domingo, 28 de abril de 2024

DISCURSO DEL PAPA FRANCISCO A LOS JÓVENES FRENTE A LA BASÍLICA DE LA VIRGEN DE LA SALUD EN VENECIA



Discurso del Papa Francisco a los jóvenes frente a la Basílica de la Virgen de la Salud en Venecia

El Papa Francisco, a su llegada al encuentro con los jóvenes en Venecia el 28 de abril de 2024

Crédito: Marco Mancini /ACI 

28 de abril de 2024


El Papa Francisco ha dirigido unas palabras a los jóvenes congregados a las puertas de la Basílica de la Virgen de la Salud en Venecia, en su viaje a la ciudad italiana con motivo de Bienal de Arte en la que participa el Vaticano con un pabellón.


Compartimos el texto completo de su intervención:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! También el sol está sonriendo.

Me alegro de veros. Estar juntos nos permite compartir, aunque sólo sea a través de una oración, una mirada y una sonrisa, la maravilla que somos. Porque todos hemos recibido un gran don, el de ser hijos amados de Dios, y estamos llamados a cumplir el sueño del Señor: ser testigos y experimentar su alegría. No hay cosa más hermosa. No sé si habéis tenido alguna experiencia tan hermosa que no podéis guardarla para vosotros, sino que sentís la necesidad de compartirla. Todos hemos tenido esta experiencia tan bella que hemos tenido la necesidad de compartirla. Hoy estamos aquí para eso: para redescubrir en el Señor la belleza que somos y para alegrarnos en el nombre de Jesús, el Dios joven que ama a los jóvenes y que siempre sorprende. Nuestro Dios nos sorprende siempre ¿lo entienden? Es muy importante estar preparados para las sorpresas de Dios

Amigos, aquí en Venecia, ciudad de la belleza, vivimos juntos un hermoso momento de encuentro, pero esta noche, cuando cada uno está en su casa, y luego mañana y en los días que vendrán, ¿de dónde partimos para acoger la belleza que somos y alimentar la alegría? ¿De dónde empezamos para recibir esta belleza? Sugiero dos verbos, prácticos porque son maternales: dos verbos de movimiento que animaron el corazón joven de María, Madre de Dios y nuestra. Ella, para difundir la alegría del Señor y ayudar a los necesitados, "se levantó y se fue" (Lc 1,39). Levantarse e ir.

No olviden estos dos verbos que la Virgen lo hizo antes que nosotros.

En primer lugar, levántate. Levántate del suelo, porque estamos hechos para el Cielo. Levántate de las penas para mirar hacia arriba. Levantarse para estar de pie ante la vida, no sentarse en el sofá.

¿Has pensado, imaginado, cómo sería un joven toda la vida sentado en el sofá? ¿Lo has imaginado? Imagínalo. Son sofás diversos, que nos atrapan, que no nos dejan levantarnos.

Levantarse para decir "¡Aquí estoy!" al Señor, que cree en nosotros. Levantarse para acoger el don que somos, para reconocer, antes que nada, que somos preciosos e insustituibles.

Pero Padre, Señor Papa, yo no soy bello. Soy feo, soy fea. Ninguno es feo. Todos son bellos y tienen un tesoro grande dentro de sí para compartirlo y llevarlo a los demás. ¿Están de acuerdo?

No es autoestima, ¡es realidad! Reconocerlo es el primer paso que das por la mañana al levantarte: sales de la cama y te acoges como un regalo. Te levantas y, antes de sumergirte en las cosas que tienes que hacer, reconoces quién eres dando gracias al Señor. Le dices: "Dios mío, gracias por la vida. Dios mío, haz que me enamore de mi vida. Dios mío, Tú eres mi vida. Dios mío, ayúdame hoy con esto, con aquello. Tú sabes que estoy enamorado, enamorada, ayúdame. Ayúdame a hacer crecer este amor y terminar con una pareja, feliz”. Tantas cosas se pueden decir en la oración, siempre, al Señor.

 Luego rezas el Padrenuestro, donde la primera palabra es la clave de la alegría: dices "Padre" y te reconoces hijo amado, hija amada. Te recuerdas que para Dios no eres un perfil digital, sino un hijo, que tienes un Padre en el cielo y que, por tanto, eres hijo del cielo.

