sábado, 15 de abril de 2017

VIERNES SANTO: PAPA FRANCISCO PRESIDE LA CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN DEL SEÑOR EN VATICANO


Viernes Santo: Papa Francisco preside la celebración de la Pasión del Señor en Vaticano
Por Miguel Pérez Pichel
 Foto: Daniel Ibáñez (ACI Prensa)





VATICANO, 14 Abr. 17 / 11:36 am (ACI).- Al igual que en años anteriores, el Papa Francisco presidió la celebración de la Pasión del Señor en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, desprovista de todo ornamento e iluminada con una luz tenue, en una ceremonia caracterizada por su sobriedad.

El predicador de la Casa Pontificia, P. Rainiero Cantalamessa, pronunció, como viene siendo habitual, la homilía. En ella, explicó cómo la cruz constituye “la única esperanza del mundo”.

El P. Cantalamessa, que también recordó a los 38 cristianos coptos asesinados en Egipto en los atentados de la semana pasada, explicó que la muerte de Jesús en la cruz “ha cambiado el sentido mismo de la muerte”.

En este sentido, señaló que “el corazón de carne, prometido por Dios en los profetas, está ya presente en el mundo: es el Corazón de Cristo traspasado en la cruz, lo que veneramos como ‘el Sagrado Corazón’. Al recibir la Eucaristía, creemos firmemente que ese corazón viene a latir también dentro de nosotros”.

En el Viernes Santo, la Iglesia recuerda el drama de la muerte de Cristo en la Cruz, una cruz que, alzada sobre el mundo, ofrece un signo de salvación y esperanza a la humanidad. En este día, la liturgia contempla la Pasión de Cristo según el Evangelio de San Juan.

En este día no se celebra la Eucaristía. Antes del comienzo de la ceremonia, los celebrantes se postran en el suelo, ante el altar. Es un símbolo de cómo la humanidad implora perdón por sus pecados. Así lo hizo el Papa Francisco, vestido de púrpura en recuerdo de la sangre de Jesús derramada en el Calvario, durante la celebración en la Basílica de San Pedro.

El Santo Padre, postrado en el suelo, oró durante unos minutos junto a todos los fieles arrodillados presentes en la Basílica. Después de ese instante de oración silenciosa, el Pontífice, con la ayuda de los ceremonieros, se puso de nuevo en pie y se procedió a la proclamación de la Palabra.

Tras las lecturas, se descubrió la cruz y se adoró con la siguiente aclamación pronunciada tres veces: “Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo. ¡Venid a adorarlo!”.

Aunque no hay consagración, sí se comulga con el Pan consagrado en la celebración del Jueves Santo. Hasta el año 1995, cuando el Papa Pío XII reformó la Semana Santa, sólo el sacerdote comulgaba el Viernes Santo. Ahora todo el pueblo fiel puede hacerlo. Se expresa así la participación de todos en la muerte salvadora de Cristo: la Iglesia recibe así el Cuerpo de Cristo entregado por la salvación de la humanidad.


A continuación, el texto completo de la homilía del predicador de la Casa Pontificia:


“LA CRUZ, ÚNICA ESPERANZA DEL MUNDO”

Acabamos de escuchar el relato de la Pasión de Cristo. Nada más que la crónica de una muerte violenta. Nunca faltan noticias de muertos asesinados en nuestros noticiarios. Incluso en estos últimos días ha habido algunas, como la de los 38 cristianos coptos asesinados en Egipto. ¿Por qué, entonces, después de 2000 años, el mundo recuerda todavía la muerte de Jesús de Nazaret como si hubiera pasado ayer? El motivo es que su muerte ha cambiado el sentido mismo de la muerte. Reflexionemos algunos instantes sobre todo esto.

“Al llegar a Jesús, viendo que ya estaba muerto, no le rompieron las piernas, sino que uno de los soldados con una lanza le atravesó el costado, e inmediatamente salió sangre y agua” (Jn 19,33-34). Al comienzo de su ministerio, a quien le preguntaba con qué autoridad expulsaba a los mercaderes del Templo, Jesús respondió: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. “Él hablaba del templo de su cuerpo” (Jn 2,19.21), había comentado Juan en aquella ocasión, y he aquí que ahora el mismo evangelista nos atestigua que del lado de este templo “destruido” brotan agua y sangre. Es una alusión evidente a la profecía de Ezequiel que hablaba del futuro templo de Dios, del lado del que brota un hilo de agua que se convierte primero en riachuelo, luego un río navegable y en torno al cual florece toda forma de vida (cf. Ez 47, 1 ss.).

