miércoles, 4 de enero de 2017

800 PERSONAS AFECTADAS POR TERREMOTOS EN ITALIA SE REUNIRÁN CON PAPA FRANCISCO


800 personas afectadas por terremotos en Italia se reunirán con el Papa en el Vaticano
Por Miguel Pérez Pichel
Foto Daniel Ibáñez (ACI Prensa)
ROMA, 04 Ene. 17 / 07:10 am (ACI).- El jueves 5 de enero, el Papa Francisco recibirá en audiencia a 800 personas de diversas localidades del centro de Italia afectadas por los terremotos ocurridos el 24 de agosto, el 26 y 30 de octubre de 2016, y el 2 de enero de este año.

Según se indica en un comunicado difundido por la Arquidiócesis de Spoleto-Norcia, la audiencia tendrá lugar en el Aula Pablo VI a las 11:00 a.m., hora de Roma, donde el Santo Padre saludará a los afectados y les dirigirá un discurso.


Mons. Renato Boccardo, Arzobispo de Spoleto-Norcia, indicó que “se trata de un encuentro dedicado de forma especial a aquellos que han perdido a sus seres queridos, sus casas, su seguridad económica, a todos los que han tenido que dejar su tierra”.

“Se trata de un encuentro que el Papa quiere reservar para quienes padecen diferentes heridas causadas por el sismo y esperan obtener consuelo y esperanza”.

Autobuses procedentes de Magione, Corciano.Ellera, Norcia, Spoleto y de otras localidades, transportarán a 709 de los 800 participantes en la audiencia hasta el Vaticano.

Este encuentro con el Obispo de Roma reforzará la principal tarea a la que la Iglesia está llamada a realizar con las víctimas del terremoto: el apoyo a la reconstrucción interior y moral de las personas.

El 4 de octubre el Papa Francisco visitó las zonas afectadas por los terremotos, en especial las del terremoto del 24 de agosto, el más devastador, que provocó la muerte de casi 300 personas y dejó a miles de personas sin vivienda.

En aquella ocasión, el Pontífice dirigió unas breves palabras de ánimo a los afectados: “Desde el primer momento he sentido que tenía que venir por vosotros. Sencillamente para nada más que orar. Oro por vosotros. Cercanía y oración, esta es mi ofrenda a vosotros”.

“Para que el Señor os bendiga a todos vosotros y la Virgen os cuide en este momento de tristeza y dolor y de prueba. Vayan adelante, siempre hay futuro, hay tantos seres queridos que nos han dejado. Han caído aquí, pidamos a la Virgen por ellos, lo hacemos todos juntos”.

PAPA FRANCISCO REZA POR LOS 60 PRESOS MUERTOS DURANTE EL MOTÍN EN CÁRCEL DE BRASIL


El Papa Francisco reza por los 60 presos muertos durante motín en cárcel de Brasil
Por Miguel Pérez Pichel
Foto Daniel Ibáñez (ACI Prensa)



VATICANO, 04 Ene. 17 / 06:51 am (ACI).- El Papa Francisco lamentó la muerte de 60 presos durante el motín ocurrido entre el domingo y el lunes en el complejo penitenciario de Anísoio Jobim en Manaos, Brasil. El Pontífice pidió rezar por las víctimas y por todos los presos del mundo.

Los enfrentamientos se produjeron como consecuencia de la lucha por el control de las redes de tráfico de drogas entre dos organizaciones rivales con fuerte presencia en el interior de la cárcel, en la que residen 1072 presos.

Tras varias horas de negociación, durante las cuales se consiguió la liberación de 12 guardias que permanecían rehenes, las autoridades lograron recuperar el control del centro penitenciario.

“Ayer llegó de Brasil la dramática noticia de la masacre que tuvo lugar en la prisión de Manaos, donde un violento enfrentamiento entre bandas rivales causó decenas de muertos. Expreso el dolor y la preocupación por lo que ha ocurrido. Invito a rezar por los difuntos y por sus familias, por todos los detenidos de esa cárcel y por todos los que trabajan en ella”, afirmó el Santo Padre.

El Obispo de Roma reclamó que las cárceles sean lugares de educación y de reinserción, y que se respete los derechos humanos en ellas.

