sábado, 25 de agosto de 2018

PAPA FRANCISCO EN IRLANDA: ABUSOS A MENORES ES UN FRACASO DE LAS AUTORIDADES ECLESIÁSTICAS


Papa Francisco en Irlanda: Abusos a menores es un fracaso de las autoridades eclesiásticas
Redacción ACI Prensa
 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa




El Papa Francisco no dudó en definir como “fracaso de las autoridades eclesiásticas” la forma en que la Iglesia en Irlanda afrontó los casos de abusos a menores por parte de miembros del clero en este país, y consideró justa la indignación contra la Iglesia y la vergüenza para la comunidad católica.

En su primer discurso oficial ante autoridades, sociedad civil y cuerpo diplomático en Irlanda con motivo de su viaje para participar en el Encuentro Mundial de las Familias de Dublín, el Santo Padre reconoció “el grave escándalo causado en Irlanda por los abusos a menores por parte de miembros de la Iglesia encargados de protegerlos y educarlos”.

“El fracaso de las autoridades eclesiásticas –obispos, superiores religiosos, sacerdotes y otros– al afrontar adecuadamente estos crímenes repugnantes ha suscitado justamente indignación y permanece como causa de sufrimiento y vergüenza para la comunidad católica”, aseguró en el discurso pronunciado en el Castillo de Dublín.

Francisco aseguró que “yo mismo comparto estos sentimientos. Mi predecesor, el Papa Benedicto, no escatimó palabras para reconocer la gravedad de la situación y solicitar que fueran tomadas medidas ‘verdaderamente evangélicas, justas y eficaces’ en respuesta a esta traición de confianza”.

En este sentido, quiso destacar la labor del actual Papa Emérito en la labor de erradicación de las dinámicas de silencio ante los abusos y en la búsqueda de justicia y reparación para las víctimas.

“Su intervención franca y decidida sirve todavía hoy de incentivo a los esfuerzos de las autoridades eclesiales para remediar los errores pasados y adoptar normas severas, para asegurarse de que no vuelvan a suceder”, afirmó.

Asimismo, subrayó que “deseo que la gravedad de los escándalos de los abusos, que han hecho emerger las faltas de muchos, sirva para recalcar la importancia de la protección de los menores y de los adultos vulnerables por parte de toda la sociedad”.


En este sentido, “todos somos conscientes de la urgente necesidad de ofrecer a los jóvenes un acompañamiento sabio y valores sanos para su camino de crecimiento”.

Una familia de familias

Por otro lado, el Papa también reflexionó en su discurso sobre las familias y su situación en el mundo actual. Destacó que la Iglesia es “una familia de familias, y siente la necesidad de ayudar a las familias en sus esfuerzos para responder fielmente y con alegría a la vocación que Dios les ha dado en la sociedad”.

Destacó que el Encuentro Mundial de las Familias de Dublín “es una oportunidad para las familias, no solo para que reafirmen su compromiso de fidelidad amorosa, de ayuda mutua y de respeto sagrado por el don divino de la vida en todas sus formas, sino también para que testimonien el papel único que ha tenido la familia en la educación de sus miembros y en el desarrollo de un sano y próspero tejido social”.

Además, recordó los obstáculos que deben afrontar las familias en la sociedad de hoy: “No hace falta ser profetas para darse cuenta de las dificultades que las familias tienen que afrontar en la sociedad actual, que evoluciona rápidamente, o para preocuparse de los efectos que la quiebra del matrimonio y la vida familiar comportarán, inevitablemente y en todos los niveles, en el futuro de nuestras comunidades”.

“La familia es el aglutinante de la sociedad; su bien no puede ser dado por supuesto, sino que debe ser promovido y custodiado con todos los medios oportunos”, insistió.

A continuación, puso de relieve que “es en la familia donde cada uno de nosotros ha dado los primeros pasos en la vida. Allí hemos aprendido a convivir en armonía, a controlar nuestros instintos egoístas, a reconciliar las diferencias y sobre todo a discernir y buscar aquellos valores que dan un auténtico sentido y plenitud a la vida”.

“Si hablamos del mundo entero como de una única familia, es porque justamente reconocemos los nexos de la humanidad que nos unen e intuimos la llamada a la unidad y a la solidaridad, especialmente con respecto a los hermanos y hermanas más débiles”.