Existe ya, dentro de la Trinidad y dentro del mundo, un corazón humano que late, no sólo metafóricamente, sino realmente. Si, en efecto, Cristo ha resucitado de la muerte, también su corazón ha resucitado de la muerte; él vive, como todo el resto de su cuerpo, en una dimensión distinta de antes, real, aunque mística. Si el Cordero vive en el cielo “inmolado, pero de pie”, también su corazón comparte el mismo estado; es un corazón traspasado pero viviente; eternamente traspasado, precisamente porque está eternamente vivo.

Fue creada una expresión para describir el colmo de la maldad que puede amasarse en el seno de la humanidad: “corazón de tinieblas”. Tras el sacrificio de Cristo, más profundo que el corazón de tinieblas, palpita en el mundo un corazón de luz. En efecto, Cristo al subir al cielo, no ha abandonado la tierra, como, al encarnarse, no había abandonado la Trinidad.

“Ahora se realiza el designio del Padre –dice una antífona de la Liturgia de las Horas–, hacer Cristo el corazón del mundo”. Esto explica el irreductible optimismo cristiano que hizo exclamar a una mística medieval: “El pecado es inevitable, pero todo estará bien y todo tipo de cosa estará bien” (Juliana de Norwich).

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Los monjes cartujos adoptaron un escudo que figura en la entrada de sus monasterios, en sus documentos oficiales y en otras ocasiones. En él está representado el globo terráqueo, rematado por una cruz, con una inscripción alrededor: “Stat crux dum volvitur orbis”: está inmóvil la cruz, entre las evoluciones del mundo.

¿Qué representa la cruz, para que sea este punto fijo, este árbol maestro entre la agitación del mundo? Ella es el “No” definitivo e irreversible de Dios a la violencia, a la injusticia, al odio, a la mentira, a todo lo que llamamos “el mal”; y, al mismo tiempo, es el “Sí”, igualmente irreversible, al amor, a la verdad, al bien. “No” al pecado, “Sí” al pecador. Es lo que Jesús ha practicado durante toda su vida y que ahora consagra definitivamente con su muerte.

La razón de esta distinción es clara: el pecador es criatura de Dios y conserva su dignidad a pesar de todos sus desvíos; el pecado no; es una realidad espuria, añadida, fruto de las propias pasiones y de la “envidia del demonio” (Sab 2,24). Es la misma razón por la que el Verbo, al encarnarse, asumió todo del hombre, excepto el pecado. El buen ladrón, a quien Jesús moribundo promete el paraíso, es la demostración viva de todo esto. Nadie debe desesperar; nadie debe decir, como Caín: “Demasiado grande es mi culpa para obtener el perdón” (Gén 4,13).

La cruz no “está”, pues, contra el mundo, sino para el mundo: para dar un sentido a todo el sufrimiento que ha habido, hay y habrá en la historia humana. “Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar el mundo –dice Jesús a Nicodemo–, sino para que el mundo se salve por medio de él” (Jn 3,17). La cruz es la proclamación viva de que la victoria final no es de quien triunfa sobre los demás, sino de quien triunfa sobre sí mismo; no de quien hace sufrir, sino de quien sufre.

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“Dum volvitur orbis”, mientras que el mundo realiza sus evoluciones. La historia humana conoce muchos tránsitos de una era a otra: se habla de la edad de piedra, del bronce, hierro, de la edad imperial, de la era atómica, de la era electrónica. Pero hoy hay algo nuevo. La idea de transición no basta ya para describir la realidad en curso. A la idea de mutación se debe agregar la de aplastamiento. Vivimos, se ha escrito, en una sociedad “líquida”; ya no hay puntos firmes, valores indiscutibles, ningún escollo en el mar, a los que aferrarnos, o contra los cuales incluso chocar. Todo es fluctuante.