“Renuevo el llamado a que las instituciones penitenciarias sean lugares de reeducación y de reinserción social, y para que las condiciones de vida de los detenidos sean dignas de seres humanos".

El Santo Padre también alentó a "rezar por estos detenidos, tanto por los que murieron en la masacre como por los que han sobrevivido, y por todos los detenidos del mundo, para que la cárcel les ayude a reinsertarse, y que no sea causa de marginación”.

martes, 3 de enero de 2017

PAPA FRANCISCO EXHORTA A OBISPOS DEL MUNDO A TENER TOLERANCIA CERO CON ABUSOS SEXUALES


Papa Francisco exhorta a obispos del mundo a tener tolerancia cero con abusos sexuales
 Foto: Bohumil Petrik (ACI Prensa)



VATICANO, 02 Ene. 17 / 03:10 pm (ACI).- A través de una carta enviada a los obispos del mundo, el Papa Francisco reafirmó que la Iglesia “llora con amargura” el pecado de los abusos sexuales cometidos por sacerdotes y exhortó a los prelados a asumir “la consigna de ‘tolerancia cero’” e implementar “las medidas necesarias y proteger en todo la vida de nuestros niños, para que tales crímenes no se repitan más”.

La carta enviada por el Santo Padre fue escrita con ocasión de la fiesta de los Santos Inocentes celebrada el 28 de diciembre. Sin embargo, recién este lunes fue dada a conocer por el Vaticano.

“Escuchemos el llanto y el gemir de estos niños; escuchemos el llanto y el gemir también de nuestra madre Iglesia, que llora no sólo frente al dolor causado en sus hijos más pequeños, sino también porque conoce el pecado de algunos de sus miembros: el sufrimiento, la historia y el dolor de los menores que fueron abusados sexualmente por sacerdotes”, expresó Francisco.

El Pontífice señaló que este pecado “nos avergüenza”, porque fue cometido por “personas que tenían a su cargo el cuidado de esos pequeños”, pero que “han destrozado su dignidad”. “Esto lo lamentamos profundamente y pedimos perdón. Nos unimos al dolor de las víctimas y a su vez lloramos el pecado. El pecado por lo sucedido, el pecado de omisión de asistencia, el pecado de ocultar y negar, el pecado del abuso de poder”, afirmó.

“Hoy, recordando el día de los Santos Inocentes, quiero que renovemos todo nuestro empeño para que estas atrocidades no vuelvan a suceder entre nosotros. Tomemos el coraje necesario para implementar todas las medidas necesarias y proteger en todo la vida de nuestros niños, para que tales crímenes no se repitan más. Asumamos clara y lealmente la consigna ‘tolerancia cero’ en este asunto”, exhortó.

En su carta, Francisco también señaló que la celebración de la Navidad, “mal que nos pese, viene acompañada también del llanto”, como fue el asesinato de los niños asesinados por orden de Herodes.

Las madres de estos niños, indicó, lanzaron un gemido “que hoy también podemos seguir escuchando, que nos llega al alma y que no podemos ni queremos ignorar ni callar. Hoy en nuestros pueblos, lamentablemente –y lo escribo con profundo dolor–, se sigue escuchando el gemido y el llanto de tantas madres, de tantas familias, por la muerte de sus hijos, de sus hijos inocentes”.

Francisco pidió “tener un corazón sensible y abierto” al dolor de los niños y “tener la capacidad de asumir que hoy se sigue escribiendo ese triste capítulo de la historia”. “¿Será que la alegría cristiana se puede vivir de espaldas a estas realidades? ¿Será que la alegría cristiana puede realizarse ignorando el gemido del hermano, de los niños?”, cuestionó.

El Papa recordó que “San José fue el primer invitado a custodiar la alegría de la Salvación”. “Frente a los crímenes atroces que estaban sucediendo, San José –testimonio del hombre obediente y fiel– fue capaz de escuchar la voz de Dios y la misión que el Padre le encomendaba. Y porque supo escuchar la voz de Dios y se dejó guiar por su voluntad, se volvió más sensible a lo que le rodeaba y supo leer los acontecimientos con realismo”, afirmó.

En sentido, dijo a los obispos que como pastores “se nos pide lo mismo, que seamos hombres capaces de escuchar y no ser sordos a la voz del Padre, y así poder ser más sensibles a la realidad que nos rodea”.

