravillar por el acontecimiento impensable de Dios que  se hace hombre para nuestra salvación. Aquel que es fuente de todo bien se hace pobre y pide como limosna nuestra pobre humanidad. Dejémonos conmover por el amor de Dios y sigamos a Jesús, que  se despojó de su gloria para hacernos partícipes de su plenitud.

¡Feliz Navidad a todos! 

NAVIDAD 2022: HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA MISA DE NOCHEBUENA

 



Navidad 2022: Homilía del Papa Francisco en la Misa de Nochebuena

Redacción ACI Prensa


El Papa Francisco celebró este 24 de diciembre la Misa de Nochebuena en la Basílica de San Pedro, desde donde animó a volver a encontrar el sentido de la Navidad, que es el nacimiento del Niño Jesús para salvar al hombre.


A continuación la homilía completa del Papa Francisco:

¿Qué es lo que le sigue diciendo esta noche a nuestras vidas? Después de dos milenios del nacimiento de Jesús, después de muchas Navidades festejadas entre adornos y regalos, después de todo el consumismo que ha envuelto el misterio que celebramos, hay un riesgo: sabemos muchas cosas sobre la Navidad, pero nos olvidamos del significado. Y entonces, ¿cómo encontrar de nuevo el sentido de la Navidad? Y, sobre todo, ¿dónde buscarlo? El Evangelio del nacimiento de Jesús parece estar escrito precisamente para esto, para tomarnos de la mano y llevarnos allí donde Dios quiere.

De hecho, comienza con una situación parecida a la nuestra. Todos están ocupados, disponiendo la realización de un importante evento, el gran censo, que exigía muchos preparativos. En este sentido, el clima de entonces era semejante al que rodea hoy la Navidad. Pero la narración evangélica toma distancia de aquel escenario mundano; se separa de esa imagen para ir a encuadrar otra realidad, sobre la que insiste. Fija su atención en un pequeño objeto, aparentemente insignificante, que menciona tres veces y en el que convergen los protagonistas de la narración. En primer lugar, María, que coloca a Jesús «en un pesebre» (Lc 2,7); después los ángeles, que anuncian a los pastores «un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (v. 12); finalmente, los pastores, que encuentran «al recién nacido acostado en el pesebre» (v. 16). Para encontrar de nuevo el sentido de la Navidad hay que mirar allí, al pesebre. Pero, ¿por qué el pesebre es tan importante? Porque es el signo —no casual— con el que Cristo entra en la escena del mundo. Es el manifiesto con el que se presenta, el modo con el que Dios nace en la historia para hacer renacer la historia. Por lo tanto, ¿qué es lo que nos quiere decir a través del pesebre? Al menos tres cosas: la cercanía, la pobreza y lo concreto.

1. La cercanía. El pesebre sirve para llevar la comida cerca de la boca y consumirla más rápido. Puede así simbolizar un aspecto de la humanidad: la voracidad en el consumir. Porque, mientras los animales en el establo consumen la comida, los hombres en el mundo, hambrientos de poder y de dinero, devoran de igual modo a sus vecinos, a sus hermanos. ¡Cuántas guerras! Y en tantos lugares, todavía hoy, la dignidad y la libertad se pisotean. Y las principales víctimas de la voracidad humana siempre son los frágiles, los débiles. En esta Navidad, como le sucedió a Jesús (cf. v. 7), una humanidad insaciable de dinero, poder y placer tampoco le hace sitio a los más pequeños, a tantos niños por nacer, a los pobres, a los olvidados. Pienso sobre todo en los niños devorados por las guerras, la pobreza y la injusticia. Pero Jesús llega precisamente allí, un niño en el pesebre del descarte y del rechazo. En Él, niño de Belén, está cada niño. Y está la invitación a mirar la vida, la política y la historia con los ojos de los niños.

En el pesebre del rechazo y de la incomodidad, Dios se acomoda, llega allí, porque allí está el problema de la humanidad, la indiferencia generada por la prisa voraz de poseer y consumir. Cristo nace allí y en ese pesebre lo descubrimos cercano. Llega donde se devora la comida para hacerse nuestro alimento. Dios no es un padre que devora a sus hijos, sino el Padre que en Jesús nos hace sus hijos y nos nutre de ternura. Llega para tocarnos el corazón y decirnos que la única fuerza que cambia el curso de la historia es el amor. No permanece distante y potente, sino que se hace próximo y humilde; Él, que estaba sentado en el cielo, se deja recostar en un pesebre.