Se ha realizado la peor de las hipótesis que el filósofo había previsto como efecto de la muerte de Dios, la que el advenimiento del super-hombre debería haber evitado, pero que no ha impedido: “Qué hicimos para disolver esta tierra de la cadena de su sol? ¿Dónde se mueve ahora? ¿Dónde nos movemos nosotros? ¿Fuera de todos los soles? ¿No es el nuestro un eterno precipitar? ¿Hacia atrás, de lado, hacia adelante, por todos los lados? ¿Existe todavía un alto y un bajo? ¿No estamos acaso vagando como a través de una nada infinita?” (F. NIETZSCHE, La gaya ciencia, aforismo 125 (Edaf, Madrid 2002).

Se dijo que “matar a Dios es el más horrendo de los suicidios”, y es lo que estamos viendo. No es verdad que “donde nace Dios, muere el hombre” (J.-P. SARTRE); es verdad lo contrario: donde muere Dios, muere el hombre.

Un pintor surrealista de la segunda mitad del siglo pasado (Salvador Dalí) pintó un crucificado que parece una profecía de esta situación. Una cruz inmensa, cósmica, con un Cristo encima, igualmente monumental, visto desde arriba, con la cabeza reclinada hacia abajo. Sin embargo, debajo de él no existe la tierra firme, sino el agua. El crucifijo no está suspendido entre cielo y tierra, sino entre el cielo y el elemento líquido del mundo.

Esta imagen trágica (hay también como trasfondo, una nube que podría aludir a la nube atómica), contiene, sin embargo, una certeza consoladora: ¡Hay esperanza incluso para una sociedad líquida como la nuestra! Hay esperanza, porque encima de ella “está la cruz de Cristo”. Es lo que la liturgia del Viernes Santo nos hace repetir cada año con las palabras del poeta Venancio Fortunato: “O crux, ave spes única”, Salve, oh cruz, esperanza única del mundo.

Sí, Dios ha muerto, ha muerto en su Hijo Jesucristo; pero no ha permanecido en la tumba, ha resucitado. «¡Vosotros lo crucificasteis –grita Pedro a la multitud el día de Pentecostés–, pero Dios lo ha resucitado!» (Hch 2,23-24). Él es quien “había muerto, pero ahora vive por los siglos” (Ap 1,18). La cruz no «está» inmóvil en medio de los vaivenes del mundo como recuerdo de un acontecimiento pasado, o un puro símbolo; está en él como una realidad en curso, viva y operante.

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Sin embargo, confundiríamos esta liturgia de la pasión, si nos detuviéramos, como los sociólogos, en el análisis de la sociedad en que vivimos. Cristo no ha venido a explicar las cosas, sino a cambiar a las personas. El corazón de tinieblas no es solamente el de algún malvado escondido en el fondo de la jungla, y tampoco el de la nación y el de la sociedad que lo ha producido. En distinta medida está dentro de cada uno de nosotros.

La Biblia lo llama el corazón de piedra: “Arrancaré de ellos el corazón de piedra –dice Dios en el profeta Ezequiel– y les daré un corazón de carne” (Ez 36,26). Corazón de piedra es el corazón cerrado a la voluntad de Dios y al sufrimiento de los hermanos, el corazón de quien acumula sumas ilimitadas de dinero y queda indiferente ante la desesperación de quien no tiene un vaso de agua para dar al propio hijo; es también el corazón de quien se deja dominar completamente por la pasión impura, dispuesto a matar por ella, o a llevar una doble vida. Para no quedarnos con la mirada siempre dirigida hacia el exterior, hacia los demás, digamos, más concretamente: es nuestro corazón de ministros de Dios y de cristianos practicantes si vivimos todavía fundamentalmente “para nosotros mismos” y no “para el Señor”.