Sin embargo, a menudo nos encontramos luchando contra una fuerza de gravedad negativa que tira de nosotros hacia abajo, una inercia opresiva que quiere que lo veamos todo gris. ¿Cómo lo hacemos? Para levantarnos -no lo olvidemos- ante todo debemos dejarnos levantar: dejar que nos lleve de la mano el Señor, que nunca defrauda a los que confían en Él, que siempre levanta y perdona. "Pero yo -diréis- no estoy a la altura: me percibo frágil, débil, ¡a menudo caigo!". Cuando te sientas así, cambia de "marco": no te mires con tus propios ojos, sino piensa en la mirada de Dios. Cuando cometes un error y caes, ¿qué hace Él? Se pone a tu lado y te sonríe, dispuesto a cogerte de la mano y levantarte. Es una cosa muy bella. Dios siempre está ahí para alzarnos. Y digo algo que me sugiere esto al momento: ¿Es bonito mirar a una persona de arriba hacia abajo? ¿Es bueno o no? No, no es bueno. Sólamente se puede mirar a una persona de arriba a abajo cuando la vamos a ayudar a levantarse. Es la única forma en la que podemos mirar desde arriba hacia abajo a otra persona. Para ayudarlo a levantarse. Así hace Jesús con nosotros. Cuando nos caemos, Él nos mira desde arriba, nosotros abajo, y nos levanta.

¿No te lo crees? Abre el Evangelio y mira lo que hizo con Pedro, con María Magdalena, con Zaqueo, con tantos otros: maravillas con sus fragilidades. El Señor con nuestra fragilidad hace maravillas.

¿Leéis el evangelio? ¿Más o menos? Les doy un consejo: Llevad un pequeño Evangelio en el bolsillo y, en cualquier momento, leed un versículo. Pero eso, siempre lleven un pequeño Evangelio en el bolsillo. ¿Estáis de acuerdo? Adelante, con valentía.

Porque Dios sabe que, además de bellos, somos frágiles, y las dos cosas van juntas: un poco como Venecia, que es espléndida y delicada al mismo tiempo. Es decir, es bella y es delicada. Hay fragilidad que debe ser cuidada. Dios no ata nuestros errores en su dedo, sino que nos tiende la mano.

 “Pero padre, yo tengo tantos errores, que me da vergüenza”. Mira la mano de Dios que te quiere levantar. No olvidéis esto. Si te sientes con el peso de la conciencia, déjate déjate tomar de la mano de Dios. Porque el Señor ve hijos a los que levantar, no malhechores a los que castigar. Confiemos en Él.

Parece un poco largo. ¿Ya están aburridos? Son educados, está bien.

Y, una vez que estamos de pie, depende de nosotros permanecer de pie: "permanecer" cuando nos apetece sentarnos, soltarnos, dejarnos llevar. No es fácil, pero es el secreto. Sí, el secreto de los grandes logros es la constancia. Hoy vivimos de emociones rápidas, de sensaciones momentáneas, de instintos que duran instantes. Pero así no se llega lejos. Los campeones deportivos, así como los artistas, los científicos, demuestran que los grandes logros no se alcanzan en un momento, de golpe. Y si esto es cierto para el deporte, el arte y la cultura, con mayor razón lo es para lo que más cuenta en la vida. ¿Qué es lo que más cuenta enla vida? El amor, la fe. Y para crecer en el amor y la fe debemos teenr la constancia de ir adelante siempre. En cambio, aquí el riesgo es dejarlo todo a la improvisación: rezo si me apetece, voy a misa cuando me apetece, hago cosas buenas si me apetece... Esto no da resultados: hay que perseverar, día tras día. Y hacerlo juntos. Porque ir juntos nos ayuda siempre. Juntos: el 'hazlo tú mismo' en las cosas grandes no funciona. Por eso os digo: no os aisléis, buscad a los demás, experimentad a Dios juntos, seguid caminos de grupo sin cansaros. Quizá digáis: "Pero todos los que me rodean están solos con sus móviles, pegados a las redes sociales y a los videojuegos". Y tú, sin miedo, vas contracorriente: toma la vida en tus manos, ponte en juego; apaga la tele y abre el Evangelio; deja el móvil y ¡encuéntrate con la gente!

