miércoles, 7 de junio de 2017

FOTOS DEL PAPA FRANCISCO EN PENTECOSTÉS 2017






«Pidámosle al Espíritu Santo, fuego de amor que arde en la Iglesia y en nosotros aunque a menudo lo cubrimos con las cenizas de nuestros pecados: Ven Espíritu de Dios», el Papa en la misa de Pentecostés.


Fuente: Radio Vaticana

domingo, 4 de junio de 2017

PAPA FRANCISCO EN PENTECOSTÉS: DESTERREMOS LA CIZAÑA Y LA ENVIDIA Y PERDONEMOS AL QUE HACE MAL


El Papa en Pentecostés: Desterremos la cizaña y la envidia y perdonemos al que hace mal
Por Álvaro de Juana
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa




VATICANO, 04 Jun. 17 / 04:40 am (ACI).- Uno de los frutos del Espíritu Santo es el perdón, que “libera el corazón y le permite recomenzar: el perdón da esperanza”, por tanto, “sin perdón no se construye la Iglesia”, manifestó el Papa Francisco en la homilía que pronunció con motivo de la Misa en la Solemnidad de Pentecostés.

Ante miles de personas reunidas en la Plaza de San Pedro, el Pontífice hizo hincapié en que “el perdón es el don por excelencia, es el amor más grande, el que mantiene unidos a pesar de todo, que evita el colapso, que refuerza y fortalece”.

“El perdón libera el corazón y le permite recomenzar: el perdón da esperanza, sin perdón no se construye la Iglesia”.

Francisco invitó a “pedir la gracia de aceptar su unidad, una mirada que abraza y ama, más allá de las preferencias personales, a su Iglesia, nuestra Iglesia; de trabajar por la unidad entre todos, de desterrar las murmuraciones que siembran cizaña y las envidias que envenenan, porque ser hombres y mujeres de la Iglesia significa ser hombres y mujeres de comunión; significa también pedir un corazón que sienta la Iglesia, madre nuestra y casa nuestra: la casa acogedora y abierta, en la que se comparte la alegría multiforme del Espíritu Santo”.

En este sentido, el Santo Padre aseguró que este espíritu “nos empuja a rechazar otras vías: esas precipitadas de quien juzga, las que no tienen salida propia del que cierra todas las puertas, las de sentido único de quien critica a los demás”.

“El Espíritu en cambio nos insta a recorrer la vía de doble sentido del perdón ofrecido y recibido, de la misericordia divina que se hace amor al prójimo, de la caridad que ha de ser en todo momento lo que nos induzca a obrar o a dejar de obrar, a cambiar las cosas o a dejarlas como están”.

En concreto, sobre Pentecostés el Papa explicó que el Espírito Santo “es el Don pascual por excelencia”. “Es el Espíritu creador, que crea siempre cosas nuevas”, añadió.

“En las lecturas de hoy se nos muestran dos novedades: en la primera lectura, el Espíritu hace que los discípulos sean un pueblo nuevo; en el Evangelio, crea en los discípulos un corazón nuevo”.

Al descender el Espíritu “a cada uno da un don y a todos reúne en unidad”. “En otras palabras, el mismo Espíritu crea la diversidad y la unidad y de esta manera plasma un pueblo nuevo, variado y unido: la Iglesia universal”.

“En primer lugar, con imaginación e imprevisibilidad, crea la diversidad; en todas las épocas en efecto hace que florezcan carismas nuevos y variados. A continuación, el mismo Espíritu realiza la unidad: junta, reúne, recompone la armonía”.

“De tal manera que se dé la unidad verdadera, aquella según Dios, que no es uniformidad, sino unidad en la diferencia”, pero “para que se realice esto es bueno que nos ayudemos a evitar dos tentaciones frecuentes”.

Diversidad sin unidad: “Esto ocurre cuando buscamos destacarnos, cuando formamos bandos y partidos, cuando nos endurecemos en nuestros planteamientos excluyentes, cuando nos encerramos en nuestros particularismos, quizás considerándonos mejores o aquellos que siempre tienen razón”. Entonces, “nos convertimos en unos ‘seguidores’ partidistas en lugar de hermanos y hermanas en el mismo Espíritu; cristianos de ‘derechas o de izquierdas’ antes que de Jesús; guardianes inflexibles del pasado o vanguardistas del futuro antes que hijos humildes y agradecidos de la Iglesia”.

