lunes, 12 de marzo de 2018

PAPA FRANCISCO RECHAZA EL MIEDO AL EXTRANJERO Y LLAMA A UNA GLOBALIZACIÓN DE LA SOLIDARIDAD


El Papa rechaza el miedo al extranjero y llama a una globalización de la solidaridad
Redacción ACI Prensa
Foto: Vatican Media




El Papa Francisco rechazó el miedo al extranjero y advirtió que esa actitud de rechazo al diferente también se puede contagiar a los cristianos, por lo que pidió impulsar una globalización de la solidaridad y del espíritu.

Bajo una intensa lluvia, el Santo Padre llegó este domingo 11 de marzo a la iglesia romana de Santa María en Trastevere, donde le esperaba una multitud, para festejar el 50 aniversario de la fundación de la Comunidad de Sant’Egidio.

En su discurso, Francisco recordó las tres palabras con las que él mismo resumió el carisma de esta comunidad en su visita anterior, en el año 2014: oración, pobreza y paz.

“Oración, pobreza y paz es el talento de la Comunidad, madurado a lo largo de cincuenta años. Lo recibís hoy nuevamente con alegría”. En este sentido, se refirió a la parábola de los talentos, en la que un siervo esconde por miedo el talento que su señor le había dado para que lo invirtiera.

“Nuestro tiempo conoce grandes miedos ante las grandes dimensiones de la globalización. Y los miedos se concentran con frecuencia sobre el extranjero, el que es diferente a nosotros, el pobre, como si fuera un enemigo”.


Esta atmósfera de miedo, advirtió el Obispo de Roma, “también puede contagiar a los cristianos que, como el siervo de la parábola, esconden el don recibido: no lo invierten en el futuro, no lo comparten con los demás, lo guardan para sí”.

Argumentó que la soledad es un aliado del miedo: “Si estamos solos, somos fácilmente presas del miedo. Pero vuestro camino os orienta a mirar juntos al futuro: no solos, no para uno mismo. Junto con la Iglesia”.

Además, mostró su preocupación por las consecuencias de las numerosas guerras. “El futuro del mundo parece incierto. ¡Mirad cuántas guerras! Sé que rezáis y que trabajáis para la paz. Pensemos en los dolores del pueblo sirio”.

“¡Cómo es posible que, después de la tragedia del siglo XX, se pueda todavía recaer en esta absurda lógica! Pero la Palabra del Señor es luz en la oscuridad y ofrece esperanza de paz, nos ayuda a no tener miedo tampoco ante la fuerza del mal”.

Ante el miedo, el Papa recomendó acudir a la Palabra de Dios: “La Palabra de Dios os ha protegido en el pasado de las tentaciones de la ideología, y hoy os libera de la intimidación del miedo. Por eso os exhorto a amar y a frecuentar más a menudo la Biblia. Cada uno encontrará en ella la fuente de la misericordia hacia los pobres, los heridos de la vida y de la guerra”.

“La Palabra de Dios es la lámpara con la que mirar el futuro, también de esta Comunidad. A su luz se pueden leer los signos de los tiempos”, señaló.

También puso sobre la mesa el trabajo pendiente de hacer para evitar que, en este mundo cada vez más globalizado, se construyan muros. “Desde el tiempo en que nació vuestra Comunidad, el mundo se ha convertido en ‘global’: la economía y las comunicaciones se han unificado. Pero para tanta gente, especialmente los pobres, se alzan nuevos muros”.

“La diversidad es motivo de hostilidad y de conflicto –continuó–. Es el momento de construir una globalización de la solidaridad y del espíritu. El futuro del mundo global es vivir juntos: este ideal exige el esfuerzo de construir puentes, de mantenerse abiertos al diálogo, de continuar a encontrarse”.

Esta globalización de la solidaridad y del espíritu “no se trata tan solo de un hecho político u organizativo. Cada uno de nosotros está llamado a cambiar su propio corazón asumiendo una mirada misericordiosa hacia los demás para convertirse en artesano de la paz y en profeta de misericordia”.

Francisco reveló su deseo de que “este aniversario sea un aniversario cristiano: no un tiempo para medir los resultados o las dificultades. No es hora de balances, sino que es el tiempo en que la fe está llamada a convertirse en nueva audacia para el Evangelio”.

“La audacia –finalizó el Papa– no es la valentía de un día, sino la paciencia de una misión cotidiana en la ciudad y en el mundo. Es la misión de volver a tejer pacientemente el tejido humano de las periferias que la violencia y el empobrecimiento han rasgado; de comunicar el Evangelio por medio de la amistad personal; de mostrar cómo una vida puede convertirse en verdaderamente humana cuando se vive junto a los más pobres; de crear una sociedad en la cual nadie sea extranjero”.