El celular es muy útil para comunicarse. Pero debemos estar atentos cuando el celular nos impide encontrar a la persona, a los demás. Usa el celular, pero encuentra a la persona. ¿Sabéis qué es un abrazo, un beso, el tomar la mano de la otra persona? No olvidemos esto. Usa el celular, pero encuentra a la persona.

Me parece oír tu objeción: "No es fácil, ¡parece que vas contracorriente!". Ustedes no pueden decir esto. Pero la propia Venecia nos dice que sólo remando con constancia se llega lejos. Sois ciudadanos de Venecia, deberíais saber que hay que remar con constancia para llegar a cualquier sitio. Por supuesto, remar requiere regularidad; pero la constancia recompensa, aunque cueste esfuerzo. Así que, chicos, esto es levantarse: ¡dejar que Dios os lleve de la mano para caminar juntos!


He aquí el segundo verbo: ir. Donarse a los demás, la capacidad de enamorarse. Esto es una cosa buena. Un joven, una joven que no siente la capacidad de enamorarse o de ser amoroso con los demás, le falta alguna cosa. Ir al encuentro, caminar, ir adelante.

Queridos hermanos y hermanas . Estoy terminando, tranquilos. Pensemos en nuestro Padre, que creó todo para nosotros: y nosotros, sus hijos, ¿para quién creamos algo bello? Vivimos inmersos en productos hechos por el hombre, que nos hacen perder el asombro ante la belleza que nos rodea, sin embargo la creación nos invita a ser creadores de belleza, por favor. No olvidéis esto: ser creadores de belleza, y hacer algo que antes no existía. 

Cuando estéis ya instalados y tengáis un hijo, una hija, hicisteis algo que antes no teníais. Esto es bueno, Es lo bueno de la juventud cuando se convierte en maternidad, paternidad. Hacer algo que ante s no estaba, es hermoso. Pensad en vuestro interior en los hijos que tendréis. Esto nos debe ayudar a ir adelante.

Chicos, no seáis profesionales del tecleo compulsivo, ¡sino creadores de novedad! Una oración hecha con el corazón, una página que escribes, un sueño que realizas, un gesto de amor hacia alguien que no puede corresponderte: esto es crear, imitar el estilo de Dios. Es el estilo de la gratuidad, que te saca de la lógica nihilista del "hago para tener" y del "trabajo para ganar".  Esto no pude ser el centro de tu vida: hago para tener, trabajo para ganar. El centro debe ser la gratuidad. Sed creativos con la gratuidad, dad vida a una sinfonía de gratuidad en un mundo que busca el beneficio. Entonces seréis revolucionarios. ¡Id, daos sin miedo!

Joven que quieres tomar las riendas de tu vida, ¡levántate! Abre tu corazón a Dios, dale gracias, abraza la belleza que eres; enamórate de tu vida. Y luego, ¡ve! Sal, camina con los demás, busca a los solitarios, colorea el mundo con tu creatividad, pinta las calles de la vida con el Evangelio. Por favor, pinta las calles de la vida con el Evangelio. Levántate y vete. ¿Lo decimos todos? [los jóvenes repiten, pero flojo] No lo he oído [Lo repiten de forma sonora]. Me gusta.

Jesús te dirige esta invitación. A tantas personas a las que ayudó y curó, les dijo: "Levántate y vete" (cf. Lc 17,19). Escucha esta llamada, repítela en tu interior, guárdala en tu corazón. ¿Cómo era la cosa? [¡Levántate y vete!, repiten os jóvenes]. Gracias. 