Está escrito que en el momento de la muerte de Cristo “el velo del templo se rasgó en dos, de arriba a abajo, la tierra tembló, las rocas se rompieron, los sepulcros se abrieron y muchos cuerpos de santos muertos resucitaron” (Mt 27,51s). De estos signos se da, normalmente, una explicación apocalíptica, como de un lenguaje simbólico necesario para describir el acontecimiento escatológico. Pero también tienen un significado parenético: indican lo que debe suceder en el corazón de quien lee y medita la Pasión de Cristo. En una liturgia como la presente, san León Magno decía a los fieles: “Tiemble la naturaleza humana ante el suplicio del Redentor, rómpanse las rocas de los corazones infieles y salgan los que estaban cerrados en los sepulcros de su mortalidad, levantando la piedra que gravaba sobre ellos” (SAN LEÓN MAGNO, Sermo 66, 3: PL 54, 366).

El corazón de carne, prometido por Dios en los profetas, está ya presente en el mundo: es el Corazón de Cristo traspasado en la cruz, lo que veneramos como “el Sagrado Corazón”. Al recibir la Eucaristía, creemos firmemente que ese corazón viene a latir también dentro de nosotros. Al mirar dentro de poco la cruz digamos desde lo profundo del corazón, como el publicano en el templo: “¡Oh, Dios! ¡Ten piedad de mí, pecador!”, y también nosotros, como él, volveremos a casa “justificados” (Lc 18,13-14).

LA ORACIÓN DE DESAGRAVIO A CRISTO EN LA CRUZ DE PAPA FRANCISCO EN VÍA CRUCIS


La oración de desagravio a Cristo en la cruz que el Papa Francisco rezó en el Via Crucis
 Captura CTV





ROMA, 14 Abr. 17 / 04:30 pm (ACI).- Al finalizar el Via Crucis del Viernes Santo en el Coliseo de Roma, lugar de martirio de los primeros cristianos, el Papa Francisco se dirigió a los presentes y rezó una extensa y sentida oración de desagravio por las ofensas de la humanidad a Cristo en la cruz.

A continuación, el texto completo de la oración:


Oh Cristo, dejado solo y traicionado también por los tuyos. Oh Cristo, juzgado por los pecadores y condenado por los jefes. Oh Cristo, golpeado en tu carne, coronado de espinas, vestido de púrpura. Oh Cristo, atrozmente clavado. Oh Cristo, atravesado por la lanza que ha partido tu corazón. Oh Cristo, muerto y sepultado. Tú que eres el Dios de la vida y de la existencia. Oh Cristo, nuestro único Salvador, volvemos otra vez a ti este año con los ojos bajados de vergüenza y con el corazón lleno de esperanza.

Qué vergüenza por todas las imágenes de devastación y de destrucción, de naufragios, que se han convertido en ordinarias para nosotros. Vergüenza por la sangre inocente que cotidianamente se derrama de mujeres, de niños, de emigrantes, de personas perseguidas por el color de su piel, o por su pertenencia étnica, social o por su fe en ti.

Vergüenza por las demasiadas veces que, como Judas y como Pedro, te hemos vendido y traicionado, y abandonado, para morir por nuestros pecados, escapando como cobardes de nuestras responsabilidades.


Vergüenza por nuestro silencio frente a la injusticia, por nuestras manos vagas para dar y ávidas para quitar y confiscar, por nuestra voz que defiende nuestros intereses y tímida para hablar de los intereses de los otros, por nuestros pies veloces sobre el camino del mal y paralizados sobre el del bien.

Vergüenza por todas las veces que nosotros, obispos, sacerdotes, consagrados y consagradas, hemos escandalizado y herido tu cuerpo, la Iglesia, y hemos olvidado nuestro primer amor, nuestro primer entusiasmo, nuestra total disponibilidad, dejando arruinado nuestro corazón y nuestra vocación.

Tanta vergüenza, Señor… Pero nuestro corazón también está nostálgico de la esperanza confiada en que tú nos tratas no según nuestros méritos, sino según la abundancia de tu misericordia; que nuestras traiciones no hacen venir a menos la inmensidad de tu amor; que tu corazón materno y paterno no nos olvida por la dureza de nuestras vísceras.

La esperanza segura de que nuestros nombres están escritos en tu corazón y que estamos colocados en la pupila de tus ojos. La esperanza de que tu cruz transforma nuestros corazones endurecidos en corazones de carne capaces de soñar, de perdonar y de amar; que transforma esta tenebrosa noche de tu cruz en alba fulgurante de tu resurrección.