“Hoy, teniendo como modelo a san José, estamos invitados a no dejar que nos roben la alegría. Estamos invitados a custodiarla de los Herodes de nuestros días. Y al igual que San José, necesitamos coraje para asumir esta realidad, para levantarnos y tomarla entre las manos. El coraje de protegerla de los nuevos Herodes de nuestros días, que fagocitan la inocencia de nuestros niños”.


“Una inocencia desgarrada bajo el peso del trabajo clandestino y esclavo, bajo el peso de la prostitución y la explotación. Inocencia destruida por las guerras y la emigración forzada, con la pérdida de todo lo que esto conlleva”, señaló.

Francisco culminó su carta advirtiendo que la alegría cristiana no se construye “al margen de la realidad, ignorándola o haciendo como si no existiese”, sino que nace de la llamada “a tomar y cuidar la vida, especialmente la de los santos inocentes de hoy”.

“La Navidad es un tiempo que nos interpela a custodiar la vida y ayudarla a nacer y crecer; a renovarnos como pastores de coraje. Ese coraje que genera dinámicas capaces de tomar conciencia de la realidad que muchos de nuestros niños hoy están viviendo y trabajar para garantizarles los mínimos necesarios para que su dignidad como hijos de Dios sea no sólo respetada sino, sobre todo, defendida”, expresó.

PAPA FRANCISCO: ANTE PEDOFILIA Y OCULTAMIENTO, PEDIR PERDÓN Y TOLERANCIA CERO


Ante pedofilia y ocultamiento, pedir perdón y tolerancia cero
Carta del Papa a los obispos con motivo de la conmemoración de los Santos Inocentes


Admirar el pesebre olvidando los crímenes contra los menores sería reducirlo a una linda fábula.


Por: Redaccion Papa Francisco | Fuente: ZENIT – Roma / 2 de enero 2017 



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Con motivo de la fiesta de los Santos Inocentes, conmemorada este 28 de diciembre pasado, el papa Francisco le escribió una carta a los obispos, en la que señala el dolor por los pecados cometido contra los niños, en particular el de abusos realizado por sacerdotes.
Pide perdón también por el pecado de omisión de asistencia, de ocultar y negar, del abuso de poder. Y exige ‘tolerancia cero’ para que esto nunca más vuelva a suceder.
Porque “la alegría cristiana no es una alegría que se construye al margen de la realidad” sino “nace de una llamada –la misma que tuvo san José– a tomar y cuidar la vida”. Contrariamente contemplar el pesebre aislándolode la vida que lo circunda “sería hacer de la Navidad una linda fábula”.
A continuación reproducimos el texto completo
“Querido hermano: Hoy, día de los Santos Inocentes, mientras continúan resonando en nuestros corazones las palabras del ángel a los pastores: «Les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, ha nacido un Salvador» (Lc 2,10-11), siento la necesidad de escribirte.