HOMILÍA COMPLETA DEL PAPA FRANCISCO EN LA MISA DESDE LA PLAZA DE SAN MARCOS EN VENECIA - ITALIA - 2024

 



Homilía completa del Papa Francisco en la Misa desde la plaza de San Marcos en Venecia

 Crédito: Daniel Ibáñez/ ACI Prensa

28 de abril de 2024



A continuación, la homilía completa del Papa Francisco en la Misa que ha presidido este 28 de abril en la céntrica Plaza de San Marcos en Venecia:

Jesús es la vid, nosotros los sarmientos. Y Dios, Padre misericordioso y bueno, como un agricultor paciente, nos trabaja con esmero para que nuestra vida se llene de frutos. Por eso Jesús nos recomienda que apreciemos el don inestimable que es el vínculo con Él, del que dependen nuestra vida y nuestra fecundidad. Repite con insistencia: “Permaneced en mí y yo en vosotros. “El que permanece en mí y yo en él, da mucho fruto” (Jn 15,4). Sólo da fruto quien permanece unido a Jesús. Reflexionemos sobre ello.

Jesús está a punto de concluir su misión terrena. En la Última Cena con los que serán sus apóstoles, les da, junto con la Eucaristía, algunas palabras clave. Una de ellas es precisamente ésta: “permaneced”, es decir, mantened vivo el vínculo conmigo, permaneced unidos a mí como los sarmientos a la vid. Con esta imagen, Jesús retoma una metáfora bíblica que la gente conocía bueno y que también encontró en la oración, como en el salmo que dice: '¡Dios de los ejércitos, vuelve!. Mira desde el cielo y ve y visita esta viña” (Sal 80,15).

Israel es la viña que el Señor ha plantado y cuidado. Y cuando el pueblo no da los frutos de amor que el Señor espera, el profeta Isaías formula una acusación utilizando precisamente la parábola de un labrador que ha labrado su viña, la ha limpiado de piedras, ha plantado vides finas esperando que produzca buen vino, pero en cambio sólo da uvas inmaduras. Y el profeta concluye: “Pues bien, la viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel;  los habitantes de Judá son su plantación predilecta. Esperaba justicia y he aquí el derramamiento de sangre, esperaba justicia / y he aquí los gritos de los oprimidos" (Is 5,7). Jesús mismo, retomando a Isaías, cuenta la dramática parábola de los viñadores asesinos, subrayando el contraste entre la obra paciente de Dios y el rechazo de su pueblo (cf. Mt 21,33-44).

Así, la metáfora de la vid, a la vez que expresa el cuidado amoroso de Dios por nosotros, por otra parte nos advierte, porque si rompemos este vínculo con el Señor, no podremos generar frutos de buena vida y nosotros mismos corremos el peligro de convertirnos en sarmientos secos que se desechan. Es feo esto, convertirnos en sarmientos secos que se desechan.

Hermanos y hermanas, con el telón de fondo de la imagen utilizada por Jesús, pienso también en la larga historia que une a Venecia con el trabajo de la vid y la producción de vino, en el cuidado de tantos viticultores y en los numerosos viñedos que surgieron en las islas de la Laguna y en los jardines de la ciudad, y en los que comprometían a los monjes en la producción de vino para sus comunidades.

Dentro de este recuerdo, de la vid y del vino, no es difícil captar el mensaje de la parábola de la vid y los sarmientos: la fe en Jesús, el vínculo con Él, no aprisiona nuestra libertad, sino que, al contrario, la unión con Jesús nos abre para recibir la savia del amor de Dios, que multiplica nuestra alegría, nos cuida con el esmero de un buen viñador y hace brotar sarmientos incluso cuando la tierra de nuestra vida se vuelve árida. Tantas veces, nuestro corazón se vuelve árido. 

Pero la metáfora que salió del corazón de Jesús también puede leerse pensando en esta ciudad construida sobre el agua, y reconocida por esta singularidad como uno de los lugares más evocadores del mundo. Venecia es una con las aguas sobre las que se levanta, y sin el cuidado y la protección de este entorno natural podría incluso dejar de existir. Así es también nuestra vida: también nosotros, sumergidos desde tiempos inmemoriales en las fuentes del amor de Dios, hemos sido regenerados en el Bautismo con el agua, renacidos a una vida nueva por el agua y el Espíritu Santo, y colocados en Cristo como sarmientos en la vid. En nosotros fluye la savia de este amor. En nosotros fluye la savia de este amor, sin la cual nos convertimos en sarmientos secos que no dan fruto. 