Por otro lado, también se puede caer en la de “buscar la unidad sin diversidad”. “De esta manera la unidad se convierte en uniformidad, en la obligación de hacer todo juntos y todo igual, pensando todos de la misma manera. Así la unidad acaba siendo una homologación donde ya no hay libertad.”, advirtió.

PAPA FRANCISCO: EL ESPÍRITU SANTO CONVIERTE HOMBRES TEMEROSOS EN VALIENTES


El Espíritu Santo convierte hombres temerosos en valientes cristianos, asegura el Papa
Por Eduardo Berdejo





VATICANO, 03 Jun. 17 / 01:28 pm (ACI).- Durante la Vigilia Ecuménica de Pentecostés, el Papa Francisco aseguró que “la obra del Espíritu Santo transforma hombres cerrados a causa del miedo en valientes testigos de Jesús”, como hizo por ejemplo con el apóstol Pedro, quien había negado tres veces a Cristo.

El Santo Padre presidió la vigilia en el Circo Máximo de Roma y en la que participaron más de 30 mil personas, la gran mayoría miembros de la Renovación Carismática Católica Mundial que este 2017 celebra su 50° aniversario de fundación.

Las celebraciones por el Jubileo de Oro de la Renovación Carismática se iniciaron en la Santa Sede el 31 de mayo con simposios, visitas a los centros de oración, entre otras actividades, y culminarán mañana con la Misa de Pentecostés que presidirá el Pontífice.

Ante los miles de fieles y miembros de otras confesiones cristianas, el Santo Padre recordó el pasaje de los Hechos de los Apóstoles que narra la llegada del Espíritu Santo al cenáculo, donde estaban reunidos los discípulos de Jesús. “Hoy estamos aquí como en un cenáculo pero a cielo abierto porque no tenemos miedo. A cielo abierto, con el corazón abierto a la promesa del Padre. Todos reunidos, todos aquellos que profesamos que Jesús es el Señor”, afirmó.

El Pontífice recordó que la misión de los discípulos de Jesús es anunciar la Buena Nueva del Evangelio a todos los pueblos y que la paz es posible. Esto, afirmó, “es posible si estamos en paz entre nosotros” los cristianos, pero no lo será si “acentuamos las  diferencias y estamos en guerra entre nosotros”.

El Papa señaló que “es obvio que tenemos diferencias, pero deseamos ser una diversidad reconciliada”. En ese sentido, recordó que la Renovación Carismática Católica, a la que llamó “una corriente de gracia del Espíritu”, “nació ecuménica porque el Espíritu Santo es el que crea la unidad”.

En ese sentido, el Santo Padre señaló que se escogió el Circo Máximo para celebrar la Vigilia de Pentecostés “porque aquí durante las persecuciones fueron martirizados muchos cristianos, por la diversión de aquellos que estaban mirando”.

“Hoy existen más mártires que ayer. Aquellos que matan a los cristianos, no les preguntan si eres ortodoxo, católico, evangélico, luterano o calvinista. No. ‘Tú eres cristiano’ y enseguida lo degollan. Y esto es el ecumenismo de la sangre”, expresó.

Francisco dijo que “hoy es más urgente que antes la unidad de los cristianos. Unidos pero por obra del Espíritu Santo (…), y juntos tratar de explicar las diferencias, pero en camino” porque el Espíritu necesita el camino.

Jubileo de Oro de la Renovación Carismática

En su meditación, el Papa Francisco también se refirió a los 50 años de la fundación de la Renovación Carismática Católica.

El Pontífice indicó que cuando una persona llega a los 50 años las fuerzas empiezan a decaer. Sin embargo, señaló que también “es un momento de la vida para reflexionar. Es el momento de la reflexión, la mitad de la vida, y yo les diría es el momento para ir adelante con más fuerza (…), agradeciendo por lo recibido y enfrentando lo nuevo con confianza en la acción del Espíritu Santo”.

El Pontífice recordó que la Iglesia nace en Pentecostés. “El Espíritu Santo, la promesa del Padre anunciada por Jesucristo es quien hace la Iglesia, la esposa del Apocalipsis. Una única esposa”, afirmó.