Nos hace bien escuchar una y otra vez este anuncio; volver a escuchar que Dios está en medio de nuestro pueblo. Esta certeza que renovamos año a año es fuente de nuestra alegría y esperanza.
Durante estos días podemos experimentar cómo la liturgia nos toma de la mano y nos conduce al corazón de la Navidad, nos introduce en el Misterio y nos lleva paulatinamente a la fuente de la alegría cristiana. Como pastores hemos sido llamados para ayudar a hacer crecer esta alegría en medio de nuestro pueblo. Se nos pide cuidar esta alegría.
Quiero renovar contigo la invitación a no dejarnos robar esta alegría, ya que muchas veces desilusionados –y no sin razones– con la realidad, con la Iglesia, o inclusive desilusionados de nosotros mismos, sentimos la tentación de apegarnos a una tristeza dulzona, sin esperanza, que se apodera de los corazones (cf. Exhorta. Ap. Evangelii gaudium, 83).
La Navidad, mal que nos pese, viene acompañada también del llanto. Los evangelistas no se permitieron disfrazar la realidad para hacerla más creíble o apetecible. No se permitieron realizar un discurso «bonito» pero irreal. Para ellos la Navidad no era refugio fantasioso en el que esconderse frente a los desafíos e injusticias de su tiempo.
Al contrario, nos anuncian el nacimiento del Hijo de Dios también envuelto en una tragedia de dolor. Citando al profeta Jeremías, el evangelista Mateo lo presenta con gran crudeza: «En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos» (2,18). Es el gemido de dolor de las madres que lloran las muertes de sus hijos inocentes frente a la tiranía y ansia de poder desenfrenada de Herodes.
Un gemido que hoy también podemos seguir escuchando, que nos llega al alma y que no podemos ni queremos ignorar ni callar. Hoy en nuestros pueblos, lamentablemente –y lo escribo con profundo dolor–, se sigue escuchando el gemido y el llanto de tantas madres, de tantas familias, por la muerte de sus hijos, de sus hijos inocentes.
Contemplar el pesebre es también contemplar este llanto, es también aprender a escuchar lo que acontece a su alrededor y tener un corazón sensible y abierto al dolor del prójimo, más especialmente cuando se trata de niños, y también es tener la capacidad de asumir que hoy se sigue escribiendo ese triste capítulo de la historia.
Contemplar el pesebre aislándolo de la vida que lo circunda sería hacer de la Navidad una linda fábula que nos generaría buenos sentimientos pero nos privaría de la fuerza creadora de la Buena Noticia que el Verbo Encarnado nos quiere regalar.
Y la tentación existe. ¿Será que la alegría cristiana se puede vivir de espaldas a estas realidades? ¿Será que la alegría cristiana puede realizarse ignorando el gemido del hermano, de los niños? San José fue el primer invitado a custodiar la alegría de la Salvación.
Frente a los crímenes atroces que estaban sucediendo, san José –testimonio del hombre obediente y fiel– fue capaz de escuchar la voz de Dios y la misión que el Padre le encomendaba. Y porque supo escuchar la voz de Dios y se dejó guiar por su voluntad, se volvió más sensible a lo que le rodeaba y supo leer los acontecimientos con realismo.
Hoy también a nosotros, Pastores, se nos pide lo mismo, que seamos hombres capaces de escuchar y no ser sordos a la voz del Padre, y así poder ser más sensibles a la realidad que nos rodea. Hoy, teniendo como modelo a san José, estamos invitados a no dejar que nos roben la alegría. Estamos invitados a custodiarla de los Herodes de nuestros días.
Y al igual que san José, necesitamos coraje para asumir esta realidad, para levantarnos y tomarla entre las manos (cf. Mt 2,20). El coraje de protegerla de los nuevos Herodes de nuestros días, que fagocitan la inocencia de nuestros niños. Una inocencia desgarrada bajo el peso del trabajo clandestino y esclavo, bajo el peso de la prostitución y la explotación. Inocencia destruida por las guerras y la emigración forzada, con la pérdida de todo lo que esto conlleva.
Miles de nuestros niños han caído en manos de pandilleros, de mafias, de mercaderes de la muerte que lo único que hacen es fagocitar y explotar su necesidad. A modo de ejemplo, hoy en día 75 millones de niños –debido a las emergencias y crisis prolongadas– han tenido que interrumpir su educación.
En 2015, el 68 por ciento de todas las personas objeto de trata sexual en el mundo eran niños. Por otro lado, un tercio de los niños que han tenido que vivir fuera de sus países ha sido por desplazamientos forzosos. Vivimos en un mundo donde casi la mitad de los niños menores de 5 años que mueren ha sido a causa de malnutrición.
En el año 2016, se calcula que 150 millones de niños han realizado trabajo infantil viviendo muchos de ellos en condición de esclavitud. De acuerdo al último informe elaborado por UNICEF, si la situación mundial no se revierte, en 2030 serán 167 millones los niños que vivirán en la extrema pobreza, 69 millones de niños menores de 5 años morirán entre 2016 y 2030, y 60 millones de niños no asistirán a la escuela básica primaria.
Escuchemos el llanto y el gemir de estos niños; escuchemos el llanto y el gemir también de nuestra madre Iglesia, que llora no sólo frente al dolor causado en sus hijos más pequeños, sino también porque conoce el pecado de algunos de sus miembros: el sufrimiento, la historia y el dolor de los menores que fueron abusados sexualmente por sacerdotes.
Pecado que nos avergüenza. Personas que tenían a su cargo el cuidado de esos pequeños han destrozado su dignidad. Esto lo lamentamos profundamente y pedimos perdón. Nos unimos al dolor de las víctimas y a su vez lloramos el pecado. El pecado por lo sucedido, el pecado de omisión de asistencia, el pecado de ocultar y negar, el pecado del abuso de poder. La Iglesia también llora con amargura este pecado de sus hijos y pide perdón.
Hoy, recordando el día de los Santos Inocentes, quiero que renovemos todo nuestro empeño para que estas atrocidades no vuelvan a suceder entre nosotros. Tomemos el coraje necesario para implementar todas las medidas necesarias y proteger en todo la vida de nuestros niños, para que tales crímenes no se repitan más.
Asumamos clara y lealmente la consigna «tolerancia cero» en este asunto. La alegría cristiana no es una alegría que se construye al margen de la realidad, ignorándola o haciendo como si no existiese. La alegría cristiana nace de una llamada –la misma que tuvo san José– a tomar y cuidar la vida, especialmente la de los santos inocentes de hoy.
La Navidad es un tiempo que nos interpela a custodiar la vida y ayudarla a nacer y crecer; a renovarnos como pastores de coraje. Ese coraje que genera dinámicas capaces de tomar conciencia de la realidad que muchos de nuestros niños hoy están viviendo y trabajar para garantizarles los mínimos necesarios para que su dignidad como hijos de Dios sea no sólo respetada sino, sobre todo, defendida.
No dejemos que les roben la alegría. No nos dejemos robar la alegría, cuidémosla y ayudémosla a crecer. Hagámoslo esto con la misma fidelidad paternal de san José y de la mano de María, la Madre de la ternura, para que no se nos endurezca el corazón. Con fraternal afecto, Francisco”.