EL PAPA FRANCISCO ADVIERTE CONTRA LOS ATAJOS QUE LLEVAN A LAS DROGAS O A LA MAGIA


El Papa advierte contra los atajos que llevan a las drogas o a la magia
Redacción ACI Prensa
Foto: Vatican Media




Durante el rezo del Ángelus este domingo 11 de marzo en la plaza de San Pedro del Vaticano, el Papa Francisco advirtió contra los atajos ante situaciones desesperadas que llevan a caer en la droga, las supersticiones o la magia.

Ante ello, propuso dejarse llevar por el amor de Dios y la alegría cristiana, que “requiere fe y una vida moral sana”.

En sus palabras previas al rezo del Ángelus, el Santo Padre reflexionó sobre la alegría, destacando que este domingo 11 de marzo es el domingo de la alegría. “La antífona de ingreso de la liturgia eucarística nos invita a la alegría: ‘Alégrate Jerusalén’”.

“¿Cuál es el motivo de esta alegría?”, se preguntó el Papa. “Es el gran amor de Dios hacia la humanidad, como nos indica el Evangelio de hoy: ‘Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna’”.

Francisco explicó que “estas palabras, pronunciadas por Jesús durante el diálogo con Nicodemo, sintetizan un tema que se encuentra en el centro del anuncio cristiano: incluso cuando la situación parece desesperada, Dios interviene, ofreciendo al hombre la salvación y la alegría”.

“De hecho, Dios no se aparta, sino que entra en la historia de la humanidad para animarla con su gracia y salvarla”.

En sus palabras, el Pontífice concretó que “estamos llamados a escuchar este anuncio, rechazando la tentación de considerarnos seguros de nosotros mismos, de querer hacer a Dios de menos, recibiendo una absoluta libertad de Él y de su Palabra”.

“Cuando encontramos la valentía de reconocernos lo que somos, nos damos cuenta de que somos personas llamadas a lidiar con nuestra fragilidad y con nuestros límites. Entonces se puede padecer angustia, ansiedad por el mañana, miedo por la enfermedad o por la muerte”.

Según indicó, “esto explica por qué tantas perdonas, buscando una vía de salida, invocan en ocasiones peligrosos atajos como, por ejemplo, el túnel de la droga, o las supersticiones, o los ruinosos rituales de magia”.

“El cristianismo no ofrece fáciles consuelos, no es un atajo, sino que requiere fe y vida moral sana, que rechace el mal, el egoísmo y la corrupción. Pero nos da también la verdadera y gran esperanza de Dios Padre, rico de misericordia, que nos ha dado a su Hijo revelándonos así su inmenso amor”.

Afirmó que “la Cruz de Jesús es la manifestación más grande del amor de Dios: un amor que proviene del corazón del Padre y que es acogido y entregado con generosidad por el corazón del Hijo”.

“Se trata de abrir el corazón a estos dones –continuó–, y, en el tiempo de Cuaresma, nuestra alegría consiste en acoger siempre mejor la misericordia de Dios. Sólo así podremos vivir una vida animada por la justicia y la caridad, y nos convertiremos en testimonios de este amor divino, un amor que no se entre únicamente a quien lo merece, no requiere recompensa, sino que se ofrece gratuitamente, sin condiciones”.

Por último, finalizó pidiendo la intercesión de la Virgen María para que “nos meta en el corazón la certeza de que somos amados por Dios”.

EL VATICANO OFRECE UN EXAMEN DE CONCIENCIA ACTUAL PARA UNA BUENA CONFESIÓN EN CUARESMA


El Vaticano ofrece un examen de conciencia actual para una buena confesión en Cuaresma
Redacción ACI Prensa
Foto: L'Osservatore Romano




El Vaticano ofrece en esta Cuaresma un esquema con las preguntas clave para hacer una buena confesión, en el marco de celebración penitencial que el Papa Francisco preside este viernes en la Basílica de San Pedro.

La Oficina de Celebraciones Litúrgicas del Vaticano difundió en en el libreto de la liturgia penitencial un esquema general para el examen de conciencia dividido en 28 puntos.

Esta es la traducción al español del texto original en italiano, realizada por ACI Prensa:


Esquema general para el examen de conciencia

1.       ¿Me acerco al sacramento de la Penitencia por un sincero deseo de purificación, de conversión, de renovación de vida y de una más íntima amistad con Dios, o lo considero más bien como un peso, que solo raramente estoy dispuesto a asumir?

2.       ¿He olvidado o a propósito he callado pecados graves en la confesión precedente o en confesiones pasadas?

3.       ¿He satisfecho la penitencia que me fue impuesta? ¿He reparado los daños que he cometido? ¿He buscado poner en práctica los propósitos hechos para enmendar mi vida según el Evangelio?

A la luz de la palabra de Dios, cada uno examínese a sí mismo.