Asimismo, alentó a la Renovación Carismática Católica a ser “un lugar privilegiado para transitar el camino hacia la unidad”. “Esta corriente de gracia es para toda la Iglesia, no solo para algunos, y ninguno de nosotros es el patrón y todos los demás servidores. Todos somos siervos, todos somos servidores de esta corriente de gracia”, señaló.

Francisco también destacó “el poder de la oración de alabanza”. “Puede ser que este modo de orar no le guste a algunos, pero es cierto que se inserta plenamente en la tradición bíblica”, afirmó.

El Papa indicó que el cristiano vive en su corazón el gozo del anuncio de la Buena Nueva, pero advirtió que una alabanza profunda sin servicio a los demás “no basta”.

“Les deseo un momento de reflexión, de memoria de los orígenes, para dejar atrás todas las cosas añadidas por el propio yo y transformarlas en una escucha de la acción del Espíritu Santo que sopla donde quiere y como quiere”, invitó Francisco.

Previo a la vigilia, los miles de peregrinos venidos de 127 países recibieron el saludo de Michelle Moran, presidenta de los Servicios de la Renovación Carismática Católica Internacional (ICCRS por sus siglas en inglés); y de Gilberto Barbosa, presidente de la Fraternidad Católica.

Asimismo, escucharon cuatro testimonios sobre la vocación, la familia, la curación y la evangelización; así como la meditación del P. Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia.

En la Vigilia de Pentecostés también estuvieron presentes líderes evangélicos qué durante la mañana fueron recibidos en audiencia por el Papa Francisco.

MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO POR LA JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES 2017


TEXTO: Mensaje del Papa Francisco por la Jornada Mundial de las Misiones 2017
 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa






VATICANO, 04 Jun. 17 / 06:02 am (ACI).- En la Solemnidad de Pentecostés, el Vaticano hizo público el Mensaje del Papa Francisco por la Jornada Mundial de las Misiones de 2017.

En el texto, el Santo Padre invita a “reflexionar de nuevo sobre la misión en el corazón de la fe cristiana”. “La Iglesia es misionera por naturaleza; si no lo fuera, no sería la Iglesia de Cristo, sino que sería sólo una asociación entre muchas otras, que terminaría rápidamente agotando su propósito y desapareciendo”.

Por ello intenta responder a tres preguntas: “¿Cuál es el fundamento de la misión? ¿Cuál es el corazón de la misión? ¿Cuáles son las actitudes vitales de la misión?”.

A continuación, el texto completo del Mensaje del Papa Francisco:

La misión en el corazón de la fe cristiana

Queridos hermanos y hermanas:

Este año la Jornada Mundial de las Misiones nos vuelve a convocar entorno a la persona de Jesús, «el primero y el más grande evangelizador» (Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 7), que nos llama continuamente a anunciar el Evangelio del amor de Dios Padre con la fuerza del Espíritu Santo. Esta Jornada nos invita a reflexionar de nuevo sobre la misión en el corazón de la fe cristiana. De hecho, la Iglesia es misionera por naturaleza; si no lo fuera, no sería la Iglesia de Cristo, sino que sería sólo una asociación entre muchas otras, que terminaría rápidamente agotando su propósito y desapareciendo. Por ello, se nos invita a hacernos algunas preguntas que tocan nuestra identidad cristiana y nuestras responsabilidades como creyentes, en un mundo confundido por tantas ilusiones, herido por grandes frustraciones y desgarrado por numerosas guerras fratricidas, que afectan de forma injusta sobre todo a los inocentes. ¿Cuál es el fundamento de la misión? ¿Cuál es el corazón de la misión? ¿Cuáles son las actitudes vitales de la misión?



La misión y el poder transformador del Evangelio de Cristo, Camino, Verdad y Vida

1. La misión de la Iglesia, destinada a todas las personas de buena voluntad, está fundada sobre la fuerza transformadora del Evangelio. El Evangelio es la Buena Nueva que trae consigo una alegría contagiosa, porque contiene y ofrece una vida nueva: la de Cristo resucitado, el cual, comunicando su Espíritu dador de vida, se convierte en Camino, Verdad y Vida por nosotros (cf. Jn 14,6). Es Camino que nos invita a seguirlo con confianza y valor. Al seguir a Jesús como nuestro Camino, experimentamos la Verdad y recibimos su Vida, que es la plena comunión con Dios Padre en la fuerza del Espíritu Santo, que nos libera de toda forma de egoísmo y es fuente de creatividad en el amor.