Hermano, hermana, esta noche Dios se acerca a ti porque para Él eres importante. Desde el pesebre, como alimento para tu vida, te dice: “Si sientes que los acontecimientos te superan, si tu sentido de culpa y tu incapacidad te devoran, si tienes hambre de justicia, yo, Dios, estoy contigo. Sé lo que vives, lo he experimentado en el pesebre. Conozco tus miserias y tu historia. He nacido para decirte que estoy y estaré siempre cerca de ti”. El pesebre de Navidad, primer mensaje de un Dios niño, nos dice que Él está con nosotros, nos ama, nos busca. Ánimo, no te dejes vencer por el miedo, por la resignación, por el desánimo. Dios nace en un pesebre para hacerte renacer precisamente allí, donde pensabas que habías tocado fondo. No hay mal, no hay pecado del que Jesús no quiera y no pueda salvarte. Navidad quiere decir que Dios es cercano. ¡Que renazca la confianza!

2. El pesebre de Belén, además de la cercanía, nos habla de la pobreza. Alrededor del pesebre, de hecho, no hay muchas cosas: maleza, algún animal y poco más. La gente no estaba en el frío establo de una vivienda, sino resguardada en los albergues. Pero Jesús nace en el pesebre y allí nos recuerda que no tuvo a nadie alrededor, sino a aquellos que lo querían: María, José y los pastores; todos eran pobres, unidos por el afecto y el asombro; no por riquezas y grandes posibilidades. El humilde pesebre, por tanto, saca a relucir las verdaderas riquezas de la vida: no el dinero y el poder, sino las relaciones y las personas.

Y la primera persona, la primera riqueza, es Jesús. Pero, ¿queremos estar a su lado? ¿Nos acercamos a Él, amamos su pobreza, o preferimos quedarnos cómodos en nuestros intereses? Sobre todo, ¿lo visitamos donde Él se encuentra, es decir, en los pobres pesebres de nuestro mundo? Allí Él está presente. Y nosotros estamos llamados a ser una Iglesia que adora a Jesús pobre y sirve a Jesús en los pobres. Como dijo un obispo santo: «la Iglesia […] apoya y bendice los esfuerzos por transformar estas estructuras de injusticia y sólo pone una condición: que las transformaciones sociales, económicas y políticas redunden en verdadero beneficio de los pobres» (SAN ÓSCAR ARNULFO ROMERO, «La Verdad, Fuerza de la Paz» Mensaje pastoral de Año Nuevo, 1 enero 1980). Cierto, no es fácil dejar la tibia calidez de la mundanidad para abrazar la belleza agreste de la gruta de Belén, pero recordemos que no es verdaderamente Navidad sin los pobres. Sin ellos se festeja la Navidad, pero no la de Jesús. Hermanos, hermanas, en Navidad, Dios es pobre. ¡Que renazca la caridad!


3. Llegamos así al último punto: el pesebre nos habla de lo concreto. En efecto, un niño en un pesebre representa una escena que impacta, hasta el punto de ser cruda. Nos recuerda que Dios se ha hecho verdaderamente carne. De manera que, respecto a Él, no son suficientes las teorías, los pensamientos hermosos y los sentimientos piadosos. Jesús, que nace pobre, vivirá pobre y morirá pobre; no hizo muchos discursos sobre la pobreza, sino la vivió hasta las últimas consecuencias por nosotros. Desde el pesebre hasta la cruz, su amor por nosotros fue tangible, concreto: desde su nacimiento hasta su muerte, el hijo del carpintero abrazó la aspereza del leño, la rudeza de nuestra existencia. No nos amó con palabras, no nos amó en broma.

Y, por tanto, no se conforma con apariencias. Él, que se hizo carne, no quiere sólo buenos propósitos. Él, que nació en el pesebre, busca una fe concreta, hecha de adoración y de caridad, no de palabrería y exterioridad. Él, que se pone al desnudo en el pesebre y se pondrá al desnudo en la cruz, nos pide verdad, que vayamos a la verdad desnuda de las cosas, que depositemos a los pies del pesebre las excusas, las justificaciones y las hipocresías. Él, que fue envuelto con ternura en pañales por María, quiere que nos revistamos de amor. Dios no quiere apariencia, sino cosas concretas. No dejemos pasar esta Navidad sin hacer algo de bueno. Ya que es su fiesta, su cumpleaños, hagámosle a Él regalos que le agraden. En Navidad Dios es concreto, en su nombre hagamos renacer un poco de esperanza a quien la ha perdido.