El Señor dice: “Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón”

1.       ¿Mi corazón está verdaderamente orientado a Dios; puedo decir que lo amo verdaderamente sobre todas las cosas y con amor de hijo, en la observancia fiel de sus mandamientos?, ¿me dejo absorber demasiado por las cosas temporales?, ¿es siempre recta mi intención en el obrar?

2.       ¿Es firme mi fe en Dios, que en su Hijo nos ha presentado su palabra?, ¿he dado mi plena adhesión a la doctrina de la Iglesia?, ¿me preocupa mi formación cristiana, escuchando la palabra de Dios, participando en la catequesis, evitando lo que pueda acechar la fe?, ¿he profesado siempre con valentía y sin temor mi fe en Dios y en la Iglesia?, ¿me he mostrado como cristiano en la vida privada y pública?

3.       ¿He rezado en la mañana y en la noche?, ¿mi oración es una verdadera conversación de corazón a corazón con Dios, o es solo una vacía práctica exterior?, ¿he sabido ofrecer a Dios mis ocupaciones, mis alegrías y dolores?, ¿recurro a Él con confianza también en las tentaciones?

4.       ¿Tengo reverencia y amor hacia el santo nombre de Dios o lo he ofendido con blasfemias, falsos juramentos o nombrándolo en vano?, ¿he sido irreverente con la Virgen y los santos?

5.       ¿Santifico el día del Señor y las fiestas de la Iglesia, tomando parte con participación activa, atenta y pía a las celebraciones litúrgicas y especialmente en la Santa Misa?, ¿he evitado hacer trabajos no necesarios en los días festivos?, ¿he observado el precepto de la confesión al menos anual y de la comunión pascual?

6.       ¿Existen para mí “otros dioses”, a saber expresiones o cosas por las cuales me intereso o en las cuales pongo más confianza que en Dios, por ejemplo: riqueza, superstición, espiritismo u otras formas de magia?

El Señor dice: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado”

1.       ¿Amo verdaderamente a mi prójimo o abuso de mis hermanos, sirviéndome de ellos para mis intereses y reservando para ellos un tratamiento que no quisiera que fuese usado conmigo?, ¿he ocasionado escándalo con mis palabras y mis acciones?

2.       En mi familia, ¿he contribuido con paciencia y con verdadero amor al bien y a la serenidad de los demás?

Para cada miembro de la familia:

-          Para los hijos: ¿fui obediente con mis padres, los he respetado y honrado?, ¿les he ayudado en las necesidades espirituales y materiales?, ¿me he esforzado en la escuela?, ¿he respetado las autoridades?, ¿he dado un buen ejemplo en toda situación?

-          Para los padres: ¿me he preocupado por la educación cristiana de mis hijos?, ¿les he dado un buen ejemplo?, ¿los he apoyado y dirigido con mi autoridad?

-          Para los esposos: ¿he sido siempre fiel en los afectos y en las acciones?, ¿he sido comprensivo en los momentos de desasosiego?

3.       ¿Sé dar de lo mío, sin mezquino egoísmo, a quien es más pobre que yo?, ¿En cuanto a lo que depende de mí, defiendo a los oprimidos y ayudo a los necesitados?, ¿o trato con suficiencia o con dureza a mi prójimo, especialmente a los pobres, los débiles, los viejos, los marginados y los inmigrantes?

4.       ¿Soy consciente de la misión que me fue confiada?, ¿he participado de las obras de apostolado y de caridad de la Iglesia, en las iniciativas y en la vida de la parroquia?, ¿he rezado y dado mi contribución para las necesidades de la Iglesia y del mundo, por ejemplo: para la unidad de la Iglesia, para la evangelización de los pueblos, para la instauración de la justicia y de la paz?

5.       ¿Tengo en el corazón el bien y la prosperidad de la comunidad en la cual vivo o cuido solo de mis intereses personales?, ¿participo, en cuanto puedo, en las iniciativas que promueven la justicia, la moral pública, la concordia, las obras de beneficencia?, ¿cumplo con mis deberes civiles?, ¿he pagado regularmente mis impuestos?

6.       ¿Soy justo, comprometido, honesto en el trabajo, voluntarioso para prestar mi servicio para el bien común?, ¿he dado el justo salario a los obreros y a todos los dependientes? ¿he cumplido los contratos y promesas?

7.       ¿He prestado obediencia y el respeto debido a las autoridades legítimas?

8.       ¿Si tengo algún cargo o desarrollo funciones directivas, cuido solo mi interés o me esfuerzo por el bien de los demás, en espíritu de servicio?


9.       ¿He practicado la verdad y la lealtad, o he ocasionado el mal al prójimo con mentiras, calumnias, denigraciones, juicios temerarios, violaciones de secretos?