2. Dios Padre desea esta transformación existencial de sus hijos e hijas; transformación que se expresa como culto en espíritu y en verdad (cf. Jn 4,23-24), en una vida animada por el Espíritu Santo en la imitación del Hijo Jesús, para gloria de Dios Padre. «La gloria de Dios es el hombre viviente» (Ireneo, Adversus haereses IV, 20,7). De este modo, el anuncio del Evangelio se convierte en palabra viva y eficaz que realiza lo que proclama (cf. Is 55,10-11), es decir Jesucristo, el cual continuamente se hace carne en cada situación humana (cf. Jn 1,14).

La misión y el kairos de Cristo

3. La misión de la Iglesia no es la propagación de una ideología religiosa, ni tampoco la propuesta de una ética sublime. Muchos movimientos del mundo saben proponer grandes ideales o expresiones éticas sublimes. A través de la misión de la Iglesia, Jesucristo sigue evangelizando y actuando; por eso, ella representa el kairos, el tiempo propicio de la salvación en la historia. A través del anuncio del Evangelio, Jesús se convierte de nuevo en contemporáneo nuestro, de modo que quienes lo acogen con fe y amor experimentan la fuerza transformadora de su Espíritu de Resucitado que fecunda lo humano y la creación, como la lluvia lo hace con la tierra. «Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 276).

4. Recordemos siempre que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Benedicto XVI, Carta enc. Deus caritas est, 1). El Evangelio es una persona, que continuamente se ofrece y continuamente invita a los que la reciben con fe humilde y laboriosa a compartir su vida mediante la participación efectiva en su misterio pascual de muerte y resurrección. El Evangelio se convierte así, por medio del Bautismo, en fuente de vida nueva, libre del dominio del pecado, iluminada y transformada por el Espíritu Santo; por medio de la Confirmación, se hace unción fortalecedora que, gracias al mismo Espíritu, indica caminos y estrategias nuevas de testimonio y de proximidad; y por medio de la Eucaristía se convierte en el alimento del hombre nuevo, «medicina de inmortalidad» (Ignacio de Antioquía, Epístola ad Ephesios, 20,2).

5. El mundo necesita el Evangelio de Jesucristo como algo esencial. Él, a través de la Iglesia, continúa su misión de Buen Samaritano, curando las heridas sangrantes de la humanidad, y de Buen Pastor, buscando sin descanso a quienes se han perdido por caminos tortuosos y sin una meta. Gracias a Dios no faltan experiencias significativas que dan testimonio de la fuerza transformadora del Evangelio. Pienso en el gesto de aquel estudiante Dinka que, a costa de su propia vida, protegió a un estudiante de la tribu Nuer que iba a ser asesinado. Pienso en aquella celebración eucarística en Kitgum, en el norte de Uganda, por aquel entonces, ensangrentada por la ferocidad de un grupo de rebeldes, cuando un misionero hizo repetir al pueblo las palabras de Jesús en la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», como expresión del grito desesperado de los hermanos y hermanas del Señor crucificado. Esa celebración fue para la gente una fuente de gran consuelo y valor. Y podemos pensar en muchos, numerosísimos testimonios de cómo el Evangelio ayuda a superar la cerrazón, los conflictos, el racismo, el tribalismo, promoviendo en todas partes y entre todos la reconciliación, la fraternidad y el saber compartir.

La misión inspira una espiritualidad de éxodo continuo, peregrinación y exilio

6. La misión de la Iglesia está animada por una espiritualidad de éxodo continuo. Se trata de «salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 20). La misión de la Iglesia estimula una actitud de continua peregrinación a través de los diversos desiertos de la vida, a través de las diferentes experiencias de hambre y sed, de verdad y de justicia. La misión de la Iglesia propone una experiencia de continuo exilio, para hacer sentir al hombre, sediento de infinito, su condición de exiliado en camino hacia la patria final, entre el «ya» y el «todavía no» del Reino de los Cielos.

7. La misión dice a la Iglesia que ella no es un fin en sí misma, sino que es un humilde instrumento y mediación del Reino. Una Iglesia autorreferencial, que se complace en éxitos terrenos, no es la Iglesia de Cristo, no es su cuerpo crucificado y glorioso. Es por eso que debemos preferir «una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades» (ibíd., 49).