La esperanza de que tu fidelidad no se basa en la nuestra, la esperanza de que la lista de hombres y mujeres fieles a la cruz continua y continuará a vivir fiel como la levadura que da sabor, y como la luz que abre nuevos horizontes en el cuerpo de nuestra humanidad herida.

La esperanza de que tu Iglesia buscará ser la voz que grita en el desierto de la humanidad para preparar el camino de tu regreso triunfal cuando vengas a juzgar a los vivos y a los muertos. La esperanza de que el bien vencerá a pesar de su aparente fracaso.

Señor Jesús, hijo de Dios, víctima inocente de nuestro rescate, delante de tu misterio de muerte y de gloria, ante tu patíbulo nos arrodillamos avergonzados y esperanzados, y te pedimos que nos laves en el lavatorio de la sangre y del agua que brotaron de tu corazón abierto.

Perdona nuestros pecados y nuestras culpas. Te pedimos que te acuerdes de nuestros hermanos arrancados por la indiferencia de la guerra y de la violencia.

Te pedimos romper las cadenas que nos tienen prisioneros en nuestro egoísmo, en nuestra ceguera voluntaria y en la vanidad de nuestros cálculos mundanos.

Oh Cristo, te pedimos que nos enseñes a no avergonzarnos jamás de tu cruz, a no instrumentalizarla, sino que la honremos y la adoremos porque en ella tú nos has manifestado la monstruosidad de nuestros pecados, la grandeza de tu amor, la injusticia de nuestros juicios y la potencia de tu misericordia.

jueves, 13 de abril de 2017

PAPA FRANCISCO LAVA LOS PIES A 12 RECLUSOS EN JUEVES SANTO


Jueves Santo: El Papa lava los pies de 12 reclusos e invita a pensar en el amor de Dios
Por Álvaro de Juana
Foto: L'Osservatore Romano




VATICANO, 13 Abr. 17 / 10:34 am (ACI).- El Papa Francisco celebró la “Messa in Coena Domini” con el rito del lavatorio de los pies en la prisión de Paliano, en la provincia de Frosinone y diócesis de Palestrina, a unos 70 kilómetros de Roma.

“Jesús sabía que iba a sería traicionado por Judas. Habiendo amado a los suyos, Dios ama así, hasta el final. Y da la vida por cada uno de nosotros y se orgullece de esto y quiere esto porque Él es amor, amar hasta el final, que no es fácil porque todos nosotros somos pecadores tenemos defectos límites… todos sabemos amar, pero no somos como Dios nos ama. Sin mirar las consecuencias, hasta el fin”, dijo el Papa en la breve homilía que pronunció de forma improvisada.


Como ya informó el Vaticano en su día, la visita del Pontífice tuvo un carácter estrictamente privado y no hubo imágenes para proteger la intimidad de los detenidos.

A las 15 horas de Roma, el Papa Francisco dejó su residencia, la Casa Santa Marta, para acudir a esta prisión. A su llegada, una hora más tarde, fue acogido por la directora y por el capellán, el P. Luigi Paoletti y luego se desplazó hasta la Plaza de Armas donde saludó al personal que trabaja en la prisión.

Tras el breve encuentro, el Pontífice se trasladó hasta la sala llamada “Unidad de Italia”, donde se encontró con 58 detenidos “colaboradores de la justicia”, es decir, que en su mayoría han participado en actividades de crimen organizado y han ayudado a esclarecer delitos vinculados usualmente a las mafias. La figura de colaborador de la justicia en Italia no exime a la persona de una pena de cárcel, como sí ocurre en otros países.


Otros 2 detenidos, un hombre y una mujer, le encontraron de manera separada ya que se encuentran en régimen de aislamiento, al igual que otras 8 personas enfermas de tuberculosis a los que saludó a continuación.

Después celebró la Misa y lavó los pies a 12 detenidos, entre ellos 3 mujeres y un musulmán que será bautizado el próximo mes de junio, convirtiéndose así al catolicismo. También fueron bautizados un argentino y un albanés, siendo el resto de nacionalidad italiana.

Entre ellos, 2 están condenados a cadena perpetua y los demás deberán concluir su pena entre los años 2019 y 2073.