10.   ¿He atentado contra la vida y la integridad física del prójimo, le he ofendido en el honor, le he negado los bienes?, ¿he procurado o aconsejado el aborto?, ¿he callado en situaciones donde pude animar al bien?, ¿en la vida matrimonial soy respetuoso de las enseñanzas de la Iglesia acerca de la apertura y respeto a la vida?, ¿he obrado contra mi integridad física (por ejemplo con la esterilización)?, ¿fui siempre fiel también con la mente?, ¿he mantenido el odio?, ¿he sido conflictivo?, ¿he pronunciado insultos y palabras ofensivas, fomentando desacuerdos y rencores?, ¿he omitido de testimoniar la inocencia del prójimo, de forma culpable y egoísta?, ¿conduciendo el vehículo u otro medio de transporte he puesto en peligro mi vida o la de los demás?

11.   ¿He robado?, ¿injustamente he deseado el robo a los demás?, ¿he dañado al prójimo en sus pertenencias?, ¿he restituido aquello que sustraje y reparado los daños causados?

12.   Si he recibido males, ¿me he mostrado dispuesto a reconciliarme y perdonar por amor a Cristo, o guardo en el corazón odio y deseo de venganza?

Cristo el Señor dice: “Sean perfectos como el Padre”

1.       ¿Cuál es la orientación fundamental de mi vida?, ¿me doy ánimo con la esperanza de la vida eterna?, ¿he buscado reavivar mi vida espiritual con la oración, la lectura y la meditación de la palabra de Dios, la participación en los sacramentos?, ¿he practicado la mortificación?, ¿he estado pronto y decidido a cortar los vicios, someter las pasiones y las inclinaciones perversas?, ¿he respondido a los motivos de envidia, he dominado la gula?, ¿he sido presuntuoso y soberbio, despreciado a los demás y preferirme antes que a ellos?, ¿he impuesto mi voluntad a los demás, conculcando su libertad y despreciando sus derechos?

2.       ¿Qué uso he hecho del tiempo, las fuerzas y los dones recibidos de Dios como “los talentos del Evangelio”?, ¿me sirvo de todos estos medios para crecer cada día en la perfección de la vida espiritual y en el servicio al prójimo?, ¿he sido inerte y ocioso?, ¿Cómo utilizo internet y otros medios de comunicación?

3.       ¿He soportado con paciencia, en espíritu de fe, los dolores y las pruebas de la vida?, ¿cómo he buscado practicar la mortificación, para cumplir aquello que falta a la pasión de Cristo?, ¿he observado la ley del ayuno y la mortificación?, ¿he observado la ley del ayuno y la abstinencia?

4.       ¿He conservado puro y casto mi cuerpo, en mi estado de vida, pensando que es templo del Espíritu Santo, destinado a la resurrección y a la gloria?, ¿he custodiado mis sentidos y evitado de ensuciarme en lo espíritu y en el cuerpo con pensamientos y malos deseos, con palabras y acciones indignas?, ¿me he permitido lecturas, discursos, espectáculos, diversiones en contraste con la honestidad humana y cristiana?, ¿he sido escándalo para los demás con mi comportamiento?

5.       ¿He actuado contra mi conciencia por temor o por hipocresía?

6.       ¿He buscado comportarme en todo y siempre en la verdadera libertad de los hijos de Dios y según las leyes del Espíritu o me he dejado someter por mis pasiones?

7.       ¿He omitido un bien que era para mí posible de realizar?

sábado, 3 de febrero de 2018

PAPA FRANCISCO ADVIERTE QUE LA USURA ES UN PECADO GRAVE QUE MATA Y PISOTEA A LAS PERSONAS


El Papa advierte: La usura es un pecado grave que mata y pisotea personas
Redacción ACI Prensa
 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa



El Papa Francisco advirtió a los que ostentan el poder económico y financiero que “la usura es un pecado grave” porque “mata la vida, pisotea la dignidad de las personas, es vehículo de corrupción e impide el bien común”.

Por ello, invitó a las autoridades de los países a que tomen las medidas pertinentes para evitar estos comportamientos que, al igual que otras actitudes corruptas e inmorales en el ámbito de la economía, se encuentran detrás de las graves crisis económicas y financieras que atenazan el mundo.

“En la base de la crisis económica y financiera hay siempre una concepción de vida que pone en primer lugar el beneficio y no la persona. La dignidad humana, la ética, la solidaridad y el bien común deberían situarse siempre en el centro de las políticas económicas emprendidas por las instituciones públicas”.

El Santo Padre hizo esta valoración en la audiencia que concedió este sábado 3 de febrero en el Palacio Apostólico del Vaticano a los miembros del Consejo Nacional Anti-usura, institución dedicada a luchar contra las prácticas usureras y sus nocivos efectos sobre las familias, sobre todo aquellas que se encuentran en situación de vulnerabilidad.