Los jóvenes, esperanza de la misión

8. Los jóvenes son la esperanza de la misión. La persona de Jesús y la Buena Nueva proclamada por él siguen fascinando a muchos jóvenes. Ellos buscan caminos en los que poner en práctica el valor y los impulsos del corazón al servicio de la humanidad. «Son muchos los jóvenes que se solidarizan ante los males del mundo y se embarcan en diversas formas de militancia y voluntariado [...]. ¡Qué bueno es que los jóvenes sean “callejeros de la fe”, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!» (ibíd., 106). La próxima Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tendrá lugar en el año 2018 sobre el tema «los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional», se presenta como una oportunidad providencial para involucrar a los jóvenes en la responsabilidad misionera, que necesita de su rica imaginación y creatividad.

El servicio de las Obras Misionales Pontificias

9. Las Obras Misionales Pontificias son un instrumento precioso para suscitar en cada comunidad cristiana el deseo de salir de sus propias fronteras y sus seguridades, y remar mar adentro para anunciar el Evangelio a todos. A través de una profunda espiritualidad misionera, que hay que vivir a diario, de un compromiso constante de formación y animación misionera, muchachos, jóvenes, adultos, familias, sacerdotes, religiosos y obispos se involucran para que crezca en cada uno un corazón misionero. La Jornada Mundial de las Misiones, promovida por la Obra de la Propagación de la Fe, es una ocasión favorable para que el corazón misionero de las comunidades cristianas participe, a través de la oración, del testimonio de vida y de la comunión de bienes, en la respuesta a las graves y vastas necesidades de la evangelización.

Hacer misión con María, Madre de la evangelización

10. Queridos hermanos y hermanas, hagamos misión inspirándonos en María, Madre de la evangelización. Ella, movida por el Espíritu, recibió la Palabra de vida en lo más profundo de su fe humilde. Que la Virgen nos ayude a decir nuestro «sí» en la urgencia de hacer resonar la Buena Nueva de Jesús en nuestro tiempo; que nos obtenga un nuevo celo de resucitados para llevar a todos el Evangelio de la vida que vence a la muerte; que interceda por nosotros para que podamos adquirir la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don de la salvación.

Vaticano, 4 de junio de 2017

Solemnidad de Pentecostés

FRANCISCUS 

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA MISA DE LA SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS


TEXTO: Homilía del Papa Francisco en la Misa de la Solemnidad de Pentecostés
 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
VATICANO, 04 Jun. 17 / 04:17 am (ACI).- El Papa Francisco celebró la Solemnidad de Pentecostés con la Santa Misa que presidió en la Plaza de San Pedro junto a miles de peregrinos provenientes de todo el mundo.

En su homilía, el Pontífice advirtió contra la tentación de la “diversidad sin la unidad” y de la “unidad sin diversidad” y aseguró que el Espíritu Santo ayuda a perdonar.

“Este es el comienzo de la Iglesia, este es el aglutinante que nos mantiene unidos, el cemento que une los ladrillos de la casa: el perdón”.

“Porque el perdón es el don por excelencia, es el amor más grande, el que mantiene unidos a pesar de todo, que evita el colapso, que refuerza y fortalece. El perdón libera el corazón y le permite recomenzar: el perdón da esperanza, sin perdón no se construye la Iglesia”, afirmó.

A continuación, el texto completo de la homilía del Papa:

Hoy concluye el tiempo de Pascua, cincuenta días que, desde la Resurrección de Jesús hasta Pentecostés, están marcados de una manera especial por la presencia del Espíritu Santo. Él es, en efecto, el Don pascual por excelencia. Es el Espíritu creador, que crea siempre cosas nuevas. En las lecturas de hoy se nos muestran dos novedades: en la primera lectura, el Espíritu hace que los discípulos sean un pueblo nuevo; en el Evangelio, crea en los discípulos un corazón nuevo.