CARTA DEL PAPA FRANCISCO A LOS OBISPOS EN LA FIESTA DE LOS SANTOS INOCENTES


TEXTO: Carta del Papa Francisco a los obispos en la fiesta de los Santos Inocentes
Foto Daniel Ibáñez / ACI Prensa


VATICANO, 02 Ene. 17 / 09:41 am (ACI).- La Oficina de Prensa del Vaticano dio a conocer este lunes 2 de enero la carta que el Papa Francisco envió a todos los obispos en ocasión de la fiesta de los Santos Inocentes celebrada el pasado 28 de diciembre, en la que alienta a no dejarse robar la alegría y a tener coraje para hacer frente a los Herodes del mundo de hoy.

A continuación el texto completo de la misiva del Santo Padre:


Querido hermano:

Hoy, día de los Santos Inocentes, mientras continúan resonando en nuestros corazones las palabras del ángel a los pastores: «Os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador» (Lc 2,10-11), siento la necesidad de escribirte. Nos hace bien escuchar una y otra vez este anuncio; volver a escuchar que Dios está en medio de nuestro pueblo. Esta certeza que renovamos año a año es fuente de nuestra alegría y esperanza.

Durante estos días podemos experimentar cómo la liturgia nos toma de la mano y nos conduce al corazón de la Navidad, nos introduce en el Misterio y nos lleva paulatinamente a la fuente de la alegría cristiana.

Como pastores hemos sido llamados para ayudar a hacer crecer esta alegría en medio de nuestro pueblo. Se nos pide cuidar esta alegría. Quiero renovar contigo la invitación a no dejarnos robar esta alegría, ya que muchas veces desilusionados –y no sin razones– con la realidad, con la Iglesia, o inclusive desilusionados de nosotros mismos, sentimos la tentación de apegarnos a una tristeza dulzona, sin esperanza, que se apodera de los corazones (cf. Exhorta. Ap. Evangelii gaudium, 83).

La Navidad, mal que nos pese, viene acompañada también del llanto. Los evangelistas no se permitieron disfrazar la realidad para hacerla más creíble o apetecible. No se permitieron realizar un discurso «bonito» pero irreal. Para ellos la Navidad no era refugio fantasioso en el que esconderse frente a los desafíos e injusticias de su tiempo. Al contrario, nos anuncian el nacimiento del Hijo de Dios también envuelto en una tragedia de dolor. Citando al profeta Jeremías, el evangelista Mateo lo presenta con gran crudeza: «En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos» (2,18). Es el gemido de dolor de las madres que lloran las muertes de sus hijos inocentes frente a la tiranía y ansia de poder desenfrenada de Herodes.