La usura, explicó el Pontífice, “debilita también los fundamentos sociales y económicos de un país. De hecho, con tantos pobres, tantas familias endeudadas, tantas víctimas de graves delitos y tantas personas corruptas, ningún país puede programar una seria recuperación económica, ni tampoco proporcionar seguridad”.

El Papa alabó la actividad del Consejo Nacional Anti-usura y destacó que “en los primeros veintiséis años de vuestro servicio habéis salvado de las garras de las deudas usureras y del riesgo de la usura a 25 mil familias; habéis salvado sus casas y sus pequeñas empresas, les habéis ayudado a recuperar la dignidad de la cual habían sido desposeídos. Esto merece un gran reconocimiento”.

“La usura humilla y mata –insistió–. La usura es un mal antiguo que, lamentablemente, todavía actúa, como una serpiente, estrangulando a sus víctimas. Es necesario prevenirla, sustrayendo a las personas de la patología de la deuda adquirida para la subsistencia o para salvar una empresa”.

En este sentido, sugirió reforzar la educación como un método para prevenir comportamientos usureros, o para evitar caer en las redes de la usura.

La usura, dijo, “se puede prevenir educando en un estilo de vida sobrio, que sepa distinguir entre aquello que es superfluo y lo que es necesario, y que permite evitar contraer deudas para adquirir cosas a las cuales se podría renunciar. Es importante recuperar la virtud de la pobreza y del sacrificio: de la pobreza, para no volverse esclavos de las cosas, y del sacrificio, porque de la vida no se puede recibir todo”.

“Es necesario formar una mentalidad basada en la legalidad y en la honestidad, en las personas y en las instituciones; incrementar la presencia de un voluntariado motivado y disponible hacia los necesitados, para que estos se sientan escuchados, aconsejados, guiados, para recuperarse de sus condiciones humillantes”.

El Papa Francisco finalizó su discurso invitando a “dialogar con todos los que tienen responsabilidad en el campo de la economía y de las finanzas, para que promuevan iniciativas que permitan prevenir la usura”.

PAPA FRANCISCO: CONSAGRADOS SOIS EL AMANECER DE LA IGLESIA


El Papa Francisco a los consagrados: Sois el amanecer de la Iglesia
Redacción ACI Prensa
 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa




El Papa Francisco recordó la importancia que tienen para la Iglesia los consagrados y consagradas, que viven a contracorriente en un mundo que “rechaza fácilmente la pobreza, la castidad y la obediencia”. “Sois el amanecer de la Iglesia”, aseguró.

El Santo Padre ofreció esta enseñanza en la homilía de la Misa que presidió este viernes 2 de febrero en la Basílica de San Pedro del Vaticano, con motivo de la Fiesta de la Presentación del Señor y de la XXII Jornada Mundial de la Vida Consagrada.

A la celebración, que comenzó con la bendición de las velas y la procesión solemne, asistieron miembros de los Institutos de Vida Consagrada y de las Sociedades de Vida Apostólica.

En su homilía, el Papa explicó que la Fiesta de la Presentación del Señor, que conmemora la presentación de Jesús en el Templo de Jerusalén, se celebra 40 días después de la Navidad, cuando, “entrando en el Templo, va al encuentro de su pueblo”.

Francisco señaló que “en el Oriente cristiano, a esta fiesta se la llama precisamente la ‘Fiesta del encuentro’: es el encuentro entre el Niño Dios, que trae novedad, y la humanidad que espera, representada por los ancianos en el templo”.

Así, centró su reflexión en la importancia del encuentro y de mantener la memoria.

En concreto, reflexionó sobre el encuentro que se produce en el Templo entre María y José, y Simeón y Ana. Una pareja joven y una anciana.

“Los ancianos reciben de los jóvenes, y los jóvenes de los ancianos. María y José encuentran en el Templo las raíces del pueblo y esto es importante, porque la promesa de Dios no se realiza individualmente y de una sola vez, sino juntos y a lo largo de la historia”, señaló.

Además, en el Templo, María y José encontraron también “las raíces de la fe, porque la fe no es una noción que se aprende en un libro, sino el arte de vivir con Dios, que se consigue por la experiencia de quien nos ha precedido en el camino”.

De esa manera, “los dos jóvenes, encontrándose con los ancianos, se encuentran a sí mismos. Y los dos ancianos, hacia el final de sus días, reciben a Jesús, que es el sentido a sus vidas”. “En ese encuentro los jóvenes descubren su misión y los ancianos realizan sus sueños. Y todo esto porque en el centro del encuentro está Jesús”.

Francisco se dirigió a los consagrados y consagradas y les recordó que su vocación “comenzó gracias al encuentro con el Señor. De un encuentro y de una llamada nació el camino de la consagración”.