Francisco destacó cómo Jesús, siendo “el jefe”, siendo “Dios” lava los pies a sus discípulos. “Eso de lavar los pies era una tradición que se hacía en la época antes de los almuerzos y las comidas, porque era gente que venia del camino y estaba sucia, con polvo del camino. Uno de los gestos para recibir una persona en casa era lavarle los pies, pero esto lo hacían los esclavos”.

“Jesús lo hizo así. Simón Pedro no quería hacerlo, pero Jesús le explicó que era así, que Él había venido al mundo para servir, para servirnos, para hacerse esclavo para nosotros, para dar la vida por nosotros y amar hasta el final”.

“Cuando venía de camino a esta prisión, había gente que saludaba porque venía el Papa. Pero el jefe de la Iglesia es Jesús. El Papa es la figura de Jesús. Yo quisiera hacer lo mismo que Él ha hecho. En esta ceremonia el párroco lava los pies a los fieles. Siempre el más grande debe hacer el trabajo de esclavo”, dijo a los reclusos.

El Papa comentó también que “para sembrar amor entre nosotros, no os digo que hoy vayáis los unos a los otros a lavaros los pies, pero el símbolo, la figura sí. Pido que si podéis realizar alguna ayuda, un servicio a tu compañero aquí en cárcel, lo hagáis porque esto es amor, esto es como lavar los pies, ser siervo de los otros”.

“Una vez los discípulos discutieron entre ellos sobre quién era el más grande, el más importante. Y Jesús dijo: ‘el que quiera ser más importante debe hacerse el más pequeño y el servidor de todos’. Así hace Él con nosotros. Todos nosotros somos pobres, pero Él es grande, es bueno y nos ama así como somos”.

Al concluir, Francisco pidió pensar “en Dios, en Jesús”. “Esta no es una ceremonia folclórica, es un gesto para recordar lo que ha dado Jesús. Después de esto tomó el pan y nos dio su cuerpo, tomó el vino y nos dio su sangre. Así es el amor de Dios con nosotros.

Los reclusos de la cárcel obsequiaron a Francisco con varios regalos: productos de su huerta biológica, cruces elaboradas con madera de olvido, un mantel de lana blanca y algunos dulces.

PAPA FRANCISCO: LA BUENA NOTICIA ES LA PERLA PRECIOSA, NO ES UN OBJETO ES UNA MISIÓN


Papa Francisco: La Buena Noticia es la perla preciosa, no es un objeto sino una misión
Por Álvaro de Juana
 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa





VATICANO, 13 Abr. 17 / 03:58 am (ACI).- En la Misa Crismal que presidió en la mañana del Jueves Santo, el Papa Francisco aseguró que “la Buena Noticia es la perla preciosa del Evangelio. No es un objeto, es una misión”.

En la homilía, el Santo Padre se dirigió en especial a los sacerdotes, quienes hoy también celebran su día, y les dio algunos consejos.


“Todo lo que Jesús anuncia, y también nosotros, sacerdotes, es Buena Noticia. Alegre con la alegría evangélica: de quien ha sido ungido en sus pecados con el aceite del perdón y ungido en su carisma con el aceite de la misión, para ungir a los demás”.

El Papa aseguró que “al igual que Jesús, el sacerdote hace alegre al anuncio con toda su persona. Cuando predica la homilía, –breve en lo posible– lo hace con la alegría que traspasa el corazón de su gente con la Palabra con la que el Señor lo traspasó a él en su oración. Como todo discípulo misionero, el sacerdote hace alegre el anuncio con todo su ser”.

Durante la celebración, los sacerdotes renovaron las promesas hechas en el momento de la Sagrada Ordenación y después se procedió a la bendición de los santos oledos: para los enfermos,  los catecúmenos y el crisma.

“La Buena Noticia puede parecer una expresión más, entre otras, para decir ‘Evangelio’: como buena nueva o feliz anuncio. Sin embargo, contiene algo que cohesiona en sí todo lo demás: la alegría del Evangelio. Cohesiona todo porque es alegre en sí mismo”.

Francisco pidió no separar 3 “gracias” que contiene el Evangelio: “su Verdad –no negociable–, su Misericordia –incondicional con todos los pecadores– y su Alegría –íntima e inclusiva–".