Jesús, te miramos, acurrucado en el pesebre. Te vemos tan cercano, que estás junto a nosotros por siempre. Gracias, Señor. Te contemplamos pobre, enseñándonos que la verdadera riqueza no está en las cosas, sino en las personas, sobre todo en los pobres. Perdónanos, si no te hemos reconocido y servido en ellos. Te vemos concreto, porque concreto es tu amor por nosotros, ayúdanos a dar carne y vida a nuestra fe. Amén.

domingo, 13 de noviembre de 2022

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES 2022

 


Homilía del Papa Francisco en la Jornada Mundial de los Pobres 2022

Redacción ACI Prensa



El Papa Francisco celebró una Misa en el Vaticano este domingo 13 de noviembre con ocasión de la Jornada Mundial de los Pobres con el tema “Jesucristo se hizo pobre por nosotros” (Cor 2, 8-9).

“No sigamos a los falsos ‘mesías’ que, en nombre de la ganancia, proclaman recetas útiles solo para aumentar la riqueza de unos pocos, condenando a los pobres a la marginación. Al contrario, demos testimonio, encendamos luces de esperanza en medio de la oscuridad; aprovechemos, en las situaciones dramáticas, las ocasiones para testimoniar el Evangelio de la alegría y construir un mundo fraterno”, dijo el Santo Padre.


A continuación, la homilía pronunciada por el Papa Francisco:

Mientras algunos hablan de la belleza exterior del templo y admiran sus piedras, Jesús llama la atención sobre los eventos turbulentos y dramáticos que marcan la historia humana. En efecto, mientras el templo construido por las manos del hombre pasará, como pasan todas las cosas de este mundo, es importante saber discernir el tiempo en que vivimos, para seguir siendo discípulos del Evangelio incluso en medio a las dificultades de la historia.

Y, para indicarnos el modo de discernir, el Señor nos propone dos exhortaciones: no se dejen engañar, segunda, y den testimonio. No se dejen engañar y den testimonio.

Lo primero que Jesús les dice a sus oyentes, preocupados por “cuándo” y “cómo” ocurrirán los hechos espantosos de los que habla, es: «Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: “Soy yo”, y también: “El tiempo está cerca”. No los sigan» (Lc 21,8). Y añade: «Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen» (v. 9). Y esto, en este momento nos viene bien ¿eh?

¿De qué engaño, pues, quiere liberarnos Jesús? De la tentación de leer los hechos más dramáticos de manera supersticiosa o catastrófica, como si ya estuviéramos cerca del fin del mundo y no valiera la pena seguir comprometiéndonos en cosas buenas. Si pensamos de esta manera, nos dejamos guiar por el miedo, y quizás luego buscamos respuestas con curiosidad morbosa en las fábulas de magos u horóscopos, que nunca faltan; -y hoy, muchos cristianos van a visitar a los magos, buscan los horóscopos como si fuera la voz de Dios- o incluso, confiamos en fantasiosas teorías propuestas por algún “mesías” de última hora, generalmente siempre derrotistas y conspirativas. También la psicología del complot es mala, nos hace mal. Aquí no está el Espíritu del Señor. No está. Ni en el buscar al gurú, ni con el espíritu del complot, allí no está el Señor.

Jesús nos advierte: “No se dejen engañar”, no se dejen deslumbrar por curiosidades ridículas, no afronten los acontecimientos movidos por el miedo, más bien apréndanlos a leerlos con los ojos de la fe, seguros de que estando cerca de Dios «Ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza» (v. 18).

Si la historia humana está llena de acontecimientos dramáticos, situaciones de dolor, guerras, revoluciones y calamidades, es igualmente cierto -dice Jesús- que todo esto no es el final (cf. v. 9); no es un buen motivo para dejarse paralizar por el miedo o ceder al derrotismo de quien piensa que todo está perdido y es inútil comprometerse en la vida.

