El Papa a sacerdotes y consagrados en Bangladesh: “Cuiden la semilla de la vocación”
Por Miguel Pérez Pichel
Foto: L'Osservatore Romano
VATICANO, 02 Dic. 17 / 01:08 am (ACI).- El Papa Francisco animó a sacerdotes, religiosos, religiosas, consagrados, seminaristas y novicias de Bangladesh a cuidar su vocación y a no dejarse arrastrar por los “chismes” que destruyen las comunidades religiosas.
El Santo Padre habló así ante miembros de comunidades religiosas y sacerdotales con los que se reunió tras una emotiva visita a la casa de las Hermanas de la Caridad en Daca, la llamada Casa Madre Teresa, donde la Santa de Calcuta solía residir en sus visitas a la ciudad.
Cogido de la mano por dos niñas pequeñas, el Santo Padre recorrió las instalaciones acompañado de los cánticos y gritos en español de “viva el Papa” de la gente que allí le esperaba para recibirle con entusiasmo. En su recorrido, saludó y conversó con las religiosas así como a los enfermos, ancianos, niños y necesitados que atienden.
Francisco se detuvo de forma especial en la sala en la que atienden a niños con discapacidad. El Papa habló con ellos y les proporcionó palabras de aliento.
Tras ello, saludó a personas ancianas. Una de ellas contaba instantes antes a los periodistas que Francisco era el segundo Papa que conocía, pues también había podido conversar con San Juan Pablo II en la visita que hizo a Bangladesh en el año 1986.
Finalizada la visita, el Papa Francisco se dirigió a la iglesia del Santo Rosario de Daca, para el encuentro con sacerdotes, religiosos, religiosas, consagrados, seminaristas y novicias.
En su discurso, reflexionó sobre un episodio de la vida de Isaías: “En aquellos días surgirá un pequeño brote de la Casa de Israel, y ese brote crecerá y crecerá y llenará con el espíritu de Dios, el espíritu de sabiduría, de ciencia, de piedad, de temor de Dios”.
El Papa señaló que Isaías “describe ahí lo pequeño y lo grande de la vida de fe, de la vida de servicio de Dios” y pidió aplicarlo a la vida diaria del consagrado.
Recordó que donde hay un brote antes había una semilla, “una semilla sembrada por Dios, y es Dios la que la hace crecer. ‘¿Y yo qué tengo que hacer?’. –se preguntó el Pontífice– Regarla para que crezca y llegue a la plenitud del Espíritu”.
Para regar esa semilla, “hay que cuidarla, y cuidar el brote cuando empieza a crecer”, indicó.
“Cuidar la vocación que hemos recibido, como se cuida a un niño, como se cuida a un anciano. La vocación se cuida con ternura humana. Si en nuestra comunidad, si en nuestros presbiterios falta esa dimensión de ternura humana, el brote queda chiquito, no crece y se seca. Cuidar con ternura, porque cada hermano del presbiterio, cada hermano de la Conferencia Episcopal, cada hermano o hermana de mi comunidad religiosa, cada hermano seminarista es una semilla de Dios, y Dios la mira con ternura de Padre”.
No obstante, Francisco advirtió contra la “otra semilla”, la sembrada “por el enemigo, de noche, y entonces se corre el riesgo de que la buena semilla quede ahogada por la mala semilla. Qué fea que es la cizaña en los presbiterios. Qué fea es la cizaña en las Conferencias Episcopales. Qué fea la cizaña en las comunidades religiosas o en los seminarios”.
Por ello, animó a estar atentos, “a ir viendo cómo crece el brote de la buena semilla y cómo se distingue de la mala semilla y de la mala hierba”.
En este sentido, subrayó que “cuidar es discernir, darse cuenta de que si la riego cada día, la planta crece bien, y si la descuido, crece mal. Solamente se discierne cuando uno tiene un corazón orante. Cuidar es orar. Es pedirle a quien plantó la semilla, a Dios, que me enseñe a regarla”.
En su discurso, el Santo Padre también advirtió contra los “enemigos de la armonía” en las comunidades religiosas, y citó una que, según advirtió, es la peor de todas: “el chisme”.
“Lo que destruye una comunidad es el hablar mal de otros. El subrayar los defectos de los otros, pero no decírselo a él. Decírselo a otro, y así crear un ambiente de desconfianza, un ambiente de recelo. Un ambiente en el que no hay paz, hay división”, aseguró.
Francisco comparó el hablar mal de los demás con el terrorismo: “¡Es terrorismo! Porque el que va a hablar mal de otro, no lo dice públicamente. Y el que es terrorista no dice: ‘soy terrorista’. El que va a hablar mal de otro va a escondidas, tira la bomba, y se va. Y la bomba destruye. Cuando tengas ganas de hablar mal de otro, muérdete la lengua. Lo más probable es que se te hinche, pero no harás mal a tu hermano o a tu hermana”.
Por el contrario, sugirió dos maneras de actuar cuando alguien ve un defecto o algo que debe corregirse en un hermano o una hermana: “Puedes, si es posible, decírselo en persona, cara a cara. Y si, por prudencia, no se lo puedes decir, díselo a quien pueda poner remedio, y a nadie más. En privado, con caridad”.
El Papa se detuvo en este aspecto y lamentó: “¡Cuántas comunidades he visto destruirse por el espíritu del chisme! Por favor, muérdanse la lengua bien”.
Por último, el Santo Padre animó a tener alegría, porque “sin alegría no se puede servir a Dios”. “Da mucha pena cuando uno encuentra sacerdotes, consagrados, consagradas, seminaristas, Obispos, amargados. Alegría, alegría en los momentos difíciles. Esa alegría que, si no puede ser risa porque hay mucho dolor, es paz”.