Un pueblo nuevo. En el día de Pentecostés el Espíritu bajó del cielo en forma de «lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas» (Hch 2, 3-4). La Palabra de Dios describe así la acción del Espíritu, que primero se posa sobre cada uno y luego pone a todos en comunicación. A cada uno da un don y a todos reúne en unidad. En otras palabras, el mismo Espíritu crea la diversidad y la unidad y de esta manera plasma un pueblo nuevo, variado y unido: la Iglesia universal. En primer lugar, con imaginación e imprevisibilidad, crea la diversidad; en todas las épocas en efecto hace que florezcan carismas nuevos y variados. A continuación, el mismo Espíritu realiza la unidad: junta, reúne, recompone la armonía: «Reduce por sí mismo a la unidad a quienes son distintos entre sí» (Cirilo de Alejandría, Comentario al Evangelio de Juan, XI, 11). De tal manera que se dé la unidad verdadera, aquella según Dios, que no es uniformidad, sino unidad en la diferencia.

Para que se realice esto es bueno que nos ayudemos a evitar dos tentaciones frecuentes. La primera es buscar la diversidad sin unidad. Esto ocurre cuando buscamos destacarnos, cuando formamos bandos y partidos, cuando nos endurecemos en nuestros planteamientos excluyentes, cuando nos encerramos en nuestros particularismos, quizás considerándonos mejores o aquellos que siempre tienen razón. Entonces se escoge la parte, no el todo, el pertenecer a esto o a aquello antes que a la Iglesia; nos convertimos en unos «seguidores» partidistas en lugar de hermanos y hermanas en el mismo Espíritu; cristianos de «derechas o de izquierdas» antes que de Jesús; guardianes inflexibles del pasado o vanguardistas del futuro antes que hijos humildes y agradecidos de la Iglesia. Así se produce una diversidad sin unidad. En cambio, la tentación contraria es la de buscar la unidad sin diversidad. Sin embargo, de esta manera la unidad se convierte en uniformidad, en la obligación de hacer todo juntos y todo igual, pensando todos de la misma manera. Así la unidad acaba siendo una homologación donde ya no hay libertad. Pero dice san Pablo, «donde está el Espíritu del Señor, hay libertad» (2 Co 3,17).

Nuestra oración al Espíritu Santo consiste entonces en pedir la gracia de aceptar su unidad, una mirada que abraza y ama, más allá de las preferencias personales, a su Iglesia, nuestra Iglesia; de trabajar por la unidad entre todos, de desterrar las murmuraciones que siembran cizaña y las envidias que envenenan, porque ser hombres y mujeres de la Iglesia significa ser hombres y mujeres de comunión; significa también pedir un corazón que sienta la Iglesia, madre nuestra y casa nuestra: la casa acogedora y abierta, en la que se comparte la alegría multiforme del Espíritu Santo.

Y llegamos entonces a la segunda novedad: un corazón nuevo. Jesús Resucitado, en la primera vez que se aparece a los suyos, dice: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados» (Jn 20, 22-23). Jesús no los condena, a pesar de que lo habían abandonado y negado durante la Pasión, sino que les da el Espíritu de perdón. El Espíritu es el primer don del Resucitado y se da en primer lugar para perdonar los pecados. Este es el comienzo de la Iglesia, este es el aglutinante que nos mantiene unidos, el cemento que une los ladrillos de la casa: el perdón. Porque el perdón es el don por excelencia, es el amor más grande, el que mantiene unidos a pesar de todo, que evita el colapso, que refuerza y fortalece. El perdón libera el corazón y le permite recomenzar: el perdón da esperanza, sin perdón no se construye la Iglesia.

El Espíritu de perdón, que conduce todo a la armonía, nos empuja a rechazar otras vías: esas precipitadas de quien juzga, las que no tienen salida propia del que cierra todas las puertas, las de sentido único de quien critica a los demás. El Espíritu en cambio nos insta a recorrer la vía de doble sentido del perdón ofrecido y recibido, de la misericordia divina que se hace amor al prójimo, de la caridad que «ha de ser en todo momento lo que nos induzca a obrar o a dejar de obrar, a cambiar las cosas o a dejarlas como están» (Isaac de Stella, Sermón 31). Pidamos la gracia de que, renovándonos con el perdón y corrigiéndonos, hagamos que el rostro de nuestra Madre la Iglesia sea cada vez más hermoso: sólo entonces podremos corregir a los demás en la caridad.

Pidámoslo al Espíritu Santo, fuego de amor que arde en la Iglesia y en nosotros, aunque a menudo lo cubrimos con las cenizas de nuestros pecados: «Ven Espíritu de Dios, Señor que estás en mi corazón y en el corazón de la Iglesia, tú que conduces a la Iglesia, moldeándola en la diversidad. Para vivir, te necesitamos como el agua: desciende una vez más sobre nosotros y enséñanos la unidad, renueva nuestros corazones y enséñanos a amar como tú nos amas, a perdonar como tú nos perdonas. Amén». 