Sin embargo, “nos sentimos a menudo impotentes ante el mal persistente del odio racial y étnico, ante los conflictos y violencias intrincadas, ante el desprecio por la dignidad humana y los derechos humanos fundamentales y ante la diferencia cada vez mayor entre ricos y pobres”.

Frente a esa situación, “cuánto necesitamos recobrar, en cada ámbito de la vida política y social, el sentido de ser una verdadera familia de pueblos. Y de no perder nunca la esperanza y el ánimo de perseverar en el imperativo moral de ser constructores de paz, reconciliadores y protectores los unos de los otros”.


Reconciliación en Irlanda

“Aquí en Irlanda dicho desafío tiene una resonancia particular –aseguró el Papa–, cuando se considera el largo conflicto que ha separado a hermanos y hermanas que pertenecen a una única familia”.

En este sentido, recordó que “hace veinte años, la Comunidad internacional siguió con atención los acontecimientos de Irlanda del Norte, que llevaron a la firma del Acuerdo del Viernes Santo”.

“El Gobierno irlandés, junto con los líderes políticos, religiosos y civiles de Irlanda del Norte y el Gobierno británico, y con el apoyo de otros líderes mundiales, dio vida a un contexto dinámico para la pacífica resolución de un conflicto que causó enormes sufrimientos en ambas partes”.

Francisco dio las gracias “por las dos décadas de paz que han seguido a ese Acuerdo histórico, mientras que manifestamos la firme esperanza de que el proceso de paz supere todos los obstáculos restantes y favorezca el nacimiento de un futuro de concordia, reconciliación y confianza mutua”.

Antes de pronunciar su discurso en el Catillo de Dublín, el Papa visitó al Presidente de la República en su residencia oficial, donde firmó en el libro de honor: “Con gratitud por la cálida bienvenida que he recibido, le ofrezco a usted y al pueblo de Irlanda mis oraciones para que Dios Altísimo les guíe y proteja”, fueron las palabras del Pontífice.

Tras la firma, el Santo Padre plantó un árbol en los jardines del complejo presidencial junto al que plantó San Juan Pablo II hace 40 años.

Asimismo, el Obispo de Roma firmó también en el libro de honor del Castillo de Dublín en el que escribió que “Dios Altísimo bendiga al pueblo irlandés y le otorgue sus dones de paz y felicidad”.

PAPA FRANCISCO LLEGÓ A IRLANDA PARA PRESIDIR EL ENCUENTRO MUNDIAL DE LAS FAMILIAS 2018


El Papa Francisco llegó a Irlanda para presidir el Encuentro Mundial de las Familias 2018
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media




El Papa Francisco ya se encuentra en Dublín en el que es su viaje apostólico internacional número 24 y hasta donde ha viajado con motivo del Encuentro Mundial de las Familias.

El avión de la compañía Alitalia, con el Pontífice a bordo, despegó del Aeropuerto Internacional de Roma-Fiumicino a las 08.30 hora local y aterrizó en el de Dublín a las 10.30 hora local (11.30 de Roma), tras 3 horas y 15 minutos de vuelo.

Durante el vuelo y como es tradición, el Papa envió un telegrama al Presidente de la República Italiana, Sergio Mattarela, en el que invoca “sobre la nación copiosos dones y sabiduría para continuar apreciando y custodiando el valor del matrimonio y de la familia”.

Durante el vuelo, el Papa saludó a los 70 periodistas que lo acompañarán a lo largo de estos dos días, y explicó que guarda un buen recuerdo de Irlanda porque estudió inglés durante tres meses allí. “Gracias por vuestra compañía y gracias por haber venido. Esta será mi segunda fiesta de las familias, la primera fue en Filadelfia. ¡Me gusta estar con las familias! Estoy contento de este viaje”, dijo en el saludo.

“Hay también un segundo motivo que me toca un poco el corazón, porque estuve en Irlanda hace 38 años, en 1980, por tres meses, para practicar un poco de inglés. También para mí esto es un hermoso recuerdo. Gracias por vuestro trabajo”, añadió.