El Beato Juan Pablo I, cuando era Patriarca de esta ciudad, dijo una vez que Jesús “vino a traer a los hombres la vida eterna [...]. Y continuaba: esa vida está en Él y pasa de Él a sus discípulos, como la savia sube del tronco a los sarmientos de la vid. Es agua fresca, que Él da a sus discípulos. Es el agua fresca que él da, un manantial que brota sin cesar” (A. LUCIANI, Venezia 1975-1976. Opera Omnia. Discorsi, scritti, articoli, vol. VII, Padua 2011, 158).

Hermanos y hermanas, esto es lo que cuenta: permanecer en el Señor, habitar en Él. Pensemos en esto un minuto: permanecer en el Señor, habitar en Él. Y este verbo -habitar- no debe interpretarse como algo estático, como si quisiera decirnos que nos quedemos quietos, aparcados en la pasividad; en realidad, nos invita a ponernos en movimiento, porque permanecer en el Señor significa crecer en la relación con Él, dialogar con Él, acoger su Palabra, seguirle en el camino hacia el Reino de Dios. Por tanto, se trata de ponernos en camino tras Él, dejándonos provocar por su Evangelio y convirtiéndonos en testigos de su amor.

Por eso Jesús dice que el que permanece en Él da fruto. Y no es cualquier fruto. El fruto de los sarmientos en los que fluye la savia es la uva, y de la uva sale el vino, que es el signo mesiánico por excelencia. Porque Jesús, el Mesías enviado por el Padre, lleva el vino del amor de Dios al corazón humano y lo llena de alegría y esperanza.

Queridos hermanos y hermanas, éste es el fruto que estamos llamados a dar en nuestra vida, en nuestras relaciones, en los lugares que frecuentamos cada día, en nuestra sociedad. Si miramos hoy esta ciudad de Venecia, admiramos su encantadora belleza, pero también nos preocupan los numerosos problemas que la amenazan: el cambio climático, que repercute en las aguas de la Laguna y en el territorio; la fragilidad de los edificios, del patrimonio cultural, pero también la de las personas; la dificultad de crear un ambiente a escala humana mediante una gestión adecuada del turismo; y también todo lo que estas realidades corren el riesgo de generar en términos de relaciones sociales deterioradas, individualismo y soledad. 

Nosotros cristianos, que somos sarmientos unidos a la vid, la vid del Dios que cuida de la humanidad y ha creado el mundo como un jardín para que florezcamos en él y lo hagamos florecer, ¿cómo respondemos? Permaneciendo unidos a Cristo, podremos dar los frutos del Evangelio dentro de la realidad que habitamos: frutos de justicia y paz, frutos de solidaridad y cuidado mutuo; opciones de cuidado del medio ambiente, pero también del patrimonio humano: No olvidemos el patrimonio humano, nuestra gran humanidad, la que ha cogido Dios para caminar con nosotros. 

Necesitamos que nuestras comunidades cristianas, nuestros barrios, nuestras ciudades, se conviertan en lugares hospitalarios, acogedores, inclusivos. Y Venecia, que siempre ha sido lugar de encuentro y de intercambio cultural, está llamada a ser signo de belleza accesible a todos, empezando por los últimos, signo de fraternidad y de cuidado de nuestra casa común. Venecia, tierra que hace hermanos.  

FOTOS DE LA VISITA DEL PAPA FRANCISCO A VENECIA - ITALIA - 28 DE ABRIL 2024

 


























Visita del Papa Francisco a Venecia.
El Santo Padre deja la isla de la Giudecca y llega a la Basílica de Santa María de La Salud en lancha motora. Se encuentra con los Jóvenes en la Plaza enfrente de la Basílica de la Salud. Al término del discurso, acompañado por una delegación de jóvenes, el Santo Padre atraviesa el puente de barcos que une con la Plaza de San Marcos. Celbración de la santa Misa en Plaza de San Marcos.
"Usa el celular; pero encuentra a las personas" "Salir al encuentro con los demás" El Papa Francisco a los jóvenes de Venecia.

[Fotos de Daniel Ibáñez].
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