El discípulo del Señor no se deja atrofiar por la resignación, no cede al desaliento ni siquiera en las situaciones más difíciles, porque su Dios es el Dios de la resurrección y de la esperanza, que siempre reanima, con Él siempre se puede levantar la mirada, empezar de nuevo y volver a caminar. El cristiano, entonces, ante la prueba, cualquiera prueba sea, cultural, histórica o personal, ante la prueba se pregunta “¿Qué nos está diciendo el Señor a través de este momento de crisis?”. También yo hago esta pregunta hoy: “¿Qué nos está diciendo el Señor ante esta tercera guerra mundial? ¿Qué nos está diciendo el Señor?”.

Y, mientras ocurren cosas malas que generan pobreza y sufrimiento, se pregunta “¿Concretamente, que bien puedo hacer yo?”. No huir, sino hacerse la pregunta: “¿Qué me dice el Señor? y ¿Qué bien puedo hacer yo?”.

No por casualidad, la segunda exhortación de Jesús, después de “no se dejen engañar”, está en positivo. Él dice «Esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí» (v. 13). Ocasión para dar testimonio. Ocasión para dar testimonio.

Quisiera subrayar esta hermosa palabra: ocasión, que significa tener la oportunidad de hacer algo bueno a partir de las circunstancias de la vida, incluso cuando no son ideales. Es un hermoso arte, típicamente cristiano; no quedarnos como víctimas de lo que sucede -el cristiano no es víctima, y la piscología del victimismo es mala, nos hace mal-, el cristiano no permanece víctima de lo que sucede sino que aprovecha la oportunidad que se esconde en todo lo que nos acontece, el bien que es posible construir, toma el bien, el poco bien que es posible hacer, y construye también a partir de situaciones negativas.

Cada crisis es una posibilidad y ofrece oportunidades de crecimiento. Porque cada crisis está abierta, cada crisis tiene la presencia de Dios y tiene la presencia de la humanidad. ¿Qué hace el mal espíritu? Quiere que nosotros transformemos la crisis en conflicto, y el conflicto siempre es cerrado, sin horizontes, sin vía de salida. No, vivamos la crisis como personas humanas, como cristianos, pero no transformándola en conflicto porque cada crisis es una posibilidad y ofrece ocasión de crecimiento.

Nos damos cuenta de ello si volvemos a leer nuestras historias personales. En la vida, a menudo, los pasos adelante más importantes se dan precisamente dentro de algunas crisis, de momentos de prueba, de pérdida de control, de inseguridad. Y, entonces, comprendemos la invitación que Jesús hace hoy directamente a mí, a ti, a cada uno de nosotros.

Mientras ves a tu alrededor hechos desconcertantes, mientras se levantan guerras y conflictos, mientras ocurren terremotos, carestías y epidemias, ¿tú qué haces? ¿Te distraes para no pensar en ello? ¿Te diviertes para no involucrarte? ¿Eliges el camino de la mundanidad para no tomar por la mano, tomar con el corazón estas situaciones dramáticas? ¿Miras hacia otro lado para no ver? ¿Te adaptas, sumiso y resignado, a lo que sucede? ¿O estas situaciones se convierten en ocasiones para testimoniar el Evangelio?

Hoy cada uno de nosotros debe interrogarse ante tantas calamidades, ante esta tercera guerra mundial así de cruel, ante el hambre de tantos niños, de tanta gente, ¿yo puedo desperdiciar? ¿desperdiciar el dinero? ¿desperdiciar mi vida? ¿desperdiciar el sentido de mi vida sin tomar valentía e ir hacia adelante?

Hermanos y hermanas, en esta Jornada Mundial de los Pobres la Palabra de Jesús es una fuerte advertencia para romper esa sordera interior que nos impide escuchar el grito sofocado de dolor de los más débiles. También hoy vivimos en sociedades heridas y asistimos, precisamente como nos lo ha dicho el Evangelio, a escenarios de violencia, -basta pensar en la crueldad que está sufriendo el pueblo de Ucrania- injusticia y persecución; además, debemos afrontar la crisis generada por el cambio climático y la pandemia, que ha dejado tras de sí un rastro de malestares no solo físicos, sino también psicológicos, económicos y sociales.