“Nunca la verdad de la Buena Noticia podrá ser sólo una verdad abstracta, de esas que no terminan de encarnarse en la vida de las personas porque se sienten más cómodas en la letra impresa de los libros”.

Sobre la misericordia destacó que “nunca la misericordia de la Buena Noticia podrá ser una falsa conmiseración, que deja al pecador en su miseria porque no le da la mano para ponerse en pie y no lo acompaña a dar un paso adelante en su compromiso”.

Y sobre la alegría dijo que “nunca podrá ser triste o neutro el Anuncio, porque es expresión de una alegría enteramente personal”.

“Las alegrías del Evangelio –lo digo ahora en plural, porque son muchas y variadas, según el Espíritu tiene a bien comunicar en cada época, a cada persona en cada cultura particular– son alegrías especiales. Vienen en odres nuevos, esos de los que habla el Señor para expresar la novedad de su mensaje”.

Por último, señaló a los sacerdotes 3 “odres nuevos” en los que “la Buena Noticia cabe bien, no se avinagra y se vierte abundantemente”.

El primero, el de las bodas de Caná, en el que “María es el odre nuevo de la plenitud contagiosa”. “Su plenitud contagiosa nos permite superar la tentación del miedo: ese no animarnos a ser llenados hasta el borde, esa pusilanimidad de no salir a contagiar de gozo a los demás”.

El segundo “es aquella vasija que –con su cucharón de madera–, al pleno sol del mediodía, portaba sobre su cabeza la Samaritana. Refleja bien una cuestión esencial: la de la concreción”.

El tercero “es el Odre inmenso del Corazón traspasado del Señor: integridad mansa, humilde y pobre que atrae a todos hacia sí”. “De él tenemos que aprender que anunciar una gran alegría a los muy pobres no puede hacerse sino de modo respetuoso y humilde hasta la humillación. No puede ser presuntuosa la evangelización. No puede ser rígida la integridad de la verdad”, señaló el Papa.

VIAJES A FÁTIMA Y EGIPTO EN AGENDA DEL PAPA FRANCISCO PARA ABRIL Y MAYO


Viajes a Fátima y Egipto en agenda del Papa Francisco para abril y mayo
 Foto: ACI Prensa




VATICANO, 13 Abr. 17 / 12:23 pm (ACI).- La Oficina de Prensa de la Santa Sede dio a conocer el calendario de las celebraciones que presidirá el Papa Francisco en los meses de abril y mayo.


Abril

Luego de las celebraciones de la Semana Santa y la Pascua, el Santo Padre presidirá un consistorio ordinario para ver algunas causas de canonización el jueves 20 de abril, entre las que están las de los pastorcitos videntes de Fátima, Jacinta y Francisco Marta, y los tres niños mártires de Tlaxcala.

El 28 y 29 de abril el Santo Padre irá a Egipto, en el que será su 17° viaje internacional.

Según indicaron el 10 de abril los superiores franciscanos que fueron recibidos en audiencia por él, el Santo Padre reiteró “con firmeza” que viajará a Egipto, luego de los atentados contra los cristianos perpetrados por el Estado Islámico contra los cristianos en ese país que dejaron 44 muertos.


Mayo

El domingo 7 de mayo el Pontífice presidirá la Misa de ordenación sacerdotal de varios presbíteros, en el tiempo de Pascua.

El viernes 12 y el sábado 13 de mayo el Papa irá a Fátima, en ocasión de los 100 años de las apariciones de la Virgen en la Cova de Iria.

El sábado 27 de mayo, finalmente, realizará una visita pastoral a Génova en Italia.

PAPA FRANCISCO VISITA A BENEDICTO XVI POR PASCUA Y SU CUMPLEAÑOS 90


Papa Francisco visita a Benedicto XVI por Pascua y su cumpleaños 90
 Foto: L'Osservatore Romano





VATICANO, 13 Abr. 17 / 11:52 am (ACI).- El Papa Francisco visitó el miércoles a Benedicto XVI en ocasión de la Pascua 2017 y para saludarlo por su próximo cumpleaños 90 que celebrará el domingo 16 de abril.