“Es necesario hacer memoria de ello. Y si recordamos bien veremos que en ese encuentro no estábamos solos con Jesús: estaba también el pueblo de Dios, la Iglesia, jóvenes y ancianos, como en el Evangelio”, afirmó.

El Papa dijo que “cuando uno se encuentra en el Señor no tardan en llegar las sorpresas de Dios. Para dejar que sucedan en la vida consagrada es bueno recordar que no se puede renovar el encuentro con el Señor sin el otro: nunca dejar atrás, nunca hacer descartes generacionales, sino acompañarse cada día, con el Señor en el centro”.

Ese encuentro entre jóvenes y ancianos también debe darse en el interior de los Institutos de Vida Consagrada, porque “la juventud de un instituto está en ir a las raíces, escuchando a los ancianos. No hay futuro sin este encuentro”.

“Si los jóvenes están llamados a abrir nuevas puertas, los ancianos tienen las llaves”, insistió.

Francisco lamentó que “la vida frenética de hoy lleva a cerrar muchas puertas al encuentro, a menudo por el miedo al otro. Que no sea así en la vida consagrada: el hermano y la hermana que Dios me da son parte de mi historia, son dones que hay que custodiar. No vaya a suceder que miremos más la pantalla del teléfono que los ojos del hermano, o que nos fijemos más en nuestros programas que en el Señor”.

Señaló que “la vida consagrada nace y renace del encuentro con Jesús tal como es: pobre, casto y obediente” y se mueve por una doble vía, que es por un lado la iniciativa amorosa de Dios, y por otro lado la respuesta de la persona, “que es de amor verdadero cuando se da sin peros ni excusas”.

“Mientras la vida del mundo trata de acumular, la vida consagrada deja las riquezas que son pasajeras para abrazar a Aquel que permanece”, afirmó.

Además dijo que “mientras la vida del mundo deja pronto con las manos y el corazón vacíos, la vida según Jesús colma de paz hasta el final”.

El Papa también aseguró a los consagrados y consagradas que “tener al Señor en las manos es el antídoto contra el misticismo aislado y el activismo desenfrenado, porque el encuentro real con Jesús endereza tanto al devoto sentimental como al frenético factótum”.

“Vivir el encuentro con Jesús es también el remedio para la parálisis de la normalidad, es abrirse a la cotidiana agitación de la gracia. Dejarse encontrar por Jesús, ayudar a encontrar a Jesús: este es el secreto para mantener viva la llama de la vida espiritual. Es la manera de escapar a una vida asfixiada, dominada por los lamentos, la amargura y las inevitables decepciones”.

Por último, el Santo Padre les animó a ir contracorriente, como las mujeres que encontraron vacío el sepulcro de Jesús: “También vosotros vais por el mundo a contracorriente: la vida del mundo rechaza fácilmente la pobreza, la castidad y la obediencia. Pero, al igual que aquellas mujeres, vais adelante, a pesar de la preocupación por las piedras pesadas que hay que remover”.

“Y al igual que aquellas mujeres, las primeras que encontraron al Señor resucitado y vivo, os abrazáis a Él y lo anunciáis inmediatamente a los hermanos, con los ojos que brillan de alegría. Sois por tanto el amanecer perenne de la Iglesia”, concluyó.

TEXTO DE HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA MISA DE LA FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR


TEXTO: Homilía del Papa en la Misa de la Fiesta de la Presentación del Señor
Redacción ACI Prensa
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa



El Papa Francisco presidió en la Basílica de San Pedro del Vaticano la Misa con motivo de la Fiesta de la Presentación del Señor y de la XXII Jornada Mundial de la Vida Consagrada y recordó la importancia que tienen para la Iglesia los consagrados y consagradas, que viven a contracorriente en un mundo que “rechaza fácilmente la pobreza, la castidad y la obediencia”. “Sois el amanecer de la Iglesia”, aseguró.

“Cuando uno se encuentra en el Señor no tardan en llegar las sorpresas de Dios. Para dejar que sucedan en la vida consagrada es bueno recordar que no se puede renovar el encuentro con el Señor sin el otro: nunca dejar atrás, nunca hacer descartes generacionales, sino acompañarse cada día, con el Señor en el centro”, afirmó el Santo Padre.

A continuación, el texto completo de la homilía del Papa Francisco:

Cuarenta días después de Navidad celebramos al Señor que, entrando en el templo, va al encuentro de su pueblo. En el Oriente cristiano, a esta fiesta se la llama precisamente la «Fiesta del encuentro»: es el encuentro entre el Niño Dios, que trae novedad, y la humanidad que espera, representada por los ancianos en el templo.

En el templo sucede también otro encuentro, el de dos parejas: por una parte, los jóvenes María y José, por otra, los ancianos Simeón y Ana. Los ancianos reciben de los jóvenes, y los jóvenes de los ancianos. María y José encuentran en el templo las raíces del pueblo, y esto es importante, porque la promesa de Dios no se realiza individualmente y de una sola vez, sino juntos y a lo largo de la historia.