También hoy, hermanos y hermanas, vemos levantarse pueblo contra pueblo y presenciamos angustiados la vehemente ampliación de los conflictos, la desgracia de la guerra, que provoca la muerte de tantos inocentes y multiplica el veneno del odio.

También hoy, hermanos y hermanas, mucho más que ayer, muchos hermanos y hermanas, probados y desalentados, emigran en busca de esperanza, y muchas personas viven en la precariedad por la falta de empleo a causa de condiciones laborales injustas e indignas.

Y también hoy, hermanos y hermanas, los pobres son las víctimas más penalizadas de cada crisis. Pero, si nuestro corazón permanece adormecido e insensible, no logramos escuchar su débil grito de dolor, llorar con ellos y por ellos, ver cuánta soledad y angustia se esconden también en los rincones más olvidados de nuestras ciudades. Se necesita ir a los rincones de las ciudades, a los rincones escondidos, obscuros, allí se ve mucha miseria, mucho dolor, mucha pobreza descartada.

Hagamos nuestra la invitación fuerte y clara del Evangelio a no dejarnos engañar. No escuchemos a los profetas de desventura; no nos dejemos seducir por los cantos de sirena del populismo, que instrumentaliza las necesidades del pueblo proponiendo soluciones demasiado fáciles y apresuradas.

No sigamos a los falsos “mesías” que, en nombre de la ganancia, proclaman recetas útiles solo para aumentar la riqueza de unos pocos, condenando a los pobres a la marginación. Al contrario, demos testimonio, encendamos luces de esperanza en medio de la oscuridad; aprovechemos, en las situaciones dramáticas, las ocasiones para testimoniar el Evangelio de la alegría y construir un mundo fraterno, al menos un poco más fraterno; comprometámonos con valentía por la justicia, la legalidad y la paz, estando siempre del lado de los débiles.

No escapemos para defendernos de la historia, sino que luchemos para darle a esta historia que nosotros estamos viviendo un rostro diferente.

¿Dónde encontrar la fuerza para todo esto? En la confianza en Dios, que es Padre y vela por nosotros. Si le abrimos nuestro corazón, aumentará en nosotros la capacidad de amar. Este es el camino, crecer en el amor.

Jesús, en efecto, después de haber hablado de escenarios de violencia y de terror, concluye diciendo, «Ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza» (v. 18). Pero ¿qué significa? Que Él está con nosotros, Él es nuestro custodio, Él camina con nosotros ¿yo tengo esta fe? ¿tú tienes esta fe que el Señor camina contigo?

Esto nos lo debemos repetir siempre, especialmente en los momentos más dolorosos: Dios es Padre y está a mi lado, me conoce y me ama, vela por mí, no duerme, cuida de mí y con Él ni siquiera un cabello de mi cabeza se perderá. ¿y yo cómo respondo a esto? Mirando a los hermanos y hermanas necesitados, mirando esta civilización del descarte, esta cultura del descarte, que descarta a los pobres, que descarta a las personas con menos posibilidades, que descarta a los ancianos, que descarta a quienes nacen, todo descarto, mirando eso ¿qué siento que debo hacer como cristiano en este momento?

Amados por Él, decidámonos a amar a los hijos más descartados, -el Señor está allí-. Hay una antigua tradición, también en los pueblos en Italia, algunos lo hacen, en la cena de Navidad, dejar un lugar vacío para el Señor, que tocará a la puerta en una persona que tendrá necesidad. ¿Tú corazón tiene lugar libre para esa gente? ¿mi corazón, tiene un lugar libre para esa gente? O ¿estamos tan ocupados con los amigos, los eventos sociales, las obligaciones? Nunca tenemos un lugar libre para esa gente.

Amados por Él, decidámonos a amar a los hijos más descartados, cuidemos de los pobres, en quienes está Jesús, que se hizo pobre por nosotros (cf. 2 Co 8,9). Él se identifica con el pobre. Sintámonos comprometidos para que no se pierda ni un cabello de sus cabezas.

No podemos quedarnos, como aquellos de los que habla el Evangelio, admirando las hermosas piedras del templo, sin reconocer el verdadero templo de Dios, que es el ser humano, el hombre y la mujer, especialmente el pobre, en cuyo rostro, en cuya historia, en cuyas heridas está Jesús. Él lo dijo. Nunca lo olvidemos. Gracias.