A su llegada, fue recibido por las autoridades del país, y por dos familias: una de refugiados y otra irlandesa que acoge a refugiados en su casa que le ofrecieron unas flores. También estuvieron presentes el Cardenal Kevin Farrel, Presidente del dicasterio para los Laicos, la Vida y la Familia, el el Arzobispo de Dublín, ‎Diarmuid Martin, y otros representantes eclesiásticos.

Desde el aeropuerto, Francisco se trasladó hasta la residencia presidencial, donde tuvo lugar la ceremonia de bienvenida.

PAPA FRANCISCO ENCOMIENDA A LA VIRGEN EN SANTA MARÍA LA MAYOR SU VIAJE A IRLANDA


El Papa Francisco encomienda a la Virgen en Santa María la Mayor su viaje a Irlanda
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media




El Papa Francisco acudió este viernes 24 de agosto a la Basílica de Santa María la Mayor en Roma para encomendar su próximo viaje a Irlanda que realizará del 25 al 26 de agosto con motivo del Encuentro Mundial de las Familias.

Según informó el Director de la Sala de Prensa del Vaticano, Greg Burke, por medio de un mensaje publicado en la red social Twitter, el Santo Padre rezó ante la imagen de la Virgen por Irlanda y por el Encuentro Mundial de las Familias.

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El Pontífice tiene como tradición acudir a los pies de la Salus Populi Romani (Protectora del Pueblo Romano) antes de iniciar y después de concluir sus viajes internacionales.


El Papa aterrizará en el aeropuerto internacional de Dublín el sábado 25 de agosto a las 10:30 a.m. (hora local), donde tendrá lugar la acogida oficial. A las 11:15 a.m. le recibirá el presidente de la República en el palacio Áras an Uachtaráin, residencia oficial del mandatario. Allí, frente a la puerta principal del palacio, se celebrará la ceremonia de bienvenida.

Finalizada la visita de cortesía al presidente, el Santo Padre se trasladará al Castillo de Dublín, donde a las 12:10 se encontrará con las autoridades, representantes de la sociedad civil y el cuerpo diplomático. Ante ellos, el Papa pronunciará su primer discurso.

A las 3:30 p.m. visitará la Catedral de Sat. Mary’s y a las 4:15 p.m. el Centro de Acogida de los Padres Capuchinos para familias sin hogar. Posteriormente, a las 7:45 p.m. celebrará la Fiesta de la Familia en el Estadio Croke Park, donde hablará ante las personas congregadas.

El domingo 26 de agosto el Pontífice se trasladará en avión a Knock, localidad en la que aterrizará a las 9:20 a.m. Su primera parada será el Santuario de Knock, a las 9:45 a.m., donde rezará el Ángelus.

A las 11:50 a.m. regresará a Dublín. A las 3:00 p.m. celebrará la Santa Misa en Phoenix Park. Posteriormente, se encontrará con los obispos irlandeses en el Convento de las Dominicas.

Finalmente, se trasladará a las 6:30 p.m. al aeropuerto, donde se le ofrecerá la despedida oficial antes de regresar a Roma.

lunes, 20 de agosto de 2018

ESTA ES LA CARTA DEL PAPA FRANCISCO POR EL ESCÁNDALO DE ABUSOS SEXUALES EN PENSILVANIA


Esta es la Carta del Papa Francisco al Pueblo de Dios por escándalo de abusos sexuales
Redacción ACI Prensa
 Crédito: Daniel Ibáñez / ACI Prensa




Este es el texto completo de la Carta que el Papa Francisco dirige a los católicos del mundo tras el informe de Pensilvania que detalla abusos cometidos por sacerdotes en los últimos 70 años.

Carta del Santo Padre Francisco al Pueblo de Dios

«Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26). Estas palabras de san Pablo resuenan con fuerza en mi corazón al constatar una vez más el sufrimiento vivido por muchos menores a causa de abusos sexuales, de poder y de conciencia cometidos por un notable número de clérigos y personas consagradas. Un crimen que genera hondas heridas de dolor e impotencia; en primer lugar, en las víctimas, pero también en sus familiares y en toda la comunidad, sean creyentes o no creyentes. Mirando hacia el pasado nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado. Mirando hacia el futuro nunca será poco todo lo que se haga para generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no solo no se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertas y perpetuarse. El dolor de las víctimas y sus familias es también nuestro dolor, por eso urge reafirmar una vez más nuestro compromiso para garantizar la protección de los menores y de los adultos en situación de vulnerabilidad.