Y encuentran también las raíces de la fe, porque la fe no es una noción que se aprende en un libro, sino el arte de vivir con Dios, que se consigue por la experiencia de quien nos ha precedido en el camino. Así los dos jóvenes, encontrándose con los ancianos, se encuentran a sí mismos. Y los dos ancianos, hacia el final de sus días, reciben a Jesús, que es el sentido a sus vidas.

En este episodio se cumple así la profecía de Joel: «Vuestros hijos e hijas profetizarán, vuestros ancianos tendrán sueños y visiones» (3,1). En ese encuentro los jóvenes descubren su misión y los ancianos realizan sus sueños. Y todo esto porque en el centro del encuentro está Jesús.

Mirémonos a nosotros, queridos hermanos y hermanas consagrados. Todo comenzó gracias al encuentro con el Señor. De un encuentro y de una llamada nació el camino de la consagración. Es necesario hacer memoria de ello.

Y si recordamos bien veremos que en ese encuentro no estábamos solos con Jesús: estaba también el pueblo de Dios —la Iglesia—, jóvenes y ancianos, como en el Evangelio. Allí hay un detalle interesante: mientras los jóvenes María y José observan fielmente las prescripciones de la Ley —el Evangelio lo dice cuatro veces—, y no hablan nunca, los ancianos Simeón y Ana acuden y profetizan. Parece que debería ser al contrario: en general, los jóvenes son quienes hablan con ímpetu del futuro, mientras los ancianos custodian el pasado.

En el Evangelio sucede lo contrario, porque cuando uno se encuentra en el Señor no tardan en llegar las sorpresas de Dios. Para dejar que sucedan en la vida consagrada es bueno recordar que no se puede renovar el encuentro con el Señor sin el otro: nunca dejar atrás, nunca hacer descartes generacionales, sino acompañarse cada día, con el Señor en el centro. Porque si los jóvenes están llamados a abrir nuevas puertas, los ancianos tienen las llaves.

Y la juventud de un instituto está en ir a las raíces, escuchando a los ancianos. No hay futuro sin este encuentro entre ancianos y jóvenes; no hay crecimiento sin raíces y no hay florecimiento sin brotes nuevos. Nunca profecía sin memoria, nunca memoria sin profecía; y, siempre encontrarse.

La vida frenética de hoy lleva a cerrar muchas puertas al encuentro, a menudo por el miedo al otro —las puertas de los centros comerciales y las conexiones de red permanecen siempre abiertas—. Que no sea así en la vida consagrada: el hermano y la hermana que Dios me da son parte de mi historia, son dones que hay que custodiar.

No vaya a suceder que miremos más la pantalla del teléfono que los ojos del hermano, o que nos fijemos más en nuestros programas que en el Señor. Porque cuando se ponen en el centro los proyectos, las técnicas y las estructuras, la vida consagrada deja de atraer y ya no comunica; no florece porque olvida «lo que tiene sepultado», es decir, las raíces.

La vida consagrada nace y renace del encuentro con Jesús tal como es: pobre, casto y obediente. Se mueve por una doble vía: por un lado, la iniciativa amorosa de Dios, de la que todo comienza y a la que siempre debemos regresar; por otro lado, nuestra respuesta, que es de amor verdadero cuando se da sin peros ni excusas, y cuando imita a Jesús pobre, casto y obediente.

Así, mientras la vida del mundo trata de acumular, la vida consagrada deja las riquezas que son pasajeras para abrazar a Aquel que permanece. La vida del mundo persigue los placeres y los deseos del yo, la vida consagrada libera el afecto de toda posesión para amar completamente a Dios y a los demás. La vida del mundo se empecina en hacer lo que quiere, la vida consagrada elige la obediencia humilde como la libertad más grande.

Y mientras la vida del mundo deja pronto con las manos y el corazón vacíos, la vida según Jesús colma de paz hasta el final, como en el Evangelio, en el que los ancianos llegan felices al ocaso de la vida, con el Señor en sus manos y la alegría en el corazón.

Cuánto bien nos hace, como Simeón, tener al Señor «en brazos» (Lc 2,28). No sólo en la cabeza y en el corazón, sino en las manos, en todo lo que hacemos: en la oración, en el trabajo, en la comida, al teléfono, en la escuela, con los pobres, en todas partes.

Tener al Señor en las manos es el antídoto contra el misticismo aislado y el activismo desenfrenado, porque el encuentro real con Jesús endereza tanto al devoto sentimental como al frenético factótum. Vivir el encuentro con Jesús es también el remedio para la parálisis de la normalidad, es abrirse a la cotidiana agitación de la gracia. Dejarse encontrar por Jesús, ayudar a encontrar a Jesús: este es el secreto para mantener viva la llama de la vida espiritual.