En un comunicado dado a conocer este Jueves Santo, la Oficina de Prensa de la Santa Sede informó que “el Papa Francisco se dirigió ayer por la tarde al monasterio Mater Ecclesiae para darle, como cada año, sus saludos de Pascua a Benedicto XVI”.

En esta ocasión, señala el texto, “la visita tuvo un doble carácter celebrativo por el próximo cumpleaños 90 del Papa Emérito”.

La última vez que Francisco se encontró con el Sumo Pontífice Emérito fue el pasado 23 de diciembre en ocasión de la Navidad 2016.

Algunos días antes, el 17 de diciembre, fue Benedicto XVI quien telefoneó al Papa Francisco para saludarlo por su cumpleaños 80.

El Pontífice también visitó a Joseph Ratzinger el 19 de noviembre, acompañado de los nuevos cardenales que fueron creados ese día.

PAPA FRANCISCO: EL PECADO SE MANIFIESTA HOY CON LAS GUERRAS


El pecado se manifiesta hoy con fuerza en las guerras, dice el Papa en nueva entrevista
Por Álvaro de Juana
 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa




VATICANO, 13 Abr. 17 / 04:50 am (ACI).- En una nueva entrevista publicada en Italia este Jueves Santo, el Papa Francisco hace un nuevo llamado a la paz y asegura que “hoy el pecado se manifiesta con toda su fuerza de destrucción en las guerras, en las diversas formas de violencia y maltrato, en el abandono de los más frágiles”.

“Como he dicho en el reciente mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, el siglo pasado fue devastado por dos guerras mundiales mortales, ha conocido la amenaza de la guerra nuclear y un gran número de otros conflictos, mientras hoy por desgracia somos presa de una terrible guerra mundial a pedazos”, explica el Papa.


En la entrevista, concedida al diario italiano Repubblica, el Papa Francisco señala que “no es fácil saber si el mundo actualmente es más o menos violento que antes, ni si los medios modernos de comunicación y la movilidad que caracterizan nuestra época nos hacen más conscientes de la violencia o más adictos a ella”.

Sobre las causas de las guerras, Francisco se pregunta: “¿La violencia permite alcanzar objetivos de valor duradero?”. “Lo he dicho varias veces y lo repito: la violencia no es la cura para nuestro mundo fracturado”.

“Responder a la violencia con violencia conduce, en el mejor de los casos, a migraciones forzadas y a inmensos sufrimientos, ya que grandes cantidades de recursos son destinados a asuntos militares y antepuestos a las exigencias diarias de los jóvenes, de las familias en dificultad, de los ancianos, de los enfermos, de la gran mayoría de los habitantes del mundo”.

“En el peor de los casos, puede llevar a la muerte física y espiritual de muchos, si no a la de todos”, subraya en la entrevista.

Francisco destaca que ante la situación internacional caracterizada por una alta tensión “me viene solo el pedir con más fuerza la paz para este mundo sometido a los traficantes de armas que se enriquecen con la sangre de los hombres y de las mujeres”.

“Usted ha dicho varias veces que se siente pecador como los encarcelados, ¿en qué sentido?”, le pregunta el periodista cambiando de tema. “Algunos dicen: ‘son culpables’. Yo respondo con la palabra de Jesús: ‘quien no tenga culpa que tire la primera piedra’. Mirémonos dentro y busquemos ver nuestras culpas. Entonces el corazón será más humano”. “Como sacerdotes y como obispos tenemos que servir siempre”, añade.

Francisco también opina que ante todo la Iglesia debe “hacerse próximo a los últimos, a los marginados, los descartados. Cuando estoy ante un encarcelado, por ejemplo, me pregunto: ‘¿Por qué él y no yo?, ¿merezco yo más que él que está ahí dentro?, ¿por qué él ha caído y no yo?'. Es un misterio que me acerca a ellos’”.

En la entrevista, el Santo Padre también asegura sentirse un pecador: “El lema de mi escudo es una frase de San Beda el Venerable sobre San Mateo: ‘Dios le dirigió su mirada, le miró con sentimiento de amor y lo eligió’. Es más que un simple lema. Es mi estrella polar. Porque en ella está contenida el misterio de un Dios dispuesto a llevar sobre sí el mal del mundo para demostrar el propio amor al ser humano”.