1. Si un miembro sufre

En los últimos días se dio a conocer un informe donde se detalla lo vivido por al menos mil sobrevivientes, víctimas del abuso sexual, de poder y de conciencia en manos de sacerdotes durante aproximadamente setenta años. Si bien se pueda decir que la mayoría de los casos corresponden al pasado, sin embargo, con el correr del tiempo hemos conocido el dolor de muchas de las víctimas y constatamos que las heridas nunca desaparecen y nos obligan a condenar con fuerza estas atrocidades, así como a unir esfuerzos para erradicar esta cultura de muerte; las heridas “nunca prescriben”. El dolor de estas víctimas es un gemido que clama al cielo, que llega al alma y que durante mucho tiempo fue ignorado, callado o silenciado. Pero su grito fue más fuerte que todas las medidas que lo intentaron silenciar o, incluso, que pretendieron resolverlo con decisiones que aumentaron la gravedad cayendo en la complicidad. Clamor que el Señor escuchó demostrándonos, una vez más, de qué parte quiere estar. El cántico de María no se equivoca y sigue susurrándose a lo largo de la historia porque el Señor se acuerda de la promesa que hizo a nuestros padres: «Dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos» (Lc 1,51-53), y sentimos vergüenza cuando constatamos que nuestro estilo de vida ha desmentido y desmiente lo que recitamos con nuestra voz.

Con vergüenza y arrepentimiento, como comunidad eclesial, asumimos que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas. Hemos descuidado y abandonado a los pequeños. Hago mías las palabras del entonces cardenal Ratzinger cuando, en el Via Crucis escrito para el Viernes Santo del 2005, se unió al grito de dolor de tantas víctimas y, clamando, decía: «¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! [...] La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison – Señor, sálvanos (cf. Mt 8,25)» (Novena Estación).


2. Todos sufren con él

La magnitud y gravedad de los acontecimientos exige asumir este hecho de manera global y comunitaria. Si bien es importante y necesario en todo camino de conversión tomar conocimiento de lo sucedido, esto en sí mismo no basta. Hoy nos vemos desafiados como Pueblo de Dios a asumir el dolor de nuestros hermanos vulnerados en su carne y en su espíritu. Si en el pasado la omisión pudo convertirse en una forma de respuesta, hoy queremos que la solidaridad, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierta en nuestro modo de hacer la historia presente y futura, en un ámbito donde los conflictos, las tensiones y especialmente las víctimas de todo tipo de abuso puedan encontrar una mano tendida que las proteja y rescate de su dolor (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 228). Tal solidaridad nos exige, a su vez, denunciar todo aquello que ponga en peligro la integridad de cualquier persona. Solidaridad que reclama luchar contra todo tipo de corrupción, especialmente la espiritual, «porque se trata de una ceguera cómoda y autosuficiente donde todo termina pareciendo lícito: el engaño, la calumnia, el egoísmo y tantas formas sutiles de autorreferencialidad, ya que “el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz (2 Co 11,14)”» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 165). La llamada de san Pablo a sufrir con el que sufre es el mejor antídoto contra cualquier intento de seguir reproduciendo entre nosotros las palabras de Caín: «¿Soy yo el guardián de mi hermano?» (Gn 4,9).

Soy consciente del esfuerzo y del trabajo que se realiza en distintas partes del mundo para garantizar y generar las mediaciones necesarias que den seguridad y protejan la integridad de niños y de adultos en estado de vulnerabilidad, así como de la implementación de la “tolerancia cero” y de los modos de rendir cuentas por parte de todos aquellos que realicen o encubran estos delitos. Nos hemos demorado en aplicar estas acciones y sanciones tan necesarias, pero confío en que ayudarán a garantizar una mayor cultura del cuidado en el presente y en el futuro.