Es la manera de escapar a una vida asfixiada, dominada por los lamentos, la amargura y las inevitables decepciones. Encontrarse en Jesús como hermanos y hermanas, jóvenes y ancianos, para superar la retórica estéril de los «viejos tiempos pasados», para acabar con el «aquí no hay nada bueno». Si Jesús y los hermanos se encuentran todos los días, el corazón no se polariza en el pasado o el futuro, sino que vive el hoy de Dios en paz con todos.

Al final de los Evangelios hay otro encuentro con Jesús que puede ayudar a la vida consagrada: el de las mujeres en el sepulcro. Fueron a encontrar a un muerto, su viaje parecía inútil. También vosotros vais por el mundo a contracorriente: la vida del mundo rechaza fácilmente la pobreza, la castidad y la obediencia.

Pero, al igual que aquellas mujeres, vais adelante, a pesar de la preocupación por las piedras pesadas que hay que remover (cf. Mc 16,3). Y al igual que aquellas mujeres, las primeras que encontraron al Señor resucitado y vivo, os abrazáis a Él (cf. Mt 28,9) y lo anunciáis inmediatamente a los hermanos, con los ojos que brillan de alegría (cf. v. 8). Sois por tanto el amanecer perenne de la Iglesia. Os deseo que reavivéis hoy mismo el encuentro con Jesús, caminando juntos hacia Él: así se iluminarán vuestros ojos y se fortalecerán vuestros pasos.

PAPA FRANCISCO REALIZARÁ DOS NUEVAS VISITAS DENTRO DE ITALIA


El Papa Francisco realizará dos nuevas visitas dentro de Italia
Redacción ACI Prensa
El Papa Francisco / Foto: Daniel Ibáñez (ACI Prensa)




La Santa Sede anunció por medio de una declaración del Director de la Sala de Prensa del Vaticano, Greg Burke, dos nuevos viajes apostólicos del Papa Francisco en el interior de Italia, el 20 de abril y el 10 de mayo, que le llevarán a las localidades italianas de Alessano, Molfetta, Nomaldelfia y Loppiano.

Viaje a Alessano y Molfetta

En su primer viaje, el viernes 20 de abril, acudirá a la localidad de Alessano, en la Diócesis de Ugento-Santa Maria de Luca, y a Molfetta, en la Diócesis de Molfetta-Ruvo-Giovinazzo-Terlizzi.

Se trata de un viaje con motivo del 25 aniversario de la muerte de Mons. Tonino Bello, Obispo de Molfetta en proceso de beatificación.

El Santo Padre llegará a Alessano, localidad natal de Mons. Bello, a las 8:30 a.m. (hora de Roma), donde le recibirán Mons. Vito Angiuli, Obispo de Ugento, y el alcalde de la localidad.


A continuación visitará en privado la tumba de Mons. Tonino Bello y saludará a sus familiares. Después mantendrá un encuentro con los fieles y pronunciará un discurso.

A las 9:30 a.m. abandonará Alessano y se trasladará a Molfetta.

Allí también será recibido por el actual Obispo de Molfetta, Mons. Domenico Cornacchia, y por el alcalde. A las 10:30 a.m. el Papa celebrará la Misa y, tras la celebración eucarística, regresará al Vaticano.

Viaje a Nomaldelfia y Loppiano

El jueves 10 de mayo visitará la localidad de Nomaldelfia, en la Diócesis de Grosseto; y de Loppiano, en la Diócesis de Fiesole, donde visitará la Ciudadela Internacional del Movimiento de los Focolares.

Ese día el Pontífice abandonará el Vaticano en helicóptero a las 7:30 a.m. (hora de Roma) y aterrizará 35 minutos más tarde en Nomadelfia.

En esta localidad visitará la Comunidad de Nomadelfia, fundada durante la Segunda Guerra Mundial por el sacerdote Zeno Saltini y la laica Irene Bertoni para ofrecer un hogar a los niños abandonados.


El Papa será recibido por el Obispo de Grosseto, Mons. Rodolfo Cetolni; y el Presidente de la Comunidad, Francesco Matterazzo, con quienes rezará ante la tumba del P. Zeno Saltini. Luego visitará a un grupo de familias de la Comunidad, a quienes ofrecerá un discurso.

Después de este encuentro, el Obispo de Roma se trasladará a Loppiano, donde aterrizará a las 10:00 a.m.

A su llegada saludará a Mons. Mario Meini, Obispo de Fiesole, y a Maria Voce, Presidente del Movimiento de los Focolares.

Con ellos rezará en el Santuario de María Theotokos, donde recibirá a miembros de los Focolares y pronunciará un discurso.

A las 11:45 a.m. Francisco finalizará su visita apostólica y aterrizará en el Vaticano a las 12:35 del día.