PAPA FRANCISCO ANUNCIA UN MES DE ORACIÓN POR LA EVANGELIZACIÓN


Papa Francisco anuncia un mes de oración por la evangelización
Por Álvaro de Juana
 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa





VATICANO, 03 Jun. 17 / 04:53 am (ACI).- En una audiencia a los participantes de la Asamblea de las Obras Misionales Pontificias, el Papa Francisco anunció que el mes de octubre de 2019 la Iglesia lo dedicará a la ‘missio ad gentes’, es decir, a la evangelización.

En el discurso, Santo Padre reveló la preocupación que alberga sobre esta institución que es “muy a menudo reducida a una organización que recoge y distribuye, en nombre del Papa, ayudas económicas para las Iglesias más necesitadas”. “Sé que estáis buscando nuevas vías, modalidades más adecuadas, más eclesiales, para desarrollar vuestro servicio a la misión universal de la Iglesia”.

El Papa reveló acoger la petición oficial de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos de establecer un tiempo extraordinario de oración y reflexiones sobre la ‘missio ad gentes’. Pediré a toda la Iglesia dedica el mes de octubre del año 2019 a esta finalidad, porque ese año celebramos el centenario de la Carta Apostólica Maximun illud de Benedicto XV”.

En este documento, “el Papa recuerda lo necesario que es, para la eficacia del apostolado, la santidad de la vida”.

A este respecto, también destacó que “renovarse requiere conversión, requiere vivir la misión como oportunidad permanente de anunciar a Cristo, de hacerlo encontrar testimoniando como y haciendo a los otros partícipes de nuestro encuentro personal con Él”.

“El mes extraordinario de oración y reflexión sobre la misión como primera evangelización servirá a esta renovación de la fe eclesial, para su corazón esté y obra siempre la Pascua de Jesucristo, único Salvador, Señor y Esposo de su Iglesia”.

Al despedirse, el Pontífice deseó que este sea un tiempo “propicio para que la oración, el testimonio de tantos santos y mártires de la misión, la reflexión bíblica y teológica, la catequesis y la caridad misionera contribuyan a evangelizar ante todo la Iglesia” para que “pueda evangelizar el mundo con credibilidad y eficacia evangélica”. 

LA DEVOCIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


Devoción al Sagrado Corazón de Jesús



Santa Margarita María de Alacoque era una religiosa de la Orden de la Visitación. Tenía un gran amor por Jesús. Y Jesús tuvo un amor especial por ella.

Se le apareció en varias ocasiones para decirle lo mucho que la amaba a ella y a todos los hombres y lo mucho que le dolía a su Corazón que los hombres se alejaran de Él por el pecado.

Durante estas visitas a su alma, Jesús le pidió que nos enseñara a quererlo más, a tenerle devoción, a rezar y, sobre todo, a tener un buen comportamiento para que su Corazón no sufra más con nuestros pecados.

El pecado nos aleja de Jesús y esto lo entristece porque Él quiere que todos lleguemos al Cielo con Él. Nosotros podemos demostrar nuestro amor al Sagrado Corazón de Jesús con nuestras obras: en esto precisamente consiste la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.



Las promesas del Sagrado Corazón de Jesús:

Jesús le prometió a Santa Margarita de Alacoque, que si una persona comulga los primeros viernes de mes, durante nueve meses seguidos, le concederá lo siguiente:

1. Les daré todas las gracias necesarias a su estado (casado, soltero, viudo o consagrado a Dios).
2. Pondré paz en sus familias.
3. Los consolaré en todas las aflicciones.
4. Seré su refugio durante la vida y, sobre todo, a la hora de la muerte.
5. Bendeciré abundantemente sus empresas.
6. Los pecadores hallarán misericordia.
7. Los tibios se harán fervorosos.
8. Los fervorosos se elevarán rápidamente a gran perfección.
9. Bendeciré los lugares donde la imagen de mi Corazón sea expuesta y venerada.
10. Les daré la gracia de mover los corazones más endurecidos.
11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás será borrado de Él.
12. La gracia de la penitencia final: es decir, no morirán en desgracia y sin haber recibido los Sacramentos.