Conjuntamente con esos esfuerzos, es necesario que cada uno de los bautizados se sienta involucrado en la transformación eclesial y social que tanto necesitamos. Tal transformación exige la conversión personal y comunitaria, y nos lleva a mirar en la misma dirección que el Señor mira. Así le gustaba decir a san Juan Pablo II: «Si verdaderamente hemos partido de la contemplación de Cristo, tenemos que saberlo descubrir sobre todo en el rostro de aquellos con los que él mismo ha querido identificarse» (Carta ap. Novo millennio ineunte, 49). Aprender a mirar donde el Señor mira, a estar donde el Señor quiere que estemos, a convertir el corazón ante su presencia. Para esto ayudará la oración y la penitencia. Invito a todo el santo Pueblo fiel de Dios al ejercicio penitencial de la oración y el ayuno siguiendo el mandato del Señor,[1] que despierte nuestra conciencia, nuestra solidaridad y compromiso con una cultura del cuidado y el “nunca más” a todo tipo y forma de abuso.

Es imposible imaginar una conversión del accionar eclesial sin la participación activa de todos los integrantes del Pueblo de Dios. Es más, cada vez que hemos intentado suplantar, acallar, ignorar, reducir a pequeñas élites al Pueblo de Dios construimos comunidades, planes, acentuaciones teológicas, espiritualidades y estructuras sin raíces, sin memoria, sin rostro, sin cuerpo, en definitiva, sin vida[2]. Esto se manifiesta con claridad en una manera anómala de entender la autoridad en la Iglesia —tan común en muchas comunidades en las que se han dado las conductas de abuso sexual, de poder y de conciencia— como es el clericalismo, esa actitud que «no solo anula la personalidad de los cristianos, sino que tiene una tendencia a disminuir y desvalorizar la gracia bautismal que el Espíritu Santo puso en el corazón de nuestra gente».[3] El clericalismo, favorecido sea por los propios sacerdotes como por los laicos, genera una escisión en el cuerpo eclesial que beneficia y ayuda a perpetuar muchos de los males que hoy denunciamos. Decir no al abuso, es decir enérgicamente no a cualquier forma de clericalismo.

Siempre es bueno recordar que el Señor, «en la historia de la salvación, ha salvado a un pueblo. No existe identidad plena sin pertenencia a un pueblo. Nadie se salva solo, como individuo aislado, sino que Dios nos atrae tomando en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que se establecen en la comunidad humana: Dios quiso entrar en una dinámica popular, en la dinámica de un pueblo» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 6). Por tanto, la única manera que tenemos para responder a este mal que viene cobrando tantas vidas es vivirlo como una tarea que nos involucra y compete a todos como Pueblo de Dios. Esta conciencia de sentirnos parte de un pueblo y de una historia común hará posible que reconozcamos nuestros pecados y errores del pasado con una apertura penitencial capaz de dejarse renovar desde dentro. Todo lo que se realice para erradicar la cultura del abuso de nuestras comunidades, sin una participación activa de todos los miembros de la Iglesia, no logrará generar las dinámicas necesarias para una sana y realista transformación. La dimensión penitencial de ayuno y oración nos ayudará como Pueblo de Dios a ponernos delante del Señor y de nuestros hermanos heridos, como pecadores que imploran el perdón y la gracia de la vergüenza y la conversión, y así elaborar acciones que generen dinamismos en sintonía con el Evangelio. Porque «cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 11).

Es imprescindible que como Iglesia podamos reconocer y condenar con dolor y vergüenza las atrocidades cometidas por personas consagradas, clérigos e incluso por todos aquellos que tenían la misión de velar y cuidar a los más vulnerables. Pidamos perdón por los pecados propios y ajenos. La conciencia de pecado nos ayuda a reconocer los errores, los delitos y las heridas generadas en el pasado y nos permite abrirnos y comprometernos más con el presente en un camino de renovada conversión.

Asimismo, la penitencia y la oración nos ayudará a sensibilizar nuestros ojos y nuestro corazón ante el sufrimiento ajeno y a vencer el afán de dominio y posesión que muchas veces se vuelve raíz de estos males. Que el ayuno y la oración despierten nuestros oídos ante el dolor silenciado en niños, jóvenes y minusválidos. Ayuno que nos dé hambre y sed de justicia e impulse a caminar en la verdad apoyando todas las mediaciones judiciales que sean necesarias. Un ayuno que nos sacuda y nos lleve a comprometernos desde la verdad y la caridad con todos los hombres de buena voluntad y con la sociedad en general para luchar contra cualquier tipo de abuso sexual, de poder y de conciencia.