Un gemido que hoy también podemos seguir escuchando, que nos llega al alma y que no podemos ni queremos ignorar ni callar. Hoy en nuestros pueblos, lamentablemente –y lo escribo con profundo dolor–, se sigue escuchando el gemido y el llanto de tantas madres, de tantas familias, por la muerte de sus hijos, de sus hijos inocentes.

Contemplar el pesebre es también contemplar este llanto, es también aprender a escuchar lo que acontece a su alrededor y tener un corazón sensible y abierto al dolor del prójimo, más especialmente cuando se trata de niños, y también es tener la capacidad de asumir que hoy se sigue escribiendo ese triste capítulo de la historia. Contemplar el pesebre aislándolo de la vida que lo circunda sería hacer de la Navidad una linda fabula que nos generaría buenos sentimientos pero nos privaría de la fuerza creadora de la Buena Noticia que el Verbo Encarnado nos quiere regalar. Y la tentación existe.

¿Será que la alegría cristiana se puede vivir de espaldas a estas realidades? ¿Será que la alegría cristiana puede realizarse ignorando el gemido del hermano, de los niños?

San José fue el primer invitado a custodiar la alegría de la Salvación. Frente a los crímenes atroces que estaban sucediendo, San José –testimonio del hombre obediente y fiel– fue capaz de escuchar la voz de Dios y la misión que el Padre le encomendaba. Y porque supo escuchar la voz de Dios y se dejó guiar por su voluntad, se volvió más sensible a lo que le rodeaba y supo leer los acontecimientos con realismo.

Hoy también a nosotros, Pastores, se nos pide lo mismo, que seamos hombres capaces de escuchar y no ser sordos a la voz del Padre, y así poder ser más sensibles a la realidad que nos rodea. Hoy, teniendo como modelo a san José, estamos invitados a no dejar que nos roben la alegría. Estamos invitados a custodiarla de los Herodes de nuestros días. Y al igual que san José, necesitamos coraje para asumir esta realidad, para levantarnos y tomarla entre las manos (cf. Mt 2,20). El coraje de protegerla de los nuevos Herodes de nuestros días, que fagocitan la inocencia de nuestros niños. Una inocencia desgarrada bajo el peso del trabajo clandestino y esclavo, bajo el peso de la prostitución y la explotación. Inocencia destruida por las guerras y la emigración forzada, con la pérdida de todo lo que esto conlleva.

Miles de nuestros niños han caído en manos de pandilleros, de mafias, de mercaderes de la muerte que lo único que hacen es fagocitar y explotar su necesidad.

A modo de ejemplo, hoy en día 75 millones de niños –debido a las emergencias y crisis prolongadas– han tenido que interrumpir su educación. En 2015, el 68 por ciento de todas las personas objeto de trata sexual en el mundo eran niños. Por otro lado, un tercio de los niños que han tenido que vivir fuera de sus países ha sido por desplazamientos forzosos. Vivimos en un mundo donde casi la mitad de los niños menores de 5 años que mueren ha sido a causa de malnutrición. En el año 2016, se calcula que 150 millones de niños han realizado trabajo infantil viviendo muchos de ellos en condición de esclavitud.

De acuerdo al último informe elaborado por UNICEF, si la situación mundial no se revierte, en 2030 serán 167 millones los niños que vivirán en la extrema pobreza, 69 millones de niños menores de 5 años morirán entre 2016 y 2030, y 60 millones de niños no asistirán a la escuela básica primaria.

Escuchemos el llanto y el gemir de estos niños; escuchemos el llanto y el gemir también de nuestra madre Iglesia, que llora no sólo frente al dolor causado en sus hijos más pequeños, sino también porque conoce el pecado de algunos de sus miembros: el sufrimiento, la historia y el dolor de los menores que fueron abusados sexualmente por sacerdotes. Pecado que nos avergüenza. Personas que tenían a su cargo el cuidado de esos pequeños han destrozado su dignidad. Esto lo lamentamos profundamente y pedimos perdón. Nos unimos al dolor de las víctimas y a su vez lloramos el pecado. El pecado por lo sucedido, el pecado de omisión de asistencia, el pecado de ocultar y negar, el pecado del abuso de poder.