De esta forma podremos transparentar la vocación a la que hemos sido llamados de ser «signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 1).


«Si un miembro sufre, todos sufren con él», nos decía san Pablo. Por medio de la actitud orante y penitencial podremos entrar en sintonía personal y comunitaria con esta exhortación para que crezca entre nosotros el don de la compasión, de la justicia, de la prevención y reparación. María supo estar al pie de la cruz de su Hijo. No lo hizo de cualquier manera, sino que estuvo firmemente de pie y a su lado. Con esta postura manifiesta su modo de estar en la vida. Cuando experimentamos la desolación que nos produce estas llagas eclesiales, con María nos hará bien «instar más en la oración» (S. Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales, 319), buscando crecer más en amor y fidelidad a la Iglesia. Ella, la primera discípula, nos enseña a todos los discípulos cómo hemos de detenernos ante el sufrimiento del inocente, sin evasiones ni pusilanimidad. Mirar a María es aprender a descubrir dónde y cómo tiene que estar el discípulo de Cristo.

Que el Espíritu Santo nos dé la gracia de la conversión y la unción interior para poder expresar, ante estos crímenes de abuso, nuestra compunción y nuestra decisión de luchar con valentía.

Vaticano, 20 de agosto de 2018

Francisco

[1] «Esta clase de demonios solo se expulsa con la oración y el ayuno» (Mt 17,21).

[2] Cf. Carta al Pueblo de Dios que peregrina en Chile (31 mayo 2018).

[3] Carta al Cardenal Marc Ouellet, Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina (19 marzo 2016).

PAPA FRANCISCO CONDENA ATROCIDADES EN PENSILVANIA


El Papa condena atrocidades en Pensilvania: Ningún esfuerzo por pedir perdón será suficiente
Redacción ACI Prensa
Crédito: Daniel Ibañez - ACI Prensa




El Vaticano publicó esta mañana una “Carta del Papa Francisco al Pueblo de Dios” en la que el Pontífice expresa su enérgica condena a los abusos sexuales cometidos durante décadas por sacerdotes en Pensilvania (Estados Unidos) y reconoce que ningún esfuerzo por pedir perdón y reparar los daños será suficiente.

En su carta firmada el 20 de agosto, el Santo Padre indica que “nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado” ante los “abusos sexuales, de poder y de conciencia” cometidos por un “notable número de clérigos y personas consagradas”.

“El dolor de las víctimas y sus familias es también nuestro dolor, por eso urge reafirmar una vez más nuestro compromiso para garantizar la protección de los menores y de los adultos en situación de vulnerabilidad”, aseguró.

La carta del Papa se da a conocer luego de la difusión del informe de la Corte Suprema del estado de Pensilvania que da cuenta de más de mil casos de abuso sexual cometidos por miembros del clero durante los últimos 70 años en las diócesis de Allentown, Erie, Greensburg, Harrisburg, Pittsburgh y Scranton.

El informe de 884 páginas fue escrito por 23 miembros de un gran jurado, que durante 18 meses examinó medio millón de páginas de documentos. El FBI ayudó con la investigación de estos casos sucedidos entre 1947 y 2017.


El otro escándalo que también ha dado la vuelta al mundo fue el de Theodore McCarrick, cuya renuncia al Colegio de Cardenales fue aceptada por el Papa el pasado 28 de julio, tras conocerse una serie de inconductas sexuales de quien fuera Arzobispo de Washington.

En su carta del 20 de agosto, el Papa sostiene que “si bien se puede decir que la mayoría de los casos corresponden al pasado”, “con el correr del tiempo hemos conocido el dolor de muchas de las víctimas y constatamos que las heridas nunca desaparecen y nos obligan a condenar con fuerza estas atrocidades, así como a unir esfuerzos para erradicar esta cultura de muerte; las heridas ‘nunca prescriben’”.

“Con vergüenza y arrepentimiento, como comunidad eclesial, asumimos que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas. Hemos descuidado y abandonado a los pequeños”, lamentó Francisco.

Sin embargo, aunque “en el pasado la omisión pudo convertirse en una forma de respuesta”, el Papa aseguró que hoy se quiere que “la solidaridad”, “se convierta en nuestro modo de hacer la historia presente y futura” para que las “víctimas de todo tipo de abuso puedan encontrar una mano tendida que las proteja y rescate de su dolor”.

“Tal solidaridad nos exige, a su vez, denunciar todo aquello que ponga en peligro la integridad de cualquier persona”, agregó.

También, el Papa pidió todos los bautizados que se sientan involucrados “en la transformación eclesial y social que tanto necesitamos” y denunció cualquier forma de clericalismo.

“Invito a todo el santo Pueblo fiel de Dios al ejercicio penitencial de la oración y el ayuno siguiendo el mandato del Señor, que despierte nuestra conciencia, nuestra solidaridad y compromiso con una cultura del cuidado y el ‘nunca más’ a todo tipo y forma de abuso”, expresó el Pontífice.

También dijo que “es imprescindible que como Iglesia podamos reconocer y condenar con dolor y vergüenza las atrocidades cometidas por personas consagradas, clérigos e incluso por todos aquellos que tenían la misión de velar y cuidar a los más vulnerables”.


“Pidamos perdón por los pecados propios y ajenos”, agregó.

El Santo Padre recordó que, a través de la penitencia y la oración, se permitirá “sensibilizar nuestros ojos y nuestro corazón ante el sufrimiento ajeno y a vencer el afán de dominio y posesión que muchas veces se vuelve raíz de estos males”.

Finalmente, el Papa pidió para que “el ayuno y la oración despierten nuestros oídos ante el dolor silenciado en niños, jóvenes y minusválidos”.

“Ayuno que nos dé hambre y sed de justicia e impulse a caminar en la verdad apoyando todas las mediaciones judiciales que sean necesarias. Un ayuno que nos sacuda y nos lleve a comprometernos desde la verdad y la caridad con todos los hombres de buena voluntad y con la sociedad en general para luchar contra cualquier tipo de abuso sexual, de poder y de conciencia”, concluyó.

PAPA FRANCISCO: EL CRISTIANO NO PUEDE DEJAR DE SOÑAR QUE EL MUNDO CAMBIE PARA BIEN


Papa Francisco: El cristiano no puede dejar de soñar que el mundo cambie para bien
Redacción ACI Prensa
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa




Con motivo del Encuentro por la Amistad entre los Pueblos, que como todos los años se celebra este domingo 19 de agosto en la ciudad italiana de Rimini, el Papa Francisco ha enviado un mensaje a través del Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado del Vaticano, en el que anima a que los cristianos a soñar con un mundo “que cambie para bien”.

En la carta, el Cardenal Parolin recuerda a los participantes y voluntarios del evento, organizado por iniciativa de Comunión y Liberación, las palabras del título del encuentro: “Las fuerzas que mueven la historia son las mismas que hacen al hombre feliz”.

Se trata de unas palabras de don Luigi Giussani en referencia a los cambios sociales introducidos a partir de los sucesos de 1968 que llevaron a una ruptura generacional con el pasado. Como explica el Cardenal, como consecuencia de esa ruptura “numerosos creyentes cedieron ante la fascinación que producía esa perspectiva, y convirtieron la fe en un moralismo”.

Sin embargo, se ha preguntado: “¿qué queda de ese deseo de cambiarlo todo?”. “Volvemos a construir muros en vez de puentes. Tendemos a cerrarnos, en vez de abrirnos a los que son diferentes. Hay una creciente indiferencia en vez de un deseo de emprender iniciativas que favorezcan el cambio”.

Como resultado de ello, “la sensación de miedo prevalece sobre la confianza en el futuro”. Ante esa situación, el cristiano debe luchar contra la tentación de creer que su inteligencia y capacidades pueden gobernar el mundo.

“El cristiano no puede renunciar a soñar que el mundo cambie para bien, porque en la raíz de esta certeza está la convicción profunda de que Cristo es el inicio del mundo”, aseguró.


Por lo tanto, frente a la fascinación por los procesos revolucionarios, el Cardenal recordó que “ningún esfuerzo, ninguna revolución, puede satisfacer el corazón del hombre. Sólo Dios, que nos hizo con un deseo infinito, lo puede llenar con su presencia infinita”.