La Iglesia también llora con amargura este pecado de sus hijos y pide perdón. Hoy, recordando el día de los Santos Inocentes, quiero que renovemos todo nuestro empeño para que estas atrocidades no vuelvan a suceder entre nosotros. Tomemos el coraje necesario para implementar todas las medidas necesarias y proteger en todo la vida de nuestros niños, para que tales crímenes no se repitan más. Asumamos clara y lealmente la consigna «tolerancia cero» en este asunto.


La alegría cristiana no es una alegría que se construye al margen de la realidad, ignorándola o haciendo como si no existiese. La alegría cristiana nace de una llamada –la misma que tuvo san José– a tomar y cuidar la vida, especialmente la de los santos inocentes de hoy. La Navidad es un tiempo que nos interpela a custodiar la vida y ayudarla a nacer y crecer; a renovarnos como pastores de coraje. Ese coraje que genera dinámicas capaces de tomar conciencia de la realidad que muchos de nuestros niños hoy están viviendo y trabajar para garantizarles los mínimos necesarios para que su dignidad como hijos de Dios sea no sólo respetada sino, sobre todo, defendida.

No dejemos que les roben la alegría. No nos dejemos robar la alegría, cuidémosla y ayudémosla a crecer.

Hagámoslo esto con la misma fidelidad paternal de san José y de la mano de María, la Madre de la ternura, para que no se nos endurezca el corazón.

Con fraternal afecto,

FRANCISCO

Vaticano, 28 de diciembre de 2016

Fiesta de los Santos Inocentes, Mártires

ORACIÓN DE PAPA FRANCISCO A LA VIRGEN MARÍA


La emotiva oración del Papa Francisco en la Solemnidad de María Madre de Dios 2017
Por Walter Sánchez Silva
 Foto: Martha Calderón (ACI Prensa)



VATICANO, 01 Ene. 17 / 08:10 am (ACI).- En sus palabras antes del rezo del ángelus este domingo 1 de enero de 2017 en la Solemnidad de María Madre de Dios, el Papa Francisco también incluyó una bella y emotiva oración a la Virgen.


A continuación la oración completa del Santo Padre:

Gracias, oh Santa Madre del Hijo de Dios, Jesús, ¡Santa Madre de Dios!
Gracias por tu humildad que ha atraído la mirada de Dios;
gracias por la fe con la que has acogido su Palabra;
gracias por el coraje con el que has dicho “aquí me tienes”,
olvidándote de ti, fascinada por el Amor Santo,
hecha toda una con su esperanza.
Gracias, ¡oh Santa Madre de Dios!
ruega por nosotros, peregrinos en el tiempo;
ayúdanos a caminar por el camino de la paz.
Amén.

TE DESEO UN AÑO FELIZ


Te deseo un año feliz



Al comenzar un nuevo año te deseo doce meses de crecimiento. La superación personal comienza con el conocimiento de ti mismo: tus fortalezas y tus debilidades. Sé sincero contigo mismo, no confundas lo que te gustaría ser, con lo que realmente eres. Crecer supone repetición de actos en la dirección correcta. Colabora con tu voluntad y esfuerzo. Dios ayuda al valiente.

Te deseo que este año tengas suficiente felicidad para mantenerte dulce; suficientes problemas para mantenerte fuerte; suficientes penas para mantenerte humano; suficiente esperanza para mantenerte feliz; suficientes fracasos para mantenerte humilde; suficientes éxitos para mantenerte sereno; suficientes amigos para recibir consuelo; suficientes entradas para cubrir tus necesidades; suficiente entusiasmo para enfrentar las dificultades; suficiente confianza en ti mismo para no caer en depresiones; suficiente determinación y valor para hacer que este año sea el mejor de tu vida.

Tu crecimiento personal depende de los hábitos buenos que vas incorporando a tu vida. Uno de éstos es la actitud de formación permanente, superándote de día en día, porque “crecer es un aprendizaje constante y culmina cuando nos retiramos de esta fiesta que es la vida”. El Señor te acompañe con su bondadosa bendición.


* Enviado por el P. Natalio