Además, en el mensaje, el Secretario de Estado de la Santa Sede afirmó que “el Santo Padre desea que el Encuentro de este año sea, para todos los que participen, en ocasión para profundizar o acoger la invitación del Señor Jesús: ‘Venid y veréis’”.

En esas palabras radica “la fuerza que, además de liberar al hombre de la esclavitud, de los ‘falsos infinitos’ que prometen felicidad sin asegurarla, lo hace protagonista de la escena del mundo, llamado a hacer de la historia el lugar de encuentro de los hijos de Dios con su Padre”.

miércoles, 8 de agosto de 2018

VIRGEN DESATANUDOS, ADVOCACIÓN MARIANA FAVORITA DEL PAPA FRANCISCO


Virgen Desatanudos



Esta imagen se venera desde 1706 en Augsburgo (Alemania) y su nombre original es Nuestra Señora de Knotenlöserin. El icono fue pintado alrededor de 1700 por Johann Melchior Georg Schmidttner y fue instalado en la antigua iglesia Saint Peter Am Perlach.

Con esta advocación, los fieles le rezan a la Virgen María para resolver dificultades y desatar los nudos que impide a los hombres unirse con Dios.


Historia



El título "desatanudos" o "knotenlöserin" se explica así: "Knot" significa nudo, "Löser" o "Löserin" deshacer, desatar, desarmar, borrar.

La pintura nos muestra a La Virgen actuando bajo la fuerza e inspiración del Espíritu Santo que está sobre ella en forma de paloma. Está rodeada de ángeles que le asisten pues ella es la reina. A su izquierda un ángel le alcanza la cinta llena de nudos, a su derecha otro ángel recoge la cinta ya desatada.

La Virgen Desatanudos es una advocación de la Inmaculada Concepción, con la luna bajo sus pies. Ella no solo desata los nudos sino que aplasta con su pie la causa de todos ellos: la maldita serpiente fomentadora del pecado.  En la parte inferior del cuadro, un ángel guía a un hombre por la oscuridad de la vida.




Oración de petición a María desatadora de nudos


Santa María, llena de la Presencia de Dios, durante los días
de tu vida aceptaste con toda humildad la voluntad del Padre,
 el maligno nunca fue capaz de enredarte con sus confusiones.

Ya, junto a tu Hijo, intercediste por nuestras dificultades y,
con toda sencillez y paciencia, nos diste ejemplo de cómo
desenredar la madeja de nuestras vidas.

Y, al quedarte para siempre como Madre nuestra, pones en
orden y haces más claros los lazos que nos unen al Señor.

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, la que con
corazón materno desatas los nudos que entorpecen nuestra vida,
te pedimos que recibas en tus manos

(pide aquí tu petición),

 y que  nos libres de las ataduras y confusiones con que nos hostiga
el que es nuestro enemigo.

Por tu gracia, por tu intercesión, con tu ejemplo, líbranos de todo mal.

Señora nuestra, desata los nudos que nos impiden nos unamos a
Dios, para que, libres de toda confusión y error, lo hallemos en
todas las cosas, tengamos en Él puestos nuestros corazones y
podamos servirle  siempre en nuestros hermanos.

Amén.



Oración de consagración a María Desatanudos


Señora y Madre mía, Virgen Santa María, la que desata los nudos; a tus pies me encuentro para consagrarme a ti. Con filial afecto te ofrezco en este día cuanto soy y cuanto tengo: mis ojos, para mirarte; mis oídos, para escucharte; mi voz, para cantar tus alabanzas; mi vida, para servirte; mi corazón, para amarte. Acepta, Madre mía el ofrecimiento que te hago y colócame junto a tu corazón inmaculado. Ya que soy todo tuyo, Madre de misericordia, la que desata los nudos que aprisionan nuestro pobre corazón, guárdame y protegedme como posesión tuya. No permitas que me deje seducir por el maligno, ni que mi corazón quede enredado en sus engaños. Enséñame a aceptar los límites de mi condición humana, sin olvidar que puedo superarme con la ayuda de la gracia y que agradezca siempre a Dios por mi existencia. Ilumíname para que no deseche al Creador por las criaturas, ni me aparte del camino que él pensó